Y Felipe VI mató el 'juancarlismo'.

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Y Felipe VI mató el 'juancarlismo'
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Don Juan Carlos, Felipe VI y la Princesa de Asturias, el 19 de junio de 2014, en la proclamación del nuevo Rey. Javier LizónEFE
'No podemos meter la pata' es una frase que repite la Reina Letizia a menudo. El objetivo: evitar los desmanes de la última etapa del Rey anterior

El nuevo Monarca marca las distancias con el reinado de su padre para adaptar la institución a los nuevos tiempos y al cambio generacional

ACTUALIZADO 28/11/201500:27
El pasado 22 de noviembre se cumplían 40 años desde la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. No hubo celebración alguna, tan sólo unas palabras de reconocimiento de Don Felipe en un acto oficial. «Al final, un Rey siempre tiene que matar a su padre». Estas palabras provienen de un ex jefe de la Casa del anterior Rey, un juancarlista de los que Carmelo, el maître de Zalacaín, aún llama Don... «El Rey hizo estupendamente en abdicar. Con esa mala salud -las muletas, la hinchazón- no podía confrontar todos los problemas que se le venían encima». ¿Cuáles eran esos problemas? ¿La irrupción de Podemos? ¿El caso Nóos? «Eso le tocaba pero de una manera tangencial. ¿Lo más grave? Los rumores sobre su fortuna personal y los escándalos derivados del incidente de Botsuana. Pero pese a lo que dicen (la Reina Sofía opinaba que un monarca debería morir en la cama), Don Juan Carlos siempre quiso abdicar y dejar a su hijo Rey. Los tiempos han cambiado».

Emilio Botín, Adolfo Suárez, Isidoro Álvarez... Una generación de políticos, empresarios, votantes... ha sustituido a otra. Y del mismo modo, el 19 de junio de 2014 Don Juan Carlos dejó paso a Felipe VI, el cambio más relevante de esta legislatura. ¿Cree que la institución se ha regenerado en 2014? El ex jefe de la Casa del Rey sentencia: «Un trono se hereda, así que eso es una tontería. Yo hablaría más bien de renovación. Pero lo digo, un Rey al final siempre ha de matar a su padre, aunque Don Felipe siempre ha admirado muchísimo a Don Juan Carlos».

discurso de proclamación al que nos remiten desde Zarzuela cuando les preguntamos si el Rey ha matado -metafóricamente- a su padre. «La Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza; y para ello, velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social. Porque sólo de esa manera se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones».

Así asestaba el nuevo Rey el primer aldabonazo al juancarlismo. Pero ¿qué era el juancarlismo? Algunos lo relacionan con una manera de actuar, esa simpatía cuartelaria de la que ahora se sirven los críticos para referirse al Rey Juan Carlos como campechano. Pero hace años ese adjetivo tenía una connotación distinta y hacía alusión a esa intuición en el trato con la que había conseguido embaucar al PCE de Santiago Carrillo y a las Cortes franquistas para aceptar la Transición y que también servía para lograr contratos en favor de las empresas españolas.

PP lo describe: «El juancarlismo era atípico. Ahora la situación monárquica se ha normalizado. Pero antes no era así. El Rey intervenía a su manera en política». Es de sobra conocido que la relación entre Don Juan Carlos y Aznar no era buena -incluso se dijo que en 1996 presionó para que Gallardón formara Gobierno-. Desde luego, el trato no era tan bueno como el que mantenía con González, tal y como se evidenció en la famosa cena que el emérito celebró en Lucio con Rajoy y los ex presidentes en julio de este año. Felipe y él no pararon de hablar. Sabino Fernández-Campo, jefe de la Casa del Rey hasta 1993, recordaba que el ex presidente socialista le dijo en cierta ocasión a Fernando Morán, su ministro de Exteriores: «Conviene que el Rey meta la pata de vez en cuando». Fue después de que el general desaconsejara una segunda parte privada de un viaje oficial a Canadá.

Así, en los años sucesivos, el Rey fue metiendo la pata sin que nadie se atreviera a reprenderle. Le dejaron -le dejamos- por su actuación en el 23-F (si se cree la versión oficial), la extraordinaria labor que realizó durante la Transición y porque el emérito no dudaba en prescindir de cuantos le llevaban la contraria. «Si sigue empeñado con lo de Mario Conde se puede meter el señor el cetro por el culo», le dijo un marqués que jugó un importante papel en la banca durante los 80. El Rey nunca se volvió a poner en contacto con él excepto para mandarle un telegrama por la muerte de su mujer.

Las historias que se quedaron en el camino las conocemos todos. Tchokotua, Javier de la Rosa... Algunos terminaron en prisión y lo cierto es que el Rey no interfirió en ningún momento para evitar su caída. «Manolo Prado le tenía cariño de verdad, pero la mayoría de las personas que se acercaban al Rey era por interés», dice un conocedor de la Casa. «Hay mucha leyenda sobre su fortuna. Por ejemplo los 100 millones de KIO que contaba De la Rosa no eran verdad. Eran 100 millones que le había dejado el rey de Arabia Saudí en una cuenta para que disfrutara de los intereses. Pasado cierto tiempo, ese dinero se devolvió». Todos coincidían que después de las estrecheces que la familia pasó durante el exilio de Estoril el Rey necesitaba un capitalito (aunque tal y como publicó CRÓNICA Don Juan legó un patrimonio de 7,3 millones).

Rajoy: 'Lo que faltaba'
La ilusión terminó el 18 de abril de 2012. «Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a pasar». En su caída de Botsuana el Rey metió la pata tanto que se rompió la cadera. Estaba de safari y con Corinna, su entrañable error. Aquello terminó con la imagen de Don Juan Carlos, pese a que se trató de justificar el periplo por el contrato que las empresas españolas habían logrado para construir el AVE de la Meca a Medina. Incluso el taimado Rajoy, según Voz Populi, se lo hizo saber: «Lo único que le falta a España en las actuales circunstancias es un escándalo de este tipo, señor».

Aquello puso el foco sobre los viajes del Rey con empresarios y descubrió a Corinna, a quien muchos califican como la artífice de todo el desgaste que ha sufrido el Rey. «Ella se valía del prestigio de su majestad para sus negocios», opina un juancarlista. Y se le dejaba.

Se sabe bastante de la chapuza del fondo hispanosaudí, patrocinado por el Rey y Corinna, en el que 14 empresas españolas pusieron 21 millones, pero en el camino se quedaron varias operaciones que no cuajaron como, tal y como confirman fuentes de Interior y recoge el libro Final de partida, de Ana Romero, la venta del 20% de Repsol a Lukoil y la OPA de Eon a Endesa -Bernotat contactó directamente con la alemana-.

Un testigo excepcional de aquellos años relata: «Me acuerdo un día en el que coincidimos. Corinna estaba con su hijo, que entonces debía tener siete u ocho años. Entonces salió el Rey. Estábamos callados, menos el niño que le soltó: 'Hello King!' -¡Hola Rey!-».

Tras el incidente de Botsuana, por primera vez el CIS no preguntó por la valoración de la Monarquía. Hasta entonces, la institución, como Don Juan Carlos, había figurado entre lo más valorado por los españoles. Tras la imputación de Urdangarin, la Corona suspendió por primera vez. Desde entonces no volvió a levantar cabeza hasta la abdicación del Rey Juan Carlos. En ese momento, según un sondeo de EL MUNDO, el 56% de los españoles apoyaba a la Monarquía de Felipe VI. Un año después, esa aprobación se disparaba hasta el 61,5%, unos resultados que recuerdan a los que lograba Juan Carlos (55% y 79%, según Gallup) en 1975 y 1976.

Jaime Miquel, autor de La perestroika de Felipe VI, define a los líderes prototípicos de la anterior generación como los putos amos. «El régimen anterior, pasando por el felipismo y la boda de Aznar, culmina con la abdicación de Don Juan Carlos. España ha cambiado. Antes, la mayoría era silenciosa y sumisa, alejada del poder, porque nos lo daban todo hecho los políticos».

Los 'putos amos'
La generación del Felipe VI ha sustituido a la de Juan Carlos I. «Los jóvenes de ahora son más activos políticamente. Felipe VI es diferente a su padre. Su legitimidad nace ya en una democracia constitucional, en la Unión Europea». La España de los putos amos, empresarios del pelotazo, políticos, se ha derrumbado. «Pero Don Juan Carlos no es un puto amo», dice Miquel. «Gracias a él no hubo ruptura tras el franquismo. Entonces, votar monarquía o república hubiera sido impracticable». El Rey emérito, como ahora su hijo, era una figura respetada por todos los electores, incluidos los republicanos.

Por eso, todas las actuaciones de Felipe VI van encaminadas a satisfacer a esa sociedad más inconformista que pide más transparencia.

En ese sentido, el Rey encargó una auditoría externa de sus cuentas realizada por la Intervención General del Estado: 2015 será el primer ejercicio auditado de los presupuestos de un Rey de España. También se redactó un código de conducta para el personal laboral de La Zarzuela y se pidió un acuerdo entre la Corona y la Abogacía General del Estado para disponer de un asesoramiento jurídico permanente que asegure que toda su actividad se ajusta a la ley.

En febrero de 2015, Felipe VI decidió rebajar su sueldo un 20% y prohibió a los miembros de su familia dedicarse a cualquier otro empleo que no sea el de representación institucional. A finales de año, publicarán una lista con todos los regalos que han recibido. También hizo otro gran sacrificio personal: marcar las distancias con la compañera de juegos de su infancia, su hermana la Infanta Cristina, implicada en la trama Nóos. «No podemos meter ni una sola vez la pata». Paradójicamente, esa es una frase que se le escucha a menudo a Doña Letizia, una figura vital del reinado de Felipe VI. «Ella le ha puesto los pies en suelo. Le ha dado una familia. Gracias a ella se rodea de un entorno más normal, lejos de la otra corte que frecuentaba el emérito», afirma José Apezarena, biógrafo del Rey Felipe VI.

Zarzuela es consciente de que la transformación deberá ser más profunda. ¿Seguirán los viajes al extranjero del Rey con los empresarios? «Por supuesto, pero siempre y cuando estén organizados a petición del Gobierno a través de la Secretaría de Estado de Comercio», dicen en Zarzuela. «No puede hacer otra cosa. Si alguien le pide algo o que interceda, por ejemplo, a favor de los fabricantes de tornillos en India, lo ponemos en conocimiento del Gobierno».

'Ha sido un gran rey'
Lo cierto es que la distribución de los 7,7 millones que recibe la Corona directamente del Estado están auditados. No así las asignaciones desde diferentes ministerios que sufragan la seguridad, el parque móvil, los viajes al extranjero... «Eso no depende de nosotros», dicen en Zarzuela, «sino del Gobierno y de que se cambien las leyes».

Miquel tiene claro la importancia de la transparencia y ejemplaridad: «Es lo que tendrá que hacer si quiere subsistir y que reine su hija. Por supuesto, tendrá que haber una reforma del modelo de Estado. Las autonomías están agotadas y Felipe VI no puede reinar sobre una pitada. Tiene que reinar sobre un pueblo que le acepte».

La opinión de Miquel contrasta con la de otros que ven en la figura del Rey como un bastión de la Constitución del 78. Lo cierto es que no está en sus manos. España ha cambiado como han cambiado los españoles y como cambian los hombres.

Volvamos a 1976. El Rey Juan Carlos llegaba tarde a una cena con sus amigos. No había grandes empresarios, sólo un grupo de personas de su edad. Había pasado dos días recorriendo pueblos, dándose a conocer entre los vecinos. Uno de los presentes se acercó a saludarle. «Con cuidado, por favor, que tengo los dedos desollados de tanto dar la mano a la gente». El ex jefe de la Casa Real sentencia: «El tiempo pondrá en su lugar a Don Juan Carlos. Ha sido un gran Rey».

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FELIPE VI
 
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