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Así es la historia de la francotiradora más letal de Stalin
¿Leyenda o propaganda? Crítica publica las memorias de la mejor francotiradora rusa de la segunda guerra mundial. Luchó contra Hitler y abatió a 309 enemigos

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Las memorias, contadas en primera persona, de la mejor francotiradora rusa de la segunda guerra mundial. Luchó contra Hitler abatiendo a 309 enemigos
KARINA SAINZ BORGO
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PUBLICADOhace 3 horas

¿Fue Liudmila Pavlichenko una leyenda alimentada por la propaganda soviética? ¿Era tan letal como se dijo? ¿Qué hubo detrás de la mujer con mejor puntería que sirvió a Stalin? Cuando Pavlichenko viajó a Washington en agosto de 1942 era la francotiradora más efectiva del ejército ruso. Con apenas 25 años, esta teniente del Ejército Rojo de Moscú había dado muerte a 309 personas, la mayoría de ellos nazis. Era, literalmente, una máquina de matar.

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Muchas de estas preguntas encuentran respuesta en La francotiradora de Stalin, unas memorias escritas en primera persona por Pavlinchenko y que la editorial Críticapublica esta semana. Se trata de un libro directo, escaso de metáforas y mayores florituras, pero lleno de pasajes biográficos que se debaten entre el pensamiento militar y la autobiografía. La suya no es cualquier historia. Se trata de una vida que se mueve entre la hipérbole y la sencillez.

Con apenas 25 años, esta teniente del Ejército Rojo de Moscú había dado muerte a 309 personas. Era una máquina de matar

En junio de 1941, cuando Hitler invadió Rusia, Liudmila Pavlichenko dejó los estudios y se alistó en el ejército soviético, pidiendo ser destinada a la infantería y empuñar un rifle. Participó primero en la defensa de Odessa y más adelante en la batalla de Sebastopol. Alcanzó pronto el reconocimiento por su precisión de fuego. Fue enviada a Estados Unidosen representación del Alto Mando Soviético para tratar de lograr el apoyo del país en el frente de Europa occidental, abierto por los nazis en 1940 al invadir Noruega, Dinamarca y Francia.

Herida por fuego de mortero en junio de 1942, se la retiró del frente y viajó en misiones de propaganda a Canadá y a Estados Unidos, donde participó en numerosas ruedas de prensa, eventos políticos, se alojó en casa del presidente y entabló una sincera amistad con la primera dama, Eleanor Roosevelt. Acabada la guerra, concluyó sus estudios de Historia y, basándose en sus diarios de guerra, escribió estas memorias en que refleja la incertidumbre cotidiana del combate y sus experiencias personales, como su relación con el teniente Alexei Kitsenko, que se convertiría en su esposo.

Cogió un arma a los 14 años
Liudmila Pavlichenko era apenas una adolescente cuando cogió su primer fusil. Ocurrió en Kiev, el lugar al que se había mudado con su familia desde Bélaia Tsérkov, la pequeña localidad ucraniana donde nació. Había cursado apenas siete años de escuela y deseaba seguir estudiando, pero tuvo que comenzar a trabajar en la fábrica Arsenal. Una vez ahí, se alistó en el club de tiro. El instructor Fiódor Kushenko le enseñó lo básico: cómo sostener y recargar, cómo apuntar. Comenzó disparando a puerta cerrada y luego a campo abierto. Acumuló horas de entrenamiento e insignias que le permitirían avanzar en el tipo de arma y el calibre.

Cuanto más perfeccionara la técnica, más compleja sería el arma al que tendría acceso. Su entusiasmo por el tiro no parecía quitar el sueño a nadie en su familia, su pasión era vista como un deporte. Sus aptitudes, interés y conocimiento de la producción de armas, además de su entusiasmo político la llevaron a la escuela de francotiradores. Aprendió leyes de balística, cálculo de distancias, cómo y de qué forma puede desviarse una bala. Acabó sus estudios con notas sobresalientes.

La guerra había estallado y ella, una francotiradora con altas y más que visibles credenciales, se incorporó a las filas del ejército soviético. Se separó de su hijo y se fue al frente, del que ofrece algunos detalles desde cotidianos y hasta pueriles como lo delicioso que resultaban los desayunos militares o el miedo a las primeras detonaciones hasta la primera arma que recibieron todos los reclutas: una pala. Pasaban horas cavando trincheras.Después de semanas acudiendo al campo de batalla sólo con una granada, se hizo al fin con un fusil Mosin estándar. Ese fue el punto de inflexión.

Siete cartuchos para dos nazis son demasiados
“Mi debut como francotiradora en combate fue en Beliayevka, el 8 de agosto de 1941. Nunca olvidaré ese día. Beliayevka, el 8 de agosto de 1941. Nunca olvidaré ese día. Beliayevka era una vieja población, bastante grande, fundada por los cosacos de Zaporizhia junto al lago Biéyole, a unos 40 kilómetros de Odessa. El capitán Serguienko requirió mi presencia en el puesto de mando y señaló con el dedo los confines de Beliyevka. Tenía el fusil sobre el hombro y del cinturón me colgaban tres cartucheras”.

Lucy tienes que ahorrar cartuchos. Siete para dos nazis son demasiados”

La narración que hace, con detalles precisos y de una memoria prodigiosa, reconstruyen un pensamiento técnico, que entiende la acción de disparar como el resultado de un proceso metódico y frío. “Empuñé el fusil y miré por el visor de la mira telescópica. La línea horizontal cubría la silueta del oficial que bajaba por las escaleras, aproximadamente hasta su cintura. Resolví una ecuación del curso práctico de balística que habíamos hecho en la escuela y el resultado fue: distancia al objetivo = 400 metros. Introduje un cartucho con bala ligera en la recámara y miré a mi alrededor para buscar un lugar desde donde disparar”.

Pasar de entrenar con tiros a la diana a apuntar con bombas y proyectilesdel enemigo mina la concentración y hace desperdiciar balas. Las acotaciones al respecto invitan, por igual, a la ternura o la risa, porque el lector puede reconstruir en su cabeza la imagen de la joven chica que se encuentra, con el arma en mano, en plena línea de guerra: “Lucy -dijo con benevolencia el comandante del batallón mirando a través de sus binoculares a los dos oficiales que yacían inmóviles en el porche-, tienes que ahorrar cartuchos. Siete para dos nazis son demasiados”. A lo que ella contesta: “Lo siento, camarada comandante. Lo corregiré”.

Una celebridad... ¿o propaganda?
“Que distingas perfectamente el rostro de tu enemigo a través de una mira telescópica y, a pesar de ello, dispares a matar, es algo que a una mujer estadounidense le cuesta comprender”, escribe Pavlinchenko de su viaje a Washington, el 27 de agosto de 1942. La esperaba a las puertas de la Casa Blanca Eleanor Roosevelt, esposa de Franklin Delano Roosevelt, el trigésimo segundo presidente de los Estados Unidos, aliado de Rusia e Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, todavía en marcha. Fue una de las primeras misiones de propaganda a la que enviaron sufrir una herida por fuego de mortero en junio de 1942. Exactamente un mes antes. Para ilustrar su periplo, Liudmila Pavlichenko describe banquetes oficiales con los estadounidenses, los brindis rusos y el complejo aparato del comisariado soviético. La profusión de detalles resulta tan notarial como fascinante, un entramado de elementos que invitan al lector a debatirse entre la curiosidad y el escepticismo.

Que distingas el rostro de tu enemigo en una mira telescópica y dispares a matar, es algo que a una mujer estadounidense le cuesta comprender”

Estas memorias son frías como el cañón de un fusil y justo por eso fascinantes, porque entre capítulo y capítulo, Liudmila Pavlichenko dispara fogonazos de sí misma, por ejemplo, ésta del banquete oficial de la embajada rusa en EEUU, sobre la insistente mirada de uno de sus anfitriones: “De vez en cuando me miraba. Por lo visto, le preocupaba que, también allí, yo saltara con algún comentario no adecuado al protocolo diplomático. Sus preocupaciones estaban completamente infundadas, A no ser que me provoquen, soy una persona razonable, tranquila y discreta”. ¿Quién se cuenta? ¿Quién escribe? La primera persona apunta a Pavlichenko, un personaje enigmático, aún después de cerrar el libro, una lectura contradictoria al mismo tiempo que placentera y esclarecedora.

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Las memorias, contadas en primera persona, de la mejor francotiradora rusa de la segunda guerra mundial. Luchó contra Hitler abatiendo a 309 enemigos
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El útero de Eric Clapton
Publicado por Álvaro Corazón Rural
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Eric Clapton, 1975. Fotografía: Matt Gibbons (CC BY 2.0).
La historia del rock and roll se diferencia de la casa de Gran Hermano de Guadalix de la Sierra en que los protagonistas de la primera saben tocar la guitarra y pegarle a tambor, que no es poco. Por lo demás, los avatares de unos personajes y otros son completamente intercambiables. Valga como ejemplo todo lo sucedido en torno a «Layla», una de las tonadillas más famosas del rock clásico; carne de recopilatorio de teletienda, casposa hasta el punto de que no hay revival de modas pretéritas que la levante de nuevo y, todo sea dicho, un gran trabajo de Duane Allman a la guitarra antes de estamparse con su moto contra un camión y abandonar el mundo de los vivos.

El origen de la canción está en el enamoramiento súbito que experimentó Eric Clapton por Pattie Boyd, esposa de George Harrison por aquel entonces. La historia de ambos está contada hasta la saciedad, de hecho Eric por fin consiguió casarse con ella en 1979 y le dio un matrimonio asqueroso en el que se dedicó a la ingesta de alcohol por garrafas/día y ponerle cuernos hasta que finalmente la dejó por una periodista a la que había dejado embarazada.

En el libro Wonderful tonight: George Harrison, Eric Clapton, and me Pattie contó cómo fueron sus dos matrimonios con dos de los personajes más famosos de la historia del rock y reveló detalles sobre las espectaculares dotes de seducción de Clapton cuando este pretendía que abandonase al beatle, que además era su mejor amigo, e iniciara una relación con él:

Nos tomamos una copa de vino juntos. Entonces dijo que quería que me fuera con él. Estaba desesperadamente enamorado de mí y no podía vivir sin mí. Tenía que dejar a George ya y estar con él.

—Eric ¿estás loco?— le pregunté. —No es posible. Estoy casada con George.

Y él dijo —No, no, no, te amo, te tengo que tener en mi vida.

—No— dije.

En ese momento sacó un pequeño paquete de su bolsillo y me lo puso enfrente.

—Bien, si no vas a venir conmigo, me voy a meter esto.

—¿Qué es eso?

—Heroína.

—No seas tan estúpido—. Intenté quitárselo pero cerró el puño y lo metió en el bolsillo.

—Si no vas a estar conmigo, eso es todo, estoy fuera—. Y se fue.

En tres años apenas le vi. Cumplió su amenaza. Se metió la heroína y rápidamente se enganchó.

Ante este diálogo uno solo puede descubrirse y preguntarse si la canción «Ese hombre» de Rocío Jurado estaba dedicada a Eric Clapton. Y antes de este apasionante tira y afloja, el menda había recurrido al viejo truco de ponerle un temita. Una canción que había compuesto, la dichosa «Layla». La letra relataba la historia de un clásico de la literatura iraní en el que un hombre estaba desesperado porque estaba enamorado de una mujer que casada con un comerciante árabe noble y rico.

No era muy original, porque ese libro, La historia de Layla y Majnun de Nizami Ganjavi, había rulado entre toda la jet rockera de la época. Tanto era así que al escuchar la letra de la canción todo dios reconoció las intenciones de Clapton con la mujer de Harrison.

La hermana de Pattie, que era la novia de Clapton mientras se grababa la canción en Miami —17 años tenía cuando la conoció—, al escuchar la letra hizo las maletas, cogió un avión y se largó de allí con la autoestima por los suelos porque vio claramente que estaba enamorado de su hermana mayor. Así de sutil y elegante era Slowhand. Eran las sesiones del LP de Derek and the Dominos, un proyecto con el que Clapton pretendía volver al mercado reconvertido, desde el anonimato. Tenía el proyecto egomaniaco de triunfar con un disco partiendo desde cero, sin que se tuviese en cuenta todo lo que ya había hecho y por lo que le apodaban «Dios». Hay quien dice que desde que John Peel le presentó como una criatura sobrehumana los problemas de personalidad no le abandonaron nunca.

El disco se había grabado en Florida en escasos diez días. Las canciones aparecen en el plástico en el mismo orden en que se registraron. Estaban en un hotel en la playa, podían conseguir cualquier droga como si fueran pipas, reveló Clapton. Las vendía la chica de la tienda de regalos del hotel junto al mostrador de recepción.

El guitarrista creó una atmósfera a base de ponerse todos finos descrita por Mojo como «un útero». Allí se conocieron Duane Allman y él. Se tenían admiración mutua y de su encuentro surgió la introducción de «Layla». Eran siete notas del inicio de la melodía vocal de «As The Years Go Passing By» de Albert King convenientemente aceleradas. También se grabó para el LP Little Wing de Jimi Hendrix en ese estudio. El homenajeado no pudo escucharla, Hendrix moría el 18 de septiembre de 1970. Poco antes de que saliera.

El disco, pese a su fama, no lo petó. En diciembre de 1970 solo fue número 16 en Estados Unidos. El éxito vino cuando se sacó «Layla» en single en Reino Unido en 1972. Hubo que poner anuncios promocionales en la prensa que decían Derek is Eric para que el público se espabilase. Nadie sabía que era él y la portada tampoco decía gran cosa. Encima, Clapton había amenazado a los promotores con dejarlo todo como revelasen su identidad. Hizo quitar carteles que ya estaban impresos que le anunciaban como «Eric Clapton y su grupo». Todo tenía que ir por Derek, su nueva identidad.

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Eric Clapton y Pattie Boyd, 1974. Foto: Cordon.
Clapton afrontó el tour deprimido. Había perdido a su amigo Hendrix y todo el show que había montado con el elepé con el lamentable fin de ligarse a la mujer de un amigo no le había servido para nada. Aparte de drogado a todas horas, estaba de mal humor y se comportaba como el niñato que era:

Carl y Jim estaban sentados uno enfrente del otro en el pasillo y Eric y yo en el lado de la ventana viendo el campo y hablando. Recuerdo que mientras hablábamos empezó a parecer distante. Estaba pensando en algo muy intensamente. De repente se levantó, alcanzó el compartimento superior, cogió la única maleta de Jim, abrió la ventana y la tiró. Cuando la maleta golpeó el viento, explotó y todo se fue por todas partes. Se sentó de nuevo y se puso a leer un libro como si nada hubiese pasado. Jim no reaccionó de inmediato, pero cuando lo hizo enloqueció. Se puso a gritar «¿Qué coj*nes acabas de hacer?». Eric no dijo una palabra. Solo le miraba como diciedo «¿Y qué piensas hacer al respecto?» y continuó con su libro. (Bobby Whitlock)

Dio visos de mejoría cuando se enamoró otra vez, ahora de una chica negra que le presentaron en Nueva York. Se encaprichó de ella y durante una semana la colmó de regalos. Le compró un abrigo de piel y un vestuario completo. Gastó miles de dólares. Antes de dar el siguiente salto de avión Clapton le dijo a Whitlock que estaba enamorado y que quería que ella se fuese con él a Inglaterra. El teclista le contestó que no veía a una mujer tan sofisticada en la campiña británica, pero que si él lo creía así, adelante.

Cuando se lo pidió, la mujer no solo rehusó amablemente, sino que le informó de que le debía cinco mil dólares por los servicios. Clapton se puso como una moto por el equívoco y subió a encerrarse en su habitación. Ella, perseverante, fue detrás y llamó a la puerta. El guitarrista abrió airado, le tiró el dinero a la cara y dio un portazo.

Sus compañeros le gritaron a la chica si no le daba vergüenza haberle hecho eso a ese hombre, «¡que quería llevarte con él a su pueblo!». Insistieron preguntándole si sabía quién era el hombre al que acababa de humillar, pero la mujer no dijo nada. Arrodillada recogió todos los billetes y se marchó. Le daría bastante igual la fanfarria celebrity-rockera.

En varios hoteles no les permitieron la entrada, pero no por ellos. Por Elton John. Su telonero, en la época de Tumbleweed Connection, iba destrozando habitaciones de hotel por donde pasaba y viajaba por delante. Le tuvieron que expulsar de una gira que ya de por sí era un despropósito de drogadicción y desparrame.

Eric dejó una montaña sobre la mesa y cada uno nos hicimos un par de rayas de un pie de largo cada una. El público había llegado y el local estaba lleno. Había venido mi familia, mi madre, mi hermana, mi tía Ginger y el tío Tommy, todos estaban sentado en primera fila. Ahí estaba delante de toda mi familia, todo puesto. Sentí una culpa terrible. (Bobby Whitlock)

Bruce McCaskill les llevaba la drogaína en los aviones. Había suficiente como para que les metieran en la cárcel a todos, pero le convencieron prometiéndole que si le cogía la policía llamarían a la oficina y saldría libre, porque si la llevaban los músicos encima y les pillaban se había acabado la gira para ellos y para él. Sobre todo porque si detenían a alguien del grupo por llevar droga que perfectamente podría haber llevado él le despediría la organización de la gira.

Graciosamente, les paró la policía. Hubo una serie de infartitos. La policía se llevó su maleta y cuando la abrió se encontró todo. La cocaína, la heroína, las jeringuillas y las cucharas. Pero no pudieron empapelarles. El problema no era que sospechasen que llevaban droga, sino que McCaskill había pagado antes con un billete falso de veinte dólares. Les pararon para buscar dinero falso. No era legal empapelarles por posesión. Al menos entonces. Les dejaron marchar con todo el petate.

La crítica no les recibió en directo con ningún entusiasmo. En la costa este, el New York Times, el 25 de octubre de 1970, dijo que el conjunto era «repetitivo». En el oeste, Los Angeles Times el 24 de noviembre de 1970 escribió que su propuesta era «totalmente predecible», «poco inspirada» aunque su ejecución era «técnicamente extraordinaria».

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Derek and the Dominos, 1971.
Jon Tiven en New Haven Rock Press fue el que mejor lo explicó: «Tocó más solos y solos más largos a medida que avanzaba la noche, una gran decepción para mí. A mitad del show usaba las canciones como excusa para sus solos, que son buenos, pero en exceso resultan aburridos. Ninguno más del grupo hizo solos, estaban más como un grupo de apoyo que como un grupo completo (…) La voz y la guitarra de Eric eran perfectas, el teclado y las voces de Bobby eran bastante buenas, el trabajo al bajo de Carl Radle era excelente y Jim siempre está fantástico. Incluso el sonido era impecable, bien mezclado y todo. Sin embargo, algo faltaba».

Una explicación es que no podían ir más puestos. Citado en el Mojo de enero de 2001 por Harry Saphiro, el bajista Carl Radle dijo que el batería Jim Gordon le confesó que en sus ratos libres oía voces: «Podías mirarlo a los ojos y no había alma; no había nadie en casa (…) tenía un problema psicótico y cuanta más heroína y cocaína consumía, más empeoraba». Cuando se sentaba enfrente de Whitlock en los viajes le decía que si quería ver una foto de su niña y le enseñaba unas que llevaba de su hija y su mujer. Esto lo hacía cada vez que se sentaban enfrente uno del otro. Y fueron muchas. Intuían que algo no iban bien, pero no eran conscientes de que el consumo masivo de drogas estaba llevando su cerebro a un lugar del que nunca podría regresar.

En la oficina de la discográfica les dijeron que al ritmo que llevaban no iban a vivir más de seis meses. Iban despreocupados por la vida. A Whitlock se le quemó la casa en un descuido con unos cables, pero se quedó contento, porque no ardió el garaje con su Ferrari dentro. Cualquier contrariedad se aplacaba con otra dosis.

Chantajear a Pattie era tan inútil como infantil, pero se trataba solo de un farol porque ella no tuvo nada que ver con mi adicción a la heroína. Las cosas son de otro modo. He conocido a mucha gente que se drogaba o bebía tanto como yo sin hacerse por ello adictos a nada (…) Sencillamente me convencí de que por algún misterioso motivo yo era invulnerable y no me engancharía. Pero la adicción no negocia y poco a poco se fue extendiendo dentro de mí como la niebla. Durante más o menos un año disfruté a fondo de la heroína, tal vez porque la consumía en raras ocasiones mientras me consentía montones de coca y otras drogas además de la bebida. Pero súbitamente pasé de tomarla cada quince días a hacerlo una vez por semana, luego dos o tres veces por semana y finalmente una vez al día. (Eric Clapton).

Hubo un intento de grabar un segundo álbum en mayo de 1971, pero se odiaban demasiado entre sí como para llevarlo a cabo. Las discusiones absurdas lo echaron todo al traste. Jim aceptó entrar en el grupo de Clapton pensando que se convertiría en una estrella como él. Como no sucedió, en el segundo LP, aparte de la batería, quería también cantar y tocar la guitara. No hubiera ido mal, porque Clapton en aquel momento estaba creativamente seco. En esta fase, además, era cuando más cocaína y heroína eran capaces de consumir y cada sesión acababa a punto de llegar a las manos. Tras unas discusiones ridículas sobre el tiempo que permanecía cada uno afinando su instrumento antes de cada sesión, el grupo se separó definitivamente.

A partir de ahí no se puede decir que ninguno llegara muy lejos. Radle estuvo con Clapton en solitario hasta que este le despidió con un telegrama. Se había chupado todas las adicciones de Slowhand y ahora le dejaba en la estacada. Amargado, se castigó la vena hasta que en 1980 una infección renal causada por la adicción se lo llevó. Llevaba cuatro días muerto cuando se lo encontraron. Clapton le escribió una carta a su madre pidiéndole disculpas por haberle dejado tirado.

Jim Gordon siguió trabajando para diferentes artistas engrosando una nómina de colaboraciones espectacular, pero en 1979 acabó tocando con Paul Anka en Las Vegas. En un concierto de ese showsalió al escenario y no podía tocar. Estaba ya ido. Antes, se había quedado sin novia en una gira con Joe Coker tras darle una paliza en el hotel. Su desconexión total ocurrió en 1983, cuando condujo hasta la casa de su madre, en Hollywood —las voces que oía normalmente eran de ella— y la acuchilló y machacó la cabeza con un martillo.Le diagnosticaron esquizofrenia aguda y le metieron una perpetua revisable. Todavía no ha salido por considerar el fiscal por diez veces que no estaba listo. La siguiente ocasión en que se revise si es apto para la libertad condicional será en marzo de 2021.

Bobby Whitlock, por su parte, intentó alejar todos los fantasmas refugiándose en Mississippi con su mujer y sus hijos, pero el fantasma de la adicción no le abandonó a él.

Si bien el LP no tuvo una buena acogida cuando salió al mercado, el directo In Concert arrasó dos años después. Whitlock, en cambio, explicó en sus memorias, A Rock ‘n’ Roll Autobiography, que Duane Allaman estuvo con ellos en un muy pocos conciertos al principio de esa gira. Cuando se marchó, el sonido con una sola guitarra cojeaba al lado del LP. Sin embargo, ese directo es una bomba. Pese a estar enloquecidos, drogados como nunca y sin Duane, es uno de los mejores LP en directo de los setenta, que es como decir de toda la historia. Una bella flor de estercolero.

https://www.jotdown.es/2019/02/el-utero-de-eric-clapton/
 
La ciudad inconcebible
Publicado por Carlo Frabetti
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Italo Calvino. Fotografía: Cordon.
A Italo Calvino, in memoriam
(de una conversación que mantuvimos
en presencia de Copito de Nieve).

En «El duelo del doctor Hirsch», uno de los más paradójicos —que ya es decir— relatos del padre Brown, Chesterton construye la intriga alrededor de un invento de enorme interés militar: un explosivo silencioso. ¿Qué mejor metáfora de la disonancia cognitiva, de la mente desgarrada por una contradicción flagrante? Porque una explosión no se limita a ir acompañada de estruendo, como si el ruido fuera un mero atributo: una explosión es puro estruendo, por definición, puesto que el sonido es una vibración del aire y una explosión es una combustión rapidísima que sacude violentamente el aire circundante; por lo tanto, una explosión silenciosa —a no ser que ocurra en el espacio exterior— es algo tan contradictorio como un racionalismo dogmático o una sobriedad gulosa. Una vez más, el padre del padre Brown escenifica por mediación de su hijo predilecto su drama interior, su desgarramiento entre la razón y la fe, entre la virtud y el vicio (ver «El doble crimen de Chesterton»).

En Las ciudades invisibles, Calvino agrupa sus urbes imaginarias en once categorías y hay cinco en cada grupo, lo que daría un total de cincuenta y cinco. Pero hay una quincuagésima sexta ciudad doblemente invisible, escondida en el texto en cursiva, como en otro nivel de realidad (o de irrealidad). Cada uno de los capítulos del libro va entre dos breves textos en los que, a modo de prólogo y epílogo, Kublai Kan y Marco Polo dialogan sobre las ciudades. Y en el prólogo del capítulo quinto el Kan le cuenta a Polo que ha soñado con una ciudad de finos pináculos, hechos de forma que la luna, en su viaje, pueda posarse ora sobre uno ora sobre otro, o mecerse suspendida en los cables de las grúas. Y Polo le dice que esa ciudad es Lalage, y que sus habitantes dispusieron esas invitaciones a las pausas en el cielo nocturno para que la luna concediera a cada cosa en la ciudad el privilegio de crecer y volver a crecer sin fin. Y Kublai añade que la Luna le ha concedido a Lalage un privilegio aún más raro: el de crecer en ligereza.

¿Por qué relegó Calvino la ciudad de Lalage a los textos en cursiva en lugar de situarla junto a las demás, bajo alguno de los once epígrafes, varios de los cuales podrían haberla acogido holgadamente, como «Las ciudades y el deseo», «Las ciudades sutiles» o «Las ciudades y el cielo»? Tal vez para subrayar su índole inverosímil, onírica. Pero Lalage no es mucho más inverosímil u onírica que Diomira, Zobeida, Valdrada…

A veces, envueltos en la magia de la literatura, nos olvidamos de la literalidad de algunas palabras o expresiones. Muchas de las ciudades descritas por Marco Polo, por no decir todas, son oníricas, bien es cierto; pero Lalage lo es literalmente: no es una ciudad visitada —o inventada— por Polo, sino soñada por el Kan, y eso la sitúa en otro plano ontológico. Lo cual nos lleva a formular la pregunta de otra manera: ¿por qué quiso Calvino que Lalalge fuera una ciudad soñada? Porque una ciudad que crece en ligereza no solo es inverosímil, como Isaura, Tecla o Filides, sino literalmente imposible, como la explosión silenciosa de Chesterton.

Por eso Calvino decidió que Lalage fuera una ciudad soñada, porque en los sueños —y solo en ellos— puede crecer en ligereza algo más consistente que un globo de helio. Pero subsiste la pregunta, aunque otra vez cambie de forma: ¿por qué una ciudad que solo puede ser soñada, que solo puede ser enunciada, junto a otras cincuenta y cinco que pueden y deben ser descritas? Tras releer con suma atención y renovado placer Las ciudades invisibles, encontré una posible respuesta:

Todo gran libro plantea, de manera más o menos explícita, una reflexión sobre sus propios límites, es decir, sobre los nuevos territorios que nos invita a explorar. Y Lalage es precisamente la ciudad fronteriza de Las ciudades invisibles: parece una más, pero es cualitativamente distinta a todas, pertenece a otro imperio imaginario, o más allá de lo imaginario, porque una ciudad que crece en ligereza es un oxímoron, una contradictio in terminis, puesto que el inevitable crecimiento de las ciudades inevitablemente aumenta su pesantez, tanto real como metafórica. Lalage es la ciudad imposible, la fusión de contrarios que en vano intentan los sueños. No solo marca los límites del fabuloso imperio del Kan y del admirable libro de Calvino, sino de la propia literatura, de la imaginación misma. Porque Lalage no solo no es realizable, sino ni siquiera concebible.

https://www.jotdown.es/2019/02/la-ciudad-inconcebible/
 
El «Leónidas» español que luchó «con las entrañas en la mano» contra el gigantesco ejército rifeño
En 1921, este oficial falleció mientras combatía con apenas 200 hombres contra innumerables enemigos en Abarrán. Su sobrino nieto narra a ABC su historia
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Manuel P. Villatoro@ABC_Historia
Actualizado:21/02/2019 09:07h
12 La última confesión del español veterano de la División Azul que defendió el búnker de Hitler

Heroicidad, valentía, y un profundo amor hacia España. Estos eran los valores de Juan Salafranca y Barrio, un capitán español que, allá por 1921, murió tras recibir tres heridas mientras defendía a fusil y cuchillo un campamento hispano establecido en el monte Abarrán (al noroeste de Marruecos). Aquel 1 de julio, este oficial insufló el valor que necesitaban sus escasos 200 hombres para combatir hasta la muerte contra los cientos y cientos de marroquíes que asaltaron su acuartelamiento. Aunque su determinación no le granjeó la victoria, si le permitió ganarse la más alta condecoración militar de nuestro país y, como no podía ser de otra forma, un lugar en los libros de historia.

Juan Salafranca y Barrio vino al mundo el 21 de septiembre de 1889 en Madrid. Desde su más tierna infancia, este español se vio fascinado por la vida castrense, pues provenía de una familia de tradición militar. «Su padre sirvió en la Armada y murió en 1895 de fiebre amarilla en Puerto Rico. Él era huérfano, pero tenía un hermano mayor que también era militar. Siempre se sintió atraído por ese mundo», explica, en declaraciones a ABC, el coronel de infantería retirado Juan Ignacio Salafranca Álvarez –sobrino nieto de Juan Salafranca y Barrio.

Su interés por la vida marcial hizo que, a finales de agosto de 1907 ingresara en la Academia Militar de Infantería ubicada en Toledo (uno de los primeros centros de formación militar del Ejército de Tierra hispano). Allí, entre libros y armas, Salafranca coincidió con un joven soldado ansioso por convertirse en oficial: Francisco Franco, con quien compartió promoción. Tras graduarse, el madrileño pidió ser trasladado al lugar donde los militares españoles se ganaban las judías a base de naso y balas: Marruecos.

Francisco Franco.

Una vez en el poblado, la columna en la que estaba destinado el madrileño recibió órdenes de asaltar y tomar la denominada «Loma de las Trincheras», una posición elevada defendida por decenas de enemigos que, desde lo alto, podían disparar a placer sobre aquellos que intentaran atacarles. No hubo titubeos y los regulares calaron la bayoneta y cargaron monte arriba al grito de «¡España!». Pero, como era de esperar, la mejor ubicación de los rifeños favoreció que pudieran descargar sobre los nuestros una ingente tormenta de balas. Allí por dónde miraba, Salafranca veía compañeros caídos atravesados por munición de fusil.

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Salafranca
«El combate fue durísimo y hubo muchísimas bajas. Mi tío abuelo, de hecho, acabó mandando una compañía entera -aunque sólo era teniente- debido a que las numerosas bajas de oficiales que se produjeron. A pesar de ser herido dos veces no se retiró, sino que siguió en primera línea y finalmente logró tomar junto a sus compañeros la posición», explica el coronel Salafranca a ABC. Su valentía en el combate le granjeó el primer ascenso de su carrera y se convirtió en capitán. A su vez, pudo sentirse de orgulloso de haber sobrevivido, algo que no pudieron decir sus 150 compañeros de batallón caídos en batalla.

Tras el combate, Salafranca fue propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, la mayor condecoración militar española, pero finalmente no fue galardonado con este reconocimiento. «(Después del Biutz) S.M. el Rey le envió la enhorabuena; entonces se dijo que este soldado admirable iba a obtener la cruz laureada. No fue así. Siguió Salafranca en Marruecos combatiendo hasta el final en una profesión a la que desde el primer momento había consagrado su vida. Muchas veces se puso en trance de perderla. Al frente de sus tropas moras, dirigiendo a sus cien hombres, indígenas, perfectamente uniformados y equipados, con sus oficiales, valientes y duros en los trances más difíciles, este capitán constituyó un ejemplo sublime, digno del entusiasmo del pueblo», escribió, en 1921, el periodista de ABC J. Ortega Munilla en su crónica «De la historia inédita. El capitán Salafranca».

En Melilla
Mientras Salafranca daba escopetazos por aquí y espadazos por allá, la situación en el frente marroquí cambió de forma drástica. Y es que las narices de los rifeños se hincharon hasta tal punto que comenzaron a organizar un ejército bajo el liderato de Abd el-Krim, un jefe local de la cabila de Beni Urriaguel –el centro de la rebelión contra los españoles-. Así pues, y de forma paulatina, los rifeños fueron abandonando su tradicional sistema de razzias (ataques rápidos contra las posiciones españolas) para ir estableciendo un contingente que pudiera hacer frente a los invasores hispanos.

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Abd el-Krim
De forma paralela, y como las fosas nasales del Comandante General de Melilla -el general Silvestre- también estaban bastante abultadas de tanto moro para arriba y ataque para abajo, los españoles iniciaron una incursión masiva sobre la zona este de Marruecos para pacificar de una condenada vez aquel territorio. «Cuando el general Silvestre fue nombrado Comandante General, ordenó avanzar a través del territorio marroquí para establecer un campamento cerca del corazón de la rebelión: la cabila de Beni Urriaguel, que estaba en la bahía de Alhucemas», explica el coronel de infantería.

A su vez, con este movimiento Silvestre pretendía proteger a las cabilas partidarias de España (sí, las había), las cuales pedían desde hace meses ayuda al verse atacadas por sus compañeros marroquíes seguidores de la rebelión. «Para ayudar a estos grupos, en enero de 1921 se estableció una línea defensiva avanzada. Esta línea pretendía ir ocupando los puntos que los jefes de cada cabila pro española pedían para sentirse seguros y sentirse a salvo de los partidarios de Abd el-Krim. Posteriormente se criticó que no eran posiciones fáciles de defender y que las aguadas eran imposibles, pero no quedaba más remedio que ubicarse allí donde pedían los jefes locales», completa Juan Ignacio Salafranca.

Héroe de Abarrán
Así andaban las cosas por Marruecos cuando, en 1921, Juan Salafranca y Barrio fue trasladado junto a su unidad al campamento de Annual (a 60 kilómetros de Melilla) para participar en la macro ofensiva realizada por el general Silvestre. Durante los meses siguientes, el madrileño volvió a mostrar su valentía combate tras combate obteniendo varias medallas y reconocimientos por ello. Con todo, no fue hasta marzo de ese mismo año cuando el capitán recibió las que serían sus últimas órdenes: partir junto a la columna al mando del comandante Villar, cuyo objetivo era establecer una posición defensiva en la colina de Abarrán, ubicada al otro lado del río Amekran (a 6 kilómetros de Annual).

«La policía indígena -que era la que tenía encomendada la tarea de establecer contacto y obtener información de las cabilas- informó a los españoles de que la cabila de Tensamán (la cual está ubicada muy cerca de la de Beni Urriaguel, el foco de la rebelión) estaba fraccionada. Explicó a los oficiales que había una serie de partidarios de Abd el-Krim que estaban presionando y atacando a los pro españoles y esa facción pedía protección al ejército español. Fue entonces cuando el comandante Villar explicó al general Silvestre que era necesario enviar ayuda para no perder el apoyo total de esa cabila», destaca el militar español. La explicación pareció convencer al oficial al mando, pues los soldados empezaron a preparar sus pertrechos y armas para el combate ese mismo día.

Al frente de la columna se ubicó la harca, presuntamente leal a España
La jornada siguiente, cuando el calendario marcaba el 1 de julio de 1921, la columna española inició la marcha hacia Abarrán. En principio, sus órdenes consistían en levantar un campamento en la colina y acabar con la pequeña rebelión que había en la cabila de Tensaman, A priori, su objetivo era sencillo. De madrugada, un contingente formado por 1.200 militares leales a España comenzó el viaje. «La columna estaba formada por tres unidades de policía, un tabor y un escuadrón de regulares, dos compañías de ametralladoras de Ceriñola, una batería de un regimiento peninsular, una batería de montaña, dos compañía de zapadores y elementos auxiliares», completa el sobrino nieto del laureado. En este contingente iban, además, Salafranca y sus hombres.

Frente a la columna se situó además una harca, una unidad auxiliar formada por marroquíes. «Las harcas estaban formadas por rifeños que se ponían a las órdenes de los españoles. Usualmente, cuando se iba a ocupar una cabila, se procuraba que en vanguardia fuera la harca de esa cabila debido a que conocían mejor el terreno y estaban acostumbrados a guerrear entre ellos. Inmediatamente después iba la policía indígena, que se encargaba de establecer las posiciones y, finalmente el grueso de las tropas españolas», destaca el experto.

Toma de la colina
Con las primeras luces de la mañana, la columna se situó en formación de ataque y avanzó sobre Abarrán fusil en ristre. Sin embargo, no hizo falta disparar un solo tiro, pues la colina estaba desierta. ¿Por qué? La respuesta era sencilla, era un territorio yermo, seco y difícilmente defendible. A pesar de todos los inconvenientes, las órdenes eran las órdenes, por lo que, aproximadamente a las ocho de la mañana, comenzaron las labores de fortificación para asegurar la posición ante un posible ataque.

Para ello, se estableció un perímetro que, según Munilla, tenía forma de paralelogramo. Para facilitar la defensa ante las acometidas, uno de los lados del campamento se estableció en el borde de un barranco. De esta forma, únicamente había que defender tres de los cuatro sectores. A su vez, otro de los extremos fue cubierto con los escasos sacos terreros que había disponibles. Finalmente, la totalidad de la posición fue rodeada por una alambrada a las 11 de la mañana. Esa era la máxima protección a la que podían aspirar.

El campamento de Abarrán quedó al mando de Salafranca: «Disponía de 100 regulares, un grupo de 100 policías indígenas y los sirvientes de la estación de telegrafía
Establecido el campamento, los exploradores se cercioraron del número de enemigos ubicados en la cabila de Tensaman y, al considerar los oficiales que no eran demasiados, enviaron a combatirlos a la harca amiga. A priori, parecía un combate sencillo. Sin más qué hacer, y con la satisfacción del deber cumplido, el grueso de la columna abandonó entonces la posición de Abarrán dejando un pequeño contingente de retén por si había alguna dificultad.

«Con la marcha de la columna principal, el campamento quedó al mando de mi tío abuelo, que disponía de 100 regulares, un grupo de 100 policías indígenas y los sirvientes de la estación de telegrafía», completa Juan Ignacio Salafranca. Por otro lado, también se encontraban en la posición una treintena de artilleros que ubicaron sus cañones a la derecha del campamento por si los marroquíes decidían atacar de improviso.

Traición inesperada
Después de que la columna principal iniciara su marcha, Salafranca quedó a la espera de que la harca leal a España consiguiera eliminar a los enemigos ubicados en el poblado cercano. En cambio, antes de comenzar el combate los musulmanes aliados solicitaron al oficial que les entregara cartuchos para poder combatir. Extrañado por la petición, el oficial les dio unos 100 por cabeza y les pidió romper de una vez el fuego.

El ataque de la harca amiga se produjo unos pocos minutos después. Armados con cientos de fusiles y con una buena cantidad de munición por cortesía hispana, los marroquíes iniciaron el avance sobre el poblado enemigo. No obstante, y de forma repentina, cuando los presuntos aliados se encontraban a una distancia considerable, se dieron la vuelta y, con el mosquetón en ristre, atacaron a los españoles. Traición «Hubo un fallo en los servicios de inteligencia e información, que no consideraron la posibilidad de que la harca amiga se rebelara. Con ella, también se sublevó parte de la policía indígena, una unidad que tenía una función específica y que se la terminó usando en cometidos militares», añade Salafranca.

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Columna en el Rif (años 20)
A la harca anteriormente amiga y a la policía indígena se unieron muchos más musulmanes provenientes de las cabilas cercanas. Los oficiales españoles de Annual habían caído en una trampa que podía llevar al ataúd a la pequeña unidad comandada por Salafranca. «Es imposible calcular el número de marroquíes, pero es seguro que eran cientos porque se juntaron los de la harca y los de la cabila de Tensaman. Se combatió contra innumerables enemigos», añade el coronel español de infantería retirado a ABC.

Disparar por la vida
Tras los primeros balazos, los sorprendidos soldados que estaban de guardia dieron la alarma y corrieron como alma que lleva el diablo para avisar a su superior, como bien explica el periodista de ABC en su casi centenaria crónica: «A los primeros disparos cayó muerto el capitán Huelva, y al ir el teniente Fernández a dar parte a Salafranca de lo ocurrido, fue muerto de otro balazo». Tampoco le fueron mucho mejor las cosas al capitán madrileño quien, antes siquiera de poder preguntarse qué sucedía, fue herido en un brazo.

Una vez que se conoció la traición, el capitán Salafranca hizo uso de toda su fuerza y toda su potencia de voz para organizar eficazmente a sus hombres y romper el fuego contra los antiguos aliados. Su única posibilidad de no salir en una caja de pino de allí era resistir hasta el regreso de la columna española. «Cayó una gran cantidad de fuego sobre ellos cuando la posición no se había siquiera organizado. El enemigo atacó además desde una colina, es decir, de arriba hacia abajo, lo que siempre es una ventaja. Muchos soldados españoles murieron antes incluso de saber qué sucedía. Además, algunos hombres de la policía indígena llegaron a volverse contra sus oficiales hispanos», completa Juan Ignacio Salafranca.

Para desgracia española, los minutos pasaron lentos. Bajo un calor asfixiante, el sonido de los fusiles y los gritos copó el ambiente. Tampoco quiso perderse las bofetadas el ruido ensordecedor de la artillería hispana que, cartucho a cartucho, lanzaba toda su furia sobre la harca traidora y los enemigos reunidos cerca del campamento. Desde primera línea, y a pesar de tener el brazo herido, Salafranca dirigió las descargas de fusilería, dio ánimos a sus soldados y, por descontado, soltó alguna que otra patada en el trasero a aquellos pocos que habían quedado paralizados por el miedo. Aún así, los cuerpos sin vida de los defensores caían al suelo por decenas.

La muerte de un héroe
«(En ese momento) Salafranca recibió una herida en el vientre. Trató el practicante de curarle y el capitán, con un absoluto desprecio de la vida, se negó a ello. En tanto, la harca enemiga atacó la posición por el lado de la Artillería, que consumió todas sus municiones, tirando con fuego rápido y espoleta al cero; los rifeños cayeron sobre las piezas y el gran Salafranca, falto ya de municiones, con los pocos hombres que le quedaban y las tripas en la mano, mandó armar el cuchillo y trató de ir a defender la Artillería; pero otro balazo en el pecho le impidió prolongar la defensa», añade Munilla.

A pesar de este último balazo, Salafranca todavía pudo continuar la resistencia unos minutos más. «Varias veces herido de bala, el capitán Salafranca, chorreando sangre, con las entrañas en la mano, aún sentía el noble vértigo de la lucha. Y, sobreponiéndose al espantoso sufrimiento que, sin duda, experimentaba, seguía al frente de sus tropas», completa el periodista de ABC en su texto publicado en 1921.

«Varias veces herido de bala, el capitán Salafranca, chorreando sangre, con las entrañas en la mano, aún sentía el noble vértigo de la lucha. Y, sobreponiéndose al espantoso sufrimiento que, sin duda, experimentaba, seguía al frente de sus tropas»
Pero, herido de gravedad, Salafranca perdió el conocimiento por breves minutos. Cuando volvió a abrir los ojos, entre disparos y sin fuerzas dio sus últimas órdenes: pidió papel para escribir a su madre, entregó la cartera con el dinero de la compañía a un teniente de Artillería y animó a los pocos supervivientes que quedaban. Después, cerró los ojos para no volver a abrirlos más.

Fin de la resistencia
Con la mayoría de sus superiores caídos y Salafranca muerto, poco pudieron hacer los escasos soldados que quedaban. Así pues, tras cuatro horas de combate, los enemigos entraron en el campamento deseosos de cortar cuellos españoles. «En cada compañía había un oficial moro que se correspondía con el mando más bajo. En Abarrán, el último oficial en dirigir la defensa de los españoles fue el moro, quien, cuando los enemigos tomaron la posición, se pegó un tiro en la cabeza. En la posición murieron todos los oficiales, hasta el teniente de artillería que mandaba los cañones. Cuando cayó la defensa, los pocos supervivientes que quedaron bajaron un barranco y corrieron por su vida. Hubo unos 40 supervivientes», destaca el coronel.

Perdida la posición, los rifeños saquearon el campamento y se vanagloriaron de haber vencido por primera vez a los españoles en una batalla en campo abierto. La derrota fue un duro mazazo para las tropas españolas que, no obstante, también pudieron sacar pecho ante la heroica defensa de Salafranca y sus hombres. En los días posteriores, los diarios de la Península llenaron portadas y páginas recordando a los valerosos héroes de Abarrán. Tan épico fue el combate, que el madrileño obtendría en 1924 la Cruz Laureada de San Fernando.
https://www.abc.es/historia/abci-re...sco-ejercito-rifeno-201902210252_noticia.html
 
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Pinito del Oro, la gran estrella mundial del circo que vivió sin red en el trapecio y en la vida
Cristina del Pino segura se convirtió en los años 50 en una estrella mundial del circo. Era la última de 19 hermanos de una familia canaria dedicada al espectáculo. Hacía un triple salto mortal sin red a 16 metros de altura. Triunfó en EE.UU. y volvió a España para retirarse en el Price en 1970
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Pedro García Cuartango
Actualizado:25/02/2019 12:46h0Muere Pinito de Oro, la reina del trapecio

Vivió sin red en el trapecio y en la vida. El transcurso del tiempo ha ido agrandando la leyenda de Cristina del Pino Segura, conocida como Pinito del Oro, que llegó a convertirse en los años 50 en una estrella mundial del circo tras ser contratada para el espectáculo de los hermanos Ringling. Su fama la llevó a ocupar la portada del New York Times y de otras publicaciones estadounidenses.

Había nacido en Las Palmas en 1931 en el seno de una familia dedicada al circo. Era la última de los 19 hijos que tuvo su madre, que se negó a que Cristina continuara la tradición, consciente de la dureza del oficio: «Ésta no va a ser artista. La pequeña me la reservó para mí».

No pudo ser porque una hermana mayor falleció al volcar el camión en el que viajaba a Sevilla. Su padre la obligó a sustituirla como equilibrista en el circo de los Hermanos Segura, en el que trabajaba todo el clan familiar. Siendo todavía una adolescente, empezó a subirse al trapecio.



El representante europeo de los hermanos Ringling la vio actuar en Valencia en 1950 y quedó cautivado. La convenció para que diera el salto a Estados Unidos. Pero como tenía 19 años y entonces no era mayor de edad, se tuvo que casar con Juan, un matrimonio en el que fue profundamente desgraciada.

Ella misma confesó que la pareja sólo funcionaba cuando Juan se colocaba bajo el trapecio para recogerla. Ambos se separaron y ella continuó su carrera, pero siempre sin red a pesar de que su número favorito era un triple salto mortal a 16 metros de altura.

Sufrió tres gravísimas caídas que estuvieron a punto de costarle le vida. En Huelva, cuando sólo tenía 17 años, se fracturó el cráneo y permaneció ocho días en coma. Posteriores accidentes la dejaron muy mermada físicamente hasta el punto de que tuvieron que operarla para enderezar los dedos de sus pies.

Pinito del Oro era una mujer culta y amante de la lectura porque su madre se preocupó de que pudiera compatibilizar el trabajo con los estudios. De hecho, escribió tres novelas y llegó a finalista de varios prestigiosos premios.

Se retiró del trapecio en 1961 para ocuparse de sus hijos, pero volvió siete años después. Reapareció en el circo Price de Madrid, donde abandonó definitivamente el mundo del espectáculo en 1970 tras haber cumplido los 39 años. Entonces ya era una leyenda. «No hagas el Pinito del Oro porque te vas a pegar un trompazo», le decía su abuela al autor de este artículo cuando era un niño en Miranda de Ebro.

Cristina Segura era una mujer independiente y orgullosa, una precursora del feminismo sin saberlo. La prueba es que Cecil B. DeMille la intentó fichar para hacer una película de circo y ella se negó porque el productor no quería que su nombre figurara en el reparto.

Tras recibir numerosos premios y agasajos, falleció en 2017 en su ciudad natal a los 85 años. Muchos jóvenes desconocían quién era, pero Pinito del Oro siempre será recordada por quienes la vimos con el corazón encogido cuando saltaba al vacío. Sirvan estas líneas para rendir homenaje a esta gran dama del circo y de la vida
https://www.abc.es/cultura/abci-pin...sin-trapecio-y-vida-201902251245_noticia.html
 
Charles Dickens, el marido odioso
Literatura
NOTICIA
    • LUIS ALEMANY
    • Madrid
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    • 26 FEB. 2019 13:36
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Charles Dickens retratado en su estudio de Londres en 1859 por William Powell Frith.
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La noticia llegó el fin de semana pasado: John Bowen, un profesor de la Universidad de York, ha encontrado la carta de un antiguo vecino de Charles Dickens que lamentaba que el escritor hubiese tratado de encerrar a su mujer, Catherine, en un psiquiátrico. El hilo de su investigación llevaba hasta Thomas Harrington Tuke, el médico que se había negado a ingresar a Catherine. Tuke, que había sido amigo de Dickens, cayó en desgracia para el escritor. Peor fue el castigo de Catherine, que pasó a la Historia como la villana, lúgubre y estúpida de uno de los cuentos de su marido.

Ésa es la tesis de 'The other Dickens', la biografía de Catherine Dickens que escribió Lillian Nayder (Cornell University Press, 2010). En su prólogo, Nayder se prometía deshacer esa imagen de la mujer bovina, pacata y lenta de entendimientos, de la madre inepta e incapaz para el afecto. Todo fue un cuento de terror psicológico con personajes reales.

Empecemos por el principio. Según 'The other Dickens', Catherine Hogarth nació en 1815 en una familia de Edimburgo llena de gente educada pero con tendencia a la ruina. George, su padre, era músico y periodista y tenía una idea relativamente avanzada del papel y la capacidad de las mujeres en las sociedades. Educó a sus nueve hijos en casa y se llevó a la familia a Londres cuando Catherine era adolescente. En la capital del Imperio, el padre se empleó en 'The Evening Chronicle', el diario en el que había empezado su carrera Charles Dickens. Ésa fue la conexión que llevó al escritor hasta Catherine.

Cuando la pareja se conoció, ella tenía 18 años y Charles, 22. Cuando se casaron, ella ya había cumplido 21. En las siguientes dos décadas, la pareja tuvo 10 hijos y perdió otros 12 embarazos. A partir del cuarto hijo, su relación se volvió gélida. Mientras la carrera de Dickens prosperaba hasta convertirlo en el escritor más importante de su tiempo, Catherine, abrumada por el éxito social de su marido y agotada por tantos embarazos, se convirtió en una sombra.

Dos desvanecimientos, en 1842 y 1850, le dieron a Dickens la idea de que su mujer era un temperamento inestable, una persona incapaz de controlar su ánimo y su cuerpo. Aun así, alargó su matrimonio siete años más, hasta que, con 44 años cumplidos, conoció a Ellen Lawless Ternan, conocida como Nelly, una actriz con la que se cruzó en algún montaje amateur.

Dickens se enamoró de la chica (18 años, hija y nieta de actrices, y, por tanto, portadora de la leyenda de las jóvenes liberadas) y le regaló una pulsera, pero su joyero fue tan patoso que envió el paquete a Tavistock House, la casa del escritor. El adulterio quedó expuesto.

De adulterios está lleno la historia del matrimonio; lo particular del caso de Dickens es que el escritor llevó sus actos hasta el límite, en contra de la moral de la época. Se fue de viaje con Ellen a Francia, sobrevivió con ella a un accidente de tren, la instaló en Slough, a las afueras de Londres, y se convirtió en su pareja durante los 13 años de vida que le quedaban por delante.

Alguien podrá decir que no es tan malo eso de enamorarse, desenamorarse y enamorarse otra vez. Puede ser. Lo malo fue que Dickens inventara un relato para justificar sus actos. El escritor, carismático y bien conectado, consiguió que nueve de sus 10 hijos se quedaran con él en Tavistock House. Fue Catherine la que se tuvo que ir junto a su hijo mayor. Los demás fueron abandonando a su padre en los siguientes años, uno a uno.

Aún más llamativa fue la decisión de Georgina Hogarth, la hermana soltera de Catherine, que vivía con la familia desde hacía años. Georgina también se quedó en la casa de Dickens y se convirtió en su gobernanta. Al principio, los rumores decían que la amante de Dickens era su cuñada y no Nelly Ternan. Para desmentirlo, Dickens encargó una prueba de virginidad, según la biografía novelada 'La soledad de Charles Dickens', de Dan Simmons (Roca Editorial, 2009).

Los asuntos del escritor se convirtieron en la gran comidilla de la época: al principio, el escritor lo negaba todo y enviaba rectificaciones a 'The Times' y 'The New York Times' cuando los rumores se convertían en letra impresa. Después, empezó a sentirse cómodo en su 'extravagancia'. Para miles de 'víctimas' del matrimonio victoriano, Dickens era la promesa de una libertad futura.

Por el camino, hundió a Catherine. La biografía autorizada de John Forster fijó para la historia la imagen de la esposa repugnante. Su relato tuvo tanto éxito que hasta hubo una serie de la BBC producida en 2007 que presentaba al escritor como a un viejo tiernamente enamorado. Sólo un puñado de cartas que Catherine guardó y que George Bernard Shaw salvó del fuego permitió reparar su nombre.
https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/02/26/5c75326321efa0942f8b45f5.html
 
El equipo de mujeres congoleñas que planta cara al ébola: "Nosotras somos las primeras afectadas por esta enfermedad"


Las mujeres de Colectivo de Asociaciones Femeninas (CAF) tratan de prevenir el avance del contagioso virus cambiando la percepción sobre la enfermedad e informando puerta por puerta en la ciudad de Beni

"Estamos comprometidas y decididas a erradicar el ébola para que haya cero casos", asegura su coordinadora, Antoinette Zawadi

Según la OMS, dos tercios de los casos registrados en Congo son mujeres, muy expuestas al virus por ser las que principalmente cuidan de los enfermos

Icíar Gutiérrez
28/02/2019 - 21:23h
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Antoinette Zawadi, coordinadora de CAF. IMAGEN CEDIDA POR ERIC AHASSA / OMS

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El segundo brote de ébola más grande de la historia se cobra 438 vidas en Congo


Cuando el ébola comenzó a hacer estragos en el noreste de la República Democrática del Congo el pasado agosto, su teléfono no paraba de sonar. Después de 12 años a cargo de un programa sobre salud y crianza en una radio local, a Mama Mwatatu le llovían las preguntas de sus oyentes, en su mayoría mujeres. Querían saber más sobre el contagioso virus, acabar con sus dudas. Ella les hablaba de la importancia de protegerse contra él, pero quiso asegurarse de tener todas las respuestas, incluidas las más técnicas, por lo que se puso en contacto con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Dos veces por semana, Mama Mwatatu sale al aire durante una hora para informar y tranquilizar a sus seguidoras, consultando a especialistas las preguntas más difíciles. Es una de las mujeres que se ha unido al Colectivo de Asociaciones Femeninas (CAF), que agrupa a unos 45 grupos de Beni en Kivu Norte, uno de los grandes núcleos urbanos afectados por la epidemia de ébola más grande de la historia de Congo y la segunda del mundo. La ciudad ha registrado 226 casos confirmados, según los datos más recientes del Ministerio de Sanidad congoleño.

El grupo de activistas ha jugado un papel clave en la respuesta a la enfermedad, para la que es imprescindible desmontar rumores y acabar con la desinformación y la desconfianza de la población, castigada por más de 20 años de conflicto en la zona. Ante el avance imparable del virus en su ciudad, 132 mujeres de CAF decidieron formarse e ir puerta por puerta para concienciar a sus vecinos.

En los primeros tres días de campaña visitaron 2.900 hogares. Han ido a las asociaciones de los 30 barrios de Beni, a los centros de culto, a los mercados. Se han reunido con la gente para explicarle en qué consisten las vacunas y cómo funciona el rastreo de los contactos de las personas contagiadas o el tratamiento. En total, la OMS, con la que la asociación ha colaborado estrechamente, calcula que han llegado a más de 600.000 personas.

"Es importante que la gente esté informada, que sepamos que el ébola está en la comunidad y para que termine, la comunidad debe comprometerse en la lucha contra el virus. Necesitamos saber que es una enfermedad grave y mortal, que mata sin piedad si no se tiene cuidado. Cuando la comunidad se comprometa y respete las normas de higiene y las medidas de prevención, esta epidemia se detendrá", indica Antoinette Zawadi en una entrevista con eldiario.es.

Abogada de profesión, Zawadi es coordinadora de este colectivo que nació hace casi 20 años para luchar por los derechos de las mujeres. En ellas, dicen, han vuelto a centrar su labor esta vez. "Para que el ébola sea erradicado, todas las personas debemos contribuir. Nosotras sentimos el desafío como mujeres y líderes de Beni de saber cómo abordar este problema como mujeres. La sensibilización debe ser rápida entre las mujeres, porque somos las primeras víctimas", sostiene la activista.

Dos tercios de los casos son mujeres
Según cifras de la OMS, a finales de enero, dos tercios de los casos registrados en Congo eran mujeres. Zawadi explica lo que se esconde detrás de este dato. En su ciudad, los trabajos de cuidados siguen recayendo sobre las mujeres. Ellas atienden a los enfermos y cuando alguien fallece, se encargan de preparar los cuerpos para el entierro. Esto las expone a contagiarse con el virus, que se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales. "Aquí en casa, la mujer es la enfermera. Es ella quien lava la ropa de los enfermos y cuida del hogar, y por lo tanto es el primer blanco del ébola. Si aplica los métodos de prevención, se librará de esta enfermedad y dejará de estar contaminada", apunta Zawadi.

La activista añade otra de las dificultades contra las que han tenido que pelear durante sus actividades: la reticencia de muchas mujeres. "Son las que se muestran más reacias y las que más dudas tienen, pensando que los síntomas son de malaria. Tenemos que esforzarnos en esta cambiar esta percepción".

Según explica la antropóloga Julienne Anoko, antropóloga social, en el sitio web de la OMS, muchas se sentían limitadas por los hombres extranjeros que estaban en la respuesta contra el ébola y hablaban francés en lugar de su idioma local. Por eso considera que la participación de las lideresas es clave para contener un brote que está afectando a un número de mujeres que la experta "nunca había visto antes".

Lo que han notado desde CAF es que, desde que ellas se involucraron en la lucha contra el virus, las mujeres comenzaron a escucharlas y confiar en lo que les explicaban. "Las mujeres somos las que podemos convencer a otras mujeres", recalca Zawadi. Según ha publicado The Guardian, algunas ONG han alertado de que se pueden estar dando vacunas contra el ébola a cambio de favores sexuales en Beni. De acuerdo con una investigación del International Rescue Committee (IRC) de la que informó el diario británico, algunas mujeres son culpadas por no prevenir la propagación de la enfermedad y la violencia machista y el estigma que enfrentan ha aumentado.

La coordinadora de CAF ha vivido en primera persona cómo afecta a las mujeres este estigma. Se remonta a septiembre del año pasado, cuando una de las integrantes de su asociación cayó enferma con síntomas de ébola. "Sabiendo que ya estábamos informadas sobre el virus, ella quería esconderse. Nos habíamos puesto en contacto con su marido, pero este se había negado categóricamente a recibirnos. Así que nos pusimos en contacto con la suegra de la mujer para que nos apoyara y finalmente pudimos convencer a la pareja de que se trasladara al hospital para recibir atención médica", relata.

La paciente aceptó que la llevaran al hospital, donde dio positivo en la prueba del ébola. Recibió tratamiento y se curó. Ahora participa en sus actividades de concienciación contra el virus. "Esto nos da más peso y la gente nos escucha más. Se ha convertido en la verdadera sensibilizadora contra el ébola para superar las reticencias y dar testimonio de la enfermedad", apuntala la coordinadora.

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Mama Mwatatu, fotografiada por la OMS. WHO/L. GUTCHER

La responsable del colectivo de mujeres se muestra convencida de que los esfuerzos están dando su fruto. Después de seis meses en los que la epidemia no paraba de avanzar, el pasado 20 de febrero el Gobierno congoleño dio por controlado el brote en la ciudad de Beni, epicentro hasta entonces de la enfermedad, después 21 días sin nuevos casos. "Esto nos da alegría y esperanza", celebra Zawadi.

Los principales focos en la actualidad están ahora en las zonas vecinas de Butembo y Katwa. La densidad de población de los lugares afectados y los grandes movimientos de población han jugado en contra de la lucha contra el brote. Por esta razón, la coordinadora de CAF se muestra cauta. "Los casos que estamos documentando provienen de Butembo. Después de 15 días sin casos, una mujer que se infectó durante el duelo de su hermana en Butembo y regresó aquí contagiada", apunta.

"Lamentablemente, murió cuando fue trasladada al centro de tratamiento y sus hermanos son Maii Maii, grupos armados, que se niegan a escuchar las campañas de vacunación, la descontaminación y otros temas. Ellos han regresado al monte, a una zona inaccesible, debido a la inseguridad. Es peligroso que se estén muriendo y contaminando entre sí en el monte. Creemos que es mejor contactar con sus comandantes para que lo sepan", apunta.

La inseguridad es otro de los factores explica que el brote aún no esté bajo control en todo el país, al dificultar la respuesta médica. Este miércoles, un centro de tratamiento gestionado por el Gobierno y Médicos Sin Fronteras (MSF) en Butembo sufrió un segundo ataque de hombres armados en poco más de una semana. No causó víctimas, pero los enfermos huyeron.

La OMS ha mostrado su preocupación por la existencia de "zonas rojas" a las que el personal sanitario apenas puede acceder y, por tanto, aislar a las personas enfermas y evitar los contagios, así como conocer la dimensión real del brote. Según los últimos datos oficiales, correspondientes al 27 de febrero, el virus se ha cobrado un total de 483 vidas en todo el país. Desde agosto, se han registrado un total de 879 casos, 814 de ellos confirmados.

Las mujeres de CAF han recorrido todos los barrios, también los más inseguros. "Esta inseguridad limita nuestra valentía", agrega Zawadi. Pero lo tiene claro: su labor es imprescindible para contener el brote hasta lograr eso que tanto anhelan: el fin del ébola. "Estamos comprometidas y decididas a erradicar el ébola para que haya cero casos en Beni, en el territorio y en los alrededores", sentencia.

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La entrevista con Antoinette Zawadi se ha realizado con el apoyo de Eric Ahassa, consultor de la OMS.

Algunos datos sobre el ébola
La enfermedad por el virus del ébola es un enfermedad grave, a menudo mortal en el ser humano.

El virus es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en las poblaciones humanas por transmisión de persona a persona.

Los brotes de enfermedad por el virus tienen una tasa de letalidad que es de aproximadamente 50%. En brotes anteriores, las tasas fueron de 25% a 90%.

Las personas no son contagiosas hasta que aparecen los síntomas. Se caracterizan por la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y de garganta, lo cual va seguido de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas.

Un buen control de los brotes depende de la aplicación de diferentes intervenciones, como la atención a los casos, las prácticas de control y prevención de la infección, la vigilancia y el rastreo de los casos, los entierros en condiciones de seguridad o la movilización social.

Fuente: Organización Mundial de la Salud (OMS)

https://www.eldiario.es/desalambre/mujeres-congolenas-plantan-primer-enfermedad_0_872813366.html
 
Ernesto Cardenal: el cura poeta maldecido por Juan Pablo II y que abandonó la revolución sandinista

Religión y laicismo

Suspendido por Juan Pablo II por comprometerse políticamente fue rehabilitado por Francisco tras apartarse de Daniel Ortega al que llamó "dictador"

"Es uno de los grandes símbolos del latido de libertad de América Latina", define el teólogo Xabier Pikaza al sacerdote y literato nicaragüense

Con 94 años, ofició su primera misa tras el perdón papal todavía ingresado en un hospital ante su delicado estado de salud

Jesús Bastante
01/03/2019 - 21:20h
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El poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal. EFE

Durante años, fue la imagen de la dureza del pontificado de Juan Pablo II, un Papa aliado de los poderosos y que atacó con dureza las políticas socialistas y, especialmente, la Teología de la Liberación. En 1983, durante su visita a Nicaragua, Wojtyla se plantó delante del sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, ministro de Educación en el primer gobierno sandinista. Le abroncó. Luego lo suspendió.

"Usted tiene que regular su situación", le espetó el Papa polaco, tan agresivo con el comunismo, al insigne poeta, que aguantó, de rodillas y con una sonrisa, el rapapolvo del Pontífice. Desde entonces, tanto él como los ya fallecidos Fernando Cardenal y Miguel de Escoto, fueron 'suspendidos a divinis', lo que implicaba la prohibición de ejercer como sacerdote.

Durante 35 años no ha podido celebrar misa ni confesar. Su vida ha continuado siendo la del místico que fundó la comunidad de Solentiname y la del activista político. Sin embargo también terminó alejado de la revolución que apoyó: no dudó en apartarse del actual presidente nicaragüense, Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo, cuando éstos se alejaron, según su criterio, de los ideales políticos que los juntaron y el pueblo se rebeló. En 2007, el poeta llegó a calificar a su compañero de revolución como "un dictador".

"Era lógico que la causa de los pobres terminara con la incorporación a la revolución. Una expresión más de la coherencia del mandato divino", explicaba, hace años, a este cronista. "Era lógico también que la causa de los pobres me llevara a apartarme de quienes ya no les defendían".

Carta al Papa
Actualmente, ambas partes, Gobierno y Asamblea Cívica, se han dado una nueva oportunidad y, con la mediación de la Iglesia, han retomado el diálogo. También, el papa Francisco ha acabado con la injusticia, y ha ordenado a la Iglesia que se reconcilie con el nicaragüense. Desde la pasada semana, Ernesto Cardenal vuelve a ser, a todos los efectos, sacerdote católico.

Su primera misa fue sumamente emotiva y simbólica. Cardenal estaba postrado en la cama del hospital, pero revestido con la casulla de sacerdote y consagrando junto al nuncio y al obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez.

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El poeta nicaragüense Ernesto Cardenal junto al obispo Silvio José Báez, de rodillas

Báez, que se encuentra estos días en Madrid, recuerda ese momento para eldiario.es: "Creí que llegaba el final de su vida, no quise perder tiempo y le fui a ver al hospital. Hablamos de la situación de Nicaragua y le pedí su bendición, porque la necesito. Sus lágrimas y las mías se juntaron en ese momento y nos dimos un abrazo muy sincero".

Y es que Ernesto Cardenal jamás abandonó su fe, ni su compromiso político. "Ha sido y es hombre de fe, un hombre de Iglesia, al servicio de la cultura y de la libertad, al servicio de la comunidad de los creyentes y de todos los hombres y mujeres de una tierra manejada por las tribus de los prepotentes", así lo define el teólogo Xabier Pikaza. "Es uno de los grandes símbolos de la cultura universal, del latido de libertad de América Latina, de la presencia cultural y social de la Iglesia en el mundo".

Nada más salir del hospital, su secretaria, Luz Marina Acosta, declaraba que el escritor, de 94 años de edad, envió una carta al Papa agradeciéndole el levantamiento de la suspensión. "Muy querido papa Francisco. Acabamos de tener el emocionante evento de la concelebración de la misa junto con el Nuncio entre nosotros. Aprovecho también para agradecerle su bendición, la que recibo amorosamente", se lee en la misiva.

Tal vez la del hospital haya sido la primera y última misa de Ernesto Cardenal, un poeta, un sacerdote, un político, pero sobre todo un hombre comprometido con la causa de la liberación de los pueblos en Latinoamérica, como decía. Un camino que jamás abandonó y que le valió en su día la condena de Roma. Ahora, los vientos del Vaticano, al menos en esto, han cambiado.
https://www.eldiario.es/sociedad/Cardenal_0_873163165.html
 
La Policía recupera documentación original del autogiro de Juan de la Cierva buscada desde 1998
Los legajos se han hallado en un registro domiciliario en una vivienda del secretario de la Fundación Juan de la Cierva
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Murcia 1 MAR 2019 - 17:39 CET
Fundación Juan de la Cierva, de gran valor histórico, desaparecido desde el año 1998. Dicho fondo documental fue trasladado en 1956 de Madrid a Murcia, concretamente a la finca de Torrecierva, situada en la pedanía de Santo Ángel.

Con toda esta documentación se creó en 1982 la Fundación Juan de la Cierva, que fue subvencionada por el Ministerio de Cultura para que ordenara, catalogara e inventariara todo el archivo, sujeto a la protección de la Administración.

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Documentación del autogiro. POLICÍA NACIONAL

En 1998, el secretario de la fundación, familiar del inventor, trasladó el archivo a un lugar desconocido. Hasta la fecha no se había vuelto a saber cuál había sido su destino. La Policía Nacional, tras la intervención desarrollada durante el pasado mes de diciembre, durante la que recuperó la mayor parte del archivo, se percató de la ausencia de toda la documentación referente al autogiro. Se tenía constancia de que existían esos archivos, ya que en diciembre del año 1985 la Universidad de Navarra los había inventariado e hizo constar la existencia de proyectos, estudios, planos y fotografías.

La consejera de Cultura y Turismo de la Región de Murcia, Miriam Guardiola, junto al jefe superior de la Policía Nacional de Murcia, Cirilo Durán, han dado cuenta de la recuperación de esta parte del fondo documental. Guardiola ha señalado la importancia de la cooperación entre Administraciones, "indispensable para hacer más grande nuestro patrimonio, salvaguardarlo y legarlo en las mejores condiciones a generaciones futuras". Guardiola ha destacado la importancia de este archivo, que tras ser debidamente tratado para su conservación y digitalizado "estará disponible para historiadores e investigadores de todo el mundo".

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Una de las fotografías recuperadas. POLICÍA NACIONAL
https://elpais.com/cultura/2019/03/01/actualidad/1551451528_991645.html

Gentileza de mi amor de amiga @pilou12 , muchas gracias.
:kiss::kiss:
 
Ser indígena y mujer trans en una comunidad maya de Guatemala


Esta es la historia de Kristel Mendoza, una mujer trans e indígena tz’utujil de la aldea Santiago Atitlán

Cuando era adolescente, fue rechazada y encerrada durante cuatro meses por su familia, se marchó de casa y se prostituyó para sobrevivir

"Nuestros antepasados se dieron cuenta de que no solo había entonces personas gays, sino que mucho antes ya había. Pero siempre va a ser un problema"

Rosario Marina
03/03/2019 - 20:30h
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Kristel Mendoza, mujer indígena trans. ANDREA GODÍNEZ

Nación mar*ca: radio indígena, LGTBI y transgresora

La triple lucha de Silene Salazar: "Ser indígena afecta al sistema capitalista y ser mujer lesbiana, al sistema patriarcal"


Panajachel es un pueblo turístico a orillas del lago Atitlán, en el departamento de Sololá, Guatemala. Durante 2017, unos 857.000 turistas llegaron al departamento para admirar los volcanes de San Pedro, Tolimán y Atitlán, y pasear por las calles antiguas donde hay, a cada paso, un puesto de venta de artesanía y ropa tradicional indígena. Lanchas conectan Panajachel con las aldeas mayas alrededor del lago. Una de ellas se llama Santiago Atitlán.

Maximiliano Mendoza tenía 14 años. Una cadena de unos siete metros lo retenía en su cama, dentro de una casa en Santiago Atitlán. Si se estiraba al máximo solo llegaba hasta el salón. Su familia lo mantenía dentro, como un perro que muerde o tiene rabia.

Le dolía. Pensaba en sus pechos, en que tenía que esperar bastante para hacerlos como quería, como se los imaginaba cada día. Soñaba con maquillarse, delinearse las cejas, depilarse. "Ser una mujer completa".

Tenía que tener cuidado si iba a inyectarse algún líquido que aumentara sus pechos. Poco después supo que es peligroso, que le podían poner aceite de avión, y que así se moriría antes que su padre. Entonces, no podría recibir la herencia para ponerse los implantes, que salen unos 15.000 quetzales –alrededor de 1.700 euros–en un hospital o una clínica. Con eso fantaseaba: con que, algún día, sus pechos se transformaran en mamas.

"Me siento una mujer atrapada en este cuerpo de hombre. Yo me quiero ver linda, me quiero ver bonita. Quiero llamar la atención. Y no ocultar lo que soy, mi identidad", pensaba Maximiliano. Pero todavía no era posible.

Durante los cuatro meses que permaneció encerrado, atado, fueron muchos los días en los que La China lo esperaba afuera. Esperaba al amigo con el que jugaba de pequeño a las muñecas o a que hacían tortillas en ollas de barro y las vendían con frijoles y salsa, machacando ladrillos. Con el que salían por la playa a buscar verduras y cocinar. Pero Kristel, a quien su familia y casi todo el pueblo le dice Max o Maximiliano, no salía. Y cuando lo hizo, le prohibieron juntarse con La China.

Un día, cuando todavía podían verse, cuando aún eran pequeños niños indígenas caminando por su pueblo, La China le notó una cicatriz en la espalda y le preguntó. Kristel le contó que su papá le había pegado con el alambre del cordón de la radio porque no quería que se juntara con ellos. Ese ellos, hasta ese momento, eran sus amigos homosexuales.

Dice el Popol Vuh, el libro sagrado del pueblo maya, que los tz'utujiles llegaron a la región del lago Atitlán en el siglo XIII. Venían con los quichés y kaqchiqueles, otros pueblos mayas, para fundar sus ciudades. Según el censo oficial de la población guatemalteca del año 2002, los tz'utujiles son casi 80.000 en todo el país y viven aún en la región sur del lago de Atitlán. Se estima que Guatemala tiene seis millones de habitantes indígenas. El último censo habla de que el 45% de la población es de algún pueblo originario, pero otros informes elevan el número al 60%.

Kristel es una mujer trans tz’utujil.

Encerrada por su familia
La Justicia indígena tiene dos objetivos claros: que las cosas vuelvan a su lugar y retribuir a la víctima. Para eso, hacen que quien ha robado, por ejemplo, devuelva o pague. En ocasiones, lo hacen con golpes y encierros. En algunos pueblos, intentan que los homosexuales no sean homosexuales, y las trans vuelvan a ser hombres. Algunas veces, como resultado, las personas se reprimen hasta el punto de casarse con una mujer y tener hijos. El mandato es muy fuerte, sobre todo para quienes no logran irse a la capital.

"Nuestros antepasados se dieron cuenta de que no solo había entonces personas gays, sino que mucho antes ya había. Pero siempre va a ser un problema. No toda la gente indígena acepta eso. Algunos son católicos", dice Kristel.

En su caso, el pueblo no se reunió para ver cómo el alcalde o algún juez indígena la golpeaba con una vara. No la hostigaron. La encerró su familia.

Antes de los golpes y del encierro, Kristel limpiaba la casa con su mamá. Después se sentaba a mirarla bordar, le encantaba. Cuando tenía unos diez años le pidió si podía aprender ese oficio reservado para las niñas y mujeres indígenas. Su mamá le compró una tela, le hizo un dibujo de estelas mayas y miró atenta cómo su hijo pequeño temblaba al intentar seguir la línea marcada.

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La CIDH denuncia que en Guatemala los indígenas todavía sufren de esclavitud EFE

Pero un día, se terminó. La encerraron cuatro meses atada con una cadena a su cama. No entendían que su Maximiliano quisiera ser mujer, ni que le gustaran los hombres, ni que se juntara con otros amigos que querían lo mismo. Esas cadenas, dice Kristel, la hicieron más fuerte. La empujaron a tomar la decisión de irse de casa. No está muy claro si tenía 16 o 18 años.

Lo que sí asegura es que se prostituyó para sobrevivir. Lo hizo durante unos años en un prostíbulo llamado Cervecería. Ahí, dice, la respetaban y ganaba bien: cobraba 60 quetzales –alrededor de siete euros– por 15 minutos de s*x*, más 10 de caja, que había que pagarle a la dueña. Por aquel entonces era un dineral.

Los domingos a la tarde, Kristel y La China tomaban cerveza con la dueña, a la que conocían desde que eran esos niños indígenas jugando con barro como solían hacerlo las niñas. En ese bar su amiga se mostró como mujer. Tenía 14 años.

La dueña de esa "cervecería" era doña Francisca. Hubo un tiempo en que las mujeres trans la conocieron y la admiraron. Murió a los 88 años y sigue viva en los relatos de las mujeres que pasaron por el prostíbulo y eran como ella. Doña Francisca fue la primera mujer trans indígena de Santiago Atitlán. Ella y su hermana, las dos primeras trans en el pueblo que empezaron a los 10 años a vestirse de mujer.

El primer prostíbulo, Cervecería Francisca, fue suyo. Antes le pegaron, mucho. Ella y su hermana se escondían en los tiempos de la guerrilla, porque las buscaban para matarlas. Pero, cuentan quienes la recuerdan, doña Francisca terminó dándole de comer a los guerrilleros.

"Había hecho dinero, construyó una casa de tres niveles. En el primer nivel tenía un salón y cinco cuartos para las muchachas, en el segundo eran 17 cuartos y el tercero otro salón y cinco cuartos. Y se llenaba. Era el único", dice Kristel.

Con el último desastre natural que azotó la zona, cuando doña Francisca estaba viva, llevó a las muchachas del prostíbulo con ollas a la plaza central para dar café y comida a la gente afectada. A sus 40 años, vivía como una reina. Andaba de acá para allá con el traje típico en el pueblo. Por ella, nadie mata a las trans en Santiago Atitlán.

"Peleamos por la necesidad de que nos respeten. Yo insulto cuando a mí me insultan. Pero doña Francisca nos dijo que no teníamos que responder a esa gente, que teníamos que ser educados", recuerda Kristel. Dice que "aprendió mucho" con Francisca, pero un día tuvo que volver. Su hermana la llamó y le dijo: "Mamá está en el hospital".

Hasta ese momento, Kristel solo la veía en el mercado y la extrañaba. Decidió, entonces, que no se iría más.

Miss Elegancia y representante en comités locales
En Xela, a unas ocho horas de la capital, Kristel Mendoza logró una mención como Miss Elegancia. Ese día se puso huipil con tocoyal, uno azul con pájaros bordados, y un corte multicolor. El traje típico indígena. El huipil es una blusa bordada, el corte una falda y el tocoyal, una gran canasta en la cabeza.

A Kristel le gustan los concursos de belleza. Participó en tres: Miss Gay Maya en Xela, Miss Gay Costa Sur en Mazate, y en Miss Gay Trans en la capital. Adora ir a esos concursos. Pasar horas y horas pensando el traje, el maquillaje, preparándose para el momento de salir a la pasarela y sonreír.

También le gusta la política. Con el alcalde anterior, participaba en los comités locales de los vecinos que se organizan para poder llevar las demandas o solicitudes que tienen en una localidad hacia el Gobierno municipal. Lo llaman el Cocode. Es una forma de resolver más rápido los problemas de las comunidades, que a veces están muy alejadas.

En cada cantón la gente está organizada en un Cocode para proteger el territorio. No es fácil estar ahí. Todos tienen que analizar cuál es el rol de la persona, cuál es su papel en el pueblo. Pero ese mundo en que las travestis, las trans y los gays de Santiago Atitlán participaban en el Cocode se terminó. Cambió el alcalde, y con él la apertura a la comunidad LGBT.

En octubre del año pasado hubo una huelga en Santiago Atitlán. La gente pedía que el nuevo edil rindiera cuentas de los gastos desde que llegó al poder. Ahí estaba Kristel, exigiendo transparencia.

Ahora es la única hija en la casa. Su padre va a la tienda y le pregunta si quiere algo. Por ese gesto ella siente que la respetan. Ya no está atada a la cama. Tiene 31 años, se maquilla como quiere, se delinea las cejas, se depila. Lo único que no puede hacer es vestirse de mujer. "Mi papá me aceptaba con el fin de que no quería verme vestida de mujer. Por eso me acepté siendo un chico gay travesti. Me visto en ocasiones, pero me considero una chica trans", asegura.

Abusos sistemáticos
Una gran parte de la comunidad gay en Santiago Atitlán borda. También hay quienes trabajan en el Gobierno municipal o en tiendas de teléfonos, pero esos están "enclosetados" [en el armario], dice Kristel. Quienes ya decidieron mostrarse como son, solo pueden coser o trabajar en bares. "Mejor bordar que estar allá. Trabajar en un bar o cantina es peligroso, porque los hombres empiezan a golpearse. Aquí sí hay bolos [borrachos] mañosos", cuenta la mujer.

En el pueblo ahora hay entre 10 y 12 chicas trans. También había dos gays que se suicidaron porque su familia no los aceptaba.

Sus casos no son una excepción. Hay un informe, hecho por mujeres trans de Latinoamérica y el Caribe, que se llama Esperando la muerte, donde hablan de la situación de la población LGBT en Guatemala, un país que la única diputada lesbiana del Congreso define como conservador, machista y racista.

En él reflejan la diversidad de la comunidad trans: mujeres que tenían el cabello corto, que trabajaban en bananeras, que no hablan el castellano. Otrans Reinas de la Noche, quien llevó a cabo el informe, es la primera organización trans del país. Fundada en 2004 como un colectivo de "trabajadoras sexuales trans" del centro histórico de la ciudad de Guatemala que decidieron organizarse por la ola de violencia que se vivía en ese entonces: los asesinatos constantes, el VIH, la falta de respuesta institucional. Ahora componen su asamblea 150 mujeres trans.

Según el censo propio de esa organización, son, como mínimo, 7.000 las trans en Guatemala. Calculan que como máximo son 22.000. No lo saben. Lo estiman a partir de una encuesta que hicieron en ciertos municipios. No hay datos oficiales de mujeres trans. Mucho menos de indígenas trans.

A Andrea González, directora de Otrans Reinas de la Noche, le hubiese gustado que el informe se llamara 'Esperando políticas públicas', o 'Esperando la aprobación de la ley de identidad de género', 'Esperando cupo laboral para las mujeres trans', 'Esperando matrícula estudiantil para las mujeres trans'.

"No, pero lamentablemente se llama Esperando la muerte. Porque ves la hipervulnerabilidad en que nos encontramos. La violencia sistemática e institucional es la que este informe marca. Hay asesinatos. Hay violaciones a derechos humanos", dijo en septiembre de 2018. Hasta ese momento ya tenían registro de 18 mujeres trans asesinadas en el país solo en ese año.

Sentada en el pasto, a orillas del lago, un hombre le grita en tz'utujil. Kristel contesta: "Mush, mush". "Mush" significa vagina. Le estaba preguntando a Kristel si ella tenía. "Me quiere agarrar la vagina", dice la mujer entre risas. Luego, dice bajito: "Todavía no, estoy en proceso".

Al rato, otro hombre se acerca: tiene bigotes y una pose que intenta imponerse. Mira cómo Kristel maquilla a La China. Pero lo que ve él son dos hombres gays disfrazando sus rostros con colores. No dice nada. Solo mira desafiante hasta que pregunta si tienen permiso. Kristel no deja de poner la base a La China mientras dice sin mirarlo: "Este es un homófobo porque tiene un hijo que es gay y no lo quiere, y también un cuñado que es gay".

El hombre abre su teléfono y llama a alguien para que las saque. Camina por el césped de esa porción de tierra a orillas del lago Atitlán donde no las quiere dejar estar. Insiste a alguien con poder para que las eche. Al otro lado, cientos de turistas de todo el mundo pasean y compran bordados típicos indígenas.

En este lado, Kristel le pide a La China que cierre los ojos. Con esmero, le termina el delineado.

03/03/2019 - 20:30h
https://www.eldiario.es/desalambre/indigena-travesti-conservador-Kristel-Mendoza_0_873162992.html
 
Dolly Parton brilla a los 73 años y anima el debate feminista
Katy Perry, Norah Jones y Jennifer Anniston se rinden a la música de la autora de himnos tan arrolladores como 'I Will Always Love You' o 'Jolene'

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Dolly Parton, cantando junto a sus ahijada Miley Cyrus en los Grammy 2019
VÍCTOR LENORE
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PUBLICADO 05.03.2019 - 05:15ACTUALIZADOhace 3 horas

El country es la gran excepción de la música popular estadounidense. Cualquier otro género inventado allí se traduce de manera automática al resto de Occidente, pero justo nos cuesta entrar en el que más se identifica con el corazón del país. Hablamos de un territorio en las antípodas culturales de grandes ciudades como Nueva York Los Ángeles y San Francisco. Seguramente su fuerza sean unas raíces rurales incompatibles con la cada vez más estandarizada industria musical global. En todo caso, Dolly Parton no es exactamente una artista country, sino un gigante de la historia de la música música popular, autora de himnos tan arrolladores como I Will Always Love You (una de las pocas canciones pop que es imposible no haber escuchado), Jolene (desgarrador melodrama sobre la infidelidad) y Coat Of Many Colours (emocionante declaración de su orgullo de clase trabajadora, que la artista sigue citando como la favorita de su propio repertorio).

Kacey Musgraves, Lady Gaga y Childish Gambino reinan en los Premios Grammy 2019Kacey Musgraves, Lady Gaga y Childish Gambino reinan en los Premios Grammy 2019
A lo largo de su carrera ha despachado más de 100 millones de discos, cifra que confirma su estatus de estrella universal. Bien entrado el siglo XXI, Dolly Parton sigue siendo noticia por los continuos premios a su carrera -el último, un Grammy-, por el estreno de su musical De nueve a cinco en Londres y por su ambigua relación con el feminismo, movimiento del que fue pieza clave en Estados Unidos pero con el que no se termina de identificar. Además está negociando una secuela de la película De nueve a cinco (1980) con Parton acompañada por Jane Fonda y Lily Tomlin.

La artista tiene una relación ambigua con el feminismo. Sin duda, es una figura de empoderamiento, que disfruta contando que con 19 años, durante una excursión en Nueva York, sacó una pistola para espantar a un tipo que la había confundido con una prost*t*ta. Otra de sus historias favoritas cuenta cómo en los años 70 se negó a ceder a Elvis Presley el 50 por ciento de los derechos editoriales de I Will Always Love You, condición impuesta por el entorno de 'El Rey' para que la cantara (su representante, el célebre coronel Tom Parker, imponía condiciones draconianas). La recompensa vino después, con la versión de Whitney Houston, que fue tema principal del taquillazo El guardaespaldas(1992), generando millones para Parton. Nadie puede negar a la diva country un fuerte carácter para enfrentarse a los hombres, pero se resiste a definirse como feminista o a militar en el movimiento #MeToo.
¿Me hace falta el feminismo?
Así explica su postura: “He sufrido acoso asexual, pero he sabido manejarlo porque vengo de una familia con seis hermanos y comprendo cómo piensan los hombres. En mi vida he conocido más hombres buenos que malos. Estoy de acuerdo en que el mundo es de ellos, pero no es su culpa, solo una circunstancia de la vida que todos hemos permitido que ocurra”, declaró en una reciente charla con The Guardian. En todo caso, Parton se siente tan identificada con sus género que ha llegado a decir que “es una suerte haber nacido mujer, en caso contrario me hubiera tenido que hacer 'drag queen'”. A lo largo de su carrera, ha recibido un fuerte apoyo de la comunidad LGTBI, hasta el punto que los concursos de imitadoras se convirtieron en un lugar común.

"Todavía no he encontrado un hombre cuyo culo no fuese capaz de patear si no me trataba con el debido respeto”, dijo el mes pasado al recibir el premio Persona del año de MusiCares

Parton también participó en otro título clásico del cine feminista, Magnolias de acero (1989), pero sigue sin sentirse identificada con el movimiento. “Soy feminista si eso significa estar con las mujeres, pero no siento necesidad de manifestarme, sostener carteles o adherirme a etiquetas. Creo que la forma en que he llevado mi carrera y mis negocios habla por sí misma. No pienso en ello como feminismo”, dijo hace unos días a la periodista británica Hadley Freeman. El mes pasado, cuando fue nombrada ‘Persona del año’ por la organización MusiCares, ofreció un discurso de ocho minutos donde resumió su filosofía de género en una sola frase: “Todavía no he encontrado un hombre cuyo culo no fuese capaz de patear si no me trataba con el debido respeto”.

En la última ceremonia de los Grammy, celebrada el pasado febrero, ofreció una soberbia 'medley' de su mayores éxitos, flanqueada por la estrella pop global Katy Perry y por su ahijada Miley Cyrus, además de otros músicos de prestigio. Pocas estrellas son capaces de brillar así a los 73 años. En el evento de MusiCares, le rindieron tributo en forma de versiones estrellas tan diversas como Pink, Norah Jones y Mark Ronson, entre otros. “Este tipo de homenajes son un poco como el por**, no estás personalmente involucrada, pero aún así los disfrutas”, dijo en su intervención, entre carcajadas del público.

Parton empezó a cantar a los siete años, pero antes ya juntaba un palo y una lata para fingir que era una guitarra con la que ofrecía una recital en el Grand Ole Opry, templo de la música country en Nashville. Su público eran los patos, cerdos y gallinas de la familia, que sobrevivía en una modesta casa en las colinas con una sola habitación. Su último proyecto cinematográfico es labanda sonora de Dumplin (2018), cinta que narra la historia de una adolescente con sobrepesoque trabaja en una franquicia de comida rápida y está obsesionada con sus canciones. La película cuenta en su reparto con Jennifer Anniston y está producida por Netflix. La historia es una defensa de la belleza no convencional y el carácter singular de cada persona. Más allá de su posicionamiento en el debate feminista, está claro que la cantante es una figura femenina poderosa, con impacto duradero en la cultura popular.su propio parque temático, un tributo al estilo de vida rural de Estados Unidos. Situado en Pigeon Forge, Tennessee, sus actividades van desde campamentos veraniegos para niños hasta celebración de las navidades al estilo campesino, pasando por festivales de barbacoa y 'bluegrass'. Atrae cada año a una media de tres millones de visitantes. Se inauguró en 1961, de forma muy modesta, con un bar, una tienda y una locomotora de vapor. En 1986, Parton entró en el accionariado. le puso su nombre y preparó sucesivas expansiones, la última prevista para este 2019. Ahora mismo Dollywood abarca 61 hectáreas, contando sus proyectos anexos de parque acuático, 'resort' y restaurante. El complejo cuenta con 3.000 trabajadores, lo que convierte a la cantante en la mayor empleadora de la zona. Dentro de la Fundación Dollywood, Parton está especialmente orgullosa de su proyecto Imagination Library, que envía libros gratis a niños desde su nacimiento hasta el comienzo del colegio. “Es un tributo a mi padre, que no sabía leer ni escribir, pero era la persona más inteligente que he conocido. Siempre me preguntaré hasta dónde hubiera podido llegar si no hubiera arrastrado esa limitación”, explica. Actualmente hay más de un millón trescientos mil niños inscritos en el programa
Para completar el reportaje (videos inclusive) seguir el siguiente enlace:
https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/feminismo-musica-country-dolly-parton_0_1223577955.html
 
Ni tontas ni locas: las mujeres del Lyceum Club Femenino
Publicado por Ruth Prada
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Fotografía: Diario de Madrid (CC BY 4.0).
Cuando Carmen Baroja y María Teresa León escribieron sus memorias, ambas recordaron el mismo episodio relacionado con el Lyceum Club Femenino, del que habían sido socias. En una ocasión invitaron a Jacinto Benavente a dar una charla y el premio nobel declinó la petición diciendo que no tenía tiempo: «No puedo dar una conferencia a tontas y a locas», les dijo. Aquí ustedes pueden imaginarse al ilustre dramaturgo entrecerrando los ojillos de satisfacción por su fina ironía.

Las socias del Lyceum ni eran tontas ni estaban locas. Tampoco eran unas excéntricas, desequilibradas, criminales o madres desnaturalizadas que estaban para que las encerraran, como proclamaban sus detractores más furibundos. Eran mujeres que formaban parte de la élite intelectual del país y que sintieron la necesidad de fundar este club para tener un espacio donde poder reunirse para intercambiar ideas, desarrollar su vida cultural y tratar de mejorar la situación de las mujeres. María Teresa León lo recordaba de esta manera: «En los salones de la calle de las Infantas se conspiraba entre conferencias y tazas de té. Aquella insólita independencia mujeril fue atacada rabiosamente. El caso se llevó a los púlpitos, se agitaron las campanillas políticas para destruir la sublevación de las faldas (…) Pero otros apoyaron la experiencia, y el Lyceum Club se fue convirtiendo en el hueso difícil de roer de la independencia femenina».

El Lyceum Club Femenino, que se declaró laico y abierto a socias de cualquier ideología, se inauguró en noviembre de 1926 en la Casa de las Siete Chimeneas, en la calle de Las Infantas de Madrid. La idea de asociarse en un club femenino surgió entre el grupo de mujeres que gravitaban alrededor de la Residencia de Señoritas, el lugar que allanó el camino para que las chicas de cualquier rincón de este país pudieran ir a la universidad. En ese momento, María de Maeztu llevaba once años dirigiendo la Residencia y esa empresa había contribuido a que unas mil jóvenes se sentaran en las aulas de la universidad. Junto a María «la Brava» estaban otras mujeres que se negaban a dejar sus neuronas en barbecho y que preferían hacer oídos sordos a las ideas misóginas de intelectuales influyentes, como Gregorio Marañón, que dejó escritas estas palabras sobre las mujeres cultivadas: «Insistimos una vez más en el carácter sexualmente anormal de estas mujeres que saltan al campo de las actividades masculinas y en él logran conquistar un lugar preeminente. Agitadoras, pensadoras, artistas, inventoras: en todas las que han dejado un nombre ilustre en la historia se pueden descubrir los rasgos del s*x* masculino, adormecido en las mujeres normales». Aunque esto era poco comparado con las teorías del influyente sociólogo y filósofo alemán Georg Simmel, quien afirmaba que «la existencia femenina tiene su sentido exclusivamente en aquello que el varón no quiere, o no puede, ser o hacer; el sentido de la vida de aquella no está referido a una relación de igualdad, sino de desigualdad, y en esta relación se consumen sin dejar resto».

En fin, no haremos comentarios al respecto.

Los ángeles del hogar vuelan

La apertura del Lyceum llegó precedida por las críticas. Meses antes de que se inaugurara, cuando corría el rumor de que se iba a fundar un club exclusivamente femenino, la prensa empezó a incluir el asunto en sus agendas. La Libertad contó con la indignada voz de Teresa de Escoriaza, dispuesta a convencer a las fundadoras de que su idea era una auténtica aberración: «Me propongo combatir un proyecto femenil con apariencias de feminista (…) alzo la voz y digo que se equivocan los que se proponen fundar un club de mujeres. Pero ¿saben las mujeres que a fundarlo aspiran lo que es un club? Humareda pestífera de tabaco, tazas de mal café y discusiones estúpidas. Esta es la parte positiva del club. Ni muy grande ni muy valiosa, ciertamente. Pero el club tiene, además, una parte negativa, y esa sí que es de importancia grande, de enorme trascendencia. En el club los lazos familiares se aflojan, se desanudan y el principio de solidaridad humana sucumbe».

Teresa de Escoriaza estaba tan enfurecida como equivocada cuando decía: «El club de las mujeres no puede existir, no debe existir, no existe en ninguna parte (…) El club de las mujeres no puede implantarse en España para risa del mundo entero». La periodista ignoraba que ya existían otros Lyceum Club en distintas ciudades de Europa como Berlín, Roma, París o Estocolmo, en Nueva York y en La Habana, y que desde 1908 se relacionaban a través de una federación internacional. El primero de ellos se había inaugurado en Londres en 1904 y se había presentado con estas palabras de las fundadoras: «Hemos creado esta casa de la que nos sentimos orgullosas porque es una casa hecha por mujeres, habitada por mujeres y dirigida por mujeres».

Poco después de la inauguración del Lyceum en Madrid, el periodista Julio Romano lo visitó para iluminar a sus lectores de La Esfera y hacerles un auténtico mansplaining a las propias fundadoras. Por un lado, no podía más que alabar las instalaciones de ese club «claro, limpio, donde todo refulge que da gloria», como era de esperar de un lugar habitado por mujeres. Por otro lado, el periodista sintió la necesidad de advertir sobre las amenazas que podía encerrar ese lugar que alejaba a las mujeres de su papel de amas de casa: «El Lyceum debe ser el hogar posible de todas las mujeres españolas, y no una agrupación donde predomine la catedrática y marisabidilla, la doctora redicha y petulante. ¡No, por Dios! Ese tipo extranjero de señora de anteojos de concha, carpeta debajo del brazo, estirada y seca como un sarmiento que hace la exégesis de Kant o Hegel, mientras su marido empuja el carrito del bebé o limpia los cacharros de la cocina; esa mujer de caricatura humorística recuerda con su antipática presencia el axioma de que las demasiadas letras secan el corazón y el tesoro de la mujer española es su dulzura, su piedad, su comprensión humanitaria de todos los dolores, y cualquier cosa que pueda cegar estas fuentes lo creemos un sacrilegio».

Las socias del Lyceum estaban demasiado ocupadas intentando mejorar la precaria situación de las mujeres en este país como para hacer caso a las críticas. Había llegado el momento apropiado para que los «ángeles del hogar» usaran sus alas para volar muy lejos.

Las indómitas

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María de Maeztu, 1919. Fotografía: DP.
En la junta directiva del Lyceum Club estaban la presidenta, María de Maeztu, y dos vicepresidentas: Isabel Oyarzábal, periodista que firmaba con el seudónimo de Beatriz Galindo, escritora y diplomática; y Victoria Kent, abogada, la primera del mundo que ejerció ante un tribunal militar. La secretaria fue Zenobia Camprubí, escritora, lingüista y traductora de Rabindranath Tagore (aparte del apoyo que supuso para Juan Ramón Jiménez durante cuarenta años). Junto a Zenobia, en la secretaría estaba Helen Phillips, directora del Instituto Internacional y profesora de la Universidad de Texas.

Otras socias del Lyceum fueron la abogada y diputada que consiguió el voto para las mujeres, Clara Campoamor; la doctora en medicina Trinidad Arroyo; la pintora surrealista Maruja Mallo; la autora de los libros de Celia, Elena Fortún; Pura Maortua, fundadora de la compañía de teatro Anfistora y amiga de García Lorca. También figuraban en el listado de socias la compositora y pianista María Rodrigo, la escritora María Teresa León, la ginecóloga Rosario Lacy, la periodista Magda Donato, la abogada Matilde Huici y muchas otras profesionales, artistas y mujeres muy cultas. Muchas estaban casadas con hombres influyentes, de modo que los detractores que querían menospreciar su propia valía se referían a ellas como «el club de las maridas».

El Lyceum era mucho más que un lugar agradable donde estas mujeres podían desarrollar su vida social, tan limitada en el ámbito doméstico. Las socias querían seguir formándose y llevar a cabo iniciativas para mejorar la situación legal y social de las mujeres en España. Así que decidieron dividirse dentro del club en varios comités: social, musical, artes plásticas e industriales, literatura, ciencias e internacional. Las socias se involucraban en estas secciones de acuerdo con sus intereses y entre libros, tazas de te y vibrantes conversaciones, se organizaban para dar cursos, montar exposiciones o planear las próximas conferencias y conciertos. Para la inauguración contaron con las hermanas María y Elena Sorolla, que expusieron sus pinturas y esculturas. Más tarde, la jovencísima pintora Ángeles Santos mostró en el Lyceum su gran obra vanguardista Un mundo. Federico García Lorca hizo una lectura de Poeta en Nueva York y Unamuno leyó su obra Raquel encadenada. Rafael Alberti, Ramón Gómez de la Serna, León Felipe, Pedro Salinas, Américo Castro y Manuel Azañaformaron parte de la lista de conferenciantes. Llegó un momento en el que «todos se pirraban por el Lyceum. No hubo intelectual, médico o artista que no diera una [conferencia]», según afirma en sus memorias Carmen Baroja.

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Clara Campoamor, 1931. Fotografía: DP.
Las abogadas Clara Campoamor, Victoria Kent y Matilde Huici se ofrecieron para dar cursos a sus compañeras en los que analizaban la figura de la mujer en los códigos civil y penal. Este análisis de las leyes les ayudó a ser conscientes de su propia situación y crearon comisiones para redactar reformas de los artículos degradantes para las mujeres. Entre las peticiones que elevaron al Gobierno estaba la supresión del artículo 438 del Código Penal que decía: «El marido que sorprendiendo en adulterio a su mujer matase en el acto a esta o al adúltero, o les causara lesiones graves, será castigado con la pena de destierro». También pidieron que el artículo 57 del Código Civil que decía: «El marido debe proteger a la mujer y esta obedecer al marido», fuera sustituido por: «El marido y la mujer se deben protección y consideraciones mutuas».

Mientras, el comité social del Lyceum puso en marcha otras iniciativas, como la creación de una guardería infantil y una biblioteca para ciegos. Para aliviar la complicada situación de las mujeres obreras, fundaron en Cuatro Caminos la llamada Casa del Niño, una escuela infantil gratuita donde las niñas y los niños recibían educación, alimentación equilibrada y revisiones médicas. Entre las colaboradoras de esta iniciativa se encontraba Elena Fortún, que los domingos acudía como narradora de cuentos (por cierto, el Lyceum Club estaba tan presente en la vida de esta escritora que en los libros de Celia, la madre de la pequeña protagonista aparece como socia). Las integrantes de la sección social también colaboraron como voluntarias en el Comité Español del Libro para Ciegos, donde trabajaron como copistas de libros que luego abastecían bibliotecas como la circulante del Patronato Nacional de Protección de Ciegos y la Biblioteca Nacional.

La Casa de las Siete Chimeneas

El rechazo que provocaba que un grupo de mujeres tuviera intereses más allá de sus hogares era especialmente intenso en el periodo político en el que se inauguró el Lyceum, en plena dictadura dePrimo de Rivera, una época ultracatólica y encorsetada. En este contexto, si el concepto en sí del Lyceum asustaba, el hecho de que su sede estuviera en la Casa de las Siete Chimeneas daba aún mas miedo. Algunos verían en esto la confirmación de que era la «casa del mal». Porque durante siglos este edificio estuvo rodeado de una misteriosa leyenda que tuvo su origen en el siglo XVI, cuando fue el escenario de un extraño suceso. Elena, una joven viuda que vivía en la casa, apareció muerta en su cama. Cuando trataron de investigar el caso, el cuerpo de la joven había desaparecido y se sospechó que el entonces príncipe, más tarde rey Felipe II, había ordenado matarla para ocultar que había sido su amante y que habían tenido una hija juntos. Desde entonces, muchas personas aseguraron ver el espectro de una mujer paseando por el tejado de la Casa de las Siete Chimeneas. Los años pasaron pero a finales del siglo XIX la historia tomó más fuerza cuando, durante unas obras, apareció el esqueleto de una mujer junto a unas monedas del siglo XVI. Por mucho que la quisieran quitar de en medio, la joven se negaba a permanecer eternamente silenciada.

Leyendas aparte, las socias del Lyceum transformaron la Casa de la Siete Chimeneas en un espacio acogedor y muy estimulante. Quienes lo visitaban alababan el buen gusto de su decoración, obra de Pura Maortua (cuya hija, Matilde Ucelay, sería la primera arquitecta licenciada en España). La periodista Magda Donato lo describió así en las páginas del Heraldo de Madrid: «El Lyceum Club ofrece a sus asociadas, amén del ambiente refinadamente cultural del que carecemos las españolas, infinidad de distracciones y comodidades. Allí encuentran una biblioteca abundantemente provista de libros y revistas del mundo entero; una sala de billar donde pueden recrearse…».

La escritora María Lejárraga recordaba el club como «un rincón con un poco de lumbre, silencio y muchos libros» donde las mujeres podían «aprender por su cuenta algo de lo mucho que ni la familia ni el Estado se han preocupado de enseñarles». Ella, que era conocida como María Martínez Sierra, los apellidos de su marido, fue un ejemplo vivo de todo lo que las mujeres del Lyceum querían cambiar. María Lejárrega era una mujer en la sombra. Ella escribía las obras que firmaba su marido y mientras él recibía los elogios, María le esperaba en casa. Y mientras ella creaba las obras de teatro que él dirigía, Gregorio Martínez Sierra se enamoraba de una famosa actriz y la abandonaba. Después de la guerra, la escritora y dramaturga, que llegó a ser diputada durante la República, inició un largo exilio que duró hasta su muerte. Por el camino, tuvo que batallar con la hija que había tenido su marido por los derechos de las obras que ella había escrito.

El desengaño

Como todas las obras iniciadas por las mujeres en las primeras décadas del siglo XX, la vida del Lyceum Club Femenino terminó cuando en España empezó la dictadura. Carmen Baroja recordaba el final de este proyecto que supuso tanto para aquel grupo de mujeres y que estaba trasformando la vida de muchas otras: «Durante la guerra, en el Lyceum había quedado todo intacto, no faltaba ni una cucharilla. Vinieron los nacionales y el señor, creo que Serrano Suñer, obligó a entregar todo a una delegada de Falange». En 1939, la Sección Femenina lo transformó en el Club Medina y, como ya sabemos, su obsesión fue hacer entrar en vereda a aquellas liceómanas que se habían atrevido a desertar del hogar. Unas partieron al exilio, otras fueron depuradas y las demás renunciaron a sus sueños y se resignaron a vivir en la sombra. Y durante muchos años todas sus voces permanecieron silenciadas.
https://www.jotdown.es/2019/03/ni-tontas-ni-locas-las-mujeres-del-lyceum-club-femenino/
 
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