Naty Abascal deja de ser estilista de '¡HOLA!' y la sustituye su nuera Laura Vecino


Falconeri Fashion Show
Personnes : Nieves Alvarez, Naty Abascal

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Personnes : Naty Abascal

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Personnes : Naty Abascal
 

qué se ha hecho Adriana???? :eek::eek::eek: está espantosa!
Yo de Nati soy muy fan:love:, me encanta

¡Madre mía! :eek::nailbiting:

Porque has dicho tu lo de Adriana, iba a preguntar quien era esa muñeca de cera.

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Como destrozarte la cara y encima pagar por ello. Una pena, era super guapa.

Entre las dos, llevan 3340443849459458945045 pinchazos, pero Nati hasta parece de este planeta al lado de Adriana.
 
¡Madre mía! :eek::nailbiting:

Porque has dicho tu lo de Adriana, iba a preguntar quien era esa muñeca de cera.
Como destrozarte la cara y encima pagar por ello. Una pena, era super guapa.
Entre las dos, llevan 3340443849459458945045 pinchazos, pero Nati hasta parece de este planeta al lado de Adriana.
es que está tal cual dices, sacada del museo de cera!!! madre mía qué pena!!! Nati está pues eso, señora de más de 70 muy operada, pero es que Adriana está peor!!!
 
está entre la presly y Laura Ponte

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Madre mía!!! Con lo mona que era esa chica...Menudo destrozo se ha hecho en la cara, y encima el maquillaje que lleva lo empeora aún más. Parece un cadáver con esos ojos tan negros y hundidos y esa cara blanca fantasma abusando del iluminador. Parece Joker
 

Valentino : Outside Arrivals - Paris Fashion Week - Womenswear Spring Summer 2020
Personnes : Nati Abascal

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Personnes : Nati Abascal
 

SOCIEDAD[/paste:font]
LA BODA DE NATY ABASCAL Y EL DUQUE DE FERIA: EL INICIO DE UN MATRIMONIO QUE DESEMBOCARÍA EN TRAGEDIA

Esta es una historia de escándalo, delito y vergüenza. Pero no por los habituales motivos –adulterios, accidentes o muertes inesperadas– sino por algo mucho peor.

RAQUEL PIÑEIRO
29 DE JUNIO DE 2019 · 08:30

TIEMPO DE LECTURA: 16 MINUTOS

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El Duque de Feria y Naty Abascal en la boda de Carlos Martínez de Irujo y Matilde Solís, en 1988.© GETTY IMAGES
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NATY ABASCAL


BODAS

BODAS ICÓNICAS
Es una historia de escándalo, delito y vergüenza. Pero no por los habituales motivos por los que suelen siendo las bodas que narramos aquí, por adulterios, accidentes o muertes sorpresivas, sino por algo mucho peor. Nadie podría haber imaginado cómo terminarían las cosas cuando se anunció la boda, aunque esta no estuvo exenta de polémica. La familia del novio consideraba que la novia no estaba a la altura de su prometido. Ellos eran los Duques de Medinaceli, una de las casas nobiliarias de más rancio abolengo de España, y ella, aunque fuera de una buena familia de Sevilla, descendía de la nobleza menor y sobre todo, tenía un pasado. Estaba divorciada y había llevado una vida de modelo internacional en la que incluso había posado desnuda para Playboy, en un tiempo en el que la revista estaba prohibida en el país. Pese a todo, Rafael Medina y Naty Abascal se casaron, tuvieron dos hijos y en apariencia todo funcionó bien durante una década. Después, sucedió aquello. Contar su matrimonio supone ir de la primera boutique sevillana a las sesiones de fotos con Richard Avedon y Twiggy. De estar la Factory de Andy Warhol a los salones de la nobleza española. De vivir en Casa Pilatos a hacerlo en la celda de una prisión.


“Tú no tienes valor para enfrentarte a tu familia", me dijo Naty, "por eso no te casas conmigo”. Así narraba Rafael Medina, en sus memorias nunca publicadas, los motivos que llevaron a su boda. “Entonces fui a casa y se lo dije a mis padres. Yo no estaba enamorado de ella pero me impresionaba su físico, otra cosa no. Días antes de la boda quería volverme atrás, pero era tarde. Así que me tomé dos whiskys secos y a casarme. En realidad me casaba con la familia de Naty, que era una gente entrañable y unida que me dieron todo el cariño que no tenía en mi casa”. Era fácil ver en el segundo hijo de los duques de Medinaceli –su padre, Rafael Medina y Vilallonga, falangista de primera hornada, había sido alcalde de Sevilla en los años 40; su madre, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, grande de España, era ahijada de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia– un ejemplo casi estereotipado de la crianza a la antigua usanza de las familias aristocráticas: mucho dinero, miles de títulos, un ejército de nannys, preceptores y colegios caros y poco amor familiar. “Tampoco recuerdo que mi madre me acompañara al médico ni que me llevaran a un viaje de vacaciones. Eso no se llevaba. A los padres los veíamos una vez por semana un rato antes de irnos a dormir”. Todo el amor de su madre, Mimí Medinaceli, iba para su hermano menor, Ignacio, actual duque de Segorbe, según se rumoreaba por Sevilla “un hijo del amor”, del que escribe María Eugenia Yagüe “tanto le quería esa duquesa que nunca había llevado a sus hijos a comprar un par de zapatos, que durmió con Ignacio hasta que el chico fue ya un adolescente y el sentido común aconsejó que era el momento de que descansara en su propio cuarto”. Según escribía Rafael, “mis relaciones con mi madre se estropearon cuando ella manifestó una serie de preferencias evidentes por Ignacio, que recibió títulos y responsabilidades que no correspondían al orden natural que siguen las familias. Mi madre nos marginó a los demás y sólo miraba por sus ojos y le dio una gran responsabilidad en la Fundación Medinaceli”. Sí había confiado en él su padre, poniendo al frente a Rafael de la empresa familiar de pieles sintéticas Cuerotex. Aunque en apariencia todo le iba bien al joven aristócrata, la realidad es que era maníaco depresivo, y una de sus fuertes depresiones que le habían llevado incluso a ingresarse en una clínica de Navarra. Había estado prometido con Blanca Toro, pero la boda se anuló cuando los primeros regalos de los invitados ya estaban llegando, por motivos no aclarados. Así estaban las cosas cuando apareció Naty en el horizonte.



Ambos se conocían desde que tenían 13 y 12 años, pero sus trayectorias habían sido muy distintas. Naty –antes de rebautizarse como Naty- venía de una familia de once hermanos, tenía una hermana gemela, Ana María, a la que estaba muy unida, y su madre había sido la primera propietaria de una boutique en Sevilla. Esa incipiente vinculación con la moda sería definitiva para para su futuro. El modisto Elio Berhanyer la invitó junto a su hermana a desfilar para él en Nueva York. “Yo no era modelo ni era nada”, rememora ella en una entrevista. “Por accidente me hizo unas fotos Richard Avedon para la revista Harper’s Bazaar y a partir de ahí la agencia de Eileen Ford quiso trabajar conmigo. Y pensé, bueno, voy a probar. A mis padres les comenté “En una semana vuelvo”, y me quedó dos años y medio”. Era 1964 y la ciudad bullía de creatividad y talento. Nati llegó justo en el momento en el que las modelos dejaban de ser maniquís anónimas para pasar a tener personalidad propia. Y de eso ella iba sobrada. En un momento en el que Twiggy, con su aspecto aniñado y asexuado, o Veruschka con sus rasgos armónicos, hacían furor, la racialidad de Naty, su impresionante estructura ósea, su nariz y su atractivo de morena española la hacían destacar y ser recordada. Mientras sus amigas o su propia gemela se casaban y establecían en Sevilla para vivir una vida “como Dios manda”, Nati viajaba por todo el mundo, almorzaba en el Plaza con Dalí, se codeaba con Warhol, Mick Jagger, Jim Morrison, Nureyev o Gianni Agnelli, Woody Allen le ofrecía un papel como guerrillera latina en Bananas y se hacía amiga íntima de Valentino y Oscar de la Renta. También se casó en 1970 con el piloto escocés de carreras Murray Livingstone Smith. El matrimonio duró 5 años y no frenó su agitada vida de modelo que trabajaba en todos los rincones del mundo. De hecho, en el 71 posó para Playboyenvuelta en un mantón de manila que dejaba al descubierto sus pechos y el incipiente vello púbico. Entonces, en el 77, decidió volver a su Sevilla natal y probar esa vida tradicional que había sido diseñada para ella y que por casualidad había esquivado hasta entonces.


“Mi padre estaba enfermo y vine a verlo. Me encontré entonces con Rafael Medina, que era mi novio antes de irme a América. Y empezamos a salir, y entre pitos y flautas, para hacerte la historia corta, acabamos casándonos”, así describe ella su romance. La boda fue en Ronda, el 14 de julio de 1977. ¡Hola! les dedicaba una llamada en su portada, con el titular “boda del segundo hijo de los duques de Medinaceli”. El nombre de ella pese a tanto trasiego todavía era irrelevante en España; lo que contaban eran los títulos del novio. La ya estilosísima Naty lució un vestido muy sencillo, con un cinturón azul y flores rosas en el pelo, en un aire muy veraniego y setentero.

Pronto llegaron los hijos, Rafael y Luis. La vida social en Sevilla era agitada, con bailes a los que asistía Grace Kelly, Isabel Perón o Jacquelinne Kennedy. La pareja llegó a Cuba invitada por Fidel Castro, donde acabaron viendo el desfile de la revolución desde un palco y conversando con el político en varias ocasiones. Sin embargo, los caracteres del matrimonio eran distintos, pronto se vería que incompatibles. “Mi madre siempre ha estado rodeada de la gente de la moda, la cultura... Mi padre, trabajador, con su círculo de amigos... Ya veías por entonces que las cosas que le gustaban a ella no eran las que le gustaban a él, tal vez por su profesión o su manera de ser”, recordaba Rafa, su hijo mayor. En sus memorias, Rafael Medina padre es menos halagüeño: “Naty era bastante sin sustancia y a veces se pasaba. En una cena en la embajada americana, el ministro Javier Solana le pasó una nota a alguien para que le llamara la atención porque Naty se estaba pasando muchísimo y todo le tocaba a él, que estaba sentado a su lado, pero Naty siempre ha conseguido tener buena imagen. Yo he sido el putero, el golfo, cuando en realidad siempre he sentido lástima por las mujeres que se ganan la vida con la prostit*ción, y no hay peor delito para mí que el proxeneta que las explota”. Por su parte, Naty declararía años después a ¡Hola! “El problema fue que un día Rafael dejó de ser la persona encantadora que era, y con la que me había casado. Y no le estoy culpando aquí, porque creo que, psíquicamente no estaba bien. En el fondo era un enfermo”.


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Naty Abascal en 1968 en Las Bahamas.© GETTY IMAGES
El detonante de la ruptura llegó durante un verano en el que los duques de Feria compartieron crucero en el yate de Ramón Mendoza junto a amigos como Jesús Polanco y su mujer. Una noche Rafa oyó una pelea entre Mendoza y su pareja de entonces, Jeannine Girod –exmujer de Carlos Falcó, marqués de Griñón–. Jeannine había descubierto a su pareja besándose con Naty Abascal. Rafa relata así el episodio en sus memorias: Sólo me enteré de los gritos pero no quise preguntar nada, hasta que unos días después me llamaron desde Madrid para decir que Naty y Mendoza estaba juntos y hasta les habían visto en la Plaza Roja de Moscú, donde él tenía negocios. Había notado los coqueteos en el barco pero el resto no lo sabía. Pedí la separación; era lo que quería hace tiempo. Me molestó sobre todo que Naty no se diera cuenta que ella para Mendoza era un trofeo más, había ligado a la duquesa de Feria y punto. Ni se casó con ella, ni se divorció de su mujer Rosario, ni siquiera dejó a Jeannine Girod”. Aquello sucedió en 1988 y para Rafa Medina fue el principio del fin.

Narrar lo que sucedió en la vida del duque de Feria tras su divorcio y batalla por la custodia de los hijos supone afrontar también cómo se trataban en su momento –durante los 80 y 90– temas como la adicción a las drogas o las enfermedades mentales, pero también hacerlo con asuntos mucho más delicados como la ped*filia o el abuso de menores. El morbo, la información y el escándalo se mezclan, y el amarillismo aparece tan a menudo como la veracidad. Según el propio duque contó, tras su divorcio de Naty comenzó a consumir grandes cantidades de cocaína y alcohol. Sus depresiones se agudizaron y se volvió asiduo a prostíbulos y a rodearse de lo que genéricamente se conoce como “gentes de mal vivir”. Años después Eduardo Haro Tecglen diría en un artículo dedicado al duque que el error no estaba en emborracharse y drogarse como sin duda hacían muchos del extracto social del duque, sino en hacerlo mal, en compañías y entornos poco adecuados: “No sé cuál es el nivel de alcohol y drogas por cabeza entre los fotografiados en esas revistas, pero saben cómo. Hay unos manuales de uso que no todo el mundo lee, y el duque de Feria no los había leído”. El aristócrata que se mezcla con el lumpen, una historia tan vieja como la vida misma en la que a veces se pierde la perspectiva de quién es víctima y quién es villano. Medina se alejaba de los negocios y empeoraba su relación familiar, a la vez que su nombre aparecía ligado a detenidos en redadas contra la prostit*ción. En el 92 solicitó la anulación de su matrimonio con Naty en el tribunal de la Rota, alegando haberse casado por motivos sociales. Ella, que había reenfocado su carrera como estilista, se negó, aduciendo que se habían casado por amor y que si les había salido mal, como a muchos, “pues mala suerte”.


Entonces saltó un escándalo que dejaría en nada a todos los anteriores. El 6 de marzo de 1993 se publicó que el duque de Feria había sido detenido por el secuestro de una niña de 5 años. El país implosionó. Cada nueva revelación que surgió durante la investigación y el juicio era más truculenta que la anterior. El duque frecuentaba a una prost*t*ta drogadicta menor de edad, de 17, a la que daba heroína a cambio de dejarse fotografiar y tocar en posturas libidinosas. La menor también declaraba que el duque la había azotado con un cinturón mientras la llamaba “basura” y “escoria”. Otra implicada era una secretaria de Medina, que también se prostituía y compraba droga a menudo para su jefe y amigos. Según la acusación el duque había pagado a una tía de una niña de cinco años con heroína para que la llevase a su casa, en la plaza de López Pintado, y una vez allí la había desnudado, bañado y sacado fotografías con una cámara Instamatic. “Lo único a su favor ante tan macabros episodios es que los exámenes que se le practicaron a las niñas indican que no fueron abusadas sexualmente”, publicó Semana. Interviú hizo públicas fotografías del duque con otras niñas desnudas, y la niña de cinco años cuyo rapto destapó el caso apareció en portada de varias, revistas, identificada con su nombre y entrevistada junto a su familia, de un barrio muy humilde de Sevilla. Cualquier tipo de privacidad y respeto a las víctimas desaparecía ante la voracidad por el caso. Se le dedicaban programas especiales en La máquina de la verdad, y hasta sketchs humorísticos que hoy serían considerados inemitibles (“las braguiiitas”). ¡Hola! sacó en portada una imagen del duque sentando en el banquillo en medio del juzgado, a la vez que entrevistaba a su consternada exmujer. Era la época post Expo y la época post Alcàsser, el ambiente no podía ser más propicio para una historia semejante. La idea de que en una ciudad con estratos sociales tan marcados como Sevilla un rico aristócrata usase su posición para abusar de niñas pequeñas o drogadictas resultaba indignante y repugnante, a la vez que del todo coherente con el clima social del momento, con la idea profundamente arraigada en el inconsciente popular de que los poderosos, los antiguos señoritos, siguen haciendo lo que quieren con los más desfavorecidos. Sin embargo, para otros, la acusación era un invento y el duque era víctima de sus malas compañías, que habían intentado aprovecharse de él para chantajearle y causar su desgracia. La defensa del acusado fue endeble. Se declaró inocente, achacó la confusión a su gran consumo de drogas, se emocionó cuando la joven de 17 años declaró que él había sido el único que la había intentado ayudar a salir de su adicción y declaró haber bañado a la niña porque estaba muy sucia y él era “amante de la estética y la limpieza”. En marzo de 1994 fue condenado a 18 años de cárcel por dos delitos de rapto, uno de corrupción de menores y otro de tráfico de drogas.


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© GtresonlineNATY ABASCAL Y EL DUQUE DE FERIA EN LOS JARDINES DEL CAMPO DEL MORO EN LOS 80
Naty Abascal ocultó todo lo que pudo esta realidad a sus hijos, entonces apenas adolescentes, llevándoselos a estudiar a Estados Unidos. Para ellos perder la relación con su padre y recuperarla después fue durísimo, como relataron en una extensa entrevista a Eva Lamarca. Al final el tribunal supremo redujo la condena a 9 años y el duque de Feria salió en libertad definitiva tras cinco años de cárcel, en diciembre del 98. Meses antes, durante una salida con la condicional, había sido detenido conduciendo borracho por Sevilla, causando daños a tres mujeres.

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Naty Abascal con sus hijos Luis y Rafa Medina, en la boda de Miryam Abascal y Nicolas Von Bruemmer, en 2003.© GTRESONLINE
Salir de la cárcel no supuso el inicio de una nueva vida. Nunca dejó de consumir cocaína porque “la necesitaba para vivir”, según sus propias palabras. Su hijo Luis, que se fue a vivir con él a Sevilla con solo 19 años, narra sus frecuentes intentos de su***dio e ingresos en psiquiátricos, donde por primera vez él es consciente de que su padre tiene un trastorno bipolar. El 4 de agosto de 2001 el portero de Casa Pilatos lo encontraba muerto tras una sobredosis de barbitúricos.

La relación de la memoria popular de España con esta historia es ambigua. Hoy casi ha sido olvidada y apenas les suena a las nuevas generaciones, esas para las que el nombre de duque de Feria o Rafa Medina solo evocan el guapo, correcto y famoso hijo mayor de Naty Abascal, exitoso fundador de Scalpers, casado con Laura Vecino y padre de gemelos. Sus hijos han logrado reconciliarse con la memoria de su padre –al fin y al cabo, es su padre– sin peros, y Luis declara incluso “De mayor me gustaría ser como él”. Pero se diría que el resto del mundo ha aparcado la parte más sórdida de su existencia. En sus obituarios se trataba el tema como si el duque hubiese sido más víctima que villano. María Eugenia Yagüe escribía en El Mundo: “una put* de Sevilla que le buscó la ruina, metiéndole en los enredos que le llevaron a pasar cinco años en la cárcel” o “su nuevo hogar eran los bares de alterne, donde descubrieron que era un tonto útil y rico, una combinación perfecta que todos los macarras con los que se relacionaba aprovecharon a fondo”. Eduardo Haro Tecglen incidía en lo mismo: “como en ese delito de una menor a la que bañó: no venía con las instrucciones necesarias, y era una niña-trampa, pobre infeliz de ella; trampa de su familia, de los cazadores, de los explotadores. Él explicaba esa estupidez que hizo, que no fue más, por el alcohol y la droga”, y añadía “Y quizá por una cacería que en otros puntos de Sevilla se llevó a otros ciudadanos no culpables: cuando les llegó la inocencia, alguno ya había pagado demasiado”, en lo que parece una velada referencia al caso Arny. Parecería que la pederastia, algo por lo que, recordemos, el duque fue condenado a prisión y por tanto debemos considerar un hecho probado por la justicia, resultaba tan desagradable y empañaba tanto la figura del aristócrata perdido por sus debilidades –no por sus responsabilidades- que era mejor dejarla a un lado insinuando algún tipo de oscura conspiración.


Si los Medina, Rafa y Luis, tienen una imagen a prueba de bombas y han logrado superar una adolescencia tan inusual es en buena parte gracias a su madre, la incombustible Naty, ya con “y”. La sombra de los delitos del que ya era su exmarido no ha logrado enturbiar su aspecto intachable. Trabajadora incansable, icono vivo que reniega de la palabra, mujer más elegante del mundo, continúa su labor como estilista y consultora de moda para ¡Hola! y diversas marcas, y cada una de sus apariciones –desde los “Yo quiero a todo el mundo” a los photocalls como invitada perfecta– son un puente directo a una vida de fantasía, lujo y viajes. Quién se lo iba a decir a la muchacha que dejó su hogar de Sevilla rumbo a Nueva York prometiéndoles a sus padres “En una semana vuelvo”.
 
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