JUAN CARLOS I/FELIPE VI

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Orbyt.
JUAN CARLOS I/ FELIPE VI
18/03/2023

EL HIJO COMO UN ‘CADETE MÁS’ Y EL PADRE ENTRE PERRERÍAS Y EL DRAMA FAMILIAR​


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TAL FUE EL EMPEÑO DEL REY Juan Carlos y de todo el círculo próximo a su heredero para que fuera tratado como uno más en su ingreso en la Academia Militar de Zaragoza que el Príncipe Felipe enseguida recibió el apodo de cadete más. Sus compañeros de promoción alternaban este mote con el de Winston, apelativo que se ganó por lo rubio y larguirucho que era. Era 2 de septiembre y el hoy Rey de España comenzaba su formación militar. Tres años en las Academias General Militar de Zaragoza, Naval Militar de Marín (Pontevedra) y General del Aire de San Javier (Murcia) que también conocerá a fondo en apenas unos meses su primogénita, Leonor, Princesa de Asturias, tal como se ha anunciado esta misma semana.
En los mismos lugares recibió su instrucción castrense también Don Juan Carlos cuando apenas empezaba a dejar atrás la adolescencia. Pero las diferencias son extraordinarias. El actual Emérito era príncipe en una España bajo la dictadura franquista en la que nadie podía siquiera imaginar si la monarquía volvería a restaurarse y, en ese supuesto, quién sería el titular. En cambio, Don Felipe, como también le va a suceder a su hija y sucesora, ingresó en las academias militares, al margen de sus vocaciones, porque uno antes y la otra ahora estaban predestinados a ostentar la Jefatura del Estado y, con ella, el mando supremo de las fuerzas armadas, tal como establece la Constitución de 1978.
A Juanito, como se conocía al mayor de los varones de los Barcelona, también había que tratarle sin privilegios durante su formación militar. En su caso incluso fue objeto de ciertas ofensas, como le ocurriría en otros ámbitos, porque en muchos sectores, incluida la derecha, no estaba nada bien vista la familia real.
Don Juan había podido reunirse con Franco el 29 de diciembre de 1954 en la Finca de las Cabezas (Salamanca), propiedad del conde de Ruiseñada. En el encuentro se acordó que el Príncipe Juan Carlos pasara por las tres academias militares en España antes de pensar en algún programa de estudios universitarios. Y, así, poco después, ya en 1955, con 17 años, Juanito ingresó en la Academia General de Zaragoza, donde permanecería cerca de dos años –uno más que su hijo y que estará Leonor–.
Sostienen los biógrafos del anterior Rey que Juan Carlos pronto disfrutaría de la camadería militar como uno más de los soldados, sentimiento que le ha acompañado siempre. Pero no pudo sortear ni ciertos agravios iniciales por apellidarse Borbón, ni las novatadas de la época. Él mismo contaría con el tiempo como durante los primeros días, por ejemplo, le obligaban a gritar “¡Viva la República!” o cómo le tocó servir la mesa a los veteranos durante una semana. En Palabra de Rey, de Fermín J. Urbiola, relata: “Tuve que pasar por todo. Hacer el reptil por el suelo del dormitorio, dormir con la monja (el sable), me hicieron los rayos X (dormir en una tabla entre dos mesillas de noche), de todo (...). En varias ocasiones me peleé con compañeros que habían emitido en mi presencia opiniones sobre mi padre que no me gustaban. Nos dábamos cita, de noche, en el picadero de la Academia, y allí ajustábamos las cuentas a puñetazos. Varias veces salí de esos encuentros con un ojo a la funerala. Gracias a Dios, no sucedía a menudo. Mis compañeros sabían que me encontraba en una situación muy difícil y evitaban tocar ese tema delante de mí”.
Los tiempos de la Academia en Zaragoza no se redujeron para Don Juan Carlos a la rutina cuartelaria, la disciplina y la exigencia militar y el aprendizaje básico para ser un buen soldado. Muchos fines de semana podía relajarse, fuera del cuartel, en el Gran Hotel de la ciudad. Y, aunque su preceptor, el general Martínez Campos, trataba de no perderle de vista, forjó amistades como la del granadino García Trevijano y se corrió no pocas juergas.
Durante aquellos dos años como cadete en Zaragoza, el Príncipe Juan Carlos viviría uno de los acontecimientos más amargos de su vida. Fue durante unas vacaciones de Semana Santa cuando, de permiso, en Estoril (Portugal) mató accidentalmente a su hermano Alfonso mientras jugaban con una pistola que creían descargada.
Igual que haría tres décadas después su hijo, y que está anunciado hará también Leonor, Don Juan Carlos, durante su paso por la Academia Naval, se embarcó el 10 de enero de 1958 en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, en el que navegó durante varios meses. En la travesía de Elcano es conocido que el guardamarina Borbón, además de asistir a las clases, subir a los palos del buque o dormir con sus 70 compañeros en la camareta colectiva, tuvo tiempo para un flirteo muy sonado con una bailarina brasileña a la que mandó apasionadas cartas que, al parecer, el embajador en Brasil hizo llegar a Franco, quien advirtió al futuro Rey: “¡Basta ya de aventuras!”. Juanito ya apuntaba maneras.
Muchas menos anécdotas jugosas han trascendido del paso durante tres años por las Academias militares del Príncipe Felipe. Ingresó en la de Zaragoza en 1985. En octubre de ese año juró bandera. Y no una cualquiera, sino un estandarte con el escudo que en 1889 había bordado a mano su tatarabuela la reina María Cristina. Y, como también le va a suceder a Leonor, mientras el cadete más se imbuía en la disciplina castrense tuvo también que prepararse para protagonizar un acto tan solemne y trascendental como el de la jura de la Constitución ante las Cortes el día que cumplió 18 años.
Sabemos por quien fue en aquellos años su tutor, José Antonio Alcina, que, durante las navidades que pasó en la Academia de Zaragoza, el timido Príncipe Felipe se tuvo que disfrazar de Rey Gaspar para participar en una de las representaciones teatrales que se organizaban.
Su primer noviazgo no se produciría hasta concluida su formación militar, con Isabel Sartorius. Pero eso no evitó que, ante el gran interés que había en los medios por emparejar al Príncipe, mientras realizaba su travesía en el Sebastián Elcano le hicieran entrega en la escala en Río de Janeiro de una revista que contenía un amplio reportaje sobre la supuesta novieta que se había echado mientras se encontraba en el curso de formación naval en Marín.
No todo fueron jornadas exhaustas en el cuartel. El Príncipe se entregó, junto a sus compañeros de promoción, en los permisos, al desfase en las discotecas más famosas de Pontevedra. No había indiscretos teléfonos móviles. Mucho más complicado lo tendrá Leonor.
 
Orbyt.
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TAL FUE EL EMPEÑO DEL REY Juan Carlos y de todo el círculo próximo a su heredero para que fuera tratado como uno más en su ingreso en la Academia Militar de Zaragoza que el Príncipe Felipe enseguida recibió el apodo de cadete más. Sus compañeros de promoción alternaban este mote con el de Winston, apelativo que se ganó por lo rubio y larguirucho que era. Era 2 de septiembre y el hoy Rey de España comenzaba su formación militar. Tres años en las Academias General Militar de Zaragoza, Naval Militar de Marín (Pontevedra) y General del Aire de San Javier (Murcia) que también conocerá a fondo en apenas unos meses su primogénita, Leonor, Princesa de Asturias, tal como se ha anunciado esta misma semana.
En los mismos lugares recibió su instrucción castrense también Don Juan Carlos cuando apenas empezaba a dejar atrás la adolescencia. Pero las diferencias son extraordinarias. El actual Emérito era príncipe en una España bajo la dictadura franquista en la que nadie podía siquiera imaginar si la monarquía volvería a restaurarse y, en ese supuesto, quién sería el titular. En cambio, Don Felipe, como también le va a suceder a su hija y sucesora, ingresó en las academias militares, al margen de sus vocaciones, porque uno antes y la otra ahora estaban predestinados a ostentar la Jefatura del Estado y, con ella, el mando supremo de las fuerzas armadas, tal como establece la Constitución de 1978.
A Juanito, como se conocía al mayor de los varones de los Barcelona, también había que tratarle sin privilegios durante su formación militar. En su caso incluso fue objeto de ciertas ofensas, como le ocurriría en otros ámbitos, porque en muchos sectores, incluida la derecha, no estaba nada bien vista la familia real.
Don Juan había podido reunirse con Franco el 29 de diciembre de 1954 en la Finca de las Cabezas (Salamanca), propiedad del conde de Ruiseñada. En el encuentro se acordó que el Príncipe Juan Carlos pasara por las tres academias militares en España antes de pensar en algún programa de estudios universitarios. Y, así, poco después, ya en 1955, con 17 años, Juanito ingresó en la Academia General de Zaragoza, donde permanecería cerca de dos años –uno más que su hijo y que estará Leonor–.
Sostienen los biógrafos del anterior Rey que Juan Carlos pronto disfrutaría de la camadería militar como uno más de los soldados, sentimiento que le ha acompañado siempre. Pero no pudo sortear ni ciertos agravios iniciales por apellidarse Borbón, ni las novatadas de la época. Él mismo contaría con el tiempo como durante los primeros días, por ejemplo, le obligaban a gritar “¡Viva la República!” o cómo le tocó servir la mesa a los veteranos durante una semana. En Palabra de Rey, de Fermín J. Urbiola, relata: “Tuve que pasar por todo. Hacer el reptil por el suelo del dormitorio, dormir con la monja (el sable), me hicieron los rayos X (dormir en una tabla entre dos mesillas de noche), de todo (...). En varias ocasiones me peleé con compañeros que habían emitido en mi presencia opiniones sobre mi padre que no me gustaban. Nos dábamos cita, de noche, en el picadero de la Academia, y allí ajustábamos las cuentas a puñetazos. Varias veces salí de esos encuentros con un ojo a la funerala. Gracias a Dios, no sucedía a menudo. Mis compañeros sabían que me encontraba en una situación muy difícil y evitaban tocar ese tema delante de mí”.
Los tiempos de la Academia en Zaragoza no se redujeron para Don Juan Carlos a la rutina cuartelaria, la disciplina y la exigencia militar y el aprendizaje básico para ser un buen soldado. Muchos fines de semana podía relajarse, fuera del cuartel, en el Gran Hotel de la ciudad. Y, aunque su preceptor, el general Martínez Campos, trataba de no perderle de vista, forjó amistades como la del granadino García Trevijano y se corrió no pocas juergas.
Durante aquellos dos años como cadete en Zaragoza, el Príncipe Juan Carlos viviría uno de los acontecimientos más amargos de su vida. Fue durante unas vacaciones de Semana Santa cuando, de permiso, en Estoril (Portugal) mató accidentalmente a su hermano Alfonso mientras jugaban con una pistola que creían descargada.
Igual que haría tres décadas después su hijo, y que está anunciado hará también Leonor, Don Juan Carlos, durante su paso por la Academia Naval, se embarcó el 10 de enero de 1958 en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, en el que navegó durante varios meses. En la travesía de Elcano es conocido que el guardamarina Borbón, además de asistir a las clases, subir a los palos del buque o dormir con sus 70 compañeros en la camareta colectiva, tuvo tiempo para un flirteo muy sonado con una bailarina brasileña a la que mandó apasionadas cartas que, al parecer, el embajador en Brasil hizo llegar a Franco, quien advirtió al futuro Rey: “¡Basta ya de aventuras!”. Juanito ya apuntaba maneras.
Muchas menos anécdotas jugosas han trascendido del paso durante tres años por las Academias militares del Príncipe Felipe. Ingresó en la de Zaragoza en 1985. En octubre de ese año juró bandera. Y no una cualquiera, sino un estandarte con el escudo que en 1889 había bordado a mano su tatarabuela la reina María Cristina. Y, como también le va a suceder a Leonor, mientras el cadete más se imbuía en la disciplina castrense tuvo también que prepararse para protagonizar un acto tan solemne y trascendental como el de la jura de la Constitución ante las Cortes el día que cumplió 18 años.
Sabemos por quien fue en aquellos años su tutor, José Antonio Alcina, que, durante las navidades que pasó en la Academia de Zaragoza, el timido Príncipe Felipe se tuvo que disfrazar de Rey Gaspar para participar en una de las representaciones teatrales que se organizaban.
Su primer noviazgo no se produciría hasta concluida su formación militar, con Isabel Sartorius. Pero eso no evitó que, ante el gran interés que había en los medios por emparejar al Príncipe, mientras realizaba su travesía en el Sebastián Elcano le hicieran entrega en la escala en Río de Janeiro de una revista que contenía un amplio reportaje sobre la supuesta novieta que se había echado mientras se encontraba en el curso de formación naval en Marín.
No todo fueron jornadas exhaustas en el cuartel. El Príncipe se entregó, junto a sus compañeros de promoción, en los permisos, al desfase en las discotecas más famosas de Pontevedra. No había indiscretos teléfonos móviles. Mucho más complicado lo tendrá Leonor.
Eso de uno mas es una broma, cuando hacia maniobras le barria donde se tenia que tirar y además le ponian una manta, eso si se iba de juerga y pagaba religiosamente, cumplió aqui en Zaragoza los 18 años, pretendio que se celebrase en la lonja, y fue tal el escandalo que se montó que no se hizo
 

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