Vacaciones dentro de europa

FIN DE SEMANA
20 escapadas con magia por Andalucía
Del Real Alcázar de Sevilla y la Alhambra de Granada a la Ruta del Jabugo, en Huelva, ideas para descubrir maravillas cargadas de sabor, arte y emoción

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Visitantes en el Real Alcázar de Sevilla. OLIVER TJADEN

ELENA SEVILLANO
21 NOV 2017 - 00:00 CET
Salidas de fin de semana que nunca decepcionan. De la exposición sobre Fellini y Picasso en el museo dedicado al artista en Málaga, su ciudad natal, a las decenas de actividades programadas en Sevilla para celebrar el nacimiento allí, hace 400 años, de Murillo. El arte del Renacimiento en Úbeda y Baeza; las rutas del Legado Andalusí, de la Bética Romana o los lugares que recuerdan en Moguer a Juan Ramón Jiménez, todo invita a disfrutar de esta temporada en las ocho provincias andaluzas.

Úbeda y Baeza (Jaén)
Comparten territorio (la comarca jienense de La Loma), el título de patrimonio mundial de la Unesco y un riquísimo legado histórico, artístico y cultural. Úbeda y Baeza, a 10 kilómetros de distancia la una de la otra, son el Renacimiento andaluz, sueño de grandes artistas del XVI: los arquitectos Diego de Siloé y Andrés de Vandelvira, y el escultor Alonso Berruguete. Hasta el 9 de diciembre, el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza.

La Alhambra (Granada)
A Granada le ha costado muchos años ser más cosas aparte de la ciudad de la Alhambra. El conjunto palatino andalusí, patrimonio mundial, es su icono, la cima de su orografía urbana. La Alcazaba, la Puerta de la Justicia, los baños, el Cuarto de Comares, la Sala de la Barca, el Patio de los Leones, el palacio de Carlos V, las habitaciones del emperador y el Peinador de la Reina. De octubre a diciembre se pueden contratar visitas guiadas por especialistas.

El Legado Andalusí
La Ruta del Califato, la de Washington Irving, la de los Nazaríes, la de los Almorávides y Almohades, la de las Alpujarras, la de Ibn al Jatib, la de Al Mutamid y la de Al Idrisl. Los ocho caminos históricos que forman las Rutas del Legado Andalusí recorren más de 200 localidades de Andalucía, confluyendo en Granada. Durante 2017 celebran el 20º aniversario de su declaración como itinerario cultural del Consejo de Europa.

Arcos de la Frontera (Cádiz)
Puerta de entrada a la Ruta de los Pueblos Blancos de Cádiz y uno de los pueblos más bonitos de España, con sus casas encaladas y sus vistas a la serranía y el río Guadalete. Entre finales de noviembre y diciembre, Arcos de la Frontera celebra la fiesta de las zambombas y buñolás.

La Mezquita de Córdoba
El conjunto monumental Mezquita-Catedral de Córdoba, patrimonio mundial, comenzó a gestarse el año 785 sobre una basílica visigoda; se amplió durante el Emirato y en el Califato; en el siglo XIII fue consagrada como catedral, y en 1523 se construyó su basílica renacentista de estilo plateresco. Del 23 al 26 de noviembre acoge el I Congreso Internacional sobre Cultura Mozárabe.

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Tajo de Ronda, en la provincia de Málaga. MANFRED GOTTSCHALK GETTY

Ronda (Málaga)
El impresionante tajo al que se asoman las casas del centro de Ronda y el puente Nuevo, del siglo XVIII, se han convertido en iconos de esta ciudad milenaria de la provincia de Málaga que tiene uno de los conjuntos históricos más bellos de España.

Moguer (Huelva)
Pueblo de la Tierra Llana onubense, a orillas del río Tinto, Moguer, con su núcleo costero de Mazagón presumiendo de pinares y playas, es bien de interés cultural por partida doble: de los lugares colombinos, por su papel relevante en el primer viaje de Cristóbal Colón, y de los lugares juanramonianos, ya que aquí nació el premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez. En noviembre organiza el Certamen Nacional de Teatro Aficionado Ciudad de Platero.

Ruta Bética Romana
Recorriendo la Ruta Bética Romana —14 ciudades de las provincias de Sevilla, Cádiz y Córdoba por las que pasaba la antigua Vía Augusta—, el viajero disfruta de paisajes como el parque natural de la Subbética Cordobesa, el parque natural de la Bahía de Cádiz o el valle del Guadalquivir; y de monumentos como la Puerta de Sevilla en Carmona, la ciudad de Itálica, la catedral de Cádiz o las murallas de Marchena. Ha preparado un programa especial de actividades por su 20º aniversario.

La ruta de El Tempranillo
Alameda (Málaga); Badolatosa, Casariche y Corcoya (Sevilla); Benamejí y Jauja (Córdoba). Tierras de José María el Tempranillo es una red de seis centros temáticos (donde el viajero puede sellar su salvoconducto bandolero), senderos, miradores y paisajes por los que se movió el bandido romántico del XIX que actuaba en Sierra Morena robando a los ricos y siendo generoso con los pobres.

Museo Picasso (Málaga)
La obra de 18 creadoras surrealistas permanecerá en el Museo Picasso de Málaga hasta enero de 2018. Le seguirá una exposición que evidencia las sensibilidades y obsesiones comunes de Fellini y Picasso; y una muestra sobre Warhol. Y además, la colección permanente de 233 obras del artista malagueño. Un nuevo acuerdo con la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte permitirá además la llegada de 166 obras —algunas apenas expuestas al público— en los tres próximos años.

Antequera (Málaga)
Su privilegiada situación geográfica ha hecho de Antequera, el municipio más extenso de Málaga, un territorio rico en historia y patrimonio. Los dólmenes de El Romeral, Viera y Menga; el Efebo; los arcos de los Gigantes y del Nazareno; las colegiatas de Santa María y de San Sebastián; la alcazaba; palacios y conventos; la iglesia de Santiago, la basílica de Santo Domingo; la Peña de los Enamorados y la maravilla natural de El Torcal.

Lucena (Córdoba)
Lucena, antigua Eliossana, conocida como la Perla de Sefarad, en la comarca cordobesa de la Subbética, atesora un importante pasado judío, árabe y cristiano que ha conformado un exquisito patrimonio donde conviven templos cristianos y una necrópolis judía. En el centro de la ciudad, el castillo del Moral, de los siglos XI-XII.


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Playa de Mónsul, en el Cabo de Gata (Almería). DAVID SANTIAGO GARCÍA GETTY

Cabo de Gata (Almería)
Cabo de Gata-Níjar, una franja costera de origen volcánico y una franja marina de una milla de anchura con praderas de posidonia oceánica, es el primer parque marítimo-terrestre de Andalucía. Cuenta con los 50 kilómetros de costa acantilada mejor conservados del Mediterráneo europeo. Playas maravillosascomo la de los Muertos, Mónsul o los Genoveses. Actividades de turismo activo —submarinismo, kayak, senderismo, bicicleta— durante todo el año. Y pueblos como Rodalquilar, Las Negras o La Isleta del Moro.

Itálica (Sevilla)
El conjunto arqueológico de la antigua ciudad romana de Itálica, en el actual término municipal de Santiponce (Sevilla), permite al visitante pasear por el trazado de lo que fueron sus calles, las murallas, el anfiteatro, acueductos, termas, casas, comercios y edificios públicos como el de la Exedra o el del mosaico de Neptuno; aquí se han encontrado mosaicos, aras, lápidas votivas, objetos de arte y utensilios cotidianos.

Medina Azahara (Córdoba)
Sus 113 hectáreas de superficie amurallada hacen de Medina Azahara uno de los mayores conjuntos arqueológicos de España. Surgió por la decisión de Abderramán III de construir una ciudad palacio a las afueras de Córdoba, a partir de 936, según cuenta la leyenda por amor a Azahara, una esclava del harén del califa. Setenta años después de su fundación fue destruida por los bereberes de Sulaimán al Mustaín.

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Ruinas de Baelo Claudia, frente a la playa de Bolonia, en Tarifa (Cádiz). KEN WELSH GETTY

Baelo Claudia (Cádiz)
Las ruinas de Baelo Claudia, junto a la playa de Bolonia, término municipal de Tarifa, en Cádiz, son una de las mejores muestras de urbanismo romano que se conocen. Fue una ciudad-factoría nacida a finales del siglo II antes de Cristo y dedicada a la pesca del atún, la industria del salazón y la producción de la salsa garum, exportada a todo el Imperio. En verano celebra las Noches de Baelo con visitas teatralizadas y conciertos.

El Año Murillo (Sevilla)
Un concierto del director y violagambista Jordi Savall inaugura, el 28 de noviembre, el Año Murillo, que reunirá en Sevilla más de 600 de sus cuadros, procedentes de pinacotecas de todo el mundo y de colecciones privadas. La ciudad natal del pintor celebra su nacimiento en 1617, hace 400 años, con ocho exposiciones, dos itinerarios urbanos, conciertos, muchas actividades divulgativas y un gran congreso internacional. El homenaje se desarrollará hasta diciembre de 2018.

La Ruta del Jabugo (Huelva)
La Ruta del Jabugo recoge actividades relacionadas con el jamón ibérico de Huelva. Dehesa, bodegas y secaderos, restaurantes donde degustar, alojamientos rurales en los que pasar la noche y actividades de turismo activo en la sierra de Aracena y Picos de Aroche.

Tabernas, plató natural de cine (Almería)
La fachada de la oficina de turismo de Tabernas recrea un viejo saloon. Toda una declaración de intenciones del quinto municipio en extensión de la provincia de Almería, entre las sierras de los Filabres y Alhamilla, que incluye el único desierto de Europa, escenario de numerosos spaghetti western en las décadas de 1960 y 1970. Aquí se siguen rodando videoclips y anuncios, y se han localizado películas y series como Millennium, Exodus, Juego de tronos o Assassin’s Creed. Hay tres poblados del Oeste, que son parques temáticos; es sede del Almería Western Film Festival.

La Ruta de los Castillos y las Batallas (Jaén)
Diecisiete castillos, dos murallas y dos batallas cruciales en la historia de España —la de las Navas de Tolosa y la de Bailén— vertebran la Ruta de los Castillos y las Batallas, de Alcalá la Real a Santa Elena, en la provincia de Jaén. Su web propone experiencias complementarias: observar el cielo en Andújar, conocer la historia y la naturaleza de Sierra Morena, recorrer la vía verde del Aceite o seguirle la pista a la Orden de Calatrava por este territorio que en tiempos fue convulso y de frontera.

https://elviajero.elpais.com/elviajero/2017/11/17/actualidad/1510928916_414284.html
 
Gales: descubre los paisajes de leyenda de Anthony Hopkins y Catherine Zeta-Jones
Lo mejor es que hagas la Wales Way, que es una especie de ruta 66 por el país, entre castillos, puentes, lagos, montañas, pueblos pintorescos y ciudades históricas. Es de película
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El faro de Anglesey, al norte de Gales. (Foto: Visit Gales)


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ÁNGELES CASTILLO
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22.11.2017 – 05:00 H.

Nos suena inevitablemente a príncipe y a estampado textil, que le debemos al duque de Windsor, y a fabulosos castillos surgidos de las nieblas, también las de la historia. Pero Gales es toda una tierra prometida -celta, con todo lo que eso significa-, que no tiene nada que envidiar, pero nada nada, a las igualmente literarias y mágicas Escocia e Irlanda. ¿Lo mejor? Recorrerla de cabo a rabo como si se tratase de la ruta 66, la carretera madre de América. Esta Navidad, o puente de la Constitución, toca Gales. Estos son los paisajes de los actores Anthony Hopkins y Catherine Zeta-Jones. Hazlos tuyos también. Para colmo, este año ha sido designado oficialmente el año de las leyendas (los demás también lo son). Ya veras por qué.

1. Mucho más que Cardiff. Esta vez no se trata de ir a la capital y ciudad más grande de esta nación del Reino Unido, o sea, Cardiff, que también, sino de recorrer esta península montañosa en la que hay una región tan apetecible con un nombre tan sugerente como Snowdonia, que está cruzada de ríos, llenita de lagos, dotada con playas de aguas limpias y azules (ahí está la bahía de Cardigan, entre las penínsulas de Lleyn y Pembrokeshire) y con encantadores parques nacionales y áreas de destacada belleza natural -como Anglesey-. Casi todo está protegido.

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El castillo de Caernarfon. (Visit Gales)

2. Un rey medieval y un dragón. Vale, no tiene un héroe como el escocés William Wallace ni una batalla tan legendaria y cinematográfica como la del puente de Stirling, pero sí un fundador llamado Llywelyn el Grande, que fue todo un rey medieval al que no le faltan cantores. Tampoco un dragón que es su santo y seña, rojo además, y una sucesión de castillos de concurso (de belleza): Caernarfon, Conwy, Pembroke, Beaumaris... La miel ya está en los labios.

3. On the road a la galesa. The Wales Way. Así se llama la ruta 66 de Gales -también está la 500 de Escocia- que pasa por lo mejor y más épico del país y que consta de tres itinerarios, todos perfectamente señalizados: The Coastal Way, The Cambrian Way y The Nort Wales Way, pensados no solo para recorrer en coche o moto, en plan americano como auténticos cowboys de día, sino también a pie, a caballo o en bici. Vamos, que no es un puro 'on the road'. Además de carreteras, hay caminos, que pasan por montañas, playas y enclaves culturales. Por suerte, no hay que elegir.



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Uno de los puentes sobre el estrecho de Menai. (Foto: Visit Gales)


4. Por la costa. Si eres de los que sueña con ver el mar y más este que es extraordinariamente legendario, la tuya es The Coastal Way, que recorre la salvaje y escarpada costa oeste alrededor de la bahía de Cardigan. Esto es, desde Aberdaron, antiguo pueblo pesquero, último punto de descanso para los peregrinos en su camino hacia la misteriosa isla Bardsey, hasta St David's, ciudad que se encuentra dentro del Parque Nacional de la Costa de Pembrokeshire, caso único en Reino Unido. Por algo lleva el nombre del patrón de Gales, San David. En definitiva, un viaje de 290 kilómetros para empaparse de playas, calas escondidas y acantilados.

5. Por la montaña. No podía ser de otra manera al extenderse la Cambrian Way por la cadena montañosa del país; es decir, entre Llandudno, ciudad victoriana con un tranvía que hay que coger, y Cardiff. Un total de 300 kilómetros que atraviesan los parques nacionales de Snowdonia, donde se alza la montaña más alta de Gales, Snowdon, de 1.085 metros de altitud, que se pueden coronar en tren, y Brecon Beacons, donde verás ponis en medio de un paisaje la mar de bucólico. Con parada en pueblos pintorescos como Betws-y-Coed, puerta de entrada a la legendaria Snowdonia, que es realmente encantador.



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Barmouth, en la bahía de Cardigan.


6. De Llamfair PG a Conwy. Este tramo del Camino Galés, The North Wales Way, sigue las huellas de una vieja ruta comercial que dibuja durante 120 kilómetros la costa norte. ¿Sus hitos? También la montaña de Snowdonia, Anglesey, conocida como la madre de Gales, una isla con playas, ciudades históricas, un nutrido programa de festivales y un lugar llamado Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch (aquí lo suyo es fotografiarse junto al cartel que lo anuncia). Sin duda, el nombre más largo de Europa. Aprendérselo es de premio, aunque tiene truco; en realidad lo llaman Llanfair PG.



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El castillo de Comwy, de cuento. (Foto: Visit Gales)


7. ... Y más allá. Y hay más mucho más: los puentes del estrecho de Menai, el Colgante y el Puente Britannia, que unen la isla de Anglesey con Gales, y las montañas de Parys, justo al sur de la ciudad también impronunciable de Amlwch, la más septentrional de Gales, un territorio a conquistar. Pero, sin duda, las estrellas de esta película son los castillos y las murallas de la impresionante Conwy, orgullosa de ser uno de los mejores ejemplos de arquitectura medieval militar de Europa (déjate caer por el restaurante Signatures para saber lo que es bueno gastronómicamente hablando; The Albion Pub, un clásico del beber, y duerme en el Castle Hotel, antigua abadía cisterciense del XII que no podía ser más auténtica), y el también sin igual castillo de Caernarfon y todo lo que le rodea, además de la muralla: historias de marineros, soldados y hasta ninfas de la noche.

https://www.vanitatis.elconfidencia...s-viajes-para-navidad-ruta-por-gales_1480967/
 
La Toscana en otoño: un viaje gastronómico por el paraíso italiano
ALBERTO ZAPATA
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24.11.2017 – 05:00 H.
El recuerdo de la Toscana es una esencia en la que se guarda la vista de una impresionante historia, que comenzó de una forma organizada hace veinte siglos y que ahora permanece en sus innumerables monumentos. El oído se estremece con la voz de Andrea Bocelli, su tenor más internacional. El tacto, con la rugosidad de la terracota. El olfato se llena del aroma de los cipreses y el gusto da pie a la reunión de los demás sentidos para, junto a la sutil presencia de Dante, Miguel Ángel, Botticelli, Galileo y Leonardo, disfrutar de una gastronomía rica en su simplicidad, genuina, tradicional y, sin embargo, refinada.

GALERIA FOTOS: https://www.gentleman.elconfidencia...4/toscana-otono-viaje-gastronomico_1481718/#0
 
10 pistas en el otoño del Pirineo
Bosques de hayas y robles en Ordesa, deportes de aventura en los ríos Cinca y Gállego y buena comida con los vinos del Somontano. En ruta por los paisajes de Huesca


PACO NADAL
29 NOV 2017 - 00:00 CET


Un recorrido por Huesca, partiendo de la capital, de 52.000 habitantes (con una visita imprescindible a Ultramarinos La Confianza, la preciosa tienda que lleva desde 1871 abierta al público), en dirección al castillo de Loarre y otros enclaves interesantes.

1. De tapas por la capital
El buen tapeo es una costumbre muy arraigada en toda Huesca, y muy especialmente en la capital. A mediodía o antes de la cena conviene darse una vuelta por la zona de Los Cosos, por el Tubo o por algunos de los bares más típicos de la plaza de Navarra o la calle del Padre Huesca, y degustar unas migas, una sopa oscense, unas verduras o un bacalao ajoarriero, todo regado con buenos vinos del Somontano.

2. Los danzantes
Uno de los rituales más antiguos del Alto Aragón es la tradición del dance. Los dances de Huesca capital han evolucionado de forma diferente a los del medio rural. Al son de una gaita, los danzantes interpretan cinco bailes: el de espadas, el de palos viejos, el de palos nuevos, el de las cintas y el del degollau. Se les puede ver en la procesión de San Lorenzo, el 10 de agosto.

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Danzantes en la plaza mayor de Huesca.

3. El valle de Ordesa
Es parque nacional español emblemático, y el segundo más antiguo. Ordesa ocupa 15.000 hectáreas de valles excavados por el hielo; allí donde la verticalidad de las paredes deja un hueco crecen tupidos bosques de haya y roble. Y en sus alturas, entre cimas de más de 3.000 metros, se conservan alguno de los últimos glaciares pirenaicos y varias cimas superiores a los 3.000 metros. Un ecosistema único y un paisaje diferente a cualquier otro de la cordillera pirenaica. Aunque la entrada tradicional por Torla y el río Arazas es la más transitada, Ordesa es mucho más que este sector. Añisclo, Escuaín, Pineta o la sierra de las Cutas ofrecen también al visitante magníficos escenarios naturales dentro del perímetro del parque, y mucho menos masificados.

4. Aínsa
Si hubiera que elegir un pueblo con encanto y bien conservado entre los muchos que quedan en Huesca el premio se lo llevaría Aínsa, la capital del Sobrarbe, uno de los tres condados que dieron origen al reino de Aragón. Enclavada en un promontorio que domina la confluencia de los ríos Ara y Cinca, Aínsa vivió momentos de esplendor hasta el siglo XVI explotando precisamente esa condición de eje natural de caminos pirenaicos. Pero poco a poco sus habitantes optaron por construir sus nuevas casas abajo, más cerca de la nueva carretera, por lo que el casco antiguo, doblemente amurallado, quedó a salvo de modernizaciones y reformas urbanísticas que hubieran malogrado lo que hoy se considera el entorno medieval mejor conservado del Pirineo.

5. La catedral
Máximo exponente de la arquitectura gótica de la provincia, el primer templo oscense destaca sobre todo el barrio antiguo de la ciudad. Lo primero que llama la atención es su portada, una delicada y escultural arquería con 14 estatuas de apóstoles y santos, entre ellos san Lorenzo, patrón de la ciudad. Magistral es también el retablo mayor, obra cumbre de la escultura renacentista aragonesa. La torre primitiva tuvo que ser demolida. En su lugar se levantó el campanario rematado por un cuerpo de campanas octogonal que ahora vemos. Enfrente queda el edificio del Ayuntamiento, un palacio del plateresco renacentista aragonés, fechado en 1577.

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Caballos en el parque nacional de Ordesa, con los picos Monte Perdido y Añisclo al fondo. DAVID SANTIAGO GARCÍA AGE FOTOSTOCK


6. Deportes de aventura
Los amantes del aire libre tienen en Huesca muchas posibilidades: descenso de cañones en la sierra de Guara, aguas bravas en el río Cinca, piragüismo y raftingen el Gállego, parapente y ultraligeros en Castejón de Sos, vuelo sin motor en Monflorite, rutas a caballo en cualquiera de sus valles, escalada en los espectaculares Mallos de Riglos y senderismo en sus muchos senderos de pequeño y gran recorrido. Al llegar el invierno, la oferta se multiplica. El Pirineo de Huesca es un destino ideal para los amantes del esquí y las travesías invernales. Hay cinco grandes estaciones alpinas en la provincia, cada una con sus características: Formigal, Candanchú, Panticosa, Astún y Cerler. Y circuitos de esquí de fondo o nórdico en Linza, Llanos del Hospital, La Paratacúa, Panticosa, Fanlo, Gabardito y Lizara.

7. Castillo de Loarre
Un castillo de película. A cuatro kilómetros de la localidad homónima, en la comarca de La Hoya, se alza una espectacular fortaleza cuya ubicación y excelente grado de conservación la han convertido en escenario de muchos rodajes históricos. Loarre nació como posición defensiva cristiana frente a las tropas que ocupaban La Hoya. Pero como la frontera se desplazó pronto hacia el sur, el castillo quedó al margen de grandes refriegas y asedios, por lo que ha llegado a nuestros días casi intacto. Es difícil no caer impresionado ante su soberbio porte, visible mucho antes de llegar por la carretera de acceso.

8. El Camino de Santiago
Las rutas jacobeas dejaron una profunda huella en Huesca. Los principales caminos medievales y rutas de peregrinación del centro y sur de Europa confluían en el Somport (el Summus Portus romano), un paso mítico de los Pirineos oscenses, surcado ya en tiempos de Roma por una calzada empedrada que unía Burdeos con Zaragoza. Es el segundo paso pirenaico en importancia del Camino, tras Roncesvalles. Desde allí los peregrinos bajaban —y siguen bajando— por el valle del río Aragón hasta Jaca, cuya catedral es una de las precursoras del románico español gracias a la influencia de la ruta compostelana. Valle abajo encontramos San Juan de la Peña, un lugar mágico al abrigo de una gran oquedad de la montaña donde están enterrados los primeros reyes de Aragón.

9. Los vinos del Somontano
El Somontano es la gran zona vitivinícola del prepirineo aragonés. Los suelos calizos de las sierras exteriores del Pirineo central ofrecen unas condiciones excepcionales para el cultivo de la vid. Además, la comarca goza de una temperatura suave y una insolación apropiada. El trabajo de bodegueros y enólogos logró hace ya tiempo transformar una industria de caldos a granel en un referente en esa nueva forma de hacer vino y de entender la cultura relacionada con él, pionera en España. Además de las dos cepas autóctonas de la comarca, moristel y parraleta, se cultiva también uva tempranillo, cabernet-sauvignon, merlot, syrah y garnacha para la elaboración de tintos, y macabeo, garnacha blanca, alcañón y chardonnay para los blancos. En el Museo del Vino de Barbastro se puede ahondar más en la historia y las características de esta excelente zona vinícola que vive un momento de auge.

10. Roda de Isábena
Cuando se ascienden a pie o en coche los dos kilómetros largos de curvas y revueltas de la carretera que une Roda de Isábena con el resto del mundo, el viajero tiene la sensación de acceder a un lugar especial. Y así lo confirma cuando una vez alcanzada la cumbre de esta atalaya casi circular que domina el valle del Isábena se le entrega de lleno toda la magia de un enclave panorámico, aislado y provocativo, que aún hoy, mil años después de caer en el olvido, impresiona por su patrimonio arquitectónico. El casco medieval de Roda de Isábena es un museo de arquitectura medieval, pero su hito sigue siendo la catedral, en la que canteros aragoneses y navarros lograron crear en el lejano año 957 un templo de proporciones basilicales en el que superpone una magnífica mezcla de estilos.


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https://elviajero.elpais.com/elviajero/2017/11/23/actualidad/1511428991_985032.html?por=mosaico
 
ARRIBES DEL DUERO
Todo lo que te estás perdiendo si no conoces los fiordos de Salamanca
    • VICKY VILCHES
    • Castilla y León
  • 4 DIC. 2017 03:37
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El mirador del Fraile, sobre el Duero, en Aldeadávila de la Ribera. SHUTTERSTOCK

Saltos de agua vertiginosos, naranjos y cigüeñas negras conforman las Arribes del Duero. La tierra salmantina más insospechada, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, que se esconde junto a la frontera portuguesa

Los nombres de sus pueblos son tan largos como vacías sus escuelas. Encinasola de los Comendadores, Aldeadávila de la Ribera, La Zarza de Pumadera, Cerezal de Peñahorcada... Tan aristocráticos como humildes sus casas. Las carreteras secundarias que unen Salamanca capital con el noroeste de su provincia atraviesan las calles de estos pequeños municipios de sabor castellanoviejo que conocieron tiempos mejores.

Son tierras fronterizas, poblaciones de la Raya, la linde con Portugal, una de las fronteras más antiguas del mundo. Tan cerca del país vecino como lejos de los grandes núcleos urbanos de ambos países. Su relativo aislamiento ha propiciado su continua despoblación y la falta de inversión en infraestructuras es evidente.

Pero lo que parece hipotecar su desarrollo futuro ha salvaguardado un formidable patrimonio natural y alguna que otra escena cotidiana que parece sacada del pasado. Mujeres vestidas completamente de negro con zapatillas a cuadros aprovechan el sol de otoño. Se sientan en los poyos de piedra pegados a unas fachadas que miran a esas carreteras que parten estos pueblos en dos mitades.

Cuando las atravesamos de paso a otros destinos -en estos pueblos no se suele parar- vemos por unos segundos estas vidas que nos resultan tan ajenas. Cuando las atravesamos, ellos nos miran curiosos: carreteras que son los cines que nunca tuvieron. Lo cierto es que hay poca acción en estas pantallas de asfalto. De cuando en cuando pasa algún coche y un par de veces al día, a lo sumo, un autocar de la empresa local Arribes Bus. ¿Las o los Arribes? Por lo general, es en la zona de Zamora donde se utiliza el masculino y en la de Salamanca el femenino. Nadie sabe muy bien el porqué.

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El mirador del Fraile, sobre el Duero, en Aldeadávila de la Ribera. SHUTTERSTOCK


La palabra leonesa que da nombre a la comarca deriva del latín ad ripa-ae, que significa a la orilla. A la orilla en este caso no solo del Duero, también de sus muchos afluentes que riegan estas tierras, como el Águeda, el Esla, el Uces o el Huebra. De un tiempo a esta parte, se ha impuesto la fórmula políticamente correcta de suprimir el apellido. «Ahora dicen Arribes, sin más, sobre todo en la Junta, pero para nosotros serán siempre Las Arribes», señala un paisano de apellidos Gorjón Vacas, que delatan su condición de salmantino.

El Parque Natural de Arribes del Duero es el nombre oficial de este espacio natural protegido que se extiende sobre unas 100.000 hectáreas del oeste de las provincias de Zamora y Salamanca. Junto con los parques naturales portugueses colindantes, es decir, los del otro lado de «la raya», fueron declarados Reserva de la Biosfera Transfronteriza por la Unesco hace dos años. Tan solo hay 20 espacios ecológicos de gran valor en todo el mundo que abarquen más de un país.

La escasa promoción turística es llamativa si se consideran estas credenciales. Porque en estas tierras, así, sin más, uno puede encontrarse sin previo aviso en sitios como el Pozo de los Humos, uno de los saltos de agua más bellos de España. Una altura similar a las Cataratas del Niágara y ni un solo turista, ni una sola tienda de recuerdos.

O en el castillo de Vilvestre, donde no hay ni una sola indicación y el paisaje es asombrosamente parecido a los fiordos noruegos. Los encajonamientos de los ríos, los desniveles en su orografía, no solo han forjado ese paisaje espectacular que recuerda a los países nórdicos, un paisaje completamente distinto de ese campo charro de dehesas de robles y encinas que hemos dejado atrás al pasar por Vitigudino.

Más cerca de la frontera, no solo el paisaje cambia, también el clima. Esta Salamanca inesperada tiene un inusual microclima mediterráneo producto de su peculiar orografía. Es tierra de naranjos, olivos, almendros, cerezos. Su diversidad vegetal la hace especialmente propicia para la apicultura, en lugares como Hinojosa de Duero.

Pero es la fauna salvaje, especialmente las aves, las estrellas zoológicas del parque. En los cañones graníticos de las Arribes del Agueda y del Duero, con paredes de más de 200 metros, es fácil observar águilas perdiceras, halcones peregrinos, buitres negros y leonados, y, con algo más de suerte, cigüeñas negras.

Los mejores miradores de estos parajes sobrecogedores son los de las Janas, en el pueblo de Saucelle; la Code, en Mieza; Picón de Felipe y mirador del Fraile, en Aldeadávila de la Ribera. Este último es el más indicado para contemplar la formidable estampa de la presa de Aldeadávila. Los vecinos más viejos recuerdan cuando allí se rodaron las escenas de dos películas que han pasado a la historia del cine, Doctor Zhivago y La Cabina. Entonces eran niños. Ahora visten de negro y se sientan en los poyos al sol de invierno. Y nos miran cuando pasamos de largo.

GUÍA PRÁCTICA
Explorar
Hay rutas senderistas por los principales miradores de las Arribes. También se pueden recorrer en coche, en excursiones organizadas en 4x4 y en los cruceros fluviales que parten de Vilvestre y de la Playa del Rostro, en Aldeadávila.

Dormir
Destacan casas rurales como El Tío Calderero(www.casaruraleltiocalderero.com), en Masueco, desde 200 / noche el alquiler íntegro (para ocho personas). También en Masueco, Mesón El Zebadero (Tfno: 923 50 54 66).

Más información
Todo sobre las Arribes en la web www.arribes.net
 
La espectacular Costa Vicentina, un paraíso desconocido en Portugal

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MIGUEL BERTOJO

22.01.2018 – 05:00 H.
Sea cual sea la estación, Martinhal reserva al visitante placeres cada vez más difíciles de encontrar juntos en un mismo destino: días soleados con temperaturas medias superiores a 20ºC, 22 playas salvajes casi desiertas al pie de abruptos acantilados, bordeados por bosques de especies autóctonas, la naturaleza, el mar, el reposo hecho armonía... Situado en Sagres —la histórica villa, tan ligada a las gestas marineras de Portugal—, el Martinhal Beach Family Resort & Hotel es desde 2010 el primer hotel y resort de cinco estrellas de la región: un proyecto residencial sostenible de 42 hectáreas, enclavado en un auténtico santuario natural frente al Atlántico.

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De Londres a Roma, cinco suites de lujo en hoteles históricos

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25.01.2018 – 05:00 H.
Recorremos Europa en busca de esos hoteles que aun mantienen viva la encantadora llama del pasado. Aquí no hay vanguardias contemporáneas, ni pinceladas actuales: reinan los estilos añejos, imperiales, de papeles pintados y detalles barrocos. Para sentirse como un príncipe a la vieja usanza, pero con las máximas comodidades del siglo XXI. Como todo lo exquisito, se toma en pequeñas porciones. Esta selección es un ejemplo de ello: cinco suites de auténtico lujo que son el plato fuerte de los hoteles con más historia del "viejo continente". [Le puede interesar: Las camas más singulares y asombrosas del mundo]

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Picos de Europa: siete razones para viajar a este paraíso cercano (si te deja la nieve)
Adentrarse en una garganta mágica, casi de Narnia, subir a los cielos a bordo de un teleférico, probar quesos madurados en cuevas naturales o ver unos lagos soñados. Y hay más

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Cumbres y lagos (como el Ercina), belleza en las alturas de los Picos de Europa. (Foto: Turismo de Asturias)

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ÁNGELES CASTILLO
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31.01.2018 – 05:00 H.

No es el Teide con todo su exotismo ni los Pirineos con su soberbio porte de entrada (y salida) principal. Pero son igualmente únicos. Los Picos de Europapueden presumir de esa cosa tan particular que tiene la Cordillera Cantábrica cuando precisamente Cantabria se empieza a hacer Asturias y se roza conLeón. Amor total por la tierruca y la tierrina, esos valles tan acicalados que siempre, venga o vaya la primavera o traiga el invierno su blanquísima nieve -sí, así de poético-, resultan de postal (vale, de Instagram). Aquí se rinde culto a las cumbres, a los ríos, a los quesos y al salmón, Santina aparte. Te contamos por qué tienes que ir a este Parque Nacional (con mayúsculas) ahora que se cumple el centenario, el primero, de su creación como tal. Nos vamos. Y, en efecto, hay urogallos.

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A la nieve también le gustan (y mucho) estos paisajes. En la imagen, Sotres. (Foto: Turismo de Asturias)

1. Un paisaje como no hay otro igual
Parece el título de un bolero, pero es que este macizo montañoso del norte de España es especial, así, sin más. Por sus vacas, su parador, su teleférico, sus pueblecitos, sus quesos y sus vertiginosas alturas, que llegan y pasan los 2.500 metros -ahí está el Torrecerredo, de 2.648 metros-, aunque el protagonismo lo tiene el Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu), un hito del alpinismo de nuestras fronteras y todo un símbolo (2.519 m), con pueblo imposible incluido, Bulnes, al que se llega a pie o en funicular. Ah, no se puede olvidar, y por su cercanía al mar (apenas 15 km).

2. Tres en uno
Los Picos de Europa son de Asturias, de Cantabria y de León, así que se divisa en el horizonte una buena excusa para hacerse un tour interterritorial. O sea, dejarse caer por Cangas de Onís, que es la puerta de entrada al parque por el lado asturiano, un pueblo de esos tan encantador que hay que conocer sí o sí, el del puente romano con la cruz de la victoria colgante y cuna de la Reconquista; plantarse en Potes, como quien quiere la cosa, recorrer su barrio viejo, llegar a Fuente Dé y subirse al teleférico sin dudar, para terminar en una aldea de cuento como la lebaniega Mogrovejo, o ir a merodear por el bello Caín (ni rastro de Abel), bañado por el Cares, en el valle de Valdeón.



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Cangas de Onís, su puente y su cruz. (Foto: Turismo de Asturias)


3. Los otros reyes de Asturias
Hemos hablado del Naranjo de Bulnes, pero es que en el marco de los Picos de Europa se encuentran nada más y nada menos que el histórico santuario con su santa cueva, el Real Sitio (de peregrinación), que también está de centenario, y los magníficos lagos de Covadonga, que hay que ganárselos carretera arriba, con el Enol (a 1.070 m de altura) y el Ercina tomando las medidas a las montañas, de un lado, y la imprescindible ruta del Cares (uno de lo grandes ríos de aquí, junto al Dobra y el Deva), de otro. Sobran las leyendas y la mitología por estos lares. Por cierto, hay que parar en el Mirador de la Reina de camino a los lagos. Las vistas son impagables.



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El Lago Enol, como un sueño. (Foto: Turismo de Asturias)


4. Crónicas de ¿Narnia?
Hay que echarse a andar. No como si no hubiera mañana, sino como si siempre fuera hoy. El senderismo es obligado. Más o menos duro, alrededor de los lagos, en ascenso a los dosmiles o al resguardo de montañas. Qué decir de la experiencia de patear el grandioso desfiladero del Cares, entre riscos, ante árboles que crecen en lugares insólitos, junto a las aguas cristalinas del río y bajo el Naranjo de Bulnes. Por algo se le llama la Garganta Divina. De Poncebos (Asturias) a Caín (León) y vuelta, y todo el tiempo, 11 km, al borde del precipicio. Y ahora no hay metáforas. Estremece.



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Entrar en las gargantas del Cares es adentrarse en un territorio mágico. (Foto: Turismo de Asturias)


5. Un viaje a las alturas
No te lo pienses y coge el teléferico de Fuente Dé. Te pondrá en solo cuatro imborrables y palpitantes minutos a 1.823 metros de altura, salvando un desnivel de 753 metros en un recorrido que ya quisieran los parques de atracciones. Pero no temas: la velocidad son 10 m/s, como mucho te acompañarán 19 personas (hay plaza para 20) y el sistema mecánico del ingenio se renovó íntegramente en 2015 con tecnología puntera, que siempre tranquiliza. Ahora bien, la belleza que tendrás a tus pies a tu llegada y durante el viaje es inenarrable. Solo el que lo probó -nos volvemos a poner poéticos- lo sabe. Y un cafecito (o lo que sea) en la cafetería Fuente Dé o en El Cable no se te olvidará en la vida.



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El teléferico de Fuente Dé, un ascensor que te sube ¿al cielo? (Foto: Cantur)




6. Esos quesos tan azules
El cabrales se lleva la fama, pero los Picos también tienen otros quesos, cuyas bondades pueden comprobarse en el mercado dominical de Cangas de Onís. Son quesos azules, con moho, que es lo que ha dado tanta humedad como hay en las cuevas calizas, la que ha dejado crecer el moho Penicillium en su interior. Son de ese de olor digamos penetrante, pero cuyo sabor, con regusto picante, es francamente de recuerdo (todo un souvenir). Además del cabrales, del concejo del mismo nombre, además de otros pueblos de Peñamellera Alta, están el picón (Liébana) y el valdeón (León); los dos primeros con denominación de origen protegida y el tercero con indicación geográfica protegida. Pero hay más. Por ejemplo, el gamonéu (Onís), que puede ser de valle o de puerto. No te pierdas las visitas guiadas a las cuevas naturalesdonde maduran los quesos y no digamos las catas.

7. Un hotel con historia(s) y un parador de montaña
El Gran Hotel Pelayo es un clásico (desde 68 euros): de él hablan sus cien años de antigüedad y su enclave, que no podía ser mejor, al ladito del santuario y en el corazón de semejante entorno. Esto en Asturias, porque en la parte de Cantabria, en Camaleño, es obligado el Parador de Turismo de Fuente Dé, que tiene a su vera el teleférico y toda la verticalidad del paisaje, y es -no podía ser de otro modo- un hotel de montaña (desde 58 euros). Es de ley probar el cocido lebaniego y el solomillo al queso de Tresviso.



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El Gran Hotel Pelayo con el santuario al fondo.

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LONELY PLANET
Las siete maravillas del mar Báltico
Del puerto de Estocolmo a los canales de San Petersburgo, una ruta marina por el norte de Europa


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Muelle de la Ciudad Vieja (Gamla Stan) de Estocolmo. SCANRAIL GETTY


Es el mar olvidado, al menos para el turismo de masas que invade el Mediterráneo. Desde el sur de Europa el mar Báltico, de agua poco salada, puede parecer (a priori) frío y distante, pero de cerca permite descubrir desde reliquias medievales salidas de un cuento de hadas hasta bellísimas playas solitarias o ciudades de canales, islas y puentes que en otro tiempo fueron las capitales comerciales del mundo.

Hay siete joyas urbanas que invitan a una travesía por el Bático: Estocolmo, Gdansk, Riga, Helsinki, Tallín, San Petersburgo y Visby, la pequeña capital de la isla sueca de de Gotland.


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Panorámica de Estocolmo, con la Ciudad Vieja (Gamla Stan) en primer plano. GETTY IMAGE


El corazón sueco del Báltico

Estocolmo (Suecia)

Magnífica por su original situación, repartida en 14 islas conectadas por 50 puentes, así como por su incomparable casco antiguo, Gamla Stan, Estocolmo dibuja un conglomerado de palacios y estrechas calles adoquinadas que acogen, no onstante, una ciudad moderna adicta al diseño, a la moda, a la tecnología a la última o a la cocina de investigación,

La capital sueca suele recibir el apelativo de belleza en el agua, ya que sus canales reflejan la sesgada luz del Norte sobre los rojizos edificios; perderse en las sinuosas calles adoquinadas de Gamla Stan, la ciudad vieja, durante esos momentos es pura magia. Virtudes estéticas aparte, Estocolmo ofrece también museos y restaurantes de primera categoría, un transporte público limpio y eficiente así como acogedores hoteles de diseño para descansar.

Estocolmo se recorre fácilmente a pie, invitando a un placentero deambular sin rumbo con visitas clásicas (el palacio real, el palacio de verano o Drottningholm, el Ayuntamiento, junto al agua). Entre las iglesias renacentistas, palacios barrocos y plazas medievales de Gamla Stan, corazón histórico y geográfico de la ciudad, se encuentra Vasterlanggatan, el centro de todo, una animada calle flanqueada por galerías, restaurantes y tiendas de recuerdos de la que también conviene desviarse para explorar sus pequeñas y silenciosas bocacalles.

Entre las visitas imprescindibles se encuentran el Vasa museet, un museo construido a medida para albergar el enorme buque de guerra Vasa (que nunca llegó a navegar pues se hundió el mismo día de su inauguración por exceso de carga), así como el Moderna Museet, el niño rebelde de los museos locales de arte, con una colección que incluye pintura, escultura, fotografía, videoarte y diferentes instalaciones modernas.

Quien prefiera estar al aire libre puede visitar Södermalm, una isla al sur de Estocomo donde está la zona más vanguardista y bohemia de la capital sueca: tiendas de segunda mano, galerías de arte, bares y cafeterías. O dedicarse a las compras entre las boutiques del barrio de Ostelman y los escaparates chic de Norrmalm, que ofrecen desde artesanía tradicional a marcas de alta costura.


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Muelle del casco histórico de Gdansk, a orillas del río Motlawa. GETTY IMAGES


En la cuna de Solidaridad

Gdansk (Polonia)

Magnifica por sus emblemáticos astilleros y la efervescencia cultural y turística que vive, Gdansk no figura sin embargo entre los destinos favoritos de los viajeros españoles. Pero la ciudad polaca del Báltico puede resultar toda una sorpresa y es una de las paradas imprescindibles de los cruceros que lo recorren. Como si fuera un estado independiente, Gdansk tiene un ambiente propio que la diferencia de otras urbes polacas.

Los siglos como gran puerto del Báltico han dejado como herencia una red de iglesias de ladrillo rojo, de esbeltas y recargadas casas de comerciantes encajadas entre palacios que flanquean tanto las anchas y viejas avenidas como las tortuosas callejuelas medievales. Cafés antiguos y emblemáticos y también muchas tiendas de ámbar, el gran producto del Batico. Miembro de la Liga Hanseática, Gdansk se ha convertido actualmente en un reducto cosmopolita lleno de museos y con turistas de todo el mundo que se disputan el espacio adoquinado con artistas callejeros.

La joya local es la Ciudad Principal, el centro, con un aspecto muy similar al que tenía hace 300 o 400 años, en su época de esplendor. Y aunque casi todo es fruto de la reconstrucción después de la II Guerra Mundial, luce como si nunca hubiera sufrido cambios desde finales del siglo XVIII. Su gran emblema es la calle Dlugi Targ, una de las vías más elegantes de Polonia, también conocida como Camino Real y flanqueada por fachadas majestuosas.

Fuera de este centro pintoresco, la ciudad se ha renovado en muchos barrios y encontramos espacios originales en la zona de los antiguos astilleros, clave en la historia europea ya que en ellos se gestaron la primeras grietas en el bloque de la Europa Soviética. Un electricista llamado Lech Walesa lideró el llamado movimiento Solidaridad, que marcó el inicio de la llegada de la democracia a la Europa del Este. Actualmente, el interesante Centro Europeo de la Solidaridad es una de las atracciones principales de la ciudad.

A lo largo del río Motlawa se encuentra el paseo marítimo de Gdansk, que si en otro tiempo servía para que atracasen cientos de veleros cargados de mercancías, ahora es un animado paseo lleno de cafés, pequeñas galerías de arte y tiendas de recuerdos.


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Panorámica del centro histórico de Riga (Letonia), junto al río Daugava. CARMEN STEINER GETTY


La gran capital mundial del 'art nouveau'

Riga (Letonia)

Magnífica por su arquitectura y sus fachadas animadas por una estrambótica colección de gárgolas demoniacas y bestias míticas, el art nouveau es el alma de la capital letona (cuenta con más de 750 edificios de dicho estilo) que, a pesar de su apariencia tranquila y reservada, ha ligado sus barrrios más antiguos con modernos bares y centros de arte contemporáneo.

Como mejor se exploran las intrincadas y adoquinadas calles del centro medieval de Riga es paseando sin rumbo. La mayor parte del casco antiguo es peatonal y una vez el viajero se haya perdido en este dédalo de callejones y gabletes empezará a descubrir un asombroso paisaje de catedrales y agujas de iglesia que apuntan al cielo, grandes plazas y muros de castillos en ruinas.

Lo más turístico está en torno a la Ratslaukums o plaza del ayuntamiento, que quedó destruido durante la II Guerra Mundial y fue reconstruido por completo en el 2003. Lo mismo pasó con la Casa de los Cabezas Negras, levantada en 1344 como casa de fraternidad del gremio de comerciantes solteros alemanes de los Cabezas Negras, destruido por los soviéticos y recostruida en 2001. Hoy es residencia del presidente letón y no está abierta al público.

Para empaparse del espíritu de Riga podemos por ejemplo ir a la animada Livu Laukums, plaza con varias cervecerías al aire libre en verano y bordeada por una hilera de coloridos edificios del siglo XVIII, en su mayor parte convertidos en restaurantes. Aquí encontramos uno de los símbolos de la ciudad, la Casa de los Gatos, un edificio art nouveau adornado por unos asustados felinos negros en las torretas.

El distrito art nouveau (llamado Centro Tranquilo) rivaliza con el casco antiguo por ser el barrio más bonito de la capital. Su calle principal, Alberta ieia, parece un cuadro que podríamos observar durante horas, descubriendo a cada momento nuevos detalles. Obra casi en su totalidad del artista Mijaíl Eisenstein (padre del famoso director de cine), sus sorprendentes fachadas están llenas de figuras grotescas, de arbustos enredados y pavos reales, cabezas de león o extrañas máscaras. Para entender y profundizar un poco más conviene visitar el Museo de Art Nouveau de Riga.


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Terrazas y ciclistas en el Pohjoisrant, muelle norte de Helsinki. LUIS DAVILLA GETTY


La capital del agua

Helsinki (Finlandia)

Magnífica porque se funde elegantemente con el Báltico, como corresponde a la capital de un país de tan acuática geografía, Helsinki se asienta sobre un caos de bahías, ensenadas e islas que dibujan una la compleja línea costera. Su encanto encanto reside en lo antiguo: sus sobrios edificios art nouveau, sus elegantes cafés centenarios, sus decenas de museos donde se conserva con esmero el patrimonio finlandés y sus restaurantes con carta y mobiliario iguales a los de 1930. Pero aunque parezca estar a la sombra de otras capitales escandinavas, sus tiendas de diseño tienen fama internacional y presume de una interesante vida nocturna. Además, entre sus nuevos atractivos figura un panorama gastronómico al alza, con referencias gourmet que presumen de emplear productos locales.

Helsinki tiene más de 50 museos y galerías, aunque algunos tan crípticos que solo atraen a una minoría. Como el curiso museo de Historia Natural, culminado por una polémmica veleta en forma de espermatozoide fecundado por un óvulo. Para todos los públicos es la visita (imprescindible) a la “fortaleza de Finlandia”, Suomenlinna, levantada por los suecos a mediados del siglo XVIII en un apretado grupo de islas conectadas por puentes. Completan la experiencia varios museos como el Ehrensvärdmuseo, en la antigua residencia de los comandantes de la fortaleza, que da una idea de cómo era la vida cotidiana en aquellos tiempos.

En el centro de la ciudad, el corazón es la Kauppatori (plaza del mercado) de la ribera, desde donde zarpan los cruceros y ferris del archipiélago. Es un sitio bastante turístico aunque todavía quedan puestos auténticos de comida barata o de bayas y flores.

Lo más nuevo está en antiguos recintos industriales conventidos en populares complejos de ocio. Por ejemplo en Kaapelitehdas, un enorme complejo donde estuvo la principal fábrica de Nokia hasta los años 80, y que ahora acoge un gran centro cultural con estudios de diseño, galerías, exposiciones y frecuentes espectáculos de danza, teatro y música. Y, cómo no, también museos: uno de fotografía, otro de teatro y otro de hoteles y restaruantes. Otro recinto postindustrial reconvertido (y muy de moda) es Teurastamo, antiguo matadero entre las estaciones de metro Sornaimen y Kalasatama que alberga ahora multitud de propuestas gastronómica a base de producto local e incluso una barbacoa de uso gratuito y una huerta urbana con hortalizas y hierbas aromáticas.

Otra buena opción para comer de forma original es zarpar hacia alguno de los numerosos restaurantes de su archipiélago: casi todos disponen de pequeños transbordadores desde los muelles de tierra firme. El más famoso es el estiloso Saaristo, en la isla de Luoto, famoso por sus cenas de mariscos.


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Centro histórico de Tallin, en Estonia. MARK OLEKSIY GETTY


Ciudad de cuento de hadas

Tallin (Estonia)

Magnífica por ser báltica 100%, fusionando lo moderno y lo medieval hasta conseguir un ambiente con estilo propio y muy atractivo. Antiguos pináculos de iglesia y palacios barrocos con rascacielos de cristal, cafés en plazas soleadas y rutas ciclistas hasta cercanas playas y bosques, todo ello aderezado con reliquias soviéticas.

Pero la joya de Tallin, capital estonia, sigue siendo su casco antiguo (Vanalinn), protegido por la Unesco, un dédalo de torretas, agujas y callejas sinuosas de los siglos XIV y XV. Se considera uno de los recintos medievales con más encanto de Europa, sobre todo alrededor de la Raekoja plats, plaza dominada por un ayuntamiento gótico que culmina en una torre que parece un alminar, y a la que se puede subir para tener unas buenas vistas de la ciudad. En los alrededores hay antiguas casas de mercaderes, patios medievales recónditos y escaleras sinuosas que regalan vistas asombrosas. Es un mágico laberinto que suele llenarse (insoportablemente) de turistas cuando desembarcan varios cruceros el mismo día. La suerte es que todos los barcos se marchan por la tarde y la tranquilidad vuelve a reinar en estas calles adoquinadas a partir de las cinco.

Aunque los principales puntos de interés estén dentro del casco medieval, Tallin cuenta con atracciones algo más apartadas, como Kalamaja, un enclave de desmoronadas casas de madera y fábricas en ruinas que se ha transformado en uno de los barrios más interesantes de la ciudad. La enorme prisión de Patarei ha sufrido una extraordinaria transformación durante los últimos años, albergando un impresionante museo alrededor del cual hipsters locales abrieron bares y cafés en tiendas y almacenes abandonados. O Kadriorg, la zona verde preferida de los habitantes de Tallin, a dos kilómetros al este del casco antiguo, donde están el parque y el palacio barroco de Kadriorg


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La fortaleza de San Pedro y San Pablo, al fondo, vista a través de un puente levadizo sobre el río Neva, en San Petersburgo. ANUJAK JAIMOOK GETT



Esplendor de arte entre canales
San Petersburgo (Rusia)

Magnífica por sus fabulosos palacios, sus románticos canales y por acumular un tesoro de arte y cultura extraordinario, la capital imperial de Rusia fue construida sobre una ciénaga por el zar Pedro I el Grande, pero se convirtió inmediatamente en una de las ciudades más deslumbrantes del mundo. Y lo sigue siendo. Desde el principio se concibió como un ejemplo del creciente poder de la Rusia imperial, y se contrataron a arquitectos europeos para levantar los fabulosos palacios y catedrales, convirtiendo la ciudad en un escaparate de la dinastía Romanov.

En San Petersburgo (Peter para sus habitantes), el agua está siempre cerca: tiene 342 puentes y numerosos canales que flanquan mansiones de estilo italiano y plazas con palacios barrocos y neoclásicos. La llamada Venecia del Báltico es un tesoro de arte y cultura que invitar a pasar días completos en el Hermitage, posiblemente el mejor museo del mundo, contemplando desde momias egipcias hasta cuadros de Picasso. O a descubrir el Museo Ruso, alojado en cuatro palacios suntuosos que albergan, posiblemente, la mejor colección de arte ruso del mundo. O a deleitarse con el ballet y la ópera en el teatro Mariinsky, incluido sus festivales de música en verano.

Toda la ciudad rezuma aire imperial, desde el Museo Fabergé, alojado en un bello palacio restaurado a orillas del Fontana, hasta los palacios zaristas que rodean la ciuda, como el de Tsarkoe Selo, en Puskin. Y por salirnos de lo obvio, proponemos una visita muy especial para disfrutar del espíritu único de San Petersburgo: una escapada a las islas Kirovsky, en el delta del Neva, que cuentan con frondosas avenidas en las que hacer picnics, practicar deportes acuáticos y disfrutar las mágicas Noches Blancas, que comienzan en mayo y alcanzan su punto culminante a mediados de junio, cuando el cielo nunca oscurece y toda la ciudad celebra el breve y fugaz estío.



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Chiringuito playero en la isla sueca de Gotland. JOHNER BILDBYRA GETTY



Los veranos del Báltico
Gotland y Faro

Gotland es magnífica por sus iglesias medievales, su original ambiente veraniego y, sobre todo, por la ciudad amurallada de Visby, su principal núcleo urbano. Los comerciantes de los siglos XII y XIII llenaron esta bella isla de fabulosas iglesias (hay más de cien), aunque actualmente son sus remotas playas, las idílicas sendas para bicicletas y caballos, y sus peculiares formaciones rocosas las que atraen hasta esta ínsula del Báltico a visitantes de todo el mundo, que además encuentran muy buenos restaurantes y una animada vida nocturna en verano. Pero son sobre todo los propios suecos los que la han convertido Gotland en un destino ecológico para sus vacaciones.

Visby, ciudad portuaria protegida por la Unesco, invita a regresar a la Edad Media, paseando entre gruesas murallas, callejuelas empedradas, casas de madera de cuentos, ruinas evocadoras y empinadas colinas con maravillosas vistas del Báltico. Cuando llega el buen tiempo, Gotland se llena de veraneantes, especialmente durante la semana medieval, en la que el casco antiguo de Visby se llena de atuendos de época, recreaciones y mercados.

Los aficionados al cine y amantes de la naturaleza pueden poner rumbo al norte y visitar los escenarios de Ingman Bergman en Faro. El director de cine sueco descubrió Gotland en 1960 cuando buscaba localizaciones para una película y acabó viviendo y trabajando en la isla durante 40 años. Desde el 2004 se organiza en Gotland la Semana Bergman sobre la vida y la obra del director sueco.

Faro es además el lugar perfecto para salir a recorrer los senderos que rodean esta isla barrida por el viento, y hacer un viaje en el tiempo a través de sus museos al aire libre, casas de los siglos XVII al XIX o petroglifos del año 800 antes de Cristo. Un buen plan para disfrutar del norte de la isla es comenzar paseando por la magnífica playa de Norsta Aura, dspués alquilar una bici y pedalear por la carretera de rauers (rocas con aspecto de columna), almorzar en la Crêperie Tati, realizar una ruta hípica montando un caballo islandés y despedir el día en Langhammarshammaren, punto más emblemático de Faro, con una puesta de sol preciosa.


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De ruta por Valencia: mucho más que costa


Un atractivo recorrido por la CV-390 para descubrir la frondosidad de las carreteras del interior.

Irene Rodrigo · 12/03/2018

El pantano de Benagéber ofrece todo su esplendor.


Quien escucha hablar de la Comunitat Valenciana suele imaginar playas, sol todo el año y paella frente al mar. Al menos es así para quienes, de momento, sólo conocen la perspectiva costera de la provincia. Pero, como suele pasar en tantas otras cuestiones, más allá de lo popular existe toda una gama de paisajes, rutas y oferta gastronómica que puedes descubrir al manillar de tu moto por carreteras fascinantes y paisajes sorprendentes.

En el interior de la provincia de Valencia, por ejemplo, acariciando ya la de Cuenca se extiende la CV-390, una carretera surcada de curvas, ascensos y descensos que conecta Tuéjar y Utiel en un atractivo recorrido de 47 kilómetros. Muy pocos vehículos la recorren, lo que la convierte en ideal para respirar el aire renovado de la comarca de los Serranos, rodar con mucha seguridad y permitir que sus frondosos bosques guíen el viaje.

Comenzamos la ruta en Tuéjar, localidad que forma parte de lamancomunidad del Alto Turia, caracterizada por el paso del río del mismo nombre, sus extensos bosques y la rica variedad de fauna y flora. Antes de subirnos a la moto podemos hacer acopio de energías con un buen bocadillo de embutido local en el bar restaurante Estefanía (anteriormente Bar Garay), en la plaza Mayor, donde se levanta la iglesia barroca de Nuestra Señora de los Ángeles.


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La iglesia barroca de Tuéjar.


La CV-390 arranca en el propio pueblo y su señalización no provocará confusiones en ningún momento del recorrido. Los primeros kilómetros son un aperitivo de las curvas que aparecerán más adelante, sobre todo durante el descenso al pantano de Benagéber. Si nos sorprenden el viento o la lluvia tendremos que afrontarlos con extremada precaución, porque, además, el riesgo de hielo y de desprendimientos nos acompañará durante toda la carretera.

Ascendemos entre curvas de visibilidad reducida flanqueadas por montañas bien tupidas de oscuros pinos, entre los que se asoma el característico terreno rojizo y morado de la zona. Sobre el kilómetro 7 vale la pena echar un último vistazo a Tuéjar que, ya lejano y mucho más bajo que nuestra posición, ofrece una panorámica de auténtica postal. Sin despistarse, eso sí, porque las curvas en este tramo son bastante cerradas.

EL PANTANO DE BENAGÉBER
Un kilómetro después mejora la visibilidad de las curvas y disminuyen las irregularidades del terreno, que, por otra parte, en ningún momento son especialmente molestas. Un asfalto completamente renovado y, por tanto, en perfectas condiciones,nos conduce hasta el pico Mataparda (850 metros), donde iniciamos el descenso hacia el pantano rodeados por almendros y pinos.

A lo lejos, las vistas de una impresionante sierra dan paso poco a poco a las del pantano de Benagéber, que aparecerá en todo su esplendor en el kilómetro 12. En la bajada hasta el extenso embalse se suceden las curvas en el tramo más revirado de toda la CV-390. A mano derecha, las vistas del pantano que anegó la antigua localidad de Benagéber son espectaculares.



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El terreno característico de la zona.


Las cercanías del embalse de Benagéber se alcanzan en el kilómetro 15 y no es raro avistar pescadores en sus orillas. Tras el descenso, y después de pasar un túnel, llega de nuevo la subida, también con riesgo de desprendimientos; atentos a la carretera si hay temporal de viento o si lo ha habido en los últimos días, porque puede estar salpicada de piedras de tamaño considerable.

Las curvas siguen mientras rodeamos el pantano y pasamos entre tramos de bosque bien espeso. Las mejores vistas desde este lado están en el kilómetro 19.

Poco después hay un descanso de curvas; de hecho, el tramo más sinuoso de la CV-390 ya ha quedado atrás. Hay que considerar hacer una parada en el pueblo nuevo de Benagéber (a 2 kilómetros de la ruta) para probar alguno de sus embutidos y jamones típicos. A partir de aquí quedan 25 kilómetros hasta Utiel, en un paseo en el quelas rectas irán sustituyendo poco a poco a las curvas.

ENTRE ALMENDROS
Pero antes un regalo: un buen tramo de curvas sinuosas y abiertas rodeadas de vegetación tan tupida y alta que la luz del sol apenas se refleja sobre el asfalto. Pasado el albergue El Sequer, en el kilómetro 23, empieza el descenso en el que ya se intuyen las primeras rectas.

En el kilómetro 27, tras pasar un tramo más seco en cuanto a flora,volvemos a la exuberancia que nos acompañó desde la salida de Tuéjar, aunque se aprecia que la vegetación se va dispersando poco a poco. El estado de la carretera es óptimo y las numerosas rectas permiten rodar a buen ritmo sin dificultad. A partir del kilómetro 30 las curvas ya son escasas y muy suaves, aunque en el 38 puedes disfrutar de un par de ellas abiertas con muy buena visibilidad.

Nos acercamos a Utiel entre viñas, olivos y sobre todo almendros que, si están en flor, tiñen el paisaje de blanco y rosado. En el kilómetro 39 pasamos por Casas de Medina; si el hambre no perdona los 8 kilómetros que restan hasta Utiel, una buena opción es picar algo en el bar-restaurante Casa Media, a pie de la propia CV-390.

Al salir de la aldea la carretera se amplía y, por primera vez, aparecen marcados sus dos carriles de circulación. Dejamos atrás definitivamente la frondosidad que nos había acompañado durante todo el trayecto; la cambiamos por el cielo abierto y las extensiones de almendros a ambos lados de la carretera, en un paraje con mucho encanto en la época de floración.


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Los almendros son protagonistas con su colorido



En Utiel finaliza la CV-390, pero pasar de largo sería una pena; mejor aparcar la moto y darse una vuelta a pie por el casco antiguo, compuesto por pequeñas callecitas peatonales encantadoras. Tras el día de moto y montaña, es fácil que entre bien un típico potaje utielano, un ajoarriero o un gazpacho manchego. En este último plato son especialistas en el restaurante Castillo (otras opciones son El Carro, Asador Casa Chencho o el bar-restaurante Alto Tajo, en la entrada al pueblo desde nuestra ruta). Y, para coronar el día de ruta, que no falte el tradicional alajú (dulce de almendra, miel y limón).

https://motor.elpais.com/motos/de-ruta-por-valencia-mucho-mas-que-costa/
 
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