Pink Floyd

El día que los cerdos volaron en Barcelona
La banda Pink Floyd ofreció su primer concierto en España hace tres décadas. Algunos de los que estuvieron en aquel espectáculo narran cómo transcurrió

Andrea Nogueira Calvar
Madrid 25 SEP 2019 - 14:50 ART
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Joan Francesc Mataró y Juan Manuel Álvarez posan con la banda tributo Echoes od Pink Floyd. consuelo bautista
El 20 de julio de 1988 el césped del hoy extinto Estadio de Sarriá desprendía el olor húmedo de la hierba mojada. Sobre las nueve de la noche el sol había empezado a caer y en los alrededores del campo de fútbol del Espanyol bullían los coches buscando aparcamiento. 40.000 personas intentaban acomodarse en el recinto. No había ningún partido. Estaba a punto de comenzar el primer concierto de Pink Floyd en España.

No eran ningunos novatos. Fue en 1966 cuando empezaron a presentarse por Londres con el nombre con el que harían mella en la historia de la música. La publicación Melody Maker recogió ese año: “El viernes pasado, The Pink Floyd —aún no se habían desecho del artículo inicial—, un nuevo grupo de Londres, se embarcó en su primer ‘happening’, un baile pop que incorpora efectos psicodélicos y técnica mixta, signifique eso lo que signifique”. Puede que “eso” hiciera referencia a la gran cantidad de LSD que circulaba en aquel momento —entonces esa droga era legal— en el panorama underground de la capital y que está asociado al desarrollo del rock psicodélico que enarboló la banda.

Pink Floyd se forjó en el movimiento contracultural de los años 60, primero con Syd Barrett a la cabeza. Sus letras surrealistas y los sonidos extraterrestres que incluían en sus piezas fueron configurando un sello que quedó acuñado por primera vez en 1967, en el álbum The Piper at the Gates of Dawn, grabado al mismo tiempo y en los mismos estudios, los Abby Road, que Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, de The Beatles. Parece obvia, al menos en el título y el estilo de la portada, la influencia que ejerció la cercanía de los de Liverpool.

Barret dejó el grupo por problemas mentales solo un año después, con Gilmour ya incorporado para suplirle. Si hubo alguna duda de la continuidad del grupo, se disipó rápido. La maestría de los músicos, unida a una curiosidad exacerbada por las artes en general, les llevó a una experimentación acústica y visual la cuál los situó en la vanguardia del rock cósmico.

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David Mataró enseña la entrada del concierto del 88. tolo ramón

Cuando Gilmour, Mason y Wright aterrizaron en España —Roger Waters ya lo había dejado— se trajeron toda la solera de su universo místico. David Mataró tenía 17 años y entonces residía en Barcelona. Iba por la calle cuando vio un cartel que promocionaba la parada del tour The Momentary Lapse of Reason en la ciudad. Su hermano mayor le había inculcado la pasión “por la buena música” y Pink Floyd estaba entre sus grupos favoritos. “Recuerdo que anunciaban como una novedad bestial el sonido cuadrafónico —cuatro altavoces ubicados en las esquinas del recinto—”, apunta David.

Joan Francesc Mataró, el hermano mayor, había descubierto a Pink Floyd a los 13 años. Escuchó los primeros acordes de un disco que le dejaron en la escuela. Lo capturaron. “No puedo olvidarme de aquel momento”, sentencia a sus 55 años. Los Mataró crecieron con aquellas “cosas modernas”, como las llamaba su madre, aficionada a la zarzuela. David le debe a Joan Francesc “los buenos momentos rodeados de vinilos” y sus primeros conciertos; también el de Pink Floyd en Sarriá.

Manel Calza, que entonces tenía 27 años, describe el estadio “a reventar”, con las entradas agotadas hacía días y el calor del verano azotando. Exalta el esfuerzo de jóvenes como él: “Hay que pensar que en aquella época ir a un concierto así era muy caro, tenías que ahorrar tus 4.000 pesetas”. Pink Floyd había tardado 20 años en llegar, pero eso, lejos de desanimar, espoleó a miles de fans, que se movilizaron para verlos. “La gente estaba con el mono de que viniesen y aunque llegaron tarde, con el grupo ya desmembrado, no dejaba de ser un acontecimiento que te hacía mucha ilusión; se había creado un mito, sabías que te iban a sorprender y así fue”, incide Calza.

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Lo primero que impactó a Juan Manuel Álvarez fue la descomunal construcción preparada para el evento, que ya se veía desde el aparcamiento. Con 23 años nunca había visto un montaje así: dos grúas de 50 metros de largo y 40 toneladas de peso se unían a láseres, poleas y luces. Álvarez echó a correr junto a sus amigos, nada más pisar el campo, para encontrar el mejor sitio posible. "Llegamos un poco justos, pero estábamos muy cerca”. Los Mataró, entrevistados por separado, rescatan de su recuerdo los mismos detalles sobre el arranque de aquella noche: el olor a césped mojado, la luz crepuscular, la apoteosis colectiva. Usan incluso las mismas palabras, como suele ocurrir con los recuerdos tantas veces compartidos entre personas cercanas.

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Manel Calza muestra parte de los objetos de su colección, algunos firmados por los músicos. consuelo bautista

Álvarez cita Shine on You Crazy Diamond como la primera canción del evento. “Cuando empezó, se me caían las lágrimas, todo lo que había soñado estaba ahí para verlo. Me acuerdo y me estoy emocionando”, apostilla. El novedoso sonido cuadrafónico, con los decibelios por las nubes, golpeó a todos los asistentes. Calza revive cómo los efectos sonoros que caracterizan a la banda, la caída de monedas o los alaridos de animales, barrían el campo, golpeando al público. “Ese sonido ha quedado olvidado porque en seguida llegó el digital, pero escuchar por primera vez la música que viene de todas partes….”, y lo deja en el aire porque acaba de encontrarse con el sentimiento de aquel instante.

Los grandes temas se fueron sucediendo en un éxtasis colectivo. Money, Welcome To The Machine, Another Brick In The Wall Part Two, Wish You Where Here o One These Days. On the Turning Away se iluminó con mecheros. “La panorámica era impresionante”, exclama Álvarez.El cerdo volador, la cama que parecían caer contra el suelo, el fuego que pretendía quemar a los músicos, la coordinación entre el contenido visual y el espectáculo musical. El ambiente era de ensoñación y catarsis. Todos aseguran que salieron de allí pensando que habían asistido al mejor concierto de su vida.

Al día siguiente la banda actuó en Madrid. La crónica de EL PAÍS decía: “Ante las casi 50.000 personas que abarrotaron el estadio Calderón demostraron que aquellos que hace más de dos décadas aportaron nuevas vías de expresión hoy han cambiado la innovación musical de antaño por investigaciones tecnológicas sobre el concepto del espectáculo. Este rizar el rizo y buscar el más difícil todavía tiene en Pink Floyd unos representantes cualificados”.

Entre los asistentes estaba Juan de Dios Valdés, siguiendo “extasiado y maravillado” el concierto. “Desde los primeros acordes de ‘Shine on Your Crazy Diamond’ hasta el apoteósico final de ‘Run Like Hell’ con el castillo de fuegos artificiales, todo fue un cúmulo de sensaciones liderados por la mágica guitarra de Gilmour”, subraya desde Elche, donde vive.

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Juan de Dios Valdés, con los discos de la banda en su casa. TOLO RAMÓN

Valdés gestiona la página web Ruta Floyd, a la que están asociados los hermanos Mataró, Álvarez y Calza. Además de compartir todo tipo de noticias sobre el grupo, organiza viajes y eventos para celebrar a la banda que idolatra. En su cabeza atesora decenas de datos sobre los músicos; en su casa, todos los discos del grupo.

Seguidores para siempre
Pink Floyd volvió a España en 1994. Todos repitieron experiencia y todos coinciden: aunque el sonido y la ejecución fue mejor, nada iguala la emoción palpitante de la primera vez.

No por ello han dejado de asistir a los conciertos que sus miembros continúan ofreciendo en solitario. Calza ha ido este verano a Francia para ver a Nick Mason. En su casa tiene un cuarto dedicado a los “miles” de objetos que atesora del grupo, algunos de ellos firmados. Ha tenido que “robar espacio” a otras partes de la casa para seguir ampliando la colección. Su mujer, que lo acompañó a aquel primer concierto, lo consiente, dice, porque también es fan. “Aunque no tanto como yo”, matiza.

David guarda la entrada del primer concierto. Lo rememora cada cierto tiempo, cuando de repente suena una canción en la radio y vuelve a buscar los discos, que engulle de una sentada.

Joan Francesc y Álvarez van más allá. Tocan juntos las canciones de su grupo favorito en la banda tributo Echoes of Pink Floyd, que actúa en el área de Barcelona. Álvarez, que es el cantante, se ha puesto para la foto de este reportaje la camiseta que compró en el concierto del 88.

Pink Floyd se reformuló, se enfadó, se perdonó y sufrió la muerte de dos de sus miembros, pero a pesar de todo ha continuado vivo durante 50 años. Como dijo Gilmour en una ocasión: “Es inevitable, el conjunto es mejor que las partes”. Y su música, imborrable.

https://elpais.com/cultura/2019/08/09/actualidad/1565346173_316331.html
 
“The Wall”, de Pink Floyd: 40 años de una obra superior, crítica de la opresión y manifiesto antibélico
Es la última gran ópera rock y su concepto surgió del deseo de la banda de aislarse del público, pero luego se convirtió en una declaración en contra de la alienación y la guerra. Roger Waters sigue manteniendo viva su obra maestra que, a cuatro décadas de su lanzamiento, sigue vigente

Por Daniel Bajarlía
30 de noviembre de 2019



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Roger Waters, en el Wembley Arena de Londres, durante una puesta de The Wall, en 2013 (Shutterstock)



“Madre, ¿debo confiar en el Gobierno?/Madre, ¿ellos me pondrán en la línea de fuego?”, se pregunta Pink, el personaje central de The Wall, la obra más importante de Pink Floyd junto a Dark Side Of The Moon, y en muchos aspectos un alter ego del bajista y líder del grupo Roger Waters. El álbum conceptual, en parte ficticio y en parte autobiográfico, no sólo es una metáfora de la alienación, sino que constituye una crítica a la opresión en sus diferentes niveles, desde la familia hasta el Estado y, por sobre todo, se trata de un manifiesto antibélico, un recordatorio de todos los males que produce la guerra.

Pink es una estrella de rock abrumada por el éxito y los excesos. Toda su vida fue levantando un muro en su mente hasta quedar totalmente aislado de la realidad, encerrado en sus pensamientos, al borde de la locura. Cada ladrillo de esa pared es un hecho traumático: la muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos alemanes en territorio británico, una madre opresiva y sobreprotectora, un maestro abusivo y pendenciero, una esposa infiel y una gran depresión. En su cabeza, carcomido por la culpa y el resentimiento, imagina que es un líder neonazi que, acompañado por un ejército de martillos, ataca a las minorías.







Trailer de la película "Roger Waters The Wall"

El concepto de The Wall fue el fruto del hartazgo que la banda estaba sufriendo a raíz de su popularidad. Sus shows eran cada vez más grandes y se sentían cada vez más alejados de la audiencia.



El hecho que disparó la idea del álbum doble ocurrió en julio de 1977 en Canadá, durante un concierto de la gira “In The Flesh”, título que luego tendrían dos canciones de The Wall que escenifican al personaje principal en plena performance. En ese tour Pink Floyd interpretaba en su totalidad los álbumes Wish You Were Here y Animals. Esa noche un sector del público estaba especialmente intenso y pedía canciones todo el tiempo. De pronto, un fan se acercó demasiado al escenario y Waters, en un ataque de ira, lo escupió. “La gente ya no importaba, sólo nos interesaba cuánto dinero recaudábamos. Me sumergí en una atmósfera de ego y avaricia. La conexión con el público se había ido, era insoportable estar sobre el escenario”, confesó años después a la revista Life And Style.

El episodio derivó en el deseo del bajista de construir un muro que los separara de la multitud, sueño que cumplió durante el breve tour de presentación de The Wall que quedó inmortalizado en el álbum Is There Anybody Out There? The Wall Live 1980–81. Esta gira, de tan sólo 31 shows repartidos en cuatro ciudades, tuvo una de las puestas en escena más ambiciosas de la historia del rock. Mientras la banda tocaba, una pared se iba levantando al pie del escenario para ser derribada al final del espectáculo.

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Pink Floyd y una puesta de The Wall en Earls Court, Londres, en agosto de 1980. (Shutterstock)


Una parte fundamental de estos recitales eran las animaciones y los muñecos inflables gigantes de los personajes creados por el dibujante Gerald Scarfe, que también ilustran el arte de tapa de The Wall y le dan un mayor impacto a la película que dirigió Alan Parker en 1982, basada en la historia que describe el álbum.

En “Goodbye Blue Sky”, que recuerda los ataques aéreos que sufrió Inglaterra por parte de la Alemania nazi entre 1940 y 1941 (la llamada “guerra relámpago” o “Blitzkrieg”), mientras la canción se pregunta por la población atemorizada y las bombas que caen del cielo, una paloma de la paz es despedazada por el águila nazi que luego rasga con sus garras el terreno y deja un rastro de sangre. A continuación aparecen bombarderos en el cielo, personas con máscaras de gas buscando refugio y la bandera del Reino Unido se convierte en una cruz ensangrentada y los soldados caídos se vuelven cruces. La victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial tuvo un costo muy alto, que es el de haber destruido a toda una generación de jóvenes. El interrogante que Pink Floyd deja en esta composición es si todo ese sacrificio valió la pena porque, es cierto, el nazismo fue vencido, pero la guerra y la opresión todavía existen en formas más sofisticadas.


Pink Floyd - Goodbye Blue Sky (fragmento de la película)


Al igual que Pink, Waters perdió a su padre durante la Segunda Guerra Mundial en la batalla de Anzio, Italia. Le dedicó un tema titulado “When The Tigers Broke Free” que fue descartado del álbum, pero incluido en la película y lanzado como simple (en CD recién estaría disponible en los 2000 en el compilado Echoes y en la reedición de The Final Cut).

Su abuelo también cayó en combate en la Primera Guerra, por lo que los conflictos armados dejaron profundas secuelas en su vida personal que el músico trató, a modo de catarsis y de condena, tanto en The Wall como en The Final Cut, el siguiente disco de Pink Floyd.

Para comprender de manera acabada el mensaje antibélico de The Wall hay que escuchar The Final Cut, el último trabajo que el músico grabó en 1983 antes de abandonar la banda. Muchas de las canciones que lo integran pertenecen al mismo período de The Wall (“The Hero’s Return”, “Your Possible Pasts”, “One Of The Few”) y algunas estaban destinadas a la película. De hecho, el proyecto iba a funcionar como banda sonora del film de Alan Parker, pero, al desatarse la Guerra de Malvinas, Waters reescribió el concepto y convirtió el álbum en una declaración en contra de la guerra en la que califica a los gobernantes de traidores por faltar a la memoria de los caídos, héroes que sacrificaron su vida por un mundo más pacífico. Es el “sueño de posguerra” sobre el que gira esta obra conceptual. The Final Cut es prácticamente un trabajo solista, muy personal, con un aporte mínimo de sus ex compañeros.





"Another Brick in the Wall", Pink Floyd





El contenido político de The Wall no solo se limita a la guerra. El gran éxito del álbum, Another Brick In The Wall (Part 2) critica con una base de música disco al sistema educativo británico, excesivamente severo y cruel. En la película, Pink es ridiculizado por su maestro –que, a su vez, en su hogar es reprimido por su esposa-, al descubrir un poema que escribió en clase (una estrofa de “Money”, el clásico de Dark Side Of The Moon) y leerlo en voz alta a modo de burla frente a toda la clase. Acto seguido, el protagonista de The Wall imagina a los alumnos revelándose y destruyendo el colegio al grito de “No necesitamos educación, no necesitamos control mental”. La canción fue prohibida en Sudáfrica cuando se convirtió en un himno de los estudiantes que protestaban contra el apartheid en los establecimientos educativos.

¡Derriben el muro!

The Wall es considerada la última gran ópera rock. Vio la luz el 30 de noviembre de 1979, dos meses antes del inicio de una nueva década en la que el rock progresivo pasaría a la historia. Luego de las explosiones del punk y del disco a fines de los ’70, fue la música de sintetizadores y cajas de ritmos la que dominó el pop.

En el plano internacional, la Guerra Fría se había entibiado debido a la crisis en la que estaba la Unión Soviética, que derivó en una apertura política (Glasnost) y económica (Perestroika), y que alcanzó su clímax a fines de 1991 con su desmembramiento.

Ante el pedido de los fanáticos de volver a ver los impresionantes shows de The Wall, Roger Waters dijo que era imposible debido a su altísimo costo de producción y montaje. El tour había sido breve porque había ocasionado pérdidas. Sin embargo, había dejado una puerta abierta: solo lo haría de nuevo si desmantelaban el muro de Berlín “como una celebración de la liberación del espíritu humano”, había expresado.





Roger Waters con Van Morrison y The Band - Comfortably Numb (en vivo en Berlín)

Cuando finalmente cayó el muro el 9 noviembre de 1989, Waters decidió cumplir con su palabra y al año siguiente volvió a interpretar The Wall en su totalidad en uno de los terrenos que se encontraban entre ambos lados del muro, entre la Puerta de Brandeburgo y la Potsdamer Platz, dos de los puntos más emblemáticos de la ciudad. El ex líder de Pink Floyd convocó a artistas del Este comunista y el Oeste capitalista, como los alemanes Scorpions y Ute Lemper, The Band, Bryan Adams, Sinnead O’ Connor, Cyndi Lauper, Joni Mitchell, Van Morrison, la Orquesta Rundfunk de Berlín Oriental y la banda y el coro del Ejército Rojo, entre otros.

El show cerró con “The Tide Is Turning”, la canción final del álbum solista de Roger Waters Radio K.A.O.S. (1987), que critica el uso de la guerra como entretenimiento (“Quién es mejor/Quién es más fuerte…/El Este o el Oeste/Esa es la porquería que nuestros hijos están aprendiendo”), pero a su vez tiene un mensaje de esperanza. La Guerra Fría había terminado y, como bien reza el título del tema, la marea estaba cambiando. Por primera vez, luego de casi 30 años divididos, los habitantes de ambos lados de Berlín pudieron compartir juntos un espectáculo histórico.

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The Wall en Berlín, Alemania, 1990 (Shutterstock)



El muro se vuelve a levantar

En 2010, sacando provecho de los avances tecnológicos, el antiguo bajista de Pink Floyd decidió recrear los míticos shows de The Wall en una gira mundial que duró tres años y que dejaron una película y un disco en vivo. Waters consideró que los conceptos que motivaron el álbum todavía estaban vigentes en el siglo XXI. “En estos años se me ocurrió que tal vez las historia de mis miedos y mi pérdida con su concurrente e inevitable residuo del ridículo, la vergüenza y el castigo sea una alegoría de mayores preocupaciones: el nacionalismo, el racismo, el sexismo, la religión, ¡lo que sea! Todas estas cuestiones e “ismos” son motivados por los mismos miedos que tuve en mi juventud”, explicaba en el programa del espectáculo.





Pink Floyd tocando "Mother" en uno de los shows de la gira de The Wall en 1980

Así, en la nueva versión del show las canciones tienen un mensaje político recargado. “Mother” ya no es la madre sobreprotectora sino el Gran Hermano que vigila, mientras que “Bring The Boys Back Home” ya no evoca a los soldados de la Segunda Guerra Mundial sino a todas las que siguieron después, en especial las de Irak y Afganistán. A “Another Brick In The Wall” Waters le sumó una pequeña balada sobre Jean Charles de Menezes, el inmigrante brasileño que fue asesinado por la policía británica, que lo confundió con uno de los terroristas sospechados de haber cometido el atentado en el subte de Londres en 2005.

De Menezes es otro ladrillo en la pared, al igual que los miles de inocentes que fueron víctimas del terrorismo y de los conflictos armados. Para recordarlos, Waters pidió a sus seguidores que subieran a sus redes sociales imágenes e historias de sus seres queridos abatidos para proyectarlas sobre la pared en medio del intervalo que separaba ambos sets del recital. Podrán ser ladrillos para los Estados y el establishment, pero no para sus afectos.

El concepto de la mencionada "Goodbye Blue Sky" también fue revisitado. Ya no remite al Blitzkrieg sino a las instituciones que provocan la guerra, como las religiones, el capitalismo, el comunismo y las grandes corporaciones.

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Roger Waters y The Wall Live en el estadio Wembley, en Londres (Shutterstock)



En 2017 Waters editó su primer álbum con material nuevo en 25 años, Is This The Life We Really Want?, en el que vuelve a calificar la guerra como un negocio. Fue presentado en la gira “Us + Them” en la que, junto con temas de Pink Floyd de Animals, The Wall y The Final Cut su mensaje pacifista adquirió más fuerza. Para él, hoy existen dos muros que deben ser derribados, el que construyó Israel en el límite con Palestina y el que Trump está levantando en la frontera con México.

Roger Waters sostiene que los miedos que erigen paredes en nuestras cabezas son los mismos que llevan a la alienación y que motivan la construcción de grandes extensiones de cemento en las fronteras, kilómetros de hormigón que lo único que producen es desigualdad, pobreza y división. Pasaron muchas cosas en cuarenta años, pero de 1979 a hoy, todavía existen muchos ladrillos que aíslan a millones de personas. Mientras existan, The Wall siempre nos recordará que vale la pena luchar por derribarlos.

 
The Wall, de Pink Floyd, cumple 40 años: un martillazo en la pared que sigue resonando
El disco de la banda británica marcó un antes y un después en la historia de la banda, y también en la de mucha gente. A cuatro décadas de su lanzamiento, su vigencia sigue intacta


Eduardo Barone
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29/11/2019 - 17:00

El Planeta Tierra, tercero del Sistema Solar, dentro de la Galaxia conocida como Vía Láctea, era un mundo tan distinto en el año de 1979 que un disco doble perteneciente a una banda de rock podía producir un mega éxito de la noche a la mañana. Y comenzar una espiralada y vertiginosa carrera de ventas que hasta la fecha asciende a treinta y tres millones de unidades.

Millennials y centennials, sin comentarios por favor!. Estamos hablando aquí de un fenómeno que ustedes jamás conocerán de primera mano, lamentablemente. Para cuando el cuarteto británico de rock progresivo Pink Floyd lanzó esta maravilla titulada The Wall (en vinilo y casete, aún el cd estaba en pañales y no participaba) el 30 de noviembre de ese año en Inglaterra y el 8 de diciembre en Estados Unidos, el mundo era otra cosa.


Las grandes potencias nucleares ya habían reunido tal cantidad de armamento atómico que se jactaban de poder destruir el planeta unas veinte o treinta veces. En caso de que la primera no resultara tan efectiva. Jimmy Carter gastaba sus últimos cartuchos antes de cederle el sillón de la Casa Blanca a Ronald Reagan, presidente de espíritu especialmente agresivo, ex actor de Hollywood, quien tenía en mente desarrollar un escudo espacial (“La Guerra de las galaxias” fue el nombre irónico que le asignaron sus detractores) para protegerse de “el mal encarnado por la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas)”.

Antes de eso, el mismo actor/presidente había propuesto un programa conocido como Destrucción Mutua Asegurada. Pero mejor no quieran saber de esto porque no van a poder conciliar el sueño durante varias noches. En el medio aparece otra figura siniestra en el horizonte político mundial: Margaret Tatcher, conocida como “La Dama de Hierro”, quien tres años mas tarde iba a liderar la recuperación de las Islas Malvinas a través de una absurda guerra desigual.
Así que no es nada difícil imaginar el clima social, político, económico y bélico que reinaba en esa época y que, definitivamente, inspiró esta oscura obra de Pink Floyd. ¿O quizás deberíamos decir que esta es la obra de un solo hombre llamado Roger Waters?

Roger Waters se erigió en el generador de la idea madre del proyecto. (Captura del documental Behind the Wall)

Roger Waters se erigió en el generador de la idea madre del proyecto. (Captura del documental "Behind the Wall")

The Wall comenzó a grabarse en los primeros días de abril de 1979 y se terminó de mezclar en la primera semana de noviembre, en tres estudios distintos de Inglaterra, La Costa Azul y Los Ángeles. Definitivamente Waters se aquí erige como el generador de la idea madre del proyecto, compositor del 95 por ciento de las canciones incluidas en el álbum y la voz principal que asume el rol de “Pink”, un ficticio (aunque no tanto) personaje alienado por los miedos, el encierro y la locura, que va vertebrando toda la ópera, de comienzo a final. Porque de eso se trata este trabajo. Es ni mas ni menos que una ópera, o cuanto menos un trabajo conceptual.

Para quienes no están familiarizados con el término, “conceptual” es un término desarrollado por el rock desde mediados de los años '60, donde todas las canciones incluidas en un álbum aluden a un mismo tema o comparten cierto aire temático familiar. Para dar algunos ejemplos, cuando aparece The Wall, ya los Who habían parido Tommy (1969, ahora sí, reconocido como la primera gran ópera del rock) y Quadrophenia (1973), Mike Oldfield había grabado Tubular Bells (1973), y hasta en Argentina nos habíamos sumado al concepto cuando Vox Dei apareció en 1971 con La Biblia bajo el brazo, y sin el calefón.

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En el medio, antes, durante y después, una larga lista de bandas y solistas ya habían publicado sus obras conceptuales. Desde los Beach Boys (Pet Sounds) hasta The Beatles con el lado B de Abbey Road. Sin embargo, ninguno de esos trabajos había logrado el impacto a nivel planetario como sí lo iban a conseguir Waters y sus enemigos de banda.

Digo…amigos de banda. Perdón. Bueno, es que en verdad The Wall es el disco que termina produciendo la ruptura interna definitiva de Floyd. Aquí es donde Waters se boxea con David Gilmour, con el baterista Nick Mason y con el tecladista Richard Wright. La cosa venía mal desde el principio. Les cuento un poco la historia y ustedes sacarán conclusiones.

Así es la tapa original de The Wall.

Así es la tapa original de "The Wall".

Tal parece que para 1978 Waters tenía dos proyectos en carpeta. Uno era para grabar con la banda, pero el otro quería hacerlo en plan solista. El tipo no hacía mas que seguirle el juego a sus compañeros. Gilmour ya había sacado su primer disco en solitario, al igual que lo haría Wright unos meses después, mientras que el buenazo de Nick Mason se encontraba produciendo un álbum de la excelente banda inglesa The Damned.

Mas o menos por julio de ese año Waters reúnió al grupo para presentarles ambos proyectos. Uno eran las cintas (demos) de The Wall, pero que en ese momento él llamaba "Bricks". El otro eran las canciones que muchos años mas tarde serían conocidas como Los Pro y Los Contra de Hacer Dedo (1984), que grabó con Eric Clapton, el actor Jack Palance y el director de orquestas y arreglador Michael Kamen, el mismo que iba a trabajar las partes orquestadas en The Wall.

David Gilmour sumó su talento para la composición de Comfortably Numb, uno de los hits del álbum. (Captura del documental Behind The Wall)

David Gilmour sumó su talento para la composición de Comfortably Numb, uno de los hits del álbum. (Captura del documental Behind The Wall)

El tono cuasi dictatorial con que había encarado al resto de la banda cayó bastante mal a sus socios. Como también la selección del productor discográfico, cuando Roger les dijo que ya había elegido a Bob Ezrin para tales efectos. Ezrin, un productor canadiense notable dentro del escenario del rock, venía de hacer los ocho primeros discos de Alice Cooper, el Destroyer de Kiss, el primero de Peter Gabriel y nada menos que Berlín, para Lou Reed. O sea que credenciales, al tipo le sobraban.

“Roger, por lo menos consultá”, parece que le dijeron sus compañeros. Pero Roger no tomaba nota y se emperraba en encarnar a un sujeto agresivo, egoísta y bastante autoritario, curiosamente parecido al Pink de su propia obra. Las mayores tensiones se daban entre Waters y Wright, y a tal punto llegó el tema que en un momento, con la grabación del disco doble por delante, el bajista convenció a Mason y a Gilmour para que entre todos lo despidieran al histórico tecladista del grupo, algo que, en efecto, sucedió. Más adelante, arrepentidos y algo avergonzados, volvieron a contratar a Wright para las giras. Pero ya era tarde. Las heridas estaban abiertas.

Richard Wright, que se había auto-exiliado momentáneamente en Grecia, jamás le perdonó a Waters esa acción.

Así las cosas, comenzaron las grabaciones de lo que sería finalmente uno de los mayores discos de culto dentro del rock y, peleando cabeza a cabeza con El lado oscuro de la luna, la obra cumbre de Pink Floyd. Como The Beatles, que conforma su podio con Sgt. Pepper, el White Álbum y Abbey Road, hay tres discos de Floyd que se erigen en la cima de la pirámide artística de la banda de Cambridge: Dark Side…, Wish You Were Here y, finalmente, The Wall.

The Wall es, además, el disco número once de su carrera, y su segundo álbum doble -el otro había sido Ummagumma-, que encima posee el récord de ser el disco doble mas vendido en la historia del rock mundial. O sea que Waters no estaba tan equivocado al proponer esa obra, y sus compañeros mucho menos al elegirla para grabar.

El diseño del escenario era muy ambicioso, y el resultado de la gira dio números negativos. (Captura del documental Behind The Wall)

El diseño del escenario era muy ambicioso, y el resultado de la gira dio números negativos. (Captura del documental Behind The Wall)

En cambio la gira de presentación no fue tan exitosa en términos económico. El diseño del escenario, producto del cerebro de Mark Fisher, no iba de la mano con la capacidad logísitica de la época, ni tampoco con la disponibilidad de una tecnología que respondiera a semejante demanda. Aún así, se llevaron a cabo 31 presentaciones, distribuidas entre Los Angeles, Nueva York , Dortmund y Londres.

Pero también hay aquí otras aristas, y el álbum puede incluso tomarse como una obra premonitoria de futuros acontecimientos político-sociales que iban a acontecer de manera estrepitosa, comenzando por el derrumbe de esa otra gran pared que era el Muro de Berlín, exactamente diez años después de la publicación del disco.

Para entonces Waters, ya definitivamente separado del cuarteto y siempre atento al marketing, propuso un The Wall Live in Berlin, a sólo ocho meses de la caída del Muro, y convocó para su realización a un cast de estrellas mundiales como Joni Mitchell, Sinnead O´Connor, Bryan Adams, Cyndi Lauper, Van Morrison y The Band, entre muchos otros. Pero esa es una historia aparte.


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Volviendo al año de 1979, ¿qué cosas estaban sucediendo en el rock argentino y en nuestro país en líneas generales?. El panorama político local se encontraba oscurecido por “los años de plomo” generado por el golpe de estado encabezado por el general Jorge Rafael Videla tres años antes. Para cuando llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (de la que formaba parte Patricia Derian, enviada por el gobierno de Carter), Videla ya hablaba de una guerra, lisa y llana, entre guerrilleros y militares y se escudaba en ella para justificar los miles de civiles desaparecidos.

El rock criollo no la tenía fácil y algunos artistas debieron exiliarse o emigrar. Entre ellos Moris, que en ese 1979 publicaba su primer disco grabado en España. Los que se quedaban intentaban un complicado equilibrio que los mantuviera con vida al tiempo que eran víctimas y testigos de la censura de sus canciones en las radios y canales de televisión de la Argentina. La astucia y la fina ironía de algunos de esos músicos consiguió sin embargo saltar el cerco de ese clima tan asfixiante.

En 2205 la banda se volvió a juntar, para tocar en el marco del Concierto Live 8 en el Hyde Park de Londres. (AFP PHOTO John D Mc Hugh)

En 2205 la banda se volvió a juntar, para tocar en el marco del Concierto Live 8 en el Hyde Park de Londres. (AFP PHOTO John D Mc Hugh)

Gracias a ciertas argucias y unas letras crípticas que encerraban meta-mensajes Seru Girán, con Charly García a la cabeza, publicaba La Grasa de Las Capitales, y Luis Alberto Spinetta se camuflaba como cantor pop anglo para editar Only Love Can Sustain, el disco grabado en los Estados Unidos y producido por su amigo Guillermo Vilas.

En tanto, el super grupo Tantor editaba su primer álbum y Pastoral, en cambio, el que marcaría el final de su carrera. Y mientras una parte importante de la población deliraba con el dólar barato de la “plata dulce”, otra menos significativa se asombraba al traducir las letras de The Wall, recién llegado a estas tierras a través de El Agujerito, una emblemática disquería ubicada en un pequeño local de la Galería Bond Street.

Inconfundibles, los martillos diseñados por Gerald Scarfe son un símbolo de la obra de Floyd.

Inconfundibles, los martillos diseñados por Gerald Scarfe son un símbolo de la obra de Floyd.

Obviamente, un tema como Another Brick On The Wall -Part II no iba a pasar desapercibido para los censores de turno. Y así fue entonces como lo mandaron de volea a engrosar las tristemente célebres “listas negras” de la difusión de música en radio. Mientras, en el mundo pasaba otra cosa.

Another Brick In The Wall- Part II se había transformado en un fenomenal ariete que abría cualquier puerta. Esta segunda parte de las tres en que está dividido el tema, era decididamente una canción de protesta adornada con un ritmo casi casi de música disco. que retrataba el rigor de los maestros de escuela británicos en la década del '50. Para lograr el famoso coro de niños (sí, ese que todos tarareamos en el auto cuando lo pasa FM Aspen por millonésima vez) se utilizaron a 23 niños y niñas de entre 12 y 14 años de edad, provenientes de la escuela Islington Green, que estaba a un par de cuadras del estudio de grabación donde Floyd se encontraba cocinando la obra en cuestión.


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Todos aquellos niños han pasado hoy la barrera de los 50 y suelen comentarles a sus hijos: “Eh!, ahí estoy yo cantando”, cuando la canción suena en la radio. Por supuesto, nadie les cree. Se dice que los niños cantaron gratis, y que la escuela recibió mil libras esterlinas por el “favor”. También se comenta que varios de esos coreutas improvisados actualmente le están haciendo una demanda al grupo con la intención de cobrar algún tipo de regalías. Tarde piaron. Andá a llorarle a Bob Ezrin.

The Wall, el álbum que hoy cumple 40 años, encierra en sus entrañas las vivencias, los miedos, la paranoia, las obsesiones y el sufrimiento sicológico padecido por Roger Waters durante su niñez. Su padre había muerto en combate, en la famosa batalla de Anzio, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando él apenas tenía un año de edad.

Una imagen repetida y con fuerte carga simbólica, la de Roger Waters, en River Plate, en 2012, en una de las 9 presentaciones de The Wall Live. (EFE/ Cézaro De Luca)

Una imagen repetida y con fuerte carga simbólica, la de Roger Waters, en River Plate, en 2012, en una de las 9 presentaciones de The Wall Live. (EFE/ Cézaro De Luca)

Su madre, adherente al Partido Socialista Británico, tuvo siempre un tono sobreprotector y condescendiente para con el futuro bajista. Eso está muy bien retratado en el tema Mother, que, muy lejos del grito desgarrador de Lennon por su madre muerta en un accidente, en aquel disco de la Plastic Ono Band (1971), describe aquí a un personaje de perfil sicológico perturbador y a todas luces avasallante.

¿Pero, es The Wall una obra totalmente Waters?. La respuesta es sí: los 26 temas que conforman el álbum están firmados por él, y sólo en cuatro hay una co-autoría junto a David Gilmour. Entre esos cuatro, es verdad, figura el otro gran éxito del álbum, Comfortably Numb. La vigencia y la actualidad de este disco (no sólo dado en lo que las letras manifiestan sino en la calidad sonora de las composiciones) son innegables.

Y así como Waters quiso reflejar oportunamente el avance del nazismo en la Europa de Hitler, de la misma manera (aunque de modo mucho más sutil) hoy podría aplicar perfectamente, entre otras situaciones, a las políticas neoliberales implementadas en distintos puntos del planeta o al famoso muro que viene construyendo Donald Trump en la frontera entre los Estados Unidos y México.

El padre de la criatura. Roger Waters es el verdadero Pink. Aquí, en acción, en River, en 2012. (AFP PHOTO / Juan Mabromata)

El padre de la criatura. Roger Waters es el verdadero Pink. Aquí, en acción, en River, en 2012. (AFP PHOTO / Juan Mabromata)

Esa actualidad y resiginificación llevó a Waters a montar su megagira The Wall Live, que comenzó el 15 de septiembre de 2010, y se extendió hasta el 21 de septiembre de 2013, con un récord de presentaciones en Buenos Aires, donde el músico dio 9 shows, en el estadio de River Plate, entre el 7 y el 20 de marzo de 2012.

De alguna manera, lo de Waters, queridos amigos, fue al mismo tiempo que una lectura personal de la historia un ejercicio de premonición. Alienaciones, encierro, paranoia, locura colectiva por el consumo, indiferencia, segregacionismo; de todo eso y mucho más habla The Wall, una obra que aún hoy, cuatro décadas después de haber sido construída, ilumina con su luz las costas más oscuras de la humanidad.

 
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