María de la Orden, Isa Hernaez, etc... chicas estilosillas.

A mi no me gusta, pero debo ser la única de IG porque según cuentas y comentarios es lo más ideal 😅
Yo opino igual que tú! La puse por aquí porque me sorprendió como iba pero para mal! Me sorprendió cuando vi los comentarios en las cuentas de lo ideal que iba… creo que es un poco peloteo porque yo personalmente no conozco a nadie que le gustase. Y ojo! A mí ella me encanta pero aquí es un NO rotundo.
 
Yo opino igual que tú! La puse por aquí porque me sorprendió como iba pero para mal! Me sorprendió cuando vi los comentarios en las cuentas de lo ideal que iba… creo que es un poco peloteo porque yo personalmente no conozco a nadie que le gustase. Y ojo! A mí ella me encanta pero aquí es un NO
A mi también me gusta ella, pero en esta ocasión … nada
 
De Vanity Fair.

En las redes sociales uno puede tener millones de seguidores y
resultar irrelevante. O todo lo contrario con apenas unos miles,
como María de la Orden (Madrid, 1994) y Blanca Miró
Scrimieri (Barcelona, 1992). Así lo han decidido marcas como
Chanel, que suele invitarlas a sus desfiles, y quienes las convocan
de forma habitual a las fiestas que, de verdad, cuentan. ¿Un
ejemplo reciente y bastante ilustrativo? El Holi que celebró hace
unas semanas Pacho de Jaipur en su palacio en el Rajastán al
que asistieron Carolina Herrera, Inés Ybarra o Inés de Cominges
y su marido, François Du Chastel, creador de los slippers
Chatelles. Todos pertenecen a esa vibrante escena social cuyas
andanzas recuerdan a las de la jet set de antaño. De hecho, ellos
también pasan los inviernos en la estación suiza de Gstaad y los
veranos en la riviera italiana. ¿La diferencia? Instagram. “Las
redes sociales son un invento maravilloso, el problema no radica
en su uso, sino en el abuso”, razona María. Una de las invitadas
que posteó acerca del festival de la primavera del marajá
millennial y su prometida, la diseñadora de joyas Claire Deroo.
Por otro lado, se dice que en las redes sociales se establecen
vínculos superficiales, lo que no siempre es cierto. De nuevo,
es el caso de estas jóvenes diseñadoras y empresarias. “María
y yo nos conocimos hace casi nueve años. Ella estaba en Barcelona
presentando una colección de Mau Loa —su etiqueta
de ropa y accesorios fabricados por artesanos de América del
Sur—. Solíamos hablar por Instagram, así que quedamos para
tomar algo y tuvimos un crush. Desde entonces, somos inseparables”,
cuenta Blanca. Lo que empezó como una amistad
a base de likes y privados culminó en 2018 con un proyecto
común. “Íbamos por París camino de un desfile y pensamos:
‘¿Y si lanzamos una firma?’. Somos muy distintas en muchos
sentidos, sobre todo en cuanto a estilo, pero compartimos
puntos en común. Es la mezcla perfecta para alcanzar un
equilibro”, explican. Así nació La Veste, que significa americana
en francés, y con la que han llamado la atención de la
princesa Alessandra de Hannover, la modelo Elsa Hosk o las
prescriptoras Lucía y Helena Cuesta. “Nos pierden las blazers.
Al principio pensamos hacer solo chaquetas, pero enseguida
empezamos a diseñar otras piezas. Hoy la school shirt —que,
como su nombre indica, es una camisa inspirada en la de colegiala—
es uno de nuestros éxitos”. Y es que si algo las caracteriza
es la originalidad de sus referencias. En su universo
caben el tradicional abrigo Loden, el verdugo —esa prenda
infantil que rescataron recientemente Gucci o Miu Miu— o
las austriacas, que, por cierto, ha incluido Louis Vuitton en
su colección otoño-invierno 2022/2023. Un look difícil de explicar
pero reconocible al instante que resumen en una frase:
“Somos unas locas del vintage, de rebuscar en los armarios de
nuestras madres y abuelas”.
Sus familias juegan un papel fundamental en su sensibilidad
estética. Blanca es hija de la interiorista Rosario Scrimieri y del
diseñador de coches antiguos Carlos Miró, fallecido en 2017.
María montó Mau Loa con su madre, Cristina. Además de por
la moda, en casa han adquirido su pasión por la decoración. De
hecho, María tiene su propia marca de arte de la mesa, Table n
7, y Blanca, Delarge, una cuenta de Instagram dedicada a este
negociado. Con tanto feed que alimentar cuesta imaginarlas
con el móvil apagado. “No puedo mentir: dedico bastantes horas
del día a las redes sociales. Descubrir nuevos diseñadores
y llegar a gente de todo el mundo para establecer sinergias en
Vasquiat —su tienda multimarca—, La Veste y Delarge forma
parte de mi trabajo”, razona Blanca, que, cuando siente que le
“explota la cabeza”, desparece un fin de semana. “Huyo de la
ciudad al mar o a la montaña”. Sin embargo, ninguna se siente
identificada con el término influencer. “No nos gustan las
etiquetas. Nuestro día a día es el de cualquier empresaria. Y,
aunque sumemos miles de seguidores, se puede —y se debe—
separar la vida privada de la profesional”, dice María.
Con todo, las dos afrontan un acontecimiento familiar que
suscitará bastante interés: su boda. Blanca se casa en julio en
Menorca con su prometido, el emprendedor Javier Fondevila.
“Llevaré un vestido del Museo Loewe, otro de los archivos
de Dior y, para el baile, un tercero de los de Paco Rabanne”,
enumera. María de la Orden lo hará en Francia este mes con
el empresario Edward Bouygues. “Lo único que puedo decir,
y no es poco, es que mi vestido es del diseñador holandés Jan
Taminiau”, revela. La ilustradora Tatiana de Nicolay posteó
hace poco el programa de su despedida de soltera, que se celebró
en el club más exclusivo de Estambul con la chef Gabriela
Palatchi y la galerista Suela J. Cennet entre las invitadas. Como
les comentábamos: no es cuántos followers, sino quiénes son.
 
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