Hola chicas! Me quedo por aquí y os cuento mi historia.
El trastorno lleva conmigo casi desde que tengo uso de razón, de hecho, tengo pocas memorias de mi vida sin él. Llegó a mi vida con 15 años, y no fue hasta el año pasado, con 32, en el que decidí que quería vivir. Sí, vivir, porque lo que tenemos mientras sufrimos un TCA no puede considerarse vida. Así que se lo conté a mi novio y busqué ayuda profesional. Justo hace un año de eso y aunque en todo momento he estado contenta con mi progreso, ahora puedo afirmar que la decisión de buscar ayuda es lo mejor que he hecho nunca. Que esa decisión me ha salvado la vida.
Tras el primer mes yendo a consulta y tras profundizar con mi psicóloga en mis hábitos, mi relación con la comida y mi historia personal, me dio un test que tuve que responder, y que me dio un diagnóstico: Anorexia nerviosa con patrón purgativo.
No me lo podía creer. Mucha gente dice que no es necesario poner un nombre en los trastornos mentales. Para mi fue imprescindible y ahí comenzó el proceso de aceptación. Más aún cuando muchos años atrás en un alarde de valentía, busqué un psiquiatra especialista en TCA y en la primera consulta, tras contarle mis hábitos en media hora, me dijo que yo tenía bulimia, que si era consciente de lo que me estaba haciendo, que eso era malísimo. Después me pesó y me dijo que mi culo tapaba la pantalla de la báscula y que no lo podía ver. Me mandó fármacos y al mes la nutricionista que trabajaba allí me mandó una dieta de 2000 calorías sacada de internet. No exagero en nada de lo que cuento. No volví a ir.
Ahora, tras un año con mi psicóloga, fuera de peligro con un imc >18, más de 6 meses sin purgas y 2 meses introduciendo comida nueva en mi alimentación, me siento como una niña pequeña descubriendo de nuevo el mundo. Aprendiendo a manejar el estrés sin dañarme. A poner límites. A no intentar ser perfecta. A quererme. Y a pesar de lo mucho que me queda por delante, soy feliz.
Con esto os quiero animar a buscar ayuda, os aseguro que hay salida. No es un camino fácil, pero vivir con un TCA tampoco lo es. Es elegir lo desconocido y peligroso ante la comodidad y seguridad de nuestro trastorno. Cerrar los ojos y lanzarte al vacío. Darle la mano a una persona que no conoces y confiar en que te ayude. Pero merece la pena cada paso, por muy pequeño que sea.
Tuve delante de mí dos caminos. El que había estado recorriendo hasta ahora, en el que nunca fui feliz, con las mismas rutinas que nunca me sirvieron y cuyo destino era mi destrucción. Y otro, lleno de incertidumbre, que de momento sólo me mostraba una puerta. No tenía nada que perder. Así que elegí vivir.
Espero que mi experiencia os pueda ayudar, aunque sea un poquito. Somos unas supervivientes, no lo olvidéis.
Me quedo por aquí
El trastorno lleva conmigo casi desde que tengo uso de razón, de hecho, tengo pocas memorias de mi vida sin él. Llegó a mi vida con 15 años, y no fue hasta el año pasado, con 32, en el que decidí que quería vivir. Sí, vivir, porque lo que tenemos mientras sufrimos un TCA no puede considerarse vida. Así que se lo conté a mi novio y busqué ayuda profesional. Justo hace un año de eso y aunque en todo momento he estado contenta con mi progreso, ahora puedo afirmar que la decisión de buscar ayuda es lo mejor que he hecho nunca. Que esa decisión me ha salvado la vida.
Tras el primer mes yendo a consulta y tras profundizar con mi psicóloga en mis hábitos, mi relación con la comida y mi historia personal, me dio un test que tuve que responder, y que me dio un diagnóstico: Anorexia nerviosa con patrón purgativo.
No me lo podía creer. Mucha gente dice que no es necesario poner un nombre en los trastornos mentales. Para mi fue imprescindible y ahí comenzó el proceso de aceptación. Más aún cuando muchos años atrás en un alarde de valentía, busqué un psiquiatra especialista en TCA y en la primera consulta, tras contarle mis hábitos en media hora, me dijo que yo tenía bulimia, que si era consciente de lo que me estaba haciendo, que eso era malísimo. Después me pesó y me dijo que mi culo tapaba la pantalla de la báscula y que no lo podía ver. Me mandó fármacos y al mes la nutricionista que trabajaba allí me mandó una dieta de 2000 calorías sacada de internet. No exagero en nada de lo que cuento. No volví a ir.
Ahora, tras un año con mi psicóloga, fuera de peligro con un imc >18, más de 6 meses sin purgas y 2 meses introduciendo comida nueva en mi alimentación, me siento como una niña pequeña descubriendo de nuevo el mundo. Aprendiendo a manejar el estrés sin dañarme. A poner límites. A no intentar ser perfecta. A quererme. Y a pesar de lo mucho que me queda por delante, soy feliz.
Con esto os quiero animar a buscar ayuda, os aseguro que hay salida. No es un camino fácil, pero vivir con un TCA tampoco lo es. Es elegir lo desconocido y peligroso ante la comodidad y seguridad de nuestro trastorno. Cerrar los ojos y lanzarte al vacío. Darle la mano a una persona que no conoces y confiar en que te ayude. Pero merece la pena cada paso, por muy pequeño que sea.
Tuve delante de mí dos caminos. El que había estado recorriendo hasta ahora, en el que nunca fui feliz, con las mismas rutinas que nunca me sirvieron y cuyo destino era mi destrucción. Y otro, lleno de incertidumbre, que de momento sólo me mostraba una puerta. No tenía nada que perder. Así que elegí vivir.
Espero que mi experiencia os pueda ayudar, aunque sea un poquito. Somos unas supervivientes, no lo olvidéis.
Me quedo por aquí