Ballenas

Al margen de su forma y su tamaño, las primeras ballenas aparecieron hace unos 55 millones de años, como los demás órdenes de mamíferos modernos, durante el período caluroso de principios del eoceno. Vivieron en la costa oriental del mar de Tetis, cuyas aguas cálidas, saladas, ricas en vida marina y sin dinosaurios (extinguidos diez millones de años antes) ejercieron sobre ellas una fuerte influencia evolutiva. Buscando nuevas fuentes de alimento en aguas cada vez más profundas, aquellas habitantes de la costa desarrollaron hocicos cada vez más alargados y dientes más afilados, rasgos ambos más adecuados para atrapar peces. Hace unos 50 millones de años alcanzaron la fase representada por Pakicetus: buenas nadadoras de cuatro patas que todavía podían desplazarse en tierra firme.

Al adaptarse al agua, las primeras ballenas alcanzaron un medio inaccesible para la mayoría de los mamíferos, con refugios y comida en abundancia, y pocos competidores y depredadores: las condiciones perfectas para una explosión evolutiva. Se produjo entonces un estallido de experimentos idiosincrásicos, la mayoría de los cuales acabó en extinción mucho antes de los tiempos modernos. Aparecieron, por ejemplo, el enorme Ambulocetus, un cazador al acecho de 700 kilos de peso, con patas cortas y enormes fauces alargadas, como un peludo cocodrilo marino; o Dalanistes, de cuello largo y cabeza de garza, o también Makaracetus, con una trompa corta que tal vez usó para comer moluscos.

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Hace unos 45 millones de años, a medida que las ventajas del medio acuático empujaban a las ballenas cada vez más lejos de la orilla, sus cuellos se comprimieron y perdieron flexibilidad para abrirse paso con más eficiencia por el agua, mientras el hocico se alargaba y afilaba como la proa de un barco. Las patas traseras se engrosaron para una mejor propulsión, y los pies se volvieron palmeados y con dedos alargados, lo que les confirió el aspecto de enormes pies de pato con diminutas pezuñas en las puntas, herencia de los antepasados ungulados. Las técnicas de natación mejoraron: algunas ballenas adquirieron colas gruesas y musculosas, que las impulsaban hacia delante con vigorosas ondulaciones verticales de la parte inferior del cuerpo. Ese eficiente estilo de locomoción ejerció una presión evolutiva a favor de una columna vertebral más larga y flexible.

Las fosas nasales se desplazaron desde el hocico hasta la parte superior de la cabeza, y allí se convirtieron en espiráculos. Con el tiempo, a medida que los animales se sumergían a profundidades cada vez mayores, los ojos comenzaron a migrar desde la parte superior hacia los lados de la cabeza, con el fin de obtener una mejor visión lateral bajo el agua. Además, las ballenas se tornaron más sensibles al sonido subacuático, gracias a unas almohadillas de grasa dispuestas en forma de canales a lo largo de las mandíbulas, que recogen las vibraciones y las dirigen hacia el oído medio.

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Aunque muy bien adaptadas a la vida acuática, aquellas ballenas de hace 45 millones de años aún tenían que subir a la orilla sobre sus patas palmeadas para beber agua dulce o para buscar una pareja o un lugar seguro donde dar a luz a sus crías. Pero unos millones de años después las ballenas ya habían dado el paso definitivo. Basilosaurus, Dorudon y sus parientes ya nunca subían a tierra, surcaban confiadamente los mares e incluso cruzaban el Atlántico hasta las costas de lo que hoy es Perú o el sur de Estados Unidos. Su cuerpo se adaptó al estilo de vida exclusivamente acuático, con extremidades delanteras cortas y rígidas que hacían las veces de aletas, y una cola ensanchada en los extremos como estructura propulsora. La pelvis se separó de la columna, lo que confirió a la cola mayor margen de movimiento vertical. Aun así, como reliquias de una olvidada vida terrestre, las patas traseras se conservaron, con sus rodillas, tobillos, pies y dedos diminutos, que ya no servían para caminar pero quizá tuvieran una función sexual.

La transición final de los basilosáuridos a las ballenas modernas comenzó hace 34 millones de años, durante el repentino enfriamiento climático que puso fin al eoceno. El descenso de la temperatura del agua cerca de los polos, los cambios en las corrientes oceánicas y el afloramiento de agua marina rica en nutrientes a lo largo de las costas occidentales de África y Europa abrieron nichos ambientales completamente nuevos para las ballenas e impulsaron el resto de las adaptaciones presentes en los cetáceos actuales: cerebros grandes, ecolocalización, grasa aislante y, en algunas especies, barbas en lugar de dientes para filtrar el krill.

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Gracias en gran parte a Philip Gingerich, el registro fósil de las ballenas es hoy una de las pruebas más concluyentes de la evolución darwiniana, más que su refutación. Irónicamente, Gingerich se crió en un ambiente de estrictos cristianos menonitas, en una comunidad amish al este de Iowa. (Su abuelo era granjero y, además, predicador.) Sin embargo, nunca sintió que la fe chocara con la ciencia. «Mi abuelo jamás mencionó la palabra evolución. La gente de mi comunidad tenía mucha humildad y sólo opinaba sobre las cosas que conocía bien.»

Gingerich todavía se sorprende de que algunas personas vean un conflicto entre la religión y la ciencia. Durante mi última noche en Wadi Hitan, nos alejamos un poco del campamento bajo un firmamento cuajado de estrellas. «Supongo que nunca he sido particularmente devoto –me dijo–, pero considero mi trabajo muy espiritual. Sólo imaginar a las ballenas que nadaron por aquí, y pensar en cómo vivieron y murieron, y en lo mucho que ha cambiado el mundo desde entonces, te pone en contacto con algo mucho más grande que tú, tu comunidad o tu vida diaria.» Extendió los brazos para abarcar el horizonte oscuro y el desierto con sus formaciones de arenisca esculpidas por el viento y sus innumerables ballenas silenciosas. «Aquí hay espacio para toda la religión que quieras.»

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LOS 10 MEJORES LUGARES DEL MUNDO PARA AVISTAR BALLENAS
Entre mayo y junio comienza la temporada para avistar ballenas en muchos lugares del planeta. Desde Península Valdés en Argentina hasta las atlánticas islas Azores, el espectáculo está servido.




16 DE MARZO DE 2016 · 13:44



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GTRES



AVISTAMIENTO EN ALASKA
Glacier Bay. Alaska (Estados Unidos). Ésta otra de las zonas más aconsejables para avistar cetáceos. Esta reserva natural estadounidense que se extiende por Alaska a lo largo de 105 kilómetros, bañada por aguas del océano Pacífico, es lugar de paso de las famosas ballenas grises que en primavera inician su migración. De junio a comienzos de septiembre es posible observar un importante número de ejemplares de ballena jorobada y también orcas.



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ROSS HUGGETT / FLICKR



HERMANUS, SUDÁFRICA
Hermanus. Sudáfrica. Este pequeño pueblo situado a tan solo una hora y media de Ciudad del Cabo está considerado el mejor lugar del mundo para el avistamiento de ballenas. Éstas se acercan tanto a la costa que no es necesario ni embarcarse para ver su enorme silueta, aunque la experiencia de contemplarlas de cerca en alta mar es incomparable. Entre los meses de julio y noviembre es cuando centenares de ballenas francas llegan hasta la bahía para el apareamiento.

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ISLAS AZORES, PORTUGAL
Islas Azores, Portugal. Las Azores son actualmente uno de los mayores santuarios de ballenas del mundo. Se avistan aquí 24 tipos diferentes de cetáceos entre especies residentes y migratorias. Los visitantes pueden observar ballenas y delfines desde torres en la costa llamadas vigías desde mayo a octubre y adentrase en el mar en busca de ejemplares de rorcuales norteños y ballenas barbadas durante todo el verano.. Las Azores son actualmente uno de los mayores santuarios de ballenas del mundo. Se avistan aquí 24 tipos diferentes de cetáceos entre especies residentes y migratorias. Los visitantes pueden observar ballenas y delfines desde torres en la costa llamadas vigías desde mayo a octubre y adentrase en el mar en busca de ejemplares de rorcuales norteños y ballenas barbadas durante todo el verano.

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©GENTILEZA SUBSECRETARIA DE TURISMO DE CHUBUT



BALLENA CON BALLENATOS EN PENÍNSULA VALDÉS
Península Valdés, Argentina. Cientos de ballenas francas australes llegan cada año, entre junio y diciembre, a este recóndito lugar del litoral de Argentina, en Patagonia, para cumplir con su ciclo reproductivo. Este territorio declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad acoge una de las mayores poblaciones de cetáceos del mundo, formada por unos 2.500 ejemplares, entre los que destaca la ballena franca austral, que puede llegar a medir 15 metros de largo y a pesar entre 40 y 45 toneladas. Puerto Pirámides es el único poblado y centro de servicios de la Península y el perfecto punto de partida para ir a observar ballenas.


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HERVEY BAY. AUSTRALIA.
Hervey Bay. Australia. En las costas de Queensland entre julio y hasta bien entrado el mes de octubre se puede disfrutar de los saltos de ballenas de más de cincuenta toneladas en las tranquilas aguas de la bahía australiana de Hervey. Desde la costa parten las embarcaciones que se acercan tanto a los cetáceos que incluso es posible tocarlos


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GTRES



BAJA CALIFORNIA, MÉXICO
Mar de Cortez, Baja California, México. Estas aguas son el mejor sitio para avistar a las famosas ballenas grises. En la península de Baja California hay lagunas de agua salada rodeadas por el desierto donde las ballenas grises arriban para aparearse y criar. La mejor temporada para avistar ballenas en este lugar de México es de enero a abril pero durante el resto del año también se pueden ver ejemplares de ballena azul de más de 100 toneladas.

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