Los Kennedy

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U.S. Senator John Fitzgerald Kennedy (JFK) y Jacqueline con su hijo John Jr. on December 10, 1960
 
En cuanto a Kick y a Billy, Marqués de Hartington, socialmente eran un "catch" el uno con respecto del otro, una versión contemporánea de las conquistas de las "bucaneras" de la segunda mitad del XIX. Kick ponía el dinero y Billy el árbol genealógico.

Pero estaba el tema de la religión, y ninguna de las dos familias estaba dispuesta a ceder. Cualquier cesión, para los pater, hubiera sido una bochornosa claudicación. En UK, hasta bien enterados los 60 los matrimonios mixtos estaban muy mal vistos, en cualquier clase social (y en zonas rurales de Irlanda todavía son innombrables). Si, además, iba a acabar en primera plana de los periódicos, peor. Un Devonshire católico? Impensable, aún a día de hoy. Un nieto de Joe Kennedy bautizado en la Iglesia de Inglaterra? Una bofetada para los Kennedy.

Kick estaba con su amante, el Earl Fitzwilliam, cuando tuvieron el accidente. Habían estado en París intentando convencer a Joe Kennedy de que su relación era posible (otro anglicano, esta vez casado). Sus idas y venidas con Fitzwilliam y el posterior accidente fueron un escandalazo en la época, fácil de seguir leyendo entre líneas en las crónicas en los periódicos de aquellos meses.

Yo he oído sobre la "participación" de Kick en la lobotomia de su hermana, pero siempre como rumor infundado. Los que conocieron a Kick dicen que hubiera sido incapaz de apoyar algo así. Aparte de que en la época de la lobotomia Kick estaba centrada en otros asuntos e intentando "olvidar" a Billy.

Esto es ya una opinión personal, pero aunque la Historia diga que el ideólogo de la lobotomia de Rosemary fue su padre, a mí me parece más realista que fuera (o al menos participase activamente en la decisión) la madre. Una señora un tanto siniestra y perfeccionista, en mi humilde opinión. Y, una vez vistos los resultados, habría que haber dejado correr un tupido velo. Una madre abnegada es una madre abnegada. Y hay cosas que es mejor queden entre bambalinas.

Estoy de acuerdo con tu visión de Kick, para mí no tiene lógica alguna que la vinculen a la lobotomia de su hermana, porque no tenía movil alguno para llevarla a cabo y, como dices, estaba en otra onda respecto a su familia...

Lejos de la imagen de madre amantísima que parecía dar Rose, en realidad era muy egoista... Jack recordaba su infancia, con muchas enfermedades, muy solitaria, bastante apartado por ello de los juegos de sus hermanos en cama, su poca fortaleza física le hacía sentirse inferior a ellos, y desde luego, con una madre ocupadísima en su vida social, no al pié de su cama... Para él fué un subidón de estima convertirse en héroe de guerra en el Pacífico, salvando a sus compañeros, pero eso acentuó la envidia del hijo favorito, Joe, el mayor, que se apuntó a la misión suicida solo por conseguir su propia medalla, harto de no entrar en combate en Inglaterra, pero una cosa era entrar en combate y otra tripular una bomba volante, que, lógicamente explotó...

La competitividad que Joe y Rose Kennedy impusieron a sus hijos les cobró un duro coste...
 
BODA DE JOHN F.K Y Jackie Bouvier
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JOHN -HIJOS
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FAMILIA DE JACK Y JACKIE
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Caroline, hoy dia, siempre recuerda a su padre como un hombre muy cariñoso con ellos, que intentaba sacar tiempo para darles un beso de buenas noches y, si era posible, leerles un cuento... Es lógico porque había decidido ser muy diferente a sus propios padres respecto a él.
 
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¡Edición con las grabaciones!

Yo leí el libro transcrito, pero ya veis, existe la publicación de las grabaciones de la entrevista...​
 
22 NOVIEMBRE 1963-DALLAS
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Según los testigos presenciales del asesinato de JFK, tras los disparos la primera dama gritó “¡han asesinado a mi marido, tengo su cerebro en mis manos!”. En las imágenes grabadas durante el desfile por Abraham Zapruder, y que no fueron emitidas hasta 1975 por la ABC, vemos a Jackie que se abalanza a la parte trasera del auto, donde recoge una parte del cráneo del presidente.
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A las 13.00hs, el equipo médico del “Parkland Hospital” declara oficialmente la muerte del presidente Kennedy, con paro cardíaco. "No tuvimos nunca una esperanza de salvar su vida", declararon los médicos. La muerte de Kennedy fue oficialmente anunciada más tarde, a la 13.38 hs.
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A pesar de los insistentes ruegos de su personal de confianza, Jacqueline se negó a quitarse el traje rosa manchado de sangre. Según sus propias palabras con ese gesto quería “mostrar a la nación lo que habían hecho”. Con este traje, también aparecería en el juramento de Lyndon Johnson como presidente, un acto celebrado a bordo del mismo avión que trasladó el cadáver de Kennedy a Washington.
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Según reconoció en una entrevista con Theodore White (periodista de “Life”) Jackie se mostró muy molesta por el apuro del entonces vicepresidente para tomar su cargo, le parecía estar participando en una ceremonia desagradable, “en la que no debía estar” y con su vestido rosa todavía manchado con la sangre de su esposo.
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El traje
UN VESTIDO PARA LA HISTORIA
El traje en cuestión es un diseño en tweed de la casa Channel de 1961, originalmente diseñado en color violeta, pero que ella misma encargó en rosa a la tienda Chez Ninon (Park Avenue).
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Formado por dos piezas, una chaqueta con abotonado marinero y falda por debajo de la rodilla, este conjunto simboliza a la perfección una mujer convertida en ejemplo de moralidad, que se vio obligada a transmitir una imagen de falsa perfección y a asumir estoicamente las infidelidades de su marido con una interminable lista de mujeres.

Como hace notar Robert Dalleck: “la trágica muerte de su marido pareció eliminar la rabia acumulada contra él por sus aventuras extramatrimoniales”. De hecho, en unas conversaciones con Arthur Schesinger, constantemente hablará de la “ejemplaridad” de Kennedy como esposo y padre. A partir del asesinato, Jackie hizo firme propósito de preservar la memoria de JFK.
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Es indiscutible que la terrible secuencia del asesinato de Kennedy quedó marcada a fuego en la memoria de toda una generación, pero también es indiscutible que a partir de un elemento de la moda, como fue el traje rosa de Jackie Kennedy, podría contarse uno de los atentados más terribles de la historia.
 
22 NOVIEMBRE 1963-DALLAS
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Según los testigos presenciales del asesinato de JFK, tras los disparos la primera dama gritó “¡han asesinado a mi marido, tengo su cerebro en mis manos!”. En las imágenes grabadas durante el desfile por Abraham Zapruder, y que no fueron emitidas hasta 1975 por la ABC, vemos a Jackie que se abalanza a la parte trasera del auto, donde recoge una parte del cráneo del presidente.
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A las 13.00hs, el equipo médico del “Parkland Hospital” declara oficialmente la muerte del presidente Kennedy, con paro cardíaco. "No tuvimos nunca una esperanza de salvar su vida", declararon los médicos. La muerte de Kennedy fue oficialmente anunciada más tarde, a la 13.38 hs.
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A pesar de los insistentes ruegos de su personal de confianza, Jacqueline se negó a quitarse el traje rosa manchado de sangre. Según sus propias palabras con ese gesto quería “mostrar a la nación lo que habían hecho”. Con este traje, también aparecería en el juramento de Lyndon Johnson como presidente, un acto celebrado a bordo del mismo avión que trasladó el cadáver de Kennedy a Washington.
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Según reconoció en una entrevista con Theodore White (periodista de “Life”) Jackie se mostró muy molesta por el apuro del entonces vicepresidente para tomar su cargo, le parecía estar participando en una ceremonia desagradable, “en la que no debía estar” y con su vestido rosa todavía manchado con la sangre de su esposo.
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En ese avión había llegado a Dallas con su marido pocas horas antes y ahora volvia con él en un ataud y teniendo que presenciar el juramento de un hombre que no había apreciado a su marido como nuevo presidente... A la pobre se la ve echa polvo...
 
Truman Capote dijo de ella que era “ingenua y astuta a la vez”. Cuando el 22 de noviembre de 1963, hace ahora 50 años, el presidente John Fitzgerald Kennedy fue asesinado en Dallas, Jackie Kennedy, su esposa, se convirtió en una absoluta e inesperada protagonista del panorama político internacional. Ella iba al lado de él en el coche en el que recibió un disparo; estaba en el lugar desde donde saltaron pedazos de la cabeza del presidente. La poco agradable escena fue narrada por la propia Jackie ante la comisión Warren, encargada de investigar el asesinato, a pesar de que, según esa misma comisión, ella no habría podido ver tal imagen. Su posición no le permitía ver la cabeza de su esposo al menos hasta un segundo después de que recibiera el disparo, y ella se apresuró a subirse a la parte trasera del vehículo, presa del pánico. La verdad a medias ejemplificaba lo que siempre había sido, una fabuladora indomable y moderna. Quiso que todas las cámaras posibles registrasen su vestido rosa de Chanel manchado de sangre. Quiso, en definitiva, que el mundo viese lo que unos desalmados habían hecho: destrozar su aparentemente perfecta familia. Una puesta en escena milimétrica que da idea de la dimensión de una mujer que se convirtió en rostro protagonista del siglo XX, como revela Una imagen tan bella (La Esfera de los Libros), apasionante biografía de Katherine Pancol publicada recientemente en España.

El afán de protagonismo de la que luego se convirtiese en mujer de Aristóteles Onassis y mecenas de las artes y de la cultura no nació de la nada. Como la mayoría de las veces, surgió de necesidades de afecto sembradas en la infancia y del divorcio de sus padres, que la haría correr, durante toda su vida, de unos brazos a otros a la búsqueda del canalla que sustituyese a su padre. Black Jack, su progenitor, no era ningún dechado de virtudes pero, a pesar de todo, ella quería ir a verle continuamente al hotel donde vivía tras el divorcio de su madre. Las visitas eran mucho más divertidas que estar haciendo lo mismo en el confort del hogar. Nacida en Southampton, Nueva York, en 1929, vivió la carga de la separación de sus padres desde muy pequeña. A Jackeline Lee Bouvier, como se llamaba cuando aún llevaba trenzas, años antes de que el presidente de Estados Unidos se cruzase en su camino, le fascinaba la literatura romántica y soñaba con emular el vigor y la perspicacia de Scarlett O’ Hara, su personaje favorito.



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Su noviazgo con Kennedy fue tan casto como la época en la que se produjo, principios de los años 50. Aunque John sería un mujeriego de mucho cuidado que acabaría en la cama de Marilyn Monroe y de otras muchas actrices, con su novia fue todo lo respetuoso y virginal que sabía ser. “No esperaba menos de ti”, le dijo ella, tan segura y confiada en sí misma que asustaba, cuando él le propuso matrimonio. Ambos se convertirían en marido y mujer en 1953 y, poco después de la boda, ya eran otras muchas mujeres las que calentaban la cama de John. Ella se resignaba. Se había casado con él presintiendo que se trataba de un golfo pero le gustaban los hombres así. Tal era su pasión por los canallas que incluso había perdonado la descomunal borrachera de su padre el día de su boda y, al fin y al cabo, el joven John le recordaba mucho a él.






La llegada de Kennedy a la Casa Blanca la convirtió en una absoluta dama. Odiaba que se la llamase ‘First Lady’ porque parecía “el nombre de un caballo de carreras” pero le encantaban los privilegios que conllevaba ese título. Sin embargo, no se llevaba bien con los periodistas que querían husmear en su vida y en la de su marido, temerosa de que descubriesen que, más allá de su impecable apariencia, se escondía una pobre cornuda. Le gustaba la cultura y se preguntaba si Eisenhower, el presidente que precedió a su marido, leía algún libro ante la escasez de nutridas bibliotecas en el edificio presidencial. Sus caprichos eran a menudo, tan obstinados y curiosos como ella misma. Una vez se empeñó en comprar un cervatillo después de ver un reestreno de Bambien el cine. Su marido, además de preguntarse en qué lugar de la Casa Blanca podrían colocar al animal, se dio cuenta de que, después de todo, seguía existiendo una niña dentro de ella.

Los malos tragos llegaron no sólo en forma de periodistas, sino también cuando tuvo que lidiar con la pérdida de un bebé de dos días en agosto de 1963. Ese mismo año, y para superar el trance, su hermana Lee le propuso hacer un crucero con Aristóteles Onassis. De poco sirvió que Kennedy le dijese que no era recomendable tal visibilidad con un extranjero que tenía ya problemas con la justicia norteamericana. Ella hizo lo que le dio la gana sin sospechar que ese millonario sería su esposo años más tarde. En noviembre llegó el infame asesinato en Dallas que la marcó para siempre. Años después, el 20 de octubre del 68, la boda con Onassis que le quitaría la etiqueta de viuda oficial de América.

Al multimillonario le bastaron un par de años para darse cuenta de que aquella mujer le salía muy cara. Sus compras de artículos de lujo eran habituales y Onassis seguía demasiado enamorado de María Callas como para permitirlo. Comenzaron a tramitar el divorcio en 1975 pero el destino quiso que él muriese durante ese año, sin completar el proceso de separación. Jackie se llevó una cuantiosa herencia que hizo que la hija de Onassis, Christina, se convirtiese en su más aguerrida enemiga. A ella poco le importó. En los 90, se la diagnosticaba un linfoma que acabó con su vida el 19 de mayo de 1994. Su funeral fue retransmitido por todas las cadenas de Estados Unidos. De haber podido verlo, seguramente ella habría estado encantada y habría elegido el mejor vestido para impactar a la prensa. Para que luego dijese que no era una ‘First Lady’…
 
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