Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar

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La historia de amor entre Sor Juana Inés de la Cruz y la virreina de México
VANIDADES13 JUNIO, 2018
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Un amor lleno de poesía y conocimiento

Juana de Asbaje o Juana Ramírez, nacida en 1648 en al población mexicana de Nopantla y fallecida en 1695 en la Ciudad de México, fue una niña prodigio y una mujer de portentoso talento.

Juana dedicó su vida al estudio y la escritura, a pesar de las muchas dificultades que había para las mujeres en su época. Se hizo monja no por vocación divina, sino para cubrir la necesidad que tenía de alimentar su conocimiento. Gracias a su determinación, la mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, se convirtió en una de las más grandes escritoras y en una mujer que inspiró respeto y admiración a causa de su lucha por la igualdad de las mujeres.

A pesar de que la vida de Sor Juana ha sido cientos de veces analizada por historiadores, hoy sale a la luz un romance que mantuvo en secreto con la virreina de México: María Luisa Gonzaga Manrique de Lara.

?Un amar ardiente? es el título de la obra, que la editorial Flores Raras lanzará, bajo la coordinación de Sergio Téllez-Pon, en el que se compila una antología de los poemas más íntimos de Juana de Asbaje. Esta obra es un análisis del afecto mutuo que sentían la monja y la virreina de México, María Luisa Gonzaga Manrique de Lara.

"Muchos estudiosos y aficionados de la obra de sor Juana han coincidido en que la relación entre la monja y la virreina fue más allá del «incienso palaciego», pero solo algunos se han dedicado a reunir o a publicar los poemas como testimonios de esa relación. Entre los pocos que lo han hecho, en España está Luis Antonio de Villena, quien seleccionó un romance (núm. 21) de la monja mexicana en Amores iguales. Antología de la poesía gay y lésbica, sin embargo, en su nota de presentación De Villena no hace referencia a la pasión por María Luisa y tampoco es uno de los poemas más intensos o representativos de la relación entre la monja y la condesa
?, escribe Téllez-Pon en la introducción del libro.

  • ¿Cómo se enamoraron Juana y la virreina?
La virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara fue protectora y promotora de Sor Juana Inés de la Cruz cuando se convirtió en escritora y luchadora incansable por la igualdad de género. Ambas compartían los mismos principios pero, sobre todo, ambas sabían la importancia de respetar los derechos de las mujeres.



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Su entrañable amistad poco a poco comenzó a levantar rumores sobre una supuesta relación entre ambas. Por obvias razones, la pareja nunca pudo aceptar su amor en público por el temor de ser fuertemente juzgadas.

En entrevista para el diario El País, Sergio Téllez-Pon explica que existen casi 50 poemas y sonetos escritos por Sor Juana y dedicados a María Luisa que confirman su romance.

Uno de ellos es el siguiente (Lisi es uno de los nombres con los que sor Juana Inés de la Cruz se refería a la virreina):

"Yo adoro a Lisi, pero no pretendo

que Lisi corresponda mi fineza;

pues si juzgo posible su belleza,

a su decoro y mi aprehensión ofendo.?

En ese soneto, sor Juana deja claro que ama a la monarca, no importa si es correspondida o no, pero le expresa su sentir y, sobre todo, sabe que este amor no puede ir más allá.

Incluso, en uno de sus escritos, Sor Juana da a entender que no quiere consumar su amor, pues ella obedece sus votos de castidad y, por otra parte, la jerarquía de la condesa no le permitiría mantener una relación sexual con una plebeya.

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Sor Juana Inés de la Cruz, exponente literario y educativo del Siglo de Oro español
La religiosa mexicana fue una erudita autodidacta que desafió los privilegios de los hombres y se convirtió en una de las escritoras más prolíficas del siglo XVII

En el México del siglo XVII, entonces conocido como Nueva España, el acceso a la educación y la curiosidad por el aprendizaje eran dos aspectos celosamente reservados y guardados por el clero masculino que, una vez más, excluía a las mujeres. Mucho antes de la lucha de clases y de los derechos universales, una mujer, religiosa para más señas, sor Juana Inés de la Cruz, eligió desafiar esta situación de desigualdad y lo hizo con las mismas armas: la educación, la erudición y la escritura.

Tanto destacó sor Juana Inés de la Cruz en el campo literario que, 322 años después de su muerte, su trabajo y su legado siguen siendo reconocidos a nivel nacional e internacional a pesar de no tenerlo nada fácil, ya que tuvo que enfrentarse hasta con los religiosos con quienes convivió porque no se veía bien que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.

Sobre Juana Inés Ramírez de Asbaje y Ramírez de Santillana, que era su verdadero nombre, no está clara la fecha de su nacimiento, aunque se cita como más probable el 12 de noviembre de 1651, si bien hay fuentes que fijan la fecha en 1648. Fue hija de la criolla Isabel Ramírez y del capitán de origen vizcaíno Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, quienes se conocieron en San Miguel Nepantla, Estado de México, y donde nacieron sus tres hijas: María, Josefa y Juana
Inés.

Sor Juana Inés de la Cruz fue una niña prodigio, ya que aprendió a leer y a escribir a los tres años, a los ocho ya escribió su primera loa eucarística y aprendió latín en solo 20 lecciones. Estudiaba en la biblioteca de su abuelo en la Hacienda de Panoayan, algo de por sí ya llamativo en un tiempo en el que las mujeres no tenían acceso a la educación ni a la cultura.

En 1659 se trasladó con su familia a la capital mexicana, donde ya destacaba por su talento y precocidad. A los 14 años, la adolescente Juana Inés fue nombrada dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Por sus aptitudes, fue apadrinada por los marqueses de Mancera y brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad para componer poemas.

A pesar de la fama que ya tenía Juana Inés, en 1667 ingresó en un convento de las Carmelitas descalzas de México, al parecer invitada por su confesor, el poderoso jesuita Antonio Núñez de Miranda. Sin embargo, solo estuvo cuatro meses y lo abandonó por problemas de salud. Dos años después ingresó en un convento de la Orden de San Jerónimo, donde realizó los votos perpetuos y permaneció el resto de su vida. Atendiendo a sus escritos, parece que pudo más el convento a la vocación matrimonial para poder seguir disfrutando y cultivando sus aficiones intelectuales: "Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”, escribió.


Su celda se convirtió en punto de encuentro y reunión de escritores, poetas, filósofos e intelectuales de la época, incluidos el nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quienes le unió una profunda amistad. En ella también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca con más de 4.000 volúmenes gracias a los cuales adquirió conocimientos de teología, astronomía, pintura, lenguas, filosofía,… compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.

Durante una década sor Juana Inés de la Cruz aprendió rodeada de lo más granado de la cultura mexicana masculina y poco a poco moldeó su estilo de escritura, que varió de lo filosóficamente serio a irreverentemente cómico, muy al límite de lo profano.

Una primera enfermedad del tifus la puso en verdadero peligro en 1671, pero su buena relación con la Corte le permitió contar siempre con todo tipo de ayuda y le facilitó escribir más cada día. En 1676 se publicaron algunos de sus villancicos que continuaría escribiendo hasta 1691.

En 1680 compuso el ‘Arco Triunfal del Neptuno’, alegórico de sus virreyes amigos, los marqueses de la Laguna. A partir de este momento, la fama de sor Juana y su madurez en las letras van llegando del mismo modo que los apoyos económicos para sus proyectos personales y conventuales.

Los poemas de sor Juana Inés la iban consagrado más que como monja como una poeta de la vida, del amor y de los requiebros de los desamores, pero además de su poesía, escribió dos comedias de teatro, 'Los empeños de una casa'y 'Amor es más laberinto'.

En 1690 los escritos de sor Juana Inés fueron tachados de demasiado mundanos, por lo que el obispo de la ciudad de Puebla le aconsejó que se centrara en la religión y dejara los asuntos seculares a los hombres. La contestación de sor Juana fue escribir ‘La Respuesta a sor Filotea de la Cruz’, un manifiesto que defiende el derecho de la mujer a la educación y en el que citó a un famoso poeta aragonés para reivindicar el papel femenino en el conocimiento y la educación: “Uno puede perfectamente filosofar mientras se cocina la cena”.

'La Respuesta' es también una bella muestra de la prosa de sor Juana Inés y contiene abundantes datos biográficos a través de los cuales podemos concretar muchos rasgos psicológicos de la religiosa. Sin embargo, a pesar de la contundencia de su réplica, la crítica del obispo de Puebla la afectó tanto que vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinando lo obtenido a beneficencia y consagrándose por completo a la vida religiosa.

El 8 de febrero de 1694 Sor Juana Inés de la Cruz ratificó sus votos religiosos, pero el 17 de abril de 1695, a las tres de la mañana, murió víctima de la enfermedad epidémica de la época, el tifus. Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia que asoló México ese año.

Sor Juana Inés de la Cruz fue sepultada en el coro bajo de la iglesia del templo de San Jerónimo, donde en la actualidad se asienta la Universidad Claustro de Sor Juana, en esta capital.

Gracias a sor Juana Inés de la Cruz, cuya obra sigue vigente y siendo una referencia, la poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante y al mismo tiempo introdujo elementos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII.
https://elpais.com/cultura/2017/11/12/actualidad/1510492770_526224.html
 
En que da moral censura a una rosa

Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida

de tu caduco ser das mustias señas,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!

Sor Juana Inés de la Cruz
 
De amor, supuesto antes en sujeto indigno

Cuando mi error y tu vileza veo,
contemplo, Silvio, de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.

A mi misma memoria apenas creo
que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.

Yo bien quisiera, cuando llego a verte,
viendo mi infame amor poder negarlo;
mas luego la razón justa me advierte

que sólo me remedia en publicarlo;
porque del gran delito de quererte
sólo es bastante pena confesarlo.


Sor Juana Inés de la Cruz
 
Procura desmentir los elogios

Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:

es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;

es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Sor Juana Inés de la Cruz
 
Poema "Esta tarde mi bien"
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
Sor Juana Inés de la Cruz
 
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