Por alusiones. Artículo del Gran Wyoming

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A mí me gusta Ada Colau.

Es más, sin que ella lo sepa, presumo de ser amigo suyo a pesar de que hemos coincidido cuatro veces, las he contado. Tres antes de ser alcaldesa.

El primer encuentro se produjo en una comida en la que yo pretendía que tres mujeres de Barcelona, Itziar González Virós, Marina Garcés y Ada Colau escribieran sobre lo que hacían para editar un libro de gente que “hace cosas”, con el que financiar una película que llevaría el mismo nombre que el libro: No Estamos Solos.

En realidad el responsable de la cita fue Pere Joan Ventura, que dirigiría la película y me habló de ellas como de tres referentes interesantes para lo que queríamos contar. Se trataba de retratar la historia de personas que, al margen de la realidad que relatan los medios de comunicación, estaban ayudando de diferentes maneras a crear un espacio de convivencia nuevo, más justo, más equitativo. No eran noticia, pero conformaban una extensa red en todo el Estado que Itziar estaba ubicando en un mapa que llamaba “Cartografía de la Revuelta”. Al observar el mapa y descubrir la cantidad de colectivos que se encontraban “haciendo cosas” por los demás, diferentes movimientos que eran vecinos, con un mismo fin, ignorando los unos que existían los otros, se reproducía la imagen de las películas del oeste cuando los colonos al despertar se encontraban rodeados de indios. ¿De dónde salían? Ya estaban allí, pero no nos lo habían contado.

A pesar de mi edad provecta me caí del guindo. Yo que llevaba años trabajando en la televisión y en programas relacionados con la actualidad, con la información, creía que estaba en contacto con la realidad y descubrí que vivía en “la realidad de los medios de comunicación”. El tópico de que hay más mundos en éste se confirmaba. Había cientos de colectivos paliando la dramática situación en la que se encontraban miles de ciudadanos de los que no sabía nada de nada.

Comiendo con Pere Portabella, coproductor de la película, gran cineasta, muy buen testigo y que toda su vida ha estado pendiente de la política, fue senador independiente por el PSUC en los años ochenta, me dijo algo que me dejó perplejo: “Es la primera vez en mi vida que creo que las cosas van a cambiar”. Dicho por un señor que había vivido y participado en la Transición, que fue un cambio importante, aquellas palabras me dejaron noqueado. Yo no sospechaba que hubiera un cambio en marcha que marcara una diferencia sustancial con lo que había.

Todavía no se habían celebrado las elecciones europeas en las que Podemos concurrió con todos los sondeos vaticinando que no obtendría ningún diputado, salvo los más optimistas que planteaban la posibilidad de que obtuviera uno. Sacaron cinco y IU triplicó su resultado anterior obteniendo seis diputados. El voto útil estaba dejando de ser la opción de muchos votantes para evitar males mayores en beneficio de nuevas fuerzas. Recordé las palabras de Portabella. Por cierto, recomiendo la visión o revisión de su película Informe General sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública (1977), un desfile de personajes políticos que tuvieron una trascendencia capital en el desarrollo de la política de España, donde se verán actitudes de personajes como Felipe González que en su día causaban desconcierto y ahora, cuarenta años después, se entienden perfectamente.

Aquella comida con las tres mujeres me impresionó. Era consciente de que estaba con tres personas muy especiales, de un bagaje personal, intelectual y humano difícil de encontrar. Reconozco que salí del restaurante convertido en admirador, salvo por un pequeño detalle que no entraba en mis previsiones.

Dada mi natural desidia, mi idea era que ellas, junto a otras diez personas, hicieran el trabajo y yo me proponía de coordinador, pero no me di cuenta de que estaba ante personal solvente que supo darle al vuelta a aquel propósito mío de capitalizar el esfuerzo ajeno, y Ada planteó la posibilidad el que el libro lo escribiera yo ya que era mi proyecto. Se salió con la suya. Fue una gran idea, porque implicó la obligación de realizar entrevistas extensas con cada una de las personas que aparecían en el libro y creo que ha sido la experiencia didáctica más importante de mi vida. Al tiempo que me reconcilió con el ser humano al darme una sobredosis de contacto con la buena gente, esa que no sólo se preocupa por sus semejantes sin pretender sacar beneficio de ello, sino que también dedica su tiempo, parte de su vida, a sacar adelante sus proyectos en lugar de, como yo, limitarse a describir los problemas en la barra de un bar o frente a la pantalla del ordenador. Además, lo hacen enfrentándose a la demonización de la mayoría de los medios de comunicación, de intelectuales clasistas premiados con puestos en las instituciones, y de la autoridad competente que viendo venir el peligro se inventa normas para, a través de castigos ejemplares, quitárselos de en medio. Con la ley en la mano, nadie lo niega.

Gracias a la idea de Ada Colau tuve que entrevistar a estas mujeres y mi opinión sobre ellas mejoró. Me dejaron pasmado, se convirtieron en protagonistas del libro.

Yo continuaba escéptico, encantado con la posibilidad de un cambio real, pero no creía que la población estuviera dispuesta a apoyar alternativas encabezadas por alguien tan demonizado como Ada Colau, cuando decidió presentarse a las elecciones municipales y autonómicas. Acepté encantado participar con ella en un debate al aire libre en Barcelona, consciente de la injusticia que se estaba cometiendo con su candidatura. Contra todo pronóstico iba la primera en la mayoría de los sondeos y ninguna televisión le concedió espacio alguno, a pesar de que sus intervenciones antes de convertirse en un peligro real, en una apestada, hacían subir la audiencia, en clara muestra de la pluralidad en la que vivimos. Aun así ganó.

Ahora tiene que sufrir los improperios de esa clase dominante que embutida en su esmoquin corona nuestras instituciones y se queja de la falta de cultura de la masa, mientras utiliza exabruptos de una educación dudosa, pero delatan el desprecio de la elite clasista hacia los ciudadanos, esos a los que venden que vivimos en una democracia con igualdad de oportunidades y a los que, paradójicamente, exigen un comportamiento exquisito y respetuoso con las instituciones.

No, no nos representan.

El fundador de Ciudadanos, colaborador de El País, recientemente elegido miembro de la RAE, Félix de Azúa, se indigna por la baja clase de la alcaldesa de Barcelona. Cree que debería estar vendiendo pescado. No se ha manifestado con tanta contundencia durante estos años ante personas que han ostentado cargos parecidos, también elegidos como ella, y que se han dedicado a saquear las arcas públicas de manera sistemática a lo largo y ancho de la geografía, pero probablemente le parecería que, al menos, tenían estilo. Yo los veo todos los días y no se lo encuentro. Me da la impresión de que esa salida de tono elitista es debido a lo que ella representa, no a lo que es, les puedo asegurar que sabe lo que dice y que tiene una verdad, y se le nota, por eso la silencian. Lo que no le gusta no es que sea un cateta, sino lo que dice, y lo dice bien, a pesar de ser bilingüe. Ha tenido un arrebato antiguo, manido, con el estilo que utilizan los señoritos cuando se ríen de las chachas y de los “tontos del pueblo”. De siempre la clase dominante apela a los estudios para distinguirse. Por eso le da risa, según afirma, cada vez que habla Pablo Iglesias, precisamente a él, qué casualidad, le hace gracia la incultura de estos personajes.

A mis sesenta años es difícil recordar la cantidad de veces que he escuchado ese comentario y siempre en la misma gente, no renuevan el repertorio. Es una mirada de arriba abajo. Sí, todavía hay clases, lo sabemos y no pasa nada, estamos acostumbrados, pero no es de buena cuna manifestar la superioridad que depara la abismal diferencia social, que en la mayoría de los casos no es mérito propio, fuera del la más estricta intimidad. No es de buen gusto.

Yo siempre he tenido un profundo respeto por los que trabajan para los demás, los que bajan y meten sus pies en esa basura en la que vive la gente baja, la hez social. Ada Colau lo hizo durante años. Yo no lo hago y se lo agradezco, los admiro, tratan de evitar que la mierda les supere el umbral del cuello y los incultos desfavorecidos se ahoguen en ella. No es mucho pedir que les traten con un respeto que se han ganado, del mismo modo que a los que dan comer todos los días a Félix de Azúa, a Ada Colau, a mí y a los que leen esto.

Bueno, dice que no pretendía insultarla al mandarla a vender pescado sino ponerla en el nivel cultural que le corresponde, y que es ella la que ofende a las pescaderas si tal cosa le parece horrible. Es lo malo de poseer tamaño poderío intelectual, que a uno no le entienden. También hay verduleras en el mercado, señor Azúa, lo digo por si un día quiere echar otro piropo a alguien, esta vez cercano, tal vez una candidata de su partido. El que extraiga un sentido peyorativo de esas palabras tiene un problema, ahora sabemos que lo dice como un elogio, como una simple tasación. A mí, que no tengo ese nivel, no se me ocurriría. Bueno, se me ocurre muchas veces, pero me reprimo, ahí reside mi concepto de respeto y educación, claro que yo no pertenezco a esa clase que habla de los de “bajo nivel cultural” como si fueran cosas, como los cazadores de safaris de las películas cuando se refieren a los negros porteadores y los califican delante de sus narices.

Lo malo, como decía, de estar tan por encima en los estudios es que uno corre el riesgo de ser interpretado erróneamente, y también de acabar pensando que los demás son gilipollas.

Cuide un poquito las formas porque va a terminar siendo un maestro de aquello que tanto le repatea, me refiero a eso que afirma de que en Cataluña se enseña a odiar al enemigo. Como cuando dice que “la ideología es para los tontos”. La verdad es que podría ser un poco menos lenguaraz y un poco más discreto porque se delata, y perdone que le diga que no es usted el único tasador del planeta, todos podemos ejercer en algún momento ese oficio y lamento confirmarle que usted tiene ideología, y ya puestos, más que yo, dicho desde el respeto.

No hay por qué ponerse así, no va tan mal la cosa; su líder político, Albert Rivera, ha llegado bastante lejos, y a la primera, creo yo.

Por cierto, por simple curiosidad, en ese mundo donde sólo la élite debería gobernar llamado aristocracia, ¿en qué oficio situaría usted a Albert?

Y sí, me he sentido aludido.
 
A mí me gusta Ada Colau.

Es más, sin que ella lo sepa, presumo de ser amigo suyo a pesar de que hemos coincidido cuatro veces, las he contado. Tres antes de ser alcaldesa.

El primer encuentro se produjo en una comida en la que yo pretendía que tres mujeres de Barcelona, Itziar González Virós, Marina Garcés y Ada Colau escribieran sobre lo que hacían para editar un libro de gente que “hace cosas”, con el que financiar una película que llevaría el mismo nombre que el libro: No Estamos Solos.

En realidad el responsable de la cita fue Pere Joan Ventura, que dirigiría la película y me habló de ellas como de tres referentes interesantes para lo que queríamos contar. Se trataba de retratar la historia de personas que, al margen de la realidad que relatan los medios de comunicación, estaban ayudando de diferentes maneras a crear un espacio de convivencia nuevo, más justo, más equitativo. No eran noticia, pero conformaban una extensa red en todo el Estado que Itziar estaba ubicando en un mapa que llamaba “Cartografía de la Revuelta”. Al observar el mapa y descubrir la cantidad de colectivos que se encontraban “haciendo cosas” por los demás, diferentes movimientos que eran vecinos, con un mismo fin, ignorando los unos que existían los otros, se reproducía la imagen de las películas del oeste cuando los colonos al despertar se encontraban rodeados de indios. ¿De dónde salían? Ya estaban allí, pero no nos lo habían contado.

A pesar de mi edad provecta me caí del guindo. Yo que llevaba años trabajando en la televisión y en programas relacionados con la actualidad, con la información, creía que estaba en contacto con la realidad y descubrí que vivía en “la realidad de los medios de comunicación”. El tópico de que hay más mundos en éste se confirmaba. Había cientos de colectivos paliando la dramática situación en la que se encontraban miles de ciudadanos de los que no sabía nada de nada.

Comiendo con Pere Portabella, coproductor de la película, gran cineasta, muy buen testigo y que toda su vida ha estado pendiente de la política, fue senador independiente por el PSUC en los años ochenta, me dijo algo que me dejó perplejo: “Es la primera vez en mi vida que creo que las cosas van a cambiar”. Dicho por un señor que había vivido y participado en la Transición, que fue un cambio importante, aquellas palabras me dejaron noqueado. Yo no sospechaba que hubiera un cambio en marcha que marcara una diferencia sustancial con lo que había.

Todavía no se habían celebrado las elecciones europeas en las que Podemos concurrió con todos los sondeos vaticinando que no obtendría ningún diputado, salvo los más optimistas que planteaban la posibilidad de que obtuviera uno. Sacaron cinco y IU triplicó su resultado anterior obteniendo seis diputados. El voto útil estaba dejando de ser la opción de muchos votantes para evitar males mayores en beneficio de nuevas fuerzas. Recordé las palabras de Portabella. Por cierto, recomiendo la visión o revisión de su película Informe General sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública (1977), un desfile de personajes políticos que tuvieron una trascendencia capital en el desarrollo de la política de España, donde se verán actitudes de personajes como Felipe González que en su día causaban desconcierto y ahora, cuarenta años después, se entienden perfectamente.

Aquella comida con las tres mujeres me impresionó. Era consciente de que estaba con tres personas muy especiales, de un bagaje personal, intelectual y humano difícil de encontrar. Reconozco que salí del restaurante convertido en admirador, salvo por un pequeño detalle que no entraba en mis previsiones.

Dada mi natural desidia, mi idea era que ellas, junto a otras diez personas, hicieran el trabajo y yo me proponía de coordinador, pero no me di cuenta de que estaba ante personal solvente que supo darle al vuelta a aquel propósito mío de capitalizar el esfuerzo ajeno, y Ada planteó la posibilidad el que el libro lo escribiera yo ya que era mi proyecto. Se salió con la suya. Fue una gran idea, porque implicó la obligación de realizar entrevistas extensas con cada una de las personas que aparecían en el libro y creo que ha sido la experiencia didáctica más importante de mi vida. Al tiempo que me reconcilió con el ser humano al darme una sobredosis de contacto con la buena gente, esa que no sólo se preocupa por sus semejantes sin pretender sacar beneficio de ello, sino que también dedica su tiempo, parte de su vida, a sacar adelante sus proyectos en lugar de, como yo, limitarse a describir los problemas en la barra de un bar o frente a la pantalla del ordenador. Además, lo hacen enfrentándose a la demonización de la mayoría de los medios de comunicación, de intelectuales clasistas premiados con puestos en las instituciones, y de la autoridad competente que viendo venir el peligro se inventa normas para, a través de castigos ejemplares, quitárselos de en medio. Con la ley en la mano, nadie lo niega.

Gracias a la idea de Ada Colau tuve que entrevistar a estas mujeres y mi opinión sobre ellas mejoró. Me dejaron pasmado, se convirtieron en protagonistas del libro.

Yo continuaba escéptico, encantado con la posibilidad de un cambio real, pero no creía que la población estuviera dispuesta a apoyar alternativas encabezadas por alguien tan demonizado como Ada Colau, cuando decidió presentarse a las elecciones municipales y autonómicas. Acepté encantado participar con ella en un debate al aire libre en Barcelona, consciente de la injusticia que se estaba cometiendo con su candidatura. Contra todo pronóstico iba la primera en la mayoría de los sondeos y ninguna televisión le concedió espacio alguno, a pesar de que sus intervenciones antes de convertirse en un peligro real, en una apestada, hacían subir la audiencia, en clara muestra de la pluralidad en la que vivimos. Aun así ganó.

Ahora tiene que sufrir los improperios de esa clase dominante que embutida en su esmoquin corona nuestras instituciones y se queja de la falta de cultura de la masa, mientras utiliza exabruptos de una educación dudosa, pero delatan el desprecio de la elite clasista hacia los ciudadanos, esos a los que venden que vivimos en una democracia con igualdad de oportunidades y a los que, paradójicamente, exigen un comportamiento exquisito y respetuoso con las instituciones.

No, no nos representan.

El fundador de Ciudadanos, colaborador de El País, recientemente elegido miembro de la RAE, Félix de Azúa, se indigna por la baja clase de la alcaldesa de Barcelona. Cree que debería estar vendiendo pescado. No se ha manifestado con tanta contundencia durante estos años ante personas que han ostentado cargos parecidos, también elegidos como ella, y que se han dedicado a saquear las arcas públicas de manera sistemática a lo largo y ancho de la geografía, pero probablemente le parecería que, al menos, tenían estilo. Yo los veo todos los días y no se lo encuentro. Me da la impresión de que esa salida de tono elitista es debido a lo que ella representa, no a lo que es, les puedo asegurar que sabe lo que dice y que tiene una verdad, y se le nota, por eso la silencian. Lo que no le gusta no es que sea un cateta, sino lo que dice, y lo dice bien, a pesar de ser bilingüe. Ha tenido un arrebato antiguo, manido, con el estilo que utilizan los señoritos cuando se ríen de las chachas y de los “tontos del pueblo”. De siempre la clase dominante apela a los estudios para distinguirse. Por eso le da risa, según afirma, cada vez que habla Pablo Iglesias, precisamente a él, qué casualidad, le hace gracia la incultura de estos personajes.

A mis sesenta años es difícil recordar la cantidad de veces que he escuchado ese comentario y siempre en la misma gente, no renuevan el repertorio. Es una mirada de arriba abajo. Sí, todavía hay clases, lo sabemos y no pasa nada, estamos acostumbrados, pero no es de buena cuna manifestar la superioridad que depara la abismal diferencia social, que en la mayoría de los casos no es mérito propio, fuera del la más estricta intimidad. No es de buen gusto.

Yo siempre he tenido un profundo respeto por los que trabajan para los demás, los que bajan y meten sus pies en esa basura en la que vive la gente baja, la hez social. Ada Colau lo hizo durante años. Yo no lo hago y se lo agradezco, los admiro, tratan de evitar que la mierda les supere el umbral del cuello y los incultos desfavorecidos se ahoguen en ella. No es mucho pedir que les traten con un respeto que se han ganado, del mismo modo que a los que dan comer todos los días a Félix de Azúa, a Ada Colau, a mí y a los que leen esto.

Bueno, dice que no pretendía insultarla al mandarla a vender pescado sino ponerla en el nivel cultural que le corresponde, y que es ella la que ofende a las pescaderas si tal cosa le parece horrible. Es lo malo de poseer tamaño poderío intelectual, que a uno no le entienden. También hay verduleras en el mercado, señor Azúa, lo digo por si un día quiere echar otro piropo a alguien, esta vez cercano, tal vez una candidata de su partido. El que extraiga un sentido peyorativo de esas palabras tiene un problema, ahora sabemos que lo dice como un elogio, como una simple tasación. A mí, que no tengo ese nivel, no se me ocurriría. Bueno, se me ocurre muchas veces, pero me reprimo, ahí reside mi concepto de respeto y educación, claro que yo no pertenezco a esa clase que habla de los de “bajo nivel cultural” como si fueran cosas, como los cazadores de safaris de las películas cuando se refieren a los negros porteadores y los califican delante de sus narices.

Lo malo, como decía, de estar tan por encima en los estudios es que uno corre el riesgo de ser interpretado erróneamente, y también de acabar pensando que los demás son gilipollas.

Cuide un poquito las formas porque va a terminar siendo un maestro de aquello que tanto le repatea, me refiero a eso que afirma de que en Cataluña se enseña a odiar al enemigo. Como cuando dice que “la ideología es para los tontos”. La verdad es que podría ser un poco menos lenguaraz y un poco más discreto porque se delata, y perdone que le diga que no es usted el único tasador del planeta, todos podemos ejercer en algún momento ese oficio y lamento confirmarle que usted tiene ideología, y ya puestos, más que yo, dicho desde el respeto.

No hay por qué ponerse así, no va tan mal la cosa; su líder político, Albert Rivera, ha llegado bastante lejos, y a la primera, creo yo.

Por cierto, por simple curiosidad, en ese mundo donde sólo la élite debería gobernar llamado aristocracia, ¿en qué oficio situaría usted a Albert?

Y sí, me he sentido aludido.

Y esto lo dice un terrateniente, jejejejeje. Tiene su gracia.
 
No sabía que los "terratenientes" no pudiesen pedir que se trate con respeto y educación a aquellos que no tienen la suerte de serlo (Modo irónico ON)
Yo, que no conozco personalmente a Ada Colau, ni le daría mi voto tampoco, también me he sentido aludida por Félix de Azúa.
Y agradezco que alguien, aunque sea el "terrateniente" de Wayoming saque la cara por Ada Colau y también por las personas que no tenemos "nivel" para enfrentarnos intelectualmente al soplagaitas de la RAE, Don Félix de Azúa ( Lo siento, pero no me he podido aguantar y me ha salido la vena populachera)
 
No sabía que los "terratenientes" no pudiesen pedir que se trate con respeto y educación a aquellos que no tienen la suerte de serlo (Modo irónico ON)
Yo, que no conozco personalmente a Ada Colau, ni le daría mi voto tampoco, también me he sentido aludida por Félix de Azúa.
Y agradezco que alguien, aunque sea el "terrateniente" de Wayoming saque la cara por Ada Colau y también por las personas que no tenemos "nivel" para enfrentarnos intelectualmente al soplagaitas de la RAE, Don Félix de Azúa ( Lo siento, pero no me he podido aguantar y me ha salido la vena populachera)

Mira, jotajota, los últimos 4 años he sido testigo de primera mano de como se lleva todo al campo del feminismo furibundo siempre que el objeto de la cuestión sea una mujer, independientemente de que en lo que se diga se tenga en consideración el género de una persona. Yo soy mujer y no me he ofendido porque:

1. No la llamó pescadera, que quizás si hubiera tenido alguna connotación machista.

2. No la mandó a servir pescado por mujer, sino por inepta para gobernar (lo mismo habría valido para un hombre, que también los hay que sirven pescado). Azúa no califica de ineptas a las mujeres, ni descalifica a las pescaderas. Califica a esta mujer concreta de inútil para la labor de gobernar porque las pescaderas son competentes para servir pescado, elegir bien el género, madrugan, atienden con amabilidad a los clientes aunque sean unos capullos, es decir: trabajan ..., pero ella no valdría ni para eso. De hecho creo que aún fue generoso.

3. Desde que leí la famosa frase, entendí que donde la mandaba era a hacer un trabajo de verdad, no a percibir el sueldazo que tiene para meter la pata continuamente, hundir la economía de Barcelona y otras tantas sandeces que está diciendo, no lo entendí en términos de clasismo.

He dicho por algún sitio que yo la mandaría a un puesto callejero a vender maíz y castañas asadas porque, sinceramente, Barcelona se le queda muy grande. A mi, y a otras, nos ha costado mucho esfuerzo y trabajo labrarnos un futuro profesional y que tiparracas como esta, que no han dado un palo al agua en su vida y se ven en esto, que colocan a otras señoras que se fotografían meando en la calle... Eso si me ofende como mujer y muchísimo.

Y, como considero que no hay clasismo en esa frase de Azúa, entiendo que el terrateniente Wyoming se mete donde no le llaman, cosa de la que tiene una costumbre bastante marcada.
 
Tan lúcido, brillante e ingenioso como siempre. Suscribo todo lo que dice en este estupendo artículo.
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No sabía que los "terratenientes" no pudiesen pedir que se trate con respeto y educación a aquellos que no tienen la suerte de serlo (Modo irónico ON)
Yo, que no conozco personalmente a Ada Colau, ni le daría mi voto tampoco, también me he sentido aludida por Félix de Azúa.
Y agradezco que alguien, aunque sea el "terrateniente" de Wayoming saque la cara por Ada Colau y también por las personas que no tenemos "nivel" para enfrentarnos intelectualmente al soplagaitas de la RAE, Don Félix de Azúa ( Lo siento, pero no me he podido aguantar y me ha salido la vena populachera)

Si no se tiene nivel, no se tiene, eso es un hecho. Y poca gente de este foro supongo que tendría nivel para enfrentarse, o mejor dicho, para no aburrir a Azúa

Que puede gustar o no, pero de soplagaitas, nada de nada.

Lo de que todos somos iguales es cierto como en "todos somos iguales ante la ley" Pero en nuestros atributos individuales no somos iguales. En absoluto. Ni en cuanto a inteligencia, ni en cuanto a cultura, ni en cuanto a formación, a comportamientos... Todos somos desiguales, y hay algunos mejores que otros. A ver si se os mete en la cabeza.

Ah, y la Colau es todo lo que dice Azúa, que se ha quedado corto, y que no es más de lo que llevamos algunos diciendo en este foro desde que esa calamidad llegó a alcaldesa de Barcelona. Y aún antes. Y ni clasismo ni misoginia: Realidad pura y dura.

Claro que el perfil de los que lo decimos se parece más intelectualmente al de Azúa (salvando, cómo no las distancias) que el perfil de los pro-Colau, que se parece más al de la propia Colau. Y quien se de por ofendido por esto último, supongo que será porque no le hace gracia que lo comparen con esa mujer.
 
@Batuca, yo que no soy furibunda feminista (bueno, ni furibunda nada, porque soy bastante tranquila) me molesta que cuando se critica a una mujer, sin entrar si es con razón o no, la manden a fregar o algo por el estilo, siempre desde un punto de vista displicente y de superioridad.
A un mal alcalde no he oído nunca que se le mande a fregar, ni a vender pescado, por muy loables que sean esos trabajos.
A mí si me ha parecido machista.
Y también clasista porque ha habido alcaldesas que han metido la pata, han arruinado ayuntamientos y han dicho sandeces, pero no he oído que Félix de Azúa ni nadie por el estilo les mande a fregar ni a vender pescado porque casualmente eran del PP y claro, no es lo mismo que una perroflauta de mier...
Y lo digo sin entrar a valorar si la crítica de Azúa era justa o no, porque entiendo que a él le pueda parecer una inepta, pero sus formas han sido manifiestamente mejorables para un intelectual y académico de la RAE que ha entrado en política.
 
@Batuca, yo que no soy furibunda feminista (bueno, ni furibunda nada, porque soy bastante tranquila) me molesta que cuando se critica a una mujer, sin entrar si es con razón o no, la manden a fregar o algo por el estilo, siempre desde un punto de vista displicente y de superioridad.
A un mal alcalde no he oído nunca que se le mande a fregar, ni a vender pescado, por muy loables que sean esos trabajos.
A mí si me ha parecido machista.
Y también clasista porque ha habido alcaldesas que han metido la pata, han arruinado ayuntamientos y han dicho sandeces, pero no he oído que Félix de Azúa ni nadie por el estilo les mande a fregar ni a vender pescado porque casualmente eran del PP y claro, no es lo mismo que una perroflauta de mier...
Y lo digo sin entrar a valorar si la crítica de Azúa era justa o no, porque entiendo que a él le pueda parecer una inepta, pero sus formas han sido manifiestamente mejorables para un intelectual y académico de la RAE que ha entrado en política.

Bueno, este no la ha llamado pescadera y atender una pescaderia es algo q no lleva aparejado un genero concreto.

Si la hubiera mandado a vender bragas, pues igual, aunque tambien hay dependientes masculinos en lenceria femenina.

Yo creo no pensó en la interpretación q se iba a hacer d eso estando ahora en una institución.

Si la hubiera mandado a trabajar de reponedor d estantes igual habria sido mas acertado porq ese trabajo no requiere cualificación alguna. Para vender pescado hay q saber lo q se vende y como se vende. Por eso digo q aun fue generoso.

A mi, si tienen razon cuando dicen q una mujer es corta, no me molesta en absoluto. Ser mujeres no nos hace inteligentes necesariamente, igual q tb hay hombres necios y cortos d natural.

El problema viene cdo dices q una mujer es corta y en lugar d entender q se la llama corta, se excusa la falta d luces diciendo q es por su condición d mujer, y eso es abusar d la condición d mujer y del resto d mujeres.
 
[QUOTE="Batuca, post: 3467300, member: 15894"
A mi, si tienen razon cuando dicen q una mujer es corta, no me molesta en absoluto. Ser mujeres no nos hace inteligentes necesariamente, igual q tb hay hombres necios y cortos d natural.

El problema viene cdo dices q una mujer es corta y en lugar d entender q se la llama corta, se excusa la falta d luces diciendo q es por su condición d mujer, y eso es abusar d la condición d mujer y del resto d mujeres.[/QUOTE]

En esta parte de tu post estoy completamente de acuerdo contigo. Si las frases de "vete a fregar, mujer tenías que ser" y cosas así para mí son inaceptables, el hecho de escudarse en la condición de mujer para intentar tapar o disculpar errores también me lo parece, por machista, pero creo que este no es el caso. La Colau tendrá sus defectos, pero creo que no es machista.
 
[QUOTE="Batuca, post: 3467300, member: 15894"
A mi, si tienen razon cuando dicen q una mujer es corta, no me molesta en absoluto. Ser mujeres no nos hace inteligentes necesariamente, igual q tb hay hombres necios y cortos d natural.

El problema viene cdo dices q una mujer es corta y en lugar d entender q se la llama corta, se excusa la falta d luces diciendo q es por su condición d mujer, y eso es abusar d la condición d mujer y del resto d mujeres.

En esta parte de tu post estoy completamente de acuerdo contigo. Si las frases de "vete a fregar, mujer tenías que ser" y cosas así para mí son inaceptables, el hecho de escudarse en la condición de mujer para intentar tapar o disculpar errores también me lo parece, por machista, pero creo que este no es el caso. La Colau tendrá sus defectos, pero creo que no es machista.[/QUOTE]
________________________________________________________

Y estoy segura de que Azúa tampoco porque, si lo fuera, tampoco le habría hecho gracia compartir asiento en la RAE con mujeres. Ahora mismo creo que ya hay 8 porque empezaron a entrar sobre el año 2000 y cada vez habrá más, como ocurre en todos los ámbitos hoy en día. En la Administración las mujeres estamos copando una gran parte de los puestos, hasta el punto de que donde yo trabajo ya somos más del 50% mujeres y estamos hablando de un colectivo grande.
 
Mira, jotajota, los últimos 4 años he sido testigo de primera mano de como se lleva todo al campo del feminismo furibundo siempre que el objeto de la cuestión sea una mujer, independientemente de que en lo que se diga se tenga en consideración el género de una persona. Yo soy mujer y no me he ofendido porque:

1. No la llamó pescadera, que quizás si hubiera tenido alguna connotación machista.

2. No la mandó a servir pescado por mujer, sino por inepta para gobernar (lo mismo habría valido para un hombre, que también los hay que sirven pescado). Azúa no califica de ineptas a las mujeres, ni descalifica a las pescaderas. Califica a esta mujer concreta de inútil para la labor de gobernar porque las pescaderas son competentes para servir pescado, elegir bien el género, madrugan, atienden con amabilidad a los clientes aunque sean unos capullos, es decir: trabajan ..., pero ella no valdría ni para eso. De hecho creo que aún fue generoso.

3. Desde que leí la famosa frase, entendí que donde la mandaba era a hacer un trabajo de verdad, no a percibir el sueldazo que tiene para meter la pata continuamente, hundir la economía de Barcelona y otras tantas sandeces que está diciendo, no lo entendí en términos de clasismo.

He dicho por algún sitio que yo la mandaría a un puesto callejero a vender maíz y castañas asadas porque, sinceramente, Barcelona se le queda muy grande. A mi, y a otras, nos ha costado mucho esfuerzo y trabajo labrarnos un futuro profesional y que tiparracas como esta, que no han dado un palo al agua en su vida y se ven en esto, que colocan a otras señoras que se fotografían meando en la calle... Eso si me ofende como mujer y muchísimo.

Y, como considero que no hay clasismo en esa frase de Azúa, entiendo que el terrateniente Wyoming se mete donde no le llaman, cosa de la que tiene una costumbre bastante marcada.
¡Ronda de aplausos para aquí mi prima!
 
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