The I.T. Crowd
Probablemente es una de las series de televisión que más carcajadas me ha arrancado en los últimos años. Pese a su título (en español, Los informáticos) tiene bastante poco que ver con el humor “nerd” de The Big Bang Theory, por ejemplo. The IT Crowd, para quien todavía no la haya visto y se la esté perdiendo, es una comedia de malentendidos y enredos, repleta de situaciones surrealistas que llegan a complicarse hasta el delirio incluso en los breves minutos que dura cada episodio.
Está producida en el Reino Unido, pero The IT Crowd se aleja un tanto de la paleta de colores típica de la comedia inglesa y desprende un inequívoco espíritu anárquico que se debe en buena parte al origen irlandés de su creador: Graham Lineham, responsable también de Father Ted y la enloquecida Black Books (la cual ya comentamos aquíen su día). Por encima de la ironía británica, lo que predomina aquí es la entropía y la tendencia al caos. Un caos controlado, pero caos al fin y al cabo. Graham Lineman y su equipo de guionistas son capaces de pasar de la ironía sutil al chiste básico y cafre en cuestión de segundos, y viceversa. Esta capacidad de rápida metamorfosis, unida al endiablado ritmo que suele tener la acción, convierten The IT Crowd en un artefacto verdaderamente irresistible. Como cualquier otra serie, tiene sus altos y sus bajos, pero debido a su brevedad lo que predominan son los momentos álgidos. Es más, hay algunos episodios concretos que están entre lo más descacharrante que ha producido la televisión mundial en bastante tiempo. Como sucedía con la ya mencionada Black Books, es difícil juzgar la calidad global de cada episodio porque prácticamente en todos hay secuencias verdaderamente inolvidables. El tipo de humor es también bastante similar a Black Books, con una particular querencia a las ocurrencias pueriles (inteligentemente pueriles, eso sí), aunque quizá menos énfasis en el humor producido por la personalidad de los protagonistas y más en un humor clásico de situación, basado en casualidades absurdas y toda clase de circunstancias incómodas, vergonzantes o sencillamente sin sentido.
Denholm Reynholm y sus problemas para entenderse con el ordenador.
La acción se centra en tres empleados de una compañía, que trabajan en un sótano y constituyen el departamento de ayuda técnica informática. Son Roy, un irlandés vago y borracho; Maurice, un cerebrito de la electrónica con la inmadurez e inocencia de un niño pequeño; y Jen, su nueva jefa, que no entiende una palabra sobre ordenadores pero que ha conseguido el trabajo mintiendo en el currículum y parece más preocupada en pintarse las uñas y conseguir novio que en aprender a encender una computadora. A ellos tres se unen algunos hilarantes secundarios como el inefable dueño y presidente de la corporación, Denholm Reinholdm, (más tarde será sustituido por su hijo Douglas, el típico niño de papá que no ha dado un palo al agua en su vida). O Richmond Avenal, un ejecutivo reconvertido en fanático de grupos de metal extremo y que propicia una de mis frases favoritas de la serie, ejemplo de la mala leche introducida en pildoritas aparentemente inofensivas (“los góticos también son personas”).
Pero no solamente los góticos son objetivo del humor ácido de Lineham. Al contrario, hay comentarios sarcásticos para todos: los empollones, los ejecutivos, los hooligans, las redes sociales, las empresas, la alta cocina, el teatro, los gays, los heterosexuales, la moda, los concursos, las discotecas de pijos, los funerales, el acoso sexual en el trabajo… nombre usted un concepto y es bastante probable que en uno u otro momento de The IT Crowd haya un dardo con ese concepto escrito en él. Sin embargo, los guiones no son monotemáticos y el leitmotiv de cada episodio no es más que una excusa para poner a los personajes en mitad de enredos estúpidos. Cualquier otra consideración resulta secundaria ante el verdadero objetivo de la serie: mantener el tono de comedia en cada secuencia, sin concesión alguna al sentimentalismo, ni al romance, ni a la reflexión seria. The IT Crowd es una enloquecida comedia desde que empieza hasta que termina y prácticamente no hay un personaje que no acabe resultando soberanamente ridículo. Al contrario que en muchas comedias norteamericanas e incluso españolas, The IT Crowd no se toma ningún respiro intentando humanizar a sus personajes o apelar a otros sentimientos del espectador que no sean la pasmada hilaridad. En realidad, la mejor manera de describir el tono de la serie es decir que se trata de comedia clásica sin concesiones: probablemente haya muy pocas otras series que —bajo un formato de narrativa convencional y no basada en sketches aislados— se hayan preocupado tanto de intentar convertir cada suceso del guión en un gag. Y como decía, en aquellos capítulos donde los guionistas están más inspirados, el nivel cómico que se alcanza es verdaderamente impresionante, hasta llegar a bordear ramalazos de verdadera locura que personalmente he podido ver en muy pocos otros programas del estilo. Dicho de otro modo: un capítulo especialmente gracioso de The IT Crowd es tan gracioso como cualquier otra cosa en la que quiera usted pensar ahora mismo. Su toque genial consiste en la habilidad para combinar un humor facilón y para todos los públicos con un considerable trasfondo de inteligencia (una vez más, recordemos Black Books), porque hay que ser muy inteligente como para centrar una escena en que un personaje se ha manchado la frente de mierda tras ir al retrete… y hacerlo sin que parezca una serie grosera y destinada a descerebrados, pero al mismo tiempo sin pretender fingir una elegancia impostada ni una delicadeza innecesaria. Consiguen ser políticamente incorrectos… pero de una manera que difícilmente podría molestar a alguien, y eso que en realidad muchos de los comentarios que hace el guión sobre instituciones y colectivos encierran una notable mala baba. Pero todo acaba siendo tan histriónico que se les perdona cualquier salida de madre.
Douglas Reynholm no dando la nota en un funeral. Qué va.
Naturalmente, algo que ayuda al tremendo efecto cómico de la serie es la calidad de las interpretaciones. Los tres actores protagonistas bordan sus respectivos papeles. El irlandés Chris O’Dowd presta su aspecto proletario y su marcado acento a su personaje, representando diversos tópicos sobre su nacionalidad; es desordenado, poco aficionado al trabajo duro y sí muy aficionado a la cerveza. Richard Aoyade compone un divertido Maurice que parece más un dibujo animado que un individuo de carne y hueso. Aunque quizá la palma de los tres se la lleva Katherine Parkinson, cuyo personaje puede parecer más convencional al principio —como sirviendo de contraste a los dos “freaks” de sus compañeros— pero que termina teniendo varios de los momentos más enloquecidos de todo el show. Ni qué decir tiene que únicamente recomiendo ver esta serie con subtítulos, por todos los personajes pero muy especialmente por algunos de los arranques trogloditas de la actriz principal (cuando esta mujer se pone a berrear es algo verdaderamente digno de escuchar). Y cómo no, está muy brillante Chris Morris en el papel del psicodélico Denholm Reinholdm, un robótico empresario de energía inagotable que parece el producto de una colección mal digerida de manuales de gestión. Su personaje desaparece pronto —ya se lo aviso para que se ahorren el disgusto— pero también es notable la interpretación de Matt Berry como el hortera de su hijo Douglas.
La serie únicamente se prolongó durante cuatro cortas temporadas, y probablemente terminó a tiempo (en la cuarta seguía habiendo nivel pero ya se adivinaba un horizonte de posible agotamiento creativo). Esta brevedad es una bendición y un castigo al mismo tiempo: por un lado se evita que el espíritu original del programa se descomponga ante nuestros ojos, pero por otro nos hace consumir obsesivamente el escaso material disponible hasta que nos sentimos huérfanos de él. De todas maneras, creo que constituye un acierto de algunas comedias británicas el no querer sobreexplotar el éxito, aparcándolas cuando todavía pueden ofrecer un producto de calidad y dejando un buen sabor de boca que ya nada puede cambiar. Ah, existe una versión estadounidense en la que está uno de los actores originales (el que interpreta al infantil Maurice), pero todavía no la he llegado a ver.
Así que ya saben, si quieren pasar unos ratos verdaderamente divertidos alejados de los problemas de la vida, no lo duden: The IT Crowd es lo que están buscando. Eso sí, como casi siempre insisto al hablar de series extranjeras y muy especialmente en el caso de las comedias: háganse un favor y véanla en versión original con subtítulos. Las voces auténticas de los actores, especialmente en los episodios más enloquecidos, son absolutamente imposibles de sustituir. Por lo demás, les garantizo a quienes todavía no la hayan visto que el nivel de carcajadas está en registros olímpicos. Vuelvan ustedes después de haber visto episodios como el de la visita al teatro (“¡Soy un discapacitado!”) y díganme después que no tengo razón. Grandiosa.
Sin más, nos despedimos desvelando un secreto para nuestros lectores. Si puede usted navegar y comunicarse con otras partes del mundo, si gran parte de la economía y la sociedad funcionan bajo los parámetros de la modernidad y el progreso, es gracias a la caja que los tres protagonistas sostienen entre manos… ¿qué es? Vea usted la serie y compruébelo por sí mismo/a:
https://www.jotdown.es/2013/04/imprescindibles-the-i-t-crowd/
Probablemente es una de las series de televisión que más carcajadas me ha arrancado en los últimos años. Pese a su título (en español, Los informáticos) tiene bastante poco que ver con el humor “nerd” de The Big Bang Theory, por ejemplo. The IT Crowd, para quien todavía no la haya visto y se la esté perdiendo, es una comedia de malentendidos y enredos, repleta de situaciones surrealistas que llegan a complicarse hasta el delirio incluso en los breves minutos que dura cada episodio.
Está producida en el Reino Unido, pero The IT Crowd se aleja un tanto de la paleta de colores típica de la comedia inglesa y desprende un inequívoco espíritu anárquico que se debe en buena parte al origen irlandés de su creador: Graham Lineham, responsable también de Father Ted y la enloquecida Black Books (la cual ya comentamos aquíen su día). Por encima de la ironía británica, lo que predomina aquí es la entropía y la tendencia al caos. Un caos controlado, pero caos al fin y al cabo. Graham Lineman y su equipo de guionistas son capaces de pasar de la ironía sutil al chiste básico y cafre en cuestión de segundos, y viceversa. Esta capacidad de rápida metamorfosis, unida al endiablado ritmo que suele tener la acción, convierten The IT Crowd en un artefacto verdaderamente irresistible. Como cualquier otra serie, tiene sus altos y sus bajos, pero debido a su brevedad lo que predominan son los momentos álgidos. Es más, hay algunos episodios concretos que están entre lo más descacharrante que ha producido la televisión mundial en bastante tiempo. Como sucedía con la ya mencionada Black Books, es difícil juzgar la calidad global de cada episodio porque prácticamente en todos hay secuencias verdaderamente inolvidables. El tipo de humor es también bastante similar a Black Books, con una particular querencia a las ocurrencias pueriles (inteligentemente pueriles, eso sí), aunque quizá menos énfasis en el humor producido por la personalidad de los protagonistas y más en un humor clásico de situación, basado en casualidades absurdas y toda clase de circunstancias incómodas, vergonzantes o sencillamente sin sentido.
Denholm Reynholm y sus problemas para entenderse con el ordenador.
La acción se centra en tres empleados de una compañía, que trabajan en un sótano y constituyen el departamento de ayuda técnica informática. Son Roy, un irlandés vago y borracho; Maurice, un cerebrito de la electrónica con la inmadurez e inocencia de un niño pequeño; y Jen, su nueva jefa, que no entiende una palabra sobre ordenadores pero que ha conseguido el trabajo mintiendo en el currículum y parece más preocupada en pintarse las uñas y conseguir novio que en aprender a encender una computadora. A ellos tres se unen algunos hilarantes secundarios como el inefable dueño y presidente de la corporación, Denholm Reinholdm, (más tarde será sustituido por su hijo Douglas, el típico niño de papá que no ha dado un palo al agua en su vida). O Richmond Avenal, un ejecutivo reconvertido en fanático de grupos de metal extremo y que propicia una de mis frases favoritas de la serie, ejemplo de la mala leche introducida en pildoritas aparentemente inofensivas (“los góticos también son personas”).
Pero no solamente los góticos son objetivo del humor ácido de Lineham. Al contrario, hay comentarios sarcásticos para todos: los empollones, los ejecutivos, los hooligans, las redes sociales, las empresas, la alta cocina, el teatro, los gays, los heterosexuales, la moda, los concursos, las discotecas de pijos, los funerales, el acoso sexual en el trabajo… nombre usted un concepto y es bastante probable que en uno u otro momento de The IT Crowd haya un dardo con ese concepto escrito en él. Sin embargo, los guiones no son monotemáticos y el leitmotiv de cada episodio no es más que una excusa para poner a los personajes en mitad de enredos estúpidos. Cualquier otra consideración resulta secundaria ante el verdadero objetivo de la serie: mantener el tono de comedia en cada secuencia, sin concesión alguna al sentimentalismo, ni al romance, ni a la reflexión seria. The IT Crowd es una enloquecida comedia desde que empieza hasta que termina y prácticamente no hay un personaje que no acabe resultando soberanamente ridículo. Al contrario que en muchas comedias norteamericanas e incluso españolas, The IT Crowd no se toma ningún respiro intentando humanizar a sus personajes o apelar a otros sentimientos del espectador que no sean la pasmada hilaridad. En realidad, la mejor manera de describir el tono de la serie es decir que se trata de comedia clásica sin concesiones: probablemente haya muy pocas otras series que —bajo un formato de narrativa convencional y no basada en sketches aislados— se hayan preocupado tanto de intentar convertir cada suceso del guión en un gag. Y como decía, en aquellos capítulos donde los guionistas están más inspirados, el nivel cómico que se alcanza es verdaderamente impresionante, hasta llegar a bordear ramalazos de verdadera locura que personalmente he podido ver en muy pocos otros programas del estilo. Dicho de otro modo: un capítulo especialmente gracioso de The IT Crowd es tan gracioso como cualquier otra cosa en la que quiera usted pensar ahora mismo. Su toque genial consiste en la habilidad para combinar un humor facilón y para todos los públicos con un considerable trasfondo de inteligencia (una vez más, recordemos Black Books), porque hay que ser muy inteligente como para centrar una escena en que un personaje se ha manchado la frente de mierda tras ir al retrete… y hacerlo sin que parezca una serie grosera y destinada a descerebrados, pero al mismo tiempo sin pretender fingir una elegancia impostada ni una delicadeza innecesaria. Consiguen ser políticamente incorrectos… pero de una manera que difícilmente podría molestar a alguien, y eso que en realidad muchos de los comentarios que hace el guión sobre instituciones y colectivos encierran una notable mala baba. Pero todo acaba siendo tan histriónico que se les perdona cualquier salida de madre.
Douglas Reynholm no dando la nota en un funeral. Qué va.
Naturalmente, algo que ayuda al tremendo efecto cómico de la serie es la calidad de las interpretaciones. Los tres actores protagonistas bordan sus respectivos papeles. El irlandés Chris O’Dowd presta su aspecto proletario y su marcado acento a su personaje, representando diversos tópicos sobre su nacionalidad; es desordenado, poco aficionado al trabajo duro y sí muy aficionado a la cerveza. Richard Aoyade compone un divertido Maurice que parece más un dibujo animado que un individuo de carne y hueso. Aunque quizá la palma de los tres se la lleva Katherine Parkinson, cuyo personaje puede parecer más convencional al principio —como sirviendo de contraste a los dos “freaks” de sus compañeros— pero que termina teniendo varios de los momentos más enloquecidos de todo el show. Ni qué decir tiene que únicamente recomiendo ver esta serie con subtítulos, por todos los personajes pero muy especialmente por algunos de los arranques trogloditas de la actriz principal (cuando esta mujer se pone a berrear es algo verdaderamente digno de escuchar). Y cómo no, está muy brillante Chris Morris en el papel del psicodélico Denholm Reinholdm, un robótico empresario de energía inagotable que parece el producto de una colección mal digerida de manuales de gestión. Su personaje desaparece pronto —ya se lo aviso para que se ahorren el disgusto— pero también es notable la interpretación de Matt Berry como el hortera de su hijo Douglas.
La serie únicamente se prolongó durante cuatro cortas temporadas, y probablemente terminó a tiempo (en la cuarta seguía habiendo nivel pero ya se adivinaba un horizonte de posible agotamiento creativo). Esta brevedad es una bendición y un castigo al mismo tiempo: por un lado se evita que el espíritu original del programa se descomponga ante nuestros ojos, pero por otro nos hace consumir obsesivamente el escaso material disponible hasta que nos sentimos huérfanos de él. De todas maneras, creo que constituye un acierto de algunas comedias británicas el no querer sobreexplotar el éxito, aparcándolas cuando todavía pueden ofrecer un producto de calidad y dejando un buen sabor de boca que ya nada puede cambiar. Ah, existe una versión estadounidense en la que está uno de los actores originales (el que interpreta al infantil Maurice), pero todavía no la he llegado a ver.
Así que ya saben, si quieren pasar unos ratos verdaderamente divertidos alejados de los problemas de la vida, no lo duden: The IT Crowd es lo que están buscando. Eso sí, como casi siempre insisto al hablar de series extranjeras y muy especialmente en el caso de las comedias: háganse un favor y véanla en versión original con subtítulos. Las voces auténticas de los actores, especialmente en los episodios más enloquecidos, son absolutamente imposibles de sustituir. Por lo demás, les garantizo a quienes todavía no la hayan visto que el nivel de carcajadas está en registros olímpicos. Vuelvan ustedes después de haber visto episodios como el de la visita al teatro (“¡Soy un discapacitado!”) y díganme después que no tengo razón. Grandiosa.
Sin más, nos despedimos desvelando un secreto para nuestros lectores. Si puede usted navegar y comunicarse con otras partes del mundo, si gran parte de la economía y la sociedad funcionan bajo los parámetros de la modernidad y el progreso, es gracias a la caja que los tres protagonistas sostienen entre manos… ¿qué es? Vea usted la serie y compruébelo por sí mismo/a:
https://www.jotdown.es/2013/04/imprescindibles-the-i-t-crowd/