Grace Kelly la señora Grimaldi

Rover P 6 3500: la última escena de Grace Kelly
El 13 de septiembre de 1982, Su Alteza Serenísima la Princesa Gracia de Mónaco deja su casa de verano «Roc Angel» en La Turbie, al volante de su Rover P6 3500


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Santiago de Garnica Cortezo
Actualizado: 10/10/2020 01:12h



En Mónaco hay una gran afición por el automóvil. Su Rally de Montecarlo o el Gran Premio son muestras evidentes de ello. A esta sensibilidad por el motor no es ajena Rainiero de Mónaco, una afición que le lleva incluso participar en algunas competiciones, o a tener una colección de clásicos que empieza a reunir desde finales de los años cincuenta con modelos de Hispano Suiza, Rolls, Facel Vega, Lincoln, Packard, Ferrari, Renault…., y que hoy día está expuesta al público.

Su esposa Grace no es tan apasionada, ni mucho menos, e incluso a partir de un accidente en los años setenta, habitualmente lleva chofer que conduce el coche personal de su Alteza Serenísima, un muy británico Rover P6 3500.


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Se trata de un modelo de fuerte personalidad, concebido dos décadas antes. La firma del Drakkar presenta el P6 2000 en octubre de 1963. Su estilo, debido a David Bache, llama de inmediato la atención con sus flancos altos o sus luces de posición e intermitencia situadas en los extremos de las aletas delanteras, en posición avanzada. Lo que no está a la vista tampoco carece de interés, con una célula central portante, una especie de esqueleto en el que van atornillados los diferentes paneles de la carrocería.

Se deja notar cierta inspiración del Citroën DS algo que Rover nunca ha escondido, pero el sedán británico también tiene una, fuerte, personalidad propia. La suspensión recurre a resortes horizontales delante y a un puente De Dión con resortes helicoidales detrás. La frenada está confiada a cuatro discos, situados los dos posteriores in board para reducir la masa no suspendida. Se trata sin duda de un automóvil que deja atrás a muchos de sus rivales. El motor, un cuatro cilindros y 2000 cc con culata en aluminio y los árboles de levas en cabeza, sin embargo es criticado por bastantes periodistas especializados pues se queda algo escaso de potencia (91 CV) y de par. La marca quiere arreglar un poco las cosas y en marzo de 1966 lo equipa con dos carburadores en la versión TC que desarrolla 110 CV de poencia.

Pero será la versión 3500 la que dará las cartas de nobleza a este modelo. Presentado en 1968 este P6 va equipado con un motor V8 (el mismo que montará el Range Rover en su nacimiento, en 1970) de 146 CV asociado a un cambio automático Borg-Warner muy alabado en su momento. Alcanzaba 190 km/h de velocidad punta y tenía una aceleración de 0 a 100 km/h en menos de 10,5 segundos. La versión con cambio manual llega en 1971 y se beneficia de un incremento de potencia, alcanzando los 152 CV. También ofrece prestaciones más brillantes reduciendo en 1,5 segundos la aceleración de 0 a 100 km/h e incrementando la velocidad punta hasta los 200 km/h, unas cifras no muy habituales en su momento para una berlina familiar.

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El interior del P6 resulta muy británico, con la clásica mezcla de cuero y madera. Llama la atención la parte inferior del salpicadero, muy revestida y que protegía, para la época, bastante bien en caso de un golpe. Los asientos son cómodos: en realidad es un cuatro plazas pues las posteriores, por su forma, solo podían acoger a dos ocupantes. El maletero, entre que el depósito de gasolina está tras los asientos posteriores y la rueda de repuesto ocupa mucho espacio, ofrece un volumen escaso: por eso había usuarios que optaban por llevar la rueda de repuesto sobre la tapa del maletero, en un soporte ad hoc.

El 8 cilindros en V destaca por la suavidad y silencio de funcionamiento, un silencio que caracterizaba al conjunto del coche pues tanto los ruidos importantes de rodadura como aerodinámicos, se habían prácticamente eliminado. Las prestaciones eran apenas mejores que las de un Alfa Romeo 1750, que tenía casi la mitad de cilindrada. Y es que el atractivo del Rover residía más sobre una respuesta suave y progresiva que rabiosa, es decir, que su personalidad reposaba más sobre su buena educación que sobre su carácter. Pero en cualquier caso le permitía mantener muy buenas medias: se decía entonces que era fácil viajar a una velocidad de crucero de 160 km/h con el P6 3500. En cuanto al consumo estaba en torno a los 14 litros a los 100 kilómetros.

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La dirección, sin servoasistencia, resultaba bastante pesada a la hora de aparcar: era uno de los puntos negros. Por el contrario, las suspensiones borraban cualquier irregularidad del asfalto y hacían del 3500 un coche extraordinariamente cómodo. En cuanto a la estabilidad, el buen reparto de masas jugaba a su favor y el único pero era un cierto balanceo en línea recta a partir de 150 km/h. En cuanto a los frenos, si bien costaba un poco dosificar la potencia, eran eficaces.

El diseño y el carácter, hicieron que la nueva versión 3500 se convirtiera en todo un éxito que impulsó las ventas del P6. Esto obligaría a Bernard Jackman, director general de Rover-Triumph, a hacer funcionar las cadenas día y noche para incrementar la producción de 650 a 850 unidades. Beneficiándose de ligeros retoques con el paso de los años, la carrera del comercial del P6 (con un modelo de base de gama de 2,2 litros que llega en 1973) proseguirá hasta el año 1977, con 323.000 unidades fabricadas en total. Y una de esas unidades llegó al palacio de Mónaco.

El accidente

El 13 de septiembre de 1982, Su Alteza Serenísima la Princesa Gracia de Mónaco (Grace Kelly para los cinéfilos) deja su casa de verano «Roc Angel» en La Turbie, al volante de su Rover P6 3500. Va acompañada de su hija Estefanía. El coche afronta la carretera de La Corniche, estrecha y llena de curvas.

No es una carretera que desconozca Grace Kelly. Años atrás, en 1955, en ese mismo marco rueda junto a Cary Grant en un Sunbeam Alpine Mk III una escena de la película «To Catch a Thief» («Atrapa a un ladrón», en España).

De pronto, ante la mirada incrédula de un camionero, la berlina inglesa en lugar de tomar una de las curvas del retorcido recorrido, sale recta y se precipita por un cortado. Son nada menos que 50 metros de caída. Ninguna de sus dos ocupantes lleva cinturón. El automóvil aparece destrozado. En el asiento trasero está inconsciente Grace. Por la puerta del conductor saldrá Estefanía, que sufre varias heridas.

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Grace, tras ser ingresada en la clínica que llevaba su propio nombre, se la diagnostica un doble derrame cerebral y todo parece señalar que el primero lo habría sufrido justo antes del accidente. Ante la imposibilidad de su recuperación se la desconectará dos días después del soporte vital.

Y ahí empezaron las especulaciones, algunas que apuntaban a un problema de frenos. El Rover, que había sido llevado al palacio de los Grimaldi, fue analizado por técnicos de Rover que no encontraron ninguna avería. En 2012, en una entrevista a Paris-Match, Estefanía señaló que ella no conducía, que había salido por la puerta del conductor pues la derecha estaba destrozada, y que su madre, antes de salirse de la carretera, había gritado que «el coche no frena» ¿Un fallo técnico? ¿Se equivocó la conductora pisando el acelerador en lugar del freno? ¿Sería realmente un derrame cerebral?

El secreto quizás descanse en el fondo del mar Mediterráneo donde el verde Rover P6 3500, al que la prensa de un desguace ha convertido en un cubo, sería arrojado. Sin duda, un final de película digno de Hitchcock.

 

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