Nuestra bebota, tras haber sido empujada al mar desde el helicóptero (los cámaras irían tan hasta los huevos de aguantarla que cuando dudase serían ellos mismos quienes la empujarían), buscaría al compañero que viese más manipulable, y se pasaría el resto de su estancia volviendo loca a un cámara, sentada en la arena, hablando de escuchar a su cuerpecito mientras su esclavo le llevaría comida. Os digo que vuelve igual de gorda aunque pasen dos meses. Por supuesto deleitaría a la audiencia con esa voz que pone y con sus "soy un bebeeeeeeé".