Reto de los Cien Mil a Cero

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Estimada Cristina:

Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal.

Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.

Cosas a conservar:

– La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina.

– El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.

– El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.

– La mancha de rimel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.

– La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.

– El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.

– Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.

– Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).

Cosas que puedes conservar tú:

– Los silencios.

– Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.

– El sabor acre de los insultos y reproches.

– La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.

– Las nauseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.

– El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.

– Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle.

– Jorge y Cecilia. Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.

Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo solo son eso: objetos.

Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado (914070485) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento.

Afectuosamente,

Roberto.

Carta ganadora de la III Edición del certamen de cartas de amor Antonio Villalba, organizado por la Escuela de Escritores.

Autor: Susana López Rubio
 
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A LA MEMORIA DE QUIENES HAN OFRENDADO SU VIDA EN EL DESEMPEÑO DE LA PROFESION
  1. Existen dos clases de pilotos, aquellos que llevan en su sangre la necesidad de volar por la misma razón que necesitan, dormir, comer o respirar, y aquellos que lo hacen simplemente a cambio de un sueldo. Los últimos, usualmente, llegan a la profesión por casualidad u otra forma no planeada.
  2. Los primeros, frecuentemente tienen la inquietud desde la niñez cuando veían en los aviones algo notable, místico, sublime quizás. Muchos de estos empezaron de pequeños a construir modelos de aeroplanos o acumulando fotos, pósters o cualquier otra colección con motivos aéreos. Conocían las especificaciones y datos de cualquier aeronave con todo lujo de detalles.
  3. Cuando crecen y tienen la fortuna de realizar su sueño, disfrutan enormemente su trabajo, se sienten los hombres más afortunados del planeta. Los Pilotos disfrutan allá arriba.
  4. Este grupo conoce la diferencia entre volar para subsistir y subsistir para volar. La aviación les enseña orgullo como también humildad y a pesar de que volar es un hechizo, ellos caen voluntariamente víctimas de su maleficio. En tierra, durante días soleados observan continuamente el firmamento añorando estar allí; durante días lluviosos y nublados, recrean los procedimientos de vuelo en sus mentes.
  5. Al sentarse en la cabina, el verdadero piloto no sujeta su cuerpo al del avión, todo lo contrario, se fusiona a su completa anatomía. Los controles de la aeronave pasan a ser una extensión de su persona. Esta simple acción une al hombre y al aparato en la simetría de una sola entidad, en una mezcla única e indescifrable. Cada vibración, cada sonido, cada olor tiene sentido. No hay duda de que el motor es el corazón del avión, pero el piloto es el alma que lo gobierna.
  6. “Papá, dejé mi corazón allá arriba.” Francis Gary Powell, famoso piloto de la CIA, derribado sobre la Unión Soviética en 1.960, describiendo su primer vuelo a la edad de 14 años.
  7. El piloto sabe que el mejor simulador de vuelo está en él mismo, en su imaginación, en su actitud; porque la mente del piloto está siempre accesible a elementos nuevos y comprende que para volar necesita creer en lo desconocido. No obstante, los pilotos son hombres lógicos, disciplinados, que por necesidad precisan de pensar claramente, de otra manera se arriesgan a perder violentamente la vida.
  8. Los pilotos no ven a sus objetos de afección como máquinas, todo lo contrario, son formas vivientes que respiran, y poseen diferentes personalidades. Dialogan y hasta riñen con ellos. Estos seducidos mortales perciben a los aviones con dotes de belleza. Porque nada estimula más los sentidos de un aviador que la forma exquisita de una aeronave. No lo pueden evitar.
  9. Para el piloto percibir un avión es como encontrar un familiar perdido, una y otra vez. Cuando el destino trágico muestra su inexorable presencia y vidas se pierden en infortunios aéreos, la esencia del piloto se entristece por lo acontecido. Más no podrá evitar, quizás por un infinitesimal segundo, que la sombra de su pensamiento se remonte al aparato y un golpe de aflicción, por el “amigo” caído, le sea inevitable.
  10. Para el aviador, el sonido de pistones es una espléndida sinfonía, el sonido de un jet la síntesis de la fuerza. Aviones peligrosos no existen, solamente no pilotados adecuadamente. Para él, los aeropuertos son altares al talento humano, allí se realizan diariamente los desafíos y milagros frente a la energía de la naturaleza y la fuerza del a gravedad. Son lugares sagrados donde el ritual de volar se exalta y se glorifica. En donde caminos y fronteras se contraen y el mundo empequeñece. En los que igual se llora de alegría que de tristeza. En donde nacen esperanzas y sucumben ideales. En los que se evocan sitios lejanos y se añoran ausentes queridos. En donde en el sonido del silencio habitan los recuerdos y las hazañas de gigantes.
  11. En el aire el piloto está en su elemento. Es allí donde él logra liberarse de las esclavitudes de la tierra. Es un regalo que le permite apreciar la perfección del Creador y la absurda pequeñez de los humanos.
  12. Le permite, igualmente, reconocer que nadie ha visto la montaña hasta que ve su sombra desde el cielo. Distinguir una persona que ha perdido su alma en pos de la aviación es fácil: en una muchedumbre, cuando un avión pasa, su mirada se elevará inmediatamente al cielo buscándolo, y no descansará hasta hacer contacto visual con el objeto de su distracci; no importa cuántas veces haya visto el mismo avión, es preciso verlo.
  13. Los Pilotos quizás puedan explicar los elementos físicos de vuelo, pero describir lo que le ocasiona a su existencia es imposible.“Porque explicar la magia de volar está más allá de las palabras…”
 

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