Con H de Humor

Aterriza como puedas: camareros hablan de sus peores resbalones y tropiezos bandeja en mano
"Se me cayó un gazpacho andaluz encima de un cliente. El gazpacho en sus pantalones vaqueros y la guarnición dentro del bolso que tenía abierto"


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El camarero de la ilustración, al menos, no tenía ningún cliente cerca. gmast3r iStock / Getty Images Plus

PABLO CANTÓ 15 AGO 2020 - 09:10 CEST

Ser camarero no es sencillo. Hay que llevar una bandeja con 10 copas mientras alguien desde una mesa te pide la cuenta y un compañero desde la barra te avisa de que ya están listas las 14 cervezas de otra mesa. Y sin tirar nada, o intentándolo. Es complicado no conocer a alguno que, tras un traspié o despiste, haya acabado con la comida en el suelo. Jesús Soriano, camarero de Alcira (Valencia) y creador de las cuentas de humor sobre el mundo de la hostelería SoyCamarero, con más de 221.000 seguidores en Instagram y 415.000 en Facebook, cuenta a Verne por teléfono cómo fue su tropiezo más divertido:

Había una mesa que no paraba de pedirme pan, y me estaba retrasando porque había mucho trabajo. Cuando por fin iba con la cesta de pan, mientras bajaba por las escaleras que daban a la planta baja del comedor, donde estaba la mesa en cuestión, tropecé. El pan salió por los aires y cayó sobre varias mesas, el suelo... Y no se me ocurrió otra cosa para salir del apuro que decir: "¿No queríais pan? Tomad pan". Al menos se lo tomaron a risa.
Tras casi media vida trabajando de camarero a tiempo completo, Jesús Soriano, ha decidido partir su jornada: “Actualmente trabajo media jornada como camarero y media se la dedico a @soycamarero”, explica. Este proyecto surgió en 2017 como una página de Facebook “en la que contar, con humor e ironía, cosas que nos pasan trabajando en hostelería”, dice por teléfono. Tres años después, el proyecto ha crecido y no solo publica post y memes de humor: también ofertas de empleo de hostelería, consejos e información sobre derechos laborales de los camareros, e incluso este mismo año publicará una novela gráfica. Y, de vez en cuando, lanza preguntas a sus seguidores. “Cuéntanos tu peor caída en el trabajo o esa vez que derramaste algo sobre algún cliente, os leo en los comentarios”, escribía en un post el pasado 8 de agosto. Ha recibido más de 600 respuestas en Instagram y 250 en Facebook.

"Yo me he tropezado o he derramado cosas muchas veces, así que pensé que seguro que era algo común y le había pasado también a mis seguidores", cuenta Soriano. “Vista la cantidad de respuestas que he recibido, creo que no me equivocaba”. La mayoría de las contestaciones son de camareros rememorando con humor sus batacazos, resbalones o infracciones a la regla nº 1 para tratar con camareros: no se les debe coger nada de la bandeja. Ni aunque lo hagas para querer ayudar. Es por tu bien: la bandeja se desequilibra y puede que todo acabe sobre tu cabeza. Este es uno de los muchos testimonios que aparecen en los comentarios al respecto:

Era nueva en la cafetería y, llevando dos cafés, la señora no me dejó bajárselo a la mesa sino que me lo agarró de la bandeja (eso no se hace). Perdí el equilibrio con el otro café y se cayó y se derramó en los zapatos de la señora, en mis zapatos, en la mesa, en su ropa... fue un desastre.
Hemos buceado entre los más de 800 testimonios de camareros y camareras para hacer una selección de los mejores, por categorías.

Clases de patinaje (sobre aceite, sobre comida...)

"Un día vi que a un compañero se le había caído un tomate al horno al suelo, y pensé: 'Lo recojo ahora'. Cuando volví no me acordé que estaba el tomate, lo pisé y me caí de tal manera que me quedé de rodillas en el suelo, en medio de la sala llena de gente. No sé qué estaba más rojo, si el tomate o mi cara".

"Algún listo tiró un trozo de limón al suelo. Me resbalé con cinco ensaladas mixtas".

"Fui a comprarme un calzado cómodo y el de la tienda me aseguró que era antideslizante... A los 10 minutos de entrar al curro me resbalé con el suelo mojado mientras cargaba dos cajas de copas nuevas. Me tiré cinco minutos en el suelo sin moverme, hasta que mis compas pudieron barrer los cristales a mi alrededor para que pudiera levantarme".

"Trabajaba en un restaurante de comida rápida y el suelo era una shit [mierda]. Yo salí con tres de platos de la cocina para llevarlos a una mesa, y en el momento en que abrí la puerta de la cocina y caminé un metro, mi zapato quiso resbalarse de tal manera que la comida cayó encima de mí y quedé, con la rodilla hincada en el suelo, pidiéndole matrimonio a todos los clientes con los platos medio vacíos".

El más difícil todavía

"Se me cayó un gazpacho andaluz encima de un cliente. El gazpacho en sus pantalones vaqueros y la guarnición dentro del bolso que tenía abierto".

"Otoño de 2016, viene una chica ilusionada con una bolsa de Apple, se acababa de comprar el iPhone nuevo. 'Un zumo de naranja natural, por favor'. En la calle llovía y nada más salir me resbalé y se me cayó el zumo encima de la caja de iPhone recién abierta".

"Se me derramó el vino DENTRO de un bolso de un cliente".

"Le di a un cliente con el datáfono en la cara. Era una mesa grande, y cada uno pagaba su parte con tarjeta, así que yo llevaba el móvil para calcular y el datáfono para cobrar. Se me iba a caer el móvil e intentando que se cayera, se me resbaló el datáfono. Le pegué en la frente".

"Trabajando en una despedida de soltero, habían pasado una fregona por el pasillo porque se había caído algo. Salgo yo con la bandeja, me resbalé y... Literalmente me quedé sentada en el suelo. Me llevé una culada... Estuve días con dolor de culo, pero conseguí que la bandeja saliera intacta".

"Trabajando en una tasca atendí a una mesa de unas 15 personas. Me pidieron 11 cañas y como eran muchísimos viajes decidí hacerme el valiente, intentarlo y usar la bandeja. Dejo constancia de que no llevaba ni un mes trabajando, y no la había usado nunca. El viaje hasta la mesa fue un infierno, peor que cruzar una cuerda de lado a lado en un acantilado. Llego a la mesa, todo correcto... empiezo a poner las cañas en la mesa, y no me percaté del tema equilibrio. Conseguí controlarlo y, después de tanto, se me cayó la última de las cañas al ponerla en la mesa de la presión a la que me estaba sometiendo yo mismo. ¡Tócate los pies! Había pasado ya lo más difícil y al final la cago".

"Estaba sirviendo una copa de vino y no sé cómo me las apañé para, al retirar algo de la mesa, llevarme por delante la copa que acababa de servir. Le manché la chaqueta a la clienta, menos mal que era habitual y no le importó. Corriendo, recogí y todo y fregué el suelo pero, cuando volví a servirle a otra copa se me olvidó que el suelo estaba mojando y salí volando, al igual que la nueva copa".

Reacciones memorables de camareros y clientes

"En una comida para unos curas y monaguillos. Caí, me di en la barra y por el daño que me hice en la muñeca se me escapó un: '¡Me cago en Dios!'. Me quería morir, necesitaba salir de ahí".

"Yo trabajo en un asador de pollos, y llevaba el pollo en su envase para ponerle la salsita cuando resbalé con aceite del suelo. Se me cayeron trozos de pollo por la cabeza, por el suelo... La mujer que iba a recoger el pedido me dijo: 'No te preocupes reina, si era para croquetas".

"Llevaba la bandeja con toda la comida de una mesa y se me resbaló. Los clientes, pensando que iba a tirar toda la comida al suelo, se pusieron a gritar, pero yo salvé la bandeja. Me reí y les dije: 'Qué pensabais? ¡Soy equilibrista!'. Se pusieron a reír, gracias a Dios me salvé".

"En mi primera semana, los cinco clientes de una mesa me pidieron jarras de cerveza de medio litro. A la hora de llevar la bandeja y poner la primera en la mesa, se me cayó todo lo demás. Bañé, sí, bañé, a una abuelita. Estaba empapada de cerveza y ella, muy amable, me dijo que no pasaba nada. Se fue a su casa a ducharse, que estaba al lado, y volvió a la mesa".

"Cuando estaba empezando a trabajar como camarero se me cayó una botella de agua abierta en la bandeja y se derramó encima de la mujer a la que estaba sirviendo. Tengo que agradecerle habérselo tomado con humor: mientras yo le pedía perdón muy roja de la vergüenza, ella me decía que no me preocupara, ¡que tenía calor y la había refrescado!".

"Hace unos años, en uno de mis primeros servicios de camarera [...] empecé a recoger los tercios de cerveza [...] y acabaron vertiéndose en el hombro de un señor. Todo muy bien, muy buen rollo: era Navidad e iban bastante afectados alcohólicamente hablando y se lo tomó con humor. Tanto, que cada vez que me volvía acercar a la mesa a poner o recoger algo gritaban al unísono: "¡Que viene! ¡Que viene! ¡Que viene!". Y se echaban hacia el lado contrario".

"Mi primer día de camarera le tiré una bandeja llena de cervezas a un cliente en medio de una comunión. Aunque el hombre fue un amor, la cosa no quedó ahí: cuando iba a ir a por la fregona, me volvió a llamar. Muy disimuladamente me dijo que yo llevaba la cremallera del pantalón abierta. Me quería morir de la vergüenza".

Lanzamientos de récord

"Derrapé en medio de la sala y un plato con paella voló cual platillo volante hasta el final del pasillo. Estuvo gracioso".

"Llevando una marmita con garbanzos y 40 litros de caldo me resbalé en medio de la cocina (porque como sabéis todos el suelo de las cocinas es antiadherente, no antideslizante). Tiré hacia un lado la marmita para que no se me cayera encima y salió disparada soltando un reguero de caldo. Yo caí al suelo encima del rico caldito y me quede como un Cristo crucificado, pero en suelo".

"El suelo estaba resbaladizo de aceite de una ensalada, se me olvidó avisar y una compañera se cayó. Lo peor es que me puse a reírme por cómo se había caído, pero el karma apareció en el momento que la ayudé a levantarse: me resbalé también con el aceite y un plato que llevaba en la mano salió volando. Acabó dentro de la sopera de unos clientes. Nos reímos mucho, y los clientes también".

 
LAS NEWS

Niños suplican al Gobierno que reabra las escuelas hartos de aguantar a sus padres
"Prefiero contagiarme a que me cuenten otra vez que de pequeños jugaban a las chapas" declara uno


23 de agosto de 2020
POR
PONSÍ


vuelta escuela



En pleno debate sobre cómo planificar la reapertura de los colegios, una llamada de auxilio ha tomado fuerza entre el sector infantil. Después de más de 5 meses conviviendo con sus progenitores, son muchos los niños que han dicho 'basta' y se han puesto en contacto con el Ministerio de Educación pidiendo que las escuelas abran sus puertas para así alejarse de sus padres.

El motivo es sencillo, los padres, que buenamente han intentado aportar positividad y esperanza en la situación, han acabado con la paciencia de sus hijos que no pueden más. Ese es el caso de Pablo, de 7 años, que de los nervios ha terminado fumándose un paquete de plastidecors al día.


Los niños aseguran que necesitan la escuela para desconectar de su núcleo familiar durante unas horas. Incluso son capaces de negociar clases extra de matemáticas si eso les permite estar más tiempo fuera de casa.

Laurita, una dulce niña de 6 años y portavoz del movimiento “Devolvednos El Colegio', nos dice para finalizar: “Me da igual contagiarme de coronavirus, de ébola o de escorbuto. ¡Quiero alejarme de mis padres! Como me hagan dibujar otro puto arco iris diciendo que todo irá bien, juro por Dios que me los cargo. ME LOS CARGO.”
 
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