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Capítulo 2. LA PETITE DUCHESSE (Fragmento)
Desde sus primeros días en Rusia, la princesa Alix de Hesse estaba decidida a considerar todo lo que veía una amenaza para la tranquila vida familiar que había planeado para Nicky y ella. Cuando la muerte se había llevado a sus seres queridos, lo único que le había dado seguridad había sido la familia. Estaba sola, lejos de casa, se mostraba suspicaz y odiaba ser expuesta como un objeto curioso. Pero al intentar ganar seguridad huyendo cada vez que podía del escrutinio público, solo consiguió acentuar su marcado aire de fría reserva. Alejandra Feodorovna, como la llamaban a la sazón, solo recibía miradas hostiles de una aristocracia rusa que se mostraba muy crítica con su educación y costumbres inglesas y no podía creer lo mal que hablaba francés, la lengua franca de las élites[73]. Y lo que era aún peor, a sus ojos esta insignificante princesa alemana había desplazado de su posición central en la corte a la emperatriz anterior, Maria Feodorovna, una viuda muy querida y aún fuerte a sus cuarenta y tantos años. A Alejandra le resultó intolerable desde el principio cumplir con todas sus obligaciones protocolarias. Por ejemplo, en enero de 1895 hubo de saludar a toda una fila de 550 damas de la corte y permitir que besaran su imperial mano. Su visible incomodidad y su costumbre de retroceder horror ...
http://www.megustaleer.com/libros/las-hermanas-romanov/TA17098/fragmento/
Desde sus primeros días en Rusia, la princesa Alix de Hesse estaba decidida a considerar todo lo que veía una amenaza para la tranquila vida familiar que había planeado para Nicky y ella. Cuando la muerte se había llevado a sus seres queridos, lo único que le había dado seguridad había sido la familia. Estaba sola, lejos de casa, se mostraba suspicaz y odiaba ser expuesta como un objeto curioso. Pero al intentar ganar seguridad huyendo cada vez que podía del escrutinio público, solo consiguió acentuar su marcado aire de fría reserva. Alejandra Feodorovna, como la llamaban a la sazón, solo recibía miradas hostiles de una aristocracia rusa que se mostraba muy crítica con su educación y costumbres inglesas y no podía creer lo mal que hablaba francés, la lengua franca de las élites[73]. Y lo que era aún peor, a sus ojos esta insignificante princesa alemana había desplazado de su posición central en la corte a la emperatriz anterior, Maria Feodorovna, una viuda muy querida y aún fuerte a sus cuarenta y tantos años. A Alejandra le resultó intolerable desde el principio cumplir con todas sus obligaciones protocolarias. Por ejemplo, en enero de 1895 hubo de saludar a toda una fila de 550 damas de la corte y permitir que besaran su imperial mano. Su visible incomodidad y su costumbre de retroceder horror ...
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