Psicologia

Olvidar a un ex, tan difícil como dejar de fumar

Estudios científicos demuestran que las rupturas sentimentales provocan efectos similares a los que se producen cuando se abandona una droga

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Como si se tratara de una película de mutantes, el ejército de tiernas mariposas, que parece revolotear dentro de nosotros cuando nos enamoramos, se transforma en una fiera tropa que ataca en el momento en el que la relación se termina.

No consigue dormir, pierde el apetito, le duele todo el cuerpo y, aunque lo intenta, no logra pensar en otra cosa.
Le han roto el corazón.

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La explicación es tan simple como dolorosa: el amor es como una droga y usted está pasando el mono porque le privan de su dosis.

Cuando estamos enamorados, el organismo genera sustancias como la dopamina (la hormona del placer) y la oxitocina (la hormona del apego).

Ambas actúan en regiones cerebrales asociadas con el placer (el denominado sistema neuronal del reforzamiento).

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El efecto del amor es similar al de algunos analgésicos, ya que activa zonas cerebrales que reducen el dolor

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Con la ruptura sentimental se dejan de segregar estas hormonas y el cerebro reacciona generando un estado de tristeza y síntomas de abstinencia (ansiedad, obsesión e incluso dolor físico) que también sufren los drogodependientes.

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Y la pregunta del millón para el alma en pena: ¿cuánto tiempo tarda en pasar el dolor?

“Ese deficiente funcionamiento vuelve a la normalidad pasado un tiempo, que es variable según la persona que ha sufrido el desamor”.

Las investigaciones al respecto hablan desde 3 meses necesarios ,hasta 18 meses

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"¿Quedamos como amigos?" Mejor no


La neuróloga Lucy Brown y la antropóloga Helen Fisher dan una serie de consejos para superar estas rupturas, que parece que ni el cerebro ni el corazón quieren aceptar.

- Elimine los emails, las cartas y los mensajes de esa persona, y guarde todos los recuerdos en una caja al fondo de un armario (lo ideal sería deshacerse de ellos).

- Nada de llamadas ni cartas. Evite cualquier tipo de contacto. Hasta que no lo olvide no podrá ser su amigo.

- Piense un aforismo, una frase corta optimista a la que recurrir cuando recuerde a esa persona, para desviar la mente. Puede ayudar pensar en alguien nuevo, y si aun así vuelve a evocar a su expareja, no se aferre a lo positivo. Recuerde que también hubo momentos grises.

- Manténgase ocupado. Salir y estar activo es fundamental para el cerebro.

- Pruebe nuevas experiencias. La novedad estimula la liberación de dopamina, lo que le hará sentirse más optimista.

- Haga ejercicio. La actividad aeróbica también libera dopamina y serotonina, que le ayudarán a calmarse.

- El tiempo es su aliado. Imágenes de resonancia magnética han demostrado que cuanto más tiempo pasa tras la ruptura, la región del cerebro vinculada con los sentimientos de apego muestra una menor actividad. Con el tiempo, el apego se desvanece.

- Sonría y no se rinda. Si pasa el tiempo y sigue en este estado de duelo, puede que necesite la ayuda de un psicólogo, pero no tire la toalla. Un día se dará cuenta en que ya no piensa en esa persona y se sentirá liberado.

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"El miedo a saber es, en el fondo, miedo a hacer, porque todo conocimiento entraña una responsabilidad". [Abraham Maslow]
 
La vida es más que una lista de tareas


-------Vivimos inmersos en la sociedad del rendimiento y la hiperactividad. ¿Resultado? Ansiedad.

------ Debemos distinguir entre lo importante, lo urgente y lo eliminable



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Empecemos con un cuento. El de La Cenicienta.

Pero no nos fijaremos ni en el zapato de cristal, ni en la calabaza que se convierte en carruaje, ni en el príncipe azul. Vamos a poner nuestra atención en la cantidad de tareas que debe hacer Cenicienta antes de ir al baile.

Fregar, limpiar, planchar, ordenar, cocinar y volver a fregar, limpiar, ordenar… Lógicamente, cuando llega la hora de ir al baile, que es lo que realmente le hace ilusión y lo que de verdad cambiará su vida, está tan cansada que necesita la mágica ayuda del Hada Madrina para conseguirlo.

Sin ella, Cenicienta se hubiera quedado en casa, cansada y pensando con ansiedad en todo lo que aún le queda por hacer y en todo aquello para lo que no tendrá tiempo.

Pues bien, nosotros no somos muy diferentes a ella.

Antes de poder asistir a nuestros bailes, es decir, a aquello que realmente nos hace ilusión, nos motiva y quién sabe si también puede cambiar nuestras vidas, nos vemos inmersos en un sinfín de quehaceres:

la casa perfectamente ordenada, la lavadora tendida, el niño apuntado a cuatro actividades extraescolares; hay que ser, por supuesto, tremendamente productivos en nuestros trabajos, excelentes e imaginativos amantes con una vida social rica, activa y variada… y tener actualizado Facebook. ¡Ah!, y sería bueno comer cinco piezas de fruta al día y correr diez kilómetros y no tener ojeras y… Hacer, hacer y hacer.


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Al final de nuestro cuento, lo que sucede es que el baile siempre queda relegado a mañana, a “cuando acabe esto…”. Y así pasan los días.

Como mínimo, Cenicienta tiene una excusa, o dos.

Las malvadas hermanastras la obligan y la maltratan.
Una fuerza externa la presiona, somete y explota.

-----Pero hoy las hermanastras somos nosotros mismos.

Tenemos a las hermanastras dentro, diciéndonos todo aquello que debemos hacer en una continua y excéntrica carrera en espiral.
Porque hoy el único pecado es no hacer nada.
Hasta los momentos de ocio o los periodos de vacaciones se han convertido en una conjunción inagotable de tareas que nos dejan más cansados que cuando empezamos.

Sin embargo, también es verdad que basta con querer para vencer a las dos hermanastras que nos tiranizan y desatar la magia del Hada Madrina que llevamos dentro.

Admitamos pues que nos rodea el afán de productividad, que quien más quien menos se deja seducir por esas insoportables apps que nos alertan de todo aquello que nos queda por hacer.

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O por las libretas preparadas para que podamos hacer listas que cumplir.
O por libros que nos explican cómo hacerlo todo, cómo llegar a todas partes y que el tiempo nos cunda más.

Pero llega el momento de abandonar esa locura, porque en el fondo, y paradójicamente, no hay nada menos productivo que el afán de productividad.



. Empezar el día dedicándonos a aquello que sabemos que nos hará bien. Imaginemos un tipo que tiene que escribir un artículo y antes de empezar, sin embargo, lee los correos pendientes, atiende las alertas de las redes sociales y contesta un par de whatsapps. ¿Resultado?

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Cansancio antes de empezar. Cenicienta bien puede ir al baile y dejar esas otras cosas que requieren menos brillantez para después.

Bien, ¿y qué hacemos con todo lo demás? Porque está claro que hay cosas que no podemos simplemente dejarlas de lado. ¿Cómo hacer entonces?

Ayudará dividir el registro de tareas en tres grandes grupos.

----Cosas que afrontar. Lo que tengamos que hacer, hagámoslo. Una vez hayamos ido al baile, no dejemos que esas otras cosas que volverán a aparecer tarde o temprano revoloteen por nuestra cabeza. Por ejemplo, una llamada incómoda que vamos postergando. ¡Son tres minutos! Pero si seguimos retrasándola, en lugar de 180 segundos llegará a durar seis meses en nuestra cabeza.

----Cosas que organizar. No hace falta que carguemos con todo. Podemos delegar, pedir ayuda, repartir tareas, conseguir que ciertas cosas se realicen sin que recaigan en nosotros.

----Cosas que no hacer. Seguro que en esta lista hay muchos elementos que realmente no son necesarios. Que se pueden eliminar directamente y, de esta manera, liberar espacio.
Cada uno debe decidir cuáles.
Pero es importante que nos demos cuenta de que en este punto radica la primera gran victoria personal para olvidarnos de la vorágine de la hiperactividad sin sentido. Renunciar a todo aquello que ni nos aporta ni es estrictamente necesario. Saber qué es lo que no hay que realizar es tan importante como ponerse manos a la obra con aquello que sí lo es.

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------Una vez hemos conseguido dejar de correr en esa espiral del día a día fruto de esta sociedad de la multitarea, es el momento de empezar a bailar. Y lo más importante es descubrir cuál es nuestra música. Qué nos hace felices. Qué es lo que realmente nos importa.

La buena noticia es que todos estamos invitados a un baile en el que seremos protagonistas.

..1 ) -Algunos lo conocen ya y solamente deberán mantener a raya a las dos hermanastras.
.. 2 ) -Otros, por el contrario, aún no lo han descubierto y deberán mirar en su interior, porque allí está, esperando a que lo saquen a bailar.
.. 3 ) -Si la respuesta a estas tres preguntas es afirmativa, es que ya lo hemos encontrado:

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¿Tenemos ganas de bailar?

Si no nos da pereza, si siempre que pensamos en ello nos crece un hormigueo, si cuando estamos desarrollando esa actividad, aunque no sea todas las veces que quisiéramos, lo afrontamos con ganas y dedicación.

Si la contestación es sí, atentos, porque puede ser que este sea nuestro elemento. El baile que nos está esperando.


Se detiene el tiempo

A pesar de las advertencias del Hada Madrina, Cenicienta está tan encantada en el baile que pierde la percepción del tiempo.
Le dan las doce de la noche sin que se dé ni cuenta. Solo las campanadas del reloj la pueden sacar del estado de flow en el que ha caído, el verdadero hechizo cotidiano, y que se caracteriza porque enfocamos nuestra energía y sentimos una implicación total en la tarea.
Si aquí la respuesta es que sí, seguro que ese es el baile que andamos buscando.

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¿Se activará la magia?

La magia no es otra cosa que la pasión. Y la pasión es el motor de la grandeza, la autorrealización y la maestría.

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Si descubrimos aquello que nos apasiona, seremos capaces de focalizar nuestra energía en ello y descubrir que Platón estaba en lo cierto cuando afirmaba que “todas las cosas serán producidas en superior cantidad y calidad, y con mayor facilidad, cuando cada hombre trabaje en una sola ocupación, de acuerdo con sus dones naturales, y en el momento adecuado, sin inmiscuirse en nada más”
 
La crisis nos pone enfermos


Enfermedades y dolencias relacionadas con el estrés asociado a la situación economica y laboral

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Demasiada espontaneidad
(Texto El País)

-----Naturales sí, pero también nobles y empáticos.

----Bajo la frase “yo soy así” no cabe todo.

----Debemos mostrarnos auténticos, pero teniendo en cuenta a los demás.



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Existe un malentendido cuando nos referimos a la espontaneidad como acto de sinceridad o autenticidad.

También lo espontáneo puede ser reactivo, desmesurado e irrespetuoso.

Algunos ejemplos pueden contextualizar la idea de que lo espontáneo no es igual a lo auténtico. Hay quienes suelen jactarse de decirles a los demás a la cara lo que opinan.
Se vanaglorian de no tener inconveniente alguno en soltar sus juicios, como quien arroja presuntas verdades sin atender al contexto, el momento y la relación que mantienen con el otro.
Lo sueltan y se quedan tan anchos.
Preguntas: “¿Acaso tuviste en cuenta a la otra persona?”. Y responden: “Me da igual…, yo soy así…, digo lo que siento”.

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Hay otros ejemplos más cotidianos:
.. aquellas personas que hacen la broma en el momento inoportuno;
..las que insisten cuando se les dice basta;
.. las que hablan sin dejar hablar;
.. las que gesticulan histriónicamente y no mesuran los prejuicios de sus muecas;
..las que ríen o se enfadan fuera de tono;
.. las que vuelven a preguntar lo que ya se les dijo;
.. las que quieren discutir en medio de un restaurante;
..las que no les importa que les oiga todo el mundo;
.. las que no pueden esperar;
..las que precipitan besos y abrazos embarazosos.

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En general, todas aquellas personas que sufren la maldita impulsividad. No saben, o no quieren, aprender a gestionarla.

Lejos de tales extremos, algunos individuos espontáneos gozan del valor añadido de la nobleza. Son tal cual, sin engaños, ni medias tintas, ni filtros interesados.

Son lo que son, un espejo de su alma.

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Por eso gustan y son queridos, aunque suelen aborrecer de sí mismos.
Esa excesiva franca naturalidad les acaba metiendo en todo tipo de malentendidos, que les obliga a justificarse muy a menudo.
Van tan de cara que son los primeros en recibir las tortas.

Nadie que confía en sí envidia la virtud del otro”
Cicerón

Lo curioso del fenómeno es que estas personas creen que cuanto más “naturales”, más auténticas y más sinceras.

Añádase, incluso, que la espontaneidad puede ser un aspecto visible del bien, de ser alguien bueno, por no tener filtro alguno, con lo cual no importa el arrebato, sino la honestidad del mismo. No importa ser un salvaje si se entiende como un ser auténtico.
Si en un extremo lo protocolario aparenta rigidez y fingimiento, en el otro se encuentra la arrogancia de lo espontáneo como signo de naturalidad, cosa que ahora se lleva mucho.

Cuanta más exhibición de lo propio, más autenticidad. Solo que tiene que ser a costa de los demás, que, pacientes, soportan la supuesta honrosa virtud de lo que por encima de todo es así porque lo es y no puede ser de otra manera.

Sin embargo, la segunda columna consiste en tener en cuenta a los demás.

.. ¿Son personas dignas de confianza?
.. ¿Quieren escucharnos?
.. ¿Es prudente decir lo que queremos decir en este momento?
.. ¿Atendemos al momento por el que pasa la relación?
.. ¿Estamos atrapados en sentimientos que pueden malherir al otro?
.. ¿Muestran interés por lo que podamos decir?

Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan”
Rousseau


Cuando se es muy capaz de sostener la primera columna, pero poco o nada la segunda, el edificio de la seguridad se derrumba, actuamos impulsivamente.

No ganamos en confianza, sino que la perdemos.

Mostramos una espontaneidad que roza la reactividad. No se trata de morderse la lengua, sino de saber encontrar el momento oportuno o, por lo menos, ser capaces de pedir permiso al otro y gestionar juntos la situación.
Ahí es donde se pone en juego la seguridad.

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El que confía “responde”. El inseguro “reacciona”.


La pura espontaneidad pertenece a la niñez.

Los estadios infantiles son particularmente espontáneos tanto para dar muestras positivas (proactividad) como desafiantes y negativistas, véanse las clásicas rabietas (reactividad).

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Se supone así que los procesos de educación, aprendizaje y maduración conllevan la capacidad de dominar la impulsividad, es decir, procurar comportamientos proactivos, ser capaces de negociar y expresar el desacuerdo e incluso el enfado de forma asertiva, sin reactividad.

Mostrarse indignado, por ejemplo, no tiene por qué significar mostrarse agresivo. No hay que confundir firmeza con atropello.

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No obstante, todo cae en saco roto si, además de no haber madurado lo suficiente, se convive en una cultura que aplaude a las personas arrojadas, pasionales o impúdicas, mientras se menosprecia a las cívicas, templadas o asertivas.

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Esas resultan “estiradas”; les falta sangre en las venas, son “carcas” o aburridas.
Para colmo, todo queda justificado por nuestros orígenes sureños o latinos, por ser de sangre “caliente”. Rasgos o vestigios de unos tiempos en los que lo honroso se asociaba con la capacidad de “marcar paquete”.

Otro ejemplo de los nuevos usos de la espontaneidad son los correos electrónicos y, sobre todo, los mensajes vía Twitter.

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Asistimos atónitos a la capacidad de soltar sandeces, primeras impresiones, prejuicios de género, racistas o intolerantes, sin mediar un mínimo razonamiento de los efectos que pueden causar una palabras que, por mucho que se borren posteriormente, son la llama que ya no puede evitar la devastación emocional de personas muchas veces –incluso la mayoría de ellas– inocentes.
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De nuevo la impulsividad se convierte en gobernadora de conciencias atrapadas bajo la incontinencia de pulsiones básicas.

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo”
Montaigne

Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?, decía Jacinto Benavente.

En efecto, a menudo desearíamos soltar amarras y vivir espontáneamente.

Sin filtros, sin miedos, sin vergüenza, sin tener en cuenta nada ni a nadie.

Como dice el dramaturgo, alguna vez…, pero no a todas horas.

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Otro ilustre de mi oficio, Carl Jung, sostenía que el hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca.

Por ahí se puede entrever cómo la espontaneidad, a menudo, es la presencia de nuestra niñez en sus múltiples manifestaciones tanto proactivas como reactivas. Y nadie supera en deseo a los niños.

Sin embargo, pretendemos conquistar la mayor libertad interior posible.


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Somos seres para la libertad, solo que caemos en el espejismo de una libertad que lo deja de ser condicionada por sus propios deseos.

No hay libertad sin responsabilidad. No hay responsabilidad sin compromiso.

Y el primer compromiso hacia nosotros mismos es hacernos auténticos, que no es lo mismo que naturales. Algunas personas han logrado un aire disfrazadamente natural a costa de perder su autenticidad.

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Ser auténtico es ser uno mismo, desde su sinceridad interior.

No precisar del fingimiento, ni de la mentira, ni de la manipulación, ni de la instrumentalización de los demás.
Cierto que siempre hay cierta máscara o papel. Cierto que no se va por la vida a corazón abierto. No obstante, a veces hay que quitarse la coraza y mostrarse tal como se es.

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Ser auténtico es ser confiable. Es la espontaneidad del que no tiene nada que ocultar ni nada de lo que defenderse.

Es hacerse cargo, responsablemente, de las consecuencias de las franquezas propias. No es que no deban existir. Es simplemente responder con confianza ante ellas. Esa es la nobleza.

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No hay tarea tan comprometida como conquistarse a uno mismo.

El primer paso podría consistir en aprender a gestionar una desmedida espontaneidad.

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De no ser así, se acaba viviendo en una esclavitud sin fin. Mejor vivir en una espontánea felicidad fruto de abrazar con libertad nuestro espacio interior.​
 
Última edición:
Se alquilan hombres guapos para llorar

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Fotograma de 'Incondicional' (2012)

¿Estrés laboral?

En Japón una empresa ofrece varones apuestos para secar las lágrimas de mujeres trabajadoras ahogadas por un entorno laboral patriarcal y cargado de tensión.




Los Ikemeso (palabra derivada de ikemen, algo así como “buenorro” y mesomes, “llorar”) son hombres guapos que desde hace unos días las japonesas pueden “alquilar” durante un rato para que las acompañen en un llanto de alivio por apenas 55 euros la hora.

Antes de cabrearnos y decir algo tan obvio como que ya está tardando el promotor de la idea en ofrecer el mismo servicio para varones o reivindicar que, además de elegir el perfil social deseado (por el momento se puede escoger entre “dentista”, “chico malo” o “viejo sabio intelectual”), se pueda también elegir el s*x* de tu clínex humano –por aquello de que la diversidad lacrimógena no debería tener límites–; analicemos si este servicio tan íntimo tiene razón de ser o no.

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Y olvidemos que, de momento, se trata solo de un servicio para mujeres japonesas y, por lo que parece, heterosexuales.

Que levante la mano quien no sepa lo que es tener un día de tanto estrés, presión y mal rollo en el trabajo que solo un buen llanto puede enderezar.

Ahora ya se sabe, porque películas como Inside Out nos cuentan que las emociones supuestamente negativas son necesarias para el correcto funcionamiento de la máquina.

Pero reconozcamos que a pesar del cine, del marketing emocional y de que ya sepamos que la vida es dura, el trabajo no es un lugar al que esté bien visto llevar nuestros dolores personales.

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Como si esa mochila metafórica se pudiera meter en una taquilla al fichar.

Y como si no supiéramos que el trabajo es un gran antídoto contra la angustia y a favor de nuestra autonomía pero a veces también incompatible con un estado de ánimo más quemado que la Torre Windsor, en especial para muchas mujeres que en Japón –y en otras partes del mundo– tienen que soportar cargas extra de presión solo por su condición femenina.

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El responsable de la idea, Hiroki Terai asegura que su servicio “es de fiar” y que si eres una mujer japonesa un pedido de Ikemen puede ayudarte de la siguiente manera.

----- Primero te ayudará a que llores, aunque no se especifica si existe un protocolo para lograrlo o si la usuaria debe asegurar el desenlace mediante alguna prueba previa.

------ Luego, cuando tus glándulas lagrimales hayan lubricado y oxigenado tus ojos (y seguramente también tu cerebro) tu Ikemen procederá “como los seductores en las películas”, y colocará una mano en la pared, detrás de ti. Te tocará la mejilla con dulzura y limpiará tus lágrimas con un pañuelo de papel. Claramente reconfortante.

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Ahora solo falta, insistimos, que deje de atribuirse esa necesidad de llorera a las hormonas femeninas y se ensanche a toda la población.

A juzgar por la trayectoria de Terai –que ya puso en marcha un grupo de terapia colectiva de llanto y un libro de fotografía titulado Handsome men in tears (Hombres guapos llorando), posiblemente estemos cerca del día en el que las antiguas salas de fumadores pasen a convertirse en salas de personas que tienen que llorar un rato antes de seguir.

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Las palabras hieren


Mary Beard se ha convertido en una luchadora contra un sistema ante el que nos sentimos desarmadas


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La profesora y presentadora de televisión Mary Beard

El caso de Mary Beard es paradigmático.

Lo seguí hace un año, cuando varios medios, The New Yorker, The Guardian o la BBC se hicieron eco de una conferencia que esta prestigiosa investigadora del mundo clásico, profesora de Cambridge, colaboradora del TLS e infatigable divulgadora de la vida en la Antigua Roma, impartió en el British Museum.

Tenía por título Oh Do Shut Up Dear (Venga, cállate, querida) y en ella la autora hacía un prolijo recorrido a través de la historia de cómo los hombres han tratado de callar la voz de las mujeres.

De la Odisea a su propia experiencia, porque Mary Beard, una señora de 60 años que lleva casi toda su vida estudiando detalles sorprendentes sobre las sociedades antiguas, se convirtió de pronto en una celebridad televisiva a través de Meet the Romans, un programa divulgativo que le enseñó con sangre cómo nuestra naturaleza no es menos agresiva que la de aquellos viejos imperios que hoy tenemos por más crueles.

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Su programa provocó un aluvión de críticas insoportable.

Lo extraordinario es que esas críticas no se referían al contenido en sí sino a su aspecto físico.

Nuestra profesora tiene un aire no diferente al de muchas eruditas entregadas desde su tierna juventud a los asuntos intelectuales: luce una alocada melena blanca, sus dientes son llamativos por su irregularidad, se permite detalles excéntricos en el calzado o las gafas, y, lo que ha resultado más indignante para algunos, muestra un impactante aplomo en su lenguaje corporal.

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A ella le importa un pimiento no ser bella, pero no así a algunos críticos televisivos que, ignorando las enseñanzas que generosamente pretende difundir, se dedicaron desde el principio a describir la vestimenta poco cool de la sabia dama

. Con más crudeza aún se refirió a ella la jauría tuitera, en donde los comentarios sobre su supuesta fealdad abundaron .


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“put* apestosa. Seguro que tu vagina da asco”. Este fue uno de los interesantes tuits que la señora Beard cosechó.

Lo curioso es que haciendo caso omiso de esa ley no escrita que aconseja a los personajes públicos no mirar lo que de ellos se dice en las redes, esta mujer, que se había educado en el feminismo activo de los setenta, se puso manos a la obra y decidió plantar cara a sus detractores.

Alguien la ayudó a localizar al autor de tan hiriente mensaje: era un estudiante, tenía 20
añitos.


Beard llamó a su madre y habló con ella.

También habló con el autor de una web que colgó una foto de la investigadora con una vagina sobreimpresa en su cara.

Charló con ellos y con otros tantos y publicó en su blog la crónica de estas conversaciones que, finalmente, conformaron la interesantísima pieza que leyó en el Museo Británico sobre el silencio impuesto a las mujeres en cuanto tratan de frecuentar territorios tradicionalmente masculinos.

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De pronto, esta mujer hiperactiva, brillante, vehemente, se convirtió en una luchadora contra un sistema ante el que las demás nos sentimos desarmadas.

El día en que una eminencia de Cambridge llamó al estudiante que la calificó de put* y habló con él y con su madre es para mí tan histórico como esos chistes de romanos, al estilo Monty Python, sobre los que la historiadora ha escrito algún jugoso ensayo.

El agresivo tuitero se disculpó de corazón.

Su grosería se volvió contra él porque a raíz de que Beard la hiciera pública si se introduce el nombre del estudiante en Google aparece el inolvidable insulto.

Una mancha en el currículo.

Ella, siempre sorprendente, ha reclamado el perdón para quien aun ofendiéndola tan crudamente mostró arrepentimiento: esas palabras, aun siendo intolerables, no pueden arruinar una vida.

Beard se ha convertido en una figura emblemática para muchas mujeres.

La joven poeta Megan Beech escribió un poema, When I Grow Up I want to be Mary B. (Cuando crezca quiero ser Mary B.), que ustedes pueden encontrar recitado por su autora en YouTube.

Y es que cuando algunas creían que el feminismo activo estaba muerto encontramos que hay muchos motivos para resucitarlo.

Mary B. se miró al espejo e hizo recuento de todos aquellos insultos que estaba recibiendo, “fea, gorda, vieja, put*, maloliente, desagradable, mal vestida, mal follada, machorra…”.

Duelen, ¿verdad?

Se podría escribir un ensayo sobre las mil maneras de ofender a una mujer.

Pero una vez que nuestra heroína afrontó la dureza de los insultos comenzó a relacionarlos con una tradición que viene de antiguo: no se trata de lo que una mujer diga, sino de que hable.

Y entonces decidió investigar sobre la naturaleza de quien insulta.

¿Qué pensaría usted de su marido, de su hijo, de su hermano o de su mejor amigo si se enterara de que es autor de tan repugnante prosa? Yo me sentiría desazonada. Y pasaría a explicarle lo que no aprendió de niño: que las palabras hieren.
 
Relación de pareja: ¿dónde acaba el amor y empieza la dependencia emocional?

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-----Cuando un miembro de la pareja siente necesidad exagerada de recibir amor del otro, o su vida gira por completo en torno a esa persona, se podría afirmar que existe dependencia emocional.

----- La dependencia surge del miedo a no valer suficiente, no poder vivir solo, estar incompleto, morir si el otro se va...

------ Este apego patológico crea relaciones desequilibradas, conflictivas o superficiales

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La relaciones de parejas, a veces, se basan en algo que no es amor y que acaba por minar la relación afectiva: la dependencia emocional.
Cuando un miembro de la pareja siente necesidad exagerada de recibir amor del otro, o su vida gira por completo en torno a esa persona, se podría afirmar que la relación es más bien de dependencia.

.. ¿Dónde está el límite entre amar y depender?

.. ¿Cuáles son las señales de que la relación no es lo todo equilibrada que cabría esperar?


¿Amor o necesidad? ¿Cuál es la diferencia entre amar y depender?

Para Anna Ferre Giménez, psicóloga y terapeuta, en una relación basada en el amor, "dos personas están juntas por el placer de compartir con el otro aquello que cada uno es y que le hace sentir bien consigo mismo, no para que el otro le proporcione lo que uno siente que le falta en su vida".

Sin embargo, la dependencia surge del miedo a no valer suficiente, no poder vivir solo, estar incompleto, morir si el otro se va...

Este apego patológico crea relaciones desequilibradas, conflictivas o superficiales en las que no es posible desarrollar el potencial personal creativo.

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"A veces, aunque menos conocido, una persona dependiente se muestra segura, pero, en realidad, bajo esa falsa apariencia de seguridad, es incapaz de sentir amor e intimidad, de relacionarse desde un plano de igualdad con el otro", comenta la psicóloga.

Hay grados de dependencia y es fundamental que uno detecte cómo le afecta un tipo de relación así en su vida y de qué manera impide un desarrollo personal sano.

¿Existe un perfil de dependiente emocional?

Hay quienes tienen más predisposición a sufrir relaciones de pareja de dependencia.

"Sin duda, las personas emocionalmente más frágiles", puntualiza la experta.

Entre estas se encuentran las que han vivido una infancia difícil, con ausencia física o emocional de los progenitores, o que han tenido una relación de pareja dañina; en definitiva, con carencias emocionales.
Cuando durante la infancia uno no se ha sentido seguro con el entorno encargado de protegerlo, se hace difícil madurar y ser sujetos independientes de una manera saludable.
Entonces se desarrollan estrategias para obtener amor (o para huir del dolor) que se mantienen a lo largo del crecimiento y en la edad adulta.

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Un patrón basado en el miedo desde la infancia se repite de forma inconsciente y de manera automática en la vida adulta: "establezco relaciones de pareja en las que me comporto de forma sumisa, algo que traslado a otros ámbitos como el trabajo...

Es decir, obedezco a cambio de no tener conflicto", explica la psicóloga, a modo de ejemplo.

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Estas situaciones, a veces, son adaptativas y beneficiosas, pero otras, es el primer paso para no poner límites y permitir abusos.

No obstante, la experta aclara que ante una misma situación de desamparo o de heridas emocionales, diferentes personas desarrollan estrategias distintas, según el tipo de carácter.

Por eso en una relación de dependencia emocional, los dos miembros de la pareja son "codependientes": ninguno de los dos puede dar o recibir amor.

"Se tiende a definir como dependiente al miembro de la pareja que muestra más fragilidad, sin embargo, el sujeto tenido como 'fuerte' también necesita del miembro débil para mantener esta relación basada en el poder o el miedo, en lugar de en el amor como sería deseable", asegura la especialista.

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Recurrir a un psicólogo o un terapeuta

El primer paso y, por seguro, el más difícil, es reconocer que uno tiene una relación de dependencia emocional.
A veces, la persona necesitará recurrir a un profesional psicólogo o terapeuta para que le ayude a tomar conciencia de la situación, del sufrimiento evitable, y le ayude a ver las heridas y curarlas.

Síntomas de alarma

Algunas frases o creencias pueden indicar que se está ante una relación de apego patológico:

-----"Necesito a un hombre / a una mujer en mi vida para sentirme bien", "sin ti no soy nada": la pareja es lo más importante en la vida de la persona, más que uno mismo. Indica una baja autoestima.

----"¿Dónde estás, con quién estás, qué haces, qué piensas?": deseo de afecto constante y de contacto ininterrumpido, por ejemplo, estar juntos o en contacto a través de móvil todo el tiempo posible, de manera adictiva.

---- "Con lo bien que estamos juntos, no necesitamos a nadie más": tendencia a que la relación sea exclusiva.Los amigos desaparecen y se crea una especie de burbuja de dos.

---"Lo que tú digas, cariño", "lo que yo te diga, cariño": la pareja se relaciona a través de poder-miedo, uno somete y el otro es sumiso. Esto puede incluso ser aceptado tácitamente, sin que sea cuestionado.

---"Por favor, no te vayas, cambiaré, si me dejas me muero": miedo a la soledad y, por tanto, el abandono o el rechazo de la pareja se vive como una catástrofe, como dejar de existir. A menudo este tipo de relaciones se rompen y se recomponen de manera continua.

--- "Tengo mucha mala suerte, siempre me encuentro con el mismo tipo de hombres/mujeres": muchas relaciones con parejas de un mismo perfil. Tras la ruptura hay resentimiento o desprecio hacia el otro miembro de la pareja.

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Hermanos pequeños que lograron cosas increíbles mientras los mayores miraban

La ciencia da a los primogénitos la superioridad intelectual, pero aquí viene la historia para reivindicar al benjamín

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Si vestir durante la infancia ropa heredada del primogénito no es suficientemente traumático, ahora llega este estudio, recogido por Materia, que afirma que los hermanos pequeños son menos inteligentes que los mayores.

En realidad, el informe de la Universidad de Leipzig (Alemania) lo plantea al revés —los hermanos mayores tienden a mostrar mayor inteligencia—, pero pongámonos por una vez en los zapatos (usados) de los benjamines.
Es más, según hemos sabido gracias a este revelador artículo, el intelecto se revela menor a medida que se desciende por la línea fraternal.

Entonces, ¿todos los lumbreras de la historia han sido hermanos mayores?

Por supuesto que no.

Hay incontables genios, cuya inteligencia nadie pone en duda, que han sido segundones en su familia, algunos, incluso, benjamines de una larga estirpe.

Johann Sebastian Bach (1685 - 1750). Todas aquellas enrevesadas partituras de clavicordio salieron de la mente del menor de ocho hermanos.

El mayor, Johann Christoph, que le sacaba 14 años, se quedó en triste organista de pueblo.

Johann Sebastian, en cambio, es quizá el máximo exponente de la denominada inteligencia musical



Thomas Alva Edison (1847 - 1931). El inventor entre los inventores registró 1.093 patentes en Estados Unidos.
De su bien amueblada cabeza nacieron artilugios como la lámpara incandescente (la bombilla), el fonógrafo y una de las primeras cámaras de cine.
También el transmisor de carbón, que mejoró notablemente la calidad de las transmisiones telefónicas.
A los 30 años ya era una celebridad.
Era el menor de siete hermanos.

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Marie Curie
(1867 - 1934).

¿Le suenan elementos de la tabla periódica como el polonio y el radio? Los aisló esta científica nacida en Polonia y residente en Francia, que además realizó esenciales descubrimientos en el campo de la radioactividad.

Recibió el premio Nobel de Física en 1903 y el Nobel de Química en 1911, la primera persona en obtener dos de estos galardones.

Fue también la primera mujer que impartió clases en la Universidad de la Sorbona. Marie Curie era la menor de cinco hermanos.





Charles Darwin (1809 – 1882).


Resulta significativo que quien postuló la teoría de la evolución de las especies no fue un primogénito sabiondo sino el quinto de seis hermanos. El autor de El origen de las especies (1859) ingresó en la Universidad de Edimburgo con 16 años, lo que prueba que su talento era, además, precoz (aunque abandonó pronto los estudios para ponerse a analizar bichitos, su pasión). Sus teorías han pasado a la historia como darwinismo, inmortalizando su apellido. Se le considera el padre de la biología moderna.



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Dalai Lama (1935).

Al margen de su posición como líder espiritual del Tíbet, el XIV Dalai Lama (Tenzin Gyatso) es un referente mundial de la paz.
En 1989 recibió el premio Nobel por su contribución en ese sentido (honor que culminaría con la canción que Mecano le dedicó dos años después).
La sabiduría y el genio de este hombre están fuera de toda duda, a pesar de que procede de una familia de 16 hermanos de los que solo sobrevivieron siete a una infancia dura, entre los cuales hay dos mayores que él.


Leo Messi (1987).


A tenor de los epítetos que le dedican los periodistas deportivos, estamos ante una de las mentes más privilegiadas del planeta.

Y es el menor de tres hermanos, todos varones.

El año pasado, un análisis publicado en El País por el neuropsicólogo Juan Forns lo describía como alguien con “múltiples capacidades cognitivas combinadas: planificación, coordinación, secuenciación, flexibilidad, e incluso anticipación a los movimientos del rival”. En palabras coloquiales, es más listo que el hambre.

René Descartes (1596 - 1650).


Filósofo, científico, matemático… y todo ello a pesar de ser el menor de tres hermanos.

Descartes es aquel que dijo: “Pienso, luego existo”. Su gran contribución fue el método cartesiano, que consistía en cuatro reglas, entre ellas la de no admitir nada como verdadero a menos que sea evidente, o la de resolver un problema analizando cada una de sus partes.

Madre Teresa (1910 - 1997).

De acuerdo, la bondad por sí misma no es sinónimo de riqueza intelectual, pero desde luego hace falta algo más que un gran corazón para conseguir lo que logró esta monja nacida en Macedonia de origen albanés, la menor de una familia de tres hermanos.
Empezó enseñando a leer a los niños pobres de la India y terminó fundando una orden religiosa presente en 133 países, recibiendo el Nobel de la Paz (1979), reconocimientos de prácticamente todos los organismos internacionales y, por último, la beatificación por parte de Juan Pablo II.


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El pequeño Michael era el hermano número de 7 de una prole de nueve.

Michael Jackson (1958 - 2009).

El mundo lo recuerda por muchas cosas: el Rey del Pop (como gustaba de llamarse a sí mismo), el inventor del baile moonwalk y, también, como el benjamín de los Jackson 5. ¿Y quién era el alma de este inolvidable grupo? El pequeño Michael, que con 14 años consiguió su primer número uno en solitario (Ben). Además de excepcional cantante, era un increíble bailarín y un avispado hombre de negocios que aprendió desde una temprana edad a manejarse en la voraz industria del espectáculo. En total, MJ tenía nueve hermanos (de los cuales él era el número siete), ninguno con su talento. Ni siquiera La Toya.
 
TODOLOGÍA
Nuestro estómago tiene un cerebro con tantas neuronas como las de un gato
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Josetxu L. Piñeiro
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Actualizado 28/10/201503:05
Notamos mariposas en el estómago al enamorarnos. Se nos hace un nudo en la tripa cuando estamos nerviosos y asustados. Nos entra el cague cuando tenemos miedo. Las ideas son comida: las opiniones se digieren, los hechos se presentan en crudo y a medio cocer, y las afirmaciones se tragan.

No es un capricho del lenguaje que relacionemos la mente con el estómago. Las personas tenemos un segundo cerebro en el intestino, en el cual se alojan unas 100 millones de neuronas, nada menos que el tamaño del cerebro de un gato. Si bien la psique está controlada por la mente, nuestro sistema digestivo toma sus propias decisiones, ya que cuenta con algunas de las mismas terminaciones nerviosas que el cerebro.

Si eres de los que se da atracones de chocolate, no te dejes consumir por el remordimiento: puede que sea culpa de tus bacterias intestinales, que te incitan a comer dulce sin parar. Los billones de microbios del intestino (microbiota) nos manejan a su antojo y favorecen el consumo de ciertos alimentos que los hacen prosperar mejor. «Las bacterias del intestino son manipuladoras. Hay una diversidad de intereses en el microbioma intestinal; algunos se alinean con nuestros objetivos alimenticios y otros no», dicen Carlo Maley y Athena Aktipis, dos investigadores de la Universidad de California, en un estudio sobre el tema.

MODIFICAR LOS MICROBIOS INTESTINALES PUEDE CAMBIAR LA CONDUCTA
Las bacterias intestinales condicionan incluso la personalidad. Un experimento ha demostrado que al inyectar a ratas sanas la microbiota de otras con rasgos autistas, las primeras desarrollaron el mismo comportamiento antisocial. También en humanos se ha comprobado que aquéllos con problemas de conducta tienen diferencias esenciales en la flora intestinal que otras personas sanas. Lo que muestran estos avances es que modificar la capacidad mental humana no sólo puede conseguirse a través del cerebro.

«Cambiar la flora bacteriana intestinal predeterminada puede variar la conducta», afirma el doctor Fernando Carballo, presidente de la Sociedad Española de Patología Digestiva. Un cambio en la dieta para estimular los intestinos podría abrir campos muy interesantes para curar determinadas enfermedades neuronales, cree este experto. De hecho, los trasplantes fecales -sí, existen los donantes de caca-, han demostrado ser más eficaces que algunos antibióticos para curar enfermedades como el colon irritable.

«La interacción entre cerebro e intestino está comprobada y eso abre la puerta al futuro», afirma el doctor Carballo. «Aunque aún queda mucho para que se pueda mejorar la calidad de vida de esquizofrénicos o autistas a través del equilibrio bacteriano».

LOS "SENTIDOS" DE NUESTRO ESTÓMAGO

Memoria: La proteína que quema la grasa corporal se encarga también de la memoria; por eso los obesos son más propensos a la demencia.

Bienestar: El estado de ánimo se aloja en el estómago, ya que ahí se produce y almacena el 90% de la serotonina, la 'hormona de la felicidad'.

Sueño: Cuando relajamos las tripas, nuestras neuronas estomacales producen benzodiazepinas, que relajan e inducen el sueño.

Estrés:Ante una emergencia, el cerebro toma energía del intestino. Las tripas se 'rebelan' y envían señales como malestar estomacal.

Gula:Las billones de bacterias que se alojan en el intestino eligen sus propios nutrientes para prosperar: a veces son más golosas que tú.

Miedo:El pánico hace que el cerebro espante al intestino grueso. Éste ya no dispone de tiempo para absorber líquido y el resultado es diarrea.

 

Toy Planet: el éxito de un catálogo de juguetes español y no sexista

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La cadena de jugueterías Toy Planet lanza por segundo año consecutivo un catálogo navideño en el que las niñas juegan con herramientas y los niños, con muñecas

Toy Planet lanza por segundo año consecutivo un catálogo navideño en el que intenta dejar atrás roles predeterminados para niños y niñas.
Vemos a niños jugando con muñecas y empujando carritos de bebé, y también a niñas subidas a motos y trasteando con herramientas.
Como nos explica Ignacio Gaspar, director general de la empresa, la iniciativa arrancó hace tres años con fotos en Facebook y Twitter, y ante la buena respuesta, se lanzó en 2014 ya en el catálogo en papel.


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“No podíamos desaprovechar esta oportunidad, habiendo sido los primeros.

Esperábamos que alguien más se apuntara, pero de momento no lo hemos visto”, aparte de una foto de un niño jugando con una plancha en el catálogo de El Corte Inglés.

“Es una asignatura pendiente del sector. Nos gustaría que se sumara más gente”. Ellos ya tienen claro que “seguiremos el año que viene”.

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Recuerda que no se trata de “decir si un juguete es para niño o para niña, sino recordar que es para todos”.

También hay estudios que muestran cómo a las niñas cada vez les gustan más los superhéroes, territorio hasta hace unos años casi exclusivamente masculino.
Y gracias a asociaciones como Let Toys Be Toys ("dejad que los juguetes sean juguetes"), cada vez más jugueterías y centros comerciales británicos están dejando de diferenciar con señalética entre juguetes "para niños" y "para niñas".


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La última tienda que ha tomado esta decisión es la cadena de hipermercados estadounidenses Target, que ha eliminado los carteles de “niños” y “niñas” en su sección de juguetes.

Como recordaba The Washington Post, esta medida simplemente significa organizar los productos “de acuerdo con intereses o temas, no si son para niños o para niñas”.

De hecho y según apunta The New York Times, la separación entre géneros es mucho más pronunciada ahora que hace 50 años: según un estudio citado por el diario, un catálogo de Sears de 1975 sólo tenía un 2% de los juguetes publicitados de forma clara para niños o niñas, mientras que en 2012, todos los productos de la tienda online de Disney lo estaban.


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Ocurría algo parecido con el rosa y el azul: hasta la Primera Guerra Mundial se usaba el blanco tanto para niños como para niñas y en un primer momento, el rosa se prefería para los niños y el azul para las niñas, según escribía la historiadora Jo B. Paoletti en Pink and Blue: Telling the Girls from the Boys in America.


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El rosa se impone en los productos para niñas de forma clara en los 80, cuando comienza a haber mucho más diferenciación de colores por sexos que hasta entonces.

Hace tres años Top Toys, franquiciada de Toys 'R' Us en el norte de Europa, publicó un catálogo para el mercado sueco en el que también se intercambiaban los roles de género, con niños peinando muñecas y niñas empuñando pistolas de dardos.
Hasta el punto de que en la versión danesa del catálogo aparecía una niña con una camiseta rosa que en Suecia y por arte de Photoshop pasaba a ser azul.
 
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