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Aunque estuvo durante muchos meses en su país de origen, desde marzo hasta el pasado 8 de noviembre, cuando por fin podía volver a Mónaco, Michael Wittstock ha confesado a un medio sudafricano, 'You', que no pudo estar con su hija durante toda su convalecencia. Un dato que extraña mucho, dado que fue una estancia muy prolongada y se suponía que Charlène se estaba apoyando en su familia para hacer la situación más llevadera. Pero no: la exnadadora no pudo contar con la compañía de sus padres para ayudarla en su recuperación.
Y la culpa la tuvo el miedo al coronavirus, tal y como ha confesado en la citada publicación: "A nuestra edad -75 años tiene él, 74 su esposa, Lynette-, hay que tener mucho cuidado. Tampoco quería contagiarla porque se había sometido a muchos procedimientos médicos y era muy vulnerable". Así es como explica Michael Wittstock que no pudieran viajar desde Johannesburgo, donde viven habitualmente, a la zona de Kwazulu-Natal, donde ha estado Charlène alojada durante prácticamente toda su estancia, desde que asistiera a los funerales del rey zulú hasta que por fin tuvo el permiso de los médicos para volar.
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Michael Wittstock también deja claro que el contacto entre ellos fue permanente y se adelanta a las posibles especulaciones que puedan surgir después de estas confesiones: "Hemos hablado regularmente por teléfono y hablo con los mellizos. Tenemos una gran relación".
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“Mi hija nadaba 20 km al día. Conociendo la forma en que entrenaba, sé que es dura y que saldrá bien, saldrá mucho más fuerte”.
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El artículo coloca mal la edad de la madre. Lynette tiene 64 años, es apenas un año mayor que Albert. Michael sí tiene 75.