Kitin Muñoz y Letizia estuvieron liados. Libro "La soledad de la Reina" (Pilar Eyre) - Contenidos

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OTRAS "PERLAS" DEL LIBRO

EL NOVIO SORPRESA. Letizia Ortiz tenia pareja cuando conocio al principe Felipe. Pero segun la autora de La soledad de la reina no se trataria de David Tejera, su companero en CNN+ sino de Kitin Munoz. Segun especula Eyre, la relacion duro dos meses, hasta que el aventurero conocio a la princesa Kalina de Bulgaria. Para retirarse galantemente, presento a Letizia al principe, que entonces aun estaria saliendo con Eva Sannum. Esta version difiere de la oficial que sostiene que los principes de Asturias se conocieron en una cena en casa de Pedro Erquicia.
 
Última edición por un moderador:
Pues viendo el repuesto de Kitín, miedo me da lo inaguantable que debe ser Prepotentizia para que se la quitara de encima y se la colocara a otro. Y muy POCO debió significar para él para pasársela a un colega, de lo que deducimos que era un mero rollo sexual..... Recapitulando; Tejera, Kitín y el Prepi simultáneamente.... que sepamos. Si si, todos tenemos un pasado, pero como ese muy poquitas. Basta ya de tonterías!

Bueno, pues con un pelín de suerte a ver si entre el Urdanga y la inestimable ayuda de Pilar Eyre desvelando verdades como puños se acaba mantener a esa panda degenerados!! En el libro que va a presentar la semana que viene sobre la Reina pone al Rey como adúltero recalcitrante (ya lo sabíamos) pero que ha hecho sufrir a Sofi una barbaridad y eso ya no mola... El campechano ha puteao a su mujer toda la vida y eso le resta simpatía y adeptos. Oooooooooh...
 
En el adelanto del libro de Pilar Eyre, hay otras perlas interesantísimas:


Sobre una mesa de comedor, el 2 de noviembre de 1938, nació esta mujer de destino prodigioso, princesa pobre de un país pobre, y hasta los ocho años tuvo la vida errante de los exiliados. Europa se desangraba durante la Segunda Guerra Mundial pero nadie quería acoger a la familia real griega, que no tenía dinero, ni influencias, ni futuro. «¡No los quiero aquí!», bramaba Faruk, rey de Egipto. Qué diferente el exilio de la Familia Real española, siempre en buenos hoteles o elegantes residencias en Cannes, Roma, Suiza o Estoril, mientras los griegos malvivían en cabañas de Sudáfrica llenas de ratas que metían la cabeza en los tarros de crema de Federica. A veces comían las hierbas que crecían a los lados del camino, tenían pulgas y chinches y debían hacer pañales para los pequeños con trapos viejos y papeles de periódico. Sofía se metía corriendo en la cama de la niñera y se tapaba los oídos para no oír las bombas. ¡No, que nadie me hable de la dureza del exilio de don Juanito!

El aislamiento y el desarraigo convirtieron a Sofía en una niña introvertida y huraña, apabullada por la extraordinaria personalidad de sus padres. El rey Pablo, del que se dijo que había mantenido unas relaciones homosexuales en su juventud que noveló incluso Truman Capote en su libro Plegarias Atendidas, fue un gran místico que creía en la transmigración de las almas y pensaba que en otras vidas. Federica y él ya se habían amado ¡Su madre, Federica, fue una experta en física cuántica! Era la mano que mecía el trono, mereció ser portada de Time y fue quien dijo a su hija: «¡Las princesas no lloran!»; y «Tú te casarás con un príncipe real».

¿Amores de juventud? Por supuesto, debajo de la apariencia impasible de Sofía, late un corazón apasionado y algo ingenuo. Los hijos de los armadores, los reyes del mar, los Ambatielos, Goulandris, Livanos, pretendieron su mano pero Federica los descartó de un plumazo. Eduardo de Kent, primo de la reina de Inglaterra, fue durante un tiempo un posible candidato hasta que se casó con otra. Pero Sofía debía padecer un gran amor no correspondido: Harald de Noruega.

Esa etapa de su vida es sobre la que más se ha mentido, la reina ha explicado con sequedad que apenas conocía al príncipe noruego. Señora, ¿para qué están las hemerotecas? Sofía se enamoró de este dios Thor aficionado a la vela, como ella, pero muy limitado de mente, de esa forma persistente y tenaz que sólo tienen los grandes tímidos. Su padre, el rey Pablo, llegó incluso a reclamar al parlamento griego una dote de nueve millones de dracmas para la boda de su hija, que el primer ministro Karamanlis redujo a la mitad, una cantidad que pareció ridícula al padre de Harald. Éste estaba muy enamorado de una modistilla con tendencias suicidas, Sonia Haraldsen. Y al mismo tiempo mantenía una fuerte relación sexual con una atractiva azafata. Estas aventuras, explicadas en el tono comedido propio de los años 50, llenaban la incipiente prensa del corazón de la época, aunque las revistas noruegas siempre se manifestaron en contra de la candidatura de Sofía.

Cuando parecía que el compromiso entre Sofía y Harald iba a anunciarse, durante la boda precisamente del duque de Kent en Londres, el 8 de junio de 1961, irrumpió Sonia, que había ahorrado dinero para este viaje haciendo de dependienta. Le dijo a Harald que si se emparejaba a Sofía, se tomaría un tubo de pastillas y el príncipe noruego se enfrentó a su padre y le dijo que su decisión estaba tomada: se casaría únicamente con Sonia. Aquí Sofía no tuvo más remedio que tirar la toalla. Humillada públicamente, apesadumbrada y con el corazón roto, se fijó en Juanito y Juanito se fijó en ella. Los padres ya habían hablado, Federica, «el mejor soldado de Europa», según la definía Truman, había invitado a los condes de Barcelona a Corfú para que se recuperaran de la trágica muerte de don Alfonsito.Quizás también los dos príncipes se reconocieron como iguales y no únicamente por la pureza de sus sangres: ambos eran víctimas de padres ambiciosos pero debían labrarse su futuro en soledad.

El compromiso fue tan inesperado que los amigos de Portugal creían que era Irene la novia escogida por Juanito. Un Juanito de larga experiencia, a pesar de contar sólo con 21 años. A su amante, la ardiente y escandalosa condesa Olginha de Robilant, le enseñó el anillo de pedida de Sofía en la última noche que pasaron juntos en una sórdida pensión romana:
-Lo he comprado con mi dinero.
¡Ingenua mentira! En realidad los rubíes pertenecían a una botonadura de su padre.

Los preparativos de la boda fueron atroces, incluso con violencia física.

Las pretensiones de Federica fueron tales que más tarde el duque de Alba, que actuaba en nombre de Victoria Eugenia, explicó:
-La reina de Grecia casi llegó a pegarme un bofetón.
Federica le decía con desprecio a Juanito:
-Eres un desgraciado… eres una m…, menos que nada…
La pareja posó para los periodistas en el jardín de la Vieille Fontaine de Lausanne. En el comedor, Federica y Victoria Eugenia se enfrentaron violentamente por la posición de cada una en las fotografías.

Se casaron el 14 de mayo de 1962 entre fuertes tensiones: Franco vigilaba desde Madrid con orden expresa de que a don Juan no se le recibiera con el Himno Real sino con un pasodoble mientras Alfonso de Borbón planeaba cual ave de rapiña sobre el hipotético trono español. Por su parte, Juanito iba con el brazo roto y Sofía tuvo que tomar pastillas para tranquilizarse. La noche de bodas la pasaron en el camarote principal adornado con iconos rusos y cuadros impresionistas del único yate negro del mundo, el Creole, que les cedió Niarchos. Aunque probablemente no aprovecharon mucho ¡el yeso que Juanito tenía en el brazo se había pegado a la piel y su hombro estaba en carne viva!
La intimidad matrimonial duró tanto como vivió Franco. ¡Sofía tenía muy claro lo que se esperaba de ella! Que diera varones a la dinastía y que fuera una buena compañera en la larga marcha de su marido hacia el trono, aunque para ello debieran vivir como prisioneros en una Zarzuela erizada de micrófonos. El mismo Franco comentaba de los que en la intimidad llamaba los Juanitos:
-Son muy buenos los dos, llevan vida de reclusos, intachables…

Doña Carmen confesaba que el aspecto aniñado de Doña Sofía y su mirada maliciosa le habían robado el corazón a su marido. ¿Que había que halagar a Franco y a la señora? Sofía asistía a las meriendas azules de doña Carmen, rezaba el rosario con ella delante del brazo incorrupto de Santa Teresa, despotricaba contra la nobleza afecta a don Juan y abominaba de las costumbres modernas. Incluso pedía consejo sobre la educación de sus hijos. También tocaba la fibra sensible del matrimonio y les decía a los principitos ante aquel al que en Estoril llamaban enano despreciable:
-Al general llamadlo abu.
Claro que Franco no se olvidaba de preguntar nunca a su embajador en Portugal por don Juan:
-¿Qué hace en Villa Giralda el borrachín aquel?
En el porche, donde estaba seguro que nadie les escuchaba, Juanito le confesaba a su mujer:
-Qué duro es bandearse entre los dos viejos.

Se refería a su padre, que emitía soflamas inflamadas contra Franco desde Estoril, y al Caudillo, pero Sofía se ponía un dedo en los labios y le hacía callar. Habían descubierto que el portero de Zarzuela pasaba información a El Pardo.

Aunque cuando Franco hablaba de sus Juanitos ponía mirada soñadora, desconfiaba de la sangre caliente de los borbones y le ordenó a Armada que redactara un código de conducta que sus pupilos debían seguir obligatoriamente: «Rezar… hacer deporte, no contar chistes…no aceptar regalos, no tener amigos…». Y el último punto, el que más gustaba a Sofía: «Vida personal impecable, que la princesa sea la principal ocupación del marido…».

Los años de hibernación, 13, fueron, paradójicamente, los únicos felices en la vida de Sofía. Juanito no hacía nada sin consultárselo a ella, no salían nunca el uno sin el otro. Lo recordaba ella más tarde con nostalgia: «Juanito y yo hablábamos de política todo el día». Juntos se enfrentaron al peligro para sus intereses que representaba Alfonso de Borbón Dampierre, que se casó con la nieta de Franco. En la sombra doña Carmen empezó a conspirar para que Carmencita se sentara en el trono de España, pero Franco nunca se volvió atrás en su decisión. Pesó en su ánimo el cariño que le tenía a la princesa:
-Doña Sofía es muy inteligente, no le gusta la inmoralidad de la corte, es muy austera.

Pero todo terminó el día de la muerte del caudillo, el 20 de noviembre de 1975. El decálogo de Armada acabó en el más remoto de los cajones -es de suponer que de vez en cuando Sofía lo desempolvaría y se abrazaría a él- y Juanito se dio cuenta de que él también era un Borbón, con todas sus consecuencias. Me lo contó un íntimo amigo suyo:
-¿Quién podía resistirse? ¡Se le ofrecían todas!
Yo pregunté:
-Fue cuando estuvo con…
-¿Una sola? ¡1.500!

La primera vez fue un sábado, a las 11h. Enero, 1976. He aplicado a este suceso, y a los otros del mismo estilo, los rigurosos métodos de investigación que aprendí como reportera en Interviú hace muchos años y puedo reconstruir minuto a minuto el día de autos.
La reina les dijo a sus hijos:
-Venga, vamos a darle una sorpresa a papá, que está cazando.
La sorpresa se la llevó ella. En los montes de Toledo.

La primera reacción, coger pasaje para irse a la India, con su madre. Pero antes tuvo que apurar el cáliz de su vergüenza: ir a una presentación de embajadores por la mañana y asistir a un partido de fútbol entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid por la tarde. Ahí se puso la máscara de reina, la sonrisa impasible, los ojos entrecerrados, que ya no se ha quitado nunca.

Los periódicos, desconcertados, dieron noticias contradictorias de este viaje. Sólo Felipe hablaría en el colegio de aquella semana:
-Había mosquitos… hacía mucho calor… sólo salíamos de noche.
Es de suponer el consejo que le daría la reina Federica a su hija:
-¿Qué vas a hacer si te separas y renuncias al trono? ¡Mírame a mí! ¿Te gustaría pasar por lo que yo he pasado, vivir como estoy viviendo?

La que fue reina de Grecia vivía castamente en un ashram en Madras junto a un maestro llamado Mahadevin. Aquello marcó un antes y un después en la vida conyugal de Juan Carlos y Sofía. Se hicieron reformas en Zarzuela, el dormitorio de la reina se puso en el primer piso, el del rey en el segundo. Y nunca más.

Quizás no han sido 1.500. Hay que reconocer que también hay mucha leyenda urbana al respecto, pero ha habido muchas y algunas han llegado a salir en biografías y en periódicos. El mismo rey confesaría en la intimidad con ironía: «Hay que tener cuidado con estas chicas metidas a artistas». Pero don Juan Carlos, que conoce a los españoles como si los hubiera parido, sabe que ser mujeriego puntúa a su favor. Poco antes de escribir este libro, un ilustre monárquico le alertaba sobre una campaña en su contra. Don Juan Carlos repuso con desenfado:
-¿Y qué van a decir de mí, que tengo novias? A mí que más me da ¡al menos eso será cierto!

Su actitud ejemplar en el 23-F lo convirtió en un dios, y a los dioses no se les piden cuentas de sus actos, Manuel Prado lo dijo muy claro: «Aquella noche se consolidó de verdad la monarquía de don Juan Carlos ¡El príncipe Felipe, para lograr lo mismo, necesitará también su 23- F!». A pesar de lo que nos ha contado su biógrafa oficial, la reina esa noche entró en pánico y llegó a pedirle al rey que conquistara a fuego el Congreso. Pánico al exilio, a la pobreza, a las ratas, al futuro.
El rey sabe que a partir del 23-F todo le está permitido y la reina, desgraciadamente, también lo sabe.

La maledicencia ha alcanzado asimismo a Sofía, un arquitecto, un músico, un presidente, un indio… De la mayoría ella no sabe nada ¿Quién se va a atrever a contárselo? Habla mal el español porque apenas lo practica, no tiene amigas íntimas, ya le avisaba Victoria Eugenia:
-¡Cómo tener amigas, si cualquiera de ellas quizás está acostándose con tu marido!

Únicamente puede contar con su prima Tatiana, que vive en París, y sus hermanos, la tía Pecu (por Peculiar), Irene, y Constantino. Pero sí ha resultado un golpe muy duro que los largos años de sacrificio no le hayan sido reconocidas por nadie. Su desgraciada vida conyugal ha marcado de forma cruel e injusta su proyección pública. Se la ha relegado a causas que no despiertan emoción, apenas se da publicidad a sus actuaciones. ¡En el cielo de la Zarzuela sólo puede brillar un astro!

Mientras el rey es un profesional de la seducción, la presencia de la reina resulta pesada y molesta para la camarilla de su marido, que es el primero en burlarse cuando la ve aproximarse a largas zancadas, cubierta de abalorios y con esas faldas largas que tratan de cubrir unas piernas que ella considera demasiado gruesas. Guiñando un ojo, el rey advierte a sus compañeros de vela en el puerto de Mallorca: «Cuidado que viene la reina. ¡Rompan filas!».

Cuando sus amigos le preguntaban confidencialmente a Sabino Fernández Campo si la reina conocía las actividades amorosas de su marido con detalle, éste contestaba:
-Claro que sí, pero no sabe si son muchas o muy viajadas.

La reina no ha tenido más remedio que abdicar de su papel de esposa, pero no de madre, aunque también aquí ha recibido muchas críticas. Las infantas han sido educadas como chicas normales, por lo tanto escogieron a plebeyos para casarse con la aprobación de Sofía. ¡La reina no quería que fueran tan desgraciadas como lo había sido ella!
Se decía que malcriaba a su hijo y que en un momento dado se le exigió que dejara su educación en manos más expertas. Es en la única ocasión que se ha rebelado, furiosa:
-Entonces ¿a mí que me queda?

El rey, que no tenía la conciencia muy limpia, termino transigiendo, aunque ahora le culpa de no haber sabido crear una familia.

Y eso que Sofía es más madre que reina. Y sin ella quererlo, es más reina que esposa.

Cuando operaron al rey de un nódulo benigno en el hospital Clinic de Barcelona, el 8 de mayo de 2010, los españoles crucificaron a su reina porque no estaba al lado de su marido. Los periodistas sabíamos perfectamente porqué no iba la reina al hospital y porqué el rey no quería recuperarse en su casa, sino en la Clínica Planas. Al final, debido al clamor popular, Doña Sofía no tuvo más remedio que tragarse su orgullo, acudir al hospital, subir a la habitación, bajar de nuevo y posar dócilmente para los fotógrafos. Mientras, todos vimos que un ascensor subía al piso donde estaba su majestad. Con una persona. La reina se fue sola al aeropuerto y esperó sola el avión de línea regular. Esa noche llamé a mi editora y le dije: «Quiero escribir un libro sobre Sofía».
-¿Y cómo lo vas a llamar?
-¡La soledad de la reina!
 
Eso para que luego digais que fue llegar y besar el santo. Empece desde abajo y bien me lo tuve que currar pasando por todas las manos desde el aparcacoches a Felipe.

Eso está claro. Y leti no fue la primera que llegó hasta él desde abajo. La novia anterior también llegó desde ahí. Se ve que lo que le gusta son las mujeres capaces de todo para llegar a él. Lo malo es que la única vía para llegar hasta él es esa: ir agenciándose a hombres, cada uno un poco mejor posicionado que el anterior, hasta llegar a su círculo.

Yo siempre he pensado que las mujeres de su clase social no le gustan porque son mujeres que no han tenido que arrastrase para llegar hasta él, y eso lo acompleja frente a ellas. Por eso le gustan las que han "hecho carrera desde abajo", porque se siente superior a ellas. Machismo puro y duro.
 

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