ARTICULOS QUE NOS PUEDEN INTERESAR

ING​

Lo importante del asunto, lo que está científicamente demostrado, es que el «running», antaño «jogging» o «footing», es un ejercicio innecesario rebosado de peligro y riesgo. De lo que hay que escribir para no mencionar a Begoña Gómez.​

23/03/2024Actualizada 01:30
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp

Un viejo amigo, no tanto como yo, ha sufrido un infarto cuando corría entre los encinas y pinos de El Pardo. Se lo tenía advertido. Correr es malísimo para el corazón, aunque muchos médicos opinen lo contrario. A partir de determinada edad, el ejercicio físico más saludable es el de ascender por los peldaños de una escalera de biblioteca para consultar un libro ubicado en la zona más alta de la estantería. O pasear, eso tan aburrido. Aquí en el norte, hay muchos aficionados al ciclismo de fin de semana. Produce dolor contemplar sus esfuerzos, sobre todo en los ascensos. Pedalean con titánico ardor y apenas se mueven. Me refiero a los ciclistas aficionados que han elegido el padecimiento del fin de semana sin trampas ni cartón. Otros se mueven sobre bicicletas con motor. Superan las cuestas con el motorcillo en marcha y se lanzan en los descensos con absurda velocidad. El motivo está en la sílaba final «ing». Cuando éramos jóvenes, algunos de nosotros practicaban el «footing». Posteriormente, el «footing» perdió adeptos en beneficio del «jogging», que es lo mismo que el «footing», y a su vez, lo que en España siempre se ha entendido por correr.
Pero el «jogging» ya no priva, y ahora se denomina «running». El «footing», el «jogging» y el «running» no son otra cosa que correr en poquito inglés.
Un amigo de Sánchez ha quebrado Correos. El gran humorista Evaristo Acevedo, una de las glorias de «La Codorniz» fue cartero hasta que pudo vivir de sus colaboraciones periodísticas y libros. Autor de dos secciones geniales –gracias a sus comentarios–, en la desaparecida revista de humor, «La Cárcel de Papel» y la «Comisaría de Papel». Recordaba Evaristo, hombre pudoroso y tímido, que le avergonzaba acudir como cartero a los hogares particulares para llevar las cartas a domicilio. «Se trataba de una incitación sexual y pecaminosa. Pulsaba el timbre de la puerta, se la abrían, se identificaba como cartero y la señora de la casa se fijaba en la plaquita que llevaba sobre la tetilla izquierda con este estímulo provocativo: «Correos». Quizá, la doble interpretación del lenguaje es la que ha estimulado que el hecho de correr se haya amparado en la lengua angloamericana. Así, el maduro hombre de la casa, con su chándal carmesí y sus zapatillas de deporte le anuncia a su mujer. «Me voy a hacer «jogging», con el fin de evitar la frase de doble interpretación: «Mi amor, me voy a correr un poco».
Pero lo importante del asunto, lo que está científicamente demostrado, es que el «running», antaño «jogging» o «footing», es un ejercicio innecesario rebosado de peligro y riesgo. En las urbanizaciones, hacer «running» equivale a correr apresuradamente, a toda pastilla, cada vez que el maduro ejercitante es perseguido por un perro con evidentes –Wodehouse–, deseos de mutilación. Y según mis noticias, es lo que le ha sucedido a mi amigo en su malogrado «running». Vestía una camiseta naranja fosforescente – sucedió en la atardecida–, y pasó excesivamente cerca de un jubilado que sacaba a su perro a pasear. Ante la visión luminosa del corredor, el perro, con toda la razón del mundo, se enfureció, y acompañando su carrera de gruñidos persiguió a mi amigo hasta que éste, sintió ahogos y cayó al suelo. El perro, con gran nobleza, al contemplar a su enemigo de decúbito prono sobre la pinaza, abandonó a su víctima y fuése hacia su amo, que en premio a su persecución, le proporcionó un par de galletas energéticas para que persiguiera al siguiente corredor, que abundan en aquella zona. Los perros ignoran que el hecho de correr por correr, se llame «footing», «jogging» o «running». Para ellos, un ser humano que corre es un malhechor que huye, y van a por él.
A Dios gracias, he hablado por teléfono con mi amigo deportista, se encuentra bien, y el médico le ha recomendado, después de una temporada de reposo, una hora de paseo cada día. –¿Paseo o «paseing»?–, Ha preguntado mi amigo que no sabe inglés. –Mejor «paseing», que es más elegante. Y si es posible, proceda al «paseing» por el pasillo de su casa–.
De lo que hay que escribir para no mencionar a Begoña Gómez.

Más de Alfonso Ussía​

 

El ruiseñor de otro nido​

Que un militar haga en público el canelo, me abruma. Y más aún si ha alcanzado un grado y un empleo que son consecuencias de una carrera más que estimable​

24/03/2024Actualizada 01:30
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp

Los que me conocen saben que mi admiración y gratitud por los militares son tan hondas como libres y desinteresadas. Les debo mucho. Después de quince meses de Mili de verdad, volví a la vida civil con pesadumbre. Aprendí de ellos, de los militares, la vocación del servicio, el rechazo a la codicia, el profundo sentido de la cortesía, el cumplimiento del deber, la decencia y la disciplina. Para escribir un artículo diario durante toda la vida, se necesita ante todo, una férrea disciplina militar. De ahí, que cincuenta años después de licenciarme, me siga considerando y enorgulleciendo por esa consideración, un soldado. Que un político haga el ridículo me la trae al pairo. Que un sinvergüenza psicópata ascienda desde la mentira y la traición a las cumbres del poder civil, me entristece como español, pero en nada me sorprende. Que un militar haga en público el canelo, me abruma. Y más aún si el militar que hace el canelo ha alcanzado un grado y un empleo que son consecuencias de una carrera más que estimable. Y me refiero, con pesar, al teniente coronel Manuel González Hernández, el que canta a destiempo, el ruiseñor de otro nido que muy poco tiene que ver con la milicia.
Los militares cantan con emoción sus himnos. Firmes o en posición de descanso. No se mueven mientras cantan y mantienen las caderas y los brazos sin gestos ni requiebros de cuplé. En un acto de entrega de premios, presidido por la ministra de Defensa, el teniente coronel entonó una canción que nada tiene que ver con el compromiso de su uniforme. Canta muy bien, pero esa cualidad no justifica su espectáculo. Para ello están su hogar, su familia y sus amigos.
Los militares están sujetos al cumplimiento de las Reales Ordenanzas, que se ciñen a los deberes y los derechos. Sin vestir el uniforme, don Manuel González Hernández puede cantar donde quiera, le apetezca y se lo demanden. Con el uniforme, el teniente coronel González Hernández no delinque cantando en público, pero rebaja la discreción que se espera de su rango. Es posible que se haya apercibido de su talento artístico a destiempo, y en tal caso, lo más recomendable es que se instale en otro nido que nada tenga que ver con la condición de militar, de jefe del Ejército de Tierra. En la Mili, en las horas libres previas al toque de retreta, cantábamos en la cantina canciones regionales. Los vascos añoraban, los andaluces trinaban las coplas de Rafael de León, los catalanes «La catalineta», y los castellanos «eres alta y delgada como tu madré, morená saladá». Una tontería. Pero éramos reclutas, y habíamos calentado el gaznate, después de una agotadora jornada de instrucción, con algunos cubatas. Los solistas de los coros militares cantan con la naturalidad y la medida gestual que les exige el uniforme. Porque el uniforme manda, y su estética y ética no pueden mostrarse con comportamientos discutibles.
Los militares han elegido un camino difícil, de vocación, servicio y honra. Un camino duro, tanto en tierra, como en la mar o en el aire. Sin uniforme, los militares son libres y pueden cantar hasta sardanas, que manda huevos. Pero con el uniforme en su sitio, y el sitio en un militar es vistiendo su cuerpo, las tonterías sobran. Pero todo, menos el ridículo, tiene arreglo. Si el teniente coronel insiste en sus trinos uniformado y con los distintivos de su rango en cantar canciones en actos públicos, es muy dueño de optar a dos decisiones. Seguir el duro, ejemplar y maravilloso camino de la milicia, o presentarse para representar a España en el próximo festival de la Eurovisión.
Y yo, con la mano en el corazón, le recomiendo que renuncie a los trinos y recupere la voz de mando.

Más de Alfonso Ussía​

 

Mi primo chorizo​

Salgo en defensa del honor de mi familia. Este Aldama nada tiene que ver con nosotros. Ser socio y amigo de Koldo es motivo suficiente para airear nuestra indignación​

25/03/2024Actualizada 08:54
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp

Nada puede interpretarse como presunción, porque desde los tiempos de mi bisabuela, lo hemos perdido todo. Y todo era muchísimo. Menos mal que, al cabo de los años, sus biznietos hemos descubierto que tenemos un primo multimillonario y emprendedor.
Mi bisabuela paterna, María Cubas y Erice, se casó con mi bisabuelo Francisco de Ussía y Aldama, marqués de Aldama. Y tuvieron cuatro hijos. Francisco, marqués de Aldama, José Luis, conde de los Gaitanes –mi abuelo, y posteriormente mi padre, mi hermano Pedro y en la actualidad mi sobrina Macarena de Ussía y Bertrand–, Ramón –doctor en Medicina y mi padrino– y Consuelo, casada con Jaime Milans del Bosch y del Pino, militar, Teniente General y padre de Jaime Milans del Bosch Ussía, militar y Teniente General, asimismo. María Cubas Erice, fallecido su marido, pasó a ser la marquesa viuda de Aldama, propietaria de La Moraleja, creadora de empresas –La Minero Siderúrgica de Ponferrada y la Sociedad Financiera y Minera–. Vivía en su piso –el que hoy ocupan la Infanta Doña Margarita de Borbón y su marido el doctor Carlos Zurita, duques de Soria, en la calle Jorge Juan de Madrid– durante los meses de invierno, en primavera en La Moraleja, y en verano lo dividía entre San Sebastián y su casa de Málaga, «San Joaquín». En San Sebastián en «Aldama Enea», una villa espectacular que se vendió a los pocos años por su escaso uso.
En la familia era «la abuela María», y era una mujer inteligente y desconcertante. Tuvo durante veinte años un capellán, don Raúl, que bautizó y preparó para la Primera Comunión a sus nietos, entre ellos el mayor de todos, mi padre, y oficiaba diariamente la Santa Misa. En la Moraleja, además de su capellán, gustaba invitar a un obispo, y por el palacio de La Moraleja –ubicado en la zona que hoy ocupa el chalé del golf– pasó prácticamente toda la Conferencia Episcopal. Un obispo, paseando junto a ella por el llamado paseo de los Lilos, le preguntó: «Doña María, ¿usted está segura de que don Raul es sacerdote?». La Abuela María se sintió ofendida. «Señor obispo, don Raúl lleva más de veinte años en casa, ha bautizado y ha dado la Primera Comunión a todos mis nietos, cumple estrictamente con su obligación de oficiar la Santa Misa, habla divinamente, y dudar de su condición sacramental se me antoja una grave desconsideración. Don Raúl es un santo». Pero don Raúl, que había tenido previamente una charla no del todo convincente con el obispo, huyó de La Moraleja aquella misma noche, oliéndose la tostada, y llevándose de recuerdo toda suerte de cálices y custodias de oro y plata. Cuando le recomendaron que lo denunciara a la Guardia Civil, se opuso tajantemente. «Sacerdote o no, ha cumplido durante veinte años con su deber, y me niego a verlo en la cárcel. No me importa lo que se ha llevado de casa. Lo único que me preocupa, es que vosotros, mis queridos nietos, por haber recibido los sacramentos de manos de un impostor, podríais terminar en el limbo». Y organizó una segunda Primera Comunión para sus nietos, entre los que destacaban mi padre y mis tíos Francisco de Ussía y Jaime Milans del Bosch, bastante creciditos, ya superada por los tres la mayoría de edad, que se alcanzaba a los veintiún años. Mujer peculiar y con un gran sentido común.
Ilustración coches

Barca
Y ahora nos enteramos que tenemos un primo que nos ha salido sinvergüenza. Nadie en la familia sabía de su existencia y menos aún de qué rama de los Aldama proviene. Pero sí que principió su fortuna haciéndose pasar por descendiente, en condición de nieto preferido, de los marqueses de Aldama. Mi «primo», por lo tanto, se llama Víctor Gonzalo de Aldama, nació en 1978 en Madrid y ganó millonadas abriendo puertas y negocios con desparpajo y simpatía. Es el propietario del club de fútbol Zamora, estuvo a un paso de comprar al Córdoba Club de Fútbol, engatusó con sus raíces aristocráticas a inocentes millonarios sudamericanos, y fue fundamental para engañar –o compartir las ganancias– de las mascarillas inservibles que compraron por nada y vendieron por muchísimo a los dirigentes socialistas durante la pandemia. Gran amigo de Koldo y de Ábalos, también actuó como presentador de Javier Hidalgo a la esposa del Gobierno, Begoña Gómez, para una pequeña cuestión de trámite empresarial. Conseguir, en pocos días, una ayuda del Gobierno presidido por el marido de la señora Gómez de –más o menos– 600 millones de euros. Una minucia.
Para colmo, es un amante de los Ferrari y los Masseratti, cuando en mi familia, en tiempos de la abuela, éramos más de los Hispano-Suiza y los Daimler. Un Ferrari es una horterada.
Y claro, los nietos de la marquesa viuda de Aldama nos sentimos atenazados por el ridículo y nuestra incapacidad para emular la gesta de nuestro falso pariente, que ha resultado ser el más inteligente de todos, si bien, su futuro penal nos alivia la frustración. Pero que un Aldama, que presume de ser nieto de la Abuela María, sea simultáneamente amigo y colega de fechorías de Koldo, nos ha humillado hasta el talón de Aquiles.
Salgo en defensa del honor de mi familia. Este Aldama nada tiene que ver con nosotros. Ser socio y amigo de Koldo es motivo suficiente para airear nuestra indignación. También es cierto que es el único «pariente» de la marquesa de Aldama que ha ganado dinero en varias generaciones. Algo bueno tiene este farsante y embaucador. Pero si en verdad se apellida Aldama, no es de nuestros Aldama. Es de una rama de Aldama bastante mal.

Más de Alfonso Ussía​

 

Hacia la quiebra​

Inaugurar en esas condiciones una taberna, es como abrir una tienda de bolsos sin bolsos, ejemplo de surrealismo marxista​

26/03/2024Actualizada 01:30
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp

Don Juan Tenorio acude a la Hostería del Laurel para saldar sus cuentas amatorias con don Luis Mejía. Pero antes de entrar en la taberna, se cerciora de ello.
-¿La Hostería del Laurel?
-En ella estáis, caballero.
-¿Está en casa el hostelero?
-Estáis hablando con él.
Así se entra en una taberna.
En la calle Ave María del barrio de Lavapiés acaba de ser inaugurada una taberna. Un rojo de provincias visita Madrid y acude al novísimo local de la cadena hostelera de Pablo Iglesias. El indómito progresista llama a su puerta, después de superar los tres altos escalones que dan acceso, por un angosto espacio, al interior del local, con la finalidad de entorpecer la visita del pelmazo de Echenique. Marra en el primer intento.
- ¿Taberna del proletario?
- En ella estáis, caballero.
-¿Está en casa el propietario?
-Perdón, soy el fontanero.
El visitante, herido por la tristeza, da una vuelta a la manzana para dar tiempo al propietario a llegar a su local. Es tarde. En la taberna recién inaugurada sólo está el fontanero. Cumplida la vuelta a la manzana, opta por intentar de nuevo tomar una cerveza catalana en el tugurio carmesí. El diálogo se enriquece con tres octosílabos más, porque la fachada es un derroche de cultura.
-¿Está abierto este lugar?
-En él estáis, caballero.
-¿Está en casa el tabernero?
-Descansa en Galapagar
Durmiendo con la Montero
E ignoro si va a llegar.
Sigo siendo el fontanero.
Consternación. Viajar hasta Madrid para conocer una taberna y no poder consumir ni una cerveza catalana, desmoraliza a cualquiera. No ha iniciado bien la Taberna Garibaldi-Sólo para Rojos, su singladura. El primer día, se anularon reservas porque la mitad de los platos ofrecidos en la carta no estaban disponibles por falta de materia prima. El segundo día, la apertura del local se retrasó porque no tenían cerveza y aguardaban la llegada del pedido. Y el cuarto día del triunfal inicio, el nuevo local se cerró a cal y canto por una preocupante avería en las tuberías que afectaban a los lavabos donde unos cumplen con las urgencias naturales y otros se refrescan con algunas chicas.
Un buen hostelero está obligado a ser más previsor. Una taberna sin cerveza, sin platos ofrecidos en la carta que no existen y sin agua no invita a las muchedumbres, por prestigioso que sea el tabernero –que lo es– a visitar el afamado local. Un local de altísimo copete estalinista y bolivariano, en el que un visitante al Foro puede coincidir con poetas como Monedero, feministas como Irene Montero y Pam, y actores de cine como Pepe Viyuela, Guillermo Toledo o Alberto San Juan. Pero claro, sin cerveza y sin agua en los lavabos e inodoros, la experiencia puede resultar merecedora del olvido. Posibles clientes de antaño, hogaño no se atreverían a visitar el gran local. Yolanda Díaz, el ave zancuda Errejón, Alberto Garzón, y demás antiguos compañeros pasados por la trituradora del propietario. Y tampoco Urtasun, el ministro de Cultura, que ha reconocido en un alarde de sinceridad, que entre la taberna de Iglesias y el bar del Ritz, prefiere el bar del Ritz. Y en ese punto, coincido plenamente con Urtasun.
Inaugurar en esas condiciones una taberna, es como abrir una tienda de bolsos sin bolsos, ejemplo de surrealismo marxista. Para mí, que la taberna es una estrategia de aprendizaje del futuro cubano que nos aguarda. Una taberna en la que no se puede comer porque no hay comida, en la que no se puede beber porque la bebida se ha terminado, y en la que no se puede ir a los lavabos porque no hay agua. En ese aspecto, como escuela de aprendizaje del futuro cercano, el emporio hostelero de Iglesias es muy provechoso, amén de benefactor.
No obstante, mucho me temo –y nada deploro– que este chico corre impetuosamente hacia la ruina. Porque muchos no se han apercibido de ello, y hora es de que lo sepan.
Es tonto.

Más de Alfonso Ussía​

 

Invencibles​

Sumando a vuela pluma los votos que obtendría el partido de Puigdemont y la pequeña Borrás, me salen veinte millones de votos, resultado que me preocupa a sabiendas de que no hay veinte millones de catalanes​

27/03/2024Actualizada 01:30
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp

El presente texto nada tiene que ver en esta ocasión con Begoña Gómez. Sirva la advertencia para recordar a los jueces su nombre y apellido.
El presente texto sí tiene que ver, y mucho, con la imposibilidad de derrotar en las urnas catalanas al partido político del fugado «caganer». Somos muy pocos para competir con ellos. En elCorreo de Bilbao, cuando se llamabaEl Correo Español-El Pueblo Vasco, se publicó la crónica de un partido de fútbol del Athletic disputado en San Mamés contra la Unión Deportiva Las Palmas. Y saltó la errata. Se intercaló en el texto de la crónica futbolística el final de la esquela de un fallecido. Decía así: «Cuando el empate se daba por hecho, en el minuto 89, el Athletic marcó el gol de la victoria. Sarabia controló el esférico, galopó por la banda, y centró el balón hacia el área rival, donde esperaba para rematar Dani, tíos, primos y demás familia». Lógicamente, Dani no marró. Cuando un futbolista recibe un balón en el área y se sabe protegido por sus tíos, primos y demás familia, marcar gol no supone nada del otro mundo por el lío y el desconcierto que experimentan los defensas y el portero del equipo contrario.
Más o menos, algo parecido va a suceder en las próximas elecciones autonómicas catalanas. Casi todos los partidos se presentan modestamente, con sus siglas. ERC, el PP, el PSE y Vox. Pero el partido que preside la condenada por malversación Laura Borrás y dirige desde Waterloo el delincuente amnistiado, es decir, Junts (Juntos), lo hará en compañía de otras siete formaciones políticas. Y contra esa muchedumbre no se puede combatir ni en las urnas. El forajido en trance de ser amnistiado a cambio de sus siete votos en el Congreso de los Diputados, garantía de estancia a todo tren de Sánchez y Begoña Gómez –recordad su nombre y apellido– en la Moncloa, se presentará a las elecciones con Joventut Republicana (Juventud Republicana), Alternativa Verda (Alternativa Verde), Reagrupament (Reagrupamiento), Acció per la República (Acción por la República) Moviment de Esquerres de Catalunya ( Movimiento de Izquierdas de Cataluña), Demócrates (Demócratas) Y Estat Catalá (Estado Catalán). Entre paréntesis me he permitido, gracias a los conocimientos del complicado idioma catalán de mi traductor, Lluis (Luis) García (García) López (López), miembro de Demócrates (Demócratas), incluir la traducción al español de los partidos políticos catalanes que se suman a Junts (Juntos) para arrasar en las elecciones y conseguir, al fin, después de cinco siglos de sigilosos planteamientos, la independencia de Cataluña.
Creo, honestamente, que Puigdemont juega con ventaja. El apoyo, principalmente, de Altarenativa Verda (Alternativa Verde) y Estat Catalá (Estado Catalán) son determinantes. El segundo de los partidos seleccionados fue fundado en 1922 por Francesc (Francisco o Paco) Maciá, presidente de la Generalitat (Generalidad) de Cataluña, un peso pesado de la política local de gran influencia en nuestros días.
Sumando a vuela pluma los votos que obtendría el partido de Puigdemont y la pequeña Borrás, me salen veinte millones de votos, resultado que me preocupa a sabiendas de que no hay veinte millones de catalanes. Pero con la tardanza que se aplican en España los recursos, el cansancio de los miembros del Tribunal Constitucional y demás minucias, esos veinte millones de votos –¿qué menos entre ocho partidos de esa importancia social?–, le concederán al partido del ocupante del maletero una mayoría absoluta abrumadora. Con ella, democráticamente, Puigdemont podrá proclamar por segunda vez la independencia de Cataluña, que durará el mismo tiempo que se invierta en detener en la Moncloa al auténtico artífice de la independencia, el deportista que está casado con Begoña Gómez, a la que, en verdad, no tenía pensado mencionar en el presente texto más allá de la inicial advertencia.
Ocho partidos de esa importancia arrasan en cualquier elección de cualquier nación europea. Son muchísimos, y por ende, invencibles.
Begoña Gómez.

Más de Alfonso Ussía​

 

Aquellas Semanas Santas​

La Semana Santa se ha convertido en una excusa de vacaciones y no se le concede importancia a su fuerza y sentido religioso​

28/03/2024Actualizada 15:51
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp

En la Semana Santa apenas se viajaba. Jueves y viernes, oficios y visitas a la iglesia. En la radio,Las Siete Palabrasdel padre Laburu, jesuita y médico. Al final, el comentario de mi madre a sus hermanas. «¡Qué maravilla! ¡Cómo hemos llorado!». El Viernes Santo, interminable. Todo estaba prohibido. Oír música que no fuera sacra. La ascendencia andaluza de nuestra madre se interpretaba en el luto. Los hermanos –los ocho últimos– salíamos a pasear por el bulevar de la calle de Velázquez de luto riguroso. Muchos vecinos del barrio nos daban el pésame. El Sábado Santo se aflojaban las restricciones, y el Domingo de Resurrección, después de la Santa Misa en los Carmelitas de Ayala, colas en El Riojano o en Neguri, en pos de tartas y pasteles. Nuestra madre se encontró con unos vecinos, pioneros en acudir a esquiar durante la Semana Santa. «Son de la cáscara amarga», nos comentaba. Los de la cáscara amarga, por supuesto, eran los de izquierdas que intentaban parecer de derechas pero se les notaban las intenciones. En TVE, las pláticas del Padre Urteaga, y las películas de todos los años.Los Diez Mandamientos,Rey de Reyes,Balarrasa,Marcelino Pan y Vino, yLa Caída del Imperio Romano.
El Domingo de Resurrección, la retransmisión desde la Plaza de San Pedro de la Misa oficiada por Su Santidad, finales de Juan XXIII y principios de Pablo VI. Sucede que aquellas tradiciones no nos molestaban en absoluto. Nos habían enseñado que la Semana Santa era para rezar, no para divertirse. En Sevilla y Málaga se entremezclaban la fe y el vino. Y el Domingo de Resurrección, en la plaza de Toros de Sevilla, se abría la temporada taurina. Durante decenios, siempre con Curro Romero en el cartel. En la tarde del Domingo de la esperanza, cazábamos en La Moraleja y disparábamos a todo lo que se movía entre las jaras y las encinas. Mi hermano Álvaro, prudentemente, se abstuvo de pulsar el gatillo al oído de un gran animal que resoplaba y gemía detrás de un arbusto. Se trataba de una pareja que culminaba las ansias del principio de la primavera. Se les cortó el gustirrinín y fueron despedidos por mi hermano de esta manera:
–Se hace, pero no se resopla, guarros.
En la actualidad, la Semana Santa es un trajín de coches, trenes abarrotados y vuelos a los destinos más exóticos, pero como tal, la Semana Santa se ha convertido en una excusa de vacaciones y no se le concede importancia a su fuerza y sentido religioso. A mí, particularmente, me emocionan los pasos y las procesiones, demostración palpable y visual de eso que tanto molesta al retroprogresismo. «España es cristiana y no musulmana». Sánchez, el marido de Begoña Gómez, felicita a los musulmanes por el fin del Ramadán, pero no lo hace con los cristianos que celebramos y respetamos la Semana Santa. (Ignoro lo que me sucede. Hasta escribiendo de la Semana Santa, el nombre de la mujer de Sánchez se cuela en mi texto, y no por culpa de los diablillos de la imprenta).
Me considero un cristiano –católico, apostólico y romano– más que deficiente. Pero en Semana Santa mantengo en mi casa las tradiciones sagradas de mis padres y mis abuelos. Algunas, tediosas, pero siempre, al final, elevan el ánimo y me ayudan a pensar que vivimos en una nación atacada que resiste. Esa Legión con su Cristo de la Buena Muerte en Málaga.
Mi amigo Mark Inch, más ingles que Wodehouse, Dickens y Turner juntos, estuvo presente, años atrás. «Me habían hablado del Cristo de Mena y la Legión. Y me uní a la muchedumbre. No soy español, pero al final, cuando se oye el Novio de la Muerte, me emocioné como todos los que me rodeaban». Algo tendrá. Pero Sánchez no nos desea lo mejor a los católicos españoles por Semana Santa como a los musulmanes en el Ramadán porque ello supondría una humillación para su soberbia. La suya o la de su mujer, Begoña Gómez, que santa justicia tenga.
No es posible que el tiempo vuelva hacia atrás. Pero aquellas Semanas Santas de mi infancia eran mejores que las de hoy.
Eso que tanto intrigaba al místico y profundo teólogo el padre Ramón Ceñal. «Eso, el Misterio, el Misterio».

Más de Alfonso Ussía​

 
Visita a la decencia
Periodista y escritor
Alfonso Ussia

ASSOPRESS
https://fotos.miarroba.com/or/a81b/2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.webp


Millones de españoles, críticos por herencia estúpida de nuestras Fuerzas Armadas, ignoran que mientras duermen, mientras ellos hacen uso de su libertad, mientras trabajan, mientras comen y mientras aman, hay miles de compatriotas uniformados que velan por ellos. Los que velan por ellos no tienen asegurado el sueño y el descanso, ni su libertad, a la que han renunciado voluntariamente, ni su posibilidad de estar con sus amores, sus familiares y sus hijos. Están, por todos nosotros, a centenares de kilómetros, velando por la seguridad de nuestra convivencia y cultura. Están, por todos nosotros, a diez mil metros de altura, vigilando día y noche nuestros cielos. Están por todos nosotros, navegando en los buques de la Armada, custodiando nuestras costas y cumpliendo con sus deberes lejanos. No visten el uniforme del poder omnímodo, como los militares chinos, norcoreanos, cubanos o venezolanos. No visten el uniforme de las naciones aliadas con el terror, como Irán, Irak, Siria, Yemen o determinados Estados del Golfo. Visten el uniforme de la libertad, de la democracia y la decencia.
Buena visita la que ha rendido la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, acompañada del ministro de Defensa, Pedro Morenés, a nuestros militares que cumplen misión en Afganistán. Misión de riesgo, de vocación y de servicio. Una visita oficial a la decencia. Militares y guardias civiles desplazados a las tierras más ásperas y enconadas del mundo con el único objetivo de mantener la paz, allí donde la paz es una ilusión de imposible alcance. Ellos, en Herat, casi lo han conseguido, pero en cualquier momento, esa situación de convivencia aparente puede convertirse en un infierno. Y ahí están nuestros soldados, alejados de sus familias, orgullosos del cumplimiento de sus deberes, felices por representar a España en el difícil escenario de la permanente inquina. Soldados que no preguntan por sus ingresos, que no engañan a nadie, que viven con la honestidad por mochila, que no descansan, que van a pasar la Navidad en el compañerismo de su segunda familia, que es la milicia, naturalmente. Soldados, que por jugarse la sangre y la vida por todos nosotros, por nuestra cultura, por nuestra libertad, perciben menor contraprestación económica que Íñigo Errejón por defraudar con su beca nepotista. Mucho menos de lo que ingresa de una nación enemiga de Occidente y de la libertad, el camarada de las coletas. Muchísimo menos de que lo que llega desde la tiranía venezolana a las arcas de quienes dicen representar al pueblo. Al pueblo lo representan esos soldados que están en Afganistán, y los que hacen guardia en nuestros regimientos, o vigilan la inmunidad de nuestros cielos o nuestras costas. Ellos son pueblo, honor y ejemplo permanente.

En la lejanía, muchas veces se sienten solos e incomprendidos. No entienden que su sacrificio y la búsqueda constante del deber sean recompensados en España con el más vil de los desprecios. Ellos han jurado, generales, jefes, oficiales, suboficiales y miembros de la tropa, lealtad a España y a su Constitución. Ellos no piden aplausos, ni elogios, ni gratitudes. Han elegido voluntariamente el ejercicio del servicio a los demás. Ellos no actúan con heroicidad en pos de medallas ni distinciones. Ellos están allí porque así lo han elegido. Pero no merecen el silencio, el desafecto y la ingratitud de los que viven libres gracias a su esfuerzo y responden a sus desvelos con la distancia y la miseria.

Enhorabuena a la vicepresidenta por rendir visita a casi quinientos españoles que mantienen en alto, en estos tiempos, la Bandera de España y el símbolo de la honestidad y la decencia. Buena visita.
 
Back