Sonia Iglesias.

Durante cinco años las miradas han estado puestas en él. Desde que Sonia Iglesias desapareció ha mantenido el tipo pese a que todos los dedos lo señalaban. Ha aguantado la presión de la familia de Sonia, de la Policía, de los medios de comunicación y de la ciudad de Pontevedra en general. Ahora Julio Araújo es un hombre completamente libre y sin compromisos con la Justicia, aunque las cicatrices de estos cinco años en el ojo del huracán se han dejado notar.

Desde 2010, el único imputado en el caso de la dependienta pontevedresa desaparecida ha ido jalonando los titulares de prensa con incidentes, problemas y declaraciones judiciales. Su cara se ha convertido en familiar, pero ¿quién era Julio Araújo antes de saltar a las portadas de los periódicos?

Su nombre completo es Julio José Araújo Domínguez, pontevedrés de familia acomodada dedicada al sector de la venta de muebles. El círculo de amistades de Julio y Sonia coincide en asegurar que su relación estaba marcada por los altibajos, especialmente durante los años previos a la desaparición de la joven. Estas desavenencias tendrían como trasfondo el apego de Julio por el mundo de la noche, lo que derivó en constantes separaciones y reconciliaciones de la pareja.

Durante su etapa más bohemia, Julio Araújo protagonizó sonoros altercados en varios locales de hostelería y llegó a tener prohibida la entrada en algún club nocturno. Aficionado a los toros, entre la década de los 90 y principios de este siglo era un habitual en las corridas de A Peregrina, donde disfrutaba activamente de la fiesta con la peña taurina a la que pertenecía.

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DOS CARAS. Muchos de sus compañeros de juerga subrayan su carácter noble. ''Si tenía que hacerte un favor, lo hacía sin dudarlo y sin pedir nada a cambio''. Sin embargo, esa versión afable se transformaba notablemente cuando había alcohol de por medio. ''Era como el doctor Jekyll y Mr. Hyde. En cuanto bebía, se transformaba; a veces perdía el norte y se volvía muy faltón, lo que le provocaba algún que otro altercado'', aseguran quienes compartieron con él aquella época.

Poco a poco, Julio Araújo se fue distanciando de los excesos nocturnos -especialmente a raíz de la desaparición de Sonia-, aunque sin llegar a abandonarlos totalmente. La presión social que le señalaba con el dedo lo obligó a trasladar sus momentos de ocio fuera de Pontevedra, a lugares donde su presencia no generase un corrillo de murmullos y miradas.

''Este hombre es muy cerrado. Por palabras no va a caer. Jamás. Cuando lo tienes medio herido, no habla, se calla''. Serafín Castro, exjefe de la Unidad de Delitos Violentos

En una de esas noches regadas por el alcohol, cuando regresaba a su casa, sufrió un pequeño accidente de coche. Ocurrió en julio de 2012, solo dos días después de que el Juzgado hubiese decretado su imputación por un supuesto delito de detención ilegal en el caso Sonia Iglesias. Desde que se había tomado esa medida, la que lo puso de verdad en la picota, tenía tras de sí un constante control policial. Fue precisamente la patrulla que lo vigilaba la que le vio protagonizar ese leve accidente de tráfico cuando se disponía a estacionar su automóvil en las inmediaciones de su casa, en el barrio de Campo da Torre. Apenas causó daños al otro coche, que se encontraba aparcado, pero los agentes de la Policía Nacional informaron de lo sucedido, ya que tenían serías sospechas de que Araújo se encontraba en estado de embriaguez.

Una dotación de la Policía Local se desplazó hasta el lugar de los hechos para realizar el control de alcoholemia. El resultado fue de 0,68 miligramos de alcohol por litro de aire espirado en una primera medición y de 0,78 en la segunda. Eso significaba triplicar la tasa permitida (0,25) y superar la barrera que delimita la infracción que se salda con el pago de una multa por la vía administrativa y el delito contra la seguridad vial: Julio iba atener que declarar ante el juez. Lo de menos, quizás, era que el coche que conducía no había pasado la ITV y que su carné de conducir estaba caducado.

Las crónicas de su comparecencia, seis días después de lo sucedido, destacan el aplomo de Araújo, que fue condenado a pagar 1.080 euros de multa y a diez meses de retirada del carné. Es el mismo aplomo que sorprendió a los policías que llevaron el caso, convencidos de que ocultaba algo pero incapaces de hacerle hablar con claridad.

El más contundente de todos ellos fue Serafín Castro, jefe durante años de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (Udev), un policía metido hasta el fondo en el caso Sonia, al que le gustaban las cámaras y los micrófonos, y que relató, primero en el programa Espejo Público de Antena 3 y luego en una entrevista con Diario de Pontevedra, detalles desconocidos de los interrogatorios.

''Le hemos interrogado muchísimas veces. He hablado con él, he hablado con él largo y tendido. Se queda callado y a mí que un sospechoso se quede callado me hace pensar muy mal''. ''Hay una serie de indicios que circundan la forma de comportarse de esta persona que la convierten todavía en más sospechosa. Yo no digo que sea el autor, ojo, pero que es tremendamente sospechoso, eso seguro. Y si a eso le añadimos que en los interrogatorios, cuando se le preguntaba por ciertas cuestiones, no contestaba de forma clara y contundente, y que cuando se le atosigaba un poquito se quedaba callado, pues qué quiere que le diga''. ''La personalidad de cada uno es distinta. Este hombre es muy cerrado. Por palabras no va a caer. Jamás. Y cuando lo tienes medio herido, no habla, se calla. Y ante eso, ¿qué haces?''.

''Cuando se le preguntaba por ciertas cuestiones, no contestaba de forma clara''. Serafín Castro, exjefe de la Unidad de Delitos Violentos

Lo cierto es que si sabía algo relevante, Julio Araújo nunca desfalleció. Y eso que durante estos cinco años podría decirse que el incidente de tráfico y las declaraciones del comisario jefe de la Udev fueron sus problemas menos graves. Porque aparte de la propia imputación por detención ilegal, de la que ha tardado casi tres años en librarse definitivamente, hay dos cuestiones que han golpeado claramente la imagen de Julio Araújo.

Por un lado, su relación con la familia de Sonia Iglesias. Aunque desde un primer momento se le señaló como posible sospechoso, las declaraciones públicas de la familia, de la mano de la hermana de la mujer desaparecida, Maricarmen Iglesias, hablaban de una relación normal: la desaparición había dejado a cargo de Julio a Alejandro, el niño de nueve años que la pareja tenía en común. Debían protegerlo en la medida de lo posible y existía un régimen de visitas que cumplir.

CALUMNIAS. Todo saltó por los aires en noviembre de 2010, tres meses después de la desaparición, cuando Julio Araújo presentó una denuncia en Comisaría contra Carmen Eirín, la madre de Sonia. La acusaba de calumnias porque lo señalaban como responsable de todo lo sucedido. Aquel incidente quedó en nada, pero supuso la revelación pública de que el entendimiento entre las dos partes no era posible. A partir de ahí se iniciaron las acusaciones de la familia de Sonia. Primero de un modo muy críptico (''Alguien muy conocido se la llevó en un coche y por eso ella no gritó ni forcejeó, no llamó la atención y nadie pudo ver nada''. ''El que lo hizo, si tiene la sangre fría para hacerlo, también la tiene para no decir nada ahora. Ese es el problema''); y, tras la imputación de Julio Araújo, en julio de 2012, de una manera más directa: ''Sospechábamos que el posible culpable o culpables estaba en su entorno; el hecho de que su pareja ahora mismo esté imputada nos confirma que no estábamos muy desencaminados en lo que creíamos''.

''Existieron amenazas. Me asusté porque le vi capaz de cumplir lo que decía. Fue un cambio como de Doctor Jeckyll y Mr. Hyde'', dice Maricarmen Iglesias, hermana de Sonia

Lo más contundente llegó en abril de 2013, durante una entrevista de la hermana de Sonia con este periódico, con el hijo de Julio y Sonia como protagonista indirecto. ''Consideramos que el niño no está todo lo bien atendido que estaba con su madre. Entonces nos pusimos en contacto con los servicios sociales, que hicieron una visita en su casa y en la de mis padres para hacer un seguimiento. A raíz de eso [Julio Araújo] me ‘comunicó’ unas amenazas para mis padres. ‘Si yo no disfruto de mi hijo, les puedes decir a tus padres que ellos tampoco lo van a hacer’. Sí te puedo decir que me asusté. La forma en la que me hablaba, aquella mirada de odio, se me echaba encima. Yo diré que existieron esas amenazas y él dirá que no, porque no hay testigos. Ocurrió en un encuentro para dejar al niño, que se fue a casa de un vecino. Mi hija se metió en el coche, hacía frío. Y allí, delante del portal (en Campo da Torre), me lo dijo, en casa de ella. Me asusté, porque le vi capaz de cumplir lo que decía. Fue un cambio como de Doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Parecía que me comía, que lo tenía preparado''.

Maricarmen Iglesias ha insistido en varias ocasiones en que Araújo miente. Su última esperanza era la prueba P300. ''Eso probaría que él miente, pero yo ya lo sé'', declaró este mismo mes a Diario de Pontevedra. Pero la prueba nunca se realizará y ni siquiera es seguro que fuese a arrojar luz sobre el caso.

LOS HIJOS MAYORES. La segunda cuestión que ha golpeado a Julio Araújo han sido los problemas con la Justicia de sus otros dos hijos, fruto de una relación anterior. Julio júnior fue detenido en 2011 en el marco de la Operación Guitarra (saldada con 45 arrestos) y volvió a caer en manos de la Policía en febrero de este año, acusado de adquirir cocaína en el entorno de Vilagarcía y distribuirla posteriormente a menor escala, principalmente en el núcleo chabolista de O Vao. Por estos hechos tuvo que ingresar en prisión.

El hijo mayor, David, imputado en una causa de drogas, fue detenido en septiembre, acusado de agredir a un agente de la Guardia Civil en una inspección de un local de copas de Sanxenxo, según informó entonces Faro de Vigo.

EL HIJO EN COMÚN. El tercer hijo, Alejandro, el que tuvo con Sonia Iglesias, es otra de las víctimas de este terrible suceso. Estaba a punto de cumplir nueve años cuando desapareció su madre. Ahora va camino de los catorce. Aunque la familia de Sonia se planteó en muchas ocasiones pedir la custodia, esa posibilidad nunca se concretó. De lunes a viernes vive con su padre en la casa que compartían Sonia y Araújo. Los fines de semana los pasa con sus abuelos o con su tía. La familia de la mujer desaparecida no está tranquila. De hecho, en la entrevista de abril de 2013 citada anteriormente, Maricarmen Iglesias relató un episodio impactante.

''La prueba P300 probaría que él miente, pero eso es algo que yo ya sé''. Maricarmen Iglesias, hermana de Sonia

''En las Navidades del año pasado, en Nochebuena, mi sobrino estaba a las dos o tres de la madrugada en la calle, en pijama, buscando a su padre. No sé si mi sobrino se quedó dormido y se despertó, o si estaba solo y se asustó, o cuál fue el motivo. Bajó a la calle, y como bajaría asustado ni se daría cuenta de las puertas, que se cerraron. Entonces fue al bar de al lado, al Albero, supongo que porque su padre le había dicho que iba a por tabaco. Pero claro, en Nochebuena está todo cerrado. Hacía un frío que pelaba y, al no encontrarle, llamó a todos los timbres. Por suerte le abrió una vecina. Al ver que estaba muerto de frío y en pijama, llamaron a la Policía. Acudieron, subieron al piso (de la vecina), hablaron con el niño y fueron al piso de mi hermana. Timbraron y nadie contestaba. Volvieron a bajar a donde estaba el niño, y mientras estaban allí, él llegó, aparcó en la calle, subió, se puso el pijama y cuando llegaron por tercera vez los policías salió a la puerta diciendo que estaba durmiendo. Los agentes tocaron el coche y vieron que el capó estaba caliente. A raíz de ese incidente fue cuando decidimos hablar con los servicios sociales. Lo que le dijo a la Policía es que él estaba durmiendo y que el niño salió sin mirar. ¿Un niño sale a la calle sin mirar antes en su casa?''.

Ahora la familia de Sonia deberá gestionar emocionalmente el archivo del caso. Julio Araújo está libre. La Justicia ha decidido que no hay nada que lo implique directamente con la desaparición de su expareja. El caso Sonia, la misteriosa desaparición que conmocionó a Pontevedra es, cinco años después, un caso cerrado.

*ACLARACIÓN: Este martes 20 de febrero, según fuentes judiciales, el caso ha sido reabierto. Sin embargo, no ha trascendido ningún detalle, ya que la causa está considerada secreta
 
La pareja de Sonia Iglesias: «Lo único que tenéis contra mí es que no me tenéis localizado en hora y media»
La Policía levanta una casa con terreno, pozo y fosa en busca de la mujer desaparecida

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Cruz Morcillo
@cruzmorcilloSeguir
Madrid21/02/2018 02:23hActualizado:21/02/2018 08:52h

Julio Araújo fue la última persona que vio con vida a su pareja, Sonia Iglesias de 38 años aquel miércoles 18 de agosto de 2010 pasadas las 10.30 de la mañana. La había acompañado al zapatero en una céntrica calle de Pontevedra. Dejó un calzado para reparar, salió del local y ya no se presentó a su trabajo en Massimo Dutti. La Policía y la familia de Sonia siempre lo ha considerado el sospechoso número uno. Araújo estuvo imputado entre 2012 y 2015 por la desaparición pero el Juzgado de Instrucción número 3 de Pontevedra, especializado en la Violencia contra la Mujer, acordó el sobreseimiento provisional del caso «por no existir indicios sólidos para la continuación del procedimiento contra el imputado». La Audiencia de Pontevedra confirmó la decisión, aunque ahora vuelve a tener esa condición.

Ayer, Araújo volvió a encontrarse frente a frente con el instructor del caso que lo ha interrogado en al menos tres ocasiones y ha estudiado a fondo su frialdad. Los agentes de la Sección de Homicidios y Desaparecidos de la Policía Nacional habían solicitado a la juez autorización de entrada y registro en una vivienda del barrio de San Mauro en Pontevedra, propiedad del padre de Julio y en la que vivió la víctima con su pareja hace casi dos décadas. A las 9.30 de la mañana, un «mini ejército» policial accedía a la vieja casona, deshabitada, que cuenta con un gran patio de tierra en la parte trasera, un pozo y una fosa séptica, según fuentes de la investigación y que ya había sido inspeccionada al principio de las pesquisas «pero no con la exhaustividad que se está haciendo ahora».

Además de los investigadores de Judicial de Madrid y Pontevedra, accedieron agentes de Subsuelo, del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas (GOIT) y un laboratorio de la Comisaría General de Policía Científica trasladado desde Madrid con expertos para llevar a cabo una inspección técnico ocular completa, además del georradar propiedad de la empresa de Luis Avial, que ya ha colaborado en otras búsquedas como la de Marta del Castillo. «Estamos levantando la casa», explicaron a ABC de forma gráfica fuentes del caso. «Desde tabiques al terreno, pasando por el pozo o la fonda séptica». Y todo ante la mirada impertérrita de Araújo, que estuvo en el registro.

Hubo varios motivos desde el inicio para sospechar de él. El primero, que Sonia Iglesias le había dado de plazo hasta el sábado (tres días después) para que abandonara la casa. De hecho, tenía tan clara su decisión que había enviado a Alejandro, el hijo de la pareja que entonces tenía nueve años, con su hermana Maricarmen Iglesias. A sus amigas y a su hermana les había anticipado que cuando el pequeño tomara la Comunión dejaría a su pareja y eso ya se había producido.

«Hora y media»
«Lo único que tenéis contra mí es que no me tenéis localizado durante una hora y media», les espetó Araújo a los investigadores más de una vez. Ese es el tiempo de las dudas y las acusaciones: el que estuvo desaparecido desde que salieron del zapatero hasta que recibió una llamada en el teléfono fijo de su casa donde no había nadie más y la contestó. «Tuvo tiempo de matarla y luego en otro momento cambiarla de lugar», aseguran los policías.

Con un cúmulo de indicios y una no menor acumulación de búsquedas fracasadas, los investigadores ni se plantearon imputar a Araújo. Lo interrogaron como testigo incluso cuando la familia de Sonia y los amigos lo señalaban. La familia de Sonia, tras una temporada de prudencia, evidenció las diferencias que existían entre la pareja y eso provocó que en noviembre de 2010 Julió Araújo denunciara a su suegra por unas supuestas injurias que pusieron fin a la supuesta unión del entorno de la desaparecida.

Julio procede de una familia adinerada, que fue perdiendo postín. Cuando desapareció su mujer, él estaba en paro; hacía portes a Portugal para la fábrica de muebles de una de sus hermanas que le daba 50 o 100 euros viaje. A Julio le gustaban las mujeres y la botella y no era infrecuente que acabara montándola alguna madrugada mientras Sonia dormía para madrugar al día siguiente. Ella además era bastante más joven que él, más de una década de diferencia.

El último contacto comprobado de Sonia lo tuvo con él. La cartera de la mujer apareció en un poblado chabolista, al pie de un monte de Pontevedra, que se peinó palmo a palmo sin resultado. Meses después se encontró el DNI de Sonia arrojado junto a un coche no muy lejos de su domicilio; lo habían depositado ahí poco antes porque no estaba deteriorado. El último rastro de su móvil data del mismo día de la desaparición. Está posicionado, pero no entraron ni salieron llamadas ni mensajes. Después se apagó. Solo dos días después de ser imputado, en julio de 2012, una patrulla lo sorprendió cuando volvía a su casa de madrugada y sufrió un pequeño accidente al estacionar el coche cerca de su casa. Fue detenido por conducir sin carné, sin ITV y ebrio.

Los policías nunca creyeron su versión de que dejó a Sonia y volvió a casa a planchar. Llegó a pergeñar lo que consideran una coartada maquiavélica. «Tendréis que demostrarlo», les ha soltado más de una vez. Ellos no piensan tirar la toalla.


http://www.abc.es/espana/abci-parej...lizado-hora-y-media-201802210223_noticia.html
 
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PONTEVEDRA| CONTINÚAN LOS REGISTROS

La señal del teléfono móvil del marido de Sonia Iglesias le sitúa en el lugar donde encontraron la cartera de la desparecida

antena3.com | Madrid | Actualizado el 21/02/2018 a las 12:14 horas


Después de que la investigación sobre el paradero de Sonia Iglesias en Pontevedra (2010) se archivara hace dos años, los agentes han retomado las pesquisas.

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La nueva investigación gira en torno a Julio Araujo, el que fuera marido de la desaparecida y sobre el que se van conociendo nuevos datos. Según Mari Carmen Iglesias, hermana de Sonia,la desaparecida y su marido tenían previsto separarse después de la comunión de su hijo. Afirma que Julio no trabaja y disponía del dinero de su hermana para gastarlo en sus 'vicios': "fumar, beber y salir".

El comisario Serafin Castro, que estuviera a cargo de la investigación, destaca que sus sospechas siempre giraron en torno al marido de Sonia pero el caso se archivó "porque no se pudo demostrar". Señala Castro que la señal del teléfono móvil de Araujo le sitúa en una franja horaria clave en las inmediaciones donde después apareció la cartera de Sonia.

Castro confía en que esta nueva investigación resuelva el caso. "Siempre que se reabre un caso es porque se cree que el resultado va a ser positivo", destaca.
http://www.antena3.com/programas/es...arecida_201802215a8d4f000cf279b114c1aa96.html
 
Ojalá me equivoque pero pienso que nunca aparecerá el cuerpo ni detendrán a nadie. El culpable lo hizo muy bien, han pasado ocho años y la policía no tiene nada para presentar ante un juez. Este caso me recuerda al de M José Arcos, ya prescrito. Siempre sospecharon de un exnovio, en el 2011, estuvo unos días en la cárcel y la policía usó un detector en una finca de su propiedad. Pero al final el juez tuvo que soltarlo porque no había ninguna prueba. Me da pena por la familia de Sonia.
 
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