Opiniones: JUAN MANUEL DE PRADA

Y aquí le da en el blanco de la diana...

"Despojado de las palabras que nos sirven para expresarnos en plenitud, nuestro pensamiento queda secuestrado y nuestra razón se va adelgazando hasta tornarse de alfeñique, hasta ser zarandeada por el ventarrón de la emotividad más grosera, hasta acogerse al cobijo del gregarismo. Y así, poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos vamos convirtiendo en bestias"

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JUAN MANUEL DE PRADA
Palabras desfiguradas

En el episodio bíblico de la torre de Babel, Dios castigaba con la dispersión de lenguas la soberbia de los hombres que soñaban con alcanzar el cielo elevando una gran torre, símbolo de su endiosamiento. Tal vez porque desde niño tuve gran amor a las palabras, aquel castigo divino dejó en mi alma una huella muy honda, mucho más que el diluvio universal o las siete plagas de Egipto; pues siempre he creído que no hay calamidad más grande que la calamidad de no poder entenderse, la calamidad de que nuestras palabras dejen de explicar el mundo, la calamidad todavía más inquietante de que las palabras sean utilizadas para falsificar las cosas.

Y como el hombre, pese al castigo de Babel, no ha dejado desde entonces de endiosarse, seguimos sufriendo la misma calamidad. A nadie se le escapa que cada vez usamos menos palabras para expresarnos. Antaño (no hay más que leer a nuestros clásicos) la lengua era un ameno paisaje en el cual nos deleitábamos, persiguiendo la mariposa de un epíteto, aspirando el perfume de tal o cual palabra sonora, retozando en el prado lujuriante de la sintaxis. Poco a poco, sin embargo, la lengua se fue convirtiendo en el paisaje raudo que dejamos atrás, sin reparar siquiera en él, cuando viajamos en tren. Las palabras que antes nos gustaban como nos gustan las joyas o las caricias ahora las empleamos de un modo puramente utilitario, para que nos lleven en cuanto antes a nuestro destino. Este uso 'funcional' de las palabras parece, a simple vista, inocente y hasta benéfico (y al que se resiste a emplear las palabras como si fuesen una bayeta de cocina se le llama 'pedante'); pero en el fondo encubre una realidad pavorosa, que es el agostamiento de nuestro vocabulario. Las razones de este agostamiento son muy diversas: el alejamiento de la naturaleza, donde estábamos obligados a designar los árboles y los pájaros; la destructiva omnipresencia de los mass media, que imponen un lenguaje esquemático y regado de tópicos; la sumisión a la tecnología, que ciega las fuentes del conocimiento (desde la contemplación a la transmisión oral, pasando por la lectura y el estudio) y las sustituye por un acopio de informaciones mostrencas a las que podemos acceder apretando una tecla, etcétera.

Que nadie piense que este agostamiento del lenguaje es inocuo: la palabra es vehículo del pensamiento; y cuando nos faltan las palabras nuestro pensamiento se torna vago y se agrieta, permitiendo la entrada de los más peligrosos asaltantes. Las ideas se tienen que expresar mediante palabras; y cuando las palabras escasean las ideas pierden solidez y claridad, o bien son sustituidas por tópicos y consignas que repetimos como loritos, creyendo que formulamos ideas originalísimas. Despojado de las palabras que nos sirven para expresarnos en plenitud, nuestro pensamiento queda secuestrado y nuestra razón se va adelgazando hasta tornarse de alfeñique, hasta ser zarandeada por el ventarrón de la emotividad más grosera, hasta acogerse al cobijo del gregarismo. Y así, poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos vamos convirtiendo en bestias; porque, sin palabras, hasta el amor es un puro intercambio de fluidos.

Pero pecaríamos de ingenuidad si creyéramos que el empobrecimiento del lenguaje es el único medio que los modernos tiranos emplean para confundirnos. Otra forma extraordinariamente eficaz consiste en difuminar el sentido de las palabras con acepciones imprecisas y equívocas, consecuencia en cierta medida de la ligereza con que las empleamos, pero sobre todo del empeño deliberado de que las palabras oscurezcan la realidad: cuando se llama «muerte digna» a la eutanasia, una vida sufriente se convierte tácitamente en una 'vida indigna'; cuando se llama 'consenso' al contubernio de la gente sin principios, quien se mantiene fiel a ellos se convierte inevitablemente en un 'antisistema'. Si la mentira es la prostit*ción de la verdad, existe una forma de falsedad más peligrosa que la mentira redonda, que es la expresión de la verdad a medias, el empleo equívoco de las palabras con la pretensión de diluir realidades que, designadas sin eufemismos, nos sobrecogerían: llamar 'educación sexual' a la posibilidad de que nuestros hijos sean pervertidos en la escuela; o llamar 'democracia' a presentar, mediante aritmética parlamentaria, la iniquidad como justicia.

La palabra, en fin, desfigurada y convertida en una máscara virtuosa para esconder una realidad siniestra, para ir cambiando poco a poco la realidad de las cosas y así moldear más fácilmente a las masas que ya ni siquiera pueden pensar, porque se han quedado sin palabras. En ésas estamos.
 
"el sentido común y la revelación divina van por el mismo camino hacia el conocimiento de la realidad; y, por lo tanto, son ambos enemigos que la filosofía idealista debe tratar de oscurecer, para conducir a los pueblos por el camino que niega la naturaleza de las cosas, que es como se logra la dominación de las masas.”


LOS DOS ENEMIGOS DE HEGEL

(ABC, 11 de abril de 2016)

A Juan Antonio Reig Pla

Hay dos formas de hacer política. La primera, que podríamos denominar realista, considera que existe un orden del ser sobre el que actúan los hombres, para mantenerlo o perfeccionarlo mediante acciones virtuosas al servicio de la comunidad. La segunda, que podríamos designar idealista, niega la existencia de un orden del ser y establece la primacía de la idea que la razón se hace sobre el mundo e impone mediante acciones de fuerza. Mientras la primera se rige por el sentido común (es decir, por el juicio razonable sobre las cosas), la segunda se rige por la soberbia de una razón ilimitada que ya no se conforma con hacer juicios a partir de la naturaleza de las cosas, sino que lucubra a partir de ideas que luego impone sobre las cosas, prescindiendo de su naturaleza. No hace falta añadir que hoy ha triunfado la segunda forma de hacer política, en su expresión edulcoradamente democrática, que proclama la soberanía de cada hombre haciendo creer a las masas que las “iluminaciones” que antaño sólo tenían los déspotas las puede tener ahora cualquier hijo de vecino, con tal de que se deje conducir por “la libertad que lo autorrealiza” (o sea, por sus pasiones desenfrenadas).

Por supuesto, la política idealista desprecia profundamente al pueblo. Este desprecio alcanza su apogeo expresivo en Maquiavelo (quien habitualmente lo llama “chusma”) y adquiere plena formulación filosófica en Hegel, que en el prólogo de su "Fenomenología del espíritu" arremete ferozmente contra “el sentido común y la inmediata revelación de la divinidad, que no se molestan en cultivarse con la filosofía”. Resulta muy llamativo que Hegel, el auténtico padre de la política moderna, empareje el sentido común del pueblo llano y la revelación divina, que a los tontos útiles pueden parecer instancias antípodas. Pero Hegel, que es la inteligencia más portentosa que ha existido desde Aristóteles (aunque la suya sea una inteligencia al servicio del mal), sabe perfectamente que el sentido común y la revelación divina van por el mismo camino hacia el conocimiento de la realidad; y, por lo tanto, son ambos enemigos que la filosofía idealista debe tratar de oscurecer, para conducir a los pueblos por el camino que niega la naturaleza de las cosas, que es como se logra la dominación de las masas.

A partir de ese momento, todo lo que la soberbia de la razón se atreva a concebir será real, aunque sean las mayores quimeras y aberraciones, porque –como luego afirmará el hegeliano Marcuse-- “es derecho de la razón configurar la realidad”. Antaño, este totalitarismo se realizaba mediante la imposición de las ideas de los déspotas; hogaño, se realiza convirtiendo a las masas en una piara dominada por las pasiones. Para ello se exaltan tales pasiones y se concede a las masas el derecho a “configurar la realidad”; pero, por supuesto, no será un derecho a gran escala (que llevaría a las masas a meter mano al Dinero que los déspotas siguen monopolizando), sino reducido a la escala de su propia bragueta. Y así, permitiendo que las masas puedan reconfigurar su bragueta (lo mismo cambiándose de s*x* como quien se cambia de camisa que abortando como quien se quita una verruga), las masas se endiosan y creen soberanas (aunque el Dinero ni lo huelan); es decir, se creen (¡cuitadas!) sujeto político activo. Y, por supuesto, el tirano les ofrecerá todos los instrumentos legales para que puedan revolverse contra quien se atreva a mencionar el sentido común y la revelación divina, esos dos enemigos concurrentes detectados por Hegel. Así, persiguiendo públicamente a los temerarios que todavía osan invocar el sentido común y la revelación divina se logra, además, que los tibios callen pusilánimes, como osos amorosos y capones.


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"la palabra es vehículo del pensamiento;

y cuando nos faltan las palabras nuestro pensamiento se torna vago y se agrieta,

permitiendo la entrada de los más peligrosos asaltantes.

Las ideas se tienen que expresar mediante palabras;

y cuando las palabras escasean las ideas pierden solidez y claridad,

o bien son sustituidas por tópicos y consignas que repetimos como loritos, creyendo que formulamos ideas originalísimas.

...

Y así, poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos vamos convirtiendo en bestias"

Saludos, @_Marta
 
Este señor me parece,extremadamente estirado y arrogante,le he oído hablar a veces en la tele y me resulta cargante y engolado.Escribe de oídas y no de lo que él siente de verdad,Esa es mi impresión sobre él.
 
Este señor me parece,extremadamente estirado y arrogante,le he oído hablar a veces en la tele y me resulta cargante y engolado.

Es cierto que el estilo de escribir de de Prada es bastante barroco, cargado de adjetivos y figuras estilísticas..a tal punto que me lleva no una ni dos veces a coger el diccionario... y no es porque mi lengua materna no es el castellano, sino porque leer sus escritos implica trabajo. :) Pero él mismo lo ha dicho en el artículo que traje pocos post atrás: el pensamiento se viste en palabras...sin las palabras nos convertimos en bestias...
Para algunos tal estilo es sinónimo de pedantería...:confused:

Escribe de oídas y no de lo que él siente de verdad,Esa es mi impresión sobre él.

No sé, querida @vieira, por qué dices esto. En la sociedad en la que vivimos sus opiniones son contracorriente, "pre-modernas" , como él mismo las define. :) Ir contracorriente siempre exige motivación profunda y argumentada y su caso es así.

Pero por encima de cualquier otra cosa, es el único, o por lo menos entre los poquísimos periodistas españoles (que yo tenga noticia) que consiguen publicar en mainstream media y hablar sin pelos en la lengua sobre los BanksTers ladrones, sobre el Don Dinero que nos lleva hacia un nuevo sistema feudal aprovechándose de trampas como TTIP y CETA, sobre la ilusión engañabobos del juego, llamado democracia, etc., etc...En fin, si las frases las tiene a prima vista enrevesadas, el pensamiento detrás es ultra claro. Y con dos ****s.
Si te paras a leer muchos de sus artículos, verás reflejadas no pocas de las ideas que tu misma, querida amiga, "confiesas"...

(Hablo sobre sus artículos, las novelas las dejo de lado, ya que no he leído ninguna, ni tiempo que tengo...)

:) Saludos.
 
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