El Rey Felipe VI es “cuando menos bisexual”

Despues de ver esta foto ¿fue entonces cuando la Leti se quito el anillo de casada?


Si el anillo significa que estas casada ¿porque este specimen va y se lo quita mientras el segundo continua utilizandolo? raro raro raro.

A saber de quién es el anillo que lleva puesto Bartolo, puede que sea el que su ex-Eva le regaló. En esta pareja todo entra dentro de lo posible.
 
hace años en Crónicas marcianas el difunto actor Pepe Sancho dijo una noche que se rumoreaba que el preparao entendía, no sé si algun@ lo recordaréis

Yo me acuerdo y también me acuerdo de la letra de unas chirigotas del Carnaval de Cadiz que decía que a Felipe se le caía la baba con los guardiamarinas del Sebastian Elcano cuando les pasaba revista y que la reina Sofia no le quería poner armarios cuando estaban amueblando Zarzuelilla para que no le diese por salir de alguno de ellos. Ya sabeis que en los Carnavales de Cádiz se impone la libertad absoluta y las letras son de lo más elocuentes.
 
Yo diría que bisexual no es. Más bien es que se le hace la boca agua con este hombretón

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Es bi claramente. Y la Leti le pone porque le trata a patadas. Por guapos le ponen otros
 
Encontré esto en Google:



EL HERETERO DE LA CORONA



El próximo mes de mayo asistiremos a la puesta en escena del sentido auténtico de la monarquía. Esta institución, antidemocrática, machista y anacrónica, rara vez se justifica a sí misma, es una especie de fósil viviente que aparentemente no tiene ninguna utilidad, ninguna función.



Sin embargo, estos días podremos ver finalmente su sentido. En noviembre del pasado año el Estado español se despertaba de la terrible pesadilla que la atormentaba desde hacía años: el Príncipe Felipe por fin declaraba su intención de casarse... con una mujer. La pesadilla era bien evidente: el sucesor a la Corona de España no acababa de echarse novia. Con ello lo que se veía amenazado no era la continuidad de la Monarquía Española, sino el sistema heterocentrado, el sistema de producción de s*x* y de género que gobierna el régimen de heterosexualidad obligatoria en que vivimos.



Los medios de comunicación no paran de emitir noticias sobre el vestido de la novia, el traje del príncipe, el banquete, la ceremonia, el paso de la comitiva por las calles de Madrid... En realidad estos medios no celebran otra cosa que el glorioso triunfo de la heterosexualidad. Tras años de insanos rumores sobre el Príncipe que circulaban en el ambiente gay español, rumores que llegaban incluso a sugerir inverosímiles romances en universidades canadienses, el sistema ponía las cosas en su sitio y sacaba al príncipe del armario heterosexual, que es para lo que sirve el matrimonio (institución heterocentrada donde las haya, y si no que se lo digan a Mariano Rajoy). Por fin teníamos un príncipe heretero digno de tal nombre. Dicho de otro modo: la figura del príncipe y su linaje no sirven para transmitir la Corona, sino que es la Corona la que sirve para transmitir y garantizar el orden heterocentrado.





La idea del contrato heterosexual fue desarrollada en los años 80 por la poeta y ensayista Monique Wittig, tristemente desaparecida el pasado año, en su libro clásico The straight mind: “se quiera o no, vivimos en sociedad aquí y ahora. Según Rousseau, el vínculo social es una suma de convenciones fundamentales que, incluso si nunca fueron enunciadas, están no obstante implicadas en el hecho de vivir en sociedad. Y todos conocemos estas reglas: la palabra heterosexualidad las resume. Cada cual las conoce y las aplica como por arte de magia. Todo el mundo está de acuerdo en decir que hay cierto número de cosas que se deben hacer. Todo el mundo, los científicos y el público en general. Ser un hombre, ser una mujer, casarse, en ese caso tener hijos, criarlos ─sobre todo las mujeres. Estas reglas y estas convenciones hacen la vida posible lo mismo que hay que respirar para vivir. De hecho, las convenciones sociales y el lenguaje hacen aparecer con una línea de puntos el cuerpo del contrato social designando así la heterosexualidad. Para mí los dos términos de contrato social y de heterosexualidad son superponibles, son dos nociones que coinciden. Y vivir en sociedad es vivir en heterosexualidad”.



Ya va siendo hora de denunciar los privilegios de este régimen, y una de las primeras tareas para ello es desvelar los mecanismos que lo constituyen. La monarquía es uno de ellos. Este contrato, en lo político, puede adoptar muchas formas: dictadura, república, monarquía. Pero siempre subsiste ese trasfondo de heterosexualidad obligatoria. Cuando Franco dijo aquello de “lo dejo todo atado y bien atado” al designar al rey Juan Carlos como su sucesor (los efectos de esa continuidad están a la vista para el que quiera leer entre líneas... sobre todo si están escritas en euskera), no se refería sólo al proyecto político, sino también al proyecto que regula el orden de producción de s*x* y género. La vigente alianza Iglesia-Estado está hecha para garantizar los privilegios de una clase, la clase hetero, por encima de todas las minorías sexuales. Y no es casualidad que el pastel se corone próximamente con la boda en la Catedral de La Almudena, el mismo púlpito desde el que Rouco Varela escupe sus homilías homofóbicas para regocijo del PP (y no sólo del PP, que Alfonso Guerra, Ibarra o Zapatero también tienen sus púlpitos).



A los gays se nos dice que ir de la mano con nuestra pareja por la calle o decir en público que tenemos novio es un alarde improcedente, una exhibición de algo que es privado, que se debe dejar en casa. Sin embargo, no se considera un alarde la avalancha de noticias, cotilleos, informes, programas y documentales que circulan en la actualidad ante los preparativos de LA BODA. En realidad esa farsa que es la comedia heterosexual es algo que se construye día a día. La prensa, la tele, la radio, año tras año, inventaban novias para el Príncipe, las maquillaban, las construían, las sugerían, pero sin éxito. Ahora llega la celebración, el enorme alivio tras años y años de tensión, tras la amenaza que suponía el silencio matrimonial del Príncipe, llega por fin LA BODA.



La sucesión de un linaje se puede dejar al azar, incluso al azar genético, como de hecho se hace en ese invento delirante que es la monarquía hereditaria, pero no se puede dejar al azar la forma de realizar ese legado. Como apuntaba Paco Vidarte, los monarcas podrían reproducirse por inseminación artificial y luego vivir su orientación sexual a su gusto, o podríamos crear un montón de embriones congelados y tener reyes ya preparados para los próximos 500 años (¡la pesadilla de un republicano!). Incluso se podrían producir clones de un rey, pero sería muy aburrido, de qué vivirían los retratistas de casas reales y los fotógrafos si todos los reyes fueran iguales. Pero la inseminación y la clonación también amenazan el imperativo heterosexual, como se puede ver por ejemplo en Italia estos días, donde se debate un nuevo proyecto de ley según el cual sólo podrán utilizarse óvulos y esperma para las inseminaciones de parejas heterosexuales: la mafia Vaticana ataca de nuevo. Este sistema exige sus protocolos: debe haber una ceremonia pública en la que un hombre y una mujer se casen y vivan juntos, y eso es lo que sanciona la boda que se avecina.



Creen que han decidido casarse, pero lo más triste es que la boda ya estaba ahí, esperando; es ella quien los ha elegido. Pero mejor no hablar de ello, mejor unámonos a esta alegría colectiva y gritemos con el resto de los españoles:



¡Vivan los novios! ¡Viva el Príncipe Heretero!





Javier Sáez



ESTE TEXTO APARECIO -CENSURADO- EN LA REVISTA ZERO



"Creen que han decidido casarse, pero lo más triste es que la boda ya estaba ahí, esperando; es ella quien los ha elegido. Pero mejor no hablar de ello..."

Ésto era lo que, realmente, nos quería decir el autor...?
 
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