Tres intentos de golpes de Estado en España. 23 F-, "OPERACION GALAXIA" y el Llamado "ZAMBOMBAZO"

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Hubo tres intentos de golpe de Estado en España. La prensa se ha hecho eco principalmente del de Tejero el 23 de Febrero de 1981, pero hubo otros dos posteriores

EL PLAN ERA SECUESTRAR A SUÁREZ Y SU GOBIERNO



Así se fraguó la desconocida 'Operación Galaxia', la intentona golpista de Tejero e Ynestrillas contra Moncloa
laSexta Columna aborda la intentona golpista de Tejero e Ynestrillas que se fraguó hace 40 años en la cafetería que da nombre a la 'Operación Galaxia'. En aquel lugar, planearon el asalto a la Moncloa en un día en el que el rey estaba de viaje oficial en México. El plan era secuestrar a Adolfo Suárez y al resto del Gobierno durante el Consejo de Ministros en el Palacio de la Moncloa.


blob:https://www.lasexta.com/61b2fc7d-2bf0-462c-955b-2fcacffe59da

laSexta.com | Madrid | 16/11/2018

La confabulación que nunca te explicaron: el plan de tres militares para "neutralizar" por la fuerza a Felipe González

laSexta Columna explica el plan con el que tres coroneles iban a evitar que el PSOE, con Felipe González al frente, gobernara el país. Organizaron un "golpe de Estado terrible" que tenía previsto bombardear Madrid para neutralizar a una lista de personas muy concreta.


La Transición que no te contaron: sólo recuerdas el golpe del 23F pero hubo bombas, secuestros y asesinatos

Acostumbrados a un relato paradisiaco de la Transición en España, llama la atención conocer de primera mano los otros puntos negros de nuestra historia política más reciente. A saber: a Adolfo Suárez le intentaron secuestrar, a Felipe González trataron de asesinarle y al rey Juan Carlosquisieron ponerle una bomba junto al resto de la Familia Real y el cuerpo de ministros de la época.


https://www.lasexta.com/programas/s...a-video_201811165beec9f60cf2c5d6155bcb11.html

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LA AUTÉNTICA TRANSICIÓN ESPAÑOLA



'El zambombazo': historia del atentado que no conocías y pretendía acabar con el rey y el Gobierno en 1985
Año 1997. El PSOE quiere arrebatar Galicia al PP de Fraga. Felipe González, en un mítin de campaña en tierras gallegas, se remonta a 1985 para recordar a los presentes lo que ocurrió durante el Día de las Fuerzas Armadas celebrado en A Coruña: hablaba de 'El zambombazo'.

laSexta.com | Madrid | 16/11/2018

'El zambombazo' pretendía volar la tribuna presidencial ocupada por la Familia Real y el cuerpo de Gobierno durante las celebraciones del Día de las Fuerzas Armadas. Se trataba de un golpe de Estado tan salvaje como simple.

Uno de los ideólogos del plan era Ricardo Sáenz de Ynestrillas y, junto a él, lo mejor de cada golpe anterior: Jaime Milans del Bosch, del 23-F, y los hermanos Crespo Cuspinera, del 27-O.

Su plan se inspiraba en dos atentados anteriores: el asesinato de Anwar el-Sadat en 1981 en El Cairo durante un desfile militar y el atentado de ETA contra Carrero Blanco en 1973. El golpe nunca llegó a producirse y de los conspiradores de 'El zambombazo' no se tuvo constancia hasta 1997.

La Transición que no te contaron: sólo recuerdas el golpe del 23F pero hubo más

Acostumbrados a un relato paradisiaco de la Transición en España, llama la atención conocer de primera mano los otros puntos negros de nuestra historia política más reciente. A saber: a Adolfo Suárez le intentaron secuestrar, a Felipe González trataron de asesinarle y al rey Juan Carlosquisieron ponerle una bomba junto al resto de la Familia Real y el cuerpo de ministros de la época.


https://www.lasexta.com/programas/s...5-video_201811165beeca470cf2c5d6155bcb86.html

Si abris los enlaces vereis los vídeos dentro del artículo que no puedo traer directamente.


A quien le interese hay un programa hoy La Sexta Columna que hablrará hoy de ello en La Sexta.

Y algunos y algunas cotis pensando en que ¡Cuidado con la comunistas!
Todos los intentos de golpes de estado en éste país los han dado los de la derecha y los militares....
 
Y quién ha dicho que la transición fue paradisiaca? Yo era pequeña, pero basta leer un poco para ver que eso era un polvorín, que había que mantener a mucha gente con ideologías muy diferentes tirando del carro en la misma dirección. ETA mataba militares a diestro y siniestro, fascistas, que aún quedaban, mataban comunistas (el atentado de los abogados de Atocha es el más conocido, pero hubo otros), grupos paramilitares a punta pala, la gente mayor con miedo de los comunistas, al menos muchos, los comunistas que tenían que estar porque si no eso era absurdo.

Paradisiaca para nada. Lo que sí hubo fue muchos políticos muy aptos - que ahora no veo en ningún partido - que pusieron a España por delante de sus intereses. Y el Rey, que por mucho que ahora sea tan denostado, hizo mucho en su día. Y debió tragar sapos y culebras, antes de muerto Franco y después, intentando que alguno no le llamara traidor, porque evidentemente por muy legal que fuera el paso de las leyes fundamentales a la constitución, con asesoramiento de grandísimos juristas (que tampoco quedan muchos, aunque más que políticos) vulneró el espíritu de las leyes fundamentales de forma clarísima.

Mis mayores dicen que el hecho de que el rey tuviera formación militar, y por tanto amigos en el ejército ayudó muchísimo. Tiendo a creérmelo.
 
Y quién ha dicho que la transición fue paradisiaca? Yo era pequeña, pero basta leer un poco para ver que eso era un polvorín, que había que mantener a mucha gente con ideologías muy diferentes tirando del carro en la misma dirección. ETA mataba militares a diestro y siniestro, fascistas, que aún quedaban, mataban comunistas (el atentado de los abogados de Atocha es el más conocido, pero hubo otros), grupos paramilitares a punta pala, la gente mayor con miedo de los comunistas, al menos muchos, los comunistas que tenían que estar porque si no eso era absurdo.

Paradisiaca para nada. Lo que sí hubo fue muchos políticos muy aptos - que ahora no veo en ningún partido - que pusieron a España por delante de sus intereses. Y el Rey, que por mucho que ahora sea tan denostado, hizo mucho en su día. Y debió tragar sapos y culebras, antes de muerto Franco y después, intentando que alguno no le llamara traidor, porque evidentemente por muy legal que fuera el paso de las leyes fundamentales a la constitución, con asesoramiento de grandísimos juristas (que tampoco quedan muchos, aunque más que políticos) vulneró el espíritu de las leyes fundamentales de forma clarísima.

Mis mayores dicen que el hecho de que el rey tuviera formación militar, y por tanto amigos en el ejército ayudó muchísimo. Tiendo a creérmelo.

Yo no he dicho en ningún momento que la transición fuera paradisiaca. Yo la he vivido en directo, no me la han contado.

ETA mataba, fascistas que aun quedaban ¡y quedan! por desgracia. ETA mataba militares y los que no eran ETA también.

Recuerdo a Lasa y Zabala
Recuerdo a Yolanda Gonzalez
Recuerdo a Mari Luz Nájera
Recuerdo a Arturo Ruiz
Recuerdo a Vicente Cuervo
Recuerdo a Ursino Gallego
Recuerdo el Caso Almeria y tres jóvenes asesinados....

Etc etc etc.

Olvidados convenientemente.


https://www.publico.es/politica/transicion-cuento-hadas-591-muertos.html
https://www.elmundo.es/espana/2017/09/02/59a9aea4268e3ee3018b4678.html

El rey y el 23 F están muy relacionado, tanto que parece que para asegurarse el solio que no lo tenía según él muy seguro promovió un autogolpe...

Lo viví. Y mis padres no tenía miedo a los comunistas, sino a los franquistas que estaban en el poder desde hacía muchos años.
 
Última edición:
El secreto mejor guardado de los golpistas españoles: ¿quién era el «gran traidor» del 23-F?
El 18 de febrero de 1982 comenzó el juicio contra los militares que urdieron la toma del Congreso
En nuestro interactivo puedes ver la evolución de las sentencias de los procesados. Desde la pena que pedía el fiscal, hasta la impuesta por el Tribunal Supremo

Manuel P. Villatoro@ABC_
Historia

Actualizado:24/02/2018 16:26h
198El precedente del 23-F hace posible que la segunda votación sea el lunes 31, y no en fin de semana

«¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo!». Con estos gritos y empuñando una pistola Star BM en la mano derecha. De esta guisa entró el teniente coronel Antonio Tejero (su graduación la acreditaban las dos estrellas de ocho puntas que llevaba en la manga de la chaqueta) en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981. Fue a las 6 y 23 minutos de la tarde, cuando el diputado Manuel Núñez Encabo había sido llamado a la votación. Y es que, aquel día se estaba celebrando el debate de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente tras la dimisión de un Adolfo Suárez (UCD) ya acorralado políticamente. El Guardia Civil no llegó solo. Iba acompañado de una cuarentena de compañeros dispuestos, según parecía, a ejecutar el «cambio de timón» que algunos sectores ocultos de España pedían desde hacía meses.

[NAVEGA CON LAS FLECHAS A IZQUIERDA Y DERECHA POR LA TABLA INTERACTIVA O ACOTA LOS DATOS ACORDE A LOS PARÁMETROS]

Cuando pisó la cámara, el histriónico sujeto de bigote característico no podía siquiera imaginarse que su destino era ser condenado a 30 años de prisión por «rebelión militar». Sentencia que llegó tras más de 15 meses de un proceso judicial que comenzó el 18 de febrero de 1982 y una apelación. Por el contrario, aquella jornada todo era jolgorio para él. Así lo demuestra el que, antes de irrumpir en el Hemiciclo, el teniente coronel se paseara por los pasillos del edificio exultante y lanzando «vivas» a Jaime Milans del Bosch (su compinche en Valencia). Ese 23-F era el día de cambiar el rumbo de España mediante lo que -según creía el propio Tejero- sería un gigantesco operativo apoyado por una «autoridad militar competente». Un gran traidor o «elefante blanco» secreto cuya identidad, a día de hoy, sigue causando controversia (a pesar de que se atribuye a Alfonso Armada y Comyn).

Un golpe a voces
Dicen los expertos que, por aquel entonces, el «ruido de sables» de España (descontento castrense, que afirmaríamos hoy) era más ensordecedor que el que hacían los Tercios al enfrentarse a sus enemigos. No era para menos, pues en nuestras fronteras morían de media al mes más de una decena de militares por los atentados de ETA y se vivía, además, una fuerte crisis económica y política. Suárez tampoco ayudó a rebajar la tensión firmando la legalización del Partido Comunista en 1977, una línea que -entre bambalinas- había prometido no cruzar a los sectores más reaccionarios de las altas esferas. «La legalización del PCE fue uno de los acontecimiento más relevantes, tensos y decisivos de la Transición. […] Las reacciones más virulentas vinieron de la derecha y de la cúpula militar», explica Juan Andrade en su obra «El PCE y el PSOE en (la) Transición».

Unión de Centro Democrático fue tajante cuando anunció su dimisión el 29 de enero de 1981. «No es una decisión fácil. Pero hay encrucijadas tanto en nuestra propia vida personal como en la historia de los pueblos, en los que uno debe preguntarse serena y objetivamente si presta un mejor servicio a la colectividad permaneciendo en su puesto o renunciando a él», dijo en su discurso de despedida.

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Tejero toma el Congreso al grito de «Quieto todo el mundo» - ABC
Suárez, que de tonto no tenía un pelo, sabía que pintaban bastos. De hecho, por entonces ya había dicho en «petit comité» que no le extrañaría que el país sufriese un nuevo golpe de Estado. «No descarto que lo haya. Y si lo hay, Armada habrá sido su inductor», proclamaba. ¿Quién era esta persona a la que señalaba con el dedo? El político se refería al entonces segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército: Alfonso Armada. Uno de los hombres con más contactos en Palacio debido a que había trabajado como secretario del monarca.

Los temores de Suárez se cumplieron así el 23 de febrero cuando, de dos autobuses alquilados, bajaron una cuarentena de Guardias Civiles al mando de Tejero. El mismo sujeto que, apenas un año antes, había sido condenado por urdir otro complot contra la democracia en la llamada « Operación Galaxia».

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Milans del Bosch - ABC
A las seis de la tarde, así pues, el teniente coronel se subió al estrado del Hemiciclo del Congreso de los Diputados ante el asombro de unos, y la resignación de otros. Como un resorte, el vicepresidente Manuel Gutiérrez Mellado (general y militar de profesión) se levantó entonces de su asiento para llamar al orden al invasor. Indignado, se encaró con Tejero. Hicieron falta varios golpistas (y no menos disparos al aire) para hacerle cejar en su empeño. Al final, fue Suárez el consiguió conver a este heroíco personaje de que volviese a sentarse.

Los siguientes minutos los pasaron sus señorías -casi todas, salvo excepciones- de cara al suelo. Las armas son las armas. El trasiego de uniformados se generalizó en la sala, y su obsesión por el silencio informativo quedó patente. Al fin y al cabo, se hizo famosa la frase que uno de los Guardias Civiles espetó a los reporteros presentes: «No intentes tocar la cámara, que te mato». A pesar de todo, la valentía de los periodistas permitió que, a posteriori, todo el mundo escuchara las palabras del capitán Jesús Muñecas Aguilar, subordinado de Tejero: «Buenas tardes, No va a ocurrir nada, pero vamos a esperar un momento a que venga la autoridad militar competente para disponer... lo que tenga que ser y lo que él mismo... diga a todos nosotros. O sea que estense tranquilos. No sé si será cuestión de un cuarto de hora, veinte minutos, media hora.. me imagino que no más». Esa «autoridad militar», no obstante, jamás se personó ante los diputados.

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Suárez se enfrenta a Tejero - ABC
Poco después, a eso de las siete de la tarde, el golpe de Estado siguió su curso. Aproximadamente a esa hora Jaime Milans del Bosch (un militar adorador del viejo régimen y capitán general de la III Región Militar) sacó, como se suele decir, los tanques a las calles de Valencia. Oficialmente, su excusa era la falta de gobierno. Extraoficialmente, esperaba que un golpe de fuerza como aquel hiciera que el resto de territorios se unieran a él y a Tejero y se alzasen contra la democracia.

Sus movimientos fueron, además, acompañados de dos bandos (edictos públicos) en los que declaraba que se hacía con el poder en espera de las órdenes del Rey. Con él vino una gigantesca retahíla de medidas dictatoriales como el toque de queda. «Se prohíbe el contacto con las Unidades Armadas por parte de la población civil. Dichas Unidades repelerán sin intimidación ni previo aviso todas las agresiones que puedan sufrir con la máxima energía», decía uno de los muchos puntos de aquel texto. Acababa de comenzar un cruel juego de naipes en el que los representantes de las diferentes Regiones Militares debían declararse (o no) leales al Gobierno... ¿Se produciría un alzamiento?

«Se prohíbe el contacto con las Unidades Armadas por parte de la población civil. Dichas Unidades repelerán sin intimidación las agresiones que puedan sufrir»
Mientras los muchísimos militares y policías leales al gobierno rodeaban el Congreso al mando de José Luis Aramburu Topete (director general de la Guardia Civil), Juan Carlos I inició una extensa ronda de llamadas a todas las Regiones Militares dejando claro su total apoyo a la democracia y tratando de evitar una posible sublevación general favorecida por el desconcierto. En esa ruleta de contactos también entró Milán del Bosch, quien no hizo caso en primer momento a sus órdenes. La tensión iba en aumento.

Y desde la Zarzuela solo podían pensar en la División Acorazada Brunete, la principal fuerza mecanizada ubicada en Madrid. Si esta unidad movilizaba sus carros de combate, sería más que difícil parar el envite. No les faltaba razón a los asesores del monarca, pues Ricardo Pardo Zancada (entonces comandante destinado en la II Sección del Estado Mayor de dicha división) era partidario del golpe, y estaba intentando convencer a su superior ( José Juste) de sacar a pasear los blindados por el centro de la capital.

Armada ¿el «elefante blanco»?
¿Quién era esa autoridad militar competente? Extraoficialmente se cree que Alfonso Armada, un militar que presuntamente intentaba, desde hacía meses, posicionarse como futuro líder de un «gobierno de concentración». Es decir, de un conglomerado formado por militares y civiles tras un posible golpe de Estado. La versión más extendida sobre quién fue el verdadero arquitecto del 23-F dice que este oficial tejió una intrincada tela de araña que le permitiera tomar el poder del país por la «puerta de atrás». Y todo ello, traicionando de paso a Juan Carlos I, con quien había trabajado durante casi dos décadas.

Su primer paso habría sido fomentar las ansias del impulsivo Tejero (y del no menos nostálgico del régimen anterior Milans del Bosch) por dar un «golpe de timón» quitándose de en medio a los políticos.

¿Armada? Ni está, ni se le espera», le explicaron.

Les faltó decir, también, que había pedido ver a Juan Carlos I en reiteradas ocasiones ese día y que este le había mandado a paseo no dejándole estar a su lado (pues cada vez sospechaba más de que era uno de los artífices de todo aquel jaleo). Dicha respuesta valió que los carros no salieran a las calles de Madrid y dieran el golpe de gracia a la democracia.

Esta misma versión afirma también que Armada, herido por no poder seguir adelante con el plan, se presentó en la puerta del Congreso por voluntad propia, y sin el beneplácito del monarca, para (oficialmente) «negociar» con Tejero su abandono del Hemiciclo. A eso de las 23:50 accedió al edificio junto a Aramburu Topete,que salió en solitario de allí media hora después. En el interior, el supuesto artífice del golpe habría propuesto a Tejero formar un gobierno de concentración militar y civil dirigido por él mismo, tal y como ansiaba desde hacía tiempo. Sin embargo, la respuesta del teniente coronel habría sido negativa, pues no andaba deseoso de compartir el poder con los «paisanos» comunistas contra los que tanto había combatido.

Así fue como el sueño de Armada de tomar la poltrona habría sido destruido. Su plan de quedar al frente de España pareciendo un héroe (ayudando al país cuando su poder democrático se hallaba preso) se habría esfumado. Con todo, esta es una teoría que el general siempre negó antes de fallecer en 2013, después de cumplir a medias su condena. El secreto de lo que verdaderamente sucedió murió -en parte- con él.

«El único que no puede ser el “elefante blanco” soy yo»
Con todo, también se barajaron otros nombres como el del propio Jaime Milans del Bosch o el general F ernando de Santiago y Díaz de Mendívil, un destacado de Suárez que escribió un artículo poco antes del 23-F llamando -presuntamente- al alzamiento. Incluso se llegó a nombrar a algunos civiles que podrían haber pisado la sala aquella fatídica jornada (algo que no tendría mucho sentido debido a que Muñecas afirmó que sería una «autoridad militar»).

Un largo juicio
Independientemente de quien fuera aquel «elefante blanco», todo terminó aproximadamente a la una de aquella mañana. Fue entonces cuando Juan Carlos I, vestido con su uniforme de capitán general de los ejércitos, dirigió un discurso histórico a los españoles. «Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las Autoridades Civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente».

Un mensaje a Milans del Bosch provocó que los tanques volvieran a sus garajes, lo que significó el golpe definitivo para Tejero. Este, no tuvo más remedio que abandonar el secuestro de los diputados y firmar la rendición el 24 de febrero sobre el capó de un coche. A cambio de retirarse, eso sí, el ya cansado teniente coronel logró la promesa del Gobierno de que todo aquel Guardia Civil presente en el Hemiciclo cuya graduación fuera teniente o menor, no sufriese represalias judiciales.

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ABC
Aquel fue el final de la toma del Congreso, pero el comienzo de los juicios contra los implicados, entre los que estaba Armada (quien fue detenido varios días después). El proceso se inició el 18 de febrero de 1982, un año después, y se desarrolló principalmente en Madrid. Como dijo ABC en un artículo publicado el 4 de junio de ese mismo año, «la vista de la causa 2/81 por el delito de rebelión militar ha sido la más larga del Derecho penal castrense, tres meses y cinco días».

Tampoco fue sencilla, pues en ese tiempo los jueces (pertenecientes alConsejo Supremo de Justicia Militar) tuvieron que leer más de 1.500 folios a petición de los 28 abogados de los 33 procesados. «Fueron citados un total de 69 testigos para prestar declaración en el juicio», añadía este diario, desde donde también se determinó que la causa había quedado plasmada en nada menos que 22.000 hojas.

capitán Álvarez-Arenas en el Congreso de los Diputados». A la vista de que sería imposible seguir, el presidente del Tribunal quitó la acreditación al director del periódico. Después le fue entregada de nuevo a cambio de que no cubriera el proceso ni él, ni el reportero que había firmado aquella información.

Las siguientes semanas se desarrollaron entre los interrogatorios de los diferentes golpistas con aparente normalidad. Tan solo hubo un hecho que reseñar, acaecido el 1 de abril cuando prestaron declaración los tenientes de la Guardia Civil Santiago Vecino y Vicente Carricondo, así como el único civil imputado: Juan García Carrés. «Su comparecencia, en palabras del propio presidente del Tribunal, se convirtió en un acto político de apología golpista», explicó ABC. No le sirvió de nada la soflama. El 27 de abril el fiscal (Claver Torrente) presentó su informe definitivo, en el que calificó los hechos sucedidos como «rebelión militar» y «levantamiento armado contra el orden constitucional». Solo era cuestión de tiempo que los jueces dictaran sentencia, aunque por el camino uno de ellos (el general Álvarez Rodríguez) tuvo que ser sustituido debido al estrés.

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Los procesados, en una fotografía de 1991 - ABC
La vista oral de la causa terminó el 17 de mayo, día en que se formó (como no podía ser de otra forma) un jaleo de un calibre similar al que habían acogido las paredes del Congreso un año antes. En dicha sesión, el presidente tuvo que expulsar de sala a Tejero «por sus manifestaciones contra mandos militares, así como a numerosas personas del público que aplaudieron y jalearon sus palabras». Por si esto fuera poco, todavía faltaba la intervención de Milans del Bosch quien -desafiante y sabedor de que poco podía alegar en su defensa- le puso naso y estalló. Concretamente, dijo que, si tuviera oportunidad de participar en el golpe de nuevo, lo volvería a hacer sin duda.

Primeras sentencias
Las esperadas sentencias se hicieron públicas el 4 de junio de 1981, y no dejaron satisfecho a nadie. La razón fue que, a pesar del golpe de Estado, el tribunal no impuso la pena máxima a los acusados. Así analizó el ABC aquellas decisiones: «¿Qué pedía el fiscal? 287 años y medio en total para los 33 procesados ¿Qué han impuesto los jueces? 122 años y medio. La rebaja de pena ha sido considerable: 175 años de clemencia». Con todo, desde la mayoría de los diarios se invitó a aceptar la decisión pues, al fin y al cabo, tanto el suceso como el proceso habían sido sumamente tensos y no era sencillo impartir justicia.

«Es hora de que todos arrinconemos prejuicios, partidismos y resentimientos en aras del bien común y del respeto a la Justicia. El golpe de Estado del 23-F fue un indigno atentado contra la soberanía nacional, y un atentado que vimos todos y cuyos culpables se sancionan hoy. Y hay que celebrar que sea la Ley quien cierre esta triste página de nuestra historia», explicaba este diario.

Víctor Carrascal, secretario primero del Congreso, dijo estar en contra de las sentencias poco después. Otro tanto hicieron Luis Apostúa (diputado de UCD, quien señaló que «La sentencia me parece penosa») y el no menos polémico secretario general de UGT, Nicolás Redondo.

Finalmente, el presidente del gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo,anunció que recurriría las sentencias ante el Tribunal Supremo. «Confío en que el examen profundo de las sentencias, que yo mismo emprendo ahora mismo y que están haciendo ya los ministros de Justicia y de Defensa, permita mañana proponer al Consejo de Ministros la interposición del recurso que prevé la legislación vigente», afirmó poco después de que se conocieran las penas.

El Supremo dictó segunda sentencia el 22 de abril de 1983, elevando la mayoría de las condenas, y sustancialmente la de Armada.
https://www.abc.es/historia/abci-se...n-gran-traidor-23-f-201702180103_noticia.html
 
Hoy es el 40 aniversario del 23 F. He visto la tele y me he topado con Felipe VI dando su discursito.

En fin....¿Para cuando se van a desclasificar documentos relativos a ese golpe de Estado?

Me ha hecho reír Felipe diciendo que su padre dió la cara por los españoles y que defendió la democracia.

Vamos a ver Felipe....¿En que golpe de estado VERDADERO, se deja al Jefe de Estado un medio como la televisión pública y la radio para que se dirija a sus súbditos?

¿De verdad te crees que si los militares hubieran dado un VERDADERO Golpe de Estado no hubieran desactivado a tu padre para que no pudiera dar mensajes televisivos?

¡Un poquito de respeto para las inteligencias de los españoles por favorrrr?
 

Manuel Pastrana, exsubteniente de la Guardia Civil: “Las órdenes del 23-F venían de la Casa Real, yo creo que para consolidar la monarquía”​

Participó en los preparativos del intento de golpe de Estado del que este martes se conmemora el 40º aniversario.
https://laultimahora.es
Por
La Última Hora.

23 de febrero de 2021 12:56

Manuel Pastrana, exsubteniente de la Guardia Civil: “Las órdenes del 23-F venían de la Casa Real, yo creo que para consolidar la monarquía”

Manuel Pastrana, durante su entrevista en TV3
Manuel Pastrana entró en la Guardia Civil en 1971 como agente y se retiró de ella en 2012 como subteniente. Entremedias, los GAL y el 23-F. Pastrana es autor, junto al periodista Joaquín Vidal, de ‘Pastrana. En el nombre de la guerra sucia’, donde aborda entre otras cuestiones su participación en los preparativos del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, del que este martes se conmemora el 40º aniversario.

“Solamente pongo en el libro lo que yo hice del 23-F, que fue la previa del Congreso, Radio Nacional de España y Televisión Española”, explica Pastrana en una entrevista en TV3 celebrada y emitida en 2018, con motivo de la publicación de sus memorias. El guardia civil ahora retirado destaca que mantuvo “contactos” con Jaime Milans del Bosch, con Antonio Tejero y con José Luis Cortina, el “cerebro” del intento del golpe de Estado. A la pregunta de “quién ordenó el 23-F”, Pastrana responde “las órdenes venían de donde venían, de la Casa Real, me dijo a mí Tejero”. A la pregunta de “cómo se explica que Zarzuela estuviera detrás de un golpe de Estado”, responde “para mí que era para consolidar la monarquía”.

Pastrana recuerda que, durante los preparativos del 23-F –operación de la que según asegura acabó apartándose porque no estaba de acuerdo con cómo se estaba organizando–, llevó a Tejero “un aparatico pequeño para grabar las conversaciones” con sus superiores jerárquicos y cubrirse así las espaldas, pero Tejero le respondió “tú tienes deformación profesional; si no vamos a creer de dónde vienen las órdenes, pues apaga y vámonos”.

“Me llamo Manuel Pastrana y soy subteniente de la Guardia Civil. He estado infiltrado en ETA dos años y he sido el tipo que más información ha manejado sobre la organización. He mandado en el GAL y participado en el 23-F, entre otras muchas misiones del servicio. Me han disparado y he disparado, pero no he matado. Sí he prendido fuego, preparado bombas, huido, engañado y manejado mucho dinero. He decidido contar las cosas hoy, cuando la memoria sigue siendo mía”. Así presentó Pastrana sus memorias.

 
Para que se desclasifiquen creo que son 50 años, tranquila que ya quedan menos para saberse
 

El derecho a la verdad​

  • Cuatro décadas después, en la política y en el periodismo, aún hay quien cree que proteger al rey, se llame Juan Carlos I o Felipe VI, es proteger a la democracia. De ahí la opacidad y el silencio cómplice sobre el 23F y sobre otros asuntos que afectan a la monarquía

Esther Palomera
@estherpalomera

Juan Carlos I y Felipe VI en una imagen de archivo. Europa Press
22 de febrero de 2021 22:16h
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Y se abrirá la puerta de los Leones. Y entrará Felipe VI. Y allí estarán para arropar su presencia los presidentes del Gobierno, del Constitucional, del Poder Judicial, así como las presidentas del Congreso y el Senado. Y unas crónicas destacarán el plante de los diputados de ERC, Bildu, Junts, PDeCAT, la CUP, Compromís y BNG. Y otras subrayarán la ausencia de Juan Carlos I. Y el jefe del Estado hablará, seguro, de la fortaleza de nuestra democracia. Y recordará lo que pasó hace 40 años. Y se felicitará por el fracaso del golpe militar. ¿Y reivindicará a su padre? ¿Y conocerá la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

El Congreso ha organizado un solemne acto para conmemorar el fracaso del 23F con la presencia del jefe del Estado y hay debate sobre si la iniciativa es oportuna en este momento de permanente ebullición política. Porque la sombra de Juan Carlos I sobrevolará el Palacio de San Jerónimo; porque Felipe VI tendrá que referirse al papel de un padre que está siendo investigado en los tribunales y al que él mismo ha repudiado institucionalmente; porque por la tarde se debatirá una iniciativa de ERC en el pleno sobre la supresión de la inviolabilidad del jefe del Estado y el aforamiento de la Familia Real; porque el ambiente político está más caldeado que nunca y porque hay quien ve tras la decisión un intento de blanqueamiento de la monarquía.

A los españoles nos han contado que aquel 23F de 1981 fue Juan Carlos I quien salvó la democracia. El relato oficial está instalado en el imaginario colectivo, si bien hay muchas zonas de sombra que en algunas ocasiones han proyectado los testimonios de algunos protagonistas y en otras, las investigaciones periodísticas. Lo que la historia ha tratado de orillar es que hubo un acuerdo tácito para cerrar filas en torno al monarca y a su presunta participación en un golpe que, más allá de la asonada militar, contó con una amplia gama de implicaciones políticas y civiles en busca de un gobierno de concentración nacional. Dicen que porque convenía callar para ocultar la construcción imperfecta de una entonces imperfecta y joven democracia.

Cuatro décadas después, en la política y en el periodismo aún hay quien cree que proteger al rey, sea Juan Carlos I o Felipe VI, es proteger a la democracia. De ahí la opacidad y el silencio cómplice, no durante un año, ni dos, ni diez, ni veinte sobre el 23F. 40 años de misterio y de más sombras que luces han sido posibles gracias a una ley del franquismo que aún hoy protege los secretos oficiales 'sine die' y a la falta de voluntad política para derogarla o modificarla de los sucesivos gobiernos.

Cuando se trata de ocultar, da igual quién promulgue la norma. No hay determinación para destapar aquello, más allá de compromisos retóricos o difusos planes legislativos. Y, ahora que Juan Carlos I es pasto de la crítica y vive en un exilio dorado en Emiratos Árabes por su deshonesto comportamiento con España y los españoles, mucho menos. No habrá quien se atreva a echar más leña sobre el emérito caído.

En España, a diferencia de otros países, no hay plazo de vigencia para que una materia clasificada o secreta deje de serlo. Y no será porque algunos grupos minoritarios de la Cámara Baja no hayan presentado iniciativas para ello y no haya habido compromisos legislativos de diferentes Ejecutivos. También del de Pedro Sánchez. El resultado es que los documentos sobre el 23F siguen hoy sin desclasificarse como si el derecho a la verdad fuese inderogable y una democracia pudiera admitir restricciones a la certeza más allá de 40 años por muy delicada que sea la información para la seguridad o la estabilidad del Estado.

Si, como ha escrito el periodista José Antonio Zarzalejos, en Un rey para la adversidad, el peor adversario de Felipe VI "ha sido y sigue siendo su padre" porque "nadie le ha procurado más daño moral y político que su progenitor, antes y después de su abdicación", no estaría mal que cuando el jefe del Estado cruce este martes la Puerta de los Leones del Congreso de los Diputados y se dirija al Parlamento diga algo del comportamiento abrasivo de su padre y anime de paso a los legisladores a acabar con cualquier vestigio del franquismo, incluido el de una ley de secretos oficiales que impide conocer la verdad y toda la verdad de lo ocurrido aquel invierno del 81.

El silencio y la inacción no son siempre los mejores instrumentos para el blindaje de una institución que trata de sobrevivir a lo sucedido en el Palacio de la Zarzuela durante casi medio siglo. Y Felipe VI, que tanto habla de regeneración y de democracia, tendrá que interiorizarlo y afrontarlo más pronto que tarde. Con palabras, con gestos y con hechos inequívocos hasta reconstruir lo que su padre destruyó, si lo que desea es que su primogénita algún día sea coronada como Leonor I de España.

P. D. : Una Ley de la Corona, que regule los derechos y las obligaciones de la Familia Real tampoco estaría nada mal.

 
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