ISASAWEIS — Mother Piñones

No digáis que no trabaja que nos ha dado muchas ideas para los regalos de navidad: cafetera híper cara (aunque no es de las que salen volando y se incrustan en el techo), una freidora sin aceite para hacer sus comistrajos todavía con menos gracia, una bolsa para cocer patatas en el micro (este objeto ya recomiendan que lo compres directamente con una caja de antidepresivos). Y las más mañosas podéis hacer su falso pan y regalarlo. Ah, también su colección de posados es una lección de qué no llevar o de antimoda; gracias idola por recordarme que no me ponga unos leggings con una camiseta por debajo de las t*tas ni aunque sea para tirar la basura...
Y el mejor regalo de todos: conjunto para pasear por la calle Carretas.
 
La verdad que es muy aburrido seguir a esta mujer, nunca me gustó del todo pero por lo menos antes subía contenido, nunca pude ver un video completo pero a trozos si, pero ahora nada de nada, me imagino que sus seguidoras sean gente con vidas muy aburridas, sus seguidoras son amebas.
 
A falta de contenido, rescato otra columna de las que hizo nuestra HeJKritora, la famosa donde contaba las intimidades de sus vecinos:





Las habas que se cuecen en cada casa​


Los ratos que paso en el baño de mi casa son como si me enchufara a radio Macuto. Vivo en el último piso del edificio y el respiradero de la pared recorre todos los pisos actuando de amplificador de conversaciones, canturreos y confesiones que no debieron salir de entre sus cuatro paredes.

Tengo un vecino muy alegre. Por las mañanas canta mientras se ducha. Algunas canciones las canta a trozos, a ratos las tararea, pero consigo reconocerlas. Otras no. Sobre todo cuando parece cantar en inglés. En realidad creo que se las inventa, o eso me gusta pensar porque me recuerda a mi tío Maxi. Canta fatal, pero le divierte y a mí me gusta escucharlo. Me encanta mi vecino el cantarín.

Hay una pareja que discute. Discute mucho. Se gritan. Sobre todo los fines de semana. Deduzco que durante la semana se ven poco. Imagino que se despedirán por la mañana y quizás no se encuentren de nuevo hasta la noche. Cenarán con los hijos –he sabido que son padres por algunas cosas que se han gritado– verán un rato la tele sin cruzar muchas palabras y se irán a dormir. O quizás vean la tele directamente en la cama hasta que les venza el sueño, así, sin hablar.


Pero cuando llega el fin de semana, sin distracciones, sin trabajo, sin 12 horas fuera de casa, pues discuten. Los escucho gritar. Él grita muy fuerte, parece que no le importa todo lo que suelta por esa boca. Dispara a discreción. Ella suena de otra forma, como sintiéndolo más. También grita mucho a veces. Y llora. No me gusta oírlos, imagino lo que deben de estar sufriendo. Suelo cerrar la puerta del baño hasta que se calman.

El matrimonio de primerizos también me da pena, pero de otra forma. Tienen un bebé que llora a todas horas y deduzco que es el primero por lo agobiados que parecen. Los imagino desorientados pensando que esto de que "ser padres es lo mejor del mundo" es un cuento chino. No me preocupan, se les pasará. Me hacen hasta gracia.

Luego está el que bebe cuatro litros de líquido diario y no los debe mear durante el día porque los mea todos a las cuatro de la mañana. Madre mía, ¡qué forma de evacuar a horas intempestivas!

Hay unos niños felices en algún piso. Los oigo jugar y se ríen mucho. Creo que son un niño y una niña, aunque no estoy segura. Me hace pensar que alguien oirá también a los míos cuando se bañan, y juegan, y llenan la bañera de coches, y Mateo pone las reglas y Sancho las acata, y forman una pareja invencible, y se ríen a carcajadas mientras llenan todo de espuma.

Cada día me cruzo con algún vecino. Nos sonreímos y nos damos los buenos días. Ni un atisbo de lo que pasa en sus casas. Me pregunto quién es quién, pero es imposible saberlo. Excepto los niños. Ellos que no entienden nada, lo cuentan todo...
 
A falta de contenido, rescato otra columna de las que hizo nuestra HeJKritora, la famosa donde contaba las intimidades de sus vecinos:





Las habas que se cuecen en cada casa​


Los ratos que paso en el baño de mi casa son como si me enchufara a radio Macuto. Vivo en el último piso del edificio y el respiradero de la pared recorre todos los pisos actuando de amplificador de conversaciones, canturreos y confesiones que no debieron salir de entre sus cuatro paredes.

Tengo un vecino muy alegre. Por las mañanas canta mientras se ducha. Algunas canciones las canta a trozos, a ratos las tararea, pero consigo reconocerlas. Otras no. Sobre todo cuando parece cantar en inglés. En realidad creo que se las inventa, o eso me gusta pensar porque me recuerda a mi tío Maxi. Canta fatal, pero le divierte y a mí me gusta escucharlo. Me encanta mi vecino el cantarín.

Hay una pareja que discute. Discute mucho. Se gritan. Sobre todo los fines de semana. Deduzco que durante la semana se ven poco. Imagino que se despedirán por la mañana y quizás no se encuentren de nuevo hasta la noche. Cenarán con los hijos –he sabido que son padres por algunas cosas que se han gritado– verán un rato la tele sin cruzar muchas palabras y se irán a dormir. O quizás vean la tele directamente en la cama hasta que les venza el sueño, así, sin hablar.


Pero cuando llega el fin de semana, sin distracciones, sin trabajo, sin 12 horas fuera de casa, pues discuten. Los escucho gritar. Él grita muy fuerte, parece que no le importa todo lo que suelta por esa boca. Dispara a discreción. Ella suena de otra forma, como sintiéndolo más. También grita mucho a veces. Y llora. No me gusta oírlos, imagino lo que deben de estar sufriendo. Suelo cerrar la puerta del baño hasta que se calman.

El matrimonio de primerizos también me da pena, pero de otra forma. Tienen un bebé que llora a todas horas y deduzco que es el primero por lo agobiados que parecen. Los imagino desorientados pensando que esto de que "ser padres es lo mejor del mundo" es un cuento chino. No me preocupan, se les pasará. Me hacen hasta gracia.

Luego está el que bebe cuatro litros de líquido diario y no los debe mear durante el día porque los mea todos a las cuatro de la mañana. Madre mía, ¡qué forma de evacuar a horas intempestivas!

Hay unos niños felices en algún piso. Los oigo jugar y se ríen mucho. Creo que son un niño y una niña, aunque no estoy segura. Me hace pensar que alguien oirá también a los míos cuando se bañan, y juegan, y llenan la bañera de coches, y Mateo pone las reglas y Sancho las acata, y forman una pareja invencible, y se ríen a carcajadas mientras llenan todo de espuma.

Cada día me cruzo con algún vecino. Nos sonreímos y nos damos los buenos días. Ni un atisbo de lo que pasa en sus casas. Me pregunto quién es quién, pero es imposible saberlo. Excepto los niños. Ellos que no entienden nada, lo cuentan todo...
Señora, menos cotilleo y más currar.
 
A falta de contenido, rescato otra columna de las que hizo nuestra HeJKritora, la famosa donde contaba las intimidades de sus vecinos:





Las habas que se cuecen en cada casa​


Los ratos que paso en el baño de mi casa son como si me enchufara a radio Macuto. Vivo en el último piso del edificio y el respiradero de la pared recorre todos los pisos actuando de amplificador de conversaciones, canturreos y confesiones que no debieron salir de entre sus cuatro paredes.

Tengo un vecino muy alegre. Por las mañanas canta mientras se ducha. Algunas canciones las canta a trozos, a ratos las tararea, pero consigo reconocerlas. Otras no. Sobre todo cuando parece cantar en inglés. En realidad creo que se las inventa, o eso me gusta pensar porque me recuerda a mi tío Maxi. Canta fatal, pero le divierte y a mí me gusta escucharlo. Me encanta mi vecino el cantarín.

Hay una pareja que discute. Discute mucho. Se gritan. Sobre todo los fines de semana. Deduzco que durante la semana se ven poco. Imagino que se despedirán por la mañana y quizás no se encuentren de nuevo hasta la noche. Cenarán con los hijos –he sabido que son padres por algunas cosas que se han gritado– verán un rato la tele sin cruzar muchas palabras y se irán a dormir. O quizás vean la tele directamente en la cama hasta que les venza el sueño, así, sin hablar.


Pero cuando llega el fin de semana, sin distracciones, sin trabajo, sin 12 horas fuera de casa, pues discuten. Los escucho gritar. Él grita muy fuerte, parece que no le importa todo lo que suelta por esa boca. Dispara a discreción. Ella suena de otra forma, como sintiéndolo más. También grita mucho a veces. Y llora. No me gusta oírlos, imagino lo que deben de estar sufriendo. Suelo cerrar la puerta del baño hasta que se calman.

El matrimonio de primerizos también me da pena, pero de otra forma. Tienen un bebé que llora a todas horas y deduzco que es el primero por lo agobiados que parecen. Los imagino desorientados pensando que esto de que "ser padres es lo mejor del mundo" es un cuento chino. No me preocupan, se les pasará. Me hacen hasta gracia.

Luego está el que bebe cuatro litros de líquido diario y no los debe mear durante el día porque los mea todos a las cuatro de la mañana. Madre mía, ¡qué forma de evacuar a horas intempestivas!

Hay unos niños felices en algún piso. Los oigo jugar y se ríen mucho. Creo que son un niño y una niña, aunque no estoy segura. Me hace pensar que alguien oirá también a los míos cuando se bañan, y juegan, y llenan la bañera de coches, y Mateo pone las reglas y Sancho las acata, y forman una pareja invencible, y se ríen a carcajadas mientras llenan todo de espuma.

Cada día me cruzo con algún vecino. Nos sonreímos y nos damos los buenos días. Ni un atisbo de lo que pasa en sus casas. Me pregunto quién es quién, pero es imposible saberlo. Excepto los niños. Ellos que no entienden nada, lo cuentan todo...
Ve muchas pelis de miedo, no quiero meter la pata pero yo siempre he vivido en pisos altos y eso del respiradero suena a fábula. Que sí, que a los que nos gusta escribir la imaginación nos da para mucho pero tal y como redacta suena a cotilleo no a que se inspire en sus vecinos para inventar historias. ¿O será que ya me parece mal cualquier cosa de la Reina Piñona? ???
 
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