Las antiguas novias de Stefano Casiraghi: Dalila di Lazzaro, Marina Perzy, Giuseppa Pinuccia Macheda

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Dalila di Lazzaro y Marina Perzy, las novias secretas de Stefano Casiraghi a las que venció Carolina de Mónaco​

Antes de casarse con Carolina de Mónaco, Stefano Casiraghi salió en secreto con dos de las mujeres más bellas de la época, Dalila di Lazzaro y Marina Perzy.​

Dalila di Lazzaro y Marina Perzy, las novias secretas de Stefano Casiraghi a las que venció Carolina de Mónaco


SILVIA VIVASSábado, 2 julio 2022, 09:25
Cuesta imaginarlo, pero hubo un tiempo en el que Stefano Casiraghi era un personaje anónimo a pesar de su buena percha, su fortuna en ciernes y sus escarceos con dos de las mujeres más imponentes de la época, Dalila de Lazzaro y Marina Perzy.
Giuseppa Pinuccia Macheda, la novia a la que Stefano Casiraghi abandonó para casarse con Carolina de Mónaco

Giuseppa Pinuccia Macheda, la novia a la que Stefano Casiraghi abandonó para casarse con Carolina de Mónaco

Pero no fue hasta la boda con Carolina de Mónaco que el resto de mujeres famosas que habían pasado por la vida sentimental de Stefano Casiraghi (y que corrieron la misma suerte que la abandonadísima Pianucca Macheda) se acercaron a los medios dispuestas ha hablar un poco del marido de Carolina de Mónaco.

Dalila di Lazzaro, la actriz que dejó plantado (y sin joyas) a Stefano Casiraghi​

La primera en hacerlo fue Dalila di Lazzaro, durante mucho tiempo la mujer más deseada de Italia. Casada a los 15, madre a los 19, lo dejó todo, menos a su hijo, para convertirse en la modelo y la actriz de comedia italiana más famosa de los 89-90.
Se puede decir que Dalila di Lazzaro ha tenido una vida de todo menos tranquila. Hasta ha sobrevivido a un accidente aéreo que la dejó en el mar rodeada de tiburones y a la traumática muerte de su único hijo.

Su vida sentimental ha sido tan ajetreada como el resto de su existencia. Amante durante años del rey sin corona de Italia, Gianni Agnelli, entre sus otras conquistas amorosas famosas Dalila ha descrito los cuatro días con sus cuatro noches que pasó con Jack Nicholson en Venecia y lo cariñoso que era Richard Gere con ella antes de conocer al Dalai Lama.
Pero de Stefano Casiraghi (y con foto incluida) nunca quiso hablar y la relación la destapó en exclusiva y en portada el ¡Hola! el 4 de febrero de 1984, el mismo año en el nacería el primer hijo de Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco.
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Forzada por la filtración de una imagen juntos de hacía años, Dalila concedió apenas un par detalles sobre su «flirt» (así lo llamaba la revista) con el marido de Carolina de Mónaco. En la publicación de los 80 se relata cómo un jovencísimo Stefano Casiraghi cayó rendido ante los encantos de Dalila que no dudaba en dejarlo plantado una y otra vez.
Al final Casiraghi se cansó de que no le hicieran caso y reclamó a la actriz unas joyas tailandesas de plata que le había «cedido». Ella las devolvió todas a través de su secretario, excepto una, un brazalete que afirmó haber regalado a la hija de su mayordomo.

Marina Perzy, la actriz y presentadora que dejó a Stefano Casiraghi para volver con su ex​

El siguiente amorío del italiano fue muchísimo menos parco en detalles con la prensa: la actriz y presentadora Marina Perzy. Como en el caso de de Dalila, Marina Perzy era mayor que Stefano, madre soltera y el joven la «cubrió de regalos» o al menos eso declaró ella en el semanario italiano Oggi.
Y como en el caso de Dalila, Stefano Casiraghi tampoco tuvo suerte esta vez: aunque comenzó una relación informal con el joven, el corazón y la cabeza de Marina estaban ocupados por otra persona, el cantautor Mario Lavezzi.

Marina y Stefano se conocieron cuando ella estaba buscando apartamento en Milán. Él trabajaba en la inmobiliaria a la que acudió para encontrar su nueva vivienda: «un ragazzo bellisimo» cinco años menor que ella. Nada más conocerla, Stefano Casiraghi tomó la iniciativa del cortejo. «Era joven pero con la cabeza de un adulto», explicó la actriz años después.
Marina Perzy no tiene ni un pero a su relación con Casiraghi al que definió como un hombre encantador, generoso y dado a las sorpresas. «Una Navidad nos llevó a mí y a mi hijo a Fino Mornasco, la casa de su familia, y le regaló al niño un juguete de control remoto».

Pero la presentadora no estaba por la labor de tener una relación sólida con Casiraghi por muy encantador que fuera, quería seguir avanzando en su carrera y, sobre todo, era incapaz de dejar atrás a su ex, Mario Lavezzi, con el que llevaba años viviendo una relación cargada de idas y venidas.
«Yo no estaba al 100% con Stefano. Aunque el sentido común me dictaba que no podía dejar escapar a alguien como él, la realidad es que cada vez que me cruzaba con Lavezzi volvía a caer en sus brazos». Paradójicamente, una fuga a Montecarlo fue el principio del fin de su relación con el futuro esposo de Carolina de Mónaco.

«Nos perdimos de vista, pero ese verano me llamó un periodista y me dijo, «Marina, tú que conoces a todo el mundo ¿sabes dime quién es este chico que va de la mano de Carolina de Mónaco?». Era Stefano Casiraghi. Le llamé y le pregunté si estaba enamorado, me respondió «Sin comentarios». Su respuesta y las fotos que publicó el mundo entero le dejaron claro a Marina Perzy que sí lo estaba, y no era de ella.

 
Última edición:
Esta chica es un poco del estilo de Carolina.

Giuseppa Pinuccia Macheda, la novia a la que Stefano Casiraghi abandonó para casarse con la princesa Carolina de Mónaco​

Pinuccia Macheda tuvo un breve momento de gloria en 1983: fue la novia ghosteada por Stefano Casiraghi cuando se casó con Carolina de Mónaco.​


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Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi. / GETTY IMAGES
SILVIA VIVASJueves, 23 junio 2022, 13:44
Mucho antes de que se inventara el término ghosting, Stefano Casiraghi desapareció de la vida de su novia, Giuseppa «Pinuccia» Macheda, sin dar explicaciones. Pinuccia no tuvo que esperar mucho para descubrir que el motivo de que su pareja le diera plantón en Porto Rotondo tenía nombre, apellidos y principado: Carolina de Mónaco.
SILVIA VIVAS

La historia oficial afirma que Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi se vieron por primera vez en un crucero por el Mediterráneo y se enamoraron a primera vista. La extraoficial la contó Pinuccia y confirma que la pasión que sintieron el uno por el otro provocó daños colaterales en forma de amantes abandonados a su suerte.

Robertino Rosellini, el responsable de presentar a Carolina y Stefano, era también en aquel momento el novio de la de Mónaco. Fue sustituido sin compasión y en un tiempo récord (a pesar de que durante mucho tiempo su nombre se barajó como una apuesta segura para ocupar el lugar de segundo esposo de Carolina).

Pinuccia Macheda no corrió mejor suerte. La joven italiana que aseguraba ser la novia de Casiraghi fue emplazada a unas vacaciones veraniegas en la isla mediterránea de Porto Rotondo, en las que su novio epnas la vio cuatro veces. Esto sucedió en agosto de 1983. En diciembre de ese mismo año el compromiso entre Casiraghi y Carolina se hizo oficial 10 días antes de la boda civil que les convirtió en la pareja más glamurosa (y embarazada) de los 80.

Pinuccia reveló a los medios que estuvo presente cuando se produjo el primer encuentro entre la princesa y el millonario: sucedió en una fiesta en Monteacarlo en 1982 y desde el primer minuto la hermana de Alberto II de Mónaco no dudó en coquetear con el italiano.
En cuanto la nueva pareja royal hizo oficial su relación, la joven de Milán apareció en los medios internacionales contando su triste historia: la de una mujer ninguneada por el hombre que incluso la había regalado un coche por su cumpleaños el mismo año en el que la abandonó. Su rostro apareció en People y su testimonio en numerosas cabeceras de la prensa del corazón.
Mientras la prensa había permanecido despistada en aquel verano del amor de 1983 a la despechada Pinuccia le quedó claro en septiembre quién la había reemplazado en el corazón de Stefano: sorprendió a Carolina de Mónaco con su pareja el 6 de septiembre en la casa del italiano.

Pinuccia Macheda, afirmaba ser la pareja de Stefano desde 1978. Se había enamorado de él cuando tenía 19 años. Pero lo más doloroso de su testimonio eran las circunstancias de su ruptura: afirmaba que el mismo año que acabó casado con la de Mónaco le había pedido matrimonio a ella.

Según Pinuccia en 1983 su novio organizó una gran fiesta de cumpleaños en Milán en la que se produjo su propia petición de mano. «Como siempre había hecho desde que nos conocimos, Stefano se portó admirablemente conmigo y tuvo incluso el detalle de decirme que, si a mí me parecía bien, podríamos casarnos antes de que finalizara este año 1983», afirmó la joven en una de las entrevistas.

Pinuccia, para poder pasar el verano con Stefano, convenció a sus padres para pasar las vacaciones de verano en la misma isla en la que estaba Carolina. Mala idea. «Stefano y yo no pudimos vernos hasta el día 24 de agosto. Él ya había estado con Carolina, aunque yo lo ignoraba. Le dije que tenía el presentimiento de que lo nuestro se iba a terminar», explicó la novia abandonada.

En septiembre le llegaría la confirmación a sus sospechas. Sin avisar se presentó en la casa que la familia de Stefano Casiraghi tenía en el lago Como solo para comprobar que, efectivamente, su novio estaba en casa, pero con Carolina de Mónaco.
«Saludé a Stefano y me marché rápidamente porque comprendí que mi presencia allí no era oportuna». Para la joven milanesa la relación quedaba oficialmente rota y decidió que nunca volvería con él. Pero Stefano ni volvió a reunirse con ella ni le dio explicaciones. Lo que sí llegó a las portadas de las revistas fueron las imágenes de Carolina y Stefano recorriendo juntos y enamorados el mundo.

Pero algo debía de tener la pareja Stefano-Carolina que hacía que hasta los ex respetaran su decisión de estar juntos. Robertino Rossellini se tomó su mala suerte en el amor con fair play y siguió siendo un buen amigo de Carolina de Mónaco convirtiéndose en su pagafantas oficial. Incluso la acompañó durante su retiro jamaicano cuando la princesa estuvo de luto por la inesperada muerte de Stefano Casiraghi.
Pinuccia lo puso un poco más difícil exponiendo su desamor en los medios durante una brevísima temporada, pero desapareció del mapa tras su minuto de gloria y declarando que entendía que su ex la hubiera dejado por Carolina: «Le perdono porque está en su perfecto derecho de amar a la mujer que desee».
 
Es curioso que todas sus ex siempre han hablado bien de él. Las trató a todas como a princesas, las colmó de regalos lujosos....ni quisiera Pinuccia, que tenía de sobra motivos para criticar la forma en la que él dio por terminado su noviazgo con ella, no hizo más que alabar lo encantador que había sido con ella durante sus 5 años juntos.
 
Aquí como se conocieron y dejó a su novia.
No creo que Roberto rosellini fuera novio de Carolina, eran solo amigos. Siempre insinuaron que era gay.

Cómo se enamoraron Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco: infidelidades, una boda por sorpresa y tres hijos ilegítimos​

La relación de Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco fue la más pasional, escandalosa y glamourosa de los 80, la que marcaría el canon de las historias de amor trágicas y principescas.​

Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco en un desfile en Nueva York/getty images

Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco en un desfile en Nueva York / GETTY IMAGES
SILVIA VIVASLunes, 27 junio 2022, 14:31

Carolina de Monaco y Stefano Casiraghi se conocieron, oficialmente, en un crucero organizado por un amigo común, Francesco Caltagirone, en el verano de 1983. En algún punto entre Córcega y Cerdeña, posiblemente en la casita secreta que Carolina de Mónaco posee en la isla de los multimillonarios, la isla de Cavallo, a ambos se les olvidó que tenían pareja y empezaron la gran historia de amor y muerte de los 80-90.

En aquel verano ella era la pareja oficial de Robertino Rossellini. Él, por su parte, tenía una novia anónima y desconocida a la que dejó plantada y esperándolo con sus padres en una isla mediterránea a la que el italiano no tenía prisa de desembarcar. La muchacha se llamaba Pinuccia Macheda.

Fuera del tema de la infidelidad mutua a sus parejas, el idilio entre Casiraghi y la hermana mayor de Alberto de Mónaco no podía haber llegado en mejor momento tanto para ellos mismos como para las siempre hambrientas portadas de las revistas del corazón.
Tras la química (y se supone que más cosas) que la pareja compartió en el Mediterráneo, Carolina y Stefano hicieron lo impensable y saltaron al vacío escapándose juntos durante dos semanas frenéticas en las que recorrerían Nueva York y París para acabar recalando en casa de la «mamma» de Stefano en Milán.

Puestos a escoger plebeyos Stefano Casiraghi era, a priori, mucho mejor candidato a convertirse en príncipe monegasco que el enamorado hijo de Ingrid Bergman. A pesar de que Robertino Rossellini había estado al lado de Carolina durante el entierro de Grace Kelly y que desde 1981 el todopoderoso ¡Hola! le consideraba el prometido de la princesa, el destino le otorgó el papel de eterno secundario en la historia sentimental de Carolina.

En su contra tenía a un italiano recién llegado con percha de príncipe Disney, currículum de deportista amante del riesgo y lo que era aún más importante, un emporio familiar que gestionar y ojos solo para Carolina. La relación iba tan viento en popa que tras su tournée por las capitales más chic del mundo, la princesa y plebeyo decidieron que era hora de recibir el visto bueno de sus respectivas familias. No hacía ni dos meses que se habían conocido.

El visto bueno llegaba tarde, las portadas del corazón ya se habían llenado de titulares del tipo « Carolina y Stéfano, dos enamorados por las calles de París», con interesantes fotos documentando el evento, pero sus respectivas familias agradecieron el gesto. Tras el beneplácito obtenido por la princesa haciendo gala de humildad en la villa La Cicogna de los Casiraghi, donde la recibieron Fernanda Biffi y Giancarlo CasiraghI, les quedaba el trago de conocer a Rainiero III de Mónaco.

Para sorpresa de todos Stefano y su proverbial timidez agradaron a Rainiero, que inicia entonces una lucha con la Santa Sede para que declarara el primer matrimonio de Carolina con el emperador de la noche, Phillippe Junot, nulo. La empresa del príncipe regente de Mónaco podía parecer precipitada, al fin y al cabo, la pareja se acababa de presentar en sociedad, pero Rainiero sabía lo que se hacía.

Para sorpresa de todos (y especialmente de Robertino Rossellini que fue presentado en sucesivos bailes y galas de oficiales monegascos durante años para no pisar el altar nunca junto a Carolina), a tan solo seis meses de conocerse Carolina y Stéfano anunciaron su compromiso. La boda llegó en un tiempo aún más récord: apenas diez días después del anuncio de compromiso.

En un golpe de efecto, la novia abandonada de Stefano Casiraghi, esa de la que ya nadie se acordaba, concede un par de entrevistas retratando a Carolina como la coqueta y a Casiraghi como el enamorado. Pero su momento de gloria es robado, de nuevo, por la propia princesa de Mónaco: Carolina se casa embarazada de su primer hijo, Andrea, que nace cinco meses después del enlace.
Esta situación, que en cualquier otro momento habría amargado la ceremonia a Rainiero, es aceptada con naturalidad por los Grimaldi en pleno. La boda es civil, porque desde el Vaticano se niegan a que pueda ser religiosa, y tiene lugar en el salón de espejos del Palacio de Mónaco, en vez de en el salón del trono, convirtiéndose en el primer matrimonio ilegítimo del católico Principado.
Ajena a las circunstancias la pareja sonríe feliz y cursi en las fotos oficiales. Carolina aparece radiante en su elegante vestido de satén diseñado por Marc Bohan y mucho más cómoda como princesa embarazada que como la princesita Disney boho chic de su primera boda. En esta ceremonia solo hubo 30 invitados y duró apenas 20 minutos. La ceremonia, con embarazo incluido, debió de dejarle un buen recuerdo porque repitió la dinámica con Ernesto de Hannover.

Desafortunadamente, el matrimonio sólo duraría siete años, de 1984 y 1990. Durante todo ese tiempo los tres hijos que tuvo la pareja, Andrea, Pierre y Charlotte Casiraghi, eran considerados ante la ley monegasca y la católica hijos tan ilegítimos como el matrimonio de sus progenitores. Carolina tuvo que esperar hasta 1993 a que el Papa Juan Pablo II anulara su unión con Phillippe Junot para que sus hijos pudieran ser incluidos en la lista de sucesión al trono del Principado.

No sabemos si para entonces le importaba ese detalle: el amor de su vida, Stefano Casiraghi, llevaba tres años muerto. El día que falleció, ella estaba de compras en París con su amiga Inés de la Fressange. Las imágenes de la princesa doliente tras la muerte de su esposo también dieron la vuelta al mundo.
 
Aquí como se conocieron y dejó a su novia.
No creo que Roberto rosellini fuera novio de Carolina, eran solo amigos. Siempre insinuaron que era gay.

Cómo se enamoraron Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco: infidelidades, una boda por sorpresa y tres hijos ilegítimos​

La relación de Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco fue la más pasional, escandalosa y glamourosa de los 80, la que marcaría el canon de las historias de amor trágicas y principescas.​

Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco en un desfile en Nueva York/getty images

Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco en un desfile en Nueva York / GETTY IMAGES
SILVIA VIVASLunes, 27 junio 2022, 14:31

Carolina de Monaco y Stefano Casiraghi se conocieron, oficialmente, en un crucero organizado por un amigo común, Francesco Caltagirone, en el verano de 1983. En algún punto entre Córcega y Cerdeña, posiblemente en la casita secreta que Carolina de Mónaco posee en la isla de los multimillonarios, la isla de Cavallo, a ambos se les olvidó que tenían pareja y empezaron la gran historia de amor y muerte de los 80-90.

En aquel verano ella era la pareja oficial de Robertino Rossellini. Él, por su parte, tenía una novia anónima y desconocida a la que dejó plantada y esperándolo con sus padres en una isla mediterránea a la que el italiano no tenía prisa de desembarcar. La muchacha se llamaba Pinuccia Macheda.

Fuera del tema de la infidelidad mutua a sus parejas, el idilio entre Casiraghi y la hermana mayor de Alberto de Mónaco no podía haber llegado en mejor momento tanto para ellos mismos como para las siempre hambrientas portadas de las revistas del corazón.
Tras la química (y se supone que más cosas) que la pareja compartió en el Mediterráneo, Carolina y Stefano hicieron lo impensable y saltaron al vacío escapándose juntos durante dos semanas frenéticas en las que recorrerían Nueva York y París para acabar recalando en casa de la «mamma» de Stefano en Milán.

Puestos a escoger plebeyos Stefano Casiraghi era, a priori, mucho mejor candidato a convertirse en príncipe monegasco que el enamorado hijo de Ingrid Bergman. A pesar de que Robertino Rossellini había estado al lado de Carolina durante el entierro de Grace Kelly y que desde 1981 el todopoderoso ¡Hola! le consideraba el prometido de la princesa, el destino le otorgó el papel de eterno secundario en la historia sentimental de Carolina.

En su contra tenía a un italiano recién llegado con percha de príncipe Disney, currículum de deportista amante del riesgo y lo que era aún más importante, un emporio familiar que gestionar y ojos solo para Carolina. La relación iba tan viento en popa que tras su tournée por las capitales más chic del mundo, la princesa y plebeyo decidieron que era hora de recibir el visto bueno de sus respectivas familias. No hacía ni dos meses que se habían conocido.

El visto bueno llegaba tarde, las portadas del corazón ya se habían llenado de titulares del tipo « Carolina y Stéfano, dos enamorados por las calles de París», con interesantes fotos documentando el evento, pero sus respectivas familias agradecieron el gesto. Tras el beneplácito obtenido por la princesa haciendo gala de humildad en la villa La Cicogna de los Casiraghi, donde la recibieron Fernanda Biffi y Giancarlo CasiraghI, les quedaba el trago de conocer a Rainiero III de Mónaco.

Para sorpresa de todos Stefano y su proverbial timidez agradaron a Rainiero, que inicia entonces una lucha con la Santa Sede para que declarara el primer matrimonio de Carolina con el emperador de la noche, Phillippe Junot, nulo. La empresa del príncipe regente de Mónaco podía parecer precipitada, al fin y al cabo, la pareja se acababa de presentar en sociedad, pero Rainiero sabía lo que se hacía.

Para sorpresa de todos (y especialmente de Robertino Rossellini que fue presentado en sucesivos bailes y galas de oficiales monegascos durante años para no pisar el altar nunca junto a Carolina), a tan solo seis meses de conocerse Carolina y Stéfano anunciaron su compromiso. La boda llegó en un tiempo aún más récord: apenas diez días después del anuncio de compromiso.

En un golpe de efecto, la novia abandonada de Stefano Casiraghi, esa de la que ya nadie se acordaba, concede un par de entrevistas retratando a Carolina como la coqueta y a Casiraghi como el enamorado. Pero su momento de gloria es robado, de nuevo, por la propia princesa de Mónaco: Carolina se casa embarazada de su primer hijo, Andrea, que nace cinco meses después del enlace.
Esta situación, que en cualquier otro momento habría amargado la ceremonia a Rainiero, es aceptada con naturalidad por los Grimaldi en pleno. La boda es civil, porque desde el Vaticano se niegan a que pueda ser religiosa, y tiene lugar en el salón de espejos del Palacio de Mónaco, en vez de en el salón del trono, convirtiéndose en el primer matrimonio ilegítimo del católico Principado.
Ajena a las circunstancias la pareja sonríe feliz y cursi en las fotos oficiales. Carolina aparece radiante en su elegante vestido de satén diseñado por Marc Bohan y mucho más cómoda como princesa embarazada que como la princesita Disney boho chic de su primera boda. En esta ceremonia solo hubo 30 invitados y duró apenas 20 minutos. La ceremonia, con embarazo incluido, debió de dejarle un buen recuerdo porque repitió la dinámica con Ernesto de Hannover.

Desafortunadamente, el matrimonio sólo duraría siete años, de 1984 y 1990. Durante todo ese tiempo los tres hijos que tuvo la pareja, Andrea, Pierre y Charlotte Casiraghi, eran considerados ante la ley monegasca y la católica hijos tan ilegítimos como el matrimonio de sus progenitores. Carolina tuvo que esperar hasta 1993 a que el Papa Juan Pablo II anulara su unión con Phillippe Junot para que sus hijos pudieran ser incluidos en la lista de sucesión al trono del Principado.

No sabemos si para entonces le importaba ese detalle: el amor de su vida, Stefano Casiraghi, llevaba tres años muerto. El día que falleció, ella estaba de compras en París con su amiga Inés de la Fressange. Las imágenes de la princesa doliente tras la muerte de su esposo también dieron la vuelta al mundo.


Yo soy de las que cree que Robertino y Caroline sí tuvieron un flirt o romance que no cuajó.
Ya lo he contado por acá, pero cuando nació Andrea yo juraba que era tan bello que debía ser hijo de Robertino. Solo después que creció le comencé a ver parecido con Stefano quién siempre me pareció un pan sin sal, pero quien reconozco que junto a Caroline hicieron una sopa genética muy buena desde el punto de vista físico, porque los 3 hijos salieron muy guapos.
 
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