TECNOLOGÍA Drones para ayudar a la viticultura heroica de Galicia

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Por Maruxa Ruiz del Árbol | 03-09-2017

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Rubén Pérez
Director técnico Bodega Ponte da Boga




Tienen los gallegos fama de ser capaces de decir una cosa y su contraria en una misma frase. Una forma muy suya de llevar siempre la razón y demostrar que la ironía es una herramienta de lo más útil en las discusiones. Por no dejar las cosas claras, no lo hacen ni tan siquiera en el nombre de uno de sus lugares más emblemáticos, la Ribeira Sacra, una zona que comprende las riberas de los ríos Cabe, Sil y Miño entre las provincias de Lugo y Ourense, famosa por la calidad de sus vinos. Tradicionalmente, la toponimia sagrada era atribuida a la gran cantidad de monasterios y templos edificados en el lugar desde hace miles de años (y de los cuales todavía se pueden visitar 18). Sin embargo, hay historiadores que defienden que la primera traducción del latín original realizada por Fray Antonio de Yepes era errónea debido a una mala transcripción. Y que lo sagrado no eran los monasterios, sino los robles, abundantes y esenciales en la cultura de los druídas. Lo pío y lo pagano en un mismo nombre. Pura esencia gallega. En lo que no hay contradicciones es en la excelente calidad de sus vinos, denominados genéricamente mencías, famosos desde épocas remotas, tanto que se cuenta que Julio César ordenaba traerlos desde Galicia hasta Roma para su consumo personal.

La forma tradicional de cultivo de las viñas en la Ribeira Sacra es en bancadas desde la época de los romanos. Debido a la orografía de estas tierras, las terrazas de un mismo viñedo pueden tener desniveles que alcanzan los 30 metros, por lo que el trabajo ha sido históricamente duro y difícil, hasta el punto de ser denominado viticultura heroica. Trabajar allí adquiere en ocasiones condiciones más propias del montañismo que de la agricultura, con vendimiadores que se descuelgan con arneses y pequeños raíles que se montan ocasionalmente para facilitar el ascenso por las laderas con las cajas repletas de uva. Una tarea dura que forma también parte de la idiosincrasia de los vinos producidos.

Pero ahora, gracias a la tecnología, el cuidado de estas vides puede resultar un poco más fácil. El proyecto Ecovine, impulsado por la bodega Ponte da Boga, fundada en 1898, ha empezado a introducir drones diseñados específicamente para la agricultura de precisión. Las naves incorporan cámaras que fotografían el espectro de luz del viñedo para, posteriormente, junto con los datos de distintos sensores instalados en el suelo, ser más precisos en la toma de algunas decisiones relativas al cultivo. A través de la información recogida se puede obtener información esencial como cuál es el mejor momento para la vendimia, si hay alguna enfermedad que amenace a la uva o las necesidades de agua en un momento determinado. Las nuevas tecnologías no desterrarán, sin embargo, la componente humana del proceso. Dominique Roujou de Boubee, enólogo asesor de la bodega, cree que “esta tecnología no es una excusa para quedarse en la oficina delante del ordenador con los datos descargados y pretender saber lo que pasa en una viña sólo mirando una pantalla. Esto es algo adicional que, además del trabajo normal y corriente de ir cada día a la viña a ver cómo está, permite saber más sobre ella. Pero la relación íntima que hay que tener con una viña para saber realmente qué pasa, no puede y no debe sustituirla”. Tradición milenaria y modernidad, otro dualismo gallego…

https://one.elpais.com/drones-ayudar-la-viticultura-heroica-galicia/



 
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