Todo sobre Eva Sannum, ex de Felipe

"pureza" quizas éso pero sobre todo no era SUMISA ni beata como a Franco le molaban... dudo que ella quisiese meterse en el fregao...

Lo ataque a Irak ya habian pasado... Lo de Kuwait también... Los portaviones yankis navegaban por el Mediterraneo... Lo de Libia fue mas tarde... A qué te refieres?

Desde luego tenía poco que ver la guapa aquella con el modelo ideal femenino de Franco y sus políticas familiares.

Hay que ver lo aburrida que es la griega y siempre enmedio de jaleos sentimentales o pilingueros.
La zona bullía y las primaveras no habrán surgido de la nada media hora atrás, me refiero a la complejidad de la situación y que nos afecta. Anda que si no iba a venir la Michelle a aguantar las paridas de la loca. El mismo Prepa fue al jefe a decirle oír ''queremos una España fuerte y unida'' en plena efervescencia nacionalista catalana.
 
Orbyt.

27/08/2016
Juan Fornieles


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RETROCEDAN CONMIGO 15 AÑOS. Yo me veo con el mismo pelo, ninguno, y enclaustrado en la redacción de EL MUNDO de la calle Pradillo. Era un martes 21 de agosto de 2001 y montaba guardia en Sociedad. Mi jefe, Vicente Mateu, andaba con la cara larga porque le acababa de caer un chorreo mallorquín. El director, Pedro J. Ramírez, en plenas vacaciones isleñas, había montado en cólera porque ABC llevaba cinco páginas de calentamiento de la boda del heredero noruego, Haakon, con Mette–Marit, la divorciada de “pasado salvaje”.

“Pedro J. quiere que demos cada día cinco páginas y Jaime Peñafiel, nuestro enviado especial, no llegará a Oslo hasta el jueves”. Lo teníamos chungo. Vi tan agobiado a Mateu que me ofrecí a ayudarle: “Si quieres, como hablo inglés, hago algunas llamadas a Noruega”. Por aquel entonces yo era el periodista de Comunicación, el encargado de hablar de otros medios y del periódico, así que mi experiencia en la Casa del Rey y en bodas era nula.

Llamé a la embajada de Noruega y la agregada de prensa me puso en antecedentes. Brujuleé por la Red y me topé con el diario Verdens Gang (VG). Volví a llamar a la diplomática y me explicó que era un rotativo “riguroso, con un punto sensacionalista como EL MUNDO, muy fácil de leer y el más vendido en toda Escandinavia”. Lo vi claro y les llamé. En la centralita me preguntaron si estaba interesado en “the royal wedding” y me derivaron a la redacción. Les solté mi perorata y cuando supieron que era español me pusieron con Jon Magnus, mi ángel de la guarda.

Magnus, un reputado corresponsal de guerra que trabajaba en la cobertura de la boda, arrancó a hablar con un español vigoroso y en seguida aceptó mi entente cordiale de colega : “Si quieres, podríamos compartir información, vosotros me dais la vuestra y nosotros os pasamos nuestras historias”. Jon me dio su móvil y desde ese mismo momento empezó a mandarme temas a chorro y a traducirme lo que publicaban sus compañeros. Sus palabras eran oro líquido que llenaban las páginas de EL MUNDO para sorpresa de Mateu y de Ramírez. Además, pese a mi sequía informativa, nunca se dio por engañado.

El sábado de la boda, 25 de agosto de 2001, hicimos una sección de bandera. Eso sí, faltó la foto ansiada. A Eva Sannum, como era la invitada más humilde, la sentaron en la última bancada, así que no coincidió con su novio, el Príncipe de Asturias. Pese a ello, hubo un momento en el que los fotógrafos cazaron a Eva, con su vestido azul y su escote de infarto, junto a Felipe de Borbón. Pero eran dos pasmarotes estáticos, no se miraban. Una imagen sin sustancia que ilustró la portada de EL MUNDO.

Me despedí de Jon Magnus, que montaba guardia desde su lancha en el Fiordo de Oslo “para pillar a Mette–Marit subiendo al yate real”, y respiré hondo. Ahí acababa mi misión o eso pensaba yo. Antes de dejar la redacción, Jon me había dicho que en el baile tenían a un reportero gráfico y que si lograban una fotografía mejor, me avisaría.

Eran las 23 horas y el cuerpo, que por aquel entonces era más joven, pedía fiesta. Charo Marcos, que estaba de guardia en la web y hoy hace carrera en la versión digital de RTVE, se subió al carro. También se apuntó Santi Recio, periodista de La Razón que hoy vemos en Telemadrid. La idea era irnos de party a una casa de la sierra de Madrid, pero antes teníamos que comprar hielo. Allí nos esperaba Olalla Cernuda, que trabajaba en elmundo.es y que hoy sigue dándole al periodismo tras pasar por rtve.es y abc.es.

Fue parar en la tienda de la primera gasolinera de la carretera de Colmenar y sonarme el móvil: “Hola Juan, soy Jon, tenemos una imagen cojonuda. Os la mandamos al periódico”. Charo, Santi y servidor nos quedamos de piedra. Y Olalla se quedó sin hielo. “Volvamos a la redacción y tú Santi, ni una palabra a La Razón”. Para redondear la operación, llamé al jefe de Cierre, Carlos Álvaro, y tirando un pelín de imprudente, le dije: “Para la rotativa”. Me costó convencerle, pero acabó llamando al director de guardia, Iñaki Gil, que nos dio luz verde.

La foto llegó y, efectivamente, era “cojonuda”. Se veía a Eva Sannum con sonrisa superlativa, con su escote en uve y una gran copa de balón llena de brandy. A su lado, un Príncipe Felipe exultante, con uniforme y risa contagiosa. Estaban felices, muy felices.

Pero cuando andábamos en plena faena, cambiando la crónica para hablar del encuentro y rehaciendo la portada, nos llamó el jefe de Fotografía de VG para decirnos que no podíamos usar esa imagen. Que alguien la había vendido en exclusiva a ¡Hola! por 100.000 dólares. Era como si nos hubieran quitado el juguete de las manos.

Cuando el barco hacía agua, Iñaki Gil terció y puso sus galones y su experiencia sobre la mesa para convencernos de todo lo contrario: “Juan, no te preocupes, el lunes lo negociamos y pagamos. Si no damos esa foto, Pedro J. nos mata”.

Yo temía que esto pudiera costarle la cabeza a Magnus, pero me vi sin fuerzas para frenar la exclusiva. Colocamos la foto a tres columnas en portada y titulamos con asepsia: “El Príncipe y Eva Sannum, juntos en la boda de Mette–Marit”. La primera dominical abría con Gescartera y también lucía una imagen de Figo con el torso desnudo. Por cuestiones de horario, sólo pudimos dar la foto en la edición que se vendió en Madrid.

Tras una pesadilla por sueño, me levanté para coger la bici y huir. Cuando llevaba 30 kilómetros sonó el dichoso móvil. Era Vicente Mateu: “Juan, enhorabuena, Pedro J. está entusiasmado y quiere que sigas con el tema. Vente volando para la redacción”.

Lo cierto es que Pedro J. no fue tan entusiasta porque no acababa de entender lo que había pasado: “Iñaki, ¿sólo hemos dado esa foto en la edición de Madrid? Entonces España no se ha enterado. Mándamela.”. En aquellos tiempos no había redes sociales, la web estaba en pañales y lo que se publicaba en la edición impresa no aparecía en ningún otro sitio. De hecho pasarle la foto al director en su veraneo fue una pequeña odisea.

Para agrandar la bola, los telediarios del domingo abrieron sus ediciones con la imagen exclusiva de EM. Y el pueblo llano y las radios comenzaron a llenarse de comentarios, de tertulias improvisadas: “¿Cómo se le había ocurrido vestir así a Eva Sannum? Era muy poco apropiado para la futura reina de España”. A la gente le pareció vulgar y compró la idea de que nuestro futuro Monarca debía emparentarse con alguien con sangre azul, no con un insinuante vestido azul. Y, mucho peor, con una copa de brandy en las manos.

Cuando Pedro J. pudo ver la foto lo tuvo claro. “¡¡¡Qué fotón!!!” Había que volver a darla en portada. “¿Repetir una foto de portada?” alegó Iñaki. “En Madrid en agosto no hay nadie” argumentó tajante el director. Y añadió: “Búscate una traductor de noruego y que te compren los periódicos de allí a ver qué dicen...” Es la primera vez, y la última que recuerdo, en la que hemos hecho algo así. Ni qué decir tiene que el lunes hubo quien tocó la puerta de EL MUNDO para cobrar la dichosa foto, pero esa es otra historia… A Magnus le cayó una bronca, pero la toreó con arte y diplomacia y nuestro binomio periodístico y personal sigue vivo.

Pero volvamos a la foto. De la noche a la mañana nos interesaba Eva Sannum. Mi director me envió a Noruega y allí me fui a contar la verdadera historia de una joven encantadora, hija de padres divorciados y de extracción humilde. Fui a su escuela infantil, estuve con ella en su barrio, haciendo la compra, en su facultad de Publicidad… Incluso hice guardia en la catedral católica, porque se rumoreaba que el obispo le daba clases para convertirla de manera urgente. Y todo de la mano del bueno de Magnus.

Después de aquel agosto, llegó septiembre. El septiembre del 11-S. Los rumores de un inminente anuncio de compromiso quedaron sepultados entre los escombros de los atentados en Estados Unidos. No era el momento. Puede parecer frívolo. El factor tiempo hizo su labor.

Pasaron los meses y las tensiones entre el Heredero y Don Juan Carlos se dispararon. De un lado, Don Felipe y su madre, la Reina, apostaban por el amor nórdico. Por el otro, el Rey escuchaba las críticas del pueblo y ejercía toda la presión para que aquella relación viera el punto y final. Y del lado del Rey, su fiel aliado, el jefe de la Casa de Su Majestad, Fernando Almansa.

El calendario corrió y llegó el 14 de diciembre de 2001. Era viernes y Asunción Valdés, directora de comunicación de la Casa, invitó a un café a los periodistas que cubrían la información real y me incluyó.

Nos recibió Aza y nos invitó a cafelito y turrón. Todo transcurría con relax hasta que alguien tocó la puerta, era Don Felipe. El Heredero nos saludó, se sentó en un sillón y dijo que nos quería contar algo. Comenzó a divagar y a mirar al suelo. Las palabras se alargaban y los silencios eran eternos. Parecía que en cualquier momento nos iba a anunciar el compromiso con la noruega, pero no fue así: “Eva y yo hemos decidido de mutuo acuerdo que no habrá compromiso”.

El resto de la historia ya la conocen. Después de la fotografía que no supimos digerir, el Príncipe se enamoró de una periodista, Letizia Ortiz, se casaron y tienen dos hijas. Además, ha heredado la Corona. Mientras, allá en la cosmopolita Oslo, Eva Sannum se enamoró y trabaja como publicista, criando a dos churumbeles rubicundos. Así, sin más. Sin dar la nota, sin lucrarse de su noviazgo principesco, ni lucir escotes temerarios. Toda una mujer real.
 
"Eva Sannum se enamoró y trabaja como publicista, criando a dos churumbeles rubicundos. Así, sin más. Sin dar la nota, sin lucrarse de su noviazgo principesco, ni lucir escotes temerarios. Toda una mujer real."

Este párrafo lo dice todo. Eva es toda una mujer, no una fiztizia como KK.
Estamos apañaos los españoles con la pareja de Bartolos. A ver si hay un gobierno decente y les baja los humos a los dos, porque falta hace.

Es inadmisible que hagan lo que les da la Realgana sin dar ni que les pidan explicaciones.
 
De Eva Sannum sabemos muy poco y de nada sirve decir si hubiera sido una buena reina o no. Físicamente, desde luego, es muy superior a Letizia Ortiz, a mí siempre me ha parecido (antes y ahora) una mujer de bandera.
 
http://www.elmundo.es/loc/2016/08/27/57c02df8468aeba2118b459a.html
Eva Sannum, el escote vikingo que indignó a la Corona
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Don Felipe y Eva durante el baile de la gala de la boda real noruega.
Esta es la historia de la instantánea tomada en el baile de la boda de Haakon y Mette-Marit que les costó el noviazgo.
  • JUAN FORNIELES
  • @jfornieles
27/08/2016 12:27
Retrocedan conmigo 15 años. Yo me veo con el mismo pelo, ninguno, y enclaustrado en la Redacción de EL MUNDO de la calle Pradillo. Era un martes 21 de agosto de 2001 y montaba guardia en Sociedad. Mi jefe, Vicente Mateu, andaba con la cara larga porque le acababa de caer un chorreo mallorquín. El director, Pedro J. Ramírez, en plenas vacaciones isleñas, había montado en cólera porque ABC llevaba cinco páginas de calentamiento de la boda del heredero noruego, Haakon, con Mette-Marit, la divorciada de "pasado salvaje".

"Pedro J. quiere que demos cada día cinco páginas y Jaime Peñafiel, nuestro enviado especial, no llegará a Oslo hasta el jueves". Lo teníamos chungo. Vi tan agobiado a Mateu que me ofrecí a ayudarle: "Si quieres, como hablo inglés, hago algunas llamadas a Noruega". Por aquel entonces yo era el periodista de Comunicación, el encargado de hablar de otros medios y del periódico, así que mi experiencia en la Casa del Rey y en bodas era nula.

Llamé a la Embajada de Noruega y la agregada de prensa me puso en antecedentes. Brujuleé por la Red y me topé con el diario Verdens Gang (VG). Volví a llamar a la diplomática y me explicó que era un rotativo "riguroso, con un punto sensacionalista como EL MUNDO, muy fácil de leer y el más vendido en toda Escandinavia". Lo vi claro y les llamé. En la centralita me preguntaron si estaba interesado en "the royal wedding" y me derivaron a la Redacción. Les solté mi perorata y cuando supieron que era español me pusieron con Jon Magnus, mi ángel de la guarda.

Magnus, un reputado corresponsal de guerra que trabajaba en la cobertura de la boda, arrancó a hablar con un español vigoroso y en seguida aceptó mi entente cordiale de colega : "Si quieres, podríamos compartir información, vosotros me dais la vuestra y nosotros os pasamos nuestras historias". Jon me dio su móvil y desde ese mismo momento empezó a mandarme temas a chorro y a traducirme lo que publicaban sus compañeros. Sus palabras eran oro líquido que llenaban las páginas de EL MUNDO para sorpresa de Mateu y de Ramírez. Además, pese a mi sequía informativa, nunca se dio por engañado.

El sábado de la boda, 25 de agosto de 2001, hicimos una sección de bandera. Eso sí, faltó la foto ansiada. A Eva Sannum, como era la invitada más humilde, la sentaron en la última bancada, así que no coincidió con su novio, el Príncipe de Asturias. Pese a ello, hubo un momento en el que los fotógrafos cazaron a Eva, con su vestido azul y su escote de infarto, junto a Felipe de Borbón. Pero eran dos pasmarotes estáticos, no se miraban. Una imagen sin sustancia que ilustró la portada de EL MUNDO.
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Me despedí de Jon Magnus, que montaba guardia desde su lancha en el Fiordo de Oslo "para pillar a Mette-Marit subiendo al yate real", y respiré hondo. Ahí acababa mi misión o eso pensaba yo. Antes de dejar la Redacción, Jon me había dicho que en el baile tenían a un reportero gráfico y que si lograban una fotografía mejor, me avisaría.

Eran las 23 horas y el cuerpo, que por aquel entonces era más joven, pedía fiesta. Charo Marcos, que estaba de guardia en la web y hoy hace carrera en la versión digital de RTVE, se subió al carro. También se apuntó Santi Recio, periodista de La Razón que hoy vemos en Telemadrid. La idea era irnos de party a una casa de la Sierra de Madrid, pero antes teníamos que comprar hielo. Allí nos esperaba Olalla Cernuda, que trabajaba en elmundo.es y que hoy sigue dándole al periodismo tras pasar por rtve.es y abc.es.

Fue parar en la tienda de la primera gasolinera de la carretera de Colmenar y sonarme el móvil: "Hola Juan, soy Jon, tenemos una imagen cojonuda. Os la mandamos al periódico". Charo, Santi y servidor nos quedamos de piedra. Y Olalla se quedó sin hielo. "Volvamos a la Redacción y tú Santi, ni una palabra a La Razón". Para redondear la operación, llamé al jefe de Cierre, Carlos Álvaro, y tirando un pelín de imprudente, le dije: "Para la rotativa". Me costó convencerle, pero acabó llamando al director de guardia, Iñaki Gil, que nos dio luz verde.

La foto llegó y, efectivamente, era "cojonuda". Se veía a Eva Sannum con sonrisa superlativa, con su escote en uve y una gran copa de balón llena de brandy. A su lado, un Príncipe Felipe exultante, con uniforme y risa contagiosa. Estaban felices, muy felices.

Pero cuando andábamos en plena faena, cambiando la crónica para hablar del encuentro y rehaciendo la portada, nos llamó el jefe de Fotografía de VG para decirnos que no podíamos usar esa imagen. Que alguien la había vendido en exclusiva a ¡Hola! por 100.000 dólares. Era como si nos hubieran quitado el juguete de las manos.

Cuando el barco hacía aguas, Iñaki Gil terció y puso sus galones y su experiencia sobre la mesa para convencernos de todo lo contrario: "Juan, no te preocupes, el lunes lo negociamos y pagamos. Si no damos esa foto, Pedro J. nos mata".

Yo temía que esto pudiera costarle la cabeza a Magnus, pero me vi sin fuerzas para frenar la exclusiva. Colocamos la foto a tres columnas en portada y titulamos con asepsia: "El Príncipe y Eva Sannum, juntos en la boda de Mette-Marit". La primera dominical abría con Gescartera y también lucía una imagen de Figo con el torso desnudo. Por cuestiones de horario, sólo pudimos dar la foto en la edición que se vendió en Madrid.

Tras una pesadilla por sueño, me levanté para coger la bici y huir. Cuando llevaba 30 kilómetros sonó el dichoso móvil. Era Vicente Mateu: "Juan, enhorabuena, Pedro J. está entusiasmado y quiere que sigas con el tema. Vente volando para la Redacción".

Lo cierto es que Pedro J. no fue tan entusiasta porque no acababa de entender lo que había pasado: "Iñaki, ¿sólo hemos dado esa foto en la edición de Madrid? Entonces España no se ha enterado. Mándamela.". En aquellos tiempos no había redes sociales, la web estaba en pañales y lo que se publicaba en la edición impresa no aparecía en ningún otro sitio. De hecho pasarle la foto al director en su veraneo fue una pequeña odisea.
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Para agrandar la bola, los telediarios del domingo abrieron sus ediciones con la imagen exclusiva de EM. Y el pueblo llano y las radios comenzaron a llenarse de comentarios, de tertulias improvisadas: "¿Cómo se le había ocurrido vestir así a Eva Sannum? Era muy poco apropiado para la futura reina de España". A la gente le pareció vulgar y compró la idea de que nuestro futuro Monarca debía emparentarse con alguien con sangre azul, no con un insinuante vestido azul. Y, mucho peor, con una copa de brandy en las manos.

Cuando Pedro J. pudo ver la foto lo tuvo claro. "¡¡¡Qué fotón!!!" Había que volver a darla en portada. "¿Repetir una foto de portada?" alegó Iñaki. "En Madrid en agosto no hay nadie" argumentó tajante el director. Y añadió: "Búscate una traductor de noruego y que te compren los periódicos de allí haber qué dicen..." Es la primera vez, y la última que recuerdo, en la que hemos hecho algo así. Ni qué decir tiene que el lunes hubo quien tocó la puerta de EL MUNDO para cobrar la dichosa foto, pero esa es otra historia... A Magnus le cayó una bronca, pero la toreó con arte y diplomacia y nuestro binomio periodístico y personal sigue vivo.

Pero volvamos a la foto. De la noche a la mañana nos interesaba Eva Sannum. Mi director me envió a Noruega y allí me fui a contar la verdadera historia de una joven encantadora, hija de padres divorciados y de extracción humilde. Fui a su escuela infantil, estuve con ella en su barrio, haciendo la compra, en su facultad de Publicidad... Incluso hice guardia en la catedral católica, porque se rumoreaba que el obispo le daba clases para convertirla de manera urgente. Y todo de la mano del bueno de Magnus.

Después de aquel agosto, llegó septiembre. El septiembre del 11-S. Los rumores de un inminente anuncio de compromiso quedaron sepultados entre los escombros de los atentados en Estados Unidos. No era el momento. Puede parecer frívolo. El factor tiempo hizo su labor.

Pasaron los meses y las tensiones entre el Heredero y Don Juan Carlos se dispararon. De un lado, Don Felipe y su madre, la Reina, apostaban por el amor nórdico. Por el otro, el Rey escuchaba las críticas del pueblo y ejercía toda la presión para que aquella relación viera el punto y final. Y del lado del Rey, su fiel aliado, el jefe de la Casa de Su Majestad, Fernando Almansa.

El calendario corrió y llegó el 14 de diciembre de 2001. Era viernes y Asunción Valdés, directora de comunicación de la Casa, invitó a un café a los periodistas que cubrían la información real y me incluyó.

Nos recibió Aza y nos invitó a cafelito y turrón. Todo transcurría con relax hasta que alguien tocó la puerta, era Don Felipe. El Heredero nos saludó, se sentó en un sillón y dijo que nos quería contar algo. Comenzó a divagar y a mirar al suelo. Las palabras se alargaban y los silencios eran eternos. Parecía que en cualquier momento nos iba a anunciar el compromiso con la noruega, pero no fue así: "Eva y yo hemos decidido de mutuo acuerdo que no habrá compromiso".

El resto de la historia ya la conocen. Después de la fotografía que no supimos digerir, el Príncipe se enamoró de una periodista, Letizia Ortiz, se casaron y tienen dos hijas. Además, ha heredado la Corona. Mientras, allá en la cosmopolita Oslo, Eva Sannum se enamoró y trabaja como publicista, criando a dos churumbeles rubicundos. Así, sin más. Sin dar la nota, sin lucrarse de su noviazgo principesco, ni lucir escotes temerarios. Toda una mujer real.
@jfornieles
 
Ver el archivo adjunto 425823 Ver el archivo adjunto 425824 Ver el archivo adjunto 425825 Ver el archivo adjunto 425826 Ver el archivo adjunto 425828 Ver el archivo adjunto 425830 Ver el archivo adjunto 425831 Ver el archivo adjunto 425832 Escotado era un rato... más toda la espalda al aire. Eso no se lleva a una boda real. Esta chica no tenia ni idea de protocolo. Aunque fuera semi tapada con un chal a juego.
La verdad es que iba hortera de narices. Está claro que a Felipe le van las chonis.
 
Estoy convencida que cualquiera de las otras novias de Felipe hubiesen calficado para Reina de España Letizia para nada da verguenza

Y te olvidas de que posó en "bolas" para el disco de Maná. Si les espanto un escote, a mi me viene espantando la cutre cuin desde el día que mostró el anillo diciendo que era de "brillantes y todo eso.."
¿Eso es una reina? La noruega supo ser discreta antes, durantes y después de su relación con Felipe. Creo que si la entrenaban hubiera hecho mejor papel que la actual. En realidad, creo que un palo de escoba disfrazado hace mejor papel, Al menos no hablaría ni se movería.
 
siempre me he preguntado

isabel sartorius, hija de padres divorciados, una mujer culta y preparada
veo a letizia que es el mismo caso

no entiendo por que rechazaron a los padres de isabel??? si también eran divorciados etc etc

eva como reina no valía..
Visto lo visto Isabel hubiese la mejor opción, a parte de culta y preparada , era noble y ademas su madrastra era Nora de Lichtenstein con lo cual en teoría emparentaban con el Gotha
El problema no era tanto el divorcio de los padres (que también) si no situación de la madre.
 
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