HERMANISIMAS QUE VIVEN DEL CUENTO PARTE IV

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Carla Royo-Villanova: Sonrisas y lágrimas

La esposa de Kubrat de Bulgaria ha ofrecido siempre una imagen dulce, de mujer perfecta e inalterable. Pero detrás de su apariencia hay una voluntad de acero. Carla Royo-Villanova habla por primera vez de sus duros años de recién casada, de lo que significa pertenecer a una Familia Real y de cómo lucha por sacar adelante su empresa.

Por ALBERTO PINTEÑO | 14 de agosto de 2013

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Es la una de la tarde. Carla Royo-Villanova está sentada en la banqueta de un bar de Madrid. Con una mano sostiene una Coca-Cola light y con la otra un cigarrillo “ultra light, me lo recomendó una amiga”. Tras unos minutos interrumpe educadamente nuestra conversación. Tiene una reunión a 20 metros del bar donde nos encontramos. Insiste en que la acompañe. Le propongo esperarla tomando un café. Vuelve a insistir, así que la sigo. Va a hablar con las dueñas de un local donde quiere hacer un open day para #emprendeandtweet, una plataforma de jóvenes empresarios que quieren darse a conocer a través de las redes sociales. Y cada año, Carla, dueña de la línea cosmética Carla Bulgaria Roses Beauty, organiza un encuentro con ellos a nivel nacional. En la reunión, cinco mujeres y yo. Decido quedarme fuera, pero Carla ha colocado una silla a su lado para que tome asiento. “No, no. Tú quédate aquí con nosotras”. En un momento me veo envuelto en una dura negociación. Carla no es fácil de convencer. Lo deja claro. Es germánica en la toma de decisiones. Presupuesto, espacio, número de asistentes... “No, yo no tengo la pelota en mi tejado. Vosotras debéis decirme cuánto nos va a costar esto”. Es dura de roer. Tiene carácter. Solo han pasado unos minutos y mi intención es evaporarme. Aunque quien, tras un cuarto de hora, da por finalizada la reunión es Carla. “Lo siento, chicas, tengo que seguir con la entrevista. Espero vuestra respuesta. Ciao”.

No la imaginaba tan estricta. (Carla suelta una carcajada). ¿En casa es usted así también?

—Para ser empresaria hay que ser así. Y no, en mi casa mandamos tanto mi marido Kubrat como yo. Es fundamental que tus hijos vean que es una disciplina compartida.

¿Remilgada? ¿Inalterable? ¿Cuasiperfecta? Detrás de esa imagen que puede proyectar, Carla es empresaria. Luchadora. Comprometida y crítica: “Con la subida del IVA nos van a asfixiar”. Por ello acaba de crear una campaña en su blog que lleva por nombre Yo me mojo, desde la que se opone a los últimos cambios orquestados por el Gobierno. “Asumo que no puedes gustar a todo el mundo. A mí la gente me ve en fiestas y pensarán que mi vida es una fiesta. Me parece injusto, pero lo puedo llegar a entender. Si me ven en televisión, en las revistas o en un photocall no tienen por qué saber que me levanto a las siete de la mañana y que me pateo todo Madrid en moto para cerrar acuerdos”. En 2003 Carla lanzó, con su padre como socio, la línea de cosmética Carla Bulgaria Roses Beauty, que ha recibido varios premios de belleza y que utilizan nombres tan conocidos como Laura Ponte, María León, Leticia Dolera o la misma infanta Pilar de Borbón.

¿Se gana la vida con su línea de cosmética?

—Ahora mismo, no. Estoy sacándola adelante, pero aún no lo he conseguido. Me está costando mucho y eso que tengo a los medios a mi favor.

¿Ha querido tirar la toalla alguna vez?

—Muchísimas. Hay momentos de desaliento y desánimo. Me veo más inconsciente que valiente, pero creo en lo que hago. Aunque esto me está llevando a una situación complicada. Si no funciona, pues no funcionó, pero al menos quiero estar tranquila por haberlo intentado. Soy perseverante.

Mientras expulsa el humo de su cigarrillo, narra lo obstinada que siempre ha sido, incluso en su nacimiento. Fue el 3 de enero de 1969. Su madre, la bilbaína Carmen Urrestarazuheredera de la famosa pastelería Arrese, fundada en 1852— quería que su primer hijo naciera en Bilbao. Le quedaban 15 días para dar a luz. Cogió un coche-cama a las once de la noche que salía de Madrid para llegar por la mañana a su destino. En Ávila se bajó del tren, llamó a la Cruz Roja. Tenía contracciones. Le dijeron que habría una ambulancia en la próxima estación, Valladolid. Nevaba mucho. A las tres de la madrugada Carmen daba a luz en la Cruz Roja vallisoletana sola, sin ningún familiar. Por ello llamó a su hija Carla Soledad. “Mi padre, Jaime Royo-Villanova, era feliz porque nacía castellana, ya que mi bisabuelo fundó El Norte de Castilla; y mi madre era feliz igualmente porque los de Bilbao nacemos donde nos da la gana”.

Carla creció en Madrid junto a sus dos hermanos, Jaime y Guillermina, hasta que cumplió los seis años. Entonces destinaron a su padre a Murcia como director general del Banco Occidental para Levante. En 1978 Adolfo Suárez lo nombró gobernador civil de Salamanca. Allí pasaron otros dos años hasta que regresaron a Madrid, donde nació la menor de los cuatro hermanos, Vega. En el invierno de 1986 los primos hermanos de Carla la invitaron a su casa de Calas de Guisando, en la parte abulense del pantano de San Juan. Ella tenía 16 años. Al llegar allí, le presentaron a un chico alto, moreno “guapísimo y con muy buena piel”. “Este es Kubrat, nuestro compañero en el Liceo Francés”, le dijeron sus primos. Entre amigos era Kubrat, a secas. No Kubrat Sajonia-Coburgo-Gotha y Gómez-Acebo, príncipe de Bulgaria, de Sajonia-Coburgo-Gotha y duque de Sajonia. El hijo del rey Simeón de Bulgaria y Margarita Gómez-Acebo. Carla, sus primos, Kubrat y otros cinco amigos pasaron juntos todo el fin de semana. Hicieron una hoguera, Kubrat sacó la guitarra y “como buen tuno, comenzó a entonar algunas canciones. Fue un flechazo total”, recuerda. No se habían intercambiado los teléfonos y pensó que jamás le volvería a ver. Él tenía 19 años y se iba a Pamplona, donde estudiaba Medicina. El lunes Carla le contó a su madre lo triste que estaba y para animarla se la llevó a una fiesta que organizaba un primo. De espaldas Carla creyó ver allí a ¡Kubrat! “Es imposible”, pensó. Mientras se iba acercando, él la miraba muy serio, creía que se había equivocado. Pero no. Era Kubrat, que al pasar a su lado exclamó: “¡Pero Clarita!, ¿qué haces aquí?”. “No se había quedado ni con mi nombre. ¡Horror!”.

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Han pasado 27 años desde aquel día. Ahora es la princesa de Panagyurishte. “Kubrat ha sido mi primer y único novio. ¡La de locuras que he hecho por él!”. Si piensan que Carla no se despeina, cometen un error. Matriculada en Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid salía muy temprano de casa para asistir a clase. O eso le decía a sus padres. En realidad algunas veces se iba en autobús hasta Pamplona, almorzaba con Kubrat, y volvía a Madrid. “Llegaba por la noche a casa, con una tortícolis de esos autobuses del infierno que tardaban seis horas”. Ha dormido a la intemperie, en el césped, con sacos de dormir, en plena fiesta de San Fermín. “Nos colocábamos mis amigas y yo en círculo para que ninguna se quedase en los extremos”. Y hasta ha viajado en moto de Londres a Madrid para ver durante unas horas a su chico.

En la Navidad de 1991, el príncipe de Sajonia-Coburgo-Gotha se prometió con Carla. Se casarían cuando ella terminase la carrera. En julio de 1993, en el madrileño monasterio de la Encarnación, las Familias Reales de España y Bulgaria y la alta sociedad se dieron cita en la boda de los príncipes de Panagyurishte. Ella iba vestida por un tal Lorenzo Caprile. Era el primer encargo que le hacían al diseñador quien, antes de decir sí le había dado unas cuantas negativas. Caprile estudiaba Filología en Granada y no pensaba dedicarse a la moda. Años después se convertiría en el modisto oficial de la familia real española. “La boda más divertida a la que he asistido es la mía”, recuerda Carla esbozando una sonrisa. Al casarse entraba a formar parte de la Familia Real búlgara.

¿Se siente miembro de una Casa Real?

—Sí, me siento miembro de una familia con una historia antiquísima en Europa y con mucho orgullo.

¿Ser parte de una Familia Real es sinónimo de ser monárquica?

—Pues sí, si no, sería una gran incoherencia.

¿Cómo ve la salud de la institución a día de hoy?

—La monarquía es una institución muy útil, pero debe evolucionar, se tiene que adaptar a los tiempos, a la historia y a las circunstancias de cada país.

Hoy son muchos los que se declaran juancarlistas...

—Pues lo entiendo como que les cae muy bien el rey Juan Carlos, pero no se puede ser monárquico juancarlista. La monarquía lleva implícita la descendencia directa, significa que crees en el concepto hereditario. Es ilógico ser monárquico juancarlista. Si eres católico, no puedes ser católico y pasar del dogma de fe de la Iglesia. La monarquía es hereditaria.

¿Cree que el Rey abdicará?

—Espero que no. El Rey tiene que ser Rey hasta que muera.

¿Cuándo conoció al Rey?

—Hace muchos años, cuando fui a ver a Kubrat a Palma. La Familia Real española ha tenido mucho trato con la familia de mi marido. Pero la vida y el trabajo, cuando creces, te separan. Pasa como con amigos de la infancia, los quieres mucho y cuando los ves te da una gran alegría, pero tienes menos trato.

¿Es usted de las que piensan que existe un linchamiento contra la infanta Cristina?

—Creo que la sociedad tiene motivo y razón para estar enfadada e indignada, porque están ocurriendo muchas cosas a la vez. Hay una revolución en la calle contra todo, la gente está muy alterada, pero no toda la culpa es de Iñaki Urdangarin o de Cristina, son cientos de cosas. Se ha colmado el vaso.

¿Cree normal que la sociedad piense que quien la hace la paga?

—No podemos juzgar a nadie antes que los propios jueces. Espero y confío en la justicia, pero no solo con Iñaki, sino con todo. Hay que poner orden en todo. Lo que digan los jueces se tiene que acatar.

Parece que es ahora la abogada la que habla, aunque nunca quiso seguir los pasos de su familia paterna. Tras el enlace con el príncipe Kubrat, Jaime Royo-Villanova buscó un despacho para que ella trabajara. “¡Se me cayó el alma a los pies! No quería, pero él me dijo que si en un mes no había encontrado trabajo, empezaría allí”. Justo entonces a Carla la nombraron directora de comunicación de una empresa textil y olvidó, ya para siempre, su parcours en la abogacía. Poco más de un año después se quedó embarazada de su primer hijo. No se lo contó absolutamente a nadie hasta pasado seis meses. La mañana del 26 de abril de 1995 fue a hacer una entrevista de trabajo en Armani y luego comía con su madre. Empezaron las contracciones. No quería ir al hospital, al día siguiente se casaba su padre por segunda vez y ella era madrina de boda. “Mamá, que esto se me pasa. Que no quiero llegar al hospital porque me van a mandar de vuelta a casa y me van a llamar primeriza”. A las 9 de la noche tuvo que ir corriendo a urgencias. La comadrona la miró y le gritó: “¡Primeriza!”. Media hora después nacía Mirko. “Me quedé sin boda, pero al día siguiente, tras la ceremonia, vinieron todos a vernos. Almudena, la mujer de mi padre, me dio su ramo de novia”. De esta segunda relación de su progenitor nació Jorge, que hoy tiene 15 años, el otro hermano de Carla.

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Tras el nacimiento de Mirko, Carla vivió su época más desesperada. No lo ha contado nunca y me mira fijamente como buscando complicidad. Habla despacio, masticando las palabras, en un tono de voz suave y mueve las piernas incesantemente. “Nada más darme de baja maternal me despidieron. Kubrat, tras los seis años de medicina, el MIR y los cinco años de especialidad en cirugía, terminó la residencia en Puerta de Hierro y se fue al paro. Vivíamos con un niño recién nacido y los dos sin trabajo”.

¿Tenían problemas económicos?

—Fue una época durísima. Apuntaba hasta las pesetas que le ponía de gasolina a la moto. Si nos invitaban nuestros amigos a cenar, decíamos que no podíamos por la agenda, que teníamos otros compromisos, y nos pasábamos solo al café. No viajábamos, no hacíamos nada extra. No pasábamos hambre, pero comíamos muchos espaguetis. Le dejaba mi hijo a mi madre para que ella le comprase las papillas. Teníamos una familia, pero fue muy duro.

¿Quién les ayudó?

—Mis padres y hermanos. En ese momento salí a flote gracias al apoyo de mi marido y a mis amigas estilistas, que me buscaron un hueco como ayudante de moda. Fue entonces cuando me di cuenta de la importancia de la amistad.

De nada servía ser príncipes...

—Fueron años difíciles. Tuvimos que hacer sacrificios, pero tengo mucho tesón. Debía seguir luchando. Hay que ver la vida con ilusión por muy torcida que se ponga. De los momentos malos siempre sacas cosas positivas.

¿Se ha sentido defraudada por alguien?

—Pues sí, por esta persona que me despidió al dar a luz, que supuestamente era mi amigo.

¿Ha habido muchas personas que le hayan dado la espalda?

—No. Puedo contarlos con los dedos de una mano.

¿Ha sido una privilegiada?

—No. A mis hijos les inculco que son más las obligaciones que los derechos (tiene otros dos niños: Lucas, de 16 años, y Tirso, de 11). He tenido los privilegios de pertenecer a mi familia política. Siempre he reconocido que la prensa me hace más caso por ser quien soy. Sería injusto que dijera que estoy haciendo hoy mismo esta entrevista porque soy Carla Royo-Villanova, vallisoletana. Oye, pues no. Está claro que soy la mujer del príncipe Kubrat de Bulgaria.

Cuando contrajo matrimonio con Kubrat, se casaba también con una Familia Real. Y con las cinco kas. Simeón II de Bulgaria y Margarita Gómez-Acebo tuvieron cinco hijos, y a los cinco les puso un nombre que empezaba por ka. Kardam, casado con Miriam Ungría, y que en 2008 sufrió un grave accidente de tráfico. Kyril, casado con Rosario Nadal (ahora separado). Konstantin-Assen, con María García de la Rasilla. Y Kalina, con el explorador Kitín Muñoz. Todos se reúnen en familia, bien en Navidad, bien por el cumpleaños de Simeón. Asegura que todos mantienen una excelente relación. Divorciados incluidos. Rosario Nadal y Carla eran las que estaban más unidas, puesto que las dos comenzaron su relación de noviazgo con los hermanos Kyril y Kubrat prácticamente al mismo tiempo.

¿Cómo es su suegro, Simeón?

—Es un señor por el que siento una profundísima admiración, me atrevo a decir que es un héroe. Lo adoro. Es la primera vez en la historia que un rey vuelve a su país como primer ministro de una república [se refiere al periodo de 2001 a 2005, cuando Simeón fue elegido primer ministro de Bulgaria], es un hito histórico. Él consiguió el ingreso de Bulgaria primero en la OTAN y luego en la Unión Europea, hizo grandes cosas para su país y pasó unos años muy sacrificados. Podría haber seguido en Madrid con una vida mucho más tranquila, con sus hijos y sus nietos, pero por su vocación casi incomprensible por su país optó por luchar y pelear por ellos.

¿Cómo vivió el accidente de coche de su hijo primogénito y heredero, Kardam?

—Fue un golpe muy duro para toda la familia. Una tragedia sin precedentes para los padres, para su esposa y por supuesto para sus hijos.

¿Y su mujer, Miriam?

—Miriam es una mujer maravillosa, un diez. Está dedicada al cien por cien a Kardam, que se encuentra un poco mejor. Es algo admirable, y él está rodeado de cariño por todos.

Comienzo a sentir que Carla clava su mirada en mi. Le molestan tantas preguntas sobre las luces y sombras de su familia, sobre la monarquía española. No es un buen momento para ello. Ni tampoco cree que ella sea la más oportuna para hablar de ello. “Solo quiero hablar de mi empresa, que mi trabajo me cuesta”, se reafirma. Le he puesto el ejemplo de doña Letizia, que pasó a ser princesa por sorpresa al casarse con un príncipe...

—No es lo mismo. Ella es princesa de Asturias en un país reinante. Para ella ese es su trabajo. Yo no vivo de mi principado. Tengo un título, pero curro en una cosa que nada tiene que ver. Ella tiene obligaciones institucionales que yo no tengo. Y nosotros no contamos con unos presupuestos generales de un país. Vivimos del presupuesto general de mi empresa. Y mi marido es cirujano, se va a las siete de la mañana y regresa a las once de la noche.

¿Le ha dado algún consejo a Letizia?

—No, nunca. No me gusta dar consejos, me gusta que me los den.

¿Ella se lo ha dado a usted?

—No. Nunca se lo he pedido.

Una última cuestión, ¿hay que tener un historial intachable para casarse con un príncipe?

Carla desvía la mirada, no puede aguantar la risa, toma un sorbo de Coca-cola, aspira por última vez su cigarrillo y responde: “¿Qué es tener un currículum intachable?”.
 
me he puesto a llorar por las penurias de carlita....
y solo le ayudó SUS padres y SUS hermanos... SU marido y SUS amigas, pero solo las estilistas.

Fue una época durísima. Apuntaba hasta las pesetas que le ponía de gasolina a la moto. Si nos invitaban nuestros amigos a cenar, decíamos que no podíamos por la agenda, que teníamos otros compromisos, y nos pasábamos solo al café. No viajábamos, no hacíamos nada extra. No pasábamos hambre, pero comíamos muchos espaguetis. Le dejaba mi hijo a mi madre para que ella le comprase las papillas. Teníamos una familia, pero fue muy duro.

—¿Quién les ayudó?


Mis padres y hermanos. En ese momento salí a flote gracias al apoyo de mi marido y a mis amigas estilistas, que me buscaron un hueco como ayudante de moda. Fue entonces cuando me di cuenta de
 
Pues Carla al menos es una persona muy trabajadora que lucha por su empresa, por sacarla adelante. Yo no la conozco personalmente, soy clienta de sus productos porque son buenísimos y me han mejorado mucho la piel y alguna vez que he consultado algo en su blog siempre está ahí para aconsejar y me parece un encanto y muy atenta. Se lo curra mucho y con o sin privilegios no es una mujer florero como muchas que hay por ahí, Carla trabaja.
 
Yo probé la linea de cosméticos de Carla hace ya unos cuantos años, el agua de rosas me encantó. Pero la veo excesivamente cara para los tamaños que vienen.... Es buena calidad pero son enanitos los botes y francamente no compensa.
 
De toda la familia ella y Kyril son los que mejor me caen. Ella con sus locuras parece agradable y al menos hace algo con su tiempo.. que tenga suerte. Y kyril me han hablado bien de el, gente que le ha conocido profesionalmente... parece un hombre inteligente.
 
Precisamente porque trabaja y trata de sacar su empresa adelante es por lo que creo que no ha sido pasto de nuestras viperinas lenguas, quitando algún comentario puntual porque un poquito cursi si que es. De sus productos no tengo opinión, no los he probado.
 
Pues Carla al menos es una persona muy trabajadora que lucha por su empresa, por sacarla adelante. Yo no la conozco personalmente, soy clienta de sus productos porque son buenísimos y me han mejorado mucho la piel y alguna vez que he consultado algo en su blog siempre está ahí para aconsejar y me parece un encanto y muy atenta. Se lo curra mucho y con o sin privilegios no es una mujer florero como muchas que hay por ahí, Carla trabaja.
Carla trabaja porque lo normal para salir adelante es trabajar. Tener que justificar que alguien trabaja parece de risa. Y será emprendedora y tal, pero no veo que todas estas con posibles se dediquen a algo más o menos serio o relacionado con los estudios que poseen. Y una línea coméstica puede ser seria, pero la imagen que proyecta el márketing de su línea no puede ser más cursi!
 
Carla trabaja porque lo normal para salir adelante es trabajar. Tener que justificar que alguien trabaja parece de risa. Y será emprendedora y tal, pero no veo que todas estas con posibles se dediquen a algo más o menos serio o relacionado con los estudios que poseen. Y una línea coméstica puede ser seria, pero la imagen que proyecta el márketing de su línea no puede ser más cursi!


Para nada estoy justificando a nadie por trabajar, la estoy comparando con otras mujeres florero portada del trola y demás. En cuanto a su línea cosmética, a ti te puede parecer cursi, eso ya es una opinión personal, pero lo que cuenta es lo que lleve dentro, la calidad. Otras cremas llevan un envase muy fashion y luego la crema es un verdadero fiasco.
 
Precisamente porque trabaja y trata de sacar su empresa adelante es por lo que creo que no ha sido pasto de nuestras viperinas lenguas, quitando algún comentario puntual porque un poquito cursi si que es. De sus productos no tengo opinión, no los he probado.

Yo probé la linea de cosméticos de Carla hace ya unos cuantos años, el agua de rosas me encantó. Pero la veo excesivamente cara para los tamaños que vienen.... Es buena calidad pero son enanitos los botes y francamente no compensa.

Yomisma, las cremas son de 50ml, como casi todas las del mercado. A mí me cunden mucho porque con poco tengo bastante, debido a que se extienden muy bien, a la larga yo he ahorrado porque al fin he encontrado algo que me funciona después de gastar mucha pasta en promesas falsas. Y que conste que ni hago publicidad ni soy amiga de élla ni nada. Es mi opinión de sus cremas.
 
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