su***dio, el gran tabú

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María, de 59 años, en una playa del sur, uno de los lugares favoritos de su hijo, que se suicidó en 2013 a los 30 años tras sufrir problemas económicos. / JUAN VALBUENA

DOCUMENTOS. REPORTAJE
su***dio, el gran tabú


Es el drama más silencioso, del que nadie quiere hablar. No provoca encendidas discusiones en televisión ni obliga a los políticos a pronunciarse. Pero el su***dio se lleva la vida de 4.000 españoles cada año. Sus familias han cargado durante siglos con un estigma que las obligaba a esconderse, como si arrastrasen una vergüenza. Algunos han dicho basta y se han agrupado para romper el tabú. No les importa compartir su dolor si eso sirve al menos para abrir un debate social. Estas son sus historias.

La MEJOR manera que ha encontrado Francisco Sánchez para explicar lo que le pasa es decir que siente “cansancio del alma”. Los antiguos lo llamaban melancolía, la “bilis negra”. Un agujero tenebroso donde nada tiene sentido y no hay futuro, solo un presente de sufrimiento insoportable. Francisco Sánchez –Paco para todos–, un técnico en electrónica de 50 años, empezó a despeñarse el día en que paseaba por las calles de Huelva, su ciudad, y de repente se sintió como si estuviera en un lugar extraño. Luego vino la caída libre, con dos intentos de su***dio. El segundo lo planeó con antelación. Dejó una nota a sus padres diciéndoles que se quedasen tranquilos, que ya no tendrían que cuidarlo más. “Ahora estoy mejor, pero tengo el espíritu cansado. No puedo descartar otro intento”, confiesa.

Cada dos horas y media, una persona se quita la vida en España. La estadística es tan brutal que convierte el su***dio en la primera causa de muerte no natural, con el doble de víctimas que los accidentes de tráfico. Miles de tragedias de las que no se habla, porque la muerte voluntaria es un tabú que ha resistido desde los comienzos de la civilización. Siglos atrás, los cuerpos de los suicidas se enterraban bajo montones de piedras. Ahora se los arrumba tras un muro de silencio.

Las estadísticas oficiales ni siquiera están al día. Las últimas son de 2014 y cifran el problema en 3.910 fallecidos, el mayor número registrado nunca. Los expertos calculan que los datos están infravalorados en al menos un 20% por varias razones, como el deseo de algunas familias de ocultarlo. “Las cifras del Instituto Nacional de Estadística tampoco son muy rigurosas”, asegura Javier Jiménez, un psicólogo que preside la Asociación para la Investigación, Prevención e Intervención del su***dio (AIPIS). “Otros años comprobamos que había 500 muertos registrados en los institutos anatómico–forenses que no se recogían en la estadística total. Y además se sabe que parte de los accidentes de tráfico son suicidios, también los que se precipitan al vacío por causas sin determinar o los que fallecen por ingesta de medicamentos”.

LOS FAMILIARES DE LOS SUICIDAS SE LLAMAN A SÍ MISMOS SUPERVIVIENTES. "ES PORQUE NOSOTROS YA NO VIVIMOS, SOLO SOBREVIVIMOS", EXPLICAN

Paco se ha sentido muchas veces “como un leproso”. Alguna gente no le habla y cambia de acera al verle. Como sus antiguos compañeros de trabajo, el lugar donde se le consumió el alma. “Entré en la empresa a los 15 años y dediqué a ella toda mi vida, de la mañana a la noche, no he hecho otra cosa”, relata luchando contra el temblor de su voz. “Allí se fue generando un ambiente tóxico, incluso violento por parte de los jefes. Un día descubrí que me querían echar para contratar a dos chicos más baratos y me derrumbé. Me dieron una baja por depresión, pero me mandaron una inspección y me decían que no tenía nada”. Paco vive ahora abatido por la sensación de haber malgastado su vida entera. Y todas las noches, en sueños, regresa interminablemente a su puesto de trabajo.

Para que esté vigilado, Paco, soltero, se ha ido a vivir con sus padres. Ellos le guardan bajo llave las cajas de los medicamentos –toma una docena de pastillas al día– con los que combate el trastorno ansioso-depresivo que le han diagnosticado. Pero es difícil saber y explicar qué le pasa: “¿Por qué?, ¿por qué?… Esa es la pregunta que está siempre ahí”. Su amiga Celes, que ha sufrido el su***dio de un hijo, hasta le hace bromas:

–Pero, a ver, Paco, ¿tú te quieres morir o no?

–Si morirse es no tener ilusión por la vida… Voy con una máscara puesta.

Cada dos horas y media, una persona se quita la vida en España. La estadística es tan brutal que convierte el su***dio en la primera causa de muerte no natural, con el doble de víctimas que los accidentes de tráfico. Miles de tragedias de las que no se habla, porque la muerte voluntaria es un tabú que ha resistido desde los comienzos de la civilización. Siglos atrás, los cuerpos de los suicidas se enterraban bajo montones de piedras. Ahora se los arrumba tras un muro de silencio.

Las estadísticas oficiales ni siquiera están al día. Las últimas son de 2014 y cifran el problema en 3.910 fallecidos, el mayor número registrado nunca. Los expertos calculan que los datos están infravalorados en al menos un 20% por varias razones, como el deseo de algunas familias de ocultarlo. “Las cifras del Instituto Nacional de Estadística tampoco son muy rigurosas”, asegura Javier Jiménez, un psicólogo que preside la Asociación para la Investigación, Prevención e Intervención del su***dio (AIPIS). “Otros años comprobamos que había 500 muertos registrados en los institutos anatómico–forenses que no se recogían en la estadística total. Y además se sabe que parte de los accidentes de tráfico son suicidios, también los que se precipitan al vacío por causas sin determinar o los que fallecen por ingesta de medicamentos”.

Paco se ha sentido muchas veces “como un leproso”. Alguna gente no le habla y cambia de acera al verle. Como sus antiguos compañeros de trabajo, el lugar donde se le consumió el alma. “Entré en la empresa a los 15 años y dediqué a ella toda mi vida, de la mañana a la noche, no he hecho otra cosa”, relata luchando contra el temblor de su voz. “Allí se fue generando un ambiente tóxico, incluso violento por parte de los jefes. Un día descubrí que me querían echar para contratar a dos chicos más baratos y me derrumbé. Me dieron una baja por depresión, pero me mandaron una inspección y me decían que no tenía nada”. Paco vive ahora abatido por la sensación de haber malgastado su vida entera. Y todas las noches, en sueños, regresa interminablemente a su puesto de trabajo.

Hay consenso entre los expertos para atribuir la mayoría de los suicidios a trastornos psicológicos. “Muchos estaban latentes y se desencadenan por algún acontecimiento, como una ruptura de pareja o dificultades económicas”, explica Jiménez. La crisis ha coincidido con un repunte de las muertes voluntarias, que aumentaron en 450 entre 2008 y 2014, pero las causas, según los estudiosos, son más profundas.

Para luchar contra su negra sombra, Paco Sánchez se ha unido a otros supervivientes. Así han decidido llamarse, aunque ninguno de los nuevos compañeros de Paco haya puesto en riesgo su vida. Lo que les ha sucedido es que alguien muy próximo se mató por su propia mano. “Y desde entonces ya no vivimos, solo sobrevivimos”, explican. Se conocieron en terapias de duelo en grupo, donde acudieron buscando a alguien que los entendiese de verdad, que también se hubiese visto precipitado a ese abismo de dolor, incredulidad y sentimiento de culpa por no haberlo podido evitar. Alguien que, como ellos, al oír un teléfono o un ascensor, al ver los contornos de una figura familiar en la calle, tuviese por un instante la sensación de que el ser perdido había regresado. Alguien que hubiese vivido el peregrinaje en busca de ayuda psicológica y se hubiese topado con la falta de especialistas para tratar a gente en su situación. Alguien dispuesto, pese a todo, a salir del pozo, a no esconderse, a romper el tabú, a gritarle a la sociedad que han sufrido mucho pero no tienen nada de lo que avergonzarse.

Ha sido como una salida del armario. La primera asociación de supervivientes, Després del Suïcidi, la fundó en 2013 Cecilia Borrás, una psicóloga de Barcelona, tras perder a su hijo Miquel, de 19 años. En Madrid ya existía desde 2009 AIPIS, creada por Javier Jiménez para actividades de prevención supliendo la carencia de programas oficiales. Cecilia y Javier han sido como dos ángeles de la guarda para cientos de personas. Han pasado –y pasan– horas hablando por teléfono con desconocidos que los llaman desesperados, sin saber otro sitio al que recurrir. Su apostolado empieza a dar fruto. Bajo su inspiración, los supervivientes de Huelva han creado la plataforma A tu Lado. Y ya hay otros grupos en marcha para romper el silencio en Canarias, País Vasco o Galicia. Defienden que una parte de los suicidios se podría evitar. Que para ello es esencial que no se oculte el problema y que se apliquen los planes de prevención elaborados por las autoridades sanitarias, pero que apenas se cumplen.

Los testimonios de los supervivientes hablan de muerte y también de vida. Del coraje para sobreponerse a lo indecible y asumir que la mejor manera de mantener el recuerdo del que se fue es seguir adelante. No todos reaccionaron igual. Unos deshicieron de inmediato la habitación del ausente y otros la han conservado con la minuciosidad de un altar. A algunos les gusta repasar viejas grabaciones de los que ya no volverán y otros no se atreven ni a oír sus voces. Pero les une la determinación de intentar que nadie más caiga en ese infierno que para ellos se ha vuelto cotidiano. Estos son sus testimonios en primera persona.

El compromiso
José Carlos Soto Madrigal, 56 años, editor. Olga Ramos, 51 años, informática. Su única hija, Ariadna, de 18 años, se suicidó el 24 de enero de 2015 en Madrid.

“Lo peor es la tortura del ‘y si…’: ‘Y si le hubiese dicho esto, y si hubiese actuado de esta forma…’. Toda la vida de los meses anteriores te pasa por la mente, escudriñas detalle a detalle, conversaciones, miradas, cualquier señal… Y no entiendes nada, te quieres morir.

Los primeros meses no éramos personas. A veces comíamos solo porque venía alguien a traernos la comida. Ella no nos dejó ver absolutamente nada, lo ocultó todo. Intentábamos sonsacarla, pero al final solo hablabas tú. Un día, Carlos le preguntó: ‘Hija, ¿no habrás pensado en suicidarte?’. Y contestó: ‘Papá, qué cosas tienes’. Ariadna era una chica muy madura para su edad. Leía, pintaba, tocaba la guitarra, le gustaban el cine y el teatro… Tenía amigos, era muy querida en el instituto, aunque a veces no encontrase gente con sus inquietudes culturales. Y era muy sensible, se enfadaba si nos oía hablar mal de alguien. Había tenido una adolescencia muy tranquila. Le gustaba estudiar, quería hacer Derecho o Relaciones Internacionales. Se apuntó a un curso intensivo de italiano porque estaba enamorada de la Toscana y pensaba en vivir allí. Hasta que, de un día para otro, en noviembre de 2013, le cambiaron los temarios de unos exámenes y se bloqueó. Nunca la presionamos con los estudios, incluso le decíamos que estudiaba demasiado. Pero nos dijo que tenía un bajón.

La llevamos a un psicólogo y le recomendó que dejase de momento el instituto. Con todo, el psicólogo nos tranquilizaba diciéndonos que era una niña supermadura. Ella parecía esforzarse para que nos sintiésemos mejor, se ponía ropa más alegre, música relajante… Sin embargo, no lograba dormir. La llevamos al médico de cabecera, que le recetó Orfidal y Prozac. En los últimos días parecía que estaba mejor. Pero ya lo tenía todo planeado, incluso el día en que libraba el portero del edificio.

La mañana de ese sábado, Olga le dijo: ‘Levántate, que eres lo que más quiero en este mundo y necesito que estés como antes’. Íbamos a ver a unos amigos que ella apreciaba mucho, pero nos dijo que prefería estar en casa. Aunque en los tres meses anteriores Carlos la había acompañado casi todo el día, no era la primera vez que se quedaba sola. Nos dejó una carta en la que decía que nos quería muchísimo, que no soportaba vernos sufrir y que la perdonáramos. Y escribió un párrafo de Borís Pasternak [el escritor ruso tuvo un intento de su***dio] para explicar cómo se sentía.



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Objetos personales de la habitación de Ariadna, una chica de 18 años que se suicidó en Madrid. JUAN VALBUENA
Tratamos de no recordarla por esos últimos momentos. Fuimos a terapia y nos ayudó mucho. Y sobre todo encontramos a AIPIS. Estamos en la asociación y damos charlas a padres. Ya hemos ayudado a identificar tres posibles casos. Para nosotros lo más importante ahora es que nadie más pase por esto”.

El duelo
Celes Toscano, 50 años, cocinera, viuda. Preside la asociación A tu Lado de Huelva. Daniel, uno de sus dos hijos, se suicidó, con 21 años, el 8 de noviembre de 2013.

“Había que vernos las pintas cuando coincidimos en la terapia de duelo: cómo íbamos peinados, las canas sin teñir, descuidados y vestidos con chándales y sudaderas. Aún el año pasado me compré un pantalón rojo con un blusón, me lo probé dos o tres veces y me lo tuve que quitar, no podía. Tampoco me puedo echar colonia ni pintarme las uñas, es un derecho que te niegas a ti misma. Sigues viviendo, pero tienes tanto dolor dentro que, a veces, cuando estoy sola, digo para desahogarme: ‘Bueno, ahora que tengo media horita, voy a llorar un poco’.

La gente se ha portado muy bien, aunque al principio nadie quería venir a casa. Yo pensaba que me había pasado la cosa más rara del mundo, lo que no le sucede a nadie. El dolor es tan grande que acaba siendo físico, te sale por los poros. ¡Los meses que pasé encerrada! Hasta que me armé de valor y decidí ir al grupo de terapia. Las amigas más cercanas no están de acuerdo en que ahora participe en la asociación, me dicen que no le dé más vueltas. ¡Pero si esto me está ayudando mucho! Si hay que llorar, lloramos; y si hay que reír, reímos.

Yo veía que mi hijo tenía un problema, pero nunca pensé que fuese a llegar a donde llegó. Tenía trastornos del sueño, se podía pasar dos días sin pegar ojo y luego 24 horas durmiendo. Y lógicamente también tenía desórdenes de alimentación, estaba un poquillo nervioso, raro, no se le podía hablar. Lo llevé al médico de cabecera y le dije: ‘Dele unas pastillitas o algo’. Pero el análisis salió bien y nos dijo que no era necesario.

Daniel intentó entrar dos veces en el Ejército y no lo logró. Aunque en los estudios iba regular, se acababa de matricular en mecánica. Había tenido una novieta que lo dejó, y se quedó un poco pillado y deprimido. Pero ya estaba con otra, una niña alta, guapita, de melena rubia, con la que iba muy orgulloso. Llevaban tres meses, cuando un día la chica lo engañó y se fue con otro. Daniel se acercó a hablar con ella al instituto. También llamó al chico. Y luego se suicidó. El forense nos dijo que había sido un cortocircuito cerebral. Una de las cosas que más me molestan es que me digan que lo decidió él. ¿Cómo iba a decidirlo él? Fue el sufrimiento el que no lo dejó decidir.

Su hermano, un año y medio mayor, lo ha pasado muy mal. La habitación de Daniel – yo le llamo el museo– sigue tal cual la dejó, hasta con los zapatos sucios. Necesito que siga oliendo a él”.

Seguir viviendo
María, 59 años. Su hijo, de 30, se suicidó en 2013.

“La última cosa que le dije a mi hijo, esa misma mañana, fue que estaba orgullosa de él. Había arreglado sus problemas económicos y era un padre maravilloso para sus dos niñas. Me había llamado para que me quedara con la pequeña. Estaba radiante en la granja escuela haciendo pan con la niña. Por eso, cuando me lo dijeron, quedé en estado de shock. Me parecía un sueño, que me había vuelto loca de repente. En el tanatorio pensaba que aquello era algo ajeno a mí. Ni podía romper a llorar. Me pregunto cuánto dolor y cuánto sufrimiento tenía mi hijo para que ni sus dos niñas lo pudieran atar a la vida. Yo creo que influyó la crisis económica, entre otras cosas.

Ahora pienso que mi hijo presentía que iba a morir joven, porque vivió como murió: rápido. Era casi un crío y ya andaba con dos o tres chicas. Con 22 años tuvo una niña. Era muy impetuoso. Y muy alegre aunque a veces pasaba de golpe a la tristeza. Hacía mucho deporte, tenía un corazón de oro y con un carácter muy emprendedor, muy luchador. Ganó mucho dinero como gruista durante la bonanza de la construcción. Lo invirtió en un piso y un coche. Y tuvo otra niña. Hasta que vino la crisis, se separó, el sueldo se le quedó a la mitad porque tuvo que empezar a trabajar de camarero y los gastos seguían siendo los mismos. Alguna vez lo tuvimos que ayudar. Dejó el piso para alquilárselo a su hermana y así poder seguir pagando la hipoteca. Me contaba que no dormía bien y lo veía más delgado. Pero tenía planes de futuro con una nueva pareja y un trabajo, aunque no fuera su profesión. Parecía que por fin remontaba. ¿Cómo podía pensar yo que mi niño iba a hacer algo así?

Ese día, un cliente del bar donde trabajaba lo acusó de robarle el móvil. ‘¿Para qué, si yo tengo tres móviles?’, le dijo él. Pero el cliente lo amenazó: ‘Soy un alto cargo y te vas a ir a la calle’. Nunca quise averiguar quién era ese hombre, aunque luego supimos que el móvil lo tenía él. A mi hijo se le vino todo encima, debió de pensar que se quedaría sin trabajo. Le dijo a una compañera: ‘No puedo con esto. ¡Qué flojo me siento!’. Al acabar, cogió la bici… y se suicidó.

Tiempo después, a veces aún pensaba que se había ido a Francia o a Alemania. Una vez seguí por el mercado a un chico que de lejos se parecía a él. Poco a poco volví a la realidad. Me iba al mar yo sola para poder gritar. Nadaba hasta en invierno. Me centré en el arte, en la familia y en los amigos. Y ahora estoy aquí para decirle a la gente que, pese a todo, se puede seguir viviendo”.

La culpa
María de la Cinta Rullo Sorribes, 57 años, pensionista por invalidez, casada y madre de un hijo. Su otra hija, Marina, se quitó la vida el 20 de enero de 2008 en Tortosa (Tarragona).

“Se supone que yo también intenté suicidarme una vez, aunque ya no estoy tan segura. Tenía 33 años y dos hijos. Tal vez solo quería olvidarme de la mierda de vida que llevaba y de un marido que me minaba la autoestima. Y tomé pastillas. La psicóloga me dijo: ‘Usted no tiene nada. Solo debe separarse de su marido’. Tardé ocho años en conseguirlo porque él quería quedarse con los niños. Luego me enamoré de una chica y salí del armario por la puerta grande en una ciudad pequeña como Tortosa.

Pasé otros ocho años viendo a Marina sufrir por un trastorno límite de la personalidad. Después de uno de sus más de 50 intentos de su***dio, escribí un poema: ‘Me duele el pasado mañana / me duele el presente / me duele el dolor / me duele hasta el dolor que no siento’.

Siempre fue competitiva hasta con ella misma. Empezó con trastornos de alimentación a los 16 años. Pedimos ayuda en un hospital de Barcelona, pero nos dieron cita para seis meses después. En ese tiempo conoció a un sinvergüenza que la metió en la droga. Su primer intento fue con una sobredosis de heroína. Ese día tuve un presentimiento, fui a casa y la encontré tirada con la goma en el brazo. Yo estaba con los efectos de la quimioterapia por un cáncer de mama. Intentó dejar la droga, empezó a ir a psicólogos… Era una montaña rusa. En los momentos bajos, solo veía un agujero negro. Tras cada intento, la aislaban una semana y, en cuanto el tratamiento hacía efecto…, para casa. Una vez se tragó un imperdible abierto y tardaron cinco horas en sacárselo. Un médico llegó a decirme: ‘Tiene que hacerse a la idea de que acabará consiguiéndolo’. Fue una bofetada. Habían arrojado la toalla, pero yo no podía concebir que algún día no llegaría a tiempo.

Cuando sucedió todo, ya había dejado la droga. Yo trabajaba de noche en una central de alarmas. Por la tarde nos reímos juntas viendo s*x* en Nueva York y me dio un beso cuando me fui trabajar. A medianoche me llamó una vecina con la que había quedado, alarmada porque no le contestaba. Me fui de inmediato y encontré el móvil, el DNI, el bolso…, todo puesto sobre la cama. Llamé a la policía. A las 9.00 me avisaron ellos: ‘Se arrojó al tren de las 7.00’.

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María de la Cinta Rullo siempre recuerda a su hija Marina, que se mató con 24 años, al ver esta es escultura en Huelva. JUAN VALBUENA
Pedí la baja en el trabajo, pero, al prolongarla por ansiedad, me hicieron la vida imposible. Yo vivía delante de las vías del tren, cada uno que pasaba… me moría. La psicóloga no me dio más solución que cambiar de casa. ¡Pero si era mileurista! Me reventaban los cuchicheos, las miradas acusadoras, las acusaciones directas. Tanto que una persona me dijo: ‘Esto es el fruto de la vida que has llevado’. Y a mí me atormentaba la culpa. Otros me decían que todo se acaba olvidando. ¡Si yo lo que no quería era olvidarla! Cuando no estaba en crisis, era la chica más dulce, cariñosa, trabajadora y simpática del mundo.

Un día que me encontraba mal, mi hijo Marcel me dijo: ‘Mamá, no llores más. Marina está donde quería’. Me aferré a eso y decidí que mi hija iba a estar dentro de mi corazón, que iba a vivir a través de lo que yo viviese. Y que por eso no podía llevar una vida de mierda. A veces aún se me olvida esto, pero aquí sigo, intentando vivir por mí y por ella”.

El cortocircuito
Mónica Rossi Palomar, 48 años, trabajadora social y edil de IU en Huelva. Manuel Eugenio García Serrano, 49 años, socio de una empresa de economía social de comercio. Uno de sus dos hijos, Jesús, de 18 años, se mató el 15 de junio de 2013.

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Mónica y Manuel, padres de Jesús que se mató con 18 años. JUAN VALBUENA

“Esa misma mañana había estado tocando la guitarra. Y cinco minutos antes vino de casa de la vecina con un pescado. A la semana siguiente se iba de campamento de verano con los scouts. El día anterior le habló a su padre de proyectos, estaba sacándose el carné de conducir, tenía una novia… Todo fue de un día para otro. Tal vez nosotros no vimos las señales, pero no las vio absolutamente nadie: amigos, familia, vecinos… Puede que se trate de chicos especiales, que viven y sienten de una manera distinta. Jesús solo vivió 18 años, pero tuvo una vida intensísima y plena.

Era muy extrovertido y servicial, se ofrecía para todo. Y muy impulsivo, eso sí. Siempre con una sonrisa, estaba en la tuna de Derecho, era rociero, semanasantero, le gustaban los toros, el flamenco… Aunque también le gustaba el campo, se empeñó en estudiar Derecho. Le fue bien hasta que lo llevaron a un juicio por un caso de violencia de género. Volvió diciéndonos: ‘Yo no podría defender a un hombre así’. Y lo dejó para matricularse en el grado superior de explotaciones agrícolas.

El forense nos dijo que fue un cortocircuito cerebral. Estaba en casa con su hermano Sergio, seis años mayor. Eran las dos de la tarde, se metió en el cuarto de baño y se mató. Dejó una nota que solo decía: ‘Lo siento’. Un vecino acudió a los gritos de Sergio, que escapó a la calle, en calzonas y descalzo. Cuando avisaron a Mónica y la informó una médica del 061, al principio hasta se lo tomó a guasa, tan inconcebible le parecía. Porque es algo que no se puede ni pensar. Para aclarar lo sucedido, la policía nos llevó a los tres a comisaría y nos tuvo allí hasta la una de la madrugada. Nos trataron bien dentro de las circunstancias. Sergio sufrió allí un ataque de ansiedad.

A la semana siguiente, fuimos los tres a un psicólogo que buscamos nosotros. La médica de familia nos veía cada semana y nos desvió a Salud Mental, pero allí tardaron tres meses en atendernos. La experiencia no fue buena. Cuando Eugenio comentó a la psiquiatra lo ocurrido, se puso tan nerviosa que casi tuvo que consolarla él. Le dijo que tendría que medicarse toda la vida. Pues, mira, ya no toma nada. El psicólogo, Juan, fue un apoyo fundamental, pero nos faltaba algo: hablar con gente que supiese lo que estábamos pasando. Por eso acudimos al grupo de duelo de la Asociación de Escucha San Camilo, donde nos encontramos con tres madres en la misma situación y nos ayudó mucho. Sufrimos problemas de pareja y nos peleábamos muy a menudo, pero lo superamos. Somos creyentes y la fe nos ha ayudado. Y nuestra red de apoyo han sido la familia, los amigos y los compañeros de la Hermandad Obrera de Acción Católica. Eugenio ya había pasado una depresión y sabía lo que hacer para no caer de nuevo. Mónica trabaja con personas con discapacidad y eso fue un estímulo, porque cuando volvió al trabajo la trataron con mucho amor y respeto.

Le pedimos a todo el mundo que nos hable con naturalidad, que no eviten ninguna palabra. Sergio ha demostrado una fortaleza sorprendente. A veces hasta nos reímos mucho recordando cosas de Jesús. Pero los primeros meses se despertaba todas las noches con alaridos: soñaba que corría por el pasillo y nunca llegaba al baño. No queríamos dejar la casa, porque en ella habíamos sido muy felices, así que decidimos cambiar el baño entero. Sergio siempre escribe algo en Facebook en los aniversarios del su***dio de Jesús. En el último puso: ‘Tres años y todavía no he aprendido a pensar en ti, a recordarte sin que un nudo atenace hasta mi alma. Tu ausencia a mi derecha es un vaho de incógnitas que solo mi deseo de saber que cuidas de nosotros donde estés alivia”.



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A Jesús, fallecido con 18 años, le gustaba pasear junto a la ría de Huelva (izquierda). JUAN VALBUENA
POR Xosé Hermida
Lleva escribiendo para El País desde 1989. Fue durante dos décadas corresponsal del periódico en Galicia y posteriormente delegado en esa comunidad autónoma, donde cubrió acontecimientos políticos, sociales, culturales y deportivos, y sucesos como el desastre del ‘Prestige’. En 2015 se incorporó a la redacción central de Madrid.

http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/su***dio-el-gran-tabu/

 
Los medios de comunicación no informan sobre los casos de su***dio. Es un pacto tácito de la prensa. Y, según dicen, es porque puede inducir a imitaciones. Hace un mes se suicidó un chico a unos metros de dónde yo paseaba con la niña a la que cuido, y una chica que trabaja en el periódico y con la que coincidí en la cafetería dijo que de eso no iban a informar, porque lo tienen prohibido.

El su***dio mata en España más que los accidentes de tráfico.
 
Son unas historias muy tristes. Me han hecho llorar. Alguna vez leí que hay que recordar que el su***dio es una solución definitiva para un problema pasajero, pero ¿acaso estamos en la cabeza de los demás? ¿qué sabemos de lo que sienten, de los dolores que los torturan? Es una pena que las personas se quiten la vida, no debería suceder nunca, pero no podemos juzgar. Hay que rogar por la paz del espíritu de los que se quedan atrás, sufriendo.
 
Leí una vez un artículo en que una hija reprochaba a su madre que se suicidó cuando era niña que ni por ella había podido seguir adelante su madre , como le reprochaba eso fallecida,como le costó superar ese sentimiento de rabia y impotencia..ya de adulta sentía que al final había podido reconciliarse con su madre y volverla a querer..
 
Me parece que una manera de ayudar a la persona que tiene en mente la idea del su***dio sería hablar de este asunto en los medios, quitarle el adjetivo de tabú y normalizar su tratamiento. Seguramente evitaría muchos casos , mucho sufrimiento inútil al que está pensando en llevarlo a cabo y el intenso e inmenso dolor que padecerán las familias después.

Las razones que argumentan quienes están en contra de hacerlo público van en la idea de que la ocultación consigue evitar conductas de imitación , pero ¿se han parado a pensar en cuántas personas se beneficiarían de poder expresar libremente el sufrimiento que padecen?, ¿el alivio que les supondría ser escuchados y comprendidos en su tristeza?, ¿la posibilidad de dejar atrás esa carga emocional?. Y tener la oportunidad de conocer que, como bien ha escrito una forera, el su***dio es la solución definitiva a un problema temporal .

Muchos lunes por la mañana- abundan los lunes- alguno de mis compañeros que acude en tren al trabajo llama para decir que se retrasará porque hay obras o tareas de mantenimiento en la vía. Es lo que oficialmente se dice cuando alguien se ha arrojado al tren.
 
El Dios salvaje. El duro oficio de vivir - Al Alvarez
Carlos Bernatek


Al Alvarez (nacido en Londres en 1929) era crítico de poesía en el Observer de la capital inglesa cuando se vinculó con el poeta Ted Hughes y su esposa Sylvia Plath, la fantástica poetisa estadounidense que entonces iniciaba su carrera. La proximidad con Plath le permitió seguir de cerca no sólo la evolución estilística y formal de la autora, sino también el trágico periplo que la llevara al su***dio. "El dios salvaje" (Editorial Norma, 1999, traducción de Marcelo Cohen) se propone, en un particular tono ensayístico, una aproximación a la temática del su***dio no desde un abordaje meramente científico o técnico sino, como lo manifiesta el autor en el prefacio, "desde la perspectiva de la literatura, para ver cómo tiñe el mundo imaginativo de los creadores".




Es así como a la luz de "El mito de Sísifo", de Albert Camus; "El su***dio, un estudio sociológico", de Emile Durkheim, y "su***dio e intento de su***dio", de Erwin Stengel, obras rectoras de su texto, A. Alvarez indaga el tema desde la mitología griega, el imperio romano, el cristianismo primitivo, la edad media, el renacimiento, el racionalismo, el romanticismo, el dadaísmo, en una intensa (y a veces anárquica) sucesión hasta llegar a los autores contemporáneos. Desplegando una erudición que no mella la coloquialidad del ensayo, Alvarez brinda un amplio espectro del tema desde lo sociológico, apuntalado por permanentes citas y acápites, más una detallada bibliografía en su apéndice de notas.


Pero la historia persistente que inicia el libro _y en esto cabe acotar que el autor es también novelista_ es la de Sylvia Plath, que sobrevuela permanentemente el texto por su violenta intensidad. Pareciera, por momentos, que se trata de dos libros subsumidos en uno, porque A. Alvarez _frustrado suicida_ declara en el prefacio: "Sólo después de que Sylvia se quitara la vida me di cuenta de que, por más quee yo estuviera convencido de comprender el su***dio, no sabía nada de ese acto. Este libro es un intento por descubrir por qué suceden ese tipo de cosas". Esta fuerte impresión y la empatía que el autor establece con la poeta (también como Alvarez, novelista), dan origen a este libro duro e interesante.


Plath, autora entre otros de "El coloso", "La campana de cristal" y "Estudios del natural", ilumina el prólogo de "El dios salvaje", donde A. Alvarez describe su historia con una proximidad entrañable, magníficamente ejemplificada con fragmentos de los poemas de Plath. El crescendo del proceso de deterioro personal que coincide con la mayor brillantez y despojamiento en la poética de la autora, está descripto de un modo magistral. Alvarez señala: "La autoridad de su poesía reposaba en una valerosa insistencia en seguir el hilo de la inspiración hasta la cueva del minotauro". Tampoco elude el autor un íntimo remordimiento por haber abandonado a Plath en su momento de mayor flaqueza, ante lo que podría mencionarse como la crónica de un su***dio anunciado. La descripción de los patéticos detalles de la consumación torna conmovedor y sincero al relato en que Alvarez se compromete hasta el extremo de la desesperación.


El ultraje histórico


En los capítulos siguientes, "Las premisas", "Falacias" y "Teorías", el libro parece recomenzar desde otro lugar más distante, abundando en la reseña histórico- sociológica y estadística, en fundadas opiniones que apuntalan el carácter ensayístico del texto crítico, pero sin abandonar la narratividad que caracteriza al novelista. Alvarez describe en detalle el desvarío y el ultraje histórico ante las condenas a que eran sometidos aún los cadáveres de los suicidas; abunda sobre el origen de la condena religiosa, política, social y económica a los suicidas y sus familiares, como la motivación supersticiosa y primitiva de esta persecución. Señala el autor innumerables ejemplos, remarcando el primer su***dio literario: el de Yocasta, madre de Edipo, para denotar luego las condenas pitagórica y aristotélica, tanto como las justificaciones socrática y platónica. Rebate el autor infinidad de teorías y supuestos que se han desarrollado a modo de justificaciones explicativas en cambiantes períodos de la historia. En el capítulo titulado Los sentimientos, desarrolla la cuestión más literaria y biográfica abordando de Voltaire a Pavese, pasando por Dostoievsky, Auden, Conrad, Artaud, Camus.



En Dante y la Edad Media, Alvarez desarrolla el concepto del castigo y la persecución al suicida, la mutación del tema del pecado y la condenación en el medioevo. "Yo levanté en mi casa mi cadalso", apostrofa el Dante, en tanto el autor señala: " Lo que la Iglesia condena no hay poesía que pueda exonerarlo ".



John Donne y el Renacimiento, prosigue con los saltos temporales del autor. Luego de enumerar los catorce suicidios en ocho obras en que abunda Shakespeare, relata la peripecia de Donne, pariente de Tomás Moro, quien escribe en 1608 "Biathanatos", la primera defensa inglesa del su***dio en una suerte de existencialismo cristiano primigenio, precursor de Kierkegaard. El capítulo finaliza con Robert Burton, autor suicida de "Anatomía de la melancolía" (1621), best seller de su tiempo, que junto con Donne replantean el tema contra el prejuicio de la época. En un mismo registro, Alvarez frecuenta a Cowper, Chatterton (el suicida literario más celebre de la historia), Hume ("Para el universo, la vida de un hombre no es más importante que la de una ostra"), Coleridge, el Werther de Goethe, Byron, Keats y otros autores destacados, para arribar a dadá y el surrealismo, Eliot y Maiacovsky y, en apretada síntesis, de nuevo a Plath.



En el epílogo, titulado "Abandonarse", Alvarez hace una pormenorizada descripción de su propia experiencia ante el su***dio en un análisis puntual de su intento fallido. Resurge en este tramo de la obra su identificación con Plath. La narración de tono descarnado, distante diez años en el tiempo del relato, elude todo efectismo, conmiseración o golpe bajo, llevando la exposición personal a un sitio impensado para un ensayo temático. Y es tal vez esta mirada reflexiva la que gobierne la originalidad de este libro atípico

Al Alvarez

El Dios salvaje (fragmento)

" Cuando yo iba al colegio había un profesor de física, inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en broma del su***dio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado.
(...)
Después de todo esto debo admitir que soy un suicida frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, no hay nada más fácil que quitarse la vida.
(...)
Yo preparé el acto cuidadosamente, durante largo tiempo, con una suerte de pertinacia ciega. Tal constancia tenía como centro único de mi vida que todo lo demás se volvió irrelevante, mera diversión. Todo arrebato esporádico de trabajo, todo éxito o decepción menor, cualquier momento de relajación y calma parecían apenas una pausa temporaria en un firme descenso por capa tras capa de la depresión, como el de un ascensor que parase un instante camino al sótano. En ningún punto se me ocurrió bajarme o cambiar la dirección del viaje. Y a pesar de todo nunca lo hice.
(...)
Ya no me consideraba infeliz; sólo "tenía problemas". Manera esta optimista de decirlo, ya que los problemas implican soluciones, mientras que la infelicidad es una condición vital con la cual hay que convivir, como el mal tiempo. Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o infeliz; ya no existían "problemas" ni "el problema de los problemas". Y eso en sí ya era el comienzo de la felicidad. Hoy parece ridículo haber aprendido tal perogrullada de una forma tan dura, haber tenido casi que morir para poder crecer. "


Pero es que el efecto "contagio" está muy bien documentado. Hay pueblos donde se han suicidado una docena de chicos todo porque empezó uno y le hicieron una eulogía en el periódico o algo. Hay varios ejemplos y por eso los medios se abstienen de comentar. Desgraciadamente parece ser que el su***dio es contagioso :(:cry::cry:

Las cifras de suicidios tan altas pese a que la sociedad lo calle evidencia que quien desea morir lo hace o por lo menos lo intenta, ya que matarse no es tan facil...Se ha pasado de la criminalización a la psiquiatrización sistemática negando la capacidad de llibre albedrio de una persona para decidir sobre su vida. Uno no pide nacer, a veces la vida, aunque sea por tus propias decisiones erroneas, te pone en callejones sin salida que hipotecan el resto de tu vida, pueden no ser "problemas temporales".. lo que está claro es que hay que pensarselo mucho porque ante un intento de su***dio fallido la sociedad estigmatiza al sujeto, no le ofrece respeto ni comprensión, el entorno se aleja como de un apestado. En cierto modo, la sociedad mira hacia otro lado para liberarse del sentimiento de culpa por haber permitido que una persona se sienta asi.
 
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pina pellicer


nos cautivo a todos la actriz mexicana Pina pellicer ( nombre artístico) con su interpretación en el rostro impenetrable al lado de marlon brando. ¿ pero que fué de ella después de tan soberbia interpretación? la verdad es que tuvo una vida desgraciada.
Josefina Yolanda Pellicer López de Llergo (1934 – †1964), profesionalmente conocida como Pina Pellicer, fue una actriz mexicana, famosa principalmente por su papel de Luisa en la película dirigida por marlon brando, el rostro impenetrable(One-Eyed Jacks).
Pina Pellicer nació en la mexico df siendo hija de cesar pellicer abogado, y su madre pilar caballero. Su tío carlos pellicer fue un poeta de la generación de Los contemporáneos. De los siete hermanos restantes, la hermana menor pilar es conocida sobre todo por los papeles de actriz en numerosas telenovelas; otra hermana menor, ana es escultora y la coautora de la biografía de Pina Pellicer publicada en 2006.
El primer papel de Pina Pellicer fuera de México fue la producción de paramount pictures de título el rostro impenetrable(One Eyed Jacks). En la película Pellicer interpretó a Luisa, hijastra de karl maden y amante de marlon brando. La actriz mexicana katy jurado interpretó a la madre de Luisa. La producción de la película se retrasó mucho, y el director originalmente previsto stanley kubrick abandonó junto con el guionista sam pekimpap, dejando a Marlon Brandon la dirección, esta fue la única vez que el actor dirigió una película. Aunque la película se inició en 1958, no se presentó hasta 1961. Su repercusión en Europa fue muy buena, de tal modo que en julio de 1961 recibió la concha de oro en san sebastian. Pina Pellicer fue comparada con audrey hepburn. En los Estados Unidos la respuesta no fue tan positiva y solo recibió la nominación a charles lang.
La primera película con la que Pina Pellicer llegó a las pantallas fue la producción mexicana macario, en el año 1960. Pellicer interpretó la esposa de su compañero de reparto ignacio lópez tarso. Macario fue la primera producción mexicana nominada para los Óscar de la Academia en la categoría de mejor película en lengua extranjera perdiendo finalmente frente a la película de ingmar bergman el manantial de la doncella(Jung Frukällan). Después de Macario, participó en dos películas mexicanas más tituladas, días de otoño, producida en 1963, y el pecador, estrenada después de su fallecimiento en 1965. Durante su participación en el festival de san sebastian conoció al director español rafael gil el cual la invita a participar como actriz principal en la película rogelia filmada en asturias, paris y madrid y producida en 1962. Junto a sus actuaciones en películas participó también en episodios de la televisión mexicana y norteamericana como el fugitivo (episodio "Smoke Screen" de 1963) y la hora de alfred hitchcock (Episodio "The Life Work of Juan Díaz" de 1964; escrito por ray brabbury).
Hitchcock hablaba maravillas de ella, y quería rodar una película con ella de protagonista, pero se suicido a los 30 años en 1964.
"Seres como yo deberían tener la libertad de morir en el momento en que la tristeza empezara a invadirlos porque, los seres como yo, somos seres débiles, incapaces de decirle no a la tristeza, no a la vida, nos dejamos llevar, nos dejamos vivir, nos dejamos morir por la tristeza", escribió Pina Pellicer en su diario, sin fecha alguna. esto lo escribió ella.



En una nota periodística de 1964, publicada por Héctor Pérez Verduzco, y que los autores recopilan, se muestra la admiración del director inglés por la actriz mexicana: "Para él era una actriz en toda la extensión de la palabra. Le hablaba por teléfono desde Hollywood para saludarla o solicitar todos sus servicios. Inclusive, Pina estaba en los planes del mago del suspenso para películas futuras".

Los hechos ocurrieron en un viejo edificio de departamentos de la colonia Roma, ubicado en la calle de Pachuca, 131. Pina vivía en el departamento 1 del primer piso, hasta donde el día 11, es decir al día siguiente, llegaron en primer lugar el cineasta Salomón Laiter, gran amigo de la actriz, así como Lonka Becker, quien era su representante.
De acuerdo con lo declarado por Laiter, ese mismo día recibió una carta de Pina, que le hizo sospechar que estaba por tomar una determinación suicida.
En la misiva a Salomón, indicaba, “sé que tú entenderás mi cansancio. No puedo decirte más, ya que tal vez nunca hubiera llegado a la desilusión total, creo en los seres humanos, sobre todo en los que me quieren y siento defraudarlos, pero no puedo más”. El cinedirector decidió ir a casa de la actriz en compañía de Lonka. Pidieron a la portera abriera el departamento, cuya puerta tuvo que ser forzada. El olor desagradable y penetrante que surgió del interior confirmó el temor de no encontrarla con vida. Habían llegado 14 horas tarde.

La policía se presentó de inmediato junto con el agente del Ministerio Público que levantó el acta correspondiente. De acuerdo con los peritos y al médico legista, Jesús Cárdenas, el cuerpo de la protagonista de Días de otoño estaba en “posición de cúbito dorsal izquierdo, con la cara bajo sus manos empalmadas, vestía una pijama de seda blanca, de dos piezas”.
El parte médico fue “muerte por sobredosis de barbitúricos, el cuerpo de la señorita Pellicer presenta manchas azulosas (cianóticas) en el cuello, tórax y abdomen, características del envenenamiento. No se debió a ningún hecho violento, pues no presenta señales de traumatismos”. En el Ministerio Público de la octava delegación declararon Salomón Laiter, Lonka Becker, Pilar, también actriz, y Manuel, hermanos de Pina.
En los medios de información de inmediato surgieron especulaciones sobre la fatal decisión de la actriz, por un lado se dijo que la falta de trabajo, a pesar de sus éxitos fílmicos, le causaron fuerte depresión. Por otro, que su enamoramiento de Marlon Brando, quien la llevó a trabajar a su lado en la cinta El rostro impenetrable, le provocó gran decepción al ser rechazada por el famoso actor.

Hermosa escena de la película...El personaje de Brando lo hace como parte de su venganza a su enemigo, de quien ella es hijastra, pero deriva en una hermosa historia de amor. El papel de Luisa es precioso.




Una película preciosa, premiada en el Festival de San Sebastian




Se dijo también que el fallecimiento de su padre ocho meses antes, le había afectado profundamente.

Tayde Pellicer dice convencida que el su***dio de su hermana, “no fue por una decepción sentimental, más bien fue por una decepción de la vida. Ello a pesar de que su futuro era más promisorio, con una carrera sólida”. Aseguró que el supuesto romance con Marlon Brando fue un rumor, “sólo eran estupendos amigos”. Trabajaron juntos en 1961 y su su***dio ocurrió en 1964.
Sus compañeros recuerdan, que a veces andaba de muy buen humor, pero repentinamente cambiaba su carácter alejándose de todos.
Laiter abundó en sus declaraciones señalando que varios meses atrás, venía anunciado su intención de quitarse la vida. Y ciertamente, Pina según palabras de su hermana Tayde, fue siempre una persona depresiva, que desde muy joven decidió irse a vivir sola.
A las 13 horas del 13 de diciembre de 1964 el féretro con los restos mortales de Pina Pellicer fue depositado en su tumba del lote de actores del panteón Jardín. Varios de sus compañeros y amigos le acompañaron a su última morada. Su carrera presagiaba inusitado éxito a escala mundial, pero ella misma decidió interrumpirlo abruptamente, lo mismo que su existencia.
 
@Gladia: muchas gracias por tus aportaciones. Me haces pensar que, tal y como evidencias estudiosos del tema, detrás de una personalidad suicida no sólo existen problemas psicológicos, sino que también hay otras personas que no desean vivir, así de simple. Y que ante el su***dio la sociedad mira para otro lado , con tal de evitar enfrentarse a la culpa, ¡qué cierto es!.
 
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