NOVIAS DE CINE

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Noche de bodas de Desdémona en brazos de su amado moro de Venecia...

"IAGO.- ¡Oh, mi señor, cuidado con los celos! Es el monstruo de ojos verdes, que se divierte con la vianda que le nutre. Vive feliz el cornudo que, cierto de su destino, detesta a su ofensor; pero, ¡oh, qué condenados minutos cuenta el que idolatra y, no obstante, duda; quien sospeche y, sin embargo, ama profundamente!"

Ay, Otello, una mujer que lo había dejado todo por tí, que se había enfrentado a su padre por tí, haciendo oídos a esa víbora de Iago que encima te estaba diciendo la verdad sobre los celos, envenenándote contra una joven que, horrorizada ante tu sospecha, habla así:
"DESDÉMONA.- ¡Ay, Iago! ¿Cómo me las arreglaré para ganar de nuevo el corazón de mi esposo Buen amigo, ve a hallarle, pues por esta luz del cielo, no sé cómo le he perdido. ¡Doblo aquí mis rodillas, y si alguna vez he pecado voluntariamente contra su amor en palabras, obras o pensamientos; si alguna vez mis ojos, mis oídos u otro cualquiera de mis sentidos han experimentado placer ante otra presencia que no la suya; si no le amo aún tiernamente, como siempre le he amado, como siempre le amaré, aun cuando me arrojase en la miseria por el divorcio, que toda esperanza de consuelo me abandone! El desafecto puede hacer mucho; y su desafecto puede poner fin a mi vida, mas no corromper mi amor. No puedo pronunciar la palabra «put*»; ahora que la digo, me produce horror. Y en cuanto a cometer el acto que justifica ese nombre, ni todas las vanidades de la tierra podrían inducirme a él."
Pobre Desdémona, que se escandaliza ante la sabiduría de Emilia, escarmentada esposa de Iago:

"DESDÉMONA.- Lo había oído decir. ¡Oh, estos hombres, estos hombres! ¿Crees tú en conciencia -
dímelo, Emilia- que hay mujeres que ofenden a sus maridos con tan grueso ultraje?

EMILIA.- Ya lo creo que las hay; sin duda.

DESDÉMONA.- ¿Cometerías semejante acto por el mundo entero?

EMILIA.- ¿Qué, no lo cometerías vos?

DESDÉMONA.- ¡No, ante la luz del cielo!

EMILIA.- Ni yo tampoco ante la luz del cielo; preferiría hacerlo en las tinieblas.

DESDÉMONA.- ¿Cometerías tal acto por el mundo entero?

EMILIA.- El mundo es una cosa grande. Es un gran precio para un pequeño vicio.

DESDÉMONA.- Pienso, en verdad, que no lo harías.

EMILIA.- En verdad, pienso que lo haría, y que lo desharía cuando lo hubiese hecho. Pardiez, claro que
no lo haría por un anillo doble, por algunas medias de linón, ni por unas sayas, basquiñas, ni gorros, ni por cualquier otra pequeña asignación; pero ¡por el mundo entero! Pardiez; ¿quién no haría cornudo a su marido para ascenderlo a monarca? Arrostraría para ello el purgatorio.

DESDÉMONA.- ¡Sea yo maldita si hiciera semejante iniquidad por el mundo entero!

EMILIA.- ¡Bah!, la iniquidad no es una iniquidad sino para el mundo, y teniendo al mundo por haberla
cometido, no sería una iniquidad en un mundo vuestro, lo que os permitiría bien pronto repararla.

DESDÉMONA.- No creo que exista semejante mujer.

EMILIA.- Sí, y una docena, y más aún de suplemento para aprovisionar el mundo, que les serviría de
juego. Pero yo creo que cuando las mujeres caen, la falta es de sus maridos; pues o no cumplen con sus deberes y vierten nuestros tesoros en regazos extraños, o estallan en celos mezquinos imponiéndonos sujeciones, o nos pegan y reducen por despecho nuestro presupuesto acostumbrado. Pardiez, tenemos hiel, y aunque poseamos cierta piedad, no carecemos de espíritu de venganza. Sepan los maridos que sus mujeres gozan de sentidos como ellos; ven, huelen, tienen paladares capaces de distinguir lo que es dulce de lo que es agrio, como sus esposos. ¿Qué es lo que procuran cuando nos cambian por otras? ¿Es placer? Yo creo que sí. ¿Es el afecto lo que les impulsa? Creo que sí también. ¿Es la fragilidad que así desbarra? Creo también que es esto. ¿Y es que no tenemos nosotras afectos, deseos de placer y fragilidad como tienen los hombres? Entonces que nos traten bien, o sepan que el mal que hacemos son ellos quienes nos lo enseñan.

DESDÉMONA.- Buenas noches, buenas noches. El cielo me inspire costumbres que me permitan no
extraer mal del mal, sino mejorarme por el mal. (Salen)"

¿Cómo pudistes, Otello, pensar que ella se había casado contigo por pena?
¡Ingrato, te hubieses merecido los cuernos de verdad!

¡¡¡Hombres!!!

 
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"Lady Jane" (1986)

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Lady Jane Grey casándose a la fuerza con un desconocido Guilford Dudley -hermano menor de Robert, gran amor de la Tudor Isabel - víctimas de la ambición de sus respectivos padres, hasta que se conozcan, se enamoren - en el cine - y les demuestren no ser sus marionetas, pero pagando las ambiciones ajenas...

Pobre Lady Jane, me encanta la peli... pese a que ella sea ¡Helena Bonham Carter :mad:;):ROFLMAO::ROFLMAO::ROFLMAO::ROFLMAO:!

(¡que va, cómo no adorar a tan espléndida niña de entonces en tan magnífico papel!)




Bueno ¡hasta el año que viene! A ver si agotamos el catálogo de novias de cine...


 
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¡Antes que nada, Feliz Año Nuevo a las empedernidas pro-novias de cine!
¡Nos apuntamos a todas las bodas! ¿eh? ¡Como nos salen gratis...!

Bueno, pues voy a estrenar el 2015 con la hermosísima unión y boda de Amy Foster, la próscrita e incomprendida muchacha de su ignorante pueblo, y Yanko, el más maravilloso regalo, en forma de impresionante bellezón naúfrago ruso, que le hizo el amado mar...


"El hombre que vino del mar" (1997)





Ah, Joseph Conrad no sabía solo narrar desgracias sobre el Congo o viriles aventuras marinas,
también sabía ponerse romántico...

Y, de postre, recreémonos en quien encarnó al bello Yanko, mi adorado Vincent Perez, el bellísimo oficial Jean-Baptiste en "Indochina"





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Y, por supuesto, cómo olvidar tu boda, bella Roxanne,
con el no menos bello mosquetero Christian,
para dolor de tu enamorado primo, el narigudo Cyrano de Bergerac, que le ha prestado a su rival su corazón en las cartas que crees suyas, por hacerte feliz, hasta ese punto te ama... Christian es bello, es bueno, pero no es poeta, y es con el amor del poeta Cyrano con quien a ciegas te has casado...

No encuentro escena de la boda,
pero sí ésta tan hermosa del cortejo de Christian con "chivato" al lado,
hasta que Cyrano se lanza sin "muñeco"...





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¡Que dolor, Christian, cuando ella te dice que te amaría por tu alma (lo que supuestamente escribes en esas maravillosas cartas) aunque fueses feo!

Te ha vencido el narigudo acomplejado...
 
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"Enamorada" (1946)

María Félix, la orgullosa señorita Beatriz Peñafiel, el dia de su boda con un yanqui, pensando en el "pelao" general revolucionario Jose Juan Reyes (Pedro Armendariz), que está marchándose con sus tropas de la ciudad sintiéndose derrotado por no haber conseguido conquistar a tan bella mujer, pero a la que tiene más enamorada de lo que ambos creen... y ella pensando en su boda que él se está marchando para siempre solo, por su propia cabezoneria y malentendido orgullo de clase...





Este diálogo central es fabuloso...
el general Reyes tuvo que luchar más con ella que con todo el Ejército Federal...




Dejar escapar un hombre así...




La película entera: ¡es preciosa!



 
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