NOVIAS DE CINE

Bueno, ese solo fué el mal comienzo... Después empieza a parir y la suegra le quita los niñas y cuando se rebela y se lleva a las dos niñas mayores va y se le muere la mayor, a ella le entra la depresión por la culpa y cuando nace el varón tira la toalla sin más, mientras su marido da la razón en todo a su madre, solo quiere que sea la perfecta muñeca de porcelana en la Corte y le de hijos, -y empieza a ponerle los cuernos con otras -, a duras penas se hace ella oir en temas políticos, solo lo consiguió con Hungría, asi que su vida se queda vacía y escapa, ganandose una impopularidad tremenda incluso entre el pueblo, la leyenda de Sissi es producto del cine, en su época nadie la quería, fué una incomprendida... el marido intenta recuperarla teniendo otro hijo, ella cede solo con la condición de que esa criatura la criará ella y nadie más que ella, nace su Valeria mientras sus otros hijos ven que ella se vuelca en ella sin comprender por qué ella no lucha por ellos, Rodolfo la adora -sale a ella en su rebeldia y en sus ideas políticas, chocando con su padre como ella - y al mismo tiempo la aborrece por ello. Con respecto a su marido, ya no quiere saber nada de deberes conyugales y se separa buscándole una amante...

Y, para colmo, su hijo se suicida... Lo dicho, una desgraciada, ¡lo que hubiese dado por no ser emperatriz! Solo por serlo un chalado le mete una puñalada, terminar así por cargar con un título que nunca ha querido... si viese las pelis de Romy vomitaría de asco, como lo hacía desde siempre por su bulimia fruto de su ansiedad vital...

Y para más inri, su asesino, que la apuñaló con una lezna de zapatero, ni siquiera sabe quien es , no era ella su objetivo .. . para su fatalidad, estaba en el lugar inadecuado en el momento inadecuado.. en la comisaria le explican que precisamente ha matado a alguien que se distinguía por sus labores humanitarias... es entonces cuando él lamenta haberlo hecho.. Parece ser que Sissi no sufrió ni se enteró de que la habían apuñalado...cuando cayó al suelo , su larga y tupida cabellera amortiguó el golpe, sólo le comentó a su dama de compañía la mala educación del individuo que había tropezado con ella, después, tras comprobar que no le había robado su reloj, prosiguieron ambas su camino hasta llegar al barco que las esperaba... una vez allí, se desplomó ... cuando su dama de compañía le desabrochó el corsé para que pudiera respirar mejor, se dio cuenta de que en su blanca camisa de batista, había una gota de sangre oscura a la altura del corazón..

Poemas de una empreatriz formal

Attila Papp



Escribir poesía para muchos es huir del mundo desagradable e indiferente, que imposibilita la expresión de los sentimientos más profundos. La famosa reina, Isabel de Baviera, Sissi, tan adorada por sus contemporáneos por su belleza, y tan popular hoy en día por la misma razón, y por su personalidad poco adecuada para la corte, fue una poetisa interesante. El libro ’Elisabeth de Austria-Hungría. Álbum privado’ de la editorial Planeta recoge algunos de sus poemas traducidos al castellano.


Abandonada

Mi soledad, tan tremenda,

La combatía escribiendo pequeñas canciones.

Mi corazón se hundía en la pena

Y arrastraba siempre a mi alma.

¡Cómo latían mi sangre y mi cerebro,

Las ansias y la esperanza me gobernaban!

¡Creí que mi fuerza podría con todo,

Y el mundo entero fue para mí!

Entre los poemas legados por jóvenes aristócratas aburridas hay muchísimos parecidos al que figura más arriba, escrito en 1886. Quizás en las cajas polvorientas del desván de nuestros bisabuelos se esconda algún cuaderno lleno de rimas similares. Durante el romanticismo escribir poemas formaba parte de la cultura general. Lo que resulta peculiar en las líneas citadas es la identidad de la autora, que no es otra que la emperatriz austriaca, reina de todos los húngaros, Elisabeth de Baviera, Sissi.



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El palacio de la emperatriz Sisi en Gödöllő, Hungría

Elisabeth llegó a uno de los tronos más formidables de Europa por casualidad, gracias a una romántica y genuina historia de amor. A la princesa no la educaron para reinar: no aprendió la etiqueta de origen español que se practicaba en la corte vienesa y desconocía los idiomas del imperio así como las exigencias propias de la “ocupación” de reina. Las esposas de los reyes del siglo XIX tenían un plan de trabajo muy estricto. Su tarea más importante era la de la representación, recordando a los súbditos la presencia de la familia real. Ése fue el caso del multinacional imperio Habsburgo, en el que el regente y su familia directa jugaban un papel significativo en la cohesión de la estructura estatal, integrada por culturas, idiomas y religiones dispares. Precisamente, Elisabeth, a quien le gustaban muy poco los rígidos formalismos, no cumplía con estos requerimientos. Además, la emperatriz tuvo que someterse a las órdenes de su suegra y a las exigencias de otros personajes.

Los húngaros eran considerados excelentes jinetes, riquísimos magnates y amantes románticos. Seguramente todas estas creencias, aún hoy vivas, ejercieron cierta influencia sobre la joven emperatriz. Elisabeth, para gran sorpresa de todos, empezó a estudiar, en vez de checo, húngaro, un idioma considerado mucho más difícil. Uno de los mayores éxitos políticos de su vida también estuvo relacionado con los húngaros: manteniéndose en segundo plano, representó un papel crucial en el llamado Compromiso al que llegaron los húngaros y la corte en 1867. De igual modo, le encantaba cartearse y escribir en húngaro, negociando en este idioma “secreto” con la gente de su confianza.

Exceptuando el citado Compromiso, desde el punto de vista personal su vida estuvo plagada de fracasos. Su matrimonio nunca funcionó de verdad, la corte y la aristocracia la rechazaban, y en la década de los 80, con más de cincuenta años, su belleza legendaria perdió fulgor. Tuvo que renunciar a las largas cabalgatas y a las cacerías. Por aquel entonces comenzó a dedicar toda su energía a la poesía. Se llamaba a sí misma Titania, como la reina de las hadas de la obra de Shakespeare, y puso negro sobre blanco tanto la vida cotidiana de la corte como lo que acontecía en su matrimonio. Con frecuencia escribe sobre viajes y sobre su desafortunado destino con añoranza sentimental. Sólo unas pocas personas de su confianza pudieron acceder a sus poemas. Sus obras no iban destinadas a los contemporáneos, ni tampoco se las leyó a su esposo: el emperador, seguramente tras unas pocas palabras de halago, habría cambiado de tercio, pasando a uno de sus temas preferidos, ya fuera la cacería o el tiempo…

Elisabeth, que era considerada poco habladora, dejó escritas unas 600 páginas de poemas, la mayor parte de los cuales fueron depositados en Suiza, al igual que el resto de sus bienes personales, debido a que no confiaba demasiado en el futuro de la Monarquía. Sus obras fueron editadas en 1950. El presidente de la Federación Suiza, de acuerdo con la normativa vigente a la sazón, abrió en 1951 el paquete sellado, permitiendo así su estudio a los investigadores. En el lugar central de los poemas de Elisabeth, al margen de la glorificación de la política, de la libertad y de la república, se halla el amor.

Estilísticamente imitó al poeta Heine, de quien podía recitar de memoria fragmentos enteros y a quien consideró su maestro principal. A Sissi se la consideraba en su época experta en Heine. En varias ocasiones le fue pedida opinión para dirimir si un poema era o no de Heine y su respuesta fue siempre certera. Su notoria adoración por el escritor (incluso llegó a colocar una estatua del poeta en su palacio de Corfú) despertó el resentimiento de los antisemitas; sin embargo, como era habitual en ella, tampoco en este caso le importó mucho la opinión de los demás. La literatura contemporánea posterior a Heine no le interesaba tan profundamente, aunque conoció en persona y admiró a Mór Jókai y a József Eötvös, dos renombrados escritores húngaros de la época. Además de a éstos, admiró a su pariente y “colega”, la reina Elisabeth de Rumania, que escribía con el pseudónimo de Carmen Sylva. Las dos Elisabethes se consideraban mutuamente excelentes poetisas. Si bien la creación literaria de la emperatriz ha resultado más duradera, lo cierto es que sus poemas son valiosos por ser quien es la autora y no tanto por su valor literario. A través de ellos los admiradores intentan conocer la vida de su adorada emperatriz y los historiadores buscan nuevos datos para sus indagaciones.

http://www.lho.es/index.php?pagetype=blue_danube&id=574
 
¡Las novias más aguerridas de la historia del cine!
¡5000 Km kilómetros de penalidades para conseguir marido!

"Caravana de mujeres" (1951)

Maravillosa película, como acaba reconociendo el rudo Robert Taylor, ¡grandes mujeres!

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Tras 5000 Km, las novias localizando a los novios en carne y hueso que tienen en las fotos, porque
tras semejantes penalidades ¡eligen ellas, por supuesto!


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Claro que Danon ya había fichado al novio desde el principio del viaje (tonta no es, ¡guapísimo Robert Taylor!)
¡y menuda lucha tiene la pobre para ligarse al machista, pero lo consigue, claro que sí,
él sabía de mujeres menos que de cualquier otra cosa que no fuese conducir caravanas!


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Un trocito de la maravillosa película ¡no os la perdaís!




 
No siempre son ellos los que se resisten al matrimonio, ahora toca dar la enhorabuena a
¡Gilbert Blythe!

Gilbert, ¡por fín conseguistes que Anne Shirley, de Tejas Verdes, te diese el sí quiero!

¡Todas las seguidoras estábamos contigo, Gilbert!










 
Última edición:
Bueno, bueno, resulta que en la serie "Ana de las Tejas Verdes" ¡nos cortaron la noche de bodas y eso que solo salen en plan sombras chinescas en los prolegómenos! ¡Que puritanismo! Señores productores, que resistimos un poquito más de "escándalo", no se preocupen así por nuestra alma...

Aqui sale la escena ¡puro escándalo!​

 
Y aquí tenemos a Apollonia, la bella ragazza italiana que hace olvidar a Michael Corleone que Kay, su enamorada novia, le espera en América sin saber nada de él.





Después, Michael le dió a Kay motivos para lamentar que él se quedase viudo y volviese a ella, pero no por eso no le dijo con razón muchos años después, ya divorciados, cuando él le dijo que en esa época él la había recordado mucho:

"¡Claro!, por eso te casastes con otra".​
 
Quien crea que James Bond es un asesino sin alma, sí, que los malotes no se lo crucen, pero, muy escondido, si que tiene corazón, aunque lo preserva bien...

Nadie recuerda a la única mujer que le enamoró hasta el punto de conseguir ser la señora Bond, la condesa Teresa de Vincenzo, su amada Tracy, cuyo romance, cantado por Louis Amstrong, salió en
"Al servicio secreto de Su Majestad".

Ya sé que en reboot de Casino Royale sale Vesper Lynd, pero en la novela Ian Fleming no lo muestra tan enamorado, sin embargo, sí que describe a Bond perdidamente enamorado de Tracy. Y en muchas películas posteriores, hay alusiones al dolor que le produce a Bond el recuerdo de su Tracy, su tema tabú - en "La espía que me amó", en "Solo para tus ojos", en "Licencia para matar", incluso en la forma en que ha abandonado a Paris Carver en "El mañana nunca muere" (por haberse sentido "en peligro")-, aunque lo disimule ligando a diestro y siniestro, bueno, antes de Craig, que ahora no hace falta que Bond se enamore de tí para acabar muerta, este Craig basta que te mire para que tengas que hacer testamento, supongo que por eso liga tan poco ahora...

Ya sé que el actor de aquella ocasión, George Lazenby, es patético, es la única película que hizo, intentando sustituir a Sean Connery en vano, pero ella, Tracy Draco, fué encarnada por la maravillosa Diana Rigg.

Aquí teneís la boda, para desconsuelo de Monneypenny, aunque pronto estuvo él en disposición de tener que ser consolado, aunque no del modo que siempre soñaba Moneypenny... Y el MI6 recuperó los servicios de su mejor agente, que había renunciado para formar una familia...







 
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¡Una novia, el día que se casa con su gran único amor de su vida, en la puerta de la iglesia, ve su sueño destruido para siempre, y no por accidente!

¡Y los cobardes responsables que no dieron la cara lo pagarán caro!


"La novia vestía de negro" (1967), de François Truffaut.


¡Maravillosa Jeanne Moreau!


 
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