Las similitudes de la vida de Grace Kelly con las desgracias de Charlène Wittstock

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Las comparaciones no siempre pueden ser equivalentes. No hay comparación de una a otra.

De novia ojerosa y pálida a princesa desencantada con palacio: las similitudes de la vida de Grace Kelly con las desgracias de Charlène Wittstock​

Grace Kelly y Charlène Wittstock comparten sus desencantos con el trono aunque ambas apostaron por continuar con su deber.​

Charlène cada vez se parace más a Grace Kelly./Getty images

Charlène cada vez se parace más a Grace Kelly. / GETTY IMAGES
ELENA CASTELLÓViernes, 1 julio 2022, 14:15
Al principio, las comparaciones sonaban impostadas. ¿Qué podían tener en común una joven nadadora sudafricana con una estrella de Hollywood en la cumbre de su carrera? Sin embargo, con el tiempo, las similitudes han ido aumentando. Charlène Wisttock lo dejó todo y empezó de cero una nueva vida, al igual que Grace Kelly.

Charlène es quizá más tímida y Grace Kelly tenía la soltura de una profesional de las tablas. Pero ambas tuvieron dificultades para encarnar su papel de princesas y plegarse al protocolo y a las obligaciones reales y ambas se sintieron atrapadas en una jaula de oro, que intentaron abandonar, sin éxito. No parece una casualidad que la actual princesa de Mónaco haya ido pareciéndose cada vez más a la princesa Grace.
El motivo por el que la princesa Charlène de Mónaco vuelve a aparecer en público (que deja en mal lugar al príncipe Alberto)
En 1956, a la edad de 27 años, Grace Kelly cambió su vida de forma radical. Abandona su carrera, y sus privilegios de mujer norteamericana –amantes incluidos–, para unirse en matrimonio con el príncipe Rainiero, heredero de una de las dinastías más antiguas de Europa, pero que parece un hombre más bien gris.
El compromiso se anuncia el 6 de enero de 1956. La boda duró tres días y llegó a 30 millones de personas a través de la televisión. El nerviosismo del momento se refleja en el rostro de Grace, muy bella con un extraordinario diseño de la modista de Hollywood Helen Rose, pero pálida y ojerosa, extremadamente delgada.

Desde ese momento, Grace trata de desempeñar el papel que se espera de ella, aunque aprende con dificultad la lengua francesa y las reglas del protocolo. El proceso para convertirse en princesa es largo, a pesar de la imagen idílica que proyecta la nueva familia principesca.
Poco a poco, Grace empieza a sentirse prisionera y se deja ganar por el desencanto. Está lejos de su familia y de sus amigos. Nunca fue verdaderamente feliz, afirma en su biografía «Una princesa desilusionada», Joanna Spencer, sobrina de la Princesa.
Charlene se educó en un colegio de Benoni, al este de Johannesburgo, la misma ciudad de afrikaners e inmigrantes ingleses en la que creció la actriz Charlize Theron. Desde muy niña aprendió a pasar ocho horas diarias en la piscina para sacrificarse y batir sus propios records.

Gana sus primeros trofeos con 16 años. Ella también lo deja todo de la noche a la mañana para casarse con un príncipe quizá más sonriente que su padre, pero igual de reservado y solitario. Su infancia entre niñeras le convirtió en una persona desconfiada.
La ceremonia que unió a Charléne y a Alberto, el 1 de julio de 2011 tampoco fue fácil para la novia. La nueva princesa lloró y su reciente esposo no pareció conmoverse. Desde ese mismo momento comenzaron los rumores sobre la pareja. Algunos afirmaban que ella había intentado huir antes de la boda, tratando de dejar atrás un destino que, en el último momento, le pareció imposible.

A partir del momento en que la joven sudafricana se convierte en princesa de Mónaco, intenta por todos los medios desempeñar su nuevo papel con naturalidad. Pero los resultados la decepcionan a ella misma y a una corte en la sombra que no la apoya. Sus tratamientos de estética van «in crecendo», como si Charléne buscara en la perfección de sus rasgos la manera de cumplir el rol de Alteza Serenísima.

La desgracia de Grace Kelly​

Grace no tiene sobre sí la presión de la prensa. En los años cincuenta, era posible controlarla. Pero se siente acuciada por esa misma corte en la sombra que no le perdona su belleza, ni su talento. A pesar de su matrimonio, su contrato con la Metro Goldwin Mayer no ha terminado.
Y, por su mente pasa, en más de una ocasión, la idea de rodar una película en un futuro no muy lejano. El estudio le hace llegar la noticia de que hay un proyecto protagonizado por James Stewart para el que piensa en ella. Grace cree que podrá convencer al príncipe. Pero Rainiero lo tiene muy claro desde el principio. «¡Nada de cine!».

Grace acata el parecer de su esposo, al que no conoce mucho todavía. Y adopta todas las costumbres que se esperan de una princesa de Mónaco. Sin embargo, hay cosas a las que no quiere, ni puede renunciar: sus amigos Frank Sinatra y Cary de Grant, y algunos productos estadounidenses, como la mermelada o el jamón, pasando por las medias de nylon, las cajas de vitaminas y el bourbon de Kentucky, que se convirtió en la bebida preferida de Rainiero.

En 1962, Grace, sin embargo, hace un nuevo intento por salir de su jaula dorada. Hitchcock pensaba en ella para el papel de Marnie, en «Marnie la ladrona». Rainiero cambió de estrategia esta vez y no se opuso, pero la presión mediática fue muy fuerte y el príncipe esgrimió su temor a la reacción de los monegascos.

El papel lo interpreta finalmente Tippi Hedren. En una entrevista a Paris-Match, Rainiero reconoció, muchos años después, que ella echaba mucho de menos la pantalla. La princesa se sintió encerrada en un decorado y su sensación de soledad aumentó. Ella no comparte con Rainiero su pasión por la caza o por los coches antiguos, aunque acompañará siempre al Príncipe por su sentido del deber.

Charlène trata de no perder el contacto con sus raíces viajando a menudo al país en el que se crio y colaborando con numerosas ong de las zonas más desfavorecidas y de defensa de los animales salvajes. El enclaustramiento de Charlène en Sudáfrica y su posterior internamiento en una clínica suiza dispararon todos los rumores.

El propio príncipe tuvo que salir a desmentir que su matrimonio estuviera en crisis. Hoy, ya de vuelta en palacio, Charlène parece tranquila y adaptada a su vida de princesa. ¿Intentó ella también escapar de su jaula de oro? Quizá. Pero es muy posible que no quiera pagar el precio, que pasaría por renunciar a sus hijos.
 
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