Revolución cubana: Sesenta años después de la borrachera

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Sesenta años después de la borrachera

Se cumplen seis décadas del triunfo de la revolución cubana el 1 de enero de 1959. La resaca ha sido larga y triste

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Fidel Castro celebra la victoria revolucionaria en La Habana el 8 de enero de 1959 - Efe

El primero de enero de 1959 Fulgencio Batista huyó de Cuba y se inició larevolución cubana. Hace seis décadas de esa fecha nefasta. Nos reunimos un grupo de muchachos. Yo tenía 15 años y era un chico flaco, esperanzado y políticamente analfabeto. Me sentí muy feliz. No sé cómo, dónde o por qué fuimos a ver, o nos encontramos, al abogado Óscar Gans. Había sido primer ministro deCarlos Prío, el último presidente constitucional cubano. Tenía fama de honrado e inteligente.

Gans escuchó con interés nuestra ilusionada algarabía y sólo atinó a decirnos una frase enigmática que no he olvidado: «Las revoluciones son como las grandes borracheras… el problema es la resaca». La resaca era la sensación de hastío, de hartazgo, de mala digestión, de «por qué me emborraché e ingerí esa mezcla absurda de alcoholes que hoy me hace sentir tan mal». La resaca es lo que en otras latitudes llaman el «ratón».

A los pocos meses entendí lo que Gans nos había querido transmitir. Comenzaba la resaca. Estábamos en manos de unos revolucionarios iluminados, guiados por consignas aprendidas en los cafetines, dispuestos a cambiar a punta de pistola las señas de identidad de una sociedad que tenía varios siglos de existencia. Un país que, hasta ese momento, a trancas y barrancas, había sido receptor neto de inmigrantes, el mejor índice que se conoce para medir la calidad de cualquier conglomerado humano.

Fidel Castro perpetró un larguísimo discurso en el que anunció la «ofensiva revolucionaria». Acabó con el «cuentapropismo» de entonces. De un plumazo se tragó casi sesenta mil microempresas y convirtió la isla en el país «más comunista del mundo». Para arreglar un paraguas, un par de zapatos o un ventilador había que dirigirse al Estado. Lógicamente, el desastre fue absoluto y la nación se convirtió en una escombrera. Los millares de valientes que se opusieron a ese destino fueron fusilados o encarcelados durante muchos años.

La locura revolucionaria
¿Cómo se llevó a cabo esa locura revolucionaria? Tres iluminados no son capaces de realizar una tarea de esa envergadura. Sencillo: metiéndoles la mano en el bolsillo a los probables adversarios. Primero, crearon una enorme clientela política regalándole «al pueblo» todo lo que no le pertenecía al Comandante.

Rebajaron el 50% de los alquileres y del costo de la electricidad y los teléfonos. Dispusieron de la tierra como les dio la gana. Ellos sabían que la economía colapsaría como consecuencia de la manipulación de los precios, pero el objetivo no era conseguir la prosperidad, sino crear una legión de estómagos agradecidos a los que no tardarían en ajustarles las tuercas.

Mientras disponían de los bienes ajenos (y se quedaban con las mejores casas, autos y yates), les entregaron a los soviéticos los mecanismos represivos. Desde el principio la policía política y el corazón del Ministerio del Interior fueron asignados a los camaradas formados por el KGB.

A las pocas semanas de instalados los Castro en la casa de gobierno comenzaron a llegar los siempre discretos «hermanos del campo socialista». A mediados de 1962 eran algo más de 40,000 asesores. Cuando se fueron los «bolos», como les llamaban irreverentemente en la isla, dejaron instalada la jaula. Dentro de ella se abrazaban millones de cubanos temerosos y obedientes.

Sesenta años después los castristas saben que el «modelo cubano» es totalmente improductivo e inviable. Son unos negreros que viven de alquilar esclavos profesionales a los que les extraen una plusvalía del 80%. O policías que montan llave en mano la nueva dictadura, como han hecho en Venezuela. O viven de las remesas de los exiliados, de las dádivas de las iglesias, o de bañar en el mar y pasear turistas en contubernio con empresarios extranjeros a los que no les importa la catadura del socio local, siempre que les deje copiosos beneficios. Así son las resacas revolucionarias. Suelen ser muy largas y muy tristes.

https://www.abc.es/internacional/abci-sesenta-anos-despues-borrachera-201812300201_noticia.html
 
Sesenta años después de la borrachera

Se cumplen seis décadas del triunfo de la revolución cubana el 1 de enero de 1959. La resaca ha sido larga y triste


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Fidel Castro celebra la victoria revolucionaria en La Habana el 8 de enero de 1959 - Efe

El primero de enero de 1959 Fulgencio Batista huyó de Cuba y se inició larevolución cubana. Hace seis décadas de esa fecha nefasta. Nos reunimos un grupo de muchachos. Yo tenía 15 años y era un chico flaco, esperanzado y políticamente analfabeto. Me sentí muy feliz. No sé cómo, dónde o por qué fuimos a ver, o nos encontramos, al abogado Óscar Gans. Había sido primer ministro deCarlos Prío, el último presidente constitucional cubano. Tenía fama de honrado e inteligente.

Gans escuchó con interés nuestra ilusionada algarabía y sólo atinó a decirnos una frase enigmática que no he olvidado: «Las revoluciones son como las grandes borracheras… el problema es la resaca». La resaca era la sensación de hastío, de hartazgo, de mala digestión, de «por qué me emborraché e ingerí esa mezcla absurda de alcoholes que hoy me hace sentir tan mal». La resaca es lo que en otras latitudes llaman el «ratón».

A los pocos meses entendí lo que Gans nos había querido transmitir. Comenzaba la resaca. Estábamos en manos de unos revolucionarios iluminados, guiados por consignas aprendidas en los cafetines, dispuestos a cambiar a punta de pistola las señas de identidad de una sociedad que tenía varios siglos de existencia. Un país que, hasta ese momento, a trancas y barrancas, había sido receptor neto de inmigrantes, el mejor índice que se conoce para medir la calidad de cualquier conglomerado humano.

Fidel Castro perpetró un larguísimo discurso en el que anunció la «ofensiva revolucionaria». Acabó con el «cuentapropismo» de entonces. De un plumazo se tragó casi sesenta mil microempresas y convirtió la isla en el país «más comunista del mundo». Para arreglar un paraguas, un par de zapatos o un ventilador había que dirigirse al Estado. Lógicamente, el desastre fue absoluto y la nación se convirtió en una escombrera. Los millares de valientes que se opusieron a ese destino fueron fusilados o encarcelados durante muchos años.

La locura revolucionaria
¿Cómo se llevó a cabo esa locura revolucionaria? Tres iluminados no son capaces de realizar una tarea de esa envergadura. Sencillo: metiéndoles la mano en el bolsillo a los probables adversarios. Primero, crearon una enorme clientela política regalándole «al pueblo» todo lo que no le pertenecía al Comandante.

Rebajaron el 50% de los alquileres y del costo de la electricidad y los teléfonos. Dispusieron de la tierra como les dio la gana. Ellos sabían que la economía colapsaría como consecuencia de la manipulación de los precios, pero el objetivo no era conseguir la prosperidad, sino crear una legión de estómagos agradecidos a los que no tardarían en ajustarles las tuercas.

Mientras disponían de los bienes ajenos (y se quedaban con las mejores casas, autos y yates), les entregaron a los soviéticos los mecanismos represivos. Desde el principio la policía política y el corazón del Ministerio del Interior fueron asignados a los camaradas formados por el KGB.

A las pocas semanas de instalados los Castro en la casa de gobierno comenzaron a llegar los siempre discretos «hermanos del campo socialista». A mediados de 1962 eran algo más de 40,000 asesores. Cuando se fueron los «bolos», como les llamaban irreverentemente en la isla, dejaron instalada la jaula. Dentro de ella se abrazaban millones de cubanos temerosos y obedientes.

Sesenta años después los castristas saben que el «modelo cubano» es totalmente improductivo e inviable. Son unos negreros que viven de alquilar esclavos profesionales a los que les extraen una plusvalía del 80%. O policías que montan llave en mano la nueva dictadura, como han hecho en Venezuela. O viven de las remesas de los exiliados, de las dádivas de las iglesias, o de bañar en el mar y pasear turistas en contubernio con empresarios extranjeros a los que no les importa la catadura del socio local, siempre que les deje copiosos beneficios. Así son las resacas revolucionarias. Suelen ser muy largas y muy tristes.

https://www.abc.es/internacional/abci-sesenta-anos-despues-borrachera-201812300201_noticia.html
Me hace gracia como comienza el artículo este Periodista, dice que era joven, flaco y analfabeto.- quizás esas fuesen las razones por las que triunfó la "revolución".-Pienso que para hacerle mayor, bien alimentado y culto.-
Gracias @Coti7495.-
 
Sesenta años después de la borrachera

Se cumplen seis décadas del triunfo de la revolución cubana el 1 de enero de 1959. La resaca ha sido larga y triste


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Fidel Castro celebra la victoria revolucionaria en La Habana el 8 de enero de 1959 - Efe

El primero de enero de 1959 Fulgencio Batista huyó de Cuba y se inició larevolución cubana. Hace seis décadas de esa fecha nefasta. Nos reunimos un grupo de muchachos. Yo tenía 15 años y era un chico flaco, esperanzado y políticamente analfabeto. Me sentí muy feliz. No sé cómo, dónde o por qué fuimos a ver, o nos encontramos, al abogado Óscar Gans. Había sido primer ministro deCarlos Prío, el último presidente constitucional cubano. Tenía fama de honrado e inteligente.

Gans escuchó con interés nuestra ilusionada algarabía y sólo atinó a decirnos una frase enigmática que no he olvidado: «Las revoluciones son como las grandes borracheras… el problema es la resaca». La resaca era la sensación de hastío, de hartazgo, de mala digestión, de «por qué me emborraché e ingerí esa mezcla absurda de alcoholes que hoy me hace sentir tan mal». La resaca es lo que en otras latitudes llaman el «ratón».

A los pocos meses entendí lo que Gans nos había querido transmitir. Comenzaba la resaca. Estábamos en manos de unos revolucionarios iluminados, guiados por consignas aprendidas en los cafetines, dispuestos a cambiar a punta de pistola las señas de identidad de una sociedad que tenía varios siglos de existencia. Un país que, hasta ese momento, a trancas y barrancas, había sido receptor neto de inmigrantes, el mejor índice que se conoce para medir la calidad de cualquier conglomerado humano.

Fidel Castro perpetró un larguísimo discurso en el que anunció la «ofensiva revolucionaria». Acabó con el «cuentapropismo» de entonces. De un plumazo se tragó casi sesenta mil microempresas y convirtió la isla en el país «más comunista del mundo». Para arreglar un paraguas, un par de zapatos o un ventilador había que dirigirse al Estado. Lógicamente, el desastre fue absoluto y la nación se convirtió en una escombrera. Los millares de valientes que se opusieron a ese destino fueron fusilados o encarcelados durante muchos años.

La locura revolucionaria
¿Cómo se llevó a cabo esa locura revolucionaria? Tres iluminados no son capaces de realizar una tarea de esa envergadura. Sencillo: metiéndoles la mano en el bolsillo a los probables adversarios. Primero, crearon una enorme clientela política regalándole «al pueblo» todo lo que no le pertenecía al Comandante.

Rebajaron el 50% de los alquileres y del costo de la electricidad y los teléfonos. Dispusieron de la tierra como les dio la gana. Ellos sabían que la economía colapsaría como consecuencia de la manipulación de los precios, pero el objetivo no era conseguir la prosperidad, sino crear una legión de estómagos agradecidos a los que no tardarían en ajustarles las tuercas.

Mientras disponían de los bienes ajenos (y se quedaban con las mejores casas, autos y yates), les entregaron a los soviéticos los mecanismos represivos. Desde el principio la policía política y el corazón del Ministerio del Interior fueron asignados a los camaradas formados por el KGB.

A las pocas semanas de instalados los Castro en la casa de gobierno comenzaron a llegar los siempre discretos «hermanos del campo socialista». A mediados de 1962 eran algo más de 40,000 asesores. Cuando se fueron los «bolos», como les llamaban irreverentemente en la isla, dejaron instalada la jaula. Dentro de ella se abrazaban millones de cubanos temerosos y obedientes.

Sesenta años después los castristas saben que el «modelo cubano» es totalmente improductivo e inviable. Son unos negreros que viven de alquilar esclavos profesionales a los que les extraen una plusvalía del 80%. O policías que montan llave en mano la nueva dictadura, como han hecho en Venezuela. O viven de las remesas de los exiliados, de las dádivas de las iglesias, o de bañar en el mar y pasear turistas en contubernio con empresarios extranjeros a los que no les importa la catadura del socio local, siempre que les deje copiosos beneficios. Así son las resacas revolucionarias. Suelen ser muy largas y muy tristes.

https://www.abc.es/internacional/abci-sesenta-anos-despues-borrachera-201812300201_noticia.html
@Coti7495 muchas gracias por traer este artículo.

Saludos, y feliz domingo.
 
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