No somos “naide”
JAIME PEÑAFIEL 05/12/2016
… Y, al parecer, el rey emérito menos que nadie. Si no fuera así, ni el gobierno ni el titular de la Corona que reina gracias a él, con el nombre de Felipe VI, hubieran envíado a don Juan Carlos a mezclarse, por dos veces, con lo peor de la América hispana.
Primero, el 27 de septiembre a Cartagena de Indias, para el acto del Acuerdo de Paz, fracasado tras un referéndum, entre el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el máximo lider terrorista de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverrí, alias “Timochenko”. ¡Con miles de muertes y secuestros a su espalda!
Allí le vimos, en la segunda fila, detrás de Raúl Castro y junto a Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales, José Mújica y otros líderes sudamericanos. Todos ellos “muy demócratas”.
Cierto es que también había 27 cancilleres de otros tantos países, entre ellos John Kerry, de Estados Unidos, y Borge Brende, de Noruega, país garante del fracasado acuerdo. Además se encontraba el Secretario General de la ONU, Ban Kin Moon, en uno de sus últimos actos. Pero ningún Jefe de Estado europeo.
Si no hubiera sido ya bastante humillación, el 29 de noviembre le vuelven a enviar, a la Plaza de la Revolución de La Habana, para los funerales de Fidel Castro.
Al igual que en Cartagena de Indias, en esta ocasión, tampoco estaban ni Obama, ni Putin, ni Trudeau, gran amigo de Fidel, ni Hollande ni la inglesa Theresa May ni Angela Merkel. Todos ellos se disculparon en el último momento. De Europa, solo Alexis Tsipras, de Grecia.
Pena me da la utilización del rey emérito como si fuese un ex presidente de un país tercermundista en estos actos más propios de embajadores o, como mucho, de ministros de Asuntos Exteriores.
Todo esto es a consecuencia de no ser como su prima Lillibeth: rey hasta la muerte.
Porque un rey no debe abdicar sino morir en su cama y que el país pueda oir ese grito tradicional en las monarquías: “El rey ha muerto, viva el rey”.
Vuelvo a repetir que la abdicación de don Juan Carlos, a mi juicio, fue un gran error. ¿De su hijo? ¿De doña Sofía? ¿De Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba?
En la vieja Europa , con diez monarquías reinantes, solo existen, actualmente, tres reyes eméritos: Beatriz de los Países Bajos que, cuando abdicó el 30 de abril de 2013, renunció, incluso, al título de reina madre para ser solo princesa; Alberto de los belgas, desde el 21 de julio de 2013 y Juan Carlos, desde el 19 de junio de 2014.
A los dos primeros, se les respeta. A don Juan Carlos, se le utiliza, se le explota “llevándole de la ceca a la meca”, la Rigalt dixit.
Cierto es que, con su don de gentes, es capaz de conseguir lo que su hijo Felipe, con su timidez y sosería, no es capaz.
Pero no devaluemos su valor, obligándole a mezclarse con lo peor de la América hispana, tanto en Colombia como en Cuba. Guste o no guste, sigue siendo el rey
JAIME PEÑAFIEL 05/12/2016
… Y, al parecer, el rey emérito menos que nadie. Si no fuera así, ni el gobierno ni el titular de la Corona que reina gracias a él, con el nombre de Felipe VI, hubieran envíado a don Juan Carlos a mezclarse, por dos veces, con lo peor de la América hispana.
Primero, el 27 de septiembre a Cartagena de Indias, para el acto del Acuerdo de Paz, fracasado tras un referéndum, entre el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el máximo lider terrorista de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverrí, alias “Timochenko”. ¡Con miles de muertes y secuestros a su espalda!
Allí le vimos, en la segunda fila, detrás de Raúl Castro y junto a Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales, José Mújica y otros líderes sudamericanos. Todos ellos “muy demócratas”.
Cierto es que también había 27 cancilleres de otros tantos países, entre ellos John Kerry, de Estados Unidos, y Borge Brende, de Noruega, país garante del fracasado acuerdo. Además se encontraba el Secretario General de la ONU, Ban Kin Moon, en uno de sus últimos actos. Pero ningún Jefe de Estado europeo.
Si no hubiera sido ya bastante humillación, el 29 de noviembre le vuelven a enviar, a la Plaza de la Revolución de La Habana, para los funerales de Fidel Castro.
Al igual que en Cartagena de Indias, en esta ocasión, tampoco estaban ni Obama, ni Putin, ni Trudeau, gran amigo de Fidel, ni Hollande ni la inglesa Theresa May ni Angela Merkel. Todos ellos se disculparon en el último momento. De Europa, solo Alexis Tsipras, de Grecia.
Pena me da la utilización del rey emérito como si fuese un ex presidente de un país tercermundista en estos actos más propios de embajadores o, como mucho, de ministros de Asuntos Exteriores.
Todo esto es a consecuencia de no ser como su prima Lillibeth: rey hasta la muerte.
Porque un rey no debe abdicar sino morir en su cama y que el país pueda oir ese grito tradicional en las monarquías: “El rey ha muerto, viva el rey”.
Vuelvo a repetir que la abdicación de don Juan Carlos, a mi juicio, fue un gran error. ¿De su hijo? ¿De doña Sofía? ¿De Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba?
En la vieja Europa , con diez monarquías reinantes, solo existen, actualmente, tres reyes eméritos: Beatriz de los Países Bajos que, cuando abdicó el 30 de abril de 2013, renunció, incluso, al título de reina madre para ser solo princesa; Alberto de los belgas, desde el 21 de julio de 2013 y Juan Carlos, desde el 19 de junio de 2014.
A los dos primeros, se les respeta. A don Juan Carlos, se le utiliza, se le explota “llevándole de la ceca a la meca”, la Rigalt dixit.
Cierto es que, con su don de gentes, es capaz de conseguir lo que su hijo Felipe, con su timidez y sosería, no es capaz.
Pero no devaluemos su valor, obligándole a mezclarse con lo peor de la América hispana, tanto en Colombia como en Cuba. Guste o no guste, sigue siendo el rey