Plácido Domingo. Acusado por 9 mujeres.

Más allá de Plácido Domingo: por qué sí importa lo que haga "dios"

El acoso sexual es a menudo caricaturizado sin información, con mala intención e incluso con interés egoísta pensando en el comportamiento propio.

Los grandes medios han investigado a conciencia por las consecuencias que tiene una forma de abuso de poder especialmente habitual e invisible en sectores donde se mueven fama, fortuna y a veces dinero público.

María Ramírez
16/08/2019 - 21:43h
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Una mujer sujeta una pancarta con la etiqueta de #metoo durante una marcha en Seattle en enero de 2018. TED S. WARREN/GTRES

Una de las mejores lecciones de periodismo es escuchar a los reporteros Emily Steel y Michael Schmidt contar cómo investigaron las acusaciones de acoso sexual contra el presentador Bill O'Reilly. La exclusiva se publicó unos meses antes del escándalo del productor Harvey Weinstein y del movimiento de #metoo para romper el silencio sobre poderosos abusadores.




Las acusaciones de acoso y abuso sexual de personas con poder político o económico y con pocos o ningún testigo de los actos en sí son difíciles de reportear. A menudo se trata de hechos con años de antigüedad y la mayoría de quienes los han sufrido se sienten en inferioridad de condiciones, no quieren meterse en un lío personal y profesional con posible escarnio público y optan por callar. Durante siete meses, Steel y Schmidt, del New York Times, entrevistaron varias veces a las víctimas de O'Reilly, sus familiares, sus conocidos y cualquier persona que pudiera corroborar relatos y detalles. Comprobaron mapas, agendas y localizaciones, buscaron personas que no hubieran hablado entre ellas y examinaron emails, diarios y acuerdos extrajudiciales. Cuando no podían verificar un detalle con la declaración de otra persona o un papel, lo quitaban. "Estábamos aterrorizados de equivocarnos en un detalle pequeño", nos contaba Schmidt a un pequeño grupo de periodistas hace unos meses en Harvard.

Una de las labores más difíciles es convencer a las víctimas de que accedan a publicar su nombre o den detalles. Steel relataba cómo utilizaba con sus entrevistadas frases de la película Spotlight, que cuenta la investigación del Boston Globe que destapó los abusos sexuales en la Iglesia católica. Esa escena en la que Sasha Pfeiffer (la actriz Rachel McAdams) le dice a un hombre violado por un cura que no puede utilizar eufemismos: "La gente tiene que saber qué pasó exactamente".

Pero, ¿por qué investigar a fondo acusaciones de acoso sexual? ¿Por qué ahora? En los supuestos más graves se indagan hechos que pueden constituir delitos de violación, como en los casos de Weinstein o Bill Cosby, o de tráfico de menores, como en el de Jeffrey Epstein. En otros, se trata de posibles ejemplos de acoso sexual en el trabajo con matices más difíciles de calibrar y la mayoría de las afectadas o afectados prefieren no recurrir a los tribunales.

Este último supuesto es a menudo caricaturizado sin información, con mala intención e incluso con interés egoísta pensando en el comportamiento propio. Pero los grandes medios que han investigado tan a conciencia como el New York Times, el New Yorker, AP o el Washington Post lo han hecho por las consecuencias que tiene una forma de abuso de poder especialmente habitual e invisible en sectores donde se mueven fama, fortuna y a veces dinero público. Esto no es un debate de costumbres: estamos hablando del efecto de acosadores (o autores de delitos más graves) en las vidas y las carreras de personas en sectores con impacto en nuestra sociedad.

No se trata de "babosos", en la versión eufemística más suave, o de unos acosadores cualquiera. Se trata de personas que controlan los recursos y la atención de un sector y que con su ejemplo ayudan a dar forma a una cultura. Cada caso es único y no todos se investigan igual, pero el patrón se repite y refleja una cultura de disculpa, protección o incluso aliento de los abusos de poder. Una cultura que empieza a estar superada en algunos lugares y que en otros en cambio se resiste a morir.

La aceptación del acoso sexual como parte del panorama profesional se asemeja a la aceptación de la corrupción. Sucede hasta que algo cambia, habitualmente con el empuje de la buena prensa y el relevo generacional, para que la anormalidad deje de asumirse como normal. Basta recordar los ataques contra los pocos periodistas que se atrevían a publicar casos de corrupción y tráfico de influencias de políticos, de los más graves a los más anecdóticos, en la España de los años 80.

La agencia AP cuenta ahora, con el rigor habitual de los grandes medios de Estados Unidos, las acusaciones de acoso sexual contra Plácido Domingo. Como dice una de las entrevistadas, Domingo es "dios" en el mundo de la ópera. En su extraordinaria carrera como tenor, barítono, director de orquesta, productor y fundador de ópera, el cantante es una de las personas más influyentes y admiradas en su sector y más allá. Basta con que aparezca su sombra en el escenario de la ópera de Nueva York para que el público se ponga a aplaudir entusiasmado antes de que haya cantado una sola nota.

Una de las entrevistadas por AP, que no ha querido publicar su nombre por miedo a represalias pero cuya identidad conoce la agencia y cuyo relato la periodista ha comprobado por varias fuentes, utiliza el verbo "borrar" para describir el efecto de la relación con el cantante. "La gente ha abandonado el sector y ha sido simplemente borrada por rendirse o no rendirse a él", dice.

AP no publica la historia a la ligera y no presupone culpabilidad, delito o consecuencias: publica los testimonios tras entrevistar a cantantes, familiares y otros colegas de las óperas de Estados Unidos, y encuentra un patrón similar de comportamiento durante décadas. Por supuesto, AP avisó al protagonista antes de publicar el artículo y le mandó preguntas pormenorizadas sobre todos los casos que se citan (el artista prefirió dar una respuesta genérica, que la noticia incluye). Por esos estándares, esta información tiene peso y por eso algunas instituciones se la toman en serio como para encargar su propia investigación independiente, como ha hecho la ópera de Los Ángeles antes de tomar cualquier decisión que afecte a su director y fundador.

En España la labor periodística pormenorizada en casos que afectan a poderosos aún suele ser acogida con desdén y poca atención a los detalles. Eso tal vez explique por qué apenas se han investigado casos parecidos. El equipo del periodista Tomás Ocaña trató de investigar para Telemadrid el cine español, pero se topó con muchos obstáculos. La serie Rompiendo el silencio de eldiario.es, la información sobre el acoso a las masajistas de El Confidencial o la cobertura de El País sobre los abusos en la Iglesia están entre las excepciones. No suelen publicarse nombres ni de acosados ni de acosadores.

La limitada atención que suelen tener estos casos suele ser para criticarlos y reducirlos a la caricatura agarrándose a algún detalle incompleto que no afecta a las grandes investigaciones de los últimos años. Incluso periodistas se apremian a mofarse del reporterismo cuidadoso de otros o a culpar a las mujeres. O a los hombres, como en el caso de Kevin Spacey, que -pese al proceso judicial desestimado por la retirada del denunciante- no ha sido exculpado de acosar a más de 20 chicos, entre ellos menores, como este actor que tenía 14 años. Muchos no han denunciado (como es habitual en estos casos) porque no creían que "hablar de ello seriamente fuera una opción", como decía Harry Dreyfuss, que tenía 18 años cuando coincidió en un plató con Spacey. Quienes intentan denunciar se pueden encontrar con que ha pasado el plazo para hacerlo, como en este otro caso.

El papel de los periodistas no es atacar a Plácido Domingo -AP, el Times y otros medios no lo están atacando, están informando de manera aséptica y cuidadosa-, pero tampoco defenderlo sin información en un asunto tan delicado, difundiendo bulos que sonrojan (¡la Cienciología!) o falsedades sobre otros casos sin relación e inventando persecuciones que no existen. Una investigación independiente de la ópera de Los Ángeles que dirige Plácido Domingo no es una persecución y, más allá de este caso concreto, la prioridad de grandes óperas como ésta y la de Nueva York es crear un ambiente de trabajo donde no haya acosadores ni acosados.

Pero en España parece que hay más interés en hacer ruido que en romper el silencio.

Aquí no hay diarios con 1.600 periodistas como el New York Times ni publicaciones que tengan el equipo de fact-checkers del New Yorker. Pero, ¿tampoco podemos ser el Indianapolis Star? Ese periódico de Indiana que vende unas decenas de miles de copias destapó a Larry Nassar, el médico y terapeuta del equipo de gimnasia de Estados Unidos condenado por abusar de al menos 250 chicas, entre ellas muchas menores.

La mayoría de los casos sobre los que informan los medios no son tan graves ni tan dramáticos como el de Nassar, pero investigar con tiempo y seriedad es cuestión de prioridades. A menudo falta paciencia, pero no faltan recursos.

Contando con que los cauces legales y policiales son la garantía en un estado de Derecho, la prensa tiene también un papel esencial para establecer los hechos y denunciar los posibles abusos igual que ha hecho con los casos de corrupción grandes y pequeños.

Pero incluso con la voluntad periodística uno de los principales obstáculos para destapar abusos es que el coste social de hablar sigue siendo demasiado alto. La empatía inmediata hacia el poderoso es muy chocante y desanima a cualquiera que haya considerado contar algo alguna vez, casi siempre por el impulso de que no le pase a otras personas. Pienso en algunas amigas y en los tíos que se les han tirado encima aprovechando su posición, con el desdén de quien sabe que a ellas no les conviene hablar, y creo que seguirán calladas. Y eso es una mala noticia para la sociedad.

Algo esencial nos falta. O tal vez nos sobra.

https://www.eldiario.es/zonacritica/Placido_Domingo-metoo-acoso_sexual_6_932016794.html

Cierto, pero no es lo mismo ser un coñazo y un pesado que ser un acosador...Parece que en declaraciones a la radio pública USA lo deja más como un pesado insistente, ante quien se sentía incómoda por su posición, que como un acosador...De hecho señala que su negativa no tuvo consecuencias de ningún tipo.
¿ Al final qué es lo que hay que creer?: ¿Las declaraciones actuales?, ¿Lo publicado por AP?

https://www.larazon.es/cultura/patr...con-domingo-tras-el-presunto-acoso-HK24598690
 
Patricia Wulf, sobre Plácido Domingo: «Nunca se sobrepasó y me siguió contratando»

Wulf, que ahora tiene 61 años, ha hablado para NPR, la radio pública de Estados Unidos


La entrevista que ayer vio la luz arranca señalando lo incómoda que se sentía cuando abandonaba el escenario y Plácido Domingo la esperaba escondido, al acecho: «Se acercaba a mí, muy cerca de mi cara, y me preguntaba: ''Patricia, ¿tienes que irte a casa esta noche?''». Prosigue: «Lo que implica que le gustaría pasar la noche con usted», le comenta la entrevistadora. Su respuesta es: «Eso es lo que yo entendí que quería decir».
Ante la cuestión de si «alguna vez se propasó con ella», su respuesta es contundente: «No, nunca. Él sabía bien lo que hacía». Define la relación entre ambos como en un claro desequilibrio de fuerzas: «El era un dios y yo estaba delante de él. Me había costado demasiado llegar y no quería tirar mi carrera. Si contaba lo sucedido no me iban a creer. Me gustaba trabajar y lo necesitaba para vivir», declara, y subraya que hacia él sentía miedo («le temía», señala), y que con ese sentimiento tenía que ir a trabajar.

Lo curioso, sin embargo, es que no duda al afirmar que tras las negativas a las presuntas insinuaciones sexuales por parte del tenor ella siguió trabajando con él. «¿No sufrió las consecuencias de su actitud?», le pregunta la periodista a Patricia Wulf. «No, no las sufrí. De hecho, fue curioso: él y la compañía seguían contratándome. Y eso resultó genial porque pude cantar en ''La flauta mágica'', en ''Fedora'', en ''Don Carlo''... De hecho, en ''Fedora'' recuerdo haberle preguntado a uno de los directores de orquesta cómo podía acabar con esta incómoda situación, cómo hacer para que me dejara de molestar. Sigue diciendo que no. Y finalmente se detendrá''. Y eso es lo que hice», es la respuesta.

https://www.larazon.es/cultura/patr...con-domingo-tras-el-presunto-acoso-HK24598690
Pregunta. Si un señor se quisiera acostar con una señora y se lo insinuara, sin ningún tipo de coacción ni nada parecido y sin que haya represalia alguna tras la negativa, alguien me puede señalar dónde está el acoso????
Lo digo porque yo prefiero la pregunta directa, a la que yo diría sí o no según mi santa voluntad, a insinuaciones veladas, roces, constantes indirectas etc.
Este hombre ha dado a entender que las relaciones que haya podido tener han sido consentidas, lo cual me ha chocado porque ha reconocido, sin ninguna necesidad, haber sido infiel a su mujer.
En todo caso que no se nos olvide NUNCA una cosa: LA CARGA DE LA PRUEBA RECAE EN QUIEN ACUSA.
Estamos cayendo en algo muy peligroso y es exigir demostrar la inocencia. No. No se puede demostrar no haber hecho algo.
 
Pregunta. Si un señor se quisiera acostar con una señora y se lo insinuara, sin ningún tipo de coacción ni nada parecido y sin que haya represalia alguna tras la negativa, alguien me puede señalar dónde está el acoso????
Lo digo porque yo prefiero la pregunta directa, a la que yo diría sí o no según mi santa voluntad, a insinuaciones veladas, roces, constantes indirectas etc.
Este hombre ha dado a entender que las relaciones que haya podido tener han sido consentidas, lo cual me ha chocado porque ha reconocido, sin ninguna necesidad, haber sido infiel a su mujer.
En todo caso que no se nos olvide NUNCA una cosa: LA CARGA DE LA PRUEBA RECAE EN QUIEN ACUSA.
Estamos cayendo en algo muy peligroso y es exigir demostrar la inocencia. No. No se puede demostrar no haber hecho algo.

Es que según esas declaraciones parece que le tiraba los tejos, quería ligar con ella, le gustaba, y quizás era un pesado, lo que le hacía sentirse incómoda y no saber como decirle que no por su posición; pero hasta ahí...Es más, parece que es tajante en que ni la tocó, ni se sobrepasó ni nada similar, y al final le dijo que no y punto...
 
Es que según esas declaraciones parece que le tiraba los tejos, quería ligar con ella, le gustaba, y quizás era un pesado, lo que le hacía sentirse incómoda y no saber como decirle que no por su posición; pero hasta ahí...Es más, parece que es tajante en que ni la tocó, ni se sobrepasó ni nada similar, y al final le dijo que no y punto...
Exacto.
Es lo que yo entiendo. Se la intentó llevar a la cama , supuestamente y nada delictivo , ella no quiso y se acabó. No veo el escándalo ni el acoso ni nada de nada.
Acoso es otra cosa, en mi opinión.
Y me callo cosas porque estoy de vacaciones y no tengo ganas de discutir.
 
Es que según esas declaraciones parece que le tiraba los tejos, quería ligar con ella, le gustaba, y quizás era un pesado, lo que le hacía sentirse incómoda y no saber como decirle que no por su posición; pero hasta ahí...Es más, parece que es tajante en que ni la tocó, ni se sobrepasó ni nada similar, y al final le dijo que no y punto...

Te has leído el reportaje de AP?
 
Hombre @Animalslove, llevas no sé cuántos posts insistiendo en que hay cosas que antes eran aceptables y ahora no y ¿ahora me sales con esto? Pues no entiendo tu insistencia entonces. Si no sabes qué prácticas son, ¿por qué insistes en ellas una y otra vez?

Y sí, un piropo puede ser considerado acoso en según qué circunstancias y según qué piropo. Que algunos llaman piropo a unas burradas que no tienen nombre. En la vida se me olvidará, siendo yo preadolescente (segunda mitad de los 80), en las fiestas de mi pueblo, a algún iluminao se le ocurrió en la romería, que durante el descanso de la orquesta podían subir al templete los mozos que quisieran decirle piropos a sus novias. Hazte a la idea: todo el pueblo en la romería, desde niños pequeños a gente mayor, todo el mundo se conoce. Subieron dos o tres y dijeron cosas bonitas de sus novias. Hasta ahí todo bien. Y luego subió un gilipollas, agarra el micrófono y salta: "Isabel! Te voy a comer la regla a cucharadas!".

La pobre Isabel (que encima ni era su novia, era una chica a la que llevaba dando la brasa varios meses y que entonces no tendría más de 16 años) se fue llorando para su casa y no se la volvió a ver el pelo ni durante las fiestas ni durante el resto del verano. Me consta que la chavala se pasó mucho tiempo traumatizada. Y recuerdo tambien la reacción de todo el mundo que estaba en la romería, todo el mundo flipando y diciendo "pobre chavala", "qué cabrón", "qué poca vergüenza". O sea que ya hace más de treinta años la gente sabía distinguir entre lo que era un piropo y lo que no. Lo que era aceptable y lo que no.

Por cierto, hace dos o tres años me encontré con el gilipollas. Estaba tomando algo con un antiguo compañero mío de clase, quien me lo presentó. No fui capaz de contenerme. Le dije: "Sí, ya sé quién eres, el que se come reglas a cucharadas". El imbécil soltó una carcajada. Dijo: "¿Todavía te acuerdas de eso? Vaya payasa la Isabel, qué mal se lo tomó. Su padre me quiso dar de hostias, el cabrón".

Hijo de put* hace 30 años e hijo de put* hoy.
¿Y la pobre Isabel sin amigas que la animasen? Es normal tener un novio borrico, pero menudas amigas también que la dan de lado que se pudra en casa sola...:ROFLMAO: me río por no llorar, qué lamentable espectáculo
Cotejando la historia veo que he tenido suerte en cuanto a amistades, cuando me tocó un mentecato se pusieron de mi parte, y él quedó tan mal como el agua de fregar los platos, y aún hoy el iluso se piensa que en el insti fue popular:wacky:, hay que oírlo, suelta cada historia que no se la cree ni él, suerte que todos sabemos que es un ignorante pero a estas personas no se les puede decir que están equivocados:sick: porque entras en un bucle sin fin...cual Simba
 
Última edición por un moderador:
Pregunta. Si un señor se quisiera acostar con una señora y se lo insinuara, sin ningún tipo de coacción ni nada parecido y sin que haya represalia alguna tras la negativa, alguien me puede señalar dónde está el acoso????
Hay un problema muy grave en la sociedad, y los mass media no educan, al contrario, embrutecen a la gente, de la transición sólo hemos obtenido actores de medio pelo, escritores de mala muerte, gente burra, basta, pagada de sí misma, señoritos que nunca han dado un palo al agua y que del mundo no saben nada aunque presumen saber todo. La gente no está preparada, no leen, hay un problema gravísimo.
 
Más allá de Plácido Domingo: por qué sí importa lo que haga "dios"

El acoso sexual es a menudo caricaturizado sin información, con mala intención e incluso con interés egoísta pensando en el comportamiento propio.

Los grandes medios han investigado a conciencia por las consecuencias que tiene una forma de abuso de poder especialmente habitual e invisible en sectores donde se mueven fama, fortuna y a veces dinero público.

María Ramírez
16/08/2019 - 21:43h
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Una mujer sujeta una pancarta con la etiqueta de #metoo durante una marcha en Seattle en enero de 2018. TED S. WARREN/GTRES

Una de las mejores lecciones de periodismo es escuchar a los reporteros Emily Steel y Michael Schmidt contar cómo investigaron las acusaciones de acoso sexual contra el presentador Bill O'Reilly. La exclusiva se publicó unos meses antes del escándalo del productor Harvey Weinstein y del movimiento de #metoo para romper el silencio sobre poderosos abusadores.




Las acusaciones de acoso y abuso sexual de personas con poder político o económico y con pocos o ningún testigo de los actos en sí son difíciles de reportear. A menudo se trata de hechos con años de antigüedad y la mayoría de quienes los han sufrido se sienten en inferioridad de condiciones, no quieren meterse en un lío personal y profesional con posible escarnio público y optan por callar. Durante siete meses, Steel y Schmidt, del New York Times, entrevistaron varias veces a las víctimas de O'Reilly, sus familiares, sus conocidos y cualquier persona que pudiera corroborar relatos y detalles. Comprobaron mapas, agendas y localizaciones, buscaron personas que no hubieran hablado entre ellas y examinaron emails, diarios y acuerdos extrajudiciales. Cuando no podían verificar un detalle con la declaración de otra persona o un papel, lo quitaban. "Estábamos aterrorizados de equivocarnos en un detalle pequeño", nos contaba Schmidt a un pequeño grupo de periodistas hace unos meses en Harvard.

Una de las labores más difíciles es convencer a las víctimas de que accedan a publicar su nombre o den detalles. Steel relataba cómo utilizaba con sus entrevistadas frases de la película Spotlight, que cuenta la investigación del Boston Globe que destapó los abusos sexuales en la Iglesia católica. Esa escena en la que Sasha Pfeiffer (la actriz Rachel McAdams) le dice a un hombre violado por un cura que no puede utilizar eufemismos: "La gente tiene que saber qué pasó exactamente".

Pero, ¿por qué investigar a fondo acusaciones de acoso sexual? ¿Por qué ahora? En los supuestos más graves se indagan hechos que pueden constituir delitos de violación, como en los casos de Weinstein o Bill Cosby, o de tráfico de menores, como en el de Jeffrey Epstein. En otros, se trata de posibles ejemplos de acoso sexual en el trabajo con matices más difíciles de calibrar y la mayoría de las afectadas o afectados prefieren no recurrir a los tribunales.

Este último supuesto es a menudo caricaturizado sin información, con mala intención e incluso con interés egoísta pensando en el comportamiento propio. Pero los grandes medios que han investigado tan a conciencia como el New York Times, el New Yorker, AP o el Washington Post lo han hecho por las consecuencias que tiene una forma de abuso de poder especialmente habitual e invisible en sectores donde se mueven fama, fortuna y a veces dinero público. Esto no es un debate de costumbres: estamos hablando del efecto de acosadores (o autores de delitos más graves) en las vidas y las carreras de personas en sectores con impacto en nuestra sociedad.

No se trata de "babosos", en la versión eufemística más suave, o de unos acosadores cualquiera. Se trata de personas que controlan los recursos y la atención de un sector y que con su ejemplo ayudan a dar forma a una cultura. Cada caso es único y no todos se investigan igual, pero el patrón se repite y refleja una cultura de disculpa, protección o incluso aliento de los abusos de poder. Una cultura que empieza a estar superada en algunos lugares y que en otros en cambio se resiste a morir.

La aceptación del acoso sexual como parte del panorama profesional se asemeja a la aceptación de la corrupción. Sucede hasta que algo cambia, habitualmente con el empuje de la buena prensa y el relevo generacional, para que la anormalidad deje de asumirse como normal. Basta recordar los ataques contra los pocos periodistas que se atrevían a publicar casos de corrupción y tráfico de influencias de políticos, de los más graves a los más anecdóticos, en la España de los años 80.

La agencia AP cuenta ahora, con el rigor habitual de los grandes medios de Estados Unidos, las acusaciones de acoso sexual contra Plácido Domingo. Como dice una de las entrevistadas, Domingo es "dios" en el mundo de la ópera. En su extraordinaria carrera como tenor, barítono, director de orquesta, productor y fundador de ópera, el cantante es una de las personas más influyentes y admiradas en su sector y más allá. Basta con que aparezca su sombra en el escenario de la ópera de Nueva York para que el público se ponga a aplaudir entusiasmado antes de que haya cantado una sola nota.

Una de las entrevistadas por AP, que no ha querido publicar su nombre por miedo a represalias pero cuya identidad conoce la agencia y cuyo relato la periodista ha comprobado por varias fuentes, utiliza el verbo "borrar" para describir el efecto de la relación con el cantante. "La gente ha abandonado el sector y ha sido simplemente borrada por rendirse o no rendirse a él", dice.

AP no publica la historia a la ligera y no presupone culpabilidad, delito o consecuencias: publica los testimonios tras entrevistar a cantantes, familiares y otros colegas de las óperas de Estados Unidos, y encuentra un patrón similar de comportamiento durante décadas. Por supuesto, AP avisó al protagonista antes de publicar el artículo y le mandó preguntas pormenorizadas sobre todos los casos que se citan (el artista prefirió dar una respuesta genérica, que la noticia incluye). Por esos estándares, esta información tiene peso y por eso algunas instituciones se la toman en serio como para encargar su propia investigación independiente, como ha hecho la ópera de Los Ángeles antes de tomar cualquier decisión que afecte a su director y fundador.

En España la labor periodística pormenorizada en casos que afectan a poderosos aún suele ser acogida con desdén y poca atención a los detalles. Eso tal vez explique por qué apenas se han investigado casos parecidos. El equipo del periodista Tomás Ocaña trató de investigar para Telemadrid el cine español, pero se topó con muchos obstáculos. La serie Rompiendo el silencio de eldiario.es, la información sobre el acoso a las masajistas de El Confidencial o la cobertura de El País sobre los abusos en la Iglesia están entre las excepciones. No suelen publicarse nombres ni de acosados ni de acosadores.

La limitada atención que suelen tener estos casos suele ser para criticarlos y reducirlos a la caricatura agarrándose a algún detalle incompleto que no afecta a las grandes investigaciones de los últimos años. Incluso periodistas se apremian a mofarse del reporterismo cuidadoso de otros o a culpar a las mujeres. O a los hombres, como en el caso de Kevin Spacey, que -pese al proceso judicial desestimado por la retirada del denunciante- no ha sido exculpado de acosar a más de 20 chicos, entre ellos menores, como este actor que tenía 14 años. Muchos no han denunciado (como es habitual en estos casos) porque no creían que "hablar de ello seriamente fuera una opción", como decía Harry Dreyfuss, que tenía 18 años cuando coincidió en un plató con Spacey. Quienes intentan denunciar se pueden encontrar con que ha pasado el plazo para hacerlo, como en este otro caso.

El papel de los periodistas no es atacar a Plácido Domingo -AP, el Times y otros medios no lo están atacando, están informando de manera aséptica y cuidadosa-, pero tampoco defenderlo sin información en un asunto tan delicado, difundiendo bulos que sonrojan (¡la Cienciología!) o falsedades sobre otros casos sin relación e inventando persecuciones que no existen. Una investigación independiente de la ópera de Los Ángeles que dirige Plácido Domingo no es una persecución y, más allá de este caso concreto, la prioridad de grandes óperas como ésta y la de Nueva York es crear un ambiente de trabajo donde no haya acosadores ni acosados.

Pero en España parece que hay más interés en hacer ruido que en romper el silencio.

Aquí no hay diarios con 1.600 periodistas como el New York Times ni publicaciones que tengan el equipo de fact-checkers del New Yorker. Pero, ¿tampoco podemos ser el Indianapolis Star? Ese periódico de Indiana que vende unas decenas de miles de copias destapó a Larry Nassar, el médico y terapeuta del equipo de gimnasia de Estados Unidos condenado por abusar de al menos 250 chicas, entre ellas muchas menores.

La mayoría de los casos sobre los que informan los medios no son tan graves ni tan dramáticos como el de Nassar, pero investigar con tiempo y seriedad es cuestión de prioridades. A menudo falta paciencia, pero no faltan recursos.

Contando con que los cauces legales y policiales son la garantía en un estado de Derecho, la prensa tiene también un papel esencial para establecer los hechos y denunciar los posibles abusos igual que ha hecho con los casos de corrupción grandes y pequeños.

Pero incluso con la voluntad periodística uno de los principales obstáculos para destapar abusos es que el coste social de hablar sigue siendo demasiado alto. La empatía inmediata hacia el poderoso es muy chocante y desanima a cualquiera que haya considerado contar algo alguna vez, casi siempre por el impulso de que no le pase a otras personas. Pienso en algunas amigas y en los tíos que se les han tirado encima aprovechando su posición, con el desdén de quien sabe que a ellas no les conviene hablar, y creo que seguirán calladas. Y eso es una mala noticia para la sociedad.

Algo esencial nos falta. O tal vez nos sobra.

https://www.eldiario.es/zonacritica/Placido_Domingo-metoo-acoso_sexual_6_932016794.html
O sea que según el artículo este de marras, si nos acosan hoy en día, tenemos que dejarnos acosar (no vaya a ser que perdamos los recursos esos de los que habla porque como son fruto de la elucubración, aún no le da por enumerarlos), y denunciar pasados 30 añazos. Pos mu bien, menudo mensaje...
 
Hay un problema muy grave en la sociedad, y los mass media no educan, al contrario, embrutecen a la gente, de la transición sólo hemos obtenido actores de medio pelo, escritores de mala muerte, gente burra, basta, pagada de sí misma, señoritos que nunca han dado un palo al agua y que del mundo no saben nada aunque presumen saber todo. La gente no está preparada, no leen, hay un problema gravísimo.

Gente todo el día amorrada al Sálvame y a supervivientes y a MHYV
Con esas mimbres no me extraña leer ciertas opiniones
Leer lo justito no vaya a ser que les explote la cabeza
 
Cierto, pero no es lo mismo ser un coñazo y un pesado que ser un acosador...Parece que en declaraciones a la radio pública USA lo deja más como un pesado insistente, ante quien se sentía incómoda por su posición, que como un acosador...De hecho señala que su negativa no tuvo consecuencias de ningún tipo.
¿ Al final qué es lo que hay que creer?: ¿Las declaraciones actuales?, ¿Lo publicado por AP?

https://www.larazon.es/cultura/patr...con-domingo-tras-el-presunto-acoso-HK24598690

No es lo mismo un coñazo pesado que un acosador. Para mi coñazo es una persona que intenta o consigue propasarse en gestos y actos hacia mi sin más, es decir, un pesado.

Acosador es una persona que tiene poder sobre mi y que me sugiere que si no consiento en aceptar sus pretensiones no conseguiré lo que me propongo por mis méritos.

Me acuerdo ahora de cuando hice cursillos prematrimoniales antes de casarme. Ha pasado ya mucho tiempo de ello pero lo relato aquí.

Los cursillos no se hacían solo para una pareja sino que nos juntábamos las parejas que nos íbamos a casar casi al mismo tiempo. El cura nos ponía en corro y él de pie nos daba la chapa andando entre nosotros tanto por delante como por detras. Cuando lo hacía por detrás casualmente iba acariciando los cuellos de todas, no de los chicos, sino sólo de las chicas. Daba igual que tuvieran melena, que pelo corto, que cabello recogido en una coleta.

No era cuestión de un día y que le daba por ahí sino de todos los días. Por supuesto que si querías tu certificado de cursillo prematrimonial tenías que tragar con ello. No podías en aquellos tiempos hacerte la indomable...

Cada cual opine lo que quiera pero visto a muchos años atras diría que el cura aprovechaba su status para acariciar a cada una de nosotras en el cuello. ¿Acoso o coñazo?
 
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