Yo diría que son los errores que cometemos los que nos acaban formando como personas, así que lo único que querría decirle a mi yo de 20 años es que fuese a clase y estudiase más, que pasar la mañana en el bar de la facultad no lo es todo.
Pero si hubiera estado en clase y estudiado más no me hubiera dado el agobio qué me dió con el tema de cambios de planes y convocatorias que se agotaban, no me hubiera liado la manta a la cabeza y no me hubiera venido a UK a perseguir sueños, no hubiera conocido a mi marido y, en definitiva, no tendría lo que tengo ni habría vivido lo que he vivido.
Mi yo de 20 años, aún más estudioso, hubiera seguido con su entonces noviete (o con algún inane niño pijo parecido a él) y “visualizo” perfectamente qué hubiera sido de mí.
De modo que prefiero callarme, no decirle nada, y dejar que siga por la vida cometiendo errores y decidiendo sobre su destino a cada momento y en función de sus impulsos a veces poco pensados y muy alocados, porque en el fondo esas peripecias son las que me han “hecho” tal y como soy.
Pero si hubiera estado en clase y estudiado más no me hubiera dado el agobio qué me dió con el tema de cambios de planes y convocatorias que se agotaban, no me hubiera liado la manta a la cabeza y no me hubiera venido a UK a perseguir sueños, no hubiera conocido a mi marido y, en definitiva, no tendría lo que tengo ni habría vivido lo que he vivido.
Mi yo de 20 años, aún más estudioso, hubiera seguido con su entonces noviete (o con algún inane niño pijo parecido a él) y “visualizo” perfectamente qué hubiera sido de mí.
De modo que prefiero callarme, no decirle nada, y dejar que siga por la vida cometiendo errores y decidiendo sobre su destino a cada momento y en función de sus impulsos a veces poco pensados y muy alocados, porque en el fondo esas peripecias son las que me han “hecho” tal y como soy.