Es en soledad cuando podemos tomar distancia y desarrollar nuestros talentos creativos
---- Las virtudes del brainstorming, esa técnica tan utilizada en la creatividad publicitaria que consiste en reunirse para disparar las ocurrencias que se nos vienen a la cabeza y encontrar la mejor solución. Tiene sus reglas y, en cierta manera, funciona.
“Décadas de investigación han demostrado que los grupos de brainstorming piensan menos ideas que el mismo número de personas que trabajan solas y más tarde ponen en común sus impresiones”.
Hoy se educa en la tendencia del trabajo en equipo y la creatividad compartida.
----- La negociación.
El ser humano es el único animal capaz de negociar.
Eso está muy bien y es muy loable si queremos evitar conflictos, guerras o establecer un contrato social, pero no es la mejor manera de innovar.
----- Miedo al error. Cuando ya se ha negociado, se diluye la responsabilidad. Se comparte el error y no existe un solo responsable a quien atribuirle el fallo.
Pero sin fallo no hay creatividad. Nadie que no sea capaz de asumir el error, de responsabilizarse enteramente de las cosas que no salen bien, o de aceptar que se ha equivocado puede trabajar creativamente.
De los errores se aprende y a través de ellos somos capaces de convertirlos en éxitos futuros.
----- El silencio. Se ha negociado, se ha diluido la responsabilidad y se ha perdido la esencia de esa buena idea, y sin embargo todos callan.
No hay nadie capaz de levantar la mano y decir que eso no funciona, que esa cosa que ahora tenemos en la mesa es peor.
Y como el miedo al error, el silencio es un gran enemigo de la creatividad.
Debemos tener el coraje de decir lo que pensamos, por más incómodo que le resulte al grupo. Si lo hacemos, descubriremos que tal vez otros se animan a ser sinceros.
Pero es posible que, si no estamos acostumbrados a ello, al principio nos resulte difícil.
Que nos encontremos perdidos y al poco rato tratemos de escapar de la soledad con un sentimiento de frustración que no es el deseado. Por eso, si nuestra intención es reconectar con nuestro yo creativo, que solo florece en soledad, es bueno seguir este pequeño proceso:
Tomar distancia del problema que queremos resolver. Y para ello lo mejor es ser capaces de describir lo más exactamente posible el reto que tenemos delante.
----- Explorar alternativas, por absurdas que nos parezcan. Es uno de los grandes placeres de pensar solos. Podemos transitar todo tipo de caminos creativos sin tener que dar explicaciones o avergonzarnos de ello. Nadie nos ve. Nadie nos oye. Fuera timideces y corsés. Es el momento de adentrarse en cualquier tipo de solución sin ruborizarnos por ello. Nosotros mismos ya veremos cuáles de ellos merece la pena mantener como candidatos a “idea genial” o cuáles no.
El creativo es, además de creador, un gran asesino de ideas propias. No le tiembla el pulso. No se aferra a ellas. No le dan lástima. Si no funcionan, si no las ve, las mata. Para ello debemos tener coraje, valentía, y saber que, si nos equivocamos, habremos aprendido algo que aplicaremos en el próximo desafío.
También es muy posible que el otro aporte un punto de vista que enriquezca la idea. Pero, sea como sea, deberemos, en última instancia, decidir nosotros. De lo contrario, es posible que acabemos convirtiendo ese precioso galgo en un dromedario que no satisfaga a nadie.
---- Las virtudes del brainstorming, esa técnica tan utilizada en la creatividad publicitaria que consiste en reunirse para disparar las ocurrencias que se nos vienen a la cabeza y encontrar la mejor solución. Tiene sus reglas y, en cierta manera, funciona.
“Décadas de investigación han demostrado que los grupos de brainstorming piensan menos ideas que el mismo número de personas que trabajan solas y más tarde ponen en común sus impresiones”.
Hoy se educa en la tendencia del trabajo en equipo y la creatividad compartida.
----- La negociación.
El ser humano es el único animal capaz de negociar.
Eso está muy bien y es muy loable si queremos evitar conflictos, guerras o establecer un contrato social, pero no es la mejor manera de innovar.
----- Miedo al error. Cuando ya se ha negociado, se diluye la responsabilidad. Se comparte el error y no existe un solo responsable a quien atribuirle el fallo.
Pero sin fallo no hay creatividad. Nadie que no sea capaz de asumir el error, de responsabilizarse enteramente de las cosas que no salen bien, o de aceptar que se ha equivocado puede trabajar creativamente.
De los errores se aprende y a través de ellos somos capaces de convertirlos en éxitos futuros.
----- El silencio. Se ha negociado, se ha diluido la responsabilidad y se ha perdido la esencia de esa buena idea, y sin embargo todos callan.
No hay nadie capaz de levantar la mano y decir que eso no funciona, que esa cosa que ahora tenemos en la mesa es peor.
Y como el miedo al error, el silencio es un gran enemigo de la creatividad.
Debemos tener el coraje de decir lo que pensamos, por más incómodo que le resulte al grupo. Si lo hacemos, descubriremos que tal vez otros se animan a ser sinceros.
Pero es posible que, si no estamos acostumbrados a ello, al principio nos resulte difícil.
Que nos encontremos perdidos y al poco rato tratemos de escapar de la soledad con un sentimiento de frustración que no es el deseado. Por eso, si nuestra intención es reconectar con nuestro yo creativo, que solo florece en soledad, es bueno seguir este pequeño proceso:
Tomar distancia del problema que queremos resolver. Y para ello lo mejor es ser capaces de describir lo más exactamente posible el reto que tenemos delante.
----- Explorar alternativas, por absurdas que nos parezcan. Es uno de los grandes placeres de pensar solos. Podemos transitar todo tipo de caminos creativos sin tener que dar explicaciones o avergonzarnos de ello. Nadie nos ve. Nadie nos oye. Fuera timideces y corsés. Es el momento de adentrarse en cualquier tipo de solución sin ruborizarnos por ello. Nosotros mismos ya veremos cuáles de ellos merece la pena mantener como candidatos a “idea genial” o cuáles no.
- Anotemos las soluciones que hayamos ido seleccionando como posibles buenas ideas. Eso significa escribirlas. Sacarlas de nosotros mismos y ponerlas delante para, como hemos hecho con el problema que deseamos solucionar, tomar distancia.
- Decidamos entre todo el material recopilado. Esta es la parte más racional del proceso y entran en juego nuestras intenciones, motivaciones o expectativas. Por buena que sea una idea que se nos ha ocurrido, si creemos que no funciona o no nos sentimos cómodos, matémosla.
El creativo es, además de creador, un gran asesino de ideas propias. No le tiembla el pulso. No se aferra a ellas. No le dan lástima. Si no funcionan, si no las ve, las mata. Para ello debemos tener coraje, valentía, y saber que, si nos equivocamos, habremos aprendido algo que aplicaremos en el próximo desafío.
- Compartir con los demás. Es también una parte importante de este camino.
También es muy posible que el otro aporte un punto de vista que enriquezca la idea. Pero, sea como sea, deberemos, en última instancia, decidir nosotros. De lo contrario, es posible que acabemos convirtiendo ese precioso galgo en un dromedario que no satisfaga a nadie.