Portugal exhibe los tesoros de sus reyes en el nuevo Museo del Tesoro Real.

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Oro, esmeraldas, diamantes y auténticas obras de arte creadas por los más conocidos orfebres europeos. Son las joyas de la corona portuguesa que se exponen por primera vez en la que será su sede permanente, el Museo del Tesoro Real de Lisboa, convertido en una de las mayores cajas fuertes del mundo.

Ubicado en el ala oeste del Palacio de Ajuda, residencia oficial de la familia real en el siglo XIX, el nuevo museo abrió este 1 de junio las puertas con una amplia colección formada por más de mil obras, con miles de diamantes y piedras preciosas procedentes de Brasil.

Expuestas en muestras temporales y guardadas en las cajas fuertes del Banco de Portugal hasta ahora, las piezas forman parte del tesoro de la corona y abarcan desde el siglo XVI hasta la caída de la monarquía en Portugal, en 1910.

Parte del patrimonio real se perdió en el “gran terremoto de Lisboa”, en 1755, en el incendio que destruyó el palacio de madera de los monarcas, en 1794, en robos, guerras y en el traslado de la corte a Brasil, pero aún se conservan piezas únicas.


Del toisón de oro a la corona real

Una de las “estrellas” de la colección es el collar de la reina consorte de España e infanta portuguesa María Bárbara de Braganza, con diamantes de 24 quilates y dos esmeraldas colombianas clasificadas como “gotas de aceite”.

Otra de las grandes joyas es la tiara de la reina María II de Portugal, hecha de oro, plata, cinco zafiros y 1,400 diamantes, que solo estará expuesta un año al ser propiedad de un coleccionista privado.

Entre las obras más valiosas, la corona de oro de Brasil encargada por João VI, un toisón también de oro, mantos reales y la tabaquera pedida por José I a la orfebrería de Luis XV de Francia en el siglo XVIII, considerada la más espectacular de las realizadas en Europa, con un peso de casi 30 quilates.

Más de 20,000 piedras preciosas de Brasil, sobre todo diamantes, junto a la placa de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa, realizada para la proclamación como rey de João VI en 1818 en Río de Janeiro, reflejan la importancia de la historia colonial portuguesa.


La vajilla del rey Fernando II y su hijo, Luis I, y la icónica de plata fundida realizada en el taller francés François-Thomas Germain para el rey José I prueban el interés de los monarcas lusos por la orfebrería.

El museo, una gran caja fuerte

En el acceso a las instalaciones, un control de seguridad alerta al visitante de que no está en un museo normal. El Museo del Tesoro Real es una gigantesca caja fuerte. Sus puertas blindadas protegen un espacio de 40 metros de ancho, por diez de largo y diez de alto.

Cuando se abre el blindaje, dos puertas de vidrio a prueba de bala protegen el interior, que alberga casi 80 expositores en tres niveles protegidos también con vidrios a prueba de bala.

Crear esta gran caja fuerte ha sido uno de los mayores desafíos del proyecto que tiene en la seguridad uno de sus pilares. Los portugueses no olvidan que perdieron parte de su tesoro real hace 20 años, en un robo que todavía está sin resolver.

En apenas 40 minutos, los ladrones se llevaron del Museo de la Haya un valioso botín prestado por el Estado portugués que incluía un diamante de 135 quilates, una gargantilla de oro con 32 brillantes y un bastón de oro con diamantes.

En conjunto, el museo ha tenido un coste de 31 millones de euros y espera en su primer año unos 275,000 visitantes, cerca de un 60% de ellos extranjeros.


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Muchas de las joyas de la familia Bragança se han perdido, distribuídas entre varias casa reales para saldar deudas durante el exilio y otras tantas fueron robadas durante la invasión Franco-hispana de Portugal en 1807. Aún así, lo que está espuesto es verdaderamente espectacular.

Lo que es una verdadera pena es el horror que han perpetrado en el ala poniente del Palácio da Ajuda, que ha sido descrida como "un radiador". Es verdaderamente horrible y además, ha costado una verdadera fortuna que se ha embolsado el enchufado de turno João Carlos dos Santos, arquitecto carente de talento donde los haya.

No entiendo qué sentido puede tener crear un museo para exhibir las joyas de la corona portuguesa, destrozando parte del legado de la misma de la peor de las maneras. Es un verdadero despropósito.

 
Já para não falar nas jóias roubadas na Holanda há poucos anos, numa exibição completamente irresponsável do ponto de vista da segurança.

Quanto à nova ala, é pura e simplesmente um aborto arquitectónico.

Como disse o Pr. Carlos: "È como ver uma verruga horrível na cara de uma amiga querida"
 
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