El CNI espió a Eva Sannum, Gigi Howard y Letizia Ortiz por orden de Juan Carlos I

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Es de un libro de Fernando Rueda que trabajaba en el CNI, centro nacional de inteligencia

El CNI espió a Eva Sannum, Gigi Howard y Letizia Ortiz por orden de Juan Carlos I​

En 'Al servicio de su majestad', Fernando Rueda, uno de los grandes conocedores de nuestros servicios secretos, revela cómo se controlaban las relaciones sentimentales de Felipe VI​

Foto: Eva Sannum y Gigi Howard. (Vanitatis)
Eva Sannum y Gigi Howard. (Vanitatis)
Fernando Rueda

26/10/2021 - 05:00

La lista de conquistas del príncipe Felipe durante su juventud fue muy larga, al menos según la prensa del corazón. Le relacionaron, entre otras, con Victoria de Carvajal, Yasmeen Ghauri, Gabriela Sebastián de Erice, Viviana Dellavedova o Viviana Corcuera. La realidad es que antes de casarse tuvo tres relaciones más largas e intensas: Isabel Sartorius, Gigi Howard y Eva Sannum.

La importancia institucional del heredero de la Corona obligó al servicio secreto a estar pendiente de las mujeres con las que se relacionaba, aunque no hay constancia de que le informaran a él directamente de sus trabajos, algo que sí hacían con su padre.

No he encontrado datos de que la española Isabel, hija del marqués de Mariño, fuera sometida a vigilancia. Seguramente, la información sobre ella la consiguieron los reyes sin muchos problemas y además el noviazgo había comenzado pronto, cuando Felipe solo tenía veintiún años. La intervención del CNI se produciría más adelante.

Portada de 'Al servicio de Su Majestad' (La Esfera).

Portada de 'Al servicio de Su Majestad' (La Esfera).

Gigi Howard​

En 1993, tras acabar la licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, Felipe se desplazó a Washington para cursar un máster de dos años en Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown. Alejado de la presión mediática, se sintió más libre que nunca. Todo cambiaría cuando los fotógrafos empezaron a sospechar que mantenía una relación amorosa e intentaron conseguir las fotos que lo acreditaban.

Su primo Pablo también estudiaba allí y un día su novia, Marie Chantal, le presentó a una de sus buenas amigas, una estadounidense que cursaba Ciencias Políticas y Sociología en Nueva York. Se llamaba Gigi Howard y era modelo. Fue la primera relación que mantuvo tras la ruptura con Isabel, hasta ese momento el gran amor de su vida.


Gigi encantó a Felipe. Estuvieron juntos más de un año, una gran parte del tiempo sin que la opinión pública española lo supiera, no así los reyes. Cuando una relación comenzaba a ser seria, el propio Felipe o la gente que le acompañaba informaban al palacio de La Zarzuela. Y si lo consideraban oportuno, el siguiente paso era pedir datos al servicio secreto, en aquel momento dirigido por Emilio Alonso Manglano.


No ha trascendido el contenido del dosier personal que los espías elaboraron sobre Gigi Howard, que versaba sobre su personalidad, hábitos, familia y relaciones, pero sí que carecía de partes oscuras y no tuvo influencia para nada en la ruptura posterior de las relaciones. Los dos pasaron juntos las vacaciones de 1995 en Nueva York e hicieron un viaje a la isla de Saint Martin, donde fueron inmortalizados por los fotógrafos. Allí comenzó el acoso de los paparazzi: "Soy muy discreta y eso no era para mí, sigo teniendo miedo a la prensa", declararía la modelo mucho tiempo después.

Eva Sannum​

Para encontrar un gran amor como el de Sartorius, Felipe no tuvo que esperar mucho tiempo más. Se llamó Eva Sannum y era una noruega de veinticinco años. Fue una relación muy apasionada y mucho más larga, duró cuatro años. Esta vez sí quería casarse abiertamente con ella.

La prensa rosa la describía como una modelo de metro ochenta de estatura, rubia y guapísima, que estudiaba Publicidad en Madrid. Tras un periodo de intimidad lejos de los focos, el príncipe sintió que era el amor de su vida y empezó a hablar de ella en el palacio de La Zarzuela con pretensiones de futuro. De nuevo el CESID intervino, esta vez dirigido por Javier Calderón, para realizar una investigación en España y Noruega sobre el pasado y el presente de la candidata a ser reina de España. Parece ser que en este caso, a diferencia del de Gigi Howard, no gustó demasiado a los reyes algún punto del dosier relacionado con alguno de sus hábitos.
Eva Sannum, en la boda de los príncipes Haakon y Mette-Marit de Noruega. (Reuters)

Eva Sannum, en la boda de los príncipes Haakon y Mette-Marit de Noruega. (Reuters)
Junto a ese detalle, a los reyes les pareció muy poco para su hijo, lo que solo sirvió para obsesionarle más. Juan Carlos tuvo problemas para hacerle ver la necesidad de romper la pareja. Pero desplegó sus artimañas para que todas las personas con ascendencia ante Felipe se lo dejaran claro en 1998, incluido el presidente Aznar. Al final no le quedó otra que romper. Eva declararía tiempo después: "Me negué en redondo a mandar ningún comunicado diciendo que ya no estaba con Felipe. ¿Cómo me podían pedir tal cosa cuando siempre se habían negado a reconocer, pública y oficialmente, que el príncipe mantenía relaciones conmigo?"

Intento de asesinato​

Después conoció a Letizia Ortiz y terminaron casándose. Desde entonces forman una pareja sin relaciones extramatrimoniales. Por esta vía no ha dado trabajo al CNI. Igual que en los temas económicos, que tanto habían obsesionado a su padre y que terminaron ensuciando su imagen pública.

Hasta ese momento, las relaciones de Felipe con el servicio secreto habían tenido aspectos complicados, algunos que no le gustaron y otros de los que no llegó a enterarse hasta pasado un tiempo.

Contaba con dieciocho años en 1986 cuando un informe del entonces CESID advirtió de la necesidad de aumentar sus medidas de seguridad ante la posibilidad de que la banda terrorista ETA intentara asesinarle. Dos atentados del comando Madrid habían alertado de la soltura con que se movían los pistoleros. Acababa de ser proclamado heredero de la Corona y había cumplido su primer año como cadete en la Academia General Militar de Zaragoza. El documento de los espías consideraba que su vida corría más peligro incluso que la del presidente González.
El príncipe Felipe, en Zaragoza en 1985. (Cordon Press)

El príncipe Felipe, en Zaragoza en 1985. (Cordon Press)

Es posible que la alarma le llegara, pero lo que es seguro es que no le informaron de lo que ocurrió un año antes, en 1985. Tras fracasar varias intentonas golpistas, los sectores ultraderechistas que quedaban libres diseñaron un plan para acabar con el rey y de paso con toda la familia real y los miembros más destacados del gobierno socialista. Tendría lugar el 2 de junio de 1985, durante el desfile anual de las Fuerzas Armadas que se celebraría en A Coruña. Por suerte, el golpe fue desactivado por el servicio secreto con tiempo y los implicados advertidos que si no paraban acabarían en la cárcel. Por si acaso, el día del desfile, como medida extra de seguridad para protegerle, el príncipe no participó en los actos. Si hubiera pasado algo, la continuidad de la monarquía había estado asegurada.

La vida privada de Letizia Ortiz​

La siguiente presencia del servicio secreto en la vida del príncipe no tuvo que ver directamente con su persona, sino con la de su novia. Esta es una historia controvertida de la que pocos quieren hablar. Salpica suciedad por la mezcla de operación necesaria y al mismo tiempo violadora de la intimidad de una de las personas más importantes del país, aunque esté amparada en la seguridad nacional. Frente al silencio que la acompañó y la acompaña, voy a intentar arrojar toda la luz que pueda. Estamos hablando de una investigación sobre la vida privada de Letizia, la actual reina, cuando todavía no era ni princesa de Asturias.


El 17 de octubre de 2002 el periodista Pedro Erquicia ofreció una fiesta en su casa a la que invitó a amigos, entre ellos varios periodistas, una de las cuales era Letizia Ortiz. El asistente sorpresa fue el heredero de la Corona. Esa noche Felipe y Letizia hablaron a solas durante mucho rato y antes de despedirse se intercambiaron el número de los móviles. Había comenzado una relación que tardaría unos meses en asentarse.
Letizia Ortiz y el entonces príncipe Felipe, el día del anuncio de su compromiso. (EFE)

Letizia Ortiz y el entonces príncipe Felipe, el día del anuncio de su compromiso. (EFE)

Un año después, el 3 de noviembre, se presentaron en sociedad cogidos de la mano para anunciar su relación. Entre el reducido grupo de personas que estaban en el secreto aparece un nombre en rojo: Jorge Dezcallar. Él mismo lo reconoce a su estilo, no puede evitarlo, en su libro de memorias: "Al príncipe lo había visto muchas veces, pero con la princesa Letizia nunca había tenido ocasión de conversar, a pesar de haber conocido su 'existencia' antes que casi todo el mundo, pues para algo estaba al frente del CNI cuando comenzaron su relación".

Durante el verano de 2003 la pareja se fue de crucero por el Mediterráneo, la relación estaba ya asentada y faltaba encontrar los tiempos adecuados para hacerla pública. En algún momento de los nueve meses anteriores, Juan Carlos le anunció el noviazgo a Dezcallar. ¿Para qué se lo comunicó?, ¿como un mero cotilleo durante uno de sus habituales despachos? "El príncipe tiene novia y es muy guapa", le pudo decir como cuentan muchos padres a sus amigos. No tiene sentido.

Era costumbre​

Juan Carlos se lo comunicó porque deseaba que el servicio secreto llevara a cabo una investigación previa, lo que técnicamente se llama un 'control integral de relaciones', al igual que habían hecho con dos de sus novias anteriores. El currículum de Letizia como periodista era público y notorio, pero deseaba saber todo sobre su vida privada, familia, amigos, novios, contactos o asuntos económicos.


Que debía quedar en el más absoluto secreto no era algo que mencionaran en esa conversación, sobraba. Era una costumbre en el CNI, y antes en el CESID, llevar a cabo investigaciones sobre las personas notorias que entraban en relación con la Casa Real. El objetivo era detectar si podían suponer un peligro para la monarquía. La mayor parte de las veces esas investigaciones eran puestas por escrito y entregadas a Juan Carlos. Algunas otras terminaban en la mesa del jefe político del servicio e incluso en la del presidente del Gobierno.

La investigación sobre Letizia Ortiz la debieron realizar agentes de la máxima confianza del director, agentes que jamás desvelarían su contenido y, aún más, que negarían haber participado en esa operación. Fuera de ellos solo conocieron los resultados Dezcallar y el rey.

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El Rey y su esposa, en su época de noviazgo 'oficial'. (EFE)

El Rey y su esposa, en su época de noviazgo 'oficial'. (EFE)

Por otros casos similares deduzco que en el CNI no guardaron una copia del informe, contraviniendo la norma general de archivar siempre su trabajo. Es lógico, nadie debía conocer siquiera que lo habían elaborado. El propio Jorge Dezcallar, de una lealtad probada, desmintió en el Congreso de los Diputados que el CNI hubiera llevado a cabo esa investigación. Es lo lógico. Pero la hicieron.

Casi nadie habla de ese informe, unos pocos prefieren decir que nunca existió. Pero los que saben que el CNI lo hizo —aunque desconocen su contenido— solo se atreven a aventurar que no llegaron a descubrir nada sobre los rumores de cierto “secreto familiar”. También hacen cábalas sobre si el rey lo pudo llegar a saber y no hizo nada, aunque en ese caso quizás habría encargado al CNI que lo hiciera desaparecer. Lo que mis fuentes me aseguran es que una vez que Dezcallar entregó su trabajo al monarca, abandonaron cualquier tipo de investigación sobre la princesa. Ni el rey habría permitido que la investigaran una vez dentro de la familia real, ni el servicio habría entrado en el tema sin una orden clara del Gobierno.

La boda​

El 22 de mayo de 2004, Felipe y Letizia contrajeron matrimonio en la catedral de La Almudena, ceremonia a la que fueron invitados Dezcallar y su mujer, a pesar de que había dejado de ser director del CNI. Lo que fue un día de alegrías para la pareja y los 1.200 invitados, supuso una jornada de máxima tensión en el CNI.

Veinte días antes, los analistas del servicio dirigida a atentar durante la celebración de la boda.
Los reyes Juan Carlos y Sofía, el día de la boda de don Felipe. (EFE)

Los reyes Juan Carlos y Sofía, el día de la boda de don Felipe. (EFE)
El CNI trabajó intensamente hasta el día de la boda, sin conseguir tener la certeza de haber acabado con la amenaza. Bono informó al rey pero acordaron no contárselo al príncipe para no aguarle el día más importante de su vida. Y también para que no cundiera el pánico entre los invitados, pertenecientes muchos de ellos a la realeza europea.

Despliegue nunca visto​

Durante el enlace en la catedral de La Almudena y la posterior celebración en el Palacio Real, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado montaron un despliegue pocas veces visto. Solo hubo un momento crítico. Dieron una alarma que obligó a despegar desde la base de Cuatro Vientos a dos helicópteros con tiradores de élite. Por suerte fue una falsa alarma. Los invitados nunca supieron que Bono, Saiz y las fuerzas policiales estuvieron deseando todo el día que se acabaran los actos y todo el mundo volviera a casa. El centro de control estuvo instalado en el búnker de La Moncloa, desde donde se coordinó la operación.

Fue el inicio de una nueva vida para la ya princesa Letizia. Una vida en la que en los primeros momentos se sintió espiada, pero no por agentes del CNI, sino por sus propios escoltas, que al mismo tiempo que la protegían también la vigilaban.

Fernando Rueda, el gran especialista​

Emilio Alonso Manglano, Javier Calderón y Jorge Dezcallar llevaron a cabo durante sus mandatos en el servicio de inteligencia (CESID-CNI) investigaciones encargadas por el rey Juan Carlos sobre las distintas novias que sucesivamente tuvo su hijo el príncipe Felipe y cuya relación apuntaba a convertirse en algo más estable. Así lo desvela el libro 'Al servicio de su majestad, la familia real y los espías: 50 años de conspiraciones, manipulaciones y ocultamientos', que ha escrito Fernando Rueda, profesor de la Universidad Villanueva y máximo especialista español en asuntos de espionaje, y que la editorial La Esfera de los Libros publica mañana miércoles, 27 de octubre.
 
Espiaron a Telma una red de tráfico ilegal de información desarticulada en Mayo de 2012 por la policía de Barcelona vendía mensualmente información confidencial de unas 3.000 personas.


La red que espió a Telma Ortiz vendía datos de 3.000 personas al mes​

La policía ignora aún quién pidió información de la hermana de la princesa Letizia Grabar al esposo de Cospedal en un restaurante costó 20.000 euros​

Jesús Duva
Madrid - 27 jun 2012 - 00:38 CEST

La red de tráfico ilegal de información desarticulada el mes pasado por la policía de Barcelona vendía mensualmente información confidencial de unas 3.000 personas, según fuentes próximas a la investigación. Eso da idea del enorme volumen de información que manejaban los implicados en la trama y de la aparente facilidad con que conseguían datos no solo de personas anónimas, sino incluso de alguien tan relevante como Telma Ortiz, la hermana de la princesa Letizia, o el marido de María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP.
La Unidad Territorial de Seguridad Privada de Barcelona, que durante más de un año grabó 2.000 conversaciones y siguió a decenas de sospechosos, ha dejado al descubierto un obsceno comercio de datos de todo tipo: estado civil, domicilio, teléfono, propiedades, vida laboral, actividades empresariales, tráfico de llamadas realizadas por la persona investigada, etcétera.

En las pesquisas aparecen involucrados unos 150 sospechosos. Entre ellos, 70 detectives privados, algunos de los cuales habían convertido la venta de información en su verdadera actividad profesional. También han sido detenidos directivos y empleados de Movistar, Vodafone y Orange que a cambio de 300 euros daban el listado de las llamadas telefónicas realizadas por una persona.

Una comida del esposo de Cospedal fue grabada desde una mesa contigua​

El 19 de septiembre del año pasado, Ignacio López del Hierro, esposo de María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, almorzaba con varios ejecutivos de la empresa Neoris. La comida se celebraba en el restaurante Ten con Ten, en la calle de Ayala, de Madrid. Sin que él lo advirtiera, en la mesa de al lado estaban dos detectives privadas, una conocida como Meri y otra llamada Mercè, que estaban grabando subrepticiamente toda la conversación. Era un encargo supuestamente realizado por un directivo de la citada empresa, que quería conocer de qué hablaban sus compañeros.

La operación, que tuvo un coste de 20.000 euros, fue minuciosamente planificada. Las detectives fueron varios días antes al restaurante con la intención de colocar micrófonos ocultos bajo la mesa en la que estaba previsto el almuerzo de López del Hierro y sus amigos. No lo consiguieron y por eso tuvieron que idear un plan alternativo.

El cerebro de la operación llegó a planear que el espionaje siguiera una vez que los comensales se hubieran levantado de la mesa. Averiguaron que el marido de Cospedal llegaría en taxi y que quizá se iría del restaurante por el mismo procedimiento. De modo que el jefe de la operación contactó con un taxista amigo y le propuso que casualmente estuviera por la zona el día D y que recogiera casualmente a López del Hierro en su taxi, donde continuaría siendo grabado en caso de que hablara por teléfono o fuera acompañado. Al final, el dispositivo quedó reducido al espionaje en la mesa.

En la trama también desempeñaba un importante papel el ingeniero informático Matías B., que ha realizado trabajos para el CNI, que es capaz de penetrar en cualquier ordenador y obtener subrepticiamente todos los datos contenidos en su disco duro. Otro escalón de la organización lo constituía un grupo de funcionarios del Inem y Hacienda, además de policías y guardias civiles. Según fuentes de la investigación, la mayoría de los agentes no cobraba por facilitar algún dato, sino que lo hacía “como un favor” para algún detective amigo.

Obtener información del Inem (Instituto Nacional de Empleo) resultaba muy barato para el entramado: apenas 10 euros, de los que el funcionario corrupto solo percibía tres. En cambio, conseguir de Hacienda la información secreta contenida en el formulario 347 (la declaración anual de operaciones con terceras personas) era más caro: unos 20.000 euros.

El juez de instrucción número 17 de Barcelona tiene encartados en la causa a una funcionaria del Inem de Badalona (Barcelona), a dos funcionarios de Hacienda de Barcelona y a otro del País Vasco. Sin embargo, la policía está tras la pista de uno o más empleados soplones de los que sospecha que

podrían estar destinados en la sede central de la Agencia Tributaria, a la que los traficantes denominan “la Casa Grande”.
Las pesquisas han durado más de un año: comenzaron a principios de 2011, cuando unos detectives alertaron a la policía de Barcelona de la existencia de un entramado de competidores que les estaba haciendo una competencia rabiosa y desleal gracias a disponer de datos confidenciales.

El punto de arranque del caso fue Sergio C., un policía local de Santa María de Palautordera (Barcelona) que compaginaba este empleo con el de detective privado. Este agente estaba en estrecho contacto con Sara D. una detective de Sabadell, entre cuyos clientes tenía a multinacionales tan importantes como Unilever y Du Pont Ibérica y bufetes de campanillas como Cuatrecasas.
Poco a poco fueron surgiendo otros escalones del entramado, como los detectives Tomás R., de Barcelona, y Juan R., de Cantabria, que supuestamente centralizaban todo el descomunal y valioso volumen de información que conseguía la red.

La policía desconoce aún quién encargó el espionaje a la hermana de la princesa Letizia. En cambio, sabe todo sobre el sufrido por Ignacio López del Hierro, esposo de la dirigente del PP María Dolores de Cospedal: este fue grabado por dos mujeres detectives en septiembre pasado, cuando almorzaba con otros directivos de la empresa Neoris en el restaurante Ten con Ten, de la calle de Ayala de Madrid. La operación, encargada por otro ejecutivo, costó 20.000 euros.
 

viernes, 1 de abril de 2011

El CNI, al servicio de la Casa Real: de Letizia Ortiz a Bárbara Rey


Eduardo Verbo Vanitatis
29/03/2011

Ni Don Juan Carlos, Letizia Ortiz o Sabino Fernández Campo han podido escapar a los duros exámenes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), anteriormente llamado CESID: todos ellos y muchos más, ya sean reyes, príncipes o presidentes del Gobierno, han sido investigados por un organismo que, aunque depende de la Moncloa, mantiene desde sus comienzos una fluida relación con el palacio de La Zarzuela.

Pero, a su vez, la Casa Real también se ha servido de los servicios del CNI para investigar el pasado y el presente de numerosos personajes. Un posible caso es el de Letizia Ortiz. Para muchos, la probable existencia de un informe secreto que aportara luz sobre el pasado de la futura reina de España es tan sólo un rumor que ha contribuido a alimentar la leyenda urbana; para otros, como Fernando Rueda, el especialista en temas de espionaje que acaba de publicar Las Alcantarillas del Poder, un compendio de las cien operaciones de los servicios secretos que marcaron los últimos 35 años de historia de España, es una realidad: existió, aunque no hay rastro de él.
“En los meses en los que salieron juntos y acrecentaron su amor, Letizia tuvo que pasar, sin saberlo, la prueba más dura antes de casarse con el heredero a la Corona: la investigación del CNI”, cuenta Rueda en su libro. Al parecer, este tipo de pesquisas, que no puede ejecutar nadie más, son habituales cuando se producen nuevos ingresos en la Familia Real con el fin de evitar vulnerabilidades o ataques futuros por parte de grupos de presión o de los medios de comunicación. De existir tales se solucionan en secreto para que no terminen convirtiéndose en un “obstáculo”.

“Zarzuela sabía que la misma investigación sería llevada a cabo por los enemigos de España y por tanto había que evitar a toda costa cualquier tema que pudiera servir de campo de batalla. No se espió formalmente a Letizia, sino que se investigó su vida previa a su relación con el Príncipe para evitar que servicios de espionaje extranjeros o mafias pudieran chantajear al país o encontrar alguna debilidad. Posiblemente, se procedería a retirar por ejemplo los informes médicos para que la CIA o la KGB no se hicieran con la información”, afirma Rueda a Vanitatis.

El autor, que tiene la certeza de que el informe existió, aunque posiblemente estuviera basado en conversaciones verbales relatadas por “personas de la más absoluta lealtad a la Casa”, cuenta que en este tipo de casos, como quizá ocurriera también con Iñaki Urdangarin o Jaime de Marichalar, suele ser el Rey quien encarga el informe y que “el resultado es entregado en mano al director del CNI, que ni siquiera ha informado a sus más íntimos colaboradores de la investigación que ha puesto en marcha”.

Isidre Cunill ya especulaba en su libro Letizia Ortiz: una republicana en la corte de Juan Carlos I, con el contenido de dicho informe en el que aparecería, según él, una presunta detención por posesión de hachís y un supuesto aborto que la princesa Letizia habría sufrido en un hospital de México. A este respecto, Rueda duda que Cunill haya tenido acceso a ese documento como algo material, "si no lo hubiera mostrado sin reparos en el libro, como hubiese hecho cualquiera”.

Las conversaciones privadas del Rey
De lo que no cabe duda es de la vigilancia a la que fue sometido Sabino Fernández Campo, secretario de la Casa del Rey entre 1977 y 1990. Los espías fueron sorprendidos en febrero de 1982 y pasaron a la historia como los primeros en ser pillados in fraganti. No fue la única ocasión en que el CNI fue descubierto con las manos en la masa. El caso que mayor conmoción causó fue el del 12 de junio de 1995. El Mundo llevaba a su portada la siguiente noticia: El Cesid grabó y archivó en su ‘cintateca’ conversaciones del Rey y sus amigos. Se destaparon una serie de conversaciones interceptadas por el Gabinete de Escuchas del Jefe del Estado con amigos como el príncipe Tchokotua, el embajador Prado y Colón de Carvajal y el argentino Carlos Perdomo. Aquello terminó con la dimisión del director del CESID, Emilio Alonso Manglano, del ministro de Defensa, Julián García Vargas, y del vicepresidente del gobierno, Narcís Serra.

Pero, el capítulo quizá más curioso del libro Las Alcantarillas del Poder es en el que se narra una presunta intervención por parte del Cesid en casa de Bárbara Rey con el fin de sustraer un material “escabroso”, referido a una alta personalidad del país, a quien muchos pusieron nombre y cargo: Don Juan Carlos, Rey de España. El escándalo estaba servido y las informaciones no dejaron de sucederse. Incluso hoy en día el acontecimiento se ha colado en la lista de las cien operaciones de los servicios secretos españoles que han marcado el devenir de los últimos 35 años de historia del país.
http://www.vanitatis.com/noticias/2...letizia-ortiz-barbara-rey-20110329-13545.html
 
Dice el texto ut supra que se investigaba a los nuevos ingresos en la familia real, con el fin de evitar vulnerabilidades. Que bastante "vulnerables" eran ya, digo yo, los de cuna.

"La Zarzuela sabía que las investigaciones serían llevadas también por los enemigos de España." Es digno de señalar el hecho que identifica los intereses particulares de la familia Borbón con España, como si España y los borbones fueran la misma cosa. O como si España fuera propiedad de la familia Borbón. A este respecto decía Unamuno, que una cosa es la nación española y otra muy distinta y distante la monarquía española.

Pues si JC mandó al CNI espiar a unos también fue espiada sin que que él lo mandara su querindonga Corinna, según se narra en el libro del mismo autor aquí comentado Fernando Rueda "Al servicio de su majestad".

Le advirtieron del peligro que era la falsa princesa, pero JC estaba enc+ñ+d+ y no hizo ni caso a la recomendción. En la reseña que del libro viene en El Mundo del domingo pasado se lee que, a lo largo de los cuarenta años que estuvo de rey, el CNI protegió no solo al rey sino a todos los miembros de la famila, tapando excesos económicos, amistades peligrosas, amantes, negocios turbios etc. Montaron, dice, un inaudito e incomprensible dispositivo de protección en torno a Urdangarin sin justificacción alguna.

Pero lo peor de todo esto, lo más grave es que más que los corruptos borbones, la culpa la tenían los encargados de vigilarlos, que eran todos los presidentes de Gobierno, que estaban al corriente de todas las andanzas y fechorías del clan borbón y miraban para otro lado: Suárez, González, Aznar, Rguez. Zapatero y sí, también Sánchez.

Cuando un menor de edad comete una fechoría la responsabilidad recae sobre los padres. Ningún padre daría a su hijo menor la tarjeta de crédito para que dispusiera de ella a su antojo, porque vaya usted a saber el uso que un chico joven haría de ella. Pues bien, eso fue lo que se hizo aquí. Se puso en manos de un cabezahueca como Juan Carlos un país entero, un estado con todas sus instituciones a su disposición e hizo lo que cabía esperar en un tipo que tiene menos fundamento y responsabilidad que un adolescente. Ancha es Castilla y a disfrutar, gozar y divertirse a costa de España como si no hubiera un mañana.

No quiero ni pensar lo que este capullo de JC, conocedor de todos los secretos de Estado, puede haber largado una vez metido en jarana. A este cantamañanas le pones dos fulanas le das cuatro copas y canta la traviata.
 
Pues que despida ese detective de pacotilla, LO tiene mucha cola que le pisen y aún así se salió con la suya, vaya forma de entregar el changarro!
 
En CR siempre se ha investigado a todo el que se les a acercado a cualquiera de ellos.
Lo que no se entiende es que Letizia, siendo la que más :poop: traía a cuestas, consiguiera colarse en palacio.
Antes de llegar ella, otras fueron rechazadas, sin ninguna piedad y por mucho menos.
Yo siempre he pensado que por su trabajo de periodista, manejaba información importante y la utilizó para trepar.
Sabiendo lo que sabemos actualmente, tengo muy claro que por méritos propios no se habría comido ni media rosca.
 
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