Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar

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Sor Juan Inés de la Cruz - ABC
Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar
Mártir del conocimiento, según Amado Nervo, es la figura literaria más importante del Barroco mexicano. Ingresó en un convento para escapar del matrimonio

No es frecuente que, en estos tiempos, las carreras universitarias consigan despertar el interés de los alumnos más que apagarlo, pero, mientras cursaba mi grado en Lengua y Literatura Españolas–nombre desafortunado para referirse a la antigua Filología Hispánica–, me conmovió profundamente la historia de Sor Juana Inés de la Cruz, la figura literaria más importante del Barroco mexicano y, posiblemente, del Barroco de toda Hispanoamérica. E igual que me conmovió entonces el que la misma mujer que escribió el célebre poema «Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón…» acabara convencida de que, como mujer, no debía escribir, ahora me sorprende con la misma intensidad el silencio del feminismo hacia los silencios de sor Juana.

Juana de Asbaje y Ramírez nació entre 1648 y 1651 cerca de la ciudad de México, nueva España. Hija ilegítima de una mujer criolla, la propia sor Juana nos cuenta cómo aprendió a leer con apenas tres años, siguiendo a su hermana mayor a la escuela de lectura para niñas. La maestra que comenzó a enseñarle siguiéndole su juego muy pronto descubrió las aptitudes de la niña. Lo que comenzó como una travesura pronto se convirtió en la llave que le abrió a Juana la puerta de la sabiduría. Con ocho años Juana quería que la enviaran disfrazada de hombre a la Universidad, pero su madre, prudentemente, la envió a México con unos parientes. Juana leía y estudiaba por su cuenta cuantos libros caían en sus manos. Consciente de que necesitaba saber latín para acercarse al saber de los clásicos, se cortaba cuatro o seis dedos el cabello y si cuando le volvía a llegar hasta el punto en que se lo había cortado no se sabía la lección, se lo volvía a cortar en pena de rudeza, que no le parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias. Cerca de los dieciséis años se había convertido en una jovencita hermosa, lúcida y cuya fama de sabia llegó a los oídos del virrey, el marqués de Mancera, que la llamó a la corte para que sirviera como dama de compañía de su esposa, la marquesa Leonor. Allí fue sometida a una científica lid en la que cuarenta profesores universitarios de distintas disciplinas la examinaron. Después de verla desembarazarse con total soltura de las preguntas, argumentos y réplicas, el marqués afirmó que parecía un galeón real defendiéndose de pocas chalupas.

En 1669 Juana ingresó en el convento de San Jerónimo. De su Carta de respuesta a su confesor, el padre Núñez de Miranda, y de su famosa Respuesta a sor Filotea es fácil extraer que no ingresó en el convento por vocación religiosa, sino para escapar al matrimonio. Ella era consciente de que en el convento iba a tener las distracciones propias de la vida religiosa, pero consideró que era el mejor camino para seguir estudiando. Mártir del conocimiento, como ha dado en llamarla Amado Nervo, no siempre fue fácil. En la Respuesta menciona cómo la superiora fue la primera en perseguirla y prohibirle estudiar durante tres meses y ella obedeció, pero solo en cuanto a no tomar libro […] porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crio, sirviéndome ellas de letras y de libro toda esta máquina universal. Y así su celda se convirtió en centro del saber de su época. En ellarecibía la visita de los virreyes, los marqueses de Mancera primero, los de la Laguna después, con los cuales también entabló una estrecha amistad. Su relación con la marquesa María Luisa, la Lisi de sus versos, nos ha dejado algunos de los más hermosos poemas amorosos del Barroco español. Siguiendo los cánones amatorios impuestos por el amor cortés y la lírica petrarquista, los poemas de sor Juana dirigidos a la marquesa desprenden un lirismo que nos traspasa y nos hace preguntarnos de inmediato acerca de la naturaleza de ese amor. Ríos de tinta hay escritos sobre ello, sin que la crítica se ponga del todo de acuerdo sobre si se encuentra dentro de las fórmulas habituales hacia los benefactores o si las excede. Tal vez por su estrecha amistad, tal vez porque al ser dos mujeres se les permitía una mayor libertad y acercamiento, lo que se observa es una pasión que desborda la simbología de la época, aunque lo haga en un plano estrictamente platónico. Ser mujer, ni estar ausente, / no es de amarte impedimento, / pues sabes tú que las almas / distancia ignoran y s*x*.

sor Juana Inés, nuestra poeta alcanzó su momento de mayor fama y reconocimiento. La publicación de Inundación castálida recibió un sinfín de alabanzas de escritores y literatos españoles. Pero en México la situación no era tan positiva. Al frente de la iglesia estaba el arzobispo Aguiar y Seijas, misógino exacerbado. Su posible enemigo, el obispo Fernández Santacruz, amigo de sor Juana, le pidió a la monja que escribiera una crítica a un sermón de un jesuita amigo del arzobispo: La cartaAthenagórica. Este texto de sor Juana se publicó acompañado de una carta firmada por una tal sor Filotea, una figura tras la cual parece ser que se escondía el propio Fernández Santacruz. Esta carta en la que se criticaba que sor Juana no limitara su ingenio a escribir sobre materias religiosas dio pie a la poeta a escribir la Respuesta a sor Filotea, que se podría considerar el primer escrito feminista de América. En él sor Juana menciona a mujeres sabias de la historia y de la biblia, como Santa Catalina o la mismísima Hipatia de Alejandría, con la que llega a sentirse identificada; critica las envidias de que es objeto y reivindica el derecho a la mujer al estudio y al conocimiento.

Esta Respuesta inició una polémica cuya violencia difícilmente pudo prever Juana. Con sus protectores en España, el nuevo virrey debilitado por unos motines, el abandono de Fernández Santacruz y los ataques misóginos de Aguiar y Seijas, sor Juana se fue quedando aislada y sola. Octavio Paz nos dibuja nítidamente el asedio que debió de sufrir. Vendió su biblioteca —sus más de cuatro mil libros—, suplicó al padre Núñez que volviera a ser su confesor y, finalmente, en 1692 dejó de escribir. En 1695 murió al atender a sus hermanas en una epidemia. Murió, aunque de algún modo ya había muerto antes, con su renuncia, con su silencio.

Algunos autores han querido ver en esta renuncia un mero gesto para salvarse de la Inquisición. Se apoyan en el espíritu rebelde y combativo de sor Juana y en que ha aparecido un inventario según el cual encontraron en su celda ciento ochenta libros. Es más fácil admirarla así, indomable, invencible. Pero ese inventario no aclara cuándo fue realizado, y su biógrafo, Calleja, señala que no dejó en su celda más que tres libritos de devoción y muchos cilicios y disciplinas. ¿Conversión entonces? Tal vez, aunque cuesta creer en una posible llamada de la fe en una persona que ha reiterado que se hizo monja para que le estorbasen lo menos posible en el estudio. Queda una última explicación que haría su silencio aún más terrible, la explicación por la que el feminismo la ha olvidado: la convencieron, la rompieron, dominaron su espíritu y la llenaron de sentimientos de culpa. Su rendición no fue un acto exterior, sino interior. Incapaz de luchar contra todos, terminó creyéndose culpable de los males de su país, culpable del pecado de elación, de vanidad, culpable de querer leer y escribir y defender con su alma la igualdad de las mujeres. Y así las últimas palabras escritas en su testamento fueron las que me parten el alma: «yo, la peor de todas».

https://www.abc.es/cultura/libros/a...s-pudieran-estudiar-201808120018_noticia.html
 
La poesía de Sor Juana Inés de la Cruz

Aunque su obra parece inscribirse dentro del culteranismo de inspiración gongorina y en ocasiones en el conceptismo de Quevedo, tendencias características del barroco, el ingenio y originalidad de Sor Juana Inés de la Cruz la han colocado por encima de cualquier escuela o corriente particular. Ya desde la infancia demostró gran sensibilidad artística y una infatigable sed de conocimientos que, con el tiempo, la llevaron a emprender una aventura intelectual y artística a través de disciplinas tales como la teología, la filosofía, la astronomía, la pintura, las humanidades y, por supuesto, la literatura, que la convertirían en una de las personalidades más complejas y singulares de las letras hispanoamericanas.

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Juana Inés a los quince años de
edad, antes de tomar los hábitos

En la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz hallamos numerosas y elocuentes composiciones profanas (redondillas, endechas, liras y sonetos), entre las que destacan las de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con "Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba" y "Detente, sombra de mi bien esquivo". En "Rosa divina que en gentil cultura" desarrolla el mismo motivo de dos célebres sonetos de Góngora y de Calderón, no quedando inferior a ninguno de ambos. También abunda en ella aquella temática ascética y mística que desde el renacimiento español había cuajado en obras cimeras como las de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz; en este grupo, la fervorosa espiritualidad de Juana se combina con la hondura de su pensamiento, tal como sucede en el caso de "A la asunción", delicada pieza lírica en honor a la Virgen María.

Sor Juana empleó las redondillas para disquisiciones de carácter psicológico o didáctico en las que analiza la naturaleza del amor y sus efectos sobre la belleza femenina, o bien defiende a las mujeres de las acusaciones de los hombres, como en las célebres "Hombres necios que acusáis". Los romances se aplican, con flexibilidad discursiva y finura de notaciones, a temas sentimentales, morales o religiosos (son hermosos por su emoción mística los que cantan el Amor divino y a Jesucristo en el Sacramento). Entre las liras es célebre la que expresa el dolor de una mujer por la muerte de su marido ("A este peñasco duro"), de gran elevación religiosa.

Mención aparte merece Primero sueño, poema en silvas de casi mil versos escritos a la manera de las Soledades de Góngora en el que Sor Juana describe, de forma simbólica, el impulso del conocimiento humano, que rebasa las barreras físicas y temporales para convertirse en un ejercicio de puro y libre goce intelectual. El poema es importante además por figurar entre el reducido grupo de composiciones que escribió por propia iniciativa, sin encargo ni incitación ajena. El trabajo poético de la monja se completa con varios hermosos villancicos que en su época gozaron de mucha popularidad.

El teatro y la prosa

En el terreno de la dramaturgia escribió una comedia de capa y espada de estirpe calderoniana,Los empeños de una casa, que incluye una loa y dos sainetes, entre otras intercalaciones, con predominio absoluto del octosílabo; y el juguete mitológico-galante Amor es más laberinto, pieza más culterana cuyo segundo acto es al parecer obra del licenciado Juan de Guevara. Compuso asimismo tres autos sacramentales: San Hermenegildo, El cetro de San José y El divino Narciso; en este último, el mejor de los tres, se incluyen villancicos de calidad lírica excepcional. Aunque la influencia de Calderón resulta evidente en muchos de estos trabajos (como la de Lope de Vegaen su compatriota Juan Ruiz de Alarcón), la claridad y belleza del desarrollo posee un acento muy personal.

La prosa de la autora es menos abundante, pero de pareja brillantez. Esta parte de su obra se encuentra formada por textos devotos como la célebre Carta athenagórica (1690), y sobre todo por la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), escrita para contestar a la exhortación que le había hecho (firmando con ese seudónimo) el obispo de Puebla para que frenara su desarrollo intelectual. Esta última constituye una fuente de primera mano que permite conocer no sólo detalles interesantes sobre su vida, sino que también revela aspectos de su perfil psicológico. En ese texto hay mucha información relacionada con su capacidad intelectual y con lo que el filósofoRamón Xirau llamó su "excepcionalísima apetencia de saber", aspecto que la llevó a interesarse también por la ciencia, como lo prueba el hecho de que en su celda, junto con sus libros e instrumentos musicales, había también mapas y aparatos científicos.

De menor relevancia resultan otros escritos suyos acerca del Santo Rosario y la Purísima, laProtesta que, rubricada con su sangre, hizo de su fe y amor a Dios y algunos documentos. Pero también en la prosa encuentra ocasión la escritora para adentrarse por las sendas más oscuras e intrincadas, siempre con su brillantez característica, como vemos en su Neptuno Alegórico, redactado con motivo de la llegada del virrey conde de Paredes.

A causa de la reacción neoclásica del siglo XVIII, la lírica de Sor Juana cayó en el olvido, pero, ya mucho antes de la posterior revalorización de la literatura barroca, su obra fue estudiada y ocupó el centro de una atención siempre creciente; entre los estudios modernos, es obligado mencionar el que le dedicó el gran poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. La renovada fortuna de sus versos podría adscribirse más al equívoco de la interpretación biográfica de su poesía que a una valoración puramente estética. Ciertamente es desconcertante la figura de esta poetisa que, a pesar de ser hermosa y admirada, sofoca bajo el hábito su alma apasionada y su rica sensibilidad sin haber cumplido los veinte años. Pero la crítica moderna ha deshecho la romántica leyenda de la monja impulsada al claustro por un desengaño amoroso, señalando además como indudable que su silencio final se debió a la presión de las autoridades eclesiásticas.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/juana_ines.htm
 
El amor sin tabúes entre sor Juana Inés de la Cruz y la virreina de México
Un libro reúne los poemas que la gran escritora barroca dedicó a su protectora, la condesa de Paredes
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Fue una niña prodigio y una mujer de portentoso talento. De madre criolla analfabeta y padre militar español, aprendió a leer a muy corta edad (cuentan que a los tres años) en el nada feminista siglo XVII y tuvo la osadía de consagrar su vida al estudio y la escritura y no a su marido y a su progenie. Para ello se hizo monja, primero carmelita y luego jerónima, no tanto por vocación divina como por necesidad de encontrar un espacio para sí misma y para dedicarse al conocimiento. Convirtió su celda en una gran biblioteca y en un punto de encuentro cultural. Fue una poeta intelectual, según Octavio Paz. Gracias a su determinación, la literatura tardía del Barroco, el Siglo de Oro de las letras en español, ganó una de sus escritoras más insignes y la lucha por la igualdad de las mujeres, a uno de sus referentes protofeministas. Fue Juana de Asbaje o Juana Ramírez, nacida en 1648 (puede que en 1651) en la población mexicana de Nepantla y fallecida en 1695 en la Ciudad de México, aunque muy pronto se la conoció como sor Juana Inés de la Cruz.

Ahora, un libro reúne algunos de sus poemas más íntimos. No se trata de una compilación al uso, sino una revisión de su obra a la luz del afecto mutuo que se profesaban la monja y la virreina de México María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, condesa de Paredes, protectora de la escritora y promotora de su obra tanto en México como sobre todo en España. Un amar ardiente es el título de la obra, que la editorial Flores Raras lanza la próxima semana, bajo la coordinación de Sergio Téllez-Pon. Es el compilador de la antología poética que versa sobre los desvelos amorosos de una escritora que empezó a darse a conocer muy joven con composiciones religiosas.

"Muchos estudiosos y aficionados de la obra de sor Juana", escribe en la introducción Téllez-Pon, "han coincidido en que la relación entre la monja y la virreina fue más allá del «incienso palaciego» pero solo algunos se han dedicado a reunir o a publicar los poemas como testimonios de esa relación. Entre los pocos que lo han hecho, en España está Luis Antonio de Villena, quien seleccionó un romance (núm. 21) de la monja mexicana en Amores iguales. Antología de la poesía gay y lésbica' (La esfera de los libros, Madrid, 2002), sin embargo, en su nota de presentación De Villena no hace referencia a la pasión por María Luisa y tampoco es uno de los poemas más intensos o representativos de la relación entre la monja y la condesa".

Poeta, ensayista, crítico y editor, Sergio Téllez-Pon (Ciudad de México, 1981) responde por correo electrónico a algunas preguntas formuladas por este periódico a propósito de la publicación el 3 de abril de la recopilación de la obra de sor Juana Inés de la Cruz, en la que confluye la sociedad de la Nueva España, el culteranismo de Góngora y la influencia de Quevedo y Calderón.

Pregunta. ¿Cómo surgió su investigación? ¿Y cuál fue su propósito?

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Fragmento del retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, Miguel Cabrera, ca. 1750 (Castillo de Chapultepec).

Respuesta. Surgió a partir de la muerte de Antonio Alatorre, eminente sor juanista y quien fue mi profesor en la universidad, específicamente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde junto con él leí la obra de sor Juana Inés de la Cruz. Él cuenta en su edición de 2009 de la Lírica personalde sor Juana que le habría gustado poner en un apartado todos los poemas que la monja le escribió a la virreina. Pero esto no fue posible porque no se lo permitieron en el Fondo de Cultura Económica (editorial mexicana). Así que yo retomé la idea y, en homenaje a él, lo hice pues, desde 1689 Francisco de las Heras, el secretario de la virreina y el primer editor de sor Juana, se propuso poner los poemas dispersos para que el lector no se pudiera dar cuenta bien a bien de cómo fue esta intensa relación. De manera que a lo largo de más de tres siglos no hemos podido leer esta veta de la poesía de sor Juana.

Mi propósito es invitar al lector que ya conoce la obra de sor Juana o que se acerca por primera vez, a que la lea sin una venda en los ojos, sin prejuicios ni tabús sexuales. Que lea cómo las relaciones humanas son lo mismo de apasionadas sin importar el género o la sexualidad de los enamorados.

P. ¿Cree que su visión sobre la relación amorosa y lésbica entre sor Juana Inés y María Luisa Gonzaga Manrique de Lara levantará ampollas entre la legión de seguidores de la escritora?

R. No lo creo, por fortuna, este tema ha sido estudiado por otros “sor juanistas”, lo que pasa es que esos estudios por lo general surgen en la academia, en las universidades, y allí se quedan. Lo que yo he hecho, por decirlo de alguna manera, es sacarlo del armario y sacarlo de las aulas y los cubículos de investigación. Ahora bien, para los muchísimos lectores de sor Juana será otra forma de leerla: justamente en eso consiste esta antología, en proponerle al lector otra forma de leer a la monja jerónima, sin espesos velos hagiográficos, es decir, haciéndola más humana, y por eso mismo sin prejuicios ni tabús sexuales. Estoy seguro de que así, leyéndola de forma más humana, sus innumerables lectores la sentirán más cerca y hasta más actual.

P. ¿En qué versos, en concreto, fundamenta su tesis?

R. ¡En muchísimos! Son casi 50 poemas dedicados o escritos tan solo para María Luisa pero va un ejemplo: [Lisi es uno de los nombres con los que sor Juana Inés de la Cruz se refería a la virreina]

"Yo adoro a Lisi, pero no pretendo

que Lisi corresponda mi fineza;

pues si juzgo posible su belleza,

a su decoro y mi aprehensión ofendo.

En ese soneto, sor Juana deja claro que ama a la condesa, no importa si es correspondida o no, pero le expresa su sentir y, sobre todo, sabe que este amor no puede ir más allá porque para que el deseo se mantenga vivo no debe realizarse, su consumación sería su propio fracaso. Es un tópico poético muy usado por los poetas: obstinarse en no saciar la sed, viajar sin llegar al destino, como Ulises, porque el viaje es la experiencia y llegar a Ítaca es la conclusión de todo lo que se aprende en el viaje. Sor Juana no quiere consumar su amor y es que tampoco puede porque por una parte, ella obedece sus votos de castidad y, por la otra, la jerarquía de la condesa no le permitiría mantener una relación sexual con una plebeya.

P. ¿Fue un amor platónico?

R. Al igual que Francisco de las Heras, Octavio Paz y Antonio Alatorre, creo que así fue: una relación intensa pero casta. Para enamorarte de alguien no necesitas llegar hasta la cama. Ahora existe el término “sapiosexual”, es decir, que te enamoras de la inteligencia de alguien más que de su cuerpo o de su estatus y, vaya, viéndolo retrospectivamente, creo que en el caso de sor Juana y María Luisa se enamoraron intelectualmente, pero se enamoraron al fin.

P. ¿Se sintió agobiada por el acoso de la condesa de Paredes?

R. Desde luego, María Luisa era una persona muy importante para ella, fue quien la ayudó a quitarse de encima al odioso padre Núñez de Miranda, quien la estimulaba creativamente, con quien compartía muchas cosas en común. Así que las muestras tiránicas de la virreina la agobiaban mucho. Cualquier señal, gesto tierno o desdén por parte de María Luisa la entusiasmaba o la agobiaba. Los enamorados de ahora nos molestamos porque la persona que amamos (que es alguien muy importante para nosotros) no nos contesta el móvil o nos deja con dos palomitas vistas en el Whatsapp y, bueno, eso también les pasó a ellas: cuando sor Juana no le escribía desde el convento, María Luisa se lo reclamó; y cuando la virreina la fue a buscar y no la encontró o la monja se negó a verla, se molestó muchísimo al grado de que tuvieron una pelea que llegó hasta las lágrimas de sor Juana. Y todo eso no lo digo yo: lo dice sor Juana en sus poemas, ella es la que va dejando las pistas de cómo fue su intensa pero fructífera relación con la condesa. El propósito de este trabajo también es que los poemas hablen por sí mismos, que en su contexto cuenten la historia de amor de estas dos mujeres pues no solo están los poemas de sor Juana, también incluyo los dos únicos intentos poéticos de la condesa que, aunque no son tan explícitos, creo que sí muestran un poco la admiración y la fidelidad que siempre le tuvo a la monja.

P. ¿Comparte la afirmación del prologuista, Ramón Martínez, de que la poesía de sor Juana Inés de la Cruz forma parte definitivamente del corpus literario más propio de las personas no heterosexuales? ¿Por qué?

R. Por supuesto. Otros estudiosos queer como Judith Butler y Didier Eribon han escrito que los gais tenemos un “canon alterno” de obras literarias que, dice Butler y la secunda Eribon, ayudaron a la creación de la identidad gay (ellos mencionan a autores en lengua inglesa y francesa, lógicamente, pues Butler es estadounidense y Eribon francés: Melville, Whitman, Wilde o Proust, André Gide, Jean Cocteau y Jean Genet). Y lo mismo se puede decir de los poemas amorosos de sor Juana. Lo que pasa es que en la lengua española nos hemos tardado en asumir y reivindicar a nuestros escritores gais para alimentar nuestra identidad y cultura gay. Espero que este libro sea el inicio para que otros estudiosos lo hagan con otros escritores gais del pasado: sería interesante sacar de las obras completas, la poesía homoerótica de Vicente Aleixandre, un poeta que pocas veces asume que el inspirador de sus versos es otro hombre o que ya sin el ojo de la familia, se puedan leer los poemas gais de García Lorca. Con Cernuda, por fortuna, la cosa es más fácil pues él fue el más radical de todos ellos: Cernuda fue como la sor Juana del 27: sin prejuicios, sin tabús, cantó siempre su amor por otro hombre.

P. ¿Y la opinión de Octavio Paz relativa a que sor Juan Inés estaba absorbida por la pasión del conocimiento, que, precisamente por ella, "tiene que neutralizar su s*x* para poder acceder al ansia de conocer"?

R. Bueno, Paz se refiere a que sor Juana tuvo que hacerse pasar por hombre para ingresar a la universidad y así saciar su sed de conocimiento, ¡pero es que hasta en eso fue muy radical esta monja! Querer estudiar, aprender, no era precisamente algo que se les permitiera hacer tan fácil a las mujeres durante el virreinato, así que ella se las ingenió para romper con ese supuesto. Y luego, tampoco entró al convento por ser muy beata o piadosa: si lo hizo, ella misma lo escribió, fue porque no quería que la casaran, tener que pasar sus días atendiendo a un marido y a los hijos: lo que ella quería era leer y aprender y el único lugar donde la podían dejar en paz para hacerlo era en un convento, así que allí fue a dar. Y finalmente, también rompió toda relación con el tiránico padre Núnez de Miranda en tiempos en que se creía que las mujeres eran inferiores intelectualmente y que para dar cualquier paso necesitaban del consejo de un hombre: romper con él fue otra de las muestras de su genialidad, de que ella sola se valía por sí misma. Fue así como rompió con los paradigmas de su s*x* (el “s*x* débil”, según la misógina definición de la RAE) en pos de su vida intelectual y también, por qué no, de su sexualidad.

https://elpais.com/cultura/2017/03/29/actualidad/1490761165_233141.html
 
Octavio Paz: "Sor Juana Inés de la Cruz se hizo monja para poder pensar"
El poeta mexicano presentó su libro en la Universidad Autónoma de Madrid

Sor Juana Inés de la Cruz es muchas cosas para la cultura en castellano, y aún será más después del libro que acaba de publicar Octavio Paz, y que se dedica a su persona, titulado Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, publicado por Seix Barral. Fue presentado ayer en la Universidad Autónoma de Madrid con una conferencia sobre esta mujer, que "tuvo que hacerse monja para poder pensar". El poeta mexicano dará mañana, a las doce del mediodía, un recital de sus poemas en el paraninfo de la Universidad de Barcelona.

Sor Juana Inés de la Cruz... es el fruto de ocho años de trabajo de este poeta y ensayista mexicano, y también, dice, "de la seducción que ejerce esta mujer particular, que es una intelectual orgánica en el sentido estrictamente gramsciano, que, como tal, termina enfrentándose a la ortodoxia y al poder en cuyo seno estaba integrada, y que sufre en sí misma la colaboración de la propia ideología con sus acusadores hasta llegar a autoacusarse".A Octavio Paz le sedujo "la perfección de la obra y el carácter enigmático de la vida" de esta curiosa monja, absolutamente consciente de ser mujer y completamente absorbida por una pasión inédita, la del conocimiento, que, precisamente por ella, "tiene que neutralizar su s*x* para poder acceder al ansia de conocer".


Pero el libro, denso y voluminoso, va siendo diseccionado por Octavio Paz, que cuida en su relato de mantener cierto suspense, porque, dice, "es como una novela la vida de esta mujer". El libro tiene, "de alguna manera, tres partes o tres grandes temas. Primero, el estudio de la sociedad mexicana de finales del siglo XVII, que coincide con la máxima decadencia española (es el reinado de Carlos II) y, al mismo tiempo, con el nacimiento de una nueva sociedad en México. Entonces es el espejo de España y, al mismo tiempo, algo muy distinto, una sociedad más joven, que justo entonces se podría haber abierto a la modernidad, pero que no se abrió".

Intelectual antes que nada
Después se pasa a "su biografía enigmática. Aunque sor Juana fue monja, no fue especialmente religiosa. Es una intelectual más que otra cosa. Pedro Salinas decía que, más que poetisa, es una scolar. Yo no creo lo mismo, pero sí que es una poetisa intelectual, una figura que se da muy poco en la literatura española. Es, por otra parte, una mujer bonita que vive en la corte y, sin embargo, decideprofesar. Y ahí hay un misterio. Hay quien dice que hubo una decepción amorosa; es posible. Yo creo que si profesó es porque no le quedaba más remedio".Descubre e interpreta Octavio Paz que "sor Juana era hija natural, lo que no se sabía hasta hace veinte años; no era una mujer rica y además no tenía vocación por el matrimonio. Su vida religiosa es absolutamente mundana: su celda (en realidad, dos pisos con una impresionante biblioteca y música y tertulias) es un centro de encuentros desde donde ella escribe poemas eróticos y comedias. De pronto publica una carta en la que critica el sermón de un jesuita portugués, a la que responde el obispo de Puebla con seudónimo de mujer, firmando Sor Filotea de la Cruz, lamentando, en suma, que se dedique a temas terrenos abandonando la espiritualidad y tocando el papel de la mujer, que, dice, no debe dejar de ser súbdita... Tres meses después, sor Juana responde a esta carta a su vez y defiende el derecho al saber por parte de las mujeres. A los dos años, tras una extraña llamada de Dios, vende sus libros, da el dinero a los pobres y firma con su sangre la renuncia a las letras. Muere año y medio más tarde en una epidemia".

Este extraño final ha sido leído, dice Paz, como una conversión por la mayoría; para algunos, mística; para otros, neurótica. "Yo creo", dice, "que es la solución final de un conflicto ideológico y político: el caso del intelectual libre en una sociedad cerrada y ortodoxa, por una parte, y la gravedad del tema cuando se trata, además, de la condición de la mujer". "Sor Juana", dice Paz, "termina siendo, sin darse cuenta, una feminista que pide que haya mujeres que puedan enseñar a las otras 'las ciencias terrestres' como condición para que puedan acceder a las celestes".



Castigar a la mujer
Por aquí enlaza Octavio Paz con una preocupación central de su investigación, siempre, y además, con ese meollo de la conciencia -a veces mala conciencia- del intelectual occidental desde la modernidad misma. "Sor Juana es una intelectual orgánica en el sentido de Gramsci, y hay un momento en que, como es una verdadera intelectual, se enfrenta sin querer (sin poder evitarlo) al poder. Y esto ocurre sea en la sociedad seudosocialista del siglo XX o en la imperial española del XVII". "En el caso de sor Juana", sigue Paz, "hay que añadir que se trata de una sociedad de valores culturales masculinos, lo que le obliga a neutralizar su s*x* para poder acceder a ese privilegio masculino que es, en ese momento, el conocimiento".Al mismo tiempo, dice, "las autoridades son más rigurosas con esta mujer, que se ha hecho monja para poder pensar, que con sus contemporáneos varones: Góngora, Lope, por ejemplo, son malos sacerdotes, desordenados y lujuriosos, y son perdonados. Sor Juana no es una monja desordenada: es una monja díscola, y con ella son implacables".


Por fin, la tercera parte del libro se ocupa de la originalidad de la obra de sor Juana. "Es", dice, "la última poetisa barroca. Con ella se cierra la gran poesía del barroco español, y al mismo tiempo es avance y profecía de la poesía moderna. La suya, además, trata un tema nuevo: la poesía del conocimiento". No es, dice Paz, que la llama la antisanta Teresa, "ni mística ni contemplativa: los escritores místicos tienen como tema la unión con Dios. En sor Juana no hay mística ni unión con Dios, y si hay contemplación, no es de Dios, sino del Universo. Lo que hay, sobre todo, es conocimiento".

En suma, dice, "se trata de una escritora profana, oficial, cercana a sus modelos, los poetas del XVII, y, concretamente, Góngora y Calderón. Como ellos, escribe comedias y autos sacramentales y poemas más o menos culteranos. Pero, junto a eso, el tema del conocimiento, que va ser crucial en toda la poesía moderna, es su originalidad mayor".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de noviembre de 1982

https://elpais.com/diario/1982/11/04/cultura/405212404_850215.html
 
* Artículo publicado el 5-12-2014
Las ‘juanas’ y el machismo literario
Ocho escritoras con el premio Sor Juana Inés de la Cruz se reúnen en la FIL
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La tarde de 2010 en la que Claudia Piñeiro tuvo que morderse la lengua, la misma tarde en la que recibió la llamada que le anunció que había obtenido el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Las grietas de Jara. “En ese momento estaba festejando a una autora que había ganado otro premio, no quise decir nada. Por momentos me metía a otro cuarto para saltar de alegría”, dijo la autora argentina en un panel con otras siete escritoras que han merecido el galardón. Gioconda Belli redondeó la idea. “Somos más discretas y modestas que los escritores. No queremos empujarnos las unas a las otras”.

El encuentro de las juanas, como las ha bautizado la FIL, fue una reflexión sobre el papel de la mujer en las letras y una excusa para recordar a Sor Juana Inés de la Cruz, la poetisa mexicana del siglo XVII tan cercana a Calderón y Góngora; y una de las primeras figuras que representó, en palabras de Silvia Molina, “la eterna lucha de la mujer por el acceso al conocimiento”.


Todas mujeres, todas latinoamericanas. Fue un momento para reflexionar por qué la gran novela latinoamericana aún no tiene un nombre de mujer. “El boom es un término totalmente macho”, dijo Ana García Bergua, ganadora el año pasado con La bomba de San José.

Ocho voces tímidamente moderadas por el boliviano Edmundo Paz Soldán, que quiso hacerse “invisible”, abordaron la necesidad de que exista el premio que las une, ideado en 1993 por la antropóloga Milagros Palma; desde entonces se ha entregado a 21 escritoras del mundo hispano. “En un mundo ideal este premio no sería necesario”, dijo la mexicana Cristina Rivera Garza.

Pero este mundo dista de ser perfecto y las mujeres amantes de los libros, que no solo devoran novelas sino que las escriben, acusan aún cierta discriminación. Esta va desde el salario que reciben: “Los adelantos que nos dan no son tan jugosos”, según García Bergua, hasta una sugestión que brota ante la página en blanco antes de escribir. “Hay autocensura. Si abordas temas muy femeninos te ponen en el corralito de la literatura feminista”, dice la nicaragüense Belli, que asegura que su última novela, El intenso calor de la luna, es una suerte de el amor en los tiempos de la menopausia. “Se intenta escribir una literatura sin s*x*, pero el canon fue establecido por los hombres”.

Ante una sala abarrotada, en su mayoría por mujeres, y desternillada de vez en vez por el humor de Margo Glantz, las juanas hablaron de la necesidad de que este premio, que obedece según Belli a un gesto de discriminación positiva, regrese a sus orígenes y ofrezca a la ganadora, además de los 10.000 dólares, la posibilidad de que la obra elegida sea traducida al inglés. La reconocida este año ha sido la argentina Inés Fernández Moreno por El cielo no existe. “El premio da visibilidad a las mujeres. El Sor Juana es una especie de aura”, dijo.

Las generaciones sobre el escenario, —Rivera Garza, nacida en 1964, es la más joven y Glantz, de 1930, la mayor— reconocieron que la nueva camada de escritoras ha dejado de escribir “a partir del impedimento”. “Muchas tuvimos que robar tiempo de nuestras vidas personales como madres, esposas o hijas, para escribir”, dijo Piñeiro, que trabajó como contable antes de publicar y tiene tres hijos. “Se piensa que nosotras dejábamos de lavar platos para escribir sonetos”, bromeó García Bergua.


Sin embargo, todas coinciden en que las nuevas voces femeninas de la literatura han introducido en sus novelas la posibilidad de no tener hijos o las fallas de la maternidad, temas que hubieran sido impensables hace pocos años, pero que podrían haber sido inspirados por los versos rebeldes que brotaron de la cabeza de una monja curiosa que sostuvo, según Tununa Mercado, una “relación erótica con la palabra” en el barroco mexicano. Sor Juana Inés de la Cruz maleaba la letra porque escribir bien no era decente:

“Sor Juana no quería ser santa, quería ser sabia” dijo Margo Glantz. Las juanas saben que estaba en lo correcto.

https://elpais.com/cultura/2014/12/05/actualidad/1417801782_428991.html
 
CONTIENE UNA FANTASÍA
CONTENTA CON AMOR DECENTE

Deténte, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
Sor Juana Inés de la Cruz
 
A Sor Juana Inés de la Cruz

¿Quién soltó de tu pecho la impaciente
paloma musical que en fuego sube?
¿Quién puso en los cristales de la nube
la misma luz que cae de tu frente?


¿En qué silencio de estupor vehemente
te pude descubrir y te retuve?
¿Qué flamígero dardo de querube
marcó el instante con su filo ardiente?

Espacios deslumbrantes, voz ceñida
a las ígneas raíces de la vida
y el ansia de esa voz determinada.

Una irrupción de signos en tu cielo.
Y bajo el arrebato de tu vuelo
yo, Señora, pequeña y hechizada.

II

En la rosa salvada, en su pureza
que sube hasta la luz y en ella habita,
llamo a tu corazón y te doy cita
para hablar de tu blanca fortaleza.

Llevo una mariposa en la cabeza
y otra más deslumbrante me visita.
Soy la que nada sabe... la que agita
su alma y su voz detrás de la belleza.

Mis jardines pequeños, entregados
al duende, al ángel verde... son aliados
de todo lo que vuela y lo que brilla.

¡Cómo no darte a ti, -tan voladora,-
mi ceniza de rosas y esta hora
en que vuelve a ser rosa la semilla!

Claudia Lars
 
DE UNA REFLEXIÓN CUERDA

Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.

Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.

Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,

no sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: ¿qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?

Sor Juana Inés de la Cruz
 
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