Del carisma a la prudencia.LUCÍA MÉNDEZ.

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LUCÍA MÉNDEZ

03/06/2017

Del carisma a la prudencia









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España se sobresaltó hace tres años con una noticia inédita en muchos siglos: la abdicación del Rey Don Juan Carlos en su hijo Felipe, después de 39 años en el trono. El escándalo de corrupción protagonizado por su yerno, Iñaki Urdangarin, y el episodio poco ejemplar de la cacería en Botsuana –con graves consecuencias para el delicado estado de salud de Don Juan Carlos– minaron la buena imagen del Monarca ante los españoles y acabaron afectando al prestigio de la propia institución que él encarnaba. En aquel mes de junio de 2014, asomaba por el horizonte una crisis del sistema político que se palpaba ya en un aumento de la indignación social motivada por los padecimientos económicos y la corrupción. Las elecciones europeas fueron el detonante del cambio, con la aparición de nuevas fuerzas políticas –sobre todo Podemos, pero también Ciudadanos– y marcaron el comienzo del fin de la hegemonía total del bipartidismo.

Algo se barruntaba en el horizonte y no era algo bueno para la estabilidad del país ni de la Jefatura del Estado. La Monarquía española –que, a diferencia de los partidos políticos, piensa en siglos y no en legislaturas– supo entonces que tenía que proceder a un relevo y agradecerle los muchos servicios prestados a Juan Carlos I. Su hijo, el Príncipe de Asturias, estaba preparado para asumir la Corona. O, por mejor decir, estaba listo para renovar y modernizar la Monarquía española, que permanecía anclada en la época que le otorgó la gran legitimidad de la que gozaba: la Transición. Mariano Rajoy al frente del Gobierno pilotó la sucesión en la Corona.

Tres años después de aquella despedida –que fue aceptada por Don Juan Carlos no sin amargura–, los dos protagonistas de la historia compartieron foto ayer en la Escuela Naval de Marín. El Rey quiso tener un gesto con su padre y le invitó a acompañarle en el 300 aniversario de la Real Compañía de Guardiamarinas el 2 de junio, precisamente la fecha de la abdicación. «Gracias, Majestad», le dijo ayer el hijo al padre en el brindis.

Desde que abandonó la Jefatura del Estado, Don Juan Carlos ha hecho lo que le ha mandado el Rey. Desde acudir a las tomas de posesión de los presidentes latinoamericanos hasta presenciar la final de la Champions en Cardiff. Su presencia institucional se ha reducido, sin embargo, a la mínima expresión. Por contra, ha disfrutado de su vida personal y de las aficiones que comparte con amigos de la misma edad o parecida. Se pasa de vez en cuando por un despacho acondicionado en el Palacio Real y sigue viajando mucho por todo el mundo. En los últimos meses, Don Juan Carlos –a quien no le gusta nada el mote de «emérito»– ha regresado a las fotos del álbum familiar.

Los españoles se han acostumbrado a la ausencia de Don Juan Carlos con la misma normalidad que a la presencia de Don Felipe. El Monarca del carisma ha dado paso al Monarca de la prudencia. El Rey que se metía en política para deshacer todo tipo de entuertos ha sido sustituido por el Rey discreto, sólido y maduro que ocupa la más alta magistratura del Estado sin dar que hablar más que lo imprescindible.

Felipe VI ha ido adaptando los usos y actividades de la Monarquía al «tiempo nuevo» que él mismo anunció en su discurso ante las Cortes. Limitó la Familia Real a los Reyes y sus hijas, rompió relaciones con su hermana Cristina y le retiró el Ducado de Palma por respaldar el comportamiento corrupto de su marido, estableció normas para la ejemplaridad de los funcionarios a su servicio y superó no sin agobio la prueba del bloqueo político, cumpliendo el papel que le otorga la Constitución. El Rey recibió con alivio la absolución de su hermana y la condena a seis años de cárcel de su cuñado, Iñaki Urdangarin.

Felipe y Letizia han estabilizado la institución monárquica, superando su crisis de reputación. El consenso de todas las fuerzas políticas en torno a la Corona se ha mantenido intacto. Incluso Podemos, que refuta el sistema político de 1978, asume la Monarquía sin aspavientos y sin reclamar una consulta sobre la forma de Estado. A lo que no es ajeno el esfuerzo que ha hecho el Rey por mantener una interlocución fluida y normal con Pablo Iglesias.

Tres años después, aquella España del sobresalto ha recuperado la normalidad institucional y la amenaza externa contra el sistema político ha sido incorporada a las instituciones. La contribución de la nueva Monarquía a la recuperación de la normalidad ha sido decisiva.

m
Qué barbaridad !!!!
O , mejor : Barbarismo :confused::confused::confused:
 
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España se sobresaltó hace tres años con una noticia inédita en muchos siglos: la abdicación del Rey Don Juan Carlos en su hijo Felipe, después de 39 años en el trono. El escándalo de corrupción protagonizado por su yerno, Iñaki Urdangarin, y el episodio poco ejemplar de la cacería en Botsuana –con graves consecuencias para el delicado estado de salud de Don Juan Carlos– minaron la buena imagen del Monarca ante los españoles y acabaron afectando al prestigio de la propia institución que él encarnaba. En aquel mes de junio de 2014, asomaba por el horizonte una crisis del sistema político que se palpaba ya en un aumento de la indignación social motivada por los padecimientos económicos y la corrupción. Las elecciones europeas fueron el detonante del cambio, con la aparición de nuevas fuerzas políticas –sobre todo Podemos, pero también Ciudadanos– y marcaron el comienzo del fin de la hegemonía total del bipartidismo.

Algo se barruntaba en el horizonte y no era algo bueno para la estabilidad del país ni de la Jefatura del Estado. La Monarquía española –que, a diferencia de los partidos políticos, piensa en siglos y no en legislaturas– supo entonces que tenía que proceder a un relevo y agradecerle los muchos servicios prestados a Juan Carlos I. Su hijo, el Príncipe de Asturias, estaba preparado para asumir la Corona. O, por mejor decir, estaba listo para renovar y modernizar la Monarquía española, que permanecía anclada en la época que le otorgó la gran legitimidad de la que gozaba: la Transición. Mariano Rajoy al frente del Gobierno pilotó la sucesión en la Corona.

Tres años después de aquella despedida –que fue aceptada por Don Juan Carlos no sin amargura–, los dos protagonistas de la historia compartieron foto ayer en la Escuela Naval de Marín. El Rey quiso tener un gesto con su padre y le invitó a acompañarle en el 300 aniversario de la Real Compañía de Guardiamarinas el 2 de junio, precisamente la fecha de la abdicación. «Gracias, Majestad», le dijo ayer el hijo al padre en el brindis.

Desde que abandonó la Jefatura del Estado, Don Juan Carlos ha hecho lo que le ha mandado el Rey. Desde acudir a las tomas de posesión de los presidentes latinoamericanos hasta presenciar la final de la Champions en Cardiff. Su presencia institucional se ha reducido, sin embargo, a la mínima expresión. Por contra, ha disfrutado de su vida personal y de las aficiones que comparte con amigos de la misma edad o parecida. Se pasa de vez en cuando por un despacho acondicionado en el Palacio Real y sigue viajando mucho por todo el mundo. En los últimos meses, Don Juan Carlos –a quien no le gusta nada el mote de «emérito»– ha regresado a las fotos del álbum familiar.

Los españoles se han acostumbrado a la ausencia de Don Juan Carlos con la misma normalidad que a la presencia de Don Felipe. El Monarca del carisma ha dado paso al Monarca de la prudencia. El Rey que se metía en política para deshacer todo tipo de entuertos ha sido sustituido por el Rey discreto, sólido y maduro que ocupa la más alta magistratura del Estado sin dar que hablar más que lo imprescindible.

Felipe VI ha ido adaptando los usos y actividades de la Monarquía al «tiempo nuevo» que él mismo anunció en su discurso ante las Cortes. Limitó la Familia Real a los Reyes y sus hijas, rompió relaciones con su hermana Cristina y le retiró el Ducado de Palma por respaldar el comportamiento corrupto de su marido, estableció normas para la ejemplaridad de los funcionarios a su servicio y superó no sin agobio la prueba del bloqueo político, cumpliendo el papel que le otorga la Constitución. El Rey recibió con alivio la absolución de su hermana y la condena a seis años de cárcel de su cuñado, Iñaki Urdangarin.

Felipe y Letizia han estabilizado la institución monárquica, superando su crisis de reputación. El consenso de todas las fuerzas políticas en torno a la Corona se ha mantenido intacto. Incluso Podemos, que refuta el sistema político de 1978, asume la Monarquía sin aspavientos y sin reclamar una consulta sobre la forma de Estado. A lo que no es ajeno el esfuerzo que ha hecho el Rey por mantener una interlocución fluida y normal con Pablo Iglesias.

Tres años después, aquella España del sobresalto ha recuperado la normalidad institucional y la amenaza externa contra el sistema político ha sido incorporada a las instituciones. La contribución de la nueva Monarquía a la recuperación de la normalidad ha sido decisiva.

m
Jo..r! ¿ quien es el afortunado/a que ve tan color de rosa todo, todo?
¿un Peña Felipista?
 
Pero que simplona y cínica es Lucia Mendez.Ya llevaba un tiempo culeando,a raíz precisamente del cambio en el panorama político, que ha puesto a muchos periodistas en su verdadero lugar sin fingimientos,esta es una de ellas.
Decir que ha logrado la estabilidad,hay que tener morro para escribir lo que ha escrito.Hasta ha metido a Podemos en el mismo saco,se ve que como periodista no investiga para dar noticias verdaderas a los oyentes y lectores,por que parece que olvida que los que apoyan a Podemos van con la chapa republicana puesta y van a las manis republicanas con sus banderas.Vale más la reputación y credibilidad de una periodista que no se casa con nadie,que todo el dinero que le puedan dar por mentir-Cuando se pierde la confianza,es muy difícil volver a recuperarla.
 
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España se sobresaltó hace tres años con una noticia inédita en muchos siglos: la abdicación del Rey Don Juan Carlos en su hijo Felipe, después de 39 años en el trono. El escándalo de corrupción protagonizado por su yerno, Iñaki Urdangarin, y el episodio poco ejemplar de la cacería en Botsuana –con graves consecuencias para el delicado estado de salud de Don Juan Carlos– minaron la buena imagen del Monarca ante los españoles y acabaron afectando al prestigio de la propia institución que él encarnaba. En aquel mes de junio de 2014, asomaba por el horizonte una crisis del sistema político que se palpaba ya en un aumento de la indignación social motivada por los padecimientos económicos y la corrupción. Las elecciones europeas fueron el detonante del cambio, con la aparición de nuevas fuerzas políticas –sobre todo Podemos, pero también Ciudadanos– y marcaron el comienzo del fin de la hegemonía total del bipartidismo.

Algo se barruntaba en el horizonte y no era algo bueno para la estabilidad del país ni de la Jefatura del Estado. La Monarquía española –que, a diferencia de los partidos políticos, piensa en siglos y no en legislaturas– supo entonces que tenía que proceder a un relevo y agradecerle los muchos servicios prestados a Juan Carlos I. Su hijo, el Príncipe de Asturias, estaba preparado para asumir la Corona. O, por mejor decir, estaba listo para renovar y modernizar la Monarquía española, que permanecía anclada en la época que le otorgó la gran legitimidad de la que gozaba: la Transición. Mariano Rajoy al frente del Gobierno pilotó la sucesión en la Corona.

Tres años después de aquella despedida –que fue aceptada por Don Juan Carlos no sin amargura–, los dos protagonistas de la historia compartieron foto ayer en la Escuela Naval de Marín. El Rey quiso tener un gesto con su padre y le invitó a acompañarle en el 300 aniversario de la Real Compañía de Guardiamarinas el 2 de junio, precisamente la fecha de la abdicación. «Gracias, Majestad», le dijo ayer el hijo al padre en el brindis.

Desde que abandonó la Jefatura del Estado, Don Juan Carlos ha hecho lo que le ha mandado el Rey. Desde acudir a las tomas de posesión de los presidentes latinoamericanos hasta presenciar la final de la Champions en Cardiff. Su presencia institucional se ha reducido, sin embargo, a la mínima expresión. Por contra, ha disfrutado de su vida personal y de las aficiones que comparte con amigos de la misma edad o parecida. Se pasa de vez en cuando por un despacho acondicionado en el Palacio Real y sigue viajando mucho por todo el mundo. En los últimos meses, Don Juan Carlos –a quien no le gusta nada el mote de «emérito»– ha regresado a las fotos del álbum familiar.

Los españoles se han acostumbrado a la ausencia de Don Juan Carlos con la misma normalidad que a la presencia de Don Felipe. El Monarca del carisma ha dado paso al Monarca de la prudencia. El Rey que se metía en política para deshacer todo tipo de entuertos ha sido sustituido por el Rey discreto, sólido y maduro que ocupa la más alta magistratura del Estado sin dar que hablar más que lo imprescindible.

Felipe VI ha ido adaptando los usos y actividades de la Monarquía al «tiempo nuevo» que él mismo anunció en su discurso ante las Cortes. Limitó la Familia Real a los Reyes y sus hijas, rompió relaciones con su hermana Cristina y le retiró el Ducado de Palma por respaldar el comportamiento corrupto de su marido, estableció normas para la ejemplaridad de los funcionarios a su servicio y superó no sin agobio la prueba del bloqueo político, cumpliendo el papel que le otorga la Constitución. El Rey recibió con alivio la absolución de su hermana y la condena a seis años de cárcel de su cuñado, Iñaki Urdangarin.

Felipe y Letizia han estabilizado la institución monárquica, superando su crisis de reputación. El consenso de todas las fuerzas políticas en torno a la Corona se ha mantenido intacto. Incluso Podemos, que refuta el sistema político de 1978, asume la Monarquía sin aspavientos y sin reclamar una consulta sobre la forma de Estado. A lo que no es ajeno el esfuerzo que ha hecho el Rey por mantener una interlocución fluida y normal con Pablo Iglesias.

Tres años después, aquella España del sobresalto ha recuperado la normalidad institucional y la amenaza externa contra el sistema político ha sido incorporada a las instituciones. La contribución de la nueva Monarquía a la recuperación de la normalidad ha sido decisiva.

m
A TOPE.....
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Si si "la modernizado la institucion y ademas es prudente y transparente."...ahora voy yo y me creo que los marcianos andan volando por El Retiro......que cantidad de patochadas en tan pocas lineas. Me sorprende de esta periodista que la tenia por seria y veraz.

¿Modernizar es montar los saraos que chichinabo en el Placio Real ? , pues entonces es modelno.

¿Fue prudente metiendo con calzador a la abortista divorciada republicana ?...no lo parece

¿Es transparente la CR con sus cuentas y sus cuentos con sus viajes con los gastos que ocasionan ?

¿Benefia al pais mantener a una familia que pasa sus vacaciones fuera de sus fronteras donde ni Dios sabe donde se alojan ni cuanto nos cuesta cuando España es el tercer pais del mundo en turismo? ¿ que hacen ellos por promoverlo? ...ah si se inventaron los premios P de A.
que bien podrian haber sido llamados Premios Españoles a las Artes ...pero no....no cayó esa breva.

y suma y sigue.... Lucia Mendez ¿porque no te callas?
 
Felipe el Prudente

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En la primera foto Prepa está muy femenino al lado de Lopez-cojoncio (le pesan las bolas en el bañador al Mihura que embiste todoloqueexiste).
Me imagino que este cojoncio habrá presuntamente (jodó petaca con la presunción) hecho lo mismo con muchas mujeres que no tenían ni los medios ni la valentía que ha tenido la doctora y que, probablemente, se habrán callado por miedo.
Assssssscoooo derecho de pernada escuderil
 
En la primera foto Prepa está muy femenino al lado de Lopez-cojoncio (le pesan las bolas en el bañador al Mihura que embiste todoloqueexiste).
Me imagino que este cojoncio habrá presuntamente (jodó petaca con la presunción) hecho lo mismo con muchas mujeres que no tenían ni los medios ni la valentía que ha tenido la doctora y que, probablemente, se habrán callado por miedo.
Assssssscoooo derecho de pernada escuderil
¡Patty_Thiesa has dado con la clave!
Esas bermudas tan apretadas tienen que ser forzosamente insanas y producir un daño irreparable. Ese debe ser el origen de todas las depravaciones.
 
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