Reinas poco conocidas de la Historia

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Abro este hilo para comentar lo que se desee sobre reinas y princesas muy destacables pero no universalmente conocidas, como sean la inglesas o españolas o Cleopatra...

Empiezo por la que se considera la heroína de Alemania.

Luisa de Mecklemburgo-Strelitz

REINA DE PRUSIA

La heroína que se enfrentó cara a cara con Napoleón Bonaparte



(1776 -1810)


Luisa Augusta Guillermina Amalia de Mecklemburgo-Strelitz (en alemán: Luise Auguste Wilhelmine Amalie von Mecklenburg-Strelitz; Hanóver, 10 de marzo de 1776 - Hohenzieritz, 19 de julio de 1810) fue una reina de Prusia por su matrimonio con Federico Guillermo III. Fue madre del rey Federico Guillermo IV de Prusia, del primer káiser Guillermo I y la zarina Carlota de Prusia, Alejandra Fiodorovna, esposa de Nicolás I, tres de sus 9 hijos.

Luisa era hija de Carlos II de Mecklemburgo-Strelitz, un duque alemán que prestaba servicio como mariscal de campo y que más tarde se convirtió en gobernador general de Hanóver. Tras las muertes de su madre y de su madrastra, Luisa, con sólo 6 años, y sus hermanos se fueron a vivir con el abuelo a Darmstadt, donde fueron educados de manera sencilla. Su boda con el heredero al trono prusiano en 1793 y la subida al trono como reina consorte, cuatro años después, la llevaron al centro de la corte real.

La reina era popular y conocida por su belleza y encanto y se mantenía al tanto de los asuntos de Estado, lo que la llevó a formar poderosas alianzas con los ministros de su gobierno.

Su legado se fortaleció tras su encuentro con Napoleón Bonaparte en Tilsit con el objetivo de pedir la paz con Francia tras las desastrosas derrotas prusianas, objetivo que no se cumplió. Este encuentro hizo que Luisa fuese conocida como «el alma de la virtud nacional». Murió a los 34 años y su marido creó la orden de Luisa cuatro años más tarde como contrapunto de la Cruz de Hierro. En la década de 1920, las mujeres alemanas conservadoras crearon la Liga de la reina Luisa, y la propia reina fue usada por la propaganda nazi como ejemplo de mujer alemana ideal.

Duquesa de Mecklemburgo-Strelitz (1776-1793)

La duquesa Luisa Augusta Guillermina Amalia de Mecklemburgo-Strelitz nació el 10 de marzo de 1776 en una villa de un solo piso, en los alrededores de la capital del ducado de Hanóver. Era la cuarta niña y el sexto hijo del duque Carlos II de Mecklemburgo-Strelitz y su esposa, la landgravina Federica Carolina Luisa de Hesse-Darmstadt, nieta de Luis VIII de Hesse-Darmstadt. Su abuela materna la landgravina María Luisa de Hesse-Darmstadt y su prima por parte de padre, la princesa Augusta Sofía del Reino Unido, fueron sus madrinas y, de hecho, su segundo nombre se le puso en honor a la princesa.


Cuando Luisa nació, su padre aún no era gobernante de Mecklemburgo-Strelitz, ya que sucedería a su hermano como duque en 1794 y, en consecuencia, no nació en la corte, sino en una casa menos formal. Carlos era mariscal de campo de la brigada doméstica de Hanóver y poco después del nacimiento de Luisa se convirtió en gobernador general del territorio por orden del rey Jorge III del Reino Unido. La familia se mudó más tarde a Leineschloss, la residencia de los reyes de Hanóver, a pesar de que en verano seguían viviendo en Herrenhausen.


Luisa hacia 1780.
Luisa tenía una relación estrecha con su hermana Federica, que era dos años más joven, así como con su hermano Jorge. Luisa y sus hermanos eran cuidados por la gobernanta Fräulein von Wolzogen, una amiga de la madre. Cuando Luisa tenía 6 años, su madre murió mientras daba a luz, lo que marcó de forma permanente a la joven duquesa, y cuando se encontraba con niños huérfanos les daba dinero, ya que afirmaba que: «ellos, como yo, tampoco tienen madre.» Tras la muerte de la duquesa, la familia se mudó de Leineschloss a Herrenhausen, conocida como «el Versalles en miniatura». El padre de Luisa volvió a casarse dos años después con la hermana menor de su antigua esposa, Carlota, con la tuvo un hijo, Carlos. Luisa le cogió mucho cariño a su madrastra, pero ésta fallecería un año después de la boda. El duque quedó destrozado y decidió llevarse a sus hijos a Darmstadt para que estuvieran al cuidado de su suegra, María Luisa de Hesse-Darmstadt.

Educación


La abuela de Luisa prefirió educar a sus nietos de forma sencilla, de hecho, confeccionaban su propia ropa. Contrató a una gobernanta suiza, Madame Salomé de Gélieu, que enseñó francés a los niños, como era habitual con los niños de la aristocracia de la época. Su educación religiosa le fue impartida por un clérigo luterano. Además de las clases, Luisa aprendió el valor de la caridad y acompañaba a su gobernanta cuando esta visitaba las casas de pobres y necesitados. Luisa tuvo hasta problemas con su abuela debido a que destinaba a la caridad demasiado dinero. Desde que tenía diez años hasta su boda a los diecisiete, Luisa pasó la mayor parte del tiempo en compañía de su abuela y de la gobernanta. Cuando tenía solo nueve años, Luisa asistió a la lectura del primer acto de Don Carlos por el poeta Friedrich Schiller, algo que fomentó su amor por la literatura alemana, principalmente por las obras de Schiller. También se interesaba por la historia y la poesía y, además de Schiller, le gustaban Goethe, Paul, Herder, Shakespeare y las tragedias griegas. Las princesas recibieron asimismo clases de inglés, alemán, dibujo, pintura y piano.

En 1793, María Luisa llevó a sus dos nietas más jóvenes a Fráncfort a dar el pésame a su sobrino, el rey Federico Guillermo II de Prusia. Luisa era ya una joven bella con «grandes ojos azules» y graciosa por naturaleza. El tío de Luisa, el duque de Mecklemburgo, tenía la esperanza de fortalecer los lazos entre su casa real y la de Prusia. Por ello, en una noche planeada cuidadosamente por el duque, Luisa conoció al príncipe heredero de Prusia, Federico Guillermo.2 Este tenía veintitrés años, frente a los diecisiete de ella, y era serio y religioso. Luisa lo impresionó tanto que este decidió en ese mismo momento que quería casarse con ella. Mientras, la hermana de Luisa, Federica, captó la atención del hermano menor de Federico, el príncipe Luis Carlos, y las dos familias comenzaron a plantear un compromiso doble que se formalizaría un mes después, el 24 de abril de 1793 en Darmstadt. Federico y Luisa se casaron el 24 de diciembre de ese mismo año y su hermana Federica contrajo matrimonio dos días después.

Princesa heredera de Prusia


Luisa con su marido Federico un año después de la boda.
La llegada de Luisa a Berlín, la capital prusiana, provocó una enorme sensación y ella fue recibida por una gran recepción por parte de los ciudadanos de la capital. Cuando rompió el protocolo para coger a un niño y besarlo, el escritor prusiano Friedrich de la Motte Fouqué escribió que: «la llegada de la angelical princesa esparce un esplendor noble en estos días. Todos los corazones salen para conocerla y su gracia y bondad no dejan a nadie indiferente.» Otro escribió que «cuanto más se conoce a la princesa, más cautivo queda de su nobleza interior y de la bondad angelical de su corazón.»

El suegro de Luisa, el rey Federico Guillermo II, regaló el palacio de Charlottenburg a la pareja, pero el príncipe heredero y su esposa prefirieron vivir en el palacio de Paretz, en los alrededores de Potsdam, donde Luisa se ocupaba por la mañana de los quehaceres de la casa. Paretz se encontraba lejos del bullicio de la corte y la pareja prefería vivir en el «abrigo natural» de la vida en el campo.24 Eran muy felices, él la llamaba «princesa de las princesas» y le regaló un palacio en Oranienburg.

La princesa heredera veía como su deber apoyar a su marido en todas sus decisiones. También les gustaba leer juntos a Shakespeare y a Goethe. Luisa pronto se quedó encinta y dio a luz, para su desgracia, a un bebé que murió el 1 de octubre de 1794. Sin embargo, poco después, nacieron nueve hijos saludables con escasa diferencia de edad entre ellos, a pesar de que dos de ellos murieron durante la infancia: Federico Guillermo (1795), Guillermo (1797), Carlota (1798), Federica (1799), Carlos (1801), Alejandrina (1803), Fernando (1804), Luisa (1808) y Alberto (1809).

El espíritu caritativo de Luisa nunca desapareció. En el primer aniversario de bodas, cuando el rey Federico Guillermo II le preguntó a su nuera que qué quería de regalo, esta le respondió que quería dinero para distribuir por la ciudad y compartir su alegría con el pueblo. El rey le sonrió y le dio una gran cantidad de dinero.

Reina consorte de Prusia


Luisa, reina de Prusia.

El 16 de noviembre de 1797, su marido se convirtió en rey de Prusia tras la muerte de su padre. Luisa le escribió a su abuela: «Ahora soy reina y lo que más me alegra es la esperanza de, a partir de ahora, no tener que escoger las obras de caridad con tanto cuidado». La pareja tuvo que abandonar la soledad del palacio de Paletz y comenzó a vivir en el corazón de la corte real Empezaron a viajar por las provincias orientales del país con dos objetivos: el rey quería conocer mejor a sus nuevos súbditos y, al mismo tiempo, que sus súbditos conocieran a su reina.

Por primera vez en la historia de Prusia, la reina aparecía como una figura con derecho propio y que ejercía un papel mucho más importante que el de las antiguas reinas. La presencia de Luisa en el viaje oriental del marido fue una innovación en el papel tradicional del consorte. Además, el poder y legado de la reina no provenían de tener una corte separada de la del marido, al contrario: ella siempre subordinó su inteligencia y destreza en favor del éxito del marido.

Tras la llegada al trono del marido, Luisa estrechó muchos lazos con ministros con experiencia y se volvió una figura poderosa en el gobierno, ya que inspiraba respeto y afecto. La reina se saltaba muchas veces el protocolo para estar informada de los asuntos de la corte y, desde el principio del reinado, el nuevo rey le consultaba sobre asuntos de Estado. Federico Guillermo era indeciso y cuidadoso; en 1798 afirmó que: «Odio la guerra y (...) no conozco nada mejor en el mundo que la preservación de la paz y la tranquilidad como el único sistema para la felicidad de la especie humana.». Este siguió la política exterior de su fallecido padre e hizo lo posible para permanecer neutral durante los primeros años con la Francia revolucionaria que empezó a expandirse, sobre todo durante las invasiones napoleónicas (1803-15); se mantuvo firme ante las presiones de varios países para alinearse en un bando en la Segunda Coalición.

Luisa lo apoyaba pero afirmaba que, de pertenecer a un bando, Prusia debería alinearse con Austria, Gran Bretaña y Rusia. Previó que Prusia era, con diferencia, el país más débil de la coalición y que nunca saldría beneficiada con esa alianza. Los ataques franceses hicieron que el rey considerara la opción de entrar en guerra, pero su indecisión le impidió escoger un bando. Consultó a Luisa y a varios ministros e incluso se sintió atraído por una alianza con Napoleón, que había vencido recientemente en la batalla de Austerlitz (1805).

El barón von Stein, un miembro del gobierno, que odiaba la antigua neutralidad del país, intentó reformar la organización del gobierno y llevarlo desde un nepotismo basado en favores hacia un gobierno ministerial responsable. Preparó un documento para el rey donde detallaba con un lenguaje fuerte qué reformas administrativas eran necesarias, como el establecimiento de áreas de responsabilidad más claras entre los ministros. Sin embargo, este documento nunca llegó hasta el rey, puesto que el barón se lo entregó primero al general Ernst von Rüchel, quien a su vez se lo pasó a la reina en la primavera de 1806. A pesar de que Luisa estaba de acuerdo con su contenido, encontró que estaba escrito de una forma «demasiado violenta» para el agrado del rey y, en consecuencia, ayudó a esconderlo.

Guerra con Francia


Luisa con su hijo Federico Guillermo.
Entre los consejeros del rey, los miembros de su familia como la reina (que apoyaba la guerra abierta) y el príncipe Luis Fernando de Prusia lideraban la facción militarista a favor de una guerra contra Francia; aquellos que estaban en contra de la neutralidad, pero a favor de una reforma, estaban acaudillados por el barón Karl vom Stein y por Karl August von Hardenberg. Conociendo el temperamento del rey, Hardenberg pidió una reforma directamente a la reina, ya que el rey veía en las exigencias de consejeros de confianza una especie de «motín» semejante al de la Fronda.

A pesar de que Prusia estaba en paz desde 1795, sus líderes militares estaban confiados en que vencerían a las tropas napoleónicas. Tras un pequeño incidente con un panfleto antifrancés, el rey Federico Guillermo fue finalmente presionado por su esposa y su familia para que acabase con la precaria paz y entrase en guerra contra el emperador francés. Las tropas prusianas comenzaron a movilizarse y esto culminaría con la derrota desastrosa de Prusia en Jena, en la que perdió la mayor parte de su ejército. El rey y la reina acompañaron a las tropas a la batalla, pero tuvieron que huir ante el avance de las tropas francesas.
El propio Napoleón ocupó Berlín y obligó al rey, a la reina y al resto de la familia a huir, a pesar de la enfermedad de Luisa, en el momento más crudo del invierno a Königsberg en la parte más oriental del reino.En ese viaje no había ni comida ni agua limpia.

Tras varios acontecimientos, Napoleón exigió desde una posición privilegiada la paz, la que sería la paz de Tilsit en 1807. En mitad de estas negociaciones, el emperador aceptó preservar la mitad de Prusia intacta. A los hombres que negociaban la paz se unió la reina Luisa; Federico Guillermo había enviado a su esposa embarazada para implorar mejores condiciones para Prusia. Luisa avisó al marido: «por el amor de Dios, que no haya una paz vergonzosa... [Prusia] debería por lo menos caer con honra.»Como el rey creía que la presencia de su esposa haría que Napoleón se ablandase, Luisa aceptó con reticencias reunirse con el emperador en Tilsit, pero sólo para salvar «a su Prusia.»


El encuentro entre Luisa y Napoleón.

Napoleón había intentado destruir la imagen de Luisa, ya que lanzó rumores sobre sus posibles infidelidades, pero incluso así la reina se reunió con él y utilizó su belleza y su encanto para convencerlo para que firmara unos términos de paz más favorables. Anteriormente, Luisa había apodado a Napoleón «el monstruo», pero aun así pidió hablar con él en privado y entonces se tiró a sus pies; a pesar de que se quedó impresionado con su determinación, Napoleón se negó a hacer concesiones y le escribió a su esposa, la emperatriz Josefina, que Luisa: «es realmente encantadora y muy atenta conmigo, pero no te pongas celosa (...) me saldría muy caro interpretar el papel de galán.» De todas formas, los intentos de Napoleón por destruir la reputación de Luisa fallaron y lo único que consiguió fue que la quisieran más. Los esfuerzos de la reina por proteger a su país de las agresiones francesas fueron muy admirados por las siguientes generaciones.

Últimos años


Luisa con sus hijos Federico Guillermo y Guillermo.

Se le impusieron duros sacrificios a Prusia, incluyendo una indemnización de varios millones de francos. Luisa, que era un símbolo de la antigua grandeza y orgulloso prusiano, lo pasó muy mal durante la ocupación francesa, principalmente debido a los frecuentes insultos por parte de Napoleón que la llamó «el único hombre serio de Prusia».

La reina reconocía que su país dependía de ella para el apoyo moral y por eso consiguió recuperar su antiguo optimismo y estuvo preparando a su hijo mayor para su futuro papel de rey. En los años siguientes, Luisa apoyó los esfuerzos de reforma gubernamental llevados a cabo por Stein y Hardenberg, así como los de Gerhard von Scharnhorst y August Neidhardt von Gneisenau para reorganizar el ejército. Tras el desastre de Tilsit, Luisa fue importante para el regreso del barón von Stein (que el rey había alejado) y le dijo a Federico Guillermo que Stein «es mi última esperanza. Tiene un gran corazón, una mente abierta, quizá sepa los remedios que desconocemos».

En 1808 aún se consideraba peligroso volver a Berlín, por lo que la familia real pasó el verano cerca de Königsberg; Luisa creía que las dificultades por las que estaban pasando sus hijos en su infancia les haría bien: «si hubiesen sido criados con lujo y prosperidad, podrían pensar que iban a vivir siempre. En invierno de 1808, el zar Alejandro I invitó a los reyes a visitar San Petersburgo, donde se alojaron en habitaciones suntuosas. Cuando se acercaba el nacimiento de su hijo pequeño, en 1809, Luisa le escribió a su padre: «por suerte (...) las calamidades no afectaron ni a nuestro matrimonio ni a la vida en familia, sino que fortalecieron nuestras relaciones.»

Luisa estuvo enferma durante casi todo el año, pero regresó con el rey a Berlín cerca del final de sus días y tras una ausencia de tres años. La reina llegó en un carruaje acompañada de sus dos hijas: Carlota y Alejandrina y su hijo Carlos y fue recibida por su padre en el palacio de Charlottenburg. El palacio había sido saqueado por Napoleón y sus comandantes que se llevaron cuadros, estatuas, manuscritos y antigüedades. A su vuelta encontró una Prusia muy diferente a la que había dejado. Un clérigo apuntó que «nuestra querida reina está lejos de ser feliz, pero su seriedad tiene una serenidad silenciosa (...) sus ojos han perdido el antiguo brillo y se ve que han llorado mucho y aún lloran».

El 19 de julio de 1810, mientras visitaba a su padre en Strelitz, la reina murió en los brazos del marido debido a una enfermedad no indentificada.Los súbditos de la reina señalaron la ocupación francesa como causa de la muerte prematura de Luisa. La muerte de Luisa dejó a su marido solo en un periodo difícil, dado que las invasiones napoleónicas y las necesidades de reforma continuaban. Napoleón dijo al respecto que el rey «había perdido a su mejor ministro.»

Luisa fue enterrada en el jardín del palacio de Charlottenburg, donde se construyó un mausoleo con una estatua de Christian Daniel Rauch sobre su placa. Federico Guillermo no se volvió a casar hasta 1824, cuando contrajo matrimonio morganático con su amante Augusta von Harrach diciendo que «la compañía y simpatía femeninas se volvieron indispensables para mí, por eso me debo volver a casar.». Tras su muerte el 7 de junio de 1840, Federico Guillermo fue enterrado a su lado.

Legado


Tumba de la reina Luisa.

La reina Luisa era considerada el «alma de la virtud nacional» por sus súbditos, y algunos historiadores la describen como «el nacionalismo prusiano personificado.» Según Christopher Clark, Luisa era «una celebridad femenina que, a los ojos del público, combinaba virtud, modestia y la gracia de un soberano con gentileza y sensualidad y cuya muerte precoz en 1810, a los treinta y cuatro años, preservó su juventud para la posteridad». Su reputación de báculo del rey, amada y respetada por su marido se volvió esencial para su legado. El culto que con el tiempo se gestó alrededor de su figura se asoció con los atributos femeninos «ideales»: belleza, dulzura y virtudes de madre y esposa.

En el aniversario de su nacimiento, en 1814, Federico Guillermo, el rey viudo, creó la orden de Luisa o Luisenorden, una condecoración complementaria a la cruz de Hierro.2 Esta sería otorgada originalmente a aquellas mujeres que hubieran contribuido significativamente en los esfuerzos de guerra contra Napoleón,60 aunque después se concedería a miembros de la casa Hohenzollern que no tenían ninguna relación con el planteamiento original, como su nieta Victoria o su bisnieta, la princesa Sofía, reina de Grecia. En 1880 se inauguró una estatua de Luisa en Tiergarten, en Berlín.

Luisa inspiró la creación de la organización de mujeres conservadoras alemanas, conocida como Königin-Luise-Bund y frecuentemente llamada Luisenbund (Liga de la reina Luisa), en la que su figura alcanzó un estatus de culto. El principal objetivo del grupo era promover el patriotismo entre las mujeres alemanas y enfatizaba en valores como la familia y la moral alemana. La Luisenbund estuvo activa durante la República de Weimar y los primeros años del Tercer Reich. A pesar de haber apoyado abiertamente el movimiento nacionalista alemán desde su creación y a lo largo de toda la campaña de propaganda hasta la elección de Hitler en 1933, la liga de la reina Luisa acabó siendo clausurada por el partido nazi en 1934 por considerarla una organización hostil.

Luisa y la emperatriz María Teresa de Austria fueron las dos únicas mujeres utilizadas por la propaganda nazi, ya que el régimen consideraba a Luisa la «personificación de las cualidades femeninas», que el gobierno intentaba integrar en las escuelas alemanas. Mientras la resistencia y la provocación de Luisa a las invasiones napoleónicas fueron vistas como el «despertar del espíritu prusiano», su marido era considerado una «vergüenza patética», puesto que prefirió vivir en paz antes que vengarse de Napoleón.

Hijos


Federico Guillermo III de Prusia, esposo de Luisa de Mecklemburgo-Strelitz.

Luisa de Mecklemburgo-Strelitz contrajo matrimonio con Federico Guillermo III de Prusia con quien tuvo los siguientes hijos.


Divertida versión argentina de la vida de la reina:



"El hecho ennoblece la genealogía y no la genealogía ennoblece el hecho".

Porque todos los nobles descienden de un primer plebeyo que ascendió sobre sus iguales.​

 
Última edición:
MARIANA DE ORANGE-NASSAU
PRINCESA DE LOS PAISES BAJOS Y DE PRUSIA



(1810 - 1883)

UNA MECENAS QUE ROMPIÓ CON SU ESTATUS REAL POR SU FELICIDAD
La princesa Mariana de Orange-Nassau (Guillermina Federica Luisa Carlota Mariana, 9 de mayo de 1810 - 29 de mayo de 1883) fue miembro de la Casa de Orange-Nassau, princesa de los Países Bajos por nacimiento y de Prusia por matrimonio.

Nacida en Berlín, fue la más joven de los hijos del rey Guillermo I de los Países Bajos y su esposa Guillermina de Prusia. Su hermana mayor, la princesa Paulina, había muerto en 1806, mucho antes de su nacimiento, por lo que Mariana se convirtió en la única hija de rey Guillermo que llegó a la edad adulta. Sus hermanos fueron el futuro rey Guillermo y el príncipe Federico. Otros dos hermanos nacieron muertos.

El 14 de septiembre de 1830, Mariana se casó en La Haya con su primo hermano Alberto de Prusia, cuarto hijo de su tío materno, el rey Federico Guillermo III de Prusia y de la reina Luisa (protagonista del anterior post).De esta unión nacieron cinco hijos:

  • Un niño que nació muerto o murió a las pocas horas de su nacimiento el 4 de diciembre de 1832.
  • Isabel, nacida en Kamenz el 27 de agosto de 1840 y fallecida el 9 de octubre del mismo año.
  • Alejandrina, nacida en Berlín el 1 de febrero de 1842 y fallecida en Potsdam el 26 de marzo de 1906. Se casó el 9 de diciembre de 1865 con Guillermo de Mecklenburg-Schwerin.
Cansada de sus infidelidades, en 1845 dejó a su esposo y se fue a vivir con su amante y antiguo cochero Johannes van Rossum. El 28 de marzo de 1849, el matrimonio de Mariana y Alberto de Prusia quedó oficialmente disuelto. Siete meses después, el 30 de octubre, nació en Cefalú (Sicilia) el único hijo que tuvo con van Rossum, un varón que recibió el nombre de Juan Guillermo van Reinhartshausen.

Juan Guillermo de Reinhartshausen, hijo de la princesa Mariana y Johannes van Rossum.

Tras este nacimiento, las cortes de Holanda y Prusia cortaron toda relación con Mariana. Johannes, Mariana y su hijo pasaron los siguientes años en Italia, hasta que en 1853 se instalaron en el castillo de Bílá Voda, en la República Checa.

En 1855, Mariana compró el Castillo de Reinhartshausen, en Erbach (Alemania). Mariana era una mujer inusualmente progresista y visionaria, por lo que convirtió su casa en el centro cultural del Rin. Reconstruyó parte del castillo para dedicarlo a museo que albergara su colección de 600 cuadros. El museo se conoce hoy como el Festsäle.

El castillo solía recibir muchas visitas, y Mariana protegía a jóvenes artistas, a los que procuraba alojamiento. El castillo aún alberga hoy 180 pinturas, 100 dibujos, acuarelas y gouaches, así como numerosas esculturas.

Mariana de los Países Bajos en sus últimos años (alrededor de 1880).
El día de Navidad de 1861, su hijo Juan murió de neumonía a los 12 años. En su honor, Mariana donó 60 000 gulden al pueblo de Erbach para adquirir un solar en el que se erigiría una iglesia, bajo cuyo altar mayor se dio sepultura a Juan. La iglesia, consagrada a San Juan, es hoy el templo protestante de la localidad.

Doce años más tarde, el 10 de mayo de 1873, murió a los 64 años Johannes van Rossum, pareja de Mariana durante casi 30 años. Fue enterrado junto a su hijo.

Mariana lo sobrevivió diez años, muriendo en el castillo Reinhartshausen de Erbach veinte días después de cumplir los 73. Fue sepultada junto a Johannes van Rossum y su hijo.

Su hijo mayor, Alberto de Prusia, heredó sus propiedades, incluyendo el castillo Reinhartshausen. En 1940, pasó a manos de su nieto, Federico Enrique de Prusia, hijo de Alberto. En la actualidad, el castillo Reinhartshausen es un hotel de 5 estrellas.
 
Catalina Dolgorúkov

"Zarina" morganática de Rusia


Catalina Mijáilovna Dolgorúkova (en ruso: 'Княжна Екатерина Михаиловна Долгорукова')?; 14 de noviembre de 1847 - 15 de febrero de 1922), también conocida como Catalina Dolgorúkova, Catalina Dolgoruki o Catalina Dolgorúkaya, fue hija del Príncipe Miguel Dolgorúkov y de Vera Vishnévskaya. Durante bastante tiempo fue amante del Zar Alejandro II de Rusia y más tarde su esposa morganática con el título de Princesa Yúrievskaya (en ruso, Светлейшая княгиня Юрьевская.

Alejandro II y Catalina volvieron a coincidir a finales de 1864, cuando el zar realizó una visita al Instituto Smolny. El atractivo de la joven Catalina, de tan sólo 17 años, llamó la atención del soberano, de 46 años. Un contemporáneo describió a Catalina como “una joven de mediana altura, con una figura elegante, con sedosa piel de marfil, ojos de gacela asustada, de boca sensual y delicadas trenzas castañas”. El zar empezó a visitarla en la escuela invitándola a dar largos paseos en carruaje, en cuyo transcurso discutían las ideas liberales de la joven, formadas, en parte, a lo largo de sus años en el Instituto Smolny. Con el tiempo Alejandro II se las ingenió para nombrar a Catalina dama de honor de la zarina, enferma de tuberculosis.

Catalina y el zar disfrutaban en mutua compañía, pero ella no quería ser una más en su historial de amantes. Pese a la presión de su madre y la directora del Smolny para que aprovechase la oportunidad y aceptase ser la amante del Zar, para así mejorar su situación y la de su familia, no será hasta 1866, tras la muerte del Zarévich Nicolás Aleksándrovich de Rusia(que enfermo de tuberculosis falleció en 1865) y la de la madre de la princesa Dolgorúkova, que Alejandro y Catalina entablan una verdadera y estable relación amorosa. Según contó la propia princesa en sus memorias, aquella noche el Zar le dijo: “Ya eres mi esposa secreta. Juro que si alguna vez soy libre, me casaré contigo”.

El zar insistía en tener a Catalina y sus hijos cerca de él, para ello alquiló una mansión en San Petersburgo desde la que Catalina, con escolta policial, acudía tres o cuatro veces por semana a los apartamentos de Alejandro en el Palacio de Invierno. La pareja mantuvo una extensa correspondencia diaria (a veces se escribían varias veces al día) de la que ha quedado constancia, siendo publicadas en 2007 (Harding, Luke, "From Russia with lust: Tsar's erotic letters to young mistress auctioned").

En febrero de 1876 Catalina dio a luz a su tercer hijo, Borís, en los apartamentos privados de Alejandro en el palacio. La madre quedó recuperándose junto al zar y el bebé fue trasladado a casa de Catalina, muriendo a causa del enfriamiento contraído en el traslado, unas semanas más tarde.

La relación contaba con la total desaprobación de la familia imperial y de la corte. Catalina fue acusada de intrigar para convertirse en zarina, de contaminar al zar con sus ideas liberales y de asociarse con empresarios sin escrúpulos con el ánimo de lucrarse.

Algunos miembros de la familia imperial temían que los ilegítimos hijos de Catalina desplazasen a los legítimos herederos del zar. Poco después de su boda con Catalina, Alejandro II, cansado de tantas críticas, en su opinión totalmente infundadas, escribió a su hermana la reina Olga de Wuttemberg en los siguientes términos: “Ella ha preferido renunciar a los actos sociales y las diversiones propias de las jóvenes damas de su edad y ha dedicado toda su vida a amarme y cuidar de mí sin interferir en cualquier asunto a pesar de los numerosos intentos de quienes quieren utilizar fraudulentamente su nombre, vive sólo para mí y dedicada a la educación de nuestros hijos”.



La princesa Catalina Dolgorúkova en su adolescencia.
Hacia finales de 1880, temiendo que Catalina se convirtiera en objetivo de algún atentado, Alejandro II ordenó el traslado de esta y sus hijos a la tercera planta del Palacio de Invierno. Este traslado dio pábulo a la propagación de todo tipo de rumores e historias escabrosas tales como la que aseguraba que antes de morir la zarina María se vio obligada oír los molestos ruidos de los pequeños bastardos, cuando en realidad las dependencias ocupadas por unos y por otra distaban más que suficiente como para no interferir los unos en la vida cotidiana de los otros.

A pesar que Alejandro II había sido infiel a María de Hesse (con la que había tenido ocho hijos) en numerosas ocasiones, sus relaciones con Catalina no se iniciaron hasta después que los médicos aconsejaran a la pareja imperial que no tuvieran relaciones a causa de la enfermedad de la zarina.

Antes de su muerte, la zarina María pidió conocer a los hijos de Catalina. El zar le presentó a sus dos hijos mayores, Jorge y Olga, a quienes ella besó y bendijo.

Ante la rapidez de su matrimonio con Catalina, a penas un mes después de la muerte de la zarina, Alejandro II la justificó porqué él temía ser asesinado y que ella y sus hijos quedasen sin nada. El matrimonio no era nada popular ni entre la familia imperial ni entre el pueblo, pero el zar los obligó a aceptarlo. A Catalina le concedió el título de Princesa Yúrievskaya y legitimó a sus hijos, aunque, por ser fruto de una unión morganática, no tenían ningún derecho al trono.

El Gran Duque Alejandro Mijáilovich Románov (sobrino de Alejandro II) escribió en sus memorias que el zar se comportaba con Catalina como un adolescente, que la pareja se profesaba una adoración mutua y que la familia imperial no soportaba oír a Catalina llamar a su esposo por el diminutivo familiar “Sasha”. Pese a ello, escribe que su padre el Gran Duque Miguel Nikoláyevich de Rusia llegó a pedir disculpas a su madrastra por la frialdad con la que era tratada por la familia.

Catalina y Alejandro vivían felices pese a la agitada situación política y las constantes amenazas de un atentado. El 1 de marzo de 1880 se produjo una explosión en el comedor del Palacio de Invierno. Alejandro corrió a las habitaciones de Catalina antes que acudir a ver cómo estaba la emperatriz que, en la fase terminal de su enfermedad, ni se enteró de la explosión. El príncipe Alejandro de Hesse-Darmstadt, hermano de la zarina, reprocharía amargamente a su cuñado que sólo mostrara interés y preocupación por el estado de su amante y no por el del resto de la familia allí presentes.

Un año más tarde Alejandro II moriría en los brazos de Catalina, convertida ya en su esposa, de las heridas sufridas en un atentado. Durante los funerales Catalina y sus tres hijos se vieron obligados a permanecer en la entrada de la iglesia y se les negó un lugar en la comitiva de la familia imperial. Asimismo se la obligó a asistir a otro funeral diferente al de la familia.

Sus últimos años


Alejandro II en su lecho de muerte en 1881.
Tras la muerte del Zar a Catalina se le asigna una pensión de 3,4 millones de rublos. En tanto que viuda de un zar, Catalina tenía derecho a residir en el Palacio de Invierno, así como al uso y disfrute del resto de las residencias de la familia imperial; a cambio de su renuncia a este derecho, la viuda de Alejando II recibió la propiedad de una residencia para ella y sus tres hijos. Finalmente Catalina se instala entre París y la Costa Azul, convirtiéndose en una abanderada de la moda. Tenía a su servicio veinte empleados y poseía un vagón de tren privado.

Sus relaciones con los Románov fueron tensas durante el resto de sus días. El zar Alejandro III, su hijastro, estaba al día de todos los movimientos de Catalina en Francia ya que de ello se encargaba la policía secreta rusa.

En 1895 el Gran Duque Jorge Aleksándrovich, hijo de Alejandro, fingió una enfermedad para evitar un encuentro de compromiso con Catalina durante una estancia de éste en Francia. Ese mismo año Nicolás II se niega a hacer de padrino en la boda de la princesa Olga Yúrievskaya (hija de Catalina y Alejandro) con el Conde de Merenberg. Por otro lado el paso del príncipe Jorge Yúrievski por la armada rusa fue calificado de fracaso total (carta del Gran Duque Alexei Alexandrovich a la propia Catalina), de todos modos se le concedió un puesto en la escuela de caballería. Catalina sobrevivió a su marido cuarenta y un años. Falleció en 1922 y para entonces su fortuna ya estaba considerablemente mermada a consecuencia de elevado nivel de vida y de la caída de los Romanov como consecuencia del triunfo de la Revolución rusa.

Descendencia


Hijos de Alejandro II y Catalina Dolgorúkov.
Tres de los cuatro hijos de Catalina y Alejandro llegaron a la edad adulta. El zar les otorgó el título de Príncipes y Princesas Yúrievski.

En los medios

La historia de la Princesa Catalina Dolgorúkova ha sido llevada al cine en dos ocasiones:

 
Esta señora no fué reina, pero casi como si lo fuese, por el temperamento y su arte como fotógrafa. Su desgracia fué tener ocho hijas feas que casar.

Isabel de Croÿ

Archiduquesa de Austria

(Cuñada de Maria Cristina de Habsburgo-Lorena,
Reina Regente de España)

La temperamental "Sra. Bennet" de la realeza, obsesionada con casar a sus hijas y gran fotógrafa.


La archiduquesa Isabel en 1907.



Isabel con su esposo, su suegra la Archiduquesa Isabel Francisca de Austria, su cuñada María Cristina de Austria y la Archiduquesa María Teresa de Austria-Este, cuñada de la madre de Federico a través de su primer matrimonio.
Isabel de Croÿ (Dülmen, Westfalia, 27 de febrero de 1856 - Budapest, Hungría, 5 de septiembre de 1931) nacida Princesa de Croÿ, después por su matrimonio archiduquesa de Austria y duquesa de Teschen. Fue un miembro de la familia imperial austro-húngara y una gran fotógrafa.

Archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sofia Chotek, la "enemiga" de la señora Croy.

Matrimonio e hijos

Ella se casó con el archiduque Federico, duque de Teschen el 8 de octubre de 1878. Ellos tuvieron ocho hijas y un hijo:


Archiduque Francisco Fernando

A mediados de la década de 1890, el heredero del trono austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando de Austria, comenzó a visitar la casa de Isabel y Federico. Al principio, se supuso que estaba allí para cortejar a una de sus muchas hijas. Finalmente, se descubrió que, de hecho, estaba cortejando a la condesa Sofía Chotek, una dama de compañía de la archiduquesa Isabel.1

Isabel se enfureció porque Francisco Fernando no había señalado a una de sus ocho hijas como su novia y futura emperatriz; como resultado, participó en una cruzada para frustrar el matrimonio de Francisco Fernando y Sofía.

Sofía fue despedida del servicio, iniciando así un conflicto en curso entre Federico y Francisco Fernando, que se casó con Sofía en 1900. El matrimonio fue morganático; Sofía fue sometida a las indignidades de un rango mucho más bajo en la corte que la de su esposo, y ninguno de sus hijos podría acceder a los honores dinásticos de su padre, todo principalmente como resultado de las maquinaciones de Isabel.


Una década más tarde, la archiduquesa Isabel creó un furor similar cuando su sobrino, Karl, decimotercer Príncipe von Croÿ, de la Casa de Croÿ, intentó casarse con Nancy Leishman, la joven y encantadora hija del embajador de los Estados Unidos en Alemania, John George Alexander Leishman, expresidente de Carnegie Steel. La Archiduquesa sintió que Nancy, siendo una plebeya americana, no era una esposa apropiada para un príncipe de Croÿ. Sin embargo, Karl y Nancy se casaron; hoy su nieto es el actual Duque de Croÿ.

Títulos y órdenes
Órdenes


Enlaces externos

 
TRES REINAS CASI DESCONOCIDAS


En la historia de España ha habido tres reinas consortes que han pasado casi desapercibidas han sido; Luisa Isabel de Orleans casada con el Rey Luis I, Julia Clary casada con José I y María Victoria dal Pozzo casada con Amadeo I.

Luisa Isabel de Borbón “un ser a quien nadie había deseado”, nace en Versalles el 11 de diciembre de 1709, hija de Felipe Duque de Orleans y Regente de Francia y de María Francisca de Borbón.

Al nacer su padre se lleva una gran desilusión, esperaba un varón ya que el matrimonio contaba con cuatro hijas. Es tal su frustración que se la contagia a su mujer y cortesanos y a la niña se les olvida bautizarla, llamándole todo el mundo Mademoisselle de Montpensier. Contaba doce años y tiene que partir para España a contraer matrimonio con el heredero del trono Luis de Borbón, hijo de Felipe V y de María Luisa Gabriela de Saboya, es cuándo el embajador español en París Duque de Osuna, le hace ver al Regente francés que su hija no tiene nombre de pila, con lo cual es bautizada y recibe la primera comunión.

Contrae matrimonio con Luis I el 20 de enero de 1722 en en Palacio del Duque de Lerma en Lerma ( Burgos ), hoy convertido en Parador Nacional, ella tiene doce años y el quince, pero el matrimonio no se consumaría hasta pasado año y medio.

Pronto empiezan los escándalos, la princesa es un ser sin educar. Se dedica a pasear por palacio ligera de ropa, bebe sin mesura ( le gusta empinar el codo ), llegando a bajar a las cocinas de palacio para subirse alimentos y bebida, ( también es glotona ), eructa y se ventosea en público se comporta como una zafia. Tal es el grado de mala educación que tiene, que se ven obligados los Reyes a arrestarla en el viejo Alcázar, lejos del Buen Retiro, para que reconsidere su comportamiento.

A su salida con síntomas verdaderos de arrepentimiento vuelve a convivir con su esposo. Este enferma de viruela y ella le cuida sin separarse de su cama hasta su muerte, queda viuda a los quince años. Ella también se contagia de viruela pero se cura y es enviada de nuevo a la corte francesa.

Allí la recluyen un convento, debido a su buen comportamiento sale y más tarde se aloja en el palacio de Luxemburgo, donde muere de hidropesía el 16 de junio de 1742. Así transcurre la vida de una persona víctima de su tiempo, ¡que quién sabe ! igual hubiera sido una buena Reina.

Julia Clary apodada ” La Intrusa ” era la mujer de José Bonaparte Rey de España de 1808 a 1813, ( Por tanto Reina consorte ), José I fue un buen Rey, pero calumniado por haber sido impuesto por Napoleón su hermano.

Julia nace en Marsella ( Francia ) el 26 de diciembre de 1771, era hermana de Desireé,( de la que ya os he hablado en mi blog ) e hija de Francoise Clary, rico comerciante de sedas en Marsella y de Rose Somis.

Nunca estuvo en España, fue una mujer prudente a la que no le gustaba el protagonismo. Tuvo tres hijas, una murió siendo un bebé y dos Zenaida y Charlotte llegaron a ser Infantas de España, ( que nunca estuvieron en el país ). Murió en Florencia el 7 de abril de 1845.

Al exiliarse Isabel II había que buscar un soberano para el trono español, se barajaron varios nombres, pero gana la candidatura del general Prim ( asesinado un mes después en la calle del Turco, en Madrid ) que era la de Amadeo de Saboya. El general llegó a decir: ” los Borbones no pisarán nunca el trono de España”.

María Victoria dal Pozzo había nacido en París el 9 de agosto de 1847, hija primogénita de Carlo Emmanuele dal Pozzo della Cisterna ( el nombre tiene guasa ) Principe de la Cisterna ( y el título ), y de Luisa Carolina Ghislande de Merode condesa de Merode Westerloo. A María Victoria se le apodaba ” la virtuosa”, era una mujer muy caritativa. De pequeña había sufrido un trauma, al morir su padre la madre pierde la cabeza y decide no enterrar a su marido en un mes, estuvieron velando el cadáver su madre, su hermana y ella día y noche, a consecuencia de esto muere su hermana menor de tifus y consumición emocional, una historia dantesca.

Durante el reinado de su marido Amadeo I, este se dedicó a regalar relojes de oro a los alcaldes de las ciudades que visitaba con una ” A ” grabada y la corona real. Cuándo Alfonso XII fué proclamado Rey, éste decía con jocosidad, ” ¡ Bendito sea Don Amadeo, que regaló relojes en mi nombre y ahora me ahorra tener que hacerlo !”. Ya que los alcaldes se jactaban sin ningún pudor de que había sido Alfonso XII, y no Amadeo de Saboya el que le había regalado el reloj.

La reina tuvo tres hijos, el pequeño nació en España.

Sufrió junto a su marido un atentado en la calle Arenal de Madrid, de la que salió ileso el matrimonio.

Murió en San Remo victima de la tuberculosis el 8 de noviembre de 1876. Está enterrada en la Basílica de Superga en Turín.

En mi modesta opinión creo no fueron ni mejor, ni peor que otras reinas que han vivido y reinado en España, simplemente han pasado por nuestra historia” de puntillas”, es más Doña María Victoria fue una gran reina consorte que no tuvo inconveniente en disponer de su fortuna personal,( heredada de su rica familia), en construir asilos y hacer obras sociales. Y su marido un buen Rey culto y preparado, pero como siempre ganaron los intereses de los de siempre”…..¡ Otra vez volvieron los Borbones !.
 
Julia Clary, la Reina de España más desconocida


Retrato de 1809 de Julia Clary Bonaparte y sus hijas, por Jean-Baptiste Wicar

- Mujer de José I Bonaparte, fue conocida en España como "la Reina intrusa"

- Se convirtió en la primera reina española que carecía de hecho de origen principesco

- Sin haber estado jamás en España, ejerció como Reina únicamente desde París


El hecho de haber sido esposa de una de las figuras más denostadas de la historia de España y reina consorte en uno de sus momentos más convulsos, unido, quizás, a su poco arrebatador físico – era extremadamente enjuta y de pequeña altura – han provocado que Julia Clary (1771-1845), mujer de José I Bonaparte (1768-1844), sea una de las soberanas españolas más desconocidas. En este artículo repasamos la vida de la que fue conocida en España como “la Reina intrusa”.

De la alta burguesía, pero sin sangre azul

Julia Clary nació en 1771 en Marsella. Su padre, François Clary, era un acaudalado comerciante de seda que en 1759 había contraído matrimonio en segundas nupcias con Françoise Rose Somis, con la que tuvo dos hijos y cinco hijas. La familia Clary, proveniente de la alta burguesía pero sin rastro de sangre azul, jugaría un papel más que relevante en la historia de las monarquías europeas. No sólo Julia se convertiría en reina de España y de Nápoles sino que su hermana pequeña, Desideria (1777-1860), llegaría a ser reina consorte de Suecia y Noruega y parte, así, de la dinastía Bernadotte, aún reinante hoy en día en Suecia.

Desideria sería, de hecho, clave para el encuentro de Julia con José Bonaparte, hermano de Napoleón (1769-1821) ya que aquella sería novia –llegando incluso a comprometerse en 1795 – del Emperador hasta que éste decidiera casarse con Josefina de Beauharnais. A través de su hermana pues conocería en 1793 la joven Julia Clary al hermano mayor de Napoleón, José. A partir de entonces comenzaría una historia de amor que se formalizaría con la boda celebrada el 1 de agosto de 1794 en Cuges-les-Pins, en el sur de Francia.

Tras el enlace la pareja de recién casados se instaló en Génova, donde José Bonaparte, jurista de profesión, trabajó como abogado. Sin embargo esta vida tranquila en Italia, que tanto agradaba a Julia, tendría corto recorrido, habida cuenta de que Napoleón se apoyaría en su hermano intensamente en la realización de sus ambiciones políticas. Así, José fue nombrado embajador de Francia en el Ducado de Parma y posteriormente en Roma.

Con motivo de las llamadas Guerras Napoleónicas la responsabilidad de José Bonaparte se acrecentó, funcionando como una suerte de embajador magnánimo del Emperador. Este periodo culminaría con su proclamación como Rey de Nápoles en 1806, función que desempeñaría durante dos años.

Tuvo tres hijas


Mientras la carrera política de su marido alcanzaba cotas cada vez más altas, Julia Clary se esforzaba en crear una familia alejada de las ansías de poder y los vericuetos de la política internacional. Así en 1796 nacería la primera hija del matrimonio, Zenaida, quefallecería a los quince meses del alumbramiento. No sería hasta cinco años después, en 1801, cuando nacería la segunda hija de la pareja y que compartiría el nombre de su hermana fallecida. Zenaida (1801-1854) llegaría a ser Infanta de España e incluso, según algunos historiadores, Princesa de Asturias, al ser la hija mayor de los Reyes. En 1802 Julia Clary daría a luz a su tercera y última hija, Carlota (1802-1839), que terminaría siendo, si bien brevemente, Reina de Holanda después de contraer matrimonio con Luis Napoleón Bonaparte (1804-1831).


Sin embargo las cada vez más exigentes responsabilidades de José Bonaparte comenzaron a hacer mella en Julia que, agotada, sufrió una caída que le provocó un aborto. A partir de ese momento su salud se deterioró hasta el punto que su marido decidió enviarla alcastillo de Mortefontaine en el norte de Francia, de su propiedad, y al balneario de Plombières en la actual Bélgica.

De Nápoles a París

Tras la llegada de José Bonaparte al trono de Nápoles la ya convertida en reina Julia se demoró en reencontrarse con su marido en tierras transalpinas. De hecho no sería hasta el final del reinadocuando la soberana acudiera en compañía de sus hijas a Nápoles.

Pese a que siempre se ha afirmado que la razón de las reticencias de la Reina a viajar a Italia se debía a su deplorable estado de salud, actualmente se apunta a que a los oídos de la reina Julia habrían llegado rumores de la existencia de una amante de su marido. Sea como fuere la Reina terminó accediendo a los deseos de su esposo y se instalaría en la corte napolitana. Sin embargo la estancia en Nápoles sería breve ya que a los pocos meses José Bonaparte sería nombrado Rey de España por orden de su hermano Napoleón.

Tras la cesión del trono español a Napoleón por parte de Carlos IV en 1808, José Napoleón se convirtió en José I de España y Julia Clary, como consorte, en la reina Julia, la primera reina española que carecía de hecho de origen principesco. La Reina, como había ocurrido hasta entonces, sacrificó su apacible vida familiar para desplazarse a la convulsa España

Sin embargo a mitad de camino, concretamente en Lyon, las noticias que llegaban desde Madrid hablaban de una revuelta popular sin precedentes contra el invasor francés. El Rey, preocupado por la seguridad de su familia, decidió que la Reina y la Infantas se trasladaran a París mientras intentaba recuperar el control del país desde Vitoria, algo que no ocurriría hasta 1809.

Reina de España desde París

La reina Julia, convertida en soberana española sin haber estado en España jamás, ejerció como tal únicamente desde la capital francesa. Pese a desconocer al pueblo español totalmente, la nueva Reina se mantuvo en todo momento informada de la situación en territorio español a través del embajador Diego Fernández de Velasco (1754-1811), Duque de Frías.

Los ecos desde la capital del Reino eran en cualquier caso más que preocupantes. Pese a que su marido pretendió reformar profundamente España, la contestación de la ciudadanía fue mayúscula. Además la Reina también tuvo que escuchar innumerables murmuraciones sobre los presuntos romances del Rey en la Villa y Corte entre los que se contarían los que habría mantenido con la Condesa del Vado, la Condesa de Jaruco o la cantante de ópera Nancy Derjeux.

Finalmente en 1813 la situación en España llegó a ser insostenible. El Rey decidió abandonar el país rumbo a Francia, no sin antes afanarse un buen número de joyas y obras de arte españolas, entre las que se encontraban la mítica perla “Peregrina” y el no menos mítico brillante “El Estanque”, que acabaría en manos de la reina Julia.

Marcha a Fráncfort con sus hijas

Tras la caída en desgracia de Napoleón, su hermano José, decidió trasladarse al exilio en los Estados Unidos. Su mujer, cada vez más frágil, no le acompañó, sino que marchó a Fráncfort, donde intentó, malvendiendo en no pocas ocasiones el patrimonio que su marido había hurtado en España, rehacer su vida con el apoyo de sus hijas, ya adultas.

José y Julia se reúnen en Florencia

En 1841, veintiséis años después de su separación, José Bonaparte y Julia Clary volvieron a reunirse, esta vez en Florencia. Como siempre había ocurrido hasta entonces, la reina Julia, resignada, volvió a aceptar a su marido pese a que era consciente de una larga relación extramatrimonial de Bonaparte en tierras americanas.

Tras un puñado de años de escasa vida social en tierras italianas, José I fallecería en 1844, mientras que su mujer, Julia Clary, lo haría un año después. Sin haber pisado España nunca y con una existencia marcada por la discreción y una endeble salud, la reina Julia se puede considerar pues como la soberana española más ignorada.
 

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