Qué leer.

Emmanuel Carrère: «Soy una persona muy moral, pero eso no significa que me comporte bien»
Publicado por Bárbara Ayuso
Fotografía: Lupe de la Vallina

Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-0-800x534.jpg


Esta entrevista fue publicado originalmente en nuestra revista Smart número 38.

Dos cafés negros y tres carcajadas mansas. Ese es el balance de Emmanuel Carrère (París, 1957) en una conversación larga, en la que él impone un ritmo pausado, generoso en silencios. El escritor francés es frío o, por lo menos, es frío en estos días en los que todos le preguntan por la puesta en libertad del asesino Jean-Claude Romand, el personaje de su célebre obra El adversario. Le da igual y así lo suelta. Aquello, como Limónov, era no ficción, o autoficción, ese género del que se ha convertido en paladín. Eso también le da igual. Al escritor de primera persona le agotan las definiciones ajenas. Sabe que le tienen por altivo y narcisista, y es reacio al desmentido.

Carrère es un hombre de sonrisa complicada, en línea recta y de amplitud controlada, pero a cambio responde honesto, masticando cada sílaba. En una acrobática posición de loto, habla sin pudor del bloqueo creativo, de la depresión, el s*x* y la religión. También de su relación más compleja, la que mantiene con la realidad. En el marco de la entrega del Premio Formentor de las Letras y las Conversaciones Literarias organizadas por la Fundación Santillana y patrocinadas por el Hotel Formentor, Carrère se presta a hablar de Carrère. Que, paradójicamente, es de lo que menos certezas tiene.

¿Cómo le sienta que haya siempre tanta atención con respecto al género en el que escribe? ¿Que las idas y venidas entre la novela, la no ficción, el regreso al periodismo generen tanta atención, tanto análisis?

[Asiente, poniendo los ojos en blanco] Sí, es cierto. Es una obsesión constante lo de analizar mi trayectoria en esos términos, es francamente agotador. Pienso que en lo que se refiere al género en la escritura no es necesario enmarcarse en un cuadro específico, siempre lo he pensado. Lo que intento hacer, aunque quizá sea banal decirlo así, es explicar mi experiencia personal, mi percepción de la vida, mi comprensión de mi entorno y de mi vida en general. Creo que es algo que todo el mundo hace, aunque yo lo hago de forma escrita y desde mi punto de vista. Hay otras personas que se centran más en la vida que les rodea, o en la vida política, o en lo que contemplan… pero yo tengo la impresión de que simplemente trato de darle forma a lo que vivo. A veces a través del periodismo, de la novela, o del ensayo. Nada más. Pero no entiendo esta obsesión con los géneros.

Ha dicho alguna vez que le preocupa mucho más el futuro del periodismo que el futuro de la novela. Que no cree que esta vaya a morir, por mucho que siempre se anticipe su fallecimiento.

Es que yo no creo que la novela esté en crisis, me da igual quién lo diga. Es un formato que se ha ido desarrollando en distintas formas. Lo que quizá sí que esté en crisis es la novela realista del siglo XIX, pero eso lo podríamos aplicar a la poesía también, por ejemplo. Ha existido siempre, y siempre existirá, y quizás lo que ya no se da es el soneto clásico. Ocurre lo mismo con el teatro, donde no se lleva la tragedia clásica ya, pero eso no ha impedido que el teatro siga existiendo y evolucionando. En mi opinión, la novela seguirá cambiando, adaptándose, porque por definición la novela es basta y es impura. Necesitará renovarse siempre. El tipo de libro que yo escribo, lo que llamáis «no ficción», es novela. Quizás tiene una vertiente más periodística o documental, pero novela al fin y al cabo. Así que no me preocupa su futuro: la novela seguirá yendo bien.

El futuro del periodismo sí que es más preocupante. Como bien sabes, para que tenga lugar un buen periodismo es necesario tiempo, espacio y presupuesto. Y eso es algo que hoy en día está en entredicho, porque el periodismo no tiene esas tres fuentes a su disposición como las ha tenido en el pasado, cuando yo empecé a trabajar, en los años ochenta. He tenido la suerte de poder hacer reportajes que hoy en día no se podrían hacer, de eso estoy seguro. Internet ha puesto muchísima información a disposición del público de forma gratuita, como ocurrió con la música, que también entró en crisis. Lo que tenemos que atacar es la esencia: la gente está poco dispuesta a comprarse un periódico cuando puede encontrarlo todo online.

Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-1-800x534.jpg


«Preferimos creernos cualquier mentira que concuerde con nuestra opinión a interesarnos por una información veraz que la desmienta». Lo dijo en Limónov hace ocho años.

Mientras lo decías he pensado «qué cierto», hasta que has dicho que la cita es mía. Estoy de acuerdo conmigo mismo, algo que no siempre ocurre [risas]. La cuestión de las fake news es algo que me produce mucho interés, ahora mucho más. Ya lo dijo Philip K. Dick, que dio forma narrativa a esta realidad virtual y alternativa del mundo. Hoy vemos el problema, pero él ya lo anticipó, como una especie de profecía; vivimos en el mundo que él ya anticipó.

Ahora las fake news tienen una base y un afán de totalitarismo, lo que enlaza también con George Orwell y su análisis de cómo convenimos, socialmente, que ciertas cosas son ciertas. Por ejemplo, la comunidad científica tiene claros, más o menos, sus consensos. Pero cuando hablamos de ciencia comunista o nacionalista, entonces se destruye esa idea de una realidad común y deja de haber interés compartido. Eso creo que es el punto de partida de las fake news, algo que se está amplificando, y yo creo que será un fenómeno que seguirá expandiéndose. No creo que podamos hacer nada, además de reflexionar sobre el tema.

¿Nada?

No, sé cómo ha sonado eso. Matizo: podemos intentar hacer algo a nivel individual. Como periodistas podemos tratar de ir a verificar los hechos, tratar de escapar de esas fake news a base de esfuerzo, pero no nos engañemos: no deja de ser una resistencia marginal. Hay que aceptarlo. Yo he tenido la suerte de vivir otro periodismo, el que hoy en día ya se ha convertido en «periodismo a la antigua», donde se tenía el tiempo, el espacio y el dinero para hacer las cosas bien. La Revue XXI, una revista que hace diez años que existe y en la que yo he trabajado, sigue haciendo un periodismo del que ya no se hace. Ahí empezó Limónov, por entregas. Pero esto no dejan de ser pequeñas islas de resistencia en un océano de algo que no está digerido y que no se puede frenar. Es mi sensación. Irreversible. Verificar los hechos es importantísimo… pero es difícil. ¿Dónde está el hecho en bruto? Porque los hechos también siguen una narrativa. Es un poco como lo que decía este gran patrón del capitalismo, ese visionario que es Elon Musk: que daremos con la realidad de base, la realidad pura, una vez entre un millón, y eso si tenemos suerte. No hablo de la realidad de los hechos, sino de la realidad en bruto. ¡Lo que antes se llamaba simplemente la realidad!

Elon Musk dice que vivimos en una especie de Matrix, en una simulación de la realidad…

Sí, es un revolucionario y un loco, pero tiene su punto de razón. Creo que parte de lo que dice es cierto.

Ha citado antes a K. Dick, ahora que en España relanzamos Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Dentro del atrevimiento que supone decirle a alguien que le entiendes, da la impresión de que es más fácil llegar a comprender a Carrère después de este libro, y también después de lo que cuenta en Conviene tener un sitio adonde ir sobre cómo llegó al escritor. ¿Buscaba psicoanalizarse usted a través de K. Dick?

Quizás sí, porque, como has visto, me siento muy vinculado a la figura de K. Dick, y no solo se trata de que me despierte simpatía. A través de cada libro, de cada personaje, estoy ofreciendo una realidad virtual de mí mismo. Como criminal o aventurero, como en Limónov; como un juez de gran altura moral, como amante salvaje y también como yo mismo. En este caso, resalto esa faceta de iluminado, de profeta, que de alguna manera me une al personaje que quiere ser igual que san Pablo. Es un místico en estado salvaje que no consigue hacer lo mismo que él, porque no funda ninguna religión, pero tiene ese deseo de hacerlo. Es un libro que tiene veinticinco años y sigo igual de apegado a él, al hombre que era.

En él, pero también en otros escritores a los que admira, se da la circunstancia de que tuvieron una infancia rara. Niños apartados, malos en los deportes, aficionados a la lectura… ¿Usted era así?

Totalmente, tal como lo dices. Yo me he sentido siempre más cercano a los niños con gafas, apartados, los que no jugaban al fútbol, que a esos líderes naturales, a los que siempre he mirado con recelo. No sé si con envidia.

Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-2-800x550.jpg


Ayer, en su charla, repitió la anécdota sobre Charles Dickens que contó cuando recibió el Premio FIL. En ella, Dickens recibía una carta de una enana que se sentía ofendida por uno de sus personajes, y él acababa cambiando el texto para no herirla. Algo muy actual hoy en día. ¿Existe el derecho a no ser ofendido?

No creo que exista el derecho a no ser ofendido. Eso sí: es cierto que internet ofrece la posibilidad de que eso ocurra a mayor escala que antes. Todos podemos decir de todo sobre cualquiera. Se ha colocado un altavoz enorme y se ha sobredimensionado la posibilidad tanto de ofender como de ser ofendido.

¿Qué responsabilidad tiene un escritor cuando eso ocurre, cuando ofende escribiendo algo?

Es un dilema clásico, aunque ahora pueda verse resucitado y esté más presente. Cuando uno es escritor, cuando pone su nombre a una publicación, está asumiendo una responsabilidad sobre lo que dice. No es lo mismo eso que un comentario en internet, que puede resultar completamente dañino, ordinario u ofensivo a muchos niveles. Personalmente, creo que ser escritor no mengua en absoluto la responsabilidad de no ofender. Y en el caso de que lo haga, de que algo de lo que diga ofenda, debe asumirlo también. Ser escritores no nos confiere un derecho adicional a ser ofensivos. Pero si corremos ese riesgo hay que asumir la responsabilidad.

Es decir, que también habría retirado al personaje, como Dickens.

Quiero pensar que sí, por eso cuento la anécdota. Pero no me atrevo a asegurarlo. [Risas]

Hablando de Janet Malcolm, a quien también le profesa gran admiración, a ella le discute una de sus sentencias más famosas, la que afirma que «Todo periodista que no sea demasiado estúpido o demasiado engreído para no advertir lo que entraña su actividad sabe que lo que hace es moralmente indefendible».

Sí, la admiro, admiro su extraordinario talento, pero no estoy nada de acuerdo con ciertas cosas. Lo que ella dice es que cualquier periodista o escritor —que en este caso es lo mismo, porque es no ficción— que habla de personas reales siempre las está traicionando. Yo me rebelo contra esa tesis. Creo que como buena periodista que es sostiene un punto de vista un tanto masoquista. Yo no me siento así, no siento que haya traicionado a las personas que he retratado en mis libros. Ni a Jean-Claude Romand, ni a Limónov. Creo que siempre he sido muy honesto con ellos, siempre les he dicho cuál es mi posición. Creo que sí es posible hablar de personas reales sin traicionarlas, eso por un lado. Pero, y ahí estoy de acuerdo con Malcolm, se trata de aceptar que no podemos ser objetivos, que esa objetividad no existe, y no podemos pretender decir que no estábamos allí.

Lo incómodo, decía en un artículo en Le Monde, es «aceptar la idea de estar involucrados».

Exacto. Eso es importantísimo, y es lo que a mí me ha llevado a hablar en primera persona, lo que ha llevado a que me pregunten siempre (y te agradezco que no lo hayas hecho) si eso no es narcisismo, o deseo de protagonismo. Porque no, no lo es. O quizás sí, no lo sé. Para mí es una aceptación de que yo estoy allí, en esa circunstancia; una forma de aceptar esa responsabilidad, de que soy parte de lo que estoy contando.

No cree haber traicionado a nadie con sus libros, pero con Una novela rusa sí transgredió ciertos límites, o eso me ha parecido que ha reconocido alguna vez.

Vaya, es verdad. Ese libro es particular, como veo que sabes, es diferente. Ahí sí siento que he transgredido una regla moral en la que yo mismo creo. Soy una persona muy moral, pero eso no significa que me comporte bien. Con ese libro hice daño a dos personas, en concreto, a mi madre y a mi compañera en ese momento, de las que dije cosas que ellas hubieran preferido que no hubiera contado. Hice daño. La verdad es que lo asumo, lo reconozco, no lo volvería a hacer.

Entonces, ¿volvería a escribir Una novela rusa?

Sí. No me arrepiento de haberlo hecho. No es incompatible.

Sostiene que la diferencia entre escribir de uno mismo y de los demás es que cuando escribimos de nosotros mismos no hay límites, porque solo nos afecta a nosotros. Por eso se siente más libre de hacerlo. Esos límites existen cuando lo hacemos sobre los demás, porque tememos dañarlos. Pero ¿no hay responsabilidad en lo que nosotros contamos de nosotros mismos, no tiene influencia en quien nos quiere?

Quizá eso sea una salvedad a mi argumento. Sí que siento ese grado de responsabilidad de que lo que digo de mí mismo también influye sobre los demás. Lo que quiero decir es que en lo que uno escribe de sí mismo, uno es el maestro. Puede controlarlo, decidir qué cuenta, qué omite y qué suaviza. En contraposición, los demás no pueden controlar lo que escribes de ellos. Es una cuestión que me he planteado, cómo puede influir todo lo que escribo en mis hijos. Pero es que no creo que la mejor forma de educar a los hijos sea diciéndoles que los padres son perfectos, no hay que alimentar esa mentira, se puede prescindir bastante de mentir a los hijos. En todo. También te confieso que en mis libros, y también de forma general, hay cosas que no querría que ellos leyeran demasiado pronto. No querría que mi hija de doce años lea Una novela rusa antes de hora. Pero es una cuestión interesante, hasta qué punto uno puede mostrarse desnudo en particular frente a los hijos. Creo que les atañe a ellos más que a nadie.

Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-3-800x534.jpg


¿Por qué la gente, cuando le dice que si no tiene pudor al escribir en primera persona y de forma personal, al final siempre se está refiriendo al s*x*?

Eso es verdad. La principal transgresión, el principal tabú que transgredimos es escribir y hablar sobre s*x*. Por razones que no veo claras, por razones oscuras, no sé por qué no podemos hablar de s*x* de una manera más zen y más sana. Esto me lleva a pensar en algo que dijo Montaigne, que voy a citar de memoria: «¿Qué hizo la acción genital a los hombres, tan natural, necesaria y justa, para no osar hablar de ella sin avergonzarse, y para excluirla de las conversaciones serias?», y tampoco tengo la respuesta. Pero el s*x* no es lo único con que se puede transgredir. Hay otros sentimientos que nos da vergüenza reconocer, como la envidia, que todos la vivimos en algún momento, o la mezquindad. Es difícil reconocer esos sentimientos, pero creo que es positivo hacerlo, porque también les hace bien a los demás verse reconocidos en esas maldades. Aun así, yo no siento ninguna afinidad por las obras literarias que hablan del s*x* como algo oscuro, blasfemo, relacionado con la culpabilidad… como por ejemplo hace Bataille. Es un autor que odio. Tiene ese punto de vista como de cura, una forma imbécil de ver la sexualidad. Me horroriza ver el s*x* así. Pero no pongas que considero a Bataille un imbécil, no es eso lo que digo [risas]. Solo que no estoy de acuerdo, siento una antipatía profunda hacia considerar el s*x* como algo malo. Esa visión de él como algo pecaminoso.

¿Y cómo lo conjuga con la religión? En El Reino decía…

¡Por mi parte bien, porque no soy católico! [Ríe]. No me supone ningún problema. Pero reconozco que esa es la cara del cristianismo que más antipática me resulta, aunque eso no resume todo el cristianismo, que tiene otras cosas que sí me llegan, me tocan, me gustan. Pero todo ese peso oscuro de la culpabilidad que tiene la religión me estorba. Lo que me lleva a pensar en algo que decía George Orwell de que el conflicto radica no tanto entre la izquierda y la derecha, sino entre la libertad y la autoridad. Y, si miramos atentamente la historia del cristianismo, veremos que en sus inicios la figura de Cristo realmente era representativa de una extraordinaria libertad. Pero rápidamente aparece san Pablo, que introduce la figura de autoridad, y la Iglesia es construida sobre esa noción autoritaria. A mí me gusta mucho más la noción de libertad del Evangelio.

Por cierto, Malcolm también dice que los periodistas «no somos una profesión de ayuda. Si ayudamos a alguien, es a nosotros mismos».

Sí, y tiene su parte de razón, pero déjame precisar. Esa noción parte de una idea que es falsa de base: ni los escritores ni los periodistas estamos aquí para ayudar a nadie escribiendo su historia. Si pensamos eso, vamos a acabar escribiendo nada más que chorradas y cosas sin sentido. Pero, si aceptamos que no escribimos para ayudar a nadie, sino para contar una historia, una situación o mostrar unos personajes, admitiendo que estamos transmitiendo nuestro punto de vista, entonces tenemos la posibilidad de ser honestos. Querer intentar ayudar a la gente es la mejor manera de hundirlos. Eso resume bastante lo que pienso.

¿El periodismo no tiene que intentar ayudar a la gente?

No debe ser su intención. Tiene que contar.

Usted también es un gran fan del psicoanálisis, como Malcolm. En Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos prácticamente psicoanaliza a K. Dick. ¿Sigue creyendo en el método?

El problema es que no puedo saber realmente cuánto me ha ayudado. Porque no puedo saber cómo estaría ahora mismo si no lo hubiera usado. Y aunque ya hace tiempo que no hago psicoanálisis, tengo la impresión de que hoy en día, en la época en que vivimos, en este momento, hay mucha hostilidad hacia él. Hoy en día queremos resultados y los queremos ya, y eso es algo que el psicoanálisis no puede ofrecer, porque lo que lo hace fecundo es que no sabemos adónde vamos cuando nos adentramos en él. Es un camino de incierto resultado. Y podría hacer un paralelismo con la realización de documentales hoy en día, donde, si uno quiere presentar un proyecto, tiene que presentárselo a un productor, a una cadena de televisión… Y lo que te piden es que desarrolles todo el escenario del documental, y eso es contrario al principio del documental en sí, que tiene preguntas y no respuestas. Tiene mucho de imprevisto, puedes definir el punto de partida pero no adónde va a llegar. De eso se trata, de no saber el destino final. Con el psicoanálisis ocurre lo mismo. La mayoría de nosotros no queremos ir por ese camino de lo desconocido y de lo incierto, que es justo lo que yo encuentro interesante. Tanto en el psicoanálisis como en la escritura.

También hay una cierta proximidad entre el psicoanálisis y las enseñanzas del Evangelio. La gente que lo lee mucho, que lo utiliza como una forma de nutrición habitual, como hago yo, encuentra siempre alguna frase que les da la sensación de que ha sido escrita para ellos. Que es como un mantra. Hay una frase que aparece al final de San Juan, justo después de que Cristo resucite, que se dirige a Pedro y le dice: «Cuando eras joven tú mismo te ponías el cinturón y te ibas adonde querías. Pero cuando te haces mayor, alguien te pone el cinturón y te hace ir ahí donde tú no querías ir». Esa frase para mí dice mucho, porque es casi lo que espero de la vida: espero que la vida me conduzca allí donde yo no tenía previsto llegar. Ahí está lo más interesante. El psicoanálisis, en el mejor de los casos, es una experiencia de libertad. La libertad significa no saber hacia dónde vamos o llegar adonde no teníamos previsto ir. Es algo sobre lo que he reflexionado mucho. La libertad de ir adonde no queremos ir es algo peligroso, que da miedo. Pero, en el fondo, siempre he tenido esta noción de Dios como un extranjero. Lo que denominamos, en términos religiosos, «el abandono de Dios» también podríamos definirlo como «abandonarse al inconsciente». Dejar que nos conduzca, nos lleve, no querer tanto que las cosas sean así o asá, sino confiar en algo que está en nuestro interior y que es más grande que nosotros. Algo que nos resulta más desconocido.

Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-4-800x534.jpg


El año pasado confesó estar pasando una crisis creativa, sin un proyecto claro para escribir. Esto le había llevado a un momento personal terrible, una depresión. ¿Cree que hay aún un tabú al hablar de esto?

Sí, claro que sigue siendo tabú. Precisamente por eso encuentro interesante hablar de esas cosas, y no por mí, sino por los demás. Porque la gente dice: «Ah, a él también le pasa». Esa es también la virtud de la autobiografía, porque cuentas tus miserias y las das a conocer a otros que también pasan por momentos en los que se sienten miserables. Ese sentimiento toma formas distintas, y cada uno lo vive a su manera, pero hay una relación. Yo admiro a los escritores que acaban un proyecto, empiezan otro y siempre están al pie del cañón. Me encantaría que me pasara eso, debe de ser maravilloso, pero no es mi caso. Tengo crisis muy agudas entre un proyecto y otro, y conozco a otros muchos que son como yo. Haber vivido varias crisis hace que estés más acostumbrado, porque conoces el proceso, pero eso no las hace menos angustiosas. No nos engañemos.

Hay una frase que a mí siempre me ha llamado la atención de André Malraux, en la que habla de su encuentro con un cura. Malraux tiene mucha curiosidad por lo que este cura escuchaba durante las confesiones, y por lo que podía haber aprendido de ello sobre la experiencia humana, que también podríamos referir como psicoanálisis aquí. El cura le dijo que, después de cincuenta años de confesiones, solo había aprendido dos cosas: que las personas están mucho más malogradas de lo que creemos y que no existen los adultos.

Sus crisis suelen producirse cada siete años, y suelen coincidir con un cambio de género en su escritura. ¿Qué ha aprendido de ellas? ¿En qué punto está ahora?

Afortunadamente, ya he encauzado el rumbo, no estoy en ese hoyo. No esta vez, aunque creo que volveré a estarlo. De ellas he aprendido que no dominamos las cosas, eso lo primero. Segundo, que avanzamos en la oscuridad. Y, finalmente, que a pesar de todo hay que confiar en la capacidad de cambio, en la metamorfosis, por difícil que parezca. También que hay que dejarse guiar por la vida, por el inconsciente, y asumir que no podemos controlarlo todo.

¿Dejarse ayudar por los demás?

No, no creo mucho en eso de dejarse ayudar por los demás. O no en este tipo de crisis, es algo que uno vive solo, por mucho que estemos rodeados de amistades o de amor. Desgraciadamente, es un proceso muy solitario.

Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-5-800x534.jpg


Dentro de poco Houellebecq publicará un artículo sobre usted, un perfil. ¿Siente que, a pesar de ser escritores radicalmente diferentes, es quien mejor le ha interpretado?

Sí, la verdad es que a mí siempre me ha gustado mucho lo que Houellebecq ha dicho de mis libros, la manera en la que ha llegado a la esencia de ellos. Y también ha sido al contrario, creo que él también ha disfrutado de lo que yo he dicho de los suyos. No somos amigos asiduos, no nos vemos a menudo, simplemente existe un gran respeto. Él sí que es un novelista de pies a cabeza, porque trabaja con personajes bien diseñados y sigue bastante la estructura de la novela clásica del siglo XIX. Pero, a diferencia de mí, tiene una perspectiva más amplia del mundo en el que vivimos, tiene una mente muy abierta. Y creo que eso es parte del éxito internacional que se ha ganado, su perspectiva y capacidad de ver la época presente en la que vivimos. Houellebecq, en ese artículo, dice algo que me gusta mucho sobre el problema del mal. El mal como algo que tratamos y de lo que hablamos regularmente, el mal como cliché. Él dice que también existe un «problema del bien», quizás mucho más misterioso e interesante.

Pero usted siempre dice que le resultan más enigmáticos y le interesan mucho más los «villanos» de la historia, como Jean-Claude Romand. Que ese es uno de los motores de la escritura.

Vale, es cierto. Pero lo digo como interés literario. Lo que dice Houellebecq conecta más con lo que decía Hannah Arendt sobre la banalidad del mal de Eichmann. El hecho de que el mal sea más común es lo que lo convierte en algo de lo que hay que hablar. Pero aspirar al bien también tiene algo de misterio, va en contra de la corriente humana porque nos es de más difícil acceso. El mal es más común. Y cuando me refiero al mal, hablando de naturaleza humana, no me refiero solo a su extremo de crueldad o sadismo. El mal también es algo tan sencillo como el miedo, el temor, el encerrarte en ti mismo, incluso no tener acceso a uno mismo. Por eso el personaje de Romand en El adversario es tan estimulante; es un personaje atemorizado, que se encierra en sí, sin acceso a los demás ni a sí mismo. Creo que ese es un mal compartido. Por eso escribo sobre ello.

El mal es una de sus obsesiones literarias, pero dice que sus dos grandes enigmas, los que no consigue descifrar, son la política y las mujeres. Precisamente ahora está escribiendo una película con protagonistas femeninas, y en las últimas elecciones francesas escribió un perfil sobre Emmanuel Macron. ¿Está exorcizando sus demonios?

¡Menuda última pregunta! ¡Artillería pesada! [Risas] Pues mira, en realidad yo no he dicho nada de lo que pienso sobre Macron, me limité a hacer un reportaje para The Guardian. No he expresado mi punto de vista, ni me he posicionado con respecto a él.

Le votó.

Sí, pero no lo apoyo, me limito a describir la forma de seducción que él tiene. Me resulta interesante escribir sobre política, pero no me posiciono porque, de alguna forma, no soy capaz de hacerlo. Sí me interesa ver cómo la política influye en lo cotidiano, en la vida de las personas y en particular en la mía propia. Precisamente porque, como yo no me comprometo a nivel político, no sé dónde ubicarme. Es algo que me gustaría cuestionarme. También lo hice en el reportaje sobre Calais, aunque de otra manera.

Y en cuanto a las mujeres… sí que he escrito un libro en el que el personaje central era una mujer, pero lo escribí hace mucho tiempo y he de reconocer que ni el personaje ni el libro son muy buenos. Es cierto que a lo largo de mi carrera me he centrado más en personajes masculinos, y quizá por eso ahora me hace una ilusión especial trabajar con los femeninos. Es algo nuevo para mí, y está muy bien que no sean solo personajes de lo imaginario. Son actrices reales. Por un lado está Juliette Binoche, grandísima actriz, pero por otro toda una serie de mujeres que actúan a su lado, sin ser profesionales. Y lo hacen todas en igualdad de condiciones. Aún no hemos empezado, pero estoy contando los días
Emmanuel-Carr%C3%A8re-para-JD-6-800x534.jpg

https://www.jotdown.es/2019/03/emma...l-pero-eso-no-significa-que-me-comporte-bien/
 
La Casa Sorolla, una obra más del pintor valenciano en pleno Chamberí
Joaquín Sorolla se involucró en el diseño de la vivienda y de los jardines que encomendó al arquitecto Repullés, así como en su decoración. El palacete fue legado al Estado español
Casa%20Sorolla%20(6)-kl9F--620x349@abc.JPG

@brperiodista
MADRID
Actualizado:24/03/2019 00:37h
1Museo Lázaro Galdiano, referencia del coleccionismo

A comienzos del siglo XX Joaquín Sorolla decidió construirse una casa en Madrid en la que además de residir junta a su familia pudiese tener su estudio para trabajar y guardar su obra. El pintor valenciano se instaló en la capital en 1880 y después de pasar por varios estudios y domicilios en distintas zonas de Madrid eligió el Paseo del Obelisco (actual Paseo del General Martínez Campos) para diseñar su palacete. El Museo Sorolla fue la vivienda y estudio del artista y hoy es una de las pocas residencias madrileñas conservadas que se puede visitar.

En 1905 Sorolla compró el primer solar donde se instala la casa y parte de los estudios y en 1910 el segundo que le permitiría ampliar la zona de trabajo e incorporar tres jardines. Fue su amigo el escultor Benlliure, quien vivía en José Abascal, quien le recomendó al también valenciano Enrique María de Repullés y Vargas, autor, entre otras obras, de la Bolsa de Madrid. «Sorolla se hace una vivienda elegante en la que vivió con su mujer Clotilde y sus tres hijos, María, Joaquín y Elena, de 1911 a 1923, año en el que fallece», cuenta a ABC Covadonga Pitarch Angulo, conservadora del Museo Sorolla. El pintor valenciano se involucró mucho en el diseño de su palacete que se construyó con todos los lujos de aquella época como era la electricidad, baños o un eleva platos.

Casa%20Sorolla%20(18)-kl9F--510x349@abc.JPG

El estudio de Joaquim Sorolla conserva la disposición del pintor valenciano - BELÉN RODRIGO
Por aquellos años el hoy Paseo del General Martínez Campos no tenía edificios altos sino casas bajas, similares a la de Sorolla. Entre sus vecinos estaban María Guerrero. Sorolla eligió un palacete con estancias grandes y techos altos como vivienda a los que unió tres estudios donde estaban sus talleres. Y un idílico jardín en el que no faltan motivos italianos, andaluces, un pequeño estanco y mucha vegetación. «Sorolla había viajado mucho y había visitado el Alcázar de Sevilla y la Alhambra de Granada, era un gran admirador y algunas partes del jardín se inspiraron en dichos lugares. Además en sus viajes compraba objetos para la decoración», señala la conservadora.

Museo Sorolla, dependiente del ministerio de Cultura y Deporte, y la Fundación Museo Sorolla, entidad privada en cuyo patronato están cuatro miembros de la familia del pintor. «Todos los hijos del pintor recibieron formación artística», afirma Covadonga, aunque ninguno de ellos llegase a dedicarse de forma profesional como su padre. Tanto María como Elena se fueron de casa al casarse aunque siguieron residiendo en Madrid.



Casa%20Sorolla%20(11)-kl9F--510x349@abc.JPG

Vista de la casa desde el exterior del Paseo del General Martínez Campos - BELÉN RODRIGO
A lo largo de los años la casa se ha ido adaptando al museoaunque «la misión es preservar el ambiente de la casa», recuerda la conservadora. La colección completa del museo cuenta con 1.300 piezas, gracias a la generosidad de la familia y a muchas donaciones de particulares. Desde la dirección del museo, ahora encabezada por Consuelo Luca de Tena, se está haciendo un importante trabajo de divulgación y el año pasado se registraron 250.000 visitas, lo que supone un gran reto para el museo. Abierto de martes a domingo, la dirección anima a todos los visitantes a que adquieran la entradas online para evitar las filas. También se organizan visitas privadascon un posterior cóctel con grupos de 60 personas como máximo.

El museo está inmerso en un proyecto de ampliación que va a permitir dotar a la entidad de espacios esenciales para su funcionamiento así como permitir el acceso a las personas con movilidad reducida. El actual museo cuenta con 1.500 metros cuadrados y se van a añadir otros 1.500 metros gracias a la adquisición de una nave dentro del patio de manzana. «Visualmente la ampliación no se va a notar desde fuera del museo. El nuevo espacio va a permitir tener espacios como almacenes, vestuarios, zona de descarga de material, un auditorio...», avanza la dirección del museo.

Este lunes Enrique Varela, conservador del Museo Sorolla, presenta su libro "Los jardines de la Casa Sorolla. Bibliografía de una obra de arte". Un libro que permitirá conocer los pormenores de estos jardines, una pieza más de la extensa obra que dejó el pintor valenciano.
https://www.abc.es/espana/madrid/ab...iano-pleno-chamberi-201903240037_noticia.html
 
Yo confieso: las cloacas del Estado narradas por el Lobo
Publicado por Martín Sacristán
oie_ix3P0IE5bl3q.jpg

San Sebastián, 1981. Foto: Cordon.
Jot Down para Roca Editorial

Es mucho lo que se ha escrito sobre el espía que fue capaz no solo de infiltrarse en ETA, sino de auparse hasta lo más alto de su cúpula, llegando a convertirse en su jefe de infraestructura. El golpe que sus informaciones dieron a la organización terrorista estuvieron a punto de desbaratarla en una fecha tan temprana como 1975. Pero en todo lo publicado y especulado sobre él hasta la fecha faltaba un ingrediente principal: su propio testimonio. Nadie le había visto la cara, nadie estaba seguro de que siguiera en España, pocos habían hablado con él en persona. Ahora la editorial Roca publica Yo confieso, 45 años de espía, las memorias de Mikel Lejarza, el Lobo. Un libro para conocer de primera mano qué ocurrió en las cloacas del Estado en temas tan fundamentales como el terrorismo etarra, los GAL, el independentismo catalán y el caso 3% de CIU, el intento de pasar a la política de Mario Conde, o la presencia de Al Qaeda en España. Y todo ello desde una perspectiva privilegiada, la de un espía que oficialmente no ha pertenecido nunca a ningún cuerpo oficial.

Yo confieso es, además de unas memorias, el resultado de un excelente trabajo editorial hecho por Blanca Rosa Roca y otro periodístico por Fernando Rueda, el máximo especialista español en asuntos de espionaje. Rueda revela en su prólogo que nunca había tomado un papel tan secundario en un libro, casi limitado a escuchar y transcribir. Modestia quizá excesiva, porque gracias a sus aportaciones la narración no decae, mantiene una adecuada estructura, y atrapa al lector en una mezcla de diario íntimo, novela de espías, ensayo periodístico y anecdotario de grandes secretos políticos y de Estado. Sorpresas mayúsculas incluidas. Porque Mikel Lejarza no solo desnuda interesantes verdades sobre las operaciones en que participó, sus palabras también permiten atisbar entre líneas otras conclusiones, todavía hoy inconfesables. Etarras a los que se deja escapar, cuerpos diplomáticos dedicados a vaguear y forrarse lejos de su país de origen, políticos del gobierno central tapando a independentistas, tejemanejes empresariales para controlar la política… Es una confesión doble, que suma al plano laboral el personal y doméstico, gracias a la acertada sugerencia de Fernando Rueda: añadir el testimonio de Mamen, mujer del Lobo. Allí donde él no se ha desnudado del todo, su pareja, que ha compartido con él una vida de altibajos y espionaje, completa esta visión panorámica sobre la vida de un agente negro en nuestro país.

Colaboradores singulares de los servicios secretos, los agentes negros no forman parte oficialmente de ningún cuerpo del Estado, no están en nómina, cobran de los fondos reservados, y se les destina a las misiones más complicadas y conflictivas. En caso de ser descubiertos se niega cualquier vinculación con ellos. Si acaban ante un juez por traspasar esos derechos y garantías constitucionales en cuyo margen se mueven no tendrán pruebas con qué confirmar su testimonio, ni testigos que respalden a qué se han estado dedicando. Por qué elegir semejante profesión, entonces. No por dinero. Lejarza y Mamen nos cuentan cómo alternaron episodios de trabajo e ingresos regulares con otros de enorme estrechez económica. El Lobo ha sido desechado a menudo por los mismos cuerpos que se beneficiaron de sus servicios. Con veinte años, captado por los militares franquistas, fue un joven idealista que soñó con solucionar el conflicto vasco infiltrándose en ETA. Hoy, ya retirado, nos confiesa con tremenda lucidez y no poco desengaño que los ciudadanos somos simples títeres de los grandes poderes. Lo sabe porque lo ha visto de cerca, y nos lo cuenta con una sinceridad poco habitual en unas memorias, prácticamente despojada de ideales.

Su peripecia vital abarca momentos clave de nuestra historia reciente. Apenas un mes después de eliminado Carrero Blanco por ETA la cúpula militar continuaba atónita, y todavía sin la menor idea de cómo funcionaba la banda terrorista. Captaron a un joven vasco al que apodaron el Lobo para que se infiltrara, sin demasiada confianza en que consiguiera gran cosa. Por probar. Y contra todo pronóstico Lejarza fue capaz de proporcionar información suficiente a los servicios secretos para que entendieran la estructura, jerarquía y mecanismos de acción de la banda. Un primer gran paso, seguido por el de ganarse a la cúpula hasta convertirse nada menos que en jefe de infraestructura. El responsable de alquilar pisos francos, organizar viajes y mover material. Tal como nos cuenta él mismo, desde ese puesto dio a conocer los secretos de la banda armada a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Pero eran aún tiempos de la dictadura, y a los militares no se les ocurrió otra cosa que poner una bomba en el edificio en donde iban a reunirse. El Lobo estaba allí dentro, y nos da los detalles sobre cómo y por qué se salvó. A la par nos revela algo que es una constante en todo su libro: los repugnantes tejemanejes de las cloacas del Estado. En 1975, y gracias a la infiltración de este espía, hubiera podido acabarse definitivamente con ETA. La organización se habría convertido en un partido político, desarticulando su parte armada. ¿Por qué no se aprovechó aquella espectacular ventaja? La explicación de Lejarza resulta muy reveladora.

Es la primera de muchas verdades que va desgranando acompasadas con sus cuarenta y cinco años de trabajo. Un paso rápido por la embajada en México, donde creyó que le destinaban para que no estuviera al tanto de cómo se montaron los GAL. Inspirados, según su testimonio, en las prácticas de la dictadura argentina, cuyos militares se jactaban de los tristemente célebres vuelos de la muerte. Los detenidos eran arrojados, vivos, desde los aviones. Tras su regreso a España nos confirma que Cándido Acedo fue uno de los responsables de estos Grupos Antiterroristas de Liberación, y también un carnicero dispuesto a tomarse la justicia por su mano en la eliminación de etarras. Es apenas el principio de un desencuentro que acabará con el inspector Michel Domínguez y el secretario de Estado Rafael Vera intentando apartarle de sus colaboraciones con los servicios secretos.

oie_21124646oUErDPoS.jpg

San Sebastián, 1981.Foto: Cordon
Pero antes de que ese destierro se concretara el Lobo hizo otra infiltración, menos célebre pero igual de fundamental que la de ETA. Dentro de Terra Lliure, el grupo terrorista e independentista catalán. Allí conoció las conexiones de Oleguer Pujol, hijo mayor de Jordi Pujol, con la organización, así como de un entonces joven Carles Puigdemont, que huyó a Francia cuando comenzaron las detenciones. Aunque sin duda su gran operación en Cataluña sería el espionaje de los colaboradores y socios de Javier Godó. Una compleja conspiración para controlar La Vanguardia desde el independentismo, donde estuvo al tanto de la trama de comisiones del 3% que tanto benefició a CIU y a los Pujol; de la protección brindada por Felipe González al líder catalán para que esa corruptela no saliera a la luz; y de la intervención de Narcís Serra para impedir que Mario Conde se hiciera con A3 Radio y la parte del accionariado de A3 Televisión cuando trataba de dar el salto a la política. Con un final que se resuelve con el periodista José María García cobrando mil quinientos millones de pesetas —nueve millones de euros— por intermediar para que los medios aludidos quedaran, finalmente, en manos de Polanco. Lejarda nos habla incluso del comisario José Manuel Villarejo, y de sus afirmaciones acerca de que la corrupción de los Pujol y CIU se tapó para no salpicar al propio rey emérito, implicado en parte del asunto. Todo ello quedó grabado en las cintas que recogieron las reuniones privadas en la oficinas de Godó, quien le había encargado colocar micrófonos para el espionaje de todos sus colaboradores. El Lobo nos deja entrever que aún las tiene por ahí.

Junto a todas estas operaciones, que podríamos denominar históricas, está la descripción de la dura vida de un agente secreto español. Lejarza insiste: no hace falta ser un Rambo para ser espía. Pero las situaciones vividas parecen contradecir esa afirmación. Cuando los militares pusieron la bomba a la cúpula de ETA se salvó con rasguños gracias a colocarse bajo una viga maestra y junto a un pilar, aunque el suelo desapareció bajo sus pies. En otra ocasión, estando en una encerrona montada en Argelia por los servicios secretos españoles para hacerle desaparecer, se enterró en la arena y disparó al depósito de gasolina del 4×4 en que le perseguían un grupo de soldados argelinos, acabando después con ellos a tiro limpio. Tras la Operación Lobo le cambiaron la cara con una operación de cirugía estética para que los etarras no le reconocieran. Y terminadas las escuchas ilegales al entorno de Godó fue llevado a juicio, del que salió libre gracias a la oportuna manipulación por la policía de las cintas con sus grabaciones, que invalidó la prueba principal del proceso. Pero una cosa fue librarse de la justicia, y otra de la persecución de Rafael Vera y José Barrionuevo, que con sus técnicas GAL intentaron hacer estallar una bomba al paso de su vehículo. Revelaron además su foto, ubicación de su casa y oficina para que los etarras pudieran dar con él y matarlo, ya que estaba en su punto de mira desde el final de la Operación Lobo. Retirado a una finca en el campo, y abandonado por todos, cayó en una depresión de la que solo le sacaría Mamen y la pintura.

Pero no todo son acciones épicas, éxitos y operaciones al estilo Misión Imposible. Mikel Lejarza es sobre todo un agente español, y como no podía ser menos cae a veces en situaciones propias de Mortadelo y Filemón. Anécdotas que hacen difícil no reírse, como cuando uno de sus colaboradores, discutiendo sobre si había o no una bala en la recámara, se dispara por accidente en la rodilla. El Lobo acaba ante el juez por tenencia ilícita de armas y no se le ocurre otra cosa que cagarse en la put* madre del magistrado. Literal. Es la parte humana del espía, del hombre que admite haber participado en torturas a etarras en los calabozos de la policía, que ha amado profundamente a Mamen, la mujer de su vida y madre de sus hijos, y que reniega de Eduardo Noriega por su actuación blandita en aquella película sobre el Lobo estrenada en 2004. La poca fidelidad a la verdad del guion tampoco le gustó un pelo.

En aquel momento Lejarza había retomado su labor como espía plenamente rehabilitado por los servicios secretos, profesionalizados por fin, y liberados de taras franquistas como los GAL, y conscientes también del valor que un agente negro como él podía aportarles. Pero no libres de las cloacas. El Lobo cuenta cómo se canceló repentinamente la Operación Alabarda contra el narcotráfico debido a la implicación en la misma de un importante político. Pudo comprobar de primera mano cómo esos bancos privados del extranjero donde los dictadores habían guardado fortunas saqueadas del tesoro público de sus países se quedaban con todo, negando cualquier acceso a los herederos. Conoció la venta de armas por parte de Fidel Castro a los fundamentalistas islámicos. Incluso llegó a encontrarse en el Café Gijón con Mohammed Atta, el terrorista que estrellaría uno de los aviones contra las Torres Gemelas en el atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Lejarza lanza la pregunta de por qué muchas de sus informaciones cayeron en vacío, cuando hubieran podido servir para impedir atentados. Y nos deja intuir que la respuesta es de todo menos bonita.

El lector termina dándole la razón cuando se compara, en las páginas finales de sus memorias, con Donnie Brasco, el agente del FBI famoso por haberse infiltrado en la mafia neoyorquina durante cinco años. El estadounidense ha recibido la Medalla del Congreso, el reconocimiento de su país y sustanciosos ingresos que le han permitido vivir más que holgadamente. El Lobo da gracias por haber podido jubilarse después de períodos de gran precareidad, incluso con una medalla concedida por los servicios secretos, eso sí, en una ceremonia estrictamente privada. No puede ser de otra manera, porque a día de hoy, y ya jubilado, la amenaza de muerte de ETA aún pesa sobre él. Pese a que la banda terrorista ha abandonado las armas no puede despreciarse la acción individual de extremistas que respondan a llamamientos como los del etarra Iñaki Bilbao Goikoetxea, alias Txikito, que desde la cárcel pide la vuelta a los asesinatos y atentados. Lejarza va armado a todas partes, escondido tras alguna de las múltiples identidades que ha usado a lo largo de su vida. Ha renunciando a su nombre, a su rostro, y en gran parte a su idealismo inicial. A lo único que no ha renunciado es a contar su visión de los hechos en Yo confieso, un legado para la verdad narrada desde la parte más oscura de nuestro Estado.
4161.jpg

https://www.jotdown.es/2019/03/yo-confieso-las-cloacas-del-estado-narradas-por-el-lobo/
 
El Escorial, destino literario: todo lo que debe saber de su Feria del Libro
Feria-Escolibro-San-Lorenzo-Escorial_1230187000_13274979_1020x574.jpg

Esta semana comienza la Feria Escolibro, en San Lorenzo de El Escorial
KARINA SAINZ BORGO
PERFIL
EMAILTWITTER


PUBLICADO 26.03.2019 - 05:15
ACTUALIZADO hace 3 horas

A partir de este martes 26 de marzo y hasta el día 4 de abril, San Lorenzo de El Escorial acoge la cuarta edición de Escolibro, un evento que reúne a autores, lectores, críticos literarios, periodistas y lectores en un intenso programa de mesas redondas y debates abiertos con todos los asistentes. Poesía, novela negra, ensayo, novela histórica, narrativa, teatro, música, todo cabe en este encuentro que se celebra, además, en uno de los lugares más propicios para la lectura, tal y como comenta a Vozpópuli su director, el escritor Javier Santamarta del Pozo, quien junto con Chema Gómez Hontoria ha coordinado un intenso programa de actividades.

El gobierno de Sánchez, en campaña, se acuerda de la RAE y le asigna 5 millonesEl gobierno de Sánchez, en campaña, se acuerda de la RAE y le asigna 5 millones
A partir de esta semana intervendrán autores consagrados y noveles. El capítulo historia tiene un gran peso en el programa: se hablará de los V Centenarios de la Primera Vuelta al Mundo y de la Conquista de México, así como sobre la relación que tenemos con los Tercios españoles y nuestra apreciación contemporánea de quienes participaron en las expediciones hacia América y de qué forma integran un imaginario. La poesía forma parte importante del encuentro: desde recitales hasta encuentros como el encuentro Rock y Poesía, que reunirá a Benjamín Prado y Rubén Pozo, exintegrante del grupo Pereza, así como un homenaje a Miguel Hernández, de cuya muerte se cumplen 77 años el próximo 28 de marzo.

¿Qué sentido tienen las ferias y para qué se realizan? ¿Qué tiene Escolibro que no tengan otros eventos? A esas y otras preguntas contesta Santamarta, quien aporta detalles acerca de una de las primeras citas culturales de Madrid esta primavera y que organizan el Ateneo Escurialense, el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial y el Colectivo Rousseau, un grupo que tiene como principal objetivo el fomento de la participación cultural.

Una Feria del Libro que aúna todos los géneros literarios en dos semanas. ¿Hay sitio más propicio para la lectura que El escorial?

Es cierto que pocos podremos encontrar tan propicios para enfrascarse en ella. Pasear por la Lonja con un libro bajo la sombra de la majestuosa biblioteca sanlorentina; sentarse en el Café Miranda Suizo frente a las Casas de Oficios ideadas por Juan de Herrera, sentado entre maderas y fotos eternas con un chocolate con picatostes; apoyarse en robles y fresnos centenarios sobre la yerba de La Herrería mientras hojeas tu novela favorita… Y todo esto poderlo hacer en el mismo día, creo que no tiene igual.

¿Hace cuánto se celebra en la feria y cuál es su rasgo más característico?

Esta idea surge hace cuatro años por la iniciativa de un poeta local, Chema Gómez Hontoria, que en seguida es apoyada por el Ateneo Escurialense, y por el propio Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, que cede la impresionante Casa de Cultura del siglo XVI para realizarla. Su idea es dar cabida tanto a autores noveles o que no tienen posibilidades de asistir a Ferias más renombradas, como a autores ya consagrados y con experiencia en el mundo editorial. Y con la idea también de que no haya género que se quede fuera por minoritario que sea.

Poesía, novela negra, ensayo, novela histórica, narrativa, teatro, música… Sin embargo, ¿qué es lo que más se lee?

Las modas editoriales son cambiantes. La novela negra y la histórica hemos visto que siguen gozando del favor del lector habitual. Pero la narrativa es eterna y por eso no podemos olvidar las novedades más importantes que las editoriales nos ofrecen cada año. El ensayo divulgativo estamos observando que cada vez tiene más adeptos, y por eso hay varios días en que habrá títulos tan variados como los relativos a la Filosofía, el Teatro o la Historia. De hecho, la inauguración el día 26 correrá a cargo del polifacético Pepe Viyuela con su “Bestiario de teatro”.

Hay dos “p” importantes en el programa: periodismo y poesía. ¿Alguna razón?

La poesía es la gran olvidada de las citas editoriales. Siempre se considera un género para lectores más exquisitos o concretos, y es por eso por lo que le damos una relevancia que se merece. Habrá recitales con poetas locales y de otros países, así como un gran homenaje a Miguel Hernández en esta edición. Por otro lado, el periodismo tiene una presencia editorial innegable, y es importante que actividades como la radio (con la grabación de un programa de podcast en directo dirigido por Jesús Callejo), o la presencia de periodistas autores en diferentes géneros, estén presente. Hemos tenido novelistas como Chani Henares, poetas como Jesús Úbeda, ensayistas como Jorge Bustos... Este año tendremos la presencia de Jesús García Calero y de Juan Fernández Miranda.

La historia tiene un peso importante en esta feria. ¿Cómo ha cambiado la relación con la historia? ¿Se ha fortalecido? ¿O al revés?

El interés por la Historia de España ha cambiado en estos últimos años. De ser algo sólo casi para frikis y académicos, pues las obras de tipo divulgativo tenían un tipo de lector muy concreto y no especialmente numeroso, ha pasado a ser un fenómeno editorial de primer orden. Sin entrar en las causas que son variadas, libros como el de Imperiofobia de Roca Barea fue un aldabonazo contra la llamada Leyenda Negra. El interés abierto por novelas históricas inspiradas en hechos, héroes o antihéroes españoles, es evidente que se lo debemos a la saga Alatriste de Pérez Reverte (cuyo último libro sobre Historia de España enseguida se ha situado entre los más vendidos). Iniciativas como la de la asociación de Escritores con la Historia, con Chani Henares, Juan Eslava Galán, José Calvo Poyato, Isabel San Sebastián, Emilio Lara, Javier Sierra, Posteguillo… y a la que tengo el placer de pertenecer, no hace más que llenar auditorios allá donde realiza eventos queriendo recuperar la Historia a través de la novela. En el mismo San Lorenzo de El Escorial se llevó a cabo la I Jornada sobre la Leyenda Negra hecha en España, que abarrotó la localidad teniendo que habilitar varias salas con pantallas para ser seguida, con lectores interesados provenientes de toda España. ¡Hay un interés por la Historia desbordante! Es un hecho indubitable.

detalle-cartel-Escolibro_1230187001_13275025_660x930.png

Un detalle del cartel de Escolibro.
Programación completa de Ecolibro 2019
Martes 26 marzo

18:00 Concierto del conjunto de flautas de la Escuela Municipal de Música y Danza Maestro Alonso

18:30 Presentación de Escolibro 2019

19:00 Pepe Viyuela. Bestiario de teatro

Miércoles 27 de marzo

18:00 Coloquio: Novelas que viajan. Juan Ramón Menéndez

19:00 Coloquio: Poesía y Divinas implicaciones humanas. Omar Coello

Jueves 28 de marzo

18:00 Mesa Redonda: El Ensayo novelado Ricardo Ruíz de la Sierra y Ángel Luis Domínguez

19:00 Mesa Redonda: Cómo integrar la realidad en la ficción: el proceso de documentación. Mª Ángeles López de Celis, Rodrigo Palacios y Manuel Pinomontano.

Viernes 29 marzo

18:00 Mesa redonda Lugares misteriosos de nuestras guerras José Luis Hernández Garvi. Modera: Javier Velasco

19:00 Cuentacuentos: Cuantos cuentos, Isabel López (sala Andújar)

19:00 Mesa redonda: Conspiraciones monárquicas de la pre transición. Juan Fdez. Miranda y Jesús García Calero. Modera: Javier Santamarta del Pozo

Sábado 30 marzo

12:00 El poder de las mujeres de España: Karina Sainz Borgo y Javier Santamarta del Pozo modera Mª José Solano

18:00 Guerreros y Conquistadores ¿Superhéroes o supervillanos?: César Cervera y Daniel Arveras. Modera Javier Rubio Donzé.

19:00 Los Tercios españoles de nuevo de moda: Javier Esparza y Eduardo de Mesa.

Domingo 31 marzo

12:00 Héroes de España: Elcano y Cortés. Agustín Rodríguez e Iván Vélez. Modera: Rafael Rodrigo.

12:00 Infantil : Marlon, el pentagrama presumido, Clara Rodríguez (sala Andújar)

Lunes 1 de abril

18:00 Conferencia: Galdós, diálogos biográficos. Rosa Amor presenta Félix Alonso

19:00 Mesa redonda: Nuevas novelistas españolas. Elena Muñoz, María Iglesias Pantaleón.

Martes 2 de abril

18:00 Conferencia: Nietzsche y Marx en nuestras crisis. Germán Cano. Presenta Eugenio García

19:00 Poesía: Equipaje sin lastre Francisco Castañón presenta Javier Velasco

Miércoles 3 de abril

18:00 Mesa redonda: Novela negra, estado de la cuestión Paz Mancebo, Antonio Blázquez-Madrid, Jimena Tierra, Ignacio J. Dufour

19:00 Mesa Redonda: Novelas negras de barrio y un histórico crossover Paco Gómez Escribano, Pedro de Paz, Teo Palacios

Jueves 4 de abril

18:00 Grabación: La Escóbula de la Brújula, Jesús Callejo, Juan Ignacio Cuesta, David Sentinella, Carlos Canales, Marcos Carrasco, Fran Izuzquiza.

Viernes 5 abril

18:00 Poesía: Amanecer de ocasos Mary Paz Hernández,

19:00 Infantil: Érase mi voz, cuentos para escuchar y jugar. El Principito (todos los públicos) ( sala Andujar)

19:00 Poesía: En un instante Antonia Cortés presenta Joaquín Pérez Azaústre

Sábado 6 de abril

11:00

Recital de poesía Vérsame mucho

Antonio Herranz

Francisco Castañón

Elena Muñoz

Antonio Daganzo

Rosa Estremera

Isabel Bernardo de Quirós

Fernando López Guisado

Eusebio Martínez

Alberto Infante

José Luis Escudero

música de José María Alfaya

17:00

+Poesía

Daniel Mustieles

Norberto García Hernánz

Giovana Benedetti

Aarón García Peña

Rafael Pérez Castells

Chema Gómez Hontoria

Joaquín Lera

19:00

Rock & Poetry

Benjamín Prado y Rubén Pozo

Domingo 7 de abril

11:00 Concurso microrrelatos rápidos (ver bases aparte)

12:00 . …y su palabra se hizo música. Homenaje a Miguel Hernández,

Fernando G. Lucini, Chema Lara, Carlos de Abuin,Joaquín Lera

14:00 Entrega de premios concursos y cierre de Escolibro 2019

https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/el-escorial-feria-libro-literatura_0_1230177452.html
 
Zipi y Zape ponen al día su arsenal de travesuras
Bruguera reedita las aventuras de los revoltosos mellizos coincidiendo con el 25 aniversario de la muerte de su creador, Josep Escobar
zipi1-kTPF--620x349@abc.jpg

1

Condenados a chupar banquillo y a sufrir un sordo castigo que ni la versión más sofisticada de Don Pantuflo hubiese sido capaz de idear, Zipi y Zaperegresan a las librerías tras cinco años de ausencias y lo hacen a lo grande: con versiones restauradas y levemente actualizadas de las dos primeras historias largas que Josep Escobar publicó a principios de los setenta. Un retorno que la renacida Bruguera ha querido hacer coincidir con el veinticinco aniversario de la muerte de Escobar, maestro de maestros y aventajadísimo mago del humor de cuyos lápices surgieron Carpanta, Petra y, claro, Zipi y Zape.

«Cuando me lo presentaron es como si hubiera conocido a Dios. Lo había imitado y había disfrutado leyéndolo», rememoraba ayer su «pupilo» Francisco Ibáñez durante la presentación de «La vuelta al mundo» (1970) y «El tonel del tiempo» (1971), las dos primeras entregas de una operación rescate a la que se sumarán en breve «Detectives en acción» y «Lo mejor de Zipi y Zape».

escoa-kTPF--510x349@abc.jpg

Ibáñez, Sergi Escobar, Javier Pérez Andújar y los hijos de Escobar, Carles y Montse. - ABC
«Sin Zipi y Zape nuestra historia emocional y cultural sería diferente», destacó la editora de Bruguera, Isabel Sbert a propósito de unas reediciones que, además de incorporar una «revisión lingüística respetuosa para el público actual», corrige algunos de los defectos de las ediciones originales como el pelo de Zipi, que en unas páginas era rubio, en otras pelirrojo y en otras amarillo ceniza».

Así, entre viajes en el tiempo a bordo de un tonel legendario y «chiquilladas» como birlarle la antorcha a la Estatua de la Libertad a las primeras de cambio, la pareja de mellizos más destrozones y revoltosos de la viñeta española se prepara para un lifting total que, además de nuevas ediciones de sus quince aventuras largas, no descarta «nuevas historias a través de otros escritores», según avanzó ayer la familia de Escobar.

Eso sí: de materializarse la anunciada continuidad, algunos nudos narrativos acabarán deshechos y a otros habrá que buscarles nuevos amarres. Así, el autoritario Don Pantuflo tendrá que buscar nuevas maneras para canalizar sus malas pulgas y Doña Jaimita, la madre de Zipi y Zape, no aparecerá siempre pelando patatas.

zape2-kTPF--510x349@abc.jpg

Una de las páginas de «La vuelta al mundo» - ABC
Cualquier cosa con tal de reivindicar el legado de un dibujante que, inspirado por los célebres «Max und Moritz» de Wilhelm Busch, creó en 1948 a una pareja de hermanos aparentemente incorregibles cuyas trastadas y desmanes se volvieron cada vez más elaborados en cuanto saltaron de las páginas de «Pulgarcito» y «Mortadelo» a las de sus propios álbumes.

Un par de inquietos exploradores que, genio de Escobar mediante, protagonizaron más de 10.000 páginas dejando claro, viñeta a viñeta, que no eran malos, sino simplemente demasiado niños. Dos críos llenos de buenas intenciones pero incapaces de dar una a derechas.
https://www.abc.es/cultura/libros/a...-arsenal-travesuras-201903270156_noticia.html
 
La inteligencia artificial, en español
«Lograremos que el español reduzca con éxito la brecha que puede abrirse entre el lenguaje natural y el lenguaje sintético. En ese compromiso estamos avanzando y debemos unirnos cada vez más lingüistas, académicos, creadores, educadores, gobernantes y las empresas responsables del desarrollo tecnológico. Nuestro reto, que la inteligencia artificial hable en español»
tercera-kelC--620x349@abc.jpg

0

El español afronta, en su incorporación al universo digital, el mayor reto de su historia. Del mismo modo que la aparición de la escritura supuso el paso de la Prehistoria a la Edad Antigua y la irrupción de la imprenta marcó el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, la consolidación del lenguaje artificial será lo que marque la entrada definitiva de la Humanidad en la era digital.

El desarrollo de la inteligencia artificial va a traer como consecuencia inmediata una globalización de la cultura, un proceso en el que el español no puede quedar relegado. Por otra parte, la calidad cultural del mundo futuro vendrá establecida por la riqueza de que dotemos al lenguaje artificial, por el nivel de exigencia con que llevemos a cabo la conversión del lenguaje natural, el que hablamos en nuestra vida diaria, en lenguaje sintético, el que han de hablar las máquinas y a través del que nosotros nos comunicaremos con ellas. En ese proceso, está en juego también la determinación de cuáles serán los idiomas que se impondrán como vehículo de dicho lenguaje.

El desarrollo del lenguaje sintético, el lenguaje de las máquinas, es un proceso imparable que puede verse como un riesgo o como una oportunidad. En general, en el mundo digital, condicionado siempre por la velocidad, el lenguaje corre un evidente peligro de degradación. Los errores, el mal uso, los vicios del lenguaje se extienden y se consolidan a un ritmo vertiginoso. Un ejemplo curioso: si buscamos en Google el uso erróneo del imperativo del verbo decir, decirlo, obtendremos dos millones de resultados. Si, en cambio, buscamos su forma correcta, decidlo, nos mostrará poco más de tres mil. Las abreviaturas, la comunicación acotada a un número limitado de caracteres, la sustitución de las palabras y las frases por emoticonos, todos esos nuevos hábitos en apariencia inocuos van debilitando la riqueza expresiva del lenguaje y, por tanto, van empobreciéndolo. La inteligencia artificial peca, incluso, de intolerables incorrecciones: si escribimos engineer, es seguro que el asistente de traducción nos ofrecerá ingeniero, en masculino; pero si escribimos nurse, la traducción será enfermera, en femenino. A estos ejemplos podrían añadirse muchos otros: son numerosas las palabras de nuestro vocabulario español que los procesadores de texto no reconocen y nos proponen corregir o sustituir, en especial palabras compuestas, esdrújulas, sobreesdrújulas o, simplemente, de uso poco habitual. El lenguaje sintético tiene una tendencia natural a elegir el camino más corto y fácil en su aprendizaje y, por tanto, a la reducción del léxico utilizable. Esto es algo que no debemos aceptar como si fuese un precio inevitable que debemos pagar en el desarrollo tecnológico, porque no es así.



Además, junto a ese riesgo general de pérdida de calidad, en el caso concreto del español está también el riesgo de la pérdida de presencia. El español es la segunda lengua más hablada del mundo después del chino y por encima del inglés. Sin embargo, si nos referimos solo a contenidos digitales, el inglés pasa a ocupar el primer puesto y el español cae a la cuarta posición, superado también por el ruso y el alemán. El riesgo es ya una realidad. La optimización de las herramientas para el reconocimiento de voz y, en general, el desarrollo de la inteligencia artificial se está produciendo ya fundamentalmente en inglés. Hay idiomas que ya no existen en este nuevo escenario. Cloud Speech, Cortana, Siri, Alexa o Echo tienen más vocación angloparlante que políglota.

La inteligencia artificial no buscará por sí sola un lenguaje de calidad ni tampoco un lenguaje alternativo al predominante -es decir, el inglés- si entre todos no le imponemos que lo haga. Así, Aura de Telefónica, en colaboración con terceros, prima el desarrollo de la inteligencia artificial en español. No es concebible que nos resignemos a un futuro en el que no podamos preguntar en nuestra lengua natural a nuestro asistente de voz por las noticias del día, el tiempo o el tráfico o que nuestro lenguaje natural, el español, quede excluido o no sea utilizado en las aplicaciones de mensajería o traducción. Puede sonar exagerado o alarmista si no fuese porque es un riesgo objetivamente comprobable.

Así diagnosticado el riesgo, es indudable que tenemos la capacidad para transformarlo en una oportunidad. La propia fortaleza de nuestro idioma es la mejor herramienta de que disponemos para impulsar ese español sintético como lenguaje protagonista del universo digital. Y ello sin renunciar a que mantenga como lenguaje sintético la misma riqueza que ya tiene como lenguaje natural.

El español digital debe tener una serie de características irrenunciables. En primer lugar, debe preservar la riqueza de su vocabulario, su sintaxis, su ortografía y su capacidad expresiva. La inteligencia artificial aprenderá el lenguaje con el nivel de riqueza que nosotros le queramos enseñar. Es absurdo creer que la comunicación digital es más eficiente si se opta por un uso de la lengua limitado y simplista. En segundo lugar, debe ser un lenguaje en evolución, es decir, debe mantener la misma viveza en el universo digital que ya ha acreditado en el uso oral o literario, con capacidad, bajo la tutela y el impulso de la Real Academia de la Lengua, para combinar la conservación de los términos ya existentes con la incorporación de nuevos conceptos y usos al ritmo que demanda el cambiante universo digital. En tercer lugar, debe ser un lenguaje adaptativo, capaz de competir, integrarse e interactuar con ese complejo microcosmos de abreviaturas, modismos, imágenes y símbolos característicos y exclusivos del lenguaje sintético. Y, por último, ha de ser cotidiano y ello supone que su uso digital no sea un exotismo, sino que se incorpore a las herramientas, aplicaciones e instrumentos más presentes en nuestra vida diaria, con la misma accesibilidad que el inglés, de tal manera que usar el español como lenguaje sintético sea algo cómodo e intuitivo. Sumando estos elementos, lograremos que el español reduzca con éxito la brecha que puede abrirse entre el lenguaje natural y el lenguaje sintético.

En ese compromiso estamos avanzando y debemos unirnos cada vez más lingüistas, académicos, creadores, educadores, gobernantes y las empresas responsables del desarrollo tecnológico, sumando nuestra capacidad de actuación y de esfuerzo y los valores que compartimos. Nuestro reto, nuestra oportunidad y estoy seguro que nuestro éxito será que la inteligencia artificial hable en español.

José María Álvarez-Pallete es presidente de Telefónica
https://www.abc.es/opinion/abci-inteligencia-artificial-espanol-201903272343_noticia.html
 
La gesta olvidada del «Sansón español» que aplastó solo a un gigantesco ejército francés
La historia de Diego García de Paredes está a caballo entre la realidad y el mito. Su heroicidad más famosa fue la de resistir, en 1503, el envite de un inmenso ejército galo en el río Garellano. Aquel día, acabó con la vida de 500 enemigos

SeguirManuel P. Villatoro@ABC_Historia
Actualizado:
01/06/2018 12:14h
15El épico duelo en el que el «Sansón Extremeño» destrozó a once de los mejores soldados franceses

La historia está llena de guerreros casi sobrehumanos que, sin más ayuda que una espada, logran detener a costa de su vida a un sin fin de enemigos. Entre los más populares destaca un combatiente noruego que, allá por el siglo XI, defendió en solitario (y durante muchísimas horas) el puente inglés de Stamford con el único objetivo de que su señor, Harold III, pudiese organizar sus ejércitos para enfrentarse al enemigo. Su gesta es más que popular en el país. Y eso, a pesar de que tiene mucho que envidiar a una similar, pero mucho más castiza: la del«Sansón extremeño», Diego García de Paredes.

Guerrero letal y estratega temible, este héroe español (seguidor del popular Gonzalo Fernández de Córdoba) se ganó a golpe de mandoble el apodo que le dio el ejército francés durante el siglo XVI: «Le gran diable». Un apelativo que poca traducción necesita y que deja claro el pavor que causaba entre los militares galos. No es para menos ya que -siempre según las crónicas- llegó a segar la vida de hasta 500 enemigos mientras defendía (más solo que el Laúna al que se cree que hace referencia el conocido dicho) un puente construido con barcazas por el enemigo en las cercanías del río Garellano (en Nápoles).

resizer.php

¿Realidad o mito? ¿Leyenda o hecho palpable? A día de hoy, los expertos no son capaces de ponerse de acuerdo. Sin embargo, para el periodista especializado en historia César Cervera Moreno, lo que realmente importa no es que este Hércules rojigualdo acabara con 10, 100 o 500 enemigos aquel día. Según sus palabras, lo más reseñable es que, tras esta exagerada cifra, hay un deseo por parte de los cronistas de dejar claro que Diego García de Paredes era uno de los militares más letales de su tiempo. Al menos, así lo explica en su nueva obra: «Superhéroes del imperio. Mito y realidad de los hombres que forjaron España» (La esfera de los libros, 2018).

Alejandro VI. Así lo explicó el mismo «Sansón extremeño» en su biografía: «En el mismo año llegué a Roma con gran necesidad yo y mi hermano Álvaro de Paredes, en la cual ciudad no hallamos quien nos diese de comer, y estando pensando cómo se podría salir de tal fatiga, acordamos de asentar por alabarderos en la Guarda del Papa».

sanson-klwF--510x349@abc.jpg

El Gran Capitán, junto a sus generales
Sin embargo, una desavenencia con el sumo pontífice le obligó iniciar un camino tortuoso como soldado de fortuna en el que estuvo a las órdenes de personajes como el duque de Urbino o Próspero Colonna. Aunque su vida como espadachín a sueldo se extendió solo hasta el año 1500, cuando se unió al Gran Capitán para conquistar Cefalonia a los turcos. Fue precisamente en esta ciudad donde Diego se ganó el apodo que le acompañó hasta su muerte después de combatir en solitario, y durante tres días, sobre las murallas enemigas.

Aquella contienda le granjeó una heroica reputación entre sus compañeros. Sin embargo, el «Sansón extremeño» tuvo que esperar hasta 1502 para ganarse un hueco en la historia. Y es que, ese fue el año en el que el «Gran Capitán» le llamó para que combatiera bajo sus órdenes contra los franceses en Nápoles (una urbe que se disputaban a mandobles desde hacía varios años aquella primigenia España y la más asentada «France»).

«Yo haré que de aquí a veinte días, si queréis caminar, que nos metamos dentro en Francia quedando vencidos y rotos los franceses»
Iniciada la contienda, nuestro Diego demostró su gallardía al enfrentarse -y aplastar, todo sea dicho- a la caballería pesada gabacha (los carros de combate de la época) en la batalla de Ceriñola, acaecida el 28 de abril de 1503.

Después de Ceriñola, el «Gran Capitán» no se amilanó y continuó su avance hacia la ciudad de Gaeta. La campaña fue narrada pormenorizadamente por el cronista Fernando del Pulgar en su «Crónica del Gran Capitán». Para su desgracia, no pudo ser más desastrosa ya que, superados por el enemigo, a los nuestros no les quedó más remedio que poner pies en polvorosa. «Viendo el daño que la artillería hacía a su gente, y viendo así mismo que cada día esperaban el socorro del rey de Francia los de la ciudad, […] determinó retirarse», desvela el autor de la época.

Desesperados, los hombres del «Gran Capitán» huyeron hacia la orilla este del río Garellano.

El puente de la discordia
Inmediatamente, los españoles instalaron su campamento y aseguraron los pasos para evitar que los galos pudieran atravesar el Garellano. La respuesta francesa consistió en construir un puente uniendo varias barcazas para dar, cuanta más guerra, mejor. Y fueron precisamente aquellos trozos de madera los que se convirtieron en testigos mudos de un enfrentamiento verbal entre el «Gran Capitán» y su «hijo adoptivo», nuestro Diego García de Paredes.

Según se puede leer en la « Chronica del gran capitan Gonçalo Hernandez de Cordova y Aguilar» elaborada en 1584, todo comenzó cuando los franceses atravesaron el puente y atacaron las posiciones españolas con bravura.

En la crónica « Diego Garcia de Paredes i relacion breue de su tiempo», de Tomás Mayo de Vargas, se desvela que pintaban bastos para el Gran Capitán y los suyos hasta que el gigante apareció con unos 1.500 hombres. Al mando de este «tercio», como se le denomina en el texto, el «Sansón extremeño» obligó a huir al enemigo. No obstante, parece que el «Sansón» le reprochó sutilmente a su superior su actuación de la siguiente guisa:

capitan-klwF--510x349@abc.jpg

El Gran Capitán
«Qué tanta vergüenza es para todos que los franceses hayan osado penetrar en los términos del campamento».

En palabras de Mayo, el Gran Capitán le respondió entonces con cierto desdén:

«Este no es momento de quejas, sino de volver por la reputación de España, echando […] a los enemigos».

El gigante, sabedor de que atacar a los galos en su campamento era una locura, quiso entonces hacer ver a su señor el peligro que suponía combatir directamente contra el enemigo. Sus palabras fueron recogidas en la «Chronica del gran capitan Gonçalo Hernandez de Cordova y Aguilar»:

«Señor, lo que los franceses deseaban hacer ya me parece que lo han hecho, que ha sido quitar nuestra guardia del paso, con el daño y muerte de vuestra gente. Ya ellos se retiran a su campo […] y no hay al presente contra quien pelear. Por tanto, señor, mi parecer es que no pasemos más adelante, y pues de la otra parte no hay ningún francés con quien pelear, y no tenemos otros enemigos con quien combatir que no sea su artillería, que muy peligro [hará] contra nosotros. […] Según hemos visto, […] mejor sería que esperemos a que pasen mil o dos mil franceses, y que entonces diésemos sobre ellos, a donde sin duda tendríamos cierta victoria, y podríamos ganar todo el campo».

resizer.php

Diego García de Paredes
Esta postura tan cauta no gustó demasiado al Gran Capitán, quien cargó contra García de Paredes por meterle el miedo en el cuerpo:

«Diego Garcia, pues no puso Dios en vos miedo, no lo pongáis vos en mi».

Aquel ataque supuso un verdadero cuchillo para el «Sansón extremeño», que le respondió -atendiendo a la misma relación- con «gran enojo»:

«Señor, lo que yo tengo dicho no son palabras de miedo, que hoy no hay quien meta mayor miedo […] que yo meteré. […]. Yo haré que de aquí a veinte días, si queréis caminar, que nos metamos dentro en Francia quedando vencidos y rotos los franceses».

Una gesta increíble
Después de estas palabras, y con un «incendio en los ojos» por la ira, Diego bajó de su caballo, cogió un montante (una gran espada a dos manos) y se dirigió hacia el puente francés ávido de sangre enemiga. El que el «Gran Capitán» albergara una mera duda sobre su valor fue un daño peor que un lanzazo en el corazón. Con todo, y a pesar de su enojo, el «Sansón extremeño» se aventuró totalmente sereno hacia las barcazas unidas y solicitó a los guardias franceses parlamentar.

«Los franceses, viendo que venía solo, […] que parecía venir en paz, se allegaron pacíficamente a hablarle, el cual en llegado a ellos, los trató con mucha cortesía, y los franceses así mismo».

El gigante solicitó entonces audiencia con todas las personalidades francesas del campamento. Desde el general, hasta los capitanes. Y, al menos según la crónica, las consiguió. Fue entonces cuando desató su furia y «se metió entre ellos» dando espadazos con su montante.

«Peleando como un bravo León, empezó de hacer tales pruebas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiempo Héctor, Julio César o Alejandro Magno»
La escena resultante dejó asombrados a galos y españoles. Un solo hombre luchando como un león contra todos aquellos enemigos. La respuesta gabacha no se hizo esperar y, atendiendo a las fuentes, enviaron un total de 2.000 hombres para enfrentarse a este alocado personaje.

«Peleando como un bravo León, empezó de hacer tales pruebas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiempo Héctor, Julio César o Alejandro Magno, ni otros antiguos valerosos capitanes, pareciendo verdaderamente otro Oracio en su denuedo y animosidad».

La relación de Mayo narra esencialmente el mismo combate:

«En el de Garellano, el español Diego García de Paredes, sin ayuda alguna, solo, no resiste, más acomete, y sustenta igual batalla contra todo un campo lleno de valentísimos soldados franceses, y de mayor nombre que los toscanos, en que hizo tal estrago que poblaba las riveras de cuerpos de franceses, los cuales siempre tuvieron el paso abierto, sin que derribasen el puente los españoles, con que se renovaba por puntos la contienda con la muchedumbre de enemigos».

Finalmente, la infantería española acudió en su ayuda y los franceses se vieron obligados a huir. En el camino, sin embargo, las crónicas afirman que los galos tuvieron que lamentar más de 500 muertosprovocados por las manos de Diego García de Paredes. Algunos aplastados por su montante, y otros ahogados mientras intentaban intentar huir. En cualquier caso, la gesta del «Sansón extremeño» provocó el asombro de los presentes y los cronistas, como así quedó claro en una relación que César Cervera cita en « Superhéroes del imperio»:

«Túvose por género de milagro, que siendo tantos los golpes que dieron en Diego García de Paredes los enemigos... saliese sin lesión».

Entre el mito y la ficción
¿Debemos creer las crónicas al pie de la letra? Según desvela César Cervera a ABC, hay que interpretarla: «Tal vez si pudiéramos quitar capas de mito a la historia de Hércules o al Sansón de la Biblia en el fondo, muy en el fondo, saldría un ser humano que existió en términos más razonables. Con Diego García de Paredes pasa igual; si quitamos capas de exageración de lo que se dice de él en las crónicas, aparecen una serie de maniobras completamente reales, que acometió un oficial que luchaba preferentemente con un mandoble gigante (esto revela que tenía que exponerse mucho)».

La realidad, no obstante, se oculta para Cervera tras todas estas exageraciones. «Como soldado debió ser un tipo muy bestia, con una fuerza y una estatura por encima de la media, que en la defensa de sitios angostos, como un puente o una muralla, le daba una clara ventaja. Que matara a diez o a 500 hombres ya depende del adorno. En todo caso, como decía el personaje de Samuel L. Jackson en la película de "El Protegido", “vivimos tiempos tan mediocres que nos cuesta creer que en otros tiempos hubiera hombres extraordinarios”», añade

Original, con video:
https://www.abc.es/historia/abci-ge...co-ejercito-frances-201805272106_noticia.html
 
9788433908247-es-300.jpg


https://elblogdejaviersanchez.blogspot.com/2013/05/philip-kerr-una-investigacion-filosofica.html

Philip Kerr: Una investigación filosófica. Por Javier Sánchez

Kerr, Philip: Una investigación filosófica. Anagrama, Barcelona, 2011 (edición original de 1992). Colección "Compactos" 231. 383 páginas. Traducción de Mauricio Bach. Comentario realizado por Javier Sánchez.

Hace ya bastante tiempo, allá por junio de 1996, entrando en un VIPS, me di de bruces con esta novela. No hace falta que explique demasiado qué me llamó la atención de ella. Efectivamente, la foto de Ludwig Wittgenstein manchada de sangre. De lejos, parecía como si se hubiera manchado el libro; pero, de cerca, cuando lo cogí en mis manos, me di cuenta de que simplemente era un truco de marketing para llamar la atención. Debo confesar que conmigo funcionó ese truco. Al principio pensé que se trataba de algún ensayo sobre el filósofo austriaco, pero algo no me encajaba. Anagrama es una editorial de primerísimo orden, pero en esta colección solamente publica novelas. Ergo esto tiene que ser una novela. Cuando leí la contraportada se me disiparon todas las dudas. Con estas, la compré y me fui corriendo a leerla. Debo confesar que yo por aquel entonces era profesor de filosofía, y que siempre estaba al tanto de todo lo que salía por si les podía venir bien a mis alumnos de cara al curso de COU (actual 2º de Bachillerato) y a la Selectividad. Y tengo que reconocer que, a partir de ese momento, he recomendado mucho esta novela, tanto a alumnos como a amigos. Más tarde entenderéis por qué, cuando os cuente su argumento.

Philip Kerr
Así pues, os recomiendo vivamente la lectura de esta novela. Los no versados en filosofía os encontraréis una historia futurista llena de acción, inteligente, en la que no habrá respiro. Los conocedores del pensamiento de Wittgenstein disfrutaréis al comprobar lo bien plasmada y lo práctica que puede llegar a ser la filosofía del austriaco. Casi uno llega a pensar que, para ser asesino en serie, hace falta mucha inteligencia. En cualquier caso, os recomiendo que no lleguéis a esos extremos. Son perjudiciales para la salud, tanto de los demás como de uno mismo.

Mis alumnos de filosofía se lo han pasado de lo lindo con este libro. Y encima les ha ayudado a sacar mejor nota en Selectividad. Yo no le puedo pedir más a la vida. Espero que lo disfrutes, aunque en tu horizonte vital próximo no se encuentre la opción de entrar en la universidad. Una vez más, pensamiento y literatura se dan la mano. ¿Alguna vez han dejado de hacerlo?
 
El libro que reivindica el placer de comer frente al esnobismo 'foodie' y la 'gastroestupidez'

Creación cultural Salud

El periodista David Remartínez presenta La put* gastronomía (El Desvelo Ediciones), una reivindicación del placer de comer alejado de los tópicos

"¿En qué momento nos han convencido de que las consecuencias insanas de la comida industrial son culpa nuestra?", se pregunta el autor

Carmen López
28/03/2019 - 21:27h
Recorte-portada-gastronomia-Desvelo-Ediciones_EDIIMA20190320_0795_5.jpg

Recorte de la portada del libro 'La put* gastronomía', de El Desvelo Ediciones.

David Remartínez, también conocido como Remartini, salió de una depresión por la puerta de la cocina. Hizo vomitar a la chica de sus sueños con un sushi casero experimental. Preparó una barra de pan que pesaba una tonelada pero que estaba buenísima. Tuvo un amigo que conquistaba a sus amantes con un rodaballo al horno que siempre triunfaba. Y todo lo ha contado todo en su irreverente ensayo La put* gastronomía (El Desvelo Ediciones, 2019), prologado por el periodista Pedro Vallín.

El libro es una reivindicación del placer de comer, de la gastronomía como disfrute alejada de los tópicos y los prejuicios que la han pervertido en menos de medio siglo. Un espacio temporal que equivale a un segundo si se contempla desde un punto de vista histórico. Desde que el ser humano empezó a hincar el diente en cualquier cosa que pudiese salvarle de la muerte por desnutrición hasta que llegó a comer por satisfacción pasaron muchos años. Pero desde ese punto hasta que los expertos de la modernidad empezaron a sentenciar, el tiempo ha pasado como un suspiro.

Si en apenas cinco décadas hemos saltado del puchero al sifón de nitrógeno, ¿qué nos vamos a encontrar dentro de 20 años? El escritor vaticina por correo electrónico a eldiario.es que posiblemente entremos en una desaceleración, como dicen los expertos en economía.

"No creo que el cambio sea tan frenético. Supongo que habrá cuatro o cinco modelos diferentes de alimentación conviviendo en nuestra sociedad, es decir, distintos modos de entender la gastronomía que, a grandes rasgos, coincidirán con los que ya tenemos en España y en todo el mundo occidental, porque el progreso y la economía capitalista nos ha equiparado en estas últimas décadas", considera el autor.

En teoría, convivirá la cocina de los grandes chefs, tecnológica y cosmopolita, con la restauración convencional, la cocina doméstica, la comida industrial y con las diferentes alimentaciones 'periféricas', como la de veganos, vegetarianos o dietas de adelgazamiento. "Probablemente crezca la cantidad de gente que regrese a una alimentación más natural, con más ingredientes frescos. No en vano salimos de una época de abusos, en muchos sentidos", apunta el escritor.

Eres lo que comes (lo que te apetezca)
Se pueden poner muchos adjetivos al libro, pero uno de los principales es el de divertido. Pese a tratarse de un trabajo riguroso y bien documentado -abundan las citas y referencias a los grandes de la gastronomía como Josep Pla, Manuel Vázquez Montalbán o Michael Pollan- no pierde su carácter guasón y hay anécdotas que provocan irremediables carcajadas.

Otro de ellos es atrevido. Remartínez acusa de falaces discursos como el afirma que "la comida de la abuela" era mucho mejor que la procesada a la que tenemos acceso hoy en día o la palabra arte como atributo del trabajo de los chefs de estrella Michelin. Y sobre todo, se arriesga con en el peliagudo tema del respeto de "la salud como una decisión privada", una idea que aparece varias veces según pasan los capítulos.

"Como consumidor, yo quiero que las administraciones públicas obliguen a las empresas que fabrican comida a aclarar su composición y a cumplir las reglas sanitarias y mercantiles sin medias tintas. Y no que, en lugar de eso, la administración cargue la responsabilidad contra los ciudadanos para que vigilemos nuestra salud constantemente, acusándonos de ser unos irresponsables por nuestras formas de consumo. ¿En qué momento nos han convencido de que las consecuencias insanas de la comida industrial son culpa nuestra?", se pregunta Remartínez.

David-Remartinez-gastronomia-Desvelo-Ediciones_EDIIMA20190320_0799_19.jpg

David Remartínez, autor de 'La put* gastronomía' (El Desvelo Ediciones)



Además, el escritor critica que la administración se gaste más dinero en programas de concienciación que en vigilar a la industria alimentaria. "Está situando mal el foco. Primero que supervise a McDonald's, que le obligue a informar de sus procesos e ingredientes con absoluta claridad, y que luego me advierta a mí como cliente del peligro de abusar de las hamburguesas. Que ya veré yo si me atiborro de bigmacs o no", afirma

Y añade que "el deber de la administración es garantizar que los ciudadanos estemos bien informados, tanto de la comida como de sus consecuencias, porque la información es protección. Lo que luego hagamos los ciudadanos con nuestros cuerpos, es decisión nuestra, siempre que no perjudiquemos a terceros. La salud no puede ser una religión".

Gastroestupidez
La opinión que el escritor tiene sobre los nuevos críticos que acreditan su sabiduría con los seguidores que tienen en las redes sociales se resume en una palabra: 'Gastromonguers'. El término aparece ya al principio del libro, en el recuerdo de un viaje de prensa en el que Remartínez, que ha firmado numerosos artículos y columnas sobre gastronomía en diferentes medios nacionales, coincide con una de estas estrellas 2.0.

El de los medios de comunicación es un mundo de egos exacerbados, así que es posible que apodos como este puedan levantar ampollas en la comunidad gastrónoma. Pero por el momento, parece que el 'gastromonguer' original no se ha manifestado.

"No sé si existe eso de la comunidad gastrónoma. Por gastronomía entendemos tanto el conjunto de saberes y conocimientos relacionados con la alimentación, como la simple afición a la alimentación, lo cual hace que en la comunidad gastrónoma quepa gente muy dispar: desde comensales expertos en restaurantes Michelin hasta historiadores de los alimentos. Con la biología, por ejemplo, eso no pasa, porque no incluye la afición", asegura.

También comenta que "del entorno gastronómico que yo conozco, donde hay algunos periodistas, editores y aficionados, el libro ha tenido una acogida estupenda, aunque suene poco humilde. Al fin y al cabo, plantea un debate que existe y que además creo que alienta, porque mucha gente está harta de tanto postureo. Y ese era el objetivo, no sentar cátedra ni mucho menos, solo incordiar para que así avancemos. Con lo cual estoy muy feliz".

Como cualquiera que aprecie los libros que maridan literatura y gastronomía, Remartínez es buen amigo de Julio Camba. El escritor gallego, además de formar parte del selecto grupo de autores que vivieron en un hotel, decía que cuando te mueres vas a parar a un bar donde no cenas, sino que siempre desayunas. Y le tiene guardada una banqueta a Remartínez para cuando le llegue el turno. ¿Tendrán los 'gastromonguers' un asiento en ese establecimiento del Más Allá? "No, Camba les tendrá preparado el fregaplatos lleno para que paguen su soberbia sirviendo al resto de la clientela", bromea el autor.
https://www.eldiario.es/cultura/libros/gastronomia-esnobismo-foodie_0_879812798.html
 
La mano de hierro que azotó la novela
Publicado por Lara Hermoso
oie_2I8mIhkwn7s0.jpg

Margaret Thatcher cruza el paso de cebra de Abbey Road, inmortalizado en el álbum homónimo de The Beatles. Fotografía: Cordon Press.
1975, Londres. Los tories celebran una recepción en el Salón Rosebery de la Cámara de los Lores para presentar el libro de un tal Lord Butler. Un joven Christopher Hitchens acude a la cita, alguien le ha soplado que la nueva líder del Partido Conservador se va a dejar caer por allí. Es Margaret Thatcher. Una mujer sobre la que Hitch ha escrito un par de artículos, su favorito es el del New Statesman, donde la calificaba como una mujer «sorprendentemente sexy». Es inevitable que un interlocutor, Sir Peregrine Worsthorne, haga las presentaciones. Thatcher parece complacida, sabe quién es, y Hitch se revuelve y decide buscar la polémica enzarzándose en una discusión sobre la política de Rodesia / Zimbabue. En cuestión de minutos el periodista acaba ofreciéndole las nalgas y la líder tory azotándole en el trasero con unos papeles enrollados en forma de cilindro. Aquel fue el primer manotazo de hierro a la cultura.

Cuatro años después, Margaret Hilda Thatcher ganó las elecciones y se convirtió en la primera mujer elegida primer ministro del Reino Unido. Fría, liberal, autoritaria, siempre con un collar de perlas al cuello, permaneció once años en el cargo y un tsunami liberal asoló al país durante su mandato. «There is no alternative» se convirtió en el lema para justificar sus decisiones en materia económica. Entre sus reformas se incluyó la supresión de la financiación del Consejo de las Artes, un organismo establecido después de la Segunda Guerra Mundial para poner la cultura al alcance de todos. Maggie, como empezaron a llamarla sus detractores, consideraba que los artistas debían arreglárselas por sí mismos, como el resto de la población. La ira del mundo de la cultura creció en paralelo a las políticas que destruyeron empleos en minas e industrias, las que socavaron el estado de bienestar. Su postura con los presos del IRA, su alianza con Estados Unidos contra el comunismo y la participación de Gran Bretaña en la guerra de las Malvinas avivaron la revuelta social. Nunca hubo una sociedad tan polarizada. Lo que veías, lo que escuchabas, lo que leías… te definía. Eras pro- o anti-Thatcher, sin medias tintas.

El descontento social provocado por sus políticas ultraliberales sirvió como caldo de cultivo a la novela, un género que se reinventó ante la adversidad. Bajo (y contra) el thatcherismo floreció una de las mejores generaciones de la narrativa británica. Entre los nombres propios de aquella corriente están Malcolm Bradbury, Martin Amis, Salman Rushdie o Ian McEwan. El propio McEwan explicó, en un artículo publicado en el diario británico The Guardian, la fijación que la líder tory despertó en aquella generación:

«No es habitual que un Gobierno pueda presumir de haber fomentado las artes, pero Thatcher, que siempre tuvo una actitud impaciente ante la reflexión detallada sobre la vida, llevó a los autores a nuevos terrenos». La obsesión por su figura se convirtió en un deporte nacional, no podían hablar de otra cosa. Incluso personajes de ficción se dirigían a ella, como Adrian Mole, creado por la escritora Sue Townsend y que escribió un poema a la primera ministra en el que le preguntaba si era capaz de llorar.

Michael Dobbs fue un personaje de carne y hueso. Jefe de Gabinete del Gobierno conservador de Thatcher hasta 1987, cuando la Dama de Hierro fue reelegida por una amplia mayoría. Dobbs había estado siempre cerca de ella, pero lo que antes habían sido sonrisas y palmaditas en la espalda se transformaron en la frialdad y crueldad por la que era famosa. Una discusión de esas que eleva los decibelios de cualquier edificio acabó con la renuncia de Dobbs, que en lugar de llorar o lamentarse se largó de vacaciones y alumbró una novela sobre intrigas políticas en la que aúna realidad y ficción, y en la que los parlamentarios británicos aparecen como unos hijos de put* divertidísimos. Su título es House of Cards.

La animadversión que provocaba la Dama de Hierro agitó la pluma de autores como Hanif Kureishi, uno de los mayores detractores del thatcherismo y de su legado. Hijo de pakistaní e inglesa, criado en el mismo barrio que David Bowie y Billy Idol, sacudió los cimientos de la literatura británica con El buda de los suburbios. Una historia que se interrumpía con la llegada al poder de Thatcher. En El álbum negro, Kureishi fue un paso más allá, situando la historia en la Inglaterra de 1989, con un país tratando de sobrevivir al legado de los conservadores.

Entre el resquemor, el odio y los gritos de «¡Maggie, fuera, fuera!» que repetía la izquierda como un mantra, el nobel de literatura, Harold Pinter, se arrepintió públicamente de haberla votado. Algunos contemporáneos de Pinter estaban en el bando contrario, en el de los pro-Thatcher. Anthony Burgess, Philip Larkin o Kingsley Amis consideraban su llegada al poder como el restablecimiento de una autoridad perdida. Unos viejos rockeros que no solo admiraban su forma de hacer política, sino que cayeron rendidos a sus encantos y cualidades físicas. Kingsley Amis llegó a afirmar que la primera ministra era una de las mujeres más guapas que había conocido. Años después, su hijo Martin —férreo detractor de la Dama de Hierro— dijo en una entrevista que creía que su padre tenía sueños húmedos con Thatcher. Para Burgess era una «Venus madura». Y Larkin posó complacido con ella durante una visita a Downing Street.

En 1990 Margaret Thatcher abandonó el poder convertida ya en un icono pop. Fuente inagotable de inspiración, algunas de las mejores novelas sobre la época en que gobernó el Reino Unido se escribieron después. En 2004 Alan Hollinghurst se alzó con el Booker, el máximo galardón de las letras británicas, por La línea de la belleza. Una novela en la que describe la sociedad gay inglesa durante el segundo mandato de Thatcher, una etapa marcada por las políticas liberales, pero también por la aparición de la epidemia del sida. A través de los ojos de Nick, un veinteañero que está escribiendo una tesis sobre Henry James, Hollinghurst radiografía la sociedad de la era thatcheriana en una historia por la que desfilan familias conectadas con las altas esferas económicas y políticas. Jonathan Coe realizó una crítica mordaz de esas élites en Menudo reparto, una novela en la que daba un repaso a la polémica política de privatizaciones del thatcherismo. Y entre tanto anti- y tanto pro-Thatcher, Javier Marías, que le concedió un cameo estelar a la Dama de Hierro en Corazón tan blanco, donde aparece conversando con Felipe González.

Margaret Thatcher murió el 8 de abril de 2013, pero sigue siendo un filón, se siguen publicando biografías y ensayos sobre su legado. Hillary Mantel ha ido un paso más allá con El asesinato de Margaret Thatcher, matando a Maggie antes de que Inglaterra se convirtiera en la Inglaterra de Margaret Thatcher. De haber sido real ese argumento, ¿el mundo y la literatura británica habrían sido muy diferentes? ¿Cuántas buenas novelas se habrían perdido sin la mano de hierro que azotó a Hitchens?
https://www.jotdown.es/2019/03/la-mano-de-hierro-que-azoto-la-novela/
 
"El deseo puede llegar a funcionar de forma perversa, pero nunca se debe criminalizar"

Igualdad

En Cambiar de idea, la autora abandona la veintena reflexionando sobre el proceso de adquisición de conciencia feminista y abrazando la vida adulta junto a una forma más honesta y ética de relacionarse con los demás

"Quieren quitar cualquier componente anticapitalista al feminismo y hacerlo cómodo para las mujeres que quieren llegar a los puestos de la administración para explotar a otras mujeres o a otros hombres que estén por debajo"

Mónica Zas Marcos
01/04/2019 - 20:30h
Aixa-Cruz-autora-Cambiar-idea_EDIIMA20190401_0787_19.jpg

Aixa de la Cruz, autora de 'Cambiar de idea'

Ocho libros para leer este 8M que no van sobre feminismo
Es curioso cómo unas memorias escritas de manera muy específica, que hablan de drogas muy específicas y de una infancia muy específica, se pueden catalogar como un retrato generacional. La clave de que haya ocurrido con Cambiar de idea (Caballo de Troya) radica precisamente en su título. Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) da cuenta de sus treinta años de vida a través de diversos vaivenes que, sin quererlo, describen muy bien a una masa de jóvenes obligada a desaprender para encabezar un cambio.

Paradójicamente, Cambiar de idea no se sustenta en genéricos. Aborda desde las fiestas salvajes de los veintipocos hasta las resacas infernales de los veintimuchos, desde un matrimonio fallido con un mexicano hasta diversas experiencias lésbicas, y desde el gusto por el dolor físico hasta la indiferencia emocional frente a la violencia explícita.

Todos estos episodios tejen una red alrededor de dos acontecimientos que sustentan el verdadero cambio en la autora, el del despertar feminista: haber presenciado la violación de su amiga Garazi cuando eran niñas y el brutal accidente que estuvo a punto de reducir a polvo los huesos de Zuriñe. Dos tipos de cuerpos femeninos vulnerados y violentados sobre los que pivota un ensayo memorístico que escuece como la sal en una herida mal cerrada.

Se ha definido Cambiar de idea como un relato generacional. ¿Es una forma de hablar de los millennials como frágiles ideológicamente?

La verdad es que he escuchado un poco de todo. Hay gente que lo ha visto muy generacional, pero me gusta porque ven así el hecho de desdecirse y de cambiar de idea. Somos una generación que se ha visto atrapada en diferentes momentos de conciencia colectiva. Nos ha tocado reconstruirnos mucho y asumir que lo que era normal cuando teníamos 15 años, de pronto ya no lo es.

Más que unas memorias reposadas, parecen pensamientos escritos a borbotones. ¿Dónde queda la vulnerabilidad y dónde colocas el filtro en la edición de este tipo de textos?

He ido pasando el texto original por diferentes filtros y cada vez el filtro era un poquito más pequeño. El primer borrador tenía mucho que ver con una estructura clásica y psicoanalítica. Una vez pulido, me he tenido que enfrentar a asuntos más prácticos relacionados con la ética de publicar estos textos.

Es decir, yo soy responsable de lo que me ha sucedido a mí, pero no puedo contar mi historia sin terceras personas. Y, claro, ahí la cosa se pone complicada. Le he pedido permiso a casi todo el mundo que aparece citado, y lo he obtenido por parte de algunos y por parte de otros no. Por tanto, he modificado ciertas partes para que los afectados no se vieran identificados pero que la historia fuera equivalente.



Cfakepath71QvCzhZrLjpg_EDIIMA20190306_0870_1.jpg



Comienzas con una descripción brutal del accidente de tráfico de una amiga. ¿Por qué escogiste un punto de partida tan físico para analizar la violencia sexual?

Me suelen preguntar de qué va el libro y me cuesta sacar un tema que lo unifique todo. Es verdad que la violencia sexual lo vertebra y, sin embargo, no es del todo cierto. Lo que quería remarcar con este comienzo es que son unas memorias sobre cómo adquiero conciencia del otro y la capacidad de enfrentar el dolor del de enfrente sin tantas mediaciones.

Empieza en un momento en el que estoy muy ensimismada en mi tesis, que trataba sobre las representaciones de la tortura, de manera que me pasé cuatro años rodeada de imágenes violentas, de testimonios terribles y aprendiendo a protegerme frente a esta violencia mediante el discurso. En este primer capítulo, me enfrento a lo que le ocurre a mi amiga, que está destrozada por un accidente de tráfico terrible y me presento allí con mis herramientas teóricas de siempre como si siguiera dentro de mi tesis.

Pero ella no me deja mirarla con distancia, me obliga a mirarla de otra manera sin intermediaciones. Es entonces cuando se da una transformación en mí que me va a enfrentar a otros tipos de violencia con una sensibilidad distinta que no había tenido hasta entonces.

Otros tipos de violencia más "abstractos". ¿Tendemos a normalizar la violencia sobre el cuerpo de una mujer hasta que no vemos cicatrices y heridas abiertas?

Si, totalmente. A nivel simbólico hablo de este cuerpo accidentado para introducir la idea general de los cuerpos vulnerados de las mujeres. Empiezo con una amiga que ha sufrido una violencia del tipo físico-traumática, en el sentido de impacto, y acabo hablando de heridas más relacionadas con la psique, con los traumas psicológicos y con las secuelas que deja la violencia sexual. Así que se genera una especie de círculo cerrado.

Esa indiferencia ante el dolor ajeno era un mecanismo de defensa por haber presenciado la violación de una amiga por parte de su padre. ¿Cómo llegaste a esa conclusión a partir del accidente?

Como te decía, este texto proviene de otro mucho más amplio y con un carácter más psicoanalítico que literario. Fui analizando mi biografía y viendo hacia dónde me llevaba, y me di cuenta de que me llevaba sobre todo a lugares culposos. Tenía una sensación de no haber actuado bien.

Y, al final, la herida relacionada con la culpa más importante de mi vida me llevó a ese episodio de la infancia. Cronológicamente, ese episodio ocurre al mismo tiempo que el propio proceso de autodescubrimiento que llevo a cabo en el libro. Empiezo desde lo más reciente y poco a poco voy ahondando en el pasado hasta que llego al origen de la herida.

Si haber sido testigo de una violación te enquista la culpa hasta tal punto, ¿cómo no se disparará ese sentimiento en una víctima que lidia con las acusaciones de consentimiento?

Es curioso, porque hay dos tipos de culpa. La primera es una culpa violenta que se ejerce sobre la víctima, que forma parte del sistema de opresión y de la cultura de la violación, que es absolutamente no productiva y que la revictimiza.

Por otro lado, soy defensora de otro tipo de culpa que sí puede ser productiva. Creo que muchas veces somos copartícipes de violencias que están muy normalizadas e institucionalizadas y que la culpa es esa llamarada que nos hace tomar conciencia de una situación que estábamos normalizando. Desde el malestar y la incomodidad propias, podemos hacer una deconstrucción e intentar cambiar.

Leaving Neverland, Examen de conciencia...ahora se está trasladando el foco a los testigos o a quienes callaron. ¿Es lo justo? ¿O esta búsqueda continua de un culpable omnisciente descarga la responsabilidad del agresor?

La verdad es que no tengo una respuesta muy clara sobre esto. No sé hasta qué punto, como bien dices, es productivo seguir culpándonos por errores del pasado. Yo en general tengo la sensación de que han cambiado mucho las cosas en los últimos años y ya no me juzgo con la misma dureza sobre algo que hice a los 14, a los 18, a los 20 años, porque vivíamos en un mundo distinto en el que todavía no habíamos tomado conciencia sobre ciertas cosas.

Pero yo soy implacable conmigo misma y con la gente que tengo cerca desde el año 2017, en el que todos nos vimos envueltos en un proceso de revisión de culpas colectivas que ha hecho que ahora tengamos mucha más conciencia. Me parece poco productivo empezar a señalar las culpas, pero en este punto ya no podemos tolerar ciertas cosas. Por eso, más que revisar el pasado, me parece importante tomar conciencia sobre el presente.

Escribes que, cuando salió la sentencia de 'la manada', te llegaste a replantear tus propias fantasías sexuales de sumisión y sometimiento. ¿Cómo revisarse a una misma sin caer en el juicio moral que te imponen desde el exterior?

No se puede legislar sobre las fantasías sexuales de nadie porque hemos sido educadas en un entorno determinado. Recuerdo un artículo de Gabriela Wiener que me impactó mucho en el que relataba cómo una chica que había sido violada en su adolescencia decía que, sin embargo, se excitaba con imágenes de violación. Ella no lo entendía. Pero es algo muy común entre las víctimas.

De alguna manera, el trauma sexual también funciona así: acaba configurando nuestro deseo desde la violencia y desde el propio evento traumático. Teniendo en cuenta que la psicología del deseo puede llegar a funcionar de formas tan perversas, lo que no podemos hacer nunca es criminalizar el deseo privado de las personas.

¿Cómo diferenciar entre el deseo real y al que nos han forzado?

Me ha ocurrido algo curioso en mi vida diaria. Siempre he sostenido que no se puede legislar sobre el deseo y que podemos tener un discurso público activista, y que eso es más importante que nuestras fantasías sexuales.

Pero, a medida que iba deconstruyendo ciertos comportamientos a nivel teórico, y pasado un periodo de latencia de seis meses o un año, empecé a ser muy crítica con el por** (y seguía viéndolo). Hasta que llegó un día en el que, de pronto, no pude hacerlo más. Así que empiezo a tener dudas sobre si realmente el deseo y la fantasía son conceptos inamovibles, o no.

Hablando de dudas, tu percepción del género es quizá lo más cambiante del libro. Vas desde el rechazo absoluto a todo lo que implica ser mujer hasta la vanidad de encajar en los cánones de belleza patriarcales. ¿Cómo te percibes ahora?

La verdad es que sigo siendo muy contradictoria en relación a este tema. El cambio más importante se dio cuando pasé a una negación absoluta de todos los condicionantes que tiene ser mujer. Es decir, yo era consciente de que ser mujer tenía que ver con una opresión y pensaba que si me desligada de la lucha eso ya no iría conmigo.

Partía de un rechazo muy fuerte hacia hacia todo lo asociado con lo femenino, e incluso al principio con el feminismo. Me molestaba mucho que un movimiento se tomara el derecho de hablar en mi nombre en tanto que mujer. ¿Qué es ser mujer y por qué tengo que formar parte de esta categoría?

En todo caso, he acabado entendiendo que la lucha es colectiva y que para formar parte de ella y para obtener representación política sí que me tengo que sentir identificada como mujer. Hay que aceptar esa categoría y ahora no tengo ningún problema en sentirme cómoda dentro de ella. También me he obligado a quitarme todos los prejuicios con respecto a lo considerado femenino y en esas andamos.

Encima ahora existe esa coletilla de "yo no soy feminista, soy femenina".

Total. Pasan estas cosas y te vuelve a salir el monstruo de dentro y diciendo, ¡no, yo no soy eso! (ríe). Tiendo a sentirme incómoda en general con las identidades estables. Lo más lógico es ser consciente de que las identidades a veces son volubles y flexibles y que en un momento nos podemos sentir así y al siguiente no. Que un día podemos sentirnos perfectamente identificadas con el concepto social de lo femenino y al día siguiente renegar del mismo.

Aixa-Cruz-autora-Cambiar-idea_EDIIMA20190401_0806_19.jpg

Aixa de la Cruz, autora de 'Cambiar de idea'



Dices en el libro que "los editores que no publican a mujeres andan locos por publicar a mujeres que escriban de una determinada manera". Es decir, de una manera masculina. ¿Ocurre ahora justo lo contrario? ¿Se busca destacar el feminismo a la fuerza en el faldón de cualquier libro escrito por una mujer?

En efecto. Es una cita que me han sacado mucho y una de las que más pronto ha caducado. Desde que escribí este texto han pasado dos o tres años en los que hemos visto que el feminismo ha tenido un auge muy importante y al mercado le ha empezado a interesar vender ciertas voces y ciertos textos. Se puede percibir como una moda. Es verdad que ahora mismo hay muchas voces femeninas, muchos textos que se venden como feministas y a mí me parece estupendo todo. Mi único miedo es que perdure. Que sea tratado justo como una moda.

En los últimos cuatro meses he encadenado muchísimas buenas lecturas y todas son libros escritos por mujeres. Podemos correr el riesgo de dar por hecho que esta lucha está ganada demasiado pronto. Pensar que las mujeres están súper asentadas en el mundo literario, que ya tenemos una voz que nadie nos va a cuestionar y que, de pronto, no sea así. Que los editores se estén tomando esto como una moda y que cuando pase la ola fuerte volvamos a las andadas. Diría que es el único peligro. Por lo demás, me parece que en este sentido en muy poquito tiempo hemos ganado un montón.

Pero el feminismo no es un género literario. Si al final en las estanterías de novela negra o memorias sigue habiendo más hombres, ¿existe el riesgo de haberse hecho un hueco a nivel temático?

A nivel temático es evidente que irá fluctuando. Si las mujeres que están publicando ahora y reciben mucha atención, deciden en cinco años ponerse a escribir ficción masculinista tipo thriller, a mí me parecerá estupendo. Lo que es más peligroso es que desaparezca la cuota de mujeres, no tanto que dejen de escribir sobre lo femenino.

Si la única forma que tenemos de ganar ganarnos un micrófono es hablando sobre temas relacionados con la mujer, eso también es un tipo de discriminación. Una integración plena en el sistema literario sería que recibamos la misma atención que un hombre escribamos sobre lo que escribamos.

El riesgo de convertir el feminismo en una "moda" va más allá de lo literario, se usa para conseguir votos a través de "feminismo liberal" o vender camisetas. ¿Qué le hace más daño al movimiento: ser poco exigente o excluyente?

Claro, es que está esta paradoja entre, ¿qué preferimos? ¿Firmar por unos básicos y que por tanto el feminismo sea más abierto a todas las mujeres del mundo?¿O lo que queremos es que el feminismo sea realmente una fuerza de cambio y que por tanto signifique el final de todos los privilegios y de todas las represiones? Porque ahí no encajarían conceptos que para mí que son un oxímoron como el de feminismo liberal.

Conozco a compañeras que no acaban de encontrar una respuesta a este dilema. Yo aquí soy más tajante. Creo que el feminismo no puede ser liberal del mismo modo que no puede ser de derechas. Porque feminismo no solo busca la igualdad entre hombres y mujeres, busca la igualdad. Sin más. La gente de derechas acaba buscando privilegios para un sector determinado de la población y eso ya a nivel de formulación va en contra del feminismo.

En Ciudadanos, por ejemplo, están intentando sumar adeptas a un "feminismo" individualista que no genera incomodidad.

En el caso de Ciudadanos, en particular, me parece repugnante la forma en la que están frivolizando todas las luchas. Han conseguido relacionar la lucha LGTBI con la gestación subrogada, que me parece uno de los emblemas del neoliberalismo más brutales que se me ocurren. Y están intentando hacer algo parecido con el feminismo, sin duda.

Trivializarlo o quitarle cualquier componente de lucha anticapitalista y hacerlo cómodo para las mujeres que quieren igualdad salarial y quieren llegar a los puestos de administración para explotar a otras mujeres o a otros hombres que estén por debajo. Para mí, obviamente, ese no es el espíritu de la lucha feminista. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Al final hay que seguir alzando la voz y seguir desmintiendo estos discursos. No podemos hacer otra cosa

https://www.eldiario.es/cultura/libros/Aixa-Cruz-deseo-perversa-criminalizar_0_884011765.html
 
Enrique Ruano, morir tres veces
  • JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE
Martes, 2 abril 2019 - 02:13
El último Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias se detiene en la estremecedora historia de Enrique Ruano, Javier Sauquillo y Lola González, durante los días de la Transición

15541427535959.jpg

Lola González, Enrique Ruano y Javier Sauquillo, en Madrid, en los años 70.ARCHIVO TUSQUETS
La fotografía que ilustra la portada de A finales de enero, el estudio con el que Javier Padilla ha ganado el XXXI Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, representa el instante de una plenitud. Quizá no de felicidad pura, que es algo más difícil de advertir -aunque quizá la hubo durante ese segundo azaroso y definitivo que reunió a los personajes en la imagen, una de las más difundidas de los tres, como depositarios de una narración colectiva-, pero sí la certeza de que en ese momento, cuando los tres eran jóvenes y hermosos, la vida aún era el fruto que les correspondía. Porque los protagonistas individuales de A finales de enero, siguiendo el orden en la instantánea pero también otro, de importancia dentro, son Lola González Ruiz, Enrique Ruano y Francisco Javier Sauquillo.

Los tres, mártires o víctimas del proceso que llevó de la dictadura a la democracia. Es difícil asegurar si estamos ante "La historia de amor más trágica de la Transición", como reza en la portada; pero si no lo es, estará cerca. Porque desde el ámbito de la ficción sería difícil concebir el relato de crueldad, total desvalimiento y mala suerte -aunque ella aprendió de Javier a no creer en el azar y pensaba que siempre había una causa para todo- semejante al calvario de Lola González Ruiz sin que resulte inverosímil. Es imposible, respondería un editor: esta historia no se la cree nadie. Pero esta historia es real.

La protagonista del libro estrenó un duelo que no abandonó nunca

La historia de tres amigos estudiantes de Derecho en el Madrid juvenil, arrojado y peligroso, excitante y terrible, que pasean por la Ciudad Universitaria mientras alguien les hace la fotografía que hoy miramos en la portada de A finales de enero. La historia de Lola González Ruiz, novia de Enrique Ruano y amiga de Javier Sauquillo, amigo de ambos y enamorado, parece ser, de Lola. Es imposible imaginar un personaje femenino como Lola, que tiene que sufrir el asesinato de su novio, Enrique Ruano, el 20 de enero de 1969, padeciendo un duelo que ya no abandonó nunca, y que, tras casarse con el amigo de la pareja, Javier Sauquillo, tiene que contemplar al asesinato de su marido en el atentado del despacho de abogados laboralistas en el número 55 de la calle Atocha, el 24 de otro mes de enero, sólo ocho años después.

Era 1977 y a Lola ya no le quedarían fuerzas para rehacer su vida por segunda vez. En ocho años, la desgracia total. Y todo eso siendo ella también víctima, por el disparo que le atravesó la cara y la hizo padecer un sinnúmero de operaciones de reconstrucción facial, anorexia y bulimia casi toda su vida, además de una depresión que compartió con José María Zaera, su última pareja, hasta que murieron los dos extrañamente durante otro mes de enero, en 2015. Sería su tercera muerte.

Según palabras de Alejandro Ruiz-Huerta, el último sobreviviente del atentado de Atocha -él detesta la palabra matanza, porque "cerdos" era uno de los insultos habituales de la ultraderecha y se escuchó también durante el juicio-, "en el crimen de Atocha está el ADN de la Transición". Porque más allá del hermoso y fino retrato que hace Javier Padilla de los tres protagonistas -Lola, inteligente y voluntariosa, bella, trasnochadora de verbo infatigable; Enrique inolvidable, simpático y guapo, deportista y frágil, amable y hondo, poeta en la escritura y la emoción; y Javier, el más dotado intelectualmente, tímido a su modo, pero resuelto en la manera de exponer sus posiciones, rival de Enrique no sólo por Lola, sino también en las infinitas discusiones sobre teoría marxista-, el otro gran protagonista de A finales de enero es el proceso de cambio de la sociedad española vivida desde el ámbito del movimiento universitario; especialmente en el FLP, porque los tres eran felipes antes de militar, Lola y Javier, tras el asesinato de Enrique y ya como matrimonio, en el PCE. Luego vendría la abogacía laboralista, los procesos ante el TOP, sus críticas a Carrillo y el trabajo en las asociaciones de barrios, de donde venían los dos, en coche, la noche del 24 de enero de 1977, cuando tres pistoleros irrumpieron en el despacho de Atocha preguntando por un sindicalista, Joaquín Navarro, antes de disparar.

De 1977 a 2015 Lola tuvo que seguir viviendo, pero ya había muerto dos veces

Lola González Ruiz sobrevivió. Entre 1977 y 2015 tuvo que seguir viviendo, pero ya había muerto dos veces. La democracia jamás le compensó el dolor. Cuenta Javier Padilla que el piso que compartió al final con José María Zaera tenía las paredes cubiertas con fotografías de Enrique y Javier, eternamente jóvenes, porque su presente era vivir el pasado.

Gran libro exhaustivo y necesario: el autor nos cuenta que su padre, estudiante en Madrid aquellos años, asistió al entierro de los abogados, lo que explica, sólo en una mínima parte, su interés en la historia. Porque resulta admirable y muy esperanzador que un hombre tan joven como Javier Padilla, malagueño nacido en 1992, haya entrado en la médula de las vidas rotas, destrozadas, de estos tres jóvenes que en el momento de la foto habrían estado encantados de viajar en el tiempo para charlar con él.
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/04/02/5c9921fb21efa02e6d8b4641.html
 
Back