El renacer de Murillo

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El renacer de Murillo
El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico ha culminado la restauración de 'La multiplicación de los panes y los peces' y 'Moisés haciendo brotar el agua de una roca'. Para culminar el trabajo se han utilizado tecnologías de última generación en colaboración con el Centro Nacional de Aceleradores y las universidades de Sevilla, Jaén y Catania (Italia)
PACO PUENTES

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  • 'La multiplicación de los panes y los peces', de Murillo, antes de su restauración.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAP

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  • Moisés haciendo brotar agua de la roca', de Murillo, antes de su restauración.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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Equipo de investigación que aplicó la tecnología de espectroscopia Raman.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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Equipo de investigación de la fluorescencia de rayos X aplicada a las obras.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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Estudios de radiografía de las obras de Murillo.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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Equipos de análisis de la obraEUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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Un equipo realiza estudios con técnicas de rayos X.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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Los investigadores se reúnen para revisar los trabajos en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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María Auxiliadora Gómez Morón revisa información microscópica de los pigmentos utilizados por Murillo.PACO PUENTES
 
continúa...

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Miguel Ángel Respaldiza prepara un equipo de fluorescencia.PACO PUENTES
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Una restauradora interviene en la obra tras los análisis previos.EUGENIO FERNÁNDEZ RUIZ / IAPH
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'Moisés haciendo brotar el agua de la roca', restaurado y en la exposición del Hospital de la Caridad de Sevilla.PACO PUENTES
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'La multiplicación de los panes y los peces', restaurado y en la exposición del Hospital de la Caridad de Sevilla.PACO PUENTES

https://elpais.com/elpais/2018/04/10/album/1523379357_903986.html#foto_gal_13
 
El alquimista del Barroco
Tecnologías propias de la física y la química aplicadas en la restauración de dos obras de Murillo desvelan la magia de su pintura

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La obra de Murillo 'La multiplicación de los panes y los peces'. En vídeo, las declaraciones sobre los análisis de las piezas del pintor. PACO PUENTES

Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1618–1682) fue un alquimista. De una decena de colores básicos fue capaz de extraer toda la gama de matices que inundan sus pinturas. Mezcló y creó pigmentos para lograr transparencias, efectos de luz y tonos singulares. La aplicación de tecnologías de análisis físicos y químicos a dos de sus obras más importantes para su restauración por parte del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), en colaboración con el Centro Nacional de Aceleradores y las universidades de Sevilla, Jaén y Catania (Italia), ha permitido un viaje en el tiempo para averiguar cómo creó La multiplicación de los panes y los peces y Moisés haciendo brotar el agua de la roca, dos cuadros de sus últimos años (1670) que permanecen ahora expuestos en el Hospital de la Caridad de Sevilla.

“Gracias a la ciencia y a la tecnología sabemos cómo se realizaron las obras y las posteriores restauraciones, detectadas gracias a la aparición de elementos anacrónicos, como un azul Prusia 300 años posterior al nacimiento del pintor”, relata María Auxiliadora Gómez Morón, investigadora del IAPH, entidad que dirige Román Fernández-Baca.

Del análisis de las distintas capas del cuadro se sabe que casi no existen arrepentimientos (rectificaciones hechas por el pintor). Murillo ensayaba en los bocetos y, una vez que tenía clara la composición, pintaba directamente con las mezclas de pigmentos que necesitaba para recrear metales, cerámicas, textiles y personajes. Ni siquiera dibujaba previamente sobre la tela. Las imágenes iban surgiendo de sus morteros y sus pinceles capa a capa sobre un lienzo tratado previamente con tierra de Sevilla.

Con todas las tecnologías aplicadas, según explica la investigadora, se han podido determinar los materiales usados. La tela incluye ese barro local que utilizaban los alfareros, calcita y negro humo procedente de cenizas vegetales que permitían distribuir los ocres que conforman la base de la pintura con diferentes tonalidades según las partes de la escena a representar.

El extraordinario color azul del manto de Jesucristo en el cuadro que representa la multiplicación de los panes y los peces, se consiguió con capas de pigmentos rematadas con una finísima lámina de lapislázuli, un mineral casi precioso formado por lazulita, calcita y pirita. Era muy caro, por lo que Murillo recurrió a una extraordinaria habilidad pictórica para obtener la tonalidad final con la aplicación de una finísima capa de micras de grosor extendida con una precisión propia de tecnología de la época actual.

Los rojos se realizaron a partir de la cochinilla americana, un insecto parásito de México y Perú y que llegó a España tras el Descubrimiento. De este animal se obtenía un pigmento rojo intenso y duradero que utilizaron desde Tiziano a Van Gogh y que era “el tercer producto más caro de los que procedían del nuevo continente, tras el oro y la plata”, explica Gómez Morón mientras muestra los componentes detectados en su microscopio.

“Murillo sabía el resultado que iba a obtener con sus mezclas, cómo iban a ser percibidos los colores y las texturas. Era un alquimista”, resalta la investigadora.

La importancia de esta investigación previa es fundamental para el trabajo posterior de restauración con criterios científicos. Y la clave es llegar a ese conocimiento casi sin tocar ni mover la obra de los talleres del IAPH y, en caso de que sea imprescindible, obteniendo solo micras de muestras de los pigmentos.

Para esta labor ha sido esencial la colaboración del catedrático Miguel Ángel Respaldiza y su equipo de investigación del Centro Nacional de Aceleradores. En el año que se celebra el 400 aniversario del nacimiento del pintor, la recuperación de las obras tenía un carácter aún más significativo.

Respaldiza explica que se han usado varias tecnologías para el análisis no invasivo de las obras. Una de ellas ha sido la fluorescencia de rayos X, para determinar los materiales usados en la pintura a partir de la “excitación” de los átomos que la componen. Con haces de uno o dos milímetros se han barrido los más de 15 metros cuadrados de cada obra.

La espectroscopia Raman se ha utilizado para, a partir de la luz láser, analizar la composición molecular de la pintura. A esta se le unieron los mapas de rayos X elaborados con uno de los pocos equipos que existen en el mundo y que facilitó la Universidad de Catania. “Es como la fluorescencia, pero en toda la obra”, explica el investigador, cuya labor aún no ha concluido ya que aún queda trabajo por analizar de los miles de ficheros obtenidos durante los trabajos.

La información desvelada no solo ha facilitado el trabajo de restauración, sino que también ha permitido averiguar cómo consiguió el pintor trasladar la magia de la escena a los espectadores. “Murillo sabía que el esmalte se degrada de azul a pardo. Es de suponer que utilizó esta característica para aplicarla en función de cómo quería dramatizar la escena”, explica Respaldiza.

El trabajo realizado a lo largo de un año puede observarse ya en el Hospital de la Caridad, donde el Moisés haciendo brotar el agua de la roca y laMultiplicación de los panes y los pecesde Murillo han resistido el paso del tiempo y, en especial, el expolio francés durante la invasión de principios del XIX. La muestra se titula Murillo cercano. Miradas cruzadas porque es la primera vez que pueden observarse a la altura de una persona (fueron concebidas para ser colgadas a seis metros de altura) y enfrentadas en un espacio diseñado para la contemplación conjunta de ambos trabajos.

La investigación y restauración de estos dos cuadros han sido posibles gracias a un convenio firmado por la Consejería de Cultura, la Fundación La Caixa y la Hermandad de la Caridad. La intervención ha supuesto una inversión total de 240.026 euros, de los cuales 131.837 han sido aportados por La Caixa, 93.189 euros por el IAPH (dependiente de la Consejería de Cultura) y 15.000 por la Hermandad de la Caridad.
https://elpais.com/tecnologia/2018/04/10/actualidad/1523376587_158191.html
 
Última edición:
La capital andaluza se adentra en la celebración del 400º aniversario del nacimiento del pintor barroco.

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Detalle de la obra de Murillo 'San Buenaventura y san Leandro' (1665-1666).

Las inconfundibles Inmaculadas de rostro aniñado y las escenas religiosas de Bartolomé Esteban Murillo surgieron de una Sevilla que también fue retratada por el maestro barroco en sus personajes y costumbres. A 400 años de su nacimiento, la ciudad vuelve sobre los pasos de uno de sus artistas icónicos con la celebración del Año Murillo. Una serie de exposiciones con más de 600 obras, así como itinerarios, espectáculos, publicaciones y un gran congreso en marzo se complementan, el 28 de febrero, con una muestra en The National Gallery de Londres que reunirá por primera vez en tres siglos los dos autorretratos que se conservan.
https://elpais.com/elpais/2018/01/26/eps/1516979319_621353.html?rel=mas
 
Año Murillo: Celebramos el IV Centenario de su nacimiento
Bartolomé Esteban Murillo es uno de los pintores sevillanos más universales de la historia del arte. Y este año Sevilla conmemora el 400 aniversario de su nacimiento. Una ocasión extraordinaria para conocer la huella de Murillo en la ciudad y disfrutar de un amplio programa de actividades.


Cuando se cumplen 400 años de su nacimiento, Sevilla quiere rendir homenaje al pintor con un ambicioso programa de conmemoraciones que tiene como objetivo recorrer el pasado de la ciudad, el tiempo de Murillo, y ligar su innovación al presente, a una capital que abraza sus raíces para avanzar con ellas hacia el futuro. Murillo debe ser revisitado y divulgado bajo una mirada que redescubra el valor de su pincelada maestra.

Murillo y la Sevilla del siglo XVII

En pocas ocasiones un pintor y una ciudad han llegado a un grado de mutua identificación como han alcanzado Murillo y Sevilla. Y no sólo por el hecho de que el pintor naciera en Sevilla, sino sobre todo porque su arte hunde sus raíces en lo más profundo de la cultura y el carácter de la ciudad. Este hecho fue clave para que su pintura cosechara un enorme éxito en su época, y por supuesto el reconocimiento posterior hacia su obra.

La dimensión internacional de la obra de Murillo es importantísima. De hecho, muchos de sus cuadros brillan en las mejores pinacotecas del mundo. Una de estas obras maestras, El Jubileo de la Porc?íuncula, ha vuelto desde Colonia a Sevilla para ser restaurada y exhibida este año en el Museo de Bellas Artes. Murillo y su proyección en el mundo es una buena muestra de la fuerza cultural que Sevilla ostentó en toda Europa durante la época del barroco. Una importancia encarna también en la obra de otros pintores como Velázquez o Valdés Leal. Este año, más que nunca, tú puedes revivir esa Sevilla.

Sevilla, la mirada innovadora

Durante este año Sevilla conmemora la efeméride por todo lo alto. Ocho exposiciones, ciclos musicales e itinerarios temáticos que recorren lugares relacionados con la vida de Murillo son algunas de las actividades más destacadas. Además, se desarrollarán diversas actividades divulgativas, programas audiovisuales, varios proyectos de investigación y un gran congreso internacional que pondrán en valor la figura del pintor. Una agenda que puedes consultar al completo en la web www.murilloysevilla.org

DESCUBRE A MURILLO EN SEVILLA

La Iglesia de la Magdalena es el templo donde recibió bautismo Murillo. Hoy en día puedes ver la pila donde fue bautizado.
El Museo de Bellas Artes de Sevilla cuenta con una impresionante colección de obras de Murillo. La hermosa Plaza del Museo está presidida por una gran estatua dedicada a su memoria.

También el Hospital de La Caridad está vinculado de manera especial a la vida del pintor.

Conoce más recorridos que te permitirán adentrarte en la vida y obra de Murillo en Sevilla: http://www.murilloensevilla.com
http://www.icas-sevilla.org/ano-murillo-celebramos-el-iv-centenario-de-su-nacimiento/
 
La ruta de Murillo en Sevilla

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Bartolomé Esteban Murillo nació y falleció en Sevilla (1617-1682), viviendo de niño en la zona de la Magdalena. Fue el pintor barroco más destacado de la escuela sevillana y el más apreciado fuera de España. Contó con un elevado número de discípulos y seguidores.

En esos años existía en Sevilla un ambiente de intensa religiosidad, con frecuentes manifestaciones a favor de la concepción de María sin pecado original, y como consecuencia de ello, una amplia demanda de obras religiosas. Eran años de miseria y epidemias, motivos por lo que el maestro crearía sus geniales Inmaculadas junto a cuadros donde se refleja la miseria, la enfermedad y los niños de la calle, pillos, harapientos y piojosos.

Su obra es de gran calidad y muy codiciada, por lo que con la invasión de las tropas francesas y la desamortización de los conventos de San Francisco y los Capuchinos, hizo que pasara por diferentes manos, pudiéndose recuperar en parte para el Museo de la ciudad y el Prado, desapareciendo otras obras , hoy en manos de particulares o expuestas en los mejores museos del mundo.




Murillo en el Museo de Bellas Artes
Comenzaremos por el Museo de Bellas Artes , donde se conserva una de sus mejores colecciones.

En la plaza del Museo, frente a la entrada, está la estatua en bronce del pintor, sobre un pedestal, obra realizada en 1864 por el escultor madrileño Sabino de Medina. Representa al pintor de pie junto a un estrado donde se apoya y sostiene una paleta y un boceto.

En el interior del museo, dirigirse a la planta baja, Sala V, junto al patio en la antigua iglesia del convento.
Esta iglesia fue construida para los Mercedarios entre 1603 y 1612, en forma de cruz latina, bóveda de media naranja bellamente decorada y con portada del último tercio del siglo XVIII.

La sala está dedicada al Barroco sevillano, presidiendo en el altar mayor, el antiguo retablo de la iglesia de Capuchinos de Sevilla, salvado de la invasión francesa, en el centro la Inmaculada grande “La Colosal”, de 1650. del convento de San Francisco. La Virgen viste túnica blanca y manto azul, conforme a la visión de la portuguesa Beatriz de Silva.

En la zona inferior tenemos La Virgen de la Servilleta, una de sus obras maestras. La tradición cuenta que un fraile del convento encarga a Murillo una representación de la Virgen con el Niño para poder orar privadamente en su celda. Murillo acepta, pero solicita un lienzo para realizar la pintura, el fraile le entregó una servilleta, en la que el artista realizó el trabajo.

En los laterales otras de sus obras más conocida es el cuadro de las Santas Justa y Rufina, y a la derecha “San Leandro y Santa Buenaventura”, patronos de Sevilla.
En el segundo cuerpo se sitúa San José con el Niño y San Juan Bautista.
En el ático, San Antonio con el Niño y San Félix de Cantalicio con el Niño,

Otros cuadros de Murillo en esta sala, provenientes del convento de los Capuchinos y realizados en 1668, son:

Inmaculada del Coro, “La Niña” y la Inmaculada con el Padre Eterno.
San Francisco con el Niño y San Francisco abrazando a Cristo Crucificado.
Santo Tomás de Villanueva.
La Anunciación.
La Adoración de los pastores.

Se puede visitar el convento de Capuchinos, situado en la Ronda de igual nombre, frente a las Murallas, donde se encuentra el altar al que pertenecieron estas pinturas y donde se quieren colocar las copias de dichos cuadros.
En la entrada un azulejo recuerda la estancia del pintor en este convento, donde llegó a realizar 22 obras.

En la planta alta, sala VII, hay una selección de pinturas de Murillo, de San Agustin , San Jerónimo y San Francisco.
Junto a ellas, obras de sus discípulos como Meneses Osorio, Núñez de Villavicencio y Simón Gutiérrez, que imponen un estilo que caracterizará la pintura sevillana hasta XVIII.




En las iglesias del centro
Seguiremos el recorrido por la Plaza de la Magdalena , solar donde se ubicaba la parroquia en la que el pintor fue bautizado el 1 de enero de 1618. Hay colocada una placa conmemorativa en la capilla bautismal.

Nos acercamos a la calle Temprado, en el barrio del Arenal, a la iglesia del Hospital de la Caridad, institución muy relacionada con el artista.
Realizaría para su iglesia varias obras de motivos caritativos, situadas en los altares de la nave. Son los cuadros de San Juan de Dios ayudado por un Ángel y Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos, mostrando mendigos enfermos, incluso incidiendo en la interpretación realista y desagradable de las llagas, lo que no dejó de suscitar algunas críticas.
Hay cuatro copias de cuadros de Murillo, robadas en la invasión francesa, situadas muros de la iglesia son: Abraham recibiendo al hijo pródigo, Abraham recibiendo a los tres ángeles, San Pedro liberado por un Ángel, la curación del paralítico en la piscina,
Otros cuadros de Murillo en el muro son la multiplicación de los panes y los peces y Moises haciendo brotar agua de una peña.
Otros cuadros del autor son San Juan Bautista niño y la Anunciación.

Seguimos hacia la Catedral. En la zona norte, en el fondo de la capilla de San Antonio-Bautismal, se encuentra el cuadro de La Visión de San Antonio, una obra de grandes proporciones y data de 1656, una de las creaciones cumbre de Murillo, representa a San Antonio con los brazos extendidos dirige su mirada al Niño Jesús, en el centro de una intensa luz y rodeado por nubes y numerosos ángeles.
En esta capilla está también el lienzo del Bautismo de Cristo, una de las obras más destacadas de su producción tardía.
En la Sacristía Mayor, los cuadros de San Leandro y San Isidoro.
En las bóvedas de la Sala Capitular están decoradas con cuadros de este autor que representan a la Inmaculada y a ocho Santos sevillanos,
En su capilla el cuadro del Ángel de la Guarda y frente al patio de los Naranjos el retrato deSan Fernando.

En el cercano palacio Arzobispal se encuentra una Inmaculada de grandes dimensiones pintada en 1652, para el Convento de San Francisco, actual Plaza Nueva. La Virgen presentando el Rosario a Santo Domingo-
A estas obras añadir un lienzo de la Virgen del Rosario, aunque las limitaciones para las visitas (dos sábados al mes, previa reserva) dificultan su contemplación.

En el edificio de la antigua Lonja, antes de crearse el Archivo de Indias, estuvo una Academia de Dibujo fundada por Murillo en 1660, existiendo una placa recordando este evento.




En el barrio de Santa Cruz
Seguimos la ruta por el barrio de Santa Cruz, donde en la calle Santa Teresa nº 8, vivió el maestro en lo que hoy se conoce como Casa de Murillo. Es una típica vivienda del siglo XVII, que ha sido museo y hoy es sede administrativa de la Junta de Andalucía.

En este barrio, en la Plaza de Santa Cruz descansan sus restos, pues en ella estaba la primitiva parroquia de Santa Cruz, donde el día 4 de abril de 1682, fue enterrado, la iglesia desapareció durante la ocupación francesa.
Lo conmemora una placa conmemorativa.

En la iglesia del hospital de los Venerables, albergó hasta cuatro cuadros del autor, en el muro derecho se encuentra el retablo de la Inmaculada, cuyo lienzo actual es del siglo XVII y sustituye a la Inmaculada Concepcion de los Venerables de Murillo, llamada de Soult, al ser este general el que la expolió, hoy en el Museo del Prado.

La iglesia de Santa María la Blanca, en cuya restauración intervino el pintor, queda la obra de la Santa Cena, aunque contaba con otras cuatro, que desaparecerían con la invasión francesa, y que serían posteriormente recuperadas en el Museo del Prado o permanecen en el extranjero, por lo que están siendo reproducidas en su localización original como copias.
En el presbiterio, el sueño del Patricio, y Juan y su esposa ante el papa Liberio.
Se están reponiendo , en los huecos de las naves laterales, las copias de los cuadros, que se encuentran en el extranjero, del Triunfo de la Iglesia, la Eucaristía y el Triunfo de la Inmaculada.

En la judería visitar la Parroquia de San Bartolomé, muy relacionada con el pintor, que además de vecino era hermano de su hermandad Sacramental.

La iglesia de la Magdalena, hay una lápida sobre una pila bautismal, en una capilla del fondo del coro , procedente de la antigua iglesia de la Magdalena, donde se bautizó en 1617.

Junto a esta la calle Murillo, donde nació el pintor.

Su retrato se encuentra en el comedor de gala del ayuntamiento.

En honor a este gran artista se han bautizado los Jardines de Murillo, junto al Alcázar y cercanos a su barrio.

En la fachada del Palacio de San Telmo existe una escultura de Murillo junto a otros 11 ilustres sevillanos.

Pilas, localidad situada a 32 km de Sevilla, fue la villa natal de su esposa Beatriz Cabrera, por lo que sería visitada por el pintor, declarado vecino ilustre, luciendo en el escudo de la ciudad una paleta.
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https://www.visitarsevilla.es/que-ver/rutas-tematicas/ruta-de-murillo-en-sevilla/



 
Vida y obra
Murillo y la iglesia de la Magdalena

Partida de bautismo del pintor de 1 de enero de 1618.

Pila donde fue bautizado.

Murillo debió de nacer en los últimos días de 1617 pues fue bautizado en la parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla el 1 de enero de 1618. Era el menor de catorce hermanos, hijos del barbero Gaspar Esteban y de María Pérez Murillo, que procedía de una familia deplateros y contaba entre sus parientes cercanos con algún pintor. Conforme al uso anárquico de la época, aunque alguna vez firmó Esteban adoptó comúnmente el segundo apellido de la madre. Su padre era un acomodado barbero, cirujano y sangrador al que en ocasiones se daba tratamiento de bachiller,4 y del que en un documento de 1607 se decía que era «rico y ahorrador», arrendatario de algunos bienes inmuebles junto a la iglesia de San Pablo cuyos derechos heredó Bartolomé y le proporcionaron rentas toda su vida. Con nueve años y en el plazo de seis meses quedó huérfano de padre y madre y fue puesto bajo la tutela de una de sus hermanas mayores, Ana, casada también con un barbero cirujano, Juan Agustín de Lagares. El joven Bartolomé debió de mantener buenas relaciones con la pareja pues no mudó de domicilio hasta su matrimonio, en 1645, y en 1656 su cuñado, ya viudo, le nombró albacea testamentario.5

Murillo: su obra

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La Virgen con fray Lauterio, san Francisco de Asís y santo Tomás de Aquino, hacia 1638-1640, óleo sobre lienzo, 216 x 170 cm, Cambridge, Fitzwilliam Museum. Una cartela en el ángulo inferior derecho explica el contenido de este inusual asunto, en el que la Virgen aconseja al franciscano fray Lauterio, estudiante de teología, la consulta de la Summa Theologiae del aquinatense para resolver sus dudas de fe.…
Bartolomé Esteban Murillo - www.fitzmuseum.cam.ac.uk

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Sagrada Familia del pajarito, hacia 1649-1650, óleo sobre lienzo, 144 x 188 cm, Madrid, Museo del Prado. Con un tratamiento de la luz y un estudio de los objetos inanimados todavía zurbaranescos, Murillo crea un ambiente intimista de apacible cotidianidad que será el característico de su pintura, abordando el hecho religioso, en el que la figura de San José cobra especial protagonismo, con los recursos propios del naturalismo y una personal y humanísima visión.…

Bartolomé Esteban Murillo - [2]

La obra representa a los tres miembros de la Sagrada Familia cristiana.


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San Antonio de Padua, 1656, óleo sobre lienzo, Catedral de Sevilla. El cuadro marca, en opinión de A. E. Pérez Sánchez, la «definitiva inflexión» de Murillo hacia el estilo barroco pleno.

Esta obra, que preside el retablo de la capilla de San Antonio de la catedral de Sevilla, (España), fue pintada en 1656 por el célebre pintor Bartolomé Esteban Murillo.


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Nacimiento de la Virgen, 1660, París, Museo del Louvre.

Bartolomé Esteban Murillo - Web Gallery of Art: Image Info about artwork
  • Dominio público
  • File:Bartolomé Esteban Perez Murillo - Birth of the Virgin - WGA16372.jpg
  • Creado el: 31 de diciembre de 1659

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El sueño del patricio.
Bartolomé Esteban Murillo - [2]
La obra, que está inspirada en la fundación de la Basilica di Santa Maria Maggiore de Roma, representa el momento en que el patricio Juan tuvo un sueño en el que se le apareció la Virgen María y el Niño Jesús.
  • Dominio públicover términos
  • File:Bartolome murillo-sueño patricio.jpg
  • Creado el: hacia 1664 o 1665
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Abraham y los tres ángeles, Ottawa, National Gallery.
cybermuse.gallery.ca

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El regreso del hijo pródigo, Washington, National Gallery of Art.
Bartolomé Esteban Murillo - Web Gallery of Art: Image Info about artwork
  • Creado el: entre 1667 y 1670
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La curación del paralítico en la piscina probática, Londres, National Gallery.

Bartolomé Esteban Murillo - https://www.nationalgallery.org.uk/...healing-the-paralytic-at-the-pool-of-bethesda
  • Creado el: entre 1667 y 1670
 
Murillo: su obra (continuación...)

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Inmaculada Concepción de El Escorial, hacia 1660-1665, óleo sobre lienzo, 206 x 144 cm, Madrid, Museo del Prado.


Bartolomé Esteban Murillo - [1]

Esta obra es una de las Inmaculadas de Bartolomé Esteban Murillo con aspecto más juvenil, lo que la vincula con la tradición sevillana del también pintor sevillano Francisco de Zurbarán, y con las recomendaciones sobre la representación de este tema manifestadas por Francisco Pacheco en su Arte de la pintura, que escribió en 1649. Además, hay varios dibujos preparatorios para esta obra ejecutados por Murillo, lo que demuestra que el pintor sevillano se preparó concienzudamente para ejecutarla, y es conocida como Inmaculada del Escorial porque aparece citada por primera vez en las colecciones reales del monasterio de El Escorial en 1788, durante el reinado de Carlos IV de España
  • Creado el: entre 1660 y 1665

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Inmaculada Concepción de los Venerables o Inmaculada Soult, hacia 1678, óleo sobre lienzo, 274 x 190 cm, Madrid, Museo del Prado.


Bartolomé Esteban Murillo - [1]

En la mayoría de las Inmaculadas de Bartolomé Esteban Murillo, de las que llegó a pintar unas veinticuatro, la Virgen María aparece vestida con una túnica blanca y un manto de color azul, con sus manos cruzadas sobre el pecho, y al mismo tiempo con una luna creciente a sus pies y con la vista puesta en el Cielo. Esta obra le fue encargada a Murillo por Justino de Neve (1625-1685), que era un canónigo de la catedral de Sevilla, con destino al Hospital de los Venerables de la ciudad de Sevilla, ya que en España se había extendido extraordinariamente desde el siglo XVI la devoción por la Inmaculada Concepción de María, siendo además dicho país el principal defensor del misterio y el que luchó con mayor insistencia hasta que se convirtió en uno de los dogmas de la Fe católica, aunque ello no ocurriría oficialmente hasta el año 1854. A lo largo de su vida, Murillo pintó unas dos docenas de Inmaculadas que en la actualidad se encuentran repartidas por todo el mundo, aunque cuatro de ellas se conservan en el Museo del Prado y otras tantas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, la ciudad natal del pintor.
  • Creado el: 1 de enero de 1678


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El Buen Pastor, hacia 1660, óleo sobre lienzo, 123 x 101 cm, Madrid, Museo del Prado.


En esta obra el Niño Jesús es mostrado en relación con la metáfora bíblica del Buen Pastor que apacienta y cuida a su rebaño, y conviene señalar que Bartolomé Esteban Murillo se hizo célebre por sus representaciones de temas infantiles. Este tipo de representaciones tuvo un notable éxito la sociedad sevillana de la época de Murillo, y la «ternura y devoción» que inspiran han perdurado a través de los siglos, como señalan algunos autores. Y en esta obra, al igual que en muchas otras salidas de sus manos, Murillo destacó a la hora de combinar un estilo «sabio y delicado con un contenido amable y dulce».
  • Creado el: 1 de enero de 1660

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Niños jugando a los dados, hacia 1665-1675, óleo sobre lienzo, 140 x 108 cm, Múnich, Alte Pinakothek.
  • Creado el: 1 de enero de 1675

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Niño riendo asomado a la ventana, hacia 1675, Londres, National Gallery.
  • Creado el: entre 1670 y 1680

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Nicolás de Omazur, 1672, óleo sobre lienzo, 83 x 73 cm, Madrid, Museo del Prado.

Retrato del comerciante y poeta Nicolás Omazur († 1698), nacido en Amberes hacia 1609 y afincado en Sevilla y amigo personal del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, que realizó este retrato y también el de la esposa de Nicolás Omazur.
  • Creado el: 31 de diciembre de 1671

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Las bodas de Caná, hacia 1670-1675, óleo sobre lienzo, 179 x 235 cm, Birmingham, The Barber Institute. El banquete de bodas permite a Murillo representar una escena de vivo colorido y diversidad de vestuario, con toques orientalizantes también en el mantel, además de un variado repertorio de objetos de bodegón, con el gran cántaro de cerámica como eje de la composición.…
  • Creado el: 1 de enero de 1672


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José y la mujer de Putifar, hacia 1645, óleo sobre lienzo, 196,5 x 245,3 cm, Kassel, Gemäldegalerie Alte Meister. El cuadro, con una carga erótica poco usual en la pintura española, fue adquirido a nombre de Murillo por el landgrave de Hesse antes de 1765. Confiscado por las tropas francesas, se expuso en elLouvre de 1807 a 1815. Devuelto a sus propietarios fue considerado obra italiana y atribuido por el museo aSimone Cantarini. En 1930 se descubrió la firma del pintor tras una limpieza, lo que no impidió que continuasen las dudas acerca de su autoría reivindicada tras la aparición en colección particular de una segunda versión del mismo asunto de autografía indiscutida.
  • Creado el: entre 1640 y 1645


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Los desposorios místicos de santa Catalina, óleo sobre lienzo, 449 x 325 cm, Cádiz, Museo de Cádiz. La muerte sorprendió a Murillo cuando trabajaba en las pinturas para el retablo mayor de la iglesia de los capuchinos de Cádiz al que pertenecen los Desposorios místicos de santa Catalina, cuya ejecución hubo de completar Francisco Meneses Osorio.
  • Creado el: 31 de diciembre de 1681

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Autorretrato, hacia 1670, óleo sobre lienzo, 122 x 107 cm, Londres, National Gallery. Inscripción: Bartus Murillo seipsum depin/gens pro filiorum votis acpreci/bus explendis. En este cuadro, pintado por deseo de sus hijos, Murillo se autorretrató dentro de un marco ovalado con molduras, apoyando en él una mano para reforzar el efecto naturalista del trampantojo y acompañado por los instrumentos propios del arte de pintor: lápiz, papel y compás para el dibujo, paleta y pinceles para el color, en una demostración de orgullo por la posición social alcanzada con su oficio solo comparable en la pintura española al autorretrato de Velázquezen Las meninas.
 
Formación y primeros años
Apenas se tienen noticias documentales de los primeros años de vida de Murillo y de su formación como pintor. Consta que en 1633, cuando contaba quince años, solicitó licencia para pasar a América con algunos familiares, motivo por el que hizo testamento en favor de una sobrina.6 Según la costumbre de la época, por esos años o algo antes debió de iniciar su formación artística. Aun cuando no existe constancia documental, es muy posible, como afirmó Antonio Palomino, que se formase en el taller de Juan del Castillo, casado con una de las hijas de Antonio Pérez, tío y padrino de bautismo de Murillo y pintor de imaginería él mismo.7 Pintor discreto caracterizado por la sequedad del dibujo y la amable expresividad de sus rostros, la influencia de Castillo se advierte con claridad en las que probablemente sean las más tempranas de las obras conservadas de Murillo, cuyas fechas de ejecución podrían corresponder a 1638-1640: La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo (Sevilla, Palacio arzobispal y antigua colección del conde de Toreno) y La Virgen con fray Lauterio, san Francisco de Asís y santo Tomás de Aquino (Cambridge, Fitzwilliam Museum), de dibujo seco y alegre colorido.89

Según Palomino, al dejar el taller de Juan del Castillo lo bastante capacitado para «mantenerse pintando de feria (lo cual entonces prevalecía mucho), hizo una partida de pinturas para cargazón de Indias; y habiendo por este medio adquirido un pedazo de caudal, pasó a Madrid, donde con la protección de Velázquez, su paisano (...), vio repetidas veces las eminentes pinturas de Palacio».10 Aunque no es improbable que, como otros pintores sevillanos, pintase en sus comienzos cuadros de devoción para el lucrativo comercio americano,11 nada indica que viajase a Madrid en estas fechas como tampoco es probable que realizase el viaje aItalia que le atribuyó Sandrart. El propio Palomino desmintió ya este viaje, tras investigar la cuestión, según decía, con «exacta diligencia». Por lo demás, la infundada suposición de un viaje a Italia, según pensaba el cordobés, nacía de «que los extranjeros no quieren conceder en esta arte el laurel de la Fama a ningún español, si no ha pasado por las aduanas de Italia: sin advertir, que Italia se ha transferido a España en las estatuas, pinturas eminentes, estampas, y libros; y que el estudio del natural (con estos antecedentes) en todas partes abunda».12

El propio Palomino, que había llegado a conocerlo aunque no lo tratase, decía haber oído a otros pintores que en sus primeros años «se había estado encerrado todo aquel tiempo en su casa estudiando por el natural, y que de esta suerte había adquirido la habilidad» con la que, al exponer sus primeras obras públicas, pintadas para el convento de los franciscanos, se ganó el respeto y la admiración de sus paisanos, quienes hasta ese momento nada sabían de su existencia y progresos en el arte.13 En cualquier caso, el estilo que se manifiesta en sus primeras obras importantes, como son las citadas pinturas del claustro chico del convento de San Francisco, pudo aprenderlo sin salir de Sevilla en artistas de la generación anterior como Zurbarán y Francisco de Herrera el Viejo.

Sevilla en el siglo XVII

Ostentando el monopolio del comercio con las Indias y contando con Audiencia, diversos tribunales de justicia, entre ellos el de la Inquisición, arzobispado, Casa de Contratación, Casa de Moneda, consulados y aduanas, Sevilla era a comienzos del siglo XVII el «paradigma de ciudad».14 Aunque los 130 000 habitantes con los que contaba a finales del siglo XVI habían disminuido algo a consecuencia de la peste de 1599 y la expulsión de los moriscos, cuando nació Murillo seguía siendo una ciudad cosmopolita, la más poblada de las españolas y una de las mayores del continente europeo. A partir de 1627 comenzaron a advertirse algunos síntomas de crisis a causa de la disminución del comercio con Indias, que lentamente se desplazaba hacia Cádiz, el estallido de la Guerra de los Treinta Años y la separación de Portugal. Pero el mayor problema llegó con la peste de 1649, de efectos devastadores, en la que el pintor podría haber perdido algún hijo. La población se redujo a la mitad, contabilizándose unos 60 000 muertos, y ya no se recuperó: amplias zonas urbanas, sobre todo en las parroquias populares de la zona norte, quedaron semidesiertas y con sus casas convertidas en solares.15

Aunque la crisis afectó de manera desigual a los diversos segmentos de la población, el nivel de vida general disminuyó. Las clases populares, las más afectadas por ella, protagonizaron en 1652 un motín de corto alcance causado por el hambre, pero en líneas generales la caridad funcionó como paliativo de la injusticia y la miseria, que afectaba por igual a los pordioseros que se agolpaban a las puertas del palacio episcopal para recibir la hogaza de pan que repartía diariamente el arzobispo, como a los cientos de pobres «vergonzantes» contabilizados en cada parroquia o en instituciones específicamente dedicadas a su atención. Entre estas destacó la Hermandad de la Caridad, revitalizada después de 1663 por Miguel Mañara, quien en 1650 y 1651 había actuado como padrino de bautismo de dos de los hijos de Murillo. El pintor, que era hombre devoto como demuestra su ingreso en la Cofradía del Rosario en 1644, la recepción del hábito de la Venerable Orden Tercera de San Francisco en 1662 y su presencia frecuente en los repartos de pan organizados por las parroquias a las que sucesivamente estuvo adscrito, ingresó también en esta institución en 1665.

Menos afectada por la crisis, la Iglesia también notó sus consecuencias: después de 1649 apenas se establecerán nuevos conventos: tan sólo dos o tres hasta el siglo XIX, frente a los nueve conventos de varones y uno de mujeres que se habían fundado desde el año del nacimiento de Murillo hasta esa fecha.16 Sus cerca de setenta conventos eran, sin duda, más que suficientes para una urbe que había visto disminuir tan drásticamente su población; pero la ausencia de nuevas fundaciones conventuales no puso fin a la demanda de obras de arte, pues templos y cenobios no dejaron de enriquecerse artísticamente por sus propios medios o por donaciones de particulares acomodados, como el propio Mañara.

El comercio con Indias, aunque no generase un tejido industrial, siguió aportando trabajo a tejedores, libreros y artistas. Los compradores de plata, que se encargaban de afinar los lingotes y los llevaban a labrar a la Casa de la Moneda, eran profesionales exclusivos de Sevilla; tampoco les faltó el trabajo a los oficiales de la Casa de la Moneda, al menos por temporadas, cuando arribaba la flota a puerto.17 Y nunca faltaron los comerciantes llegados del extranjero, que hacían de Sevilla una ciudad cosmopolita. Se estima que en 1665 la cifra de extranjeros residentes en Sevilla rondaba los siete mil, aunque lógicamente no todos ellos dedicados al comercio. Algunos se habían integrado plenamente en la ciudad tras hacer fortuna: Justino de Neve, protector de la iglesia de Santa María la Blanca y del Hospital de Venerables, para los que encargó a Murillo algunas de sus obras maestras, procedía de una de aquellas familias de antiguos comerciantes flamencos establecidos en la ciudad ya en el siglo XVI.18 Otros se incorporaron en fechas más avanzadas: el holandésJosua van Belle y el flamenco Nicolás de Omazur, a los que retrató Murillo, llegaron a la ciudad después de 1660. Hombres cultos a la vez que adinerados, hubieron de viajar a Sevilla con retratos y cuadros de aquella procedencia, lo que explicaría la influencia, entre otros, de Bartholomeus van der Helst en los retratos del sevillano.19 Ellos fueron también los encargados de extender la fama de Murillo más allá de la península, singularmente Nicolás de Omazur cuya amistad con el pintor le llevó a encargar, a su muerte, un grabado del Autorretrato ahora conservado en la National Gallery de Londres, acompañado de un texto laudatorio en latín posiblemente redactado por él mismo, que además de comerciante era conocido como poeta.20

Primeros encargos

En 1645 Murillo contrajo matrimonio con Beatriz Cabrera Villalobos, de una familia de acomodados labradores de Pilas y sobrina de Tomás Villalobos, platero de oro y familiar del Santo Oficio que la tutelará al pasar a Sevilla.21 El matrimonio tuvo diez hijos, de los que únicamente cinco —la menor de quince días— sobrevivieron a la madre, fallecida el 31 de diciembre de 1663.22 Sólo uno, Gabriel (1655-1700), trasladado a las Indias en 1678, apenas cumplidos los veinte años, y que llegó a ser Corregidor de Naturales de Ubaque (Colombia),23 parece haber seguido el oficio paterno para el que, de creer a Palomino, era sujeto de buenas prendas y «mayores esperanzas».12

El mismo año de su matrimonio recibió el primer encargo importante de su carrera: los once lienzos para el claustro chico del convento de San Francisco de Sevilla, en los que trabajó de 1645 a 1648. Dispersos los cuadros tras la Guerra de la Independencia,24 la serie narra con propósito didáctico algunas historias pocas veces representadas de santos de la orden franciscana, en especial seguidores de la Observancia española a la que estaba adscrito el convento. En la elección de sus asuntos se puso el acento en la exaltación de la vida contemplativa y la de oración, representadas en el San Francisco confortado por un ángel, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y La cocina de los ángeles (Museo del Louvre), la alegría franciscana, ejemplificada en el San Francisco Solano y el toro (Patrimonio Nacional, Real Alcázar de Sevilla), y el amor al prójimo, reflejado específicamente en el San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres (Real Academia de San Fernando). Con un fuerte acento naturalista, en la tradición del tenebrismozurbaranesco, recogió en este último lienzo un completo repertorio de tipos populares retratados con apacible dignidad, cuidadosamente ordenados en una sencilla composición en planos paralelos y recortados sobre un fondo negro. En el centro, en torno al caldero, destaca un grupo de niños mendigos en el que cabe apreciar ya el interés que el pintor nunca abandonará por los temas infantiles.25

Si la serie, en su conjunto, puede explicarse dentro de la tradición monástica iniciada por Pacheco, el naturalismo de algunas de sus piezas y el interés por el claroscuro muestran una afinidad con la obra de Zurbarán que podría considerarse ya un tanto arcaica, pues Velázquez y Alonso Cano, de la misma generación que el maestro extremeño, hacía años que habían abandonado el tenebrismo.26 La tendencia al intenso claroscuro, sin embargo, aún se va a ver acentuada en alguna obra posterior, aunque todavía dentro de su producción temprana, como puede ser la Última Cena de la iglesia de Santa María la Blanca, fechada en 1650. Pero junto a ese gusto por la iluminación intensa y contrastada, en algunos lienzos de la misma serie franciscana se aprecian novedades que, distanciándolo de Zurbarán, permitirían explicar la buena acogida que tuvo el encargo, aunque fuese modestamente pagado: así la difusa iluminación celestial que envuelve al cortejo de santas que acompañan a la Virgen en el lienzo apaisado que representa La muerte de Santa Clara(Dresde, Gemäldegalerie, fechado en 1646), donde además en las figuras de las santas se manifiesta ya el sentido de la belleza con que Murillo acostumbrará a retratar a los personajes femeninos, o el dinamismo de las figuras que pueblan laCocina de los ángeles, donde se representa al lego fray Francisco de Alcalá en levitación y a los ángeles afanados en sus tareas en la cocina. No obstante, y junto a estos aciertos, en el conjunto de la serie se advierte cierta torpeza en la forma de resolver los problemas de perspectiva y la utilización de estampas flamencas como fuente de inspiración. A ellas se debe en buena parte el dinamismo de las figuras angélicas, tomadas principalmente de la serie de los Angelorum Icones deCrispin van de Passe. Otras fuentes empleadas, como Rinaldo y Armida, grabado de Pieter de Jode II sobre una composición de Anton van Dyck solo dos años anterior al encargo de la serie franciscana, demuestran que Murillo podía estar al tanto de las últimas novedades en pintura.2728

De 1649 a 1655: el impacto de la peste

En los años inmediatos al terrible impacto de la peste de 1649 no se conocen nuevos encargos de aquella envergadura pero sí un elevado número de imágenes de devoción, entre ellas algunas de las obras más populares del pintor, en las que el interés por la iluminación claroscurista se distancia de lo zurbaranesco por la búsqueda de una mayor movilidad e intensidad emotiva, al interpretar los temas sagrados con delicada e íntima humanidad. Las varias versiones de la Virgen con el Niño o de la llamada Virgen del Rosario (entre ellas las del Museo de Castres,Palacio Pitti y Museo del Prado), la Adoración de los pastores y la Sagrada Familia del pajarito, ambas del Museo del Prado, la juvenil Magdalena penitente de laNational Gallery of Ireland y Madrid, colección Arango, o la Huida a Egipto deDetroit, pertenecen a este momento, en el que también abordó por primera vez el tema de la Inmaculada en la llamada Concepción Grande o Concepción de los franciscanos (Sevilla, Museo de Bellas Artes), con la que inició la renovación de suiconografía en Sevilla según el modelo de Ribera.29

También pertenece a este momento, en el terreno ya de la pintura profana, el Niño espulgándose o Joven mendigo del Museo del Louvre, el primer testimonio conocido de la atención y dedicación del pintor a los motivos populares con protagonistas infantiles, en el que se ha visto una nota de melancólico pesimismo al mostrar al pequeño esportillero desparasitándose en soledad, pesimismo que abandonará por completo en sus obras posteriores, de mayor vitalidad y alegría.30 De otro orden son la reaparecida Vieja hilandera de Stourhead House, conocida con anterioridad solo por una copia mediocre guardada en el Museo del Prado, y la Vieja con gallina y cesta de huevos (Múnich, Alte Pinakothek), que pudo pertenecer a Nicolás de Omazur, pinturas de género concebidas casi como retratos de observación directa e inmediata aunque en ellas se acuse también la influencia de la pintura flamenca a través de estampas de Cornelis Bloemaert.31 De 1650 es también el primer retrato documentado, el de Don Juan de Saavedra (Córdoba, colección privada).32

Con su arzobispo y sus más de sesenta conventos, Sevilla era en el siglo XVII un importante foco de cultura religiosa. En ella, la religiosidad popular, alentada por las instituciones eclesiásticas, se manifestó en ocasiones con vehemencia. Así ocurrió en 1615, cuando según Diego Ortiz de Zúñiga y otros cronistas de la época, la ciudad entera se echó a la calle para proclamar la concepción de María sin pecado original, en respuesta al sermón de un padre dominico en el que había manifestado una «opinión poco piadosa» en relación con el misterio. En su desagravio se celebraron procesiones y fiestas tumultuosas ese año y los siguientes a las que no faltaron negros y mulatos, y también «Moros y Moras», según se decía, hubiesen participado con su propia fiesta de habérseles permitido.33 La peste de 1649 hizo además que se redoblasen algunas devociones con títulos tan significativos como las del Cristo de la Buena Muerte o del Buen Fin, y que se fundasen o renovasen cofradías como la de los Agonizantes, cuyo objetivo era procurar a los hermanos sufragios y digna sepultura.34

En ese ambiente de intensa religiosidad, la clientela eclesiástica constituía solo una parte, y quizá no la mayor, de la amplia demanda de obras religiosas, lo que permitiría explicar la producción murillesca de estos años, destinada a clientes privados y no a templos o conventos, con la repetición de motivos y la existencia de copias salidas del taller, como ocurre con la Santa Catalina de Alejandría de medio cuerpo, cuyo original, conocido por varias copias, se encuentra actualmente en la Fundación Focus-Abengoa de Sevilla. Numerosos particulares tomaron a su cargo la fundación o dotación de iglesias, conventos y capillas, pero además pinturas o sencillas láminas de asunto religioso no podían faltar en ningún hogar, por modesto que fuera. Un estudio estadístico hecho sobre 224 inventarios sevillanos entre los años 1600 y 1670, con un total de 5 179 pinturas reseñadas, arroja la cifra de 1 741 cuadros de asunto religioso en poder de particulares, es decir, algo más de un tercio del total; pocos más, 1 820, correspondían a la pintura profana de cualquier género y de los restantes 1 618 no se determinaba el motivo pero seguramente muchos de ellos serían también de asunto religioso. Como en otros lugares de España, el porcentaje de pinturas profanas era mayor en las colecciones de la nobleza y el clero, aumentando la pintura de motivo religioso conforme se descendía en la escala social, hasta ser casi el único género presente en los inventarios de los agricultores y trabajadores en general.35

La llegada de Herrera el Mozo a Sevilla y la recepción del pleno barroco

En 1655 llegó a Sevilla Francisco de Herrera el Mozo, procedente de Madrid tras una probable estancia de algunos años en Italia. A poco de llegar pintó el Triunfo del Sacramento de la Catedral de Sevilla, con la novedad de sus grandes figuras situadas a contraluz en el primer plano y el revoloteo de ángeles infantiles tratados con pincelada fluida y casi transparente en las lejanías. Su influencia se podrá advertir de inmediato en el San Antonio de Padua, cuadro de grandes dimensiones que Murillo pintó para la capilla bautismal de la catedral sólo un año después. La neta separación de los espacios celeste y terreno, tradicional en la pintura sevillana, con su equilibrada composición y figuras monumentales, se rompe decididamente aquí, potenciando la diagonal, al situar el rompimiento de gloria desplazado a la izquierda. El santo, a la derecha, extiende los brazos hacia la figura del Niño Jesús, que aparece aislado sobre un fondo vivamente iluminado. La distancia que los separa subraya la intensidad de los sentimientos del santo y su anhelo expectante. El santo se sitúa en un espacio interior en penumbra, pero abierto a una galería con la que se crea un segundo foco de fuerte iluminación con la que consigue una admirable profundidad espacial y evita el violento contraste entre un cielo iluminado y una tierra en sombras, unificando los espacios mediante una luz difusa y vibrante en la que algunos ángeles del primer plano quedan también a contraluz.3637

La propia evolución de su pintura hizo posible esa rápida asimilación de las novedades herrerianas. Del mismo año 1655, terminados en el mes de agosto cuando se colocaron en la sacristía de la catedral, son la pareja de santos sevillanos formada por San Isidoro y San Leandro, cuadros costeados por el acaudalado canónigo Juan Federigui. Tratándose de figuras monumentales, mayores que el natural por ir colocadas en lo alto de las paredes, aparecen bañadas por una luz plateada que provoca en las túnicas blancas destellos brillantes logrados por una técnica de pincelada pastosa y fluida.38 De fecha próxima pueden ser la Lactación de San Bernardo y la Imposición de la casulla a San Ildefonso, ambos en el Museo del Prado, de datación controvertida y origen desconocido. Los cuadros se citan por primera vez en el inventario del Palacio de la Granja de 1746 como pertenecientes a Isabel de Farnesio, probablemente adquiridos durante los años de estancia de la corte en Sevilla. Por su tamaño, de más tres metros de alto y similares dimensiones, cabe suponerlos cuadros de altar, aunque se desconoce la iglesia para la que fueron pintados y si la procedencia, como parece, es la misma para ambos. Todavía se aprecia en ellos el gusto por la iluminación claroscurista y las figuras monumentales, con una composición sobria y detalles decorativos en los que se han advertido recuerdos de Juan de Roelas principalmente para el lienzo de San Bernardo, si bien con un tratamiento de los accesorios más naturalista en Murillo que en su modelo. Pero al mismo tiempo, el sutil empleo de las luces, especialmente en las zonas más intensamente iluminadas, avanza el tratamiento lírico de la materia que será característico de su obra posterior.39

Dos importantes conjuntos, cuyos encargos no han podido ser documentados, podrían pertenecer también a este momento por su rico sentido del color y la disposición de algunas figuras a contraluz: los tres monumentales lienzos dedicados a la vida de Juan el Bautista, de los que únicamente se sabe que en 1781 colgaban en el refectorio del convento de religiosas agustinas de San Leandro de Sevilla, vendidos por el convento en 1812 y actualmente dispersos entre los museos deBerlín, Cambridge y Chicago, y la serie del Hijo Pródigo (Dublín, National Gallery of Ireland), de la que algún boceto se conserva en el Museo del Prado, serie inspirada en grabados de Jacques Callot pero que el pintor supo adaptar a su propio estilo pictórico y al ambiente sevillano del momento en las vestimentas y fisonomías de sus protagonistas. Esta aproximación histórica es especialmente reseñable en el lienzo llamado El hijo pródigo hace vida disoluta, en el que se ha visto una escena costumbrista contemporánea con todos los elementos propios de un bodegón y otros detalles naturalistas hábilmente resueltos, como la figura del músico que, situado a contraluz, hace más agradable el banquete, el perrillo que asoma bajo el mantel o los generosos escotes de las damas engalanadas con ropas de vistosos colores y comedidoerotismo.40

Años de plenitud

En 1658 pasó algunos meses en Madrid. Se desconocen los motivos de este viaje y lo que hiciera durante su estancia en la ciudad, pero cabe suponer que, estimulado por Herrera, quisiese conocer las últimas novedades que en materia de pintura se practicaban en la corte. De regreso a Sevilla se ocupó en la fundación de una academia de dibujo, cuya primera sesión tuvo lugar el 2 de enero de 1660 en la casa lonja. Su objetivo era permitir tanto a los maestros de pintura y escultura como a los jóvenes aprendices perfeccionarse en el dibujo anatómico del desnudo, para lo que la academia facilitaría su práctica con modelo vivo, sufragado por los maestros, que aportaban también el gasto en leña y velas, pues las sesiones tenían lugar por la noche. Murillo fue su primer copresidente, junto con Herrera el Mozo, que marchó ese mismo año a Madrid para asentarse definitivamente en la corte.41 En noviembre de 1663 aún participó en la sesión que acordó la redacción de las constituciones de la academia, pero para entonces había dejado ya su presidencia, pues al frente de ella aparece en la documentación Sebastián de Llanos y Valdés. Según Palomino, que pondera siempre el carácter apacible de Murillo y su modestia, la habría abandonado y establecido academia particular en su propia casa, para no vérselas con el carácter altivo de Juan de Valdés Leal, elegido presidente a continuación, quien «en todo quería ser solo».42


De ese año 1660 es también una de las obras más significativas y admiradas de su producción: el Nacimiento de la Virgen del Museo del Louvre, pintado para sobrepuerta de la Capilla de la Concepción Grande de la catedral sevillana. En el centro, bajo un pequeño rompimiento de gloria, un grupo de matronas y ángeles en composición decreciente deudora de Rubens se arremolinan alegres en torno a la recién nacida, de la que emana un foco de luz que ilumina intensamente el primer plano y se degrada hacia el fondo. De este modo crea efectos atmosféricos en las escenas laterales, más retrasadas y con focos de luz autónomos, en las que aparecen santa Ana a la izquierda, en una cama bajo dosel, contrastando su tenue iluminación con la de la silla situada en primer término a contraluz, y dos doncellas a la derecha secando los pañales al fuego de una chimenea. Esta cuidadosamente estudiada jerarquización de las luces recuerda a críticos como Diego Angulo la pintura holandesa y en concreto la pintura de Rembrandt, que Murillo pudo conocer a través de estampas o incluso por la presencia de alguna de sus obras en colecciones sevillanas, como la de Melchor de Guzmán, marqués de Villamanrique, de quien se sabe que poseía un cuadro de Rembrandt que expuso públicamente en 1665 con ocasión de la inauguración de la iglesia de Santa María la Blanca.43

Influencias holandesas y flamencas se señalan también en sus paisajes, elogiados ya por Palomino, quien a propósito de ellos decía: «no es de omitir la célebre habilidad, que tuvo nuestro Murillo en los países». Descontado algún paisaje puro de atribución dudosa, como el Paisaje con cascada del Museo del Prado, se trata de fondos paisajísticos en composiciones narrativas. Los mejores ejemplares en este orden corresponden a los cuatro lienzos conservados de la serie de historias deJacob que pintó para el marqués de Villamanrique, expuestos en la fachada de su palacio en las fiestas de consagración de la iglesia de Santa María la Blanca en 1665 y pintados probablemente hacia 1660.44 Palomino, confundiendo el sujeto, pues habla de historias de la vida de David, cuenta que el marqués de Villamanrique encargó los paisajes a Ignacio de Iriarte, especialista en el género, y las figuras a Murillo, pero que al disputar los pintores sobre quién había de hacer el primero su parte, Murillo, enfadado, le dijo «que si pensaba, que le había menester para los países, se engañaba: y así él solo hizo las tales pinturas con historias, y países, cosa tan maravillosa como suya; las cuales trajo a Madrid dicho señor Marqués».45

a serie, que originalmente debía de estar formada por cinco cuadros de los que solo se conocen cuatro, se encontraba en el siglo XVIII en Madrid en poder del marqués de Santiago y a comienzos del siglo XIX ya se había dispersado. En la actualidad se localizan dos de sus historias en elMuseo del Ermitage, las que representan a Jacob bendecido por Isaac yLa escala de Jacob, y las dos restantes en Estados Unidos: Jacob busca los ídolos domésticos en la tienda de Raquel, conservada en elCleveland Museum of Art, y Jacob pone las varas al rebaño de Labán, propiedad del Meadows Museum de Dallas. Los amplios paisajes, especialmente en estos dos últimos, ordenados en torno a un motivo central y abiertos a un fondo luminoso lejano sobre el que se recortan los perfiles difusos de las montañas, sugieren el conocimiento de paisajistas flamencos como Joos de Momper o Jan Wildens,46 y quizá también de los paisajes italianos de Gaspard Dughet, estrictamente contemporáneo, en tanto la atención prestada al ganado, abundante en ambos cuadros, parece remitir a Orrentereinterpretado a la rica manera del sevillano.36 Con absoluto naturalismo, Murillo representará en el Jacob pone las varas al rebaño de Labán incluso el apareamiento de las ovejas al que hace alusión el texto bíblico (Génesis, 30, 31), lo que por cuestiones de decoro se ocultó bajo repintes probablemente ya en el siglo XIX, para volver a salir a la luz en el XX.44

Los grandes encargos:

La serie de pinturas para Santa María la Blanca

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El sueño del patricio.

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El patricio Juan y su esposa ante el papa Liberio.

Pintados entre 1662 y 1665, los dos medios puntos de más de 5 metros de ancho que decoraban la nave central, actualmente en el Museo del Prado, narran la fundación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, o Santa María de las Nieves, advocación del templo sevillano.

Pinturas para la iglesia de los capuchinos de Sevilla
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Santo Tomás de Villanueva, hacia 1668, óleo sobre lienzo, 2383 x 188 cm, Sevilla, Museo de Bellas Artes. Pintado para una de las capillas laterales de la iglesia de los capuchinos, Murillo llamaba a este cuadro su Lienzo

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San Francisco abrazando a Cristo en la Cruz es un cuadro deBartolomé Esteban Murillo, pintado al óleo sobre lienzo con unas dimensiones de 283 x 188 cm. Datado entre los años 1668 al 1669, actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.



La serie de las obras de misericordia para el Hospital de la Caridad

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Abraham y los tres ángeles, Ottawa, National Gallery.


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El regreso del hijo pródigo, Washington,National Gallery of Art.


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La curación del paralítico en la piscina probática, Londres, National Gallery.


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San Juan de Dios (detalle), 1672,Sevilla, iglesia del Hospital de la Caridad.













 
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