Nadal ha hablado sobre la necesidad de cambiar algunas normas en el tenis

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Nadal ha hablado sobre la necesidad de cambiar algunas normas en el tenis

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El español, que ha salido de Miami por un golpe de calor, ha hablado durante el torneo de la necesidad de cambiar cosas en el tenis ante el ascenso del juego de saque
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Rafa Nadal se retiira en su partido ante Dzumhur (Reuters).
Autor
Gonzalo Cabeza

Tiempo de lectura6 min
28.03.2016 – 05:00 H. - Actualizado: 8 H.

El intenso calor de Miami pasa factura a Nadal. En el pasado era el jugador más rocoso del circuito, un hombre que nunca parecía cansado y peleaba todas las bolas, por difíciles que fuesen. Los tiempos están cambiando, el tenista español sigue siendo uno de los mejores, pero ya no es el mejor. Le falta la consistencia que tuvo, combina buenos torneos con algunas salidas demasiado prematuras para alguien de su tamaño tenístico.

Nadal, que camina ya cerca de los 30 años, siempre prefirió los partidos largos y duros. En parte por él, pues era el territorio en el que mejor se encontraba contra los tenistas de primer nivel, pero también por los espectadores. Aún hoy, cuando el físico ya no es el de antes, aboga por un tenis en el que haya intercambios de más golpes. "A la gente le gusta el drama, los largos peloteos, no recuerdo partidos asombrosos que fueran de solo un saque y un resto", decía poco antes de empezar este último torneo.

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Djokovic saluda a Raonic, uno de los pegadores de los que habla Nadal (EFE).
El tenis se mueve hacia lugares muy diferentes a los que quiere Nadal. Los tenistas cada día son más altos, más fuertes y más grandes, la consecuencia lógica es que el deporte es cada día más rápido y los puntos más cortos. Se ven ayudados por raquetas ultraligeras, sacadas de la investigación y que permiten darle a la pelota con más potencia que antes. El tenis va por ese camino salvo que, como pide el jugador español, alguien de un golpe en la mesa. "El tenis ha tenido un tremendo éxito por muchos años, el deporte vive un momento saludable, pero a la vez es obvio que tenemos que movernos, hay que predecir el futuro", explica Nadal. "Los partidos que la gente recuerda son lentos y con puntos increíbles, el aplauso de la gente no llega solo con el saque", enfatiza la estrella española.

Cambio de normas
"Los jugadores son más altos que nunca, las raquetas pegan la pelota más fuerte que antes y al mismo tiempo nada ha cambiado en nuestro deporte, cosas como las reglas o lo alta que es la red...", expone Nadal. Tiene ya esa edad en la que uno puede, además de seguir jugando, empezar a teorizar, mirar el deporte desde la experiencia y el reposo que da haber pasado por las cotas más altas y más bajas posibles. En su caso, con mucha mayor frecuencia de los primeros, pero las lesiones, algunas muy graves, también forman parte de su carrera.

Nadal habla de los cambios para las próximas generaciones, temeroso de que el futuro no sea tan grato para el espectador como lo han sido los últimos años. Rafa, junto a Federer y Djokovic, ha formado parte de una edad de oro del deporte, un momento en el que los patrocinios se han disparado y el tenis ha ganado peso específico. Ahora solo Djokovic sigue ganando con la frecuencia de antes y el circuito se ha vuelto menos previsible de lo que era.

Los jugadores son más altos y las raquetas pegan más fuerte pero nada ha cambiado en nuestro deporte, cosas como las reglas o la altura de la red

"En mi opinión no es bueno que cada semana gane un jugador diferente, la gente llega a los torneos y no sabe quiénes son los favoritos", observa Nadal. Es curioso, él se ha pasado una vida entera negando en rueda de prensa que fuese favorito en ningún torneo, por más evidente que fuese, como era su caso en Roland Garros. Ahora, cuando ha jugado más de lo que le queda por delante en su carrera, echa de menos que exista esa figura que él evitaba siempre.

El interés de Nadal de cambiar las normas para privilegiar a las primeras raquetas del circuito no es exactamente nuevo. Hace cuatro años, precisamente en el torneo de Miami, el español dimitió de la vicepresidencia del consejo de jugadores que presidía su gran rival, Roger Federer. El motivo de fricción fue el intento de Nadal de que cambiase el sistema de ránking, que hubiese uno de dos años para que los mejores jugadores del mundo pudiesen saltarse algunos torneos y no perder demasiado. Era una manera de que a los jóvenes les costase mucho más escalar hasta las primeras posiciones y, por lo tanto, que los tenistas como él tuviesen su posición más segura. A Federer no le gustó la historia, consideró que el nuevo ránking podía hacer aburrido el mundo del tenis y el español terminó saliendo del consejo.

"La gente necesita animar a un jugador, por eso necesitas estrellas, y para crear estrellas tienen que estar ahí un largo tiempo", explica ahora el jugador español. Va un poco más allá en su diagnóstico: "Al mismo tiempo, es bueno que se combinen los estilos, que diferentes jugadores pelen por las cosas importantes y puedan ganar unos u otros, como ha pasado en los diez o doce últimos años". Es decir, no solo es, en su opinión, necesaria una élite que haga afición, sino también que en ese grupo de elegidos se vean diferentes maneras de hacer, que evoquen al público de un modo diferente.

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Nadal, en una rueda de prensa en Miami (EFE).
El ejemplo de Borg
Y eso, precisamente, era lo que existía en el tenis hasta hace no mucho, Federer era la elegancia, Nadal la pasión y Djokovic la fuerza y el resto, modos muy diferentes para jugadores antagónicos que, puestos en la misma receta dieron mucha popularidad al deporte. La fórmula, de todos modos, estaba inventada desde los ochenta, cuando Borg, Connors o McEnroe representaban algo parecido, tanto en estilo de juego como en personalidades.

Borg siempre fue el mejor ejemplo para definir a Nadal. Ambos compartían un estilo en el que las piernas, el físico y el juego de fondo tenían capital importancia. Ninguno de los dos era diestro las subidas a la red, pero ambos consiguieron reinar en Wimbledon con un estilo que, normalmente, no se asemeja mucho a lo que se suele esperar de un ganador en el torneo londinense. En el historial de Borg, que se retiro prematuramente, hay un episodio que ilustra bien lo que ahora intenta decir Nadal cuando pide del cambio de normas porque los jugadores -y el equipamiento- están evolucionando a gran velocidad.

A principio de los años 90 Bjorn Borg, la leyenda, intentó volver al tenis. Lo hizo con su melena intacta y empuñando una raqueta de madera, como en los viejos tiempos. Lo malo es que esos tiempos ya eran parte del pasado y el sueco, con 11 Grand Slams a sus espaldas no hizo más que perder. Las modernas raquetas y el nuevo ritmo impuesto por los jóvenes se hicieron demasiado cuesta arriba para quien había sido el gran dominador del tenis. Y eso, que el material de la raqueta sea lo que termina llevando a la ruina a un jugador de tanto talento, es lo que Nadal pide ahora que se cambie. Los jóvenes hoy son más altos y las nuevas raquetas permiten que los obuses se sucedan como nunca antes había pasado. Rafa cree que hay que evitar caer en ese error.
 
El mundo del tenis en España es una mafia desde que se empieza.O tienes muchisimo dinero y te metes en una cademia de las que tienen los exjugadores como Ferrero, Sanchez Vicario etc o no llegas a ningun sitio. Se dan los wild card entre ellos y potencian solo a sus jugadores. Nadal ha abierto ya su propia academia
 
el tenis es un deporte que requiere, por lo menos en mi pueblo, el acceso a las canchas y eso se logra a través de clubs o de canchas privadas que las alquilan a determinada cantidad de dinero por hora.
lo que quiere decir que es un deporte que requiere de tener dinero para dedicarse al mismo.
pero yo entiendo a Nadal.
alguna vez hubo un jugador croata, Ivanisevic creo, no recuerdo exactamente, que los partidos los ganaba a puro saque, claro por la estatura que tenía sólo hacía ACE pero no había ese juego de los boleos, smash etc etc etc
y eso es lo que se puede perder, el jugar tenis.
ahora podría ser, según leo, sólo ACE y fuerza. adiós espectáculo.
la regla del menor esfuerzo y ganar dinero, dinero y más dinero.
 
Me ha parecido interesante subir este artículo a raíz de algunos comentarios que se están debatiendo en otro hilo, sobre el juego de los tenistas, como Nadal o Feliciano López, su calidad deportiva, su capacidad, su preparación y lo que puede influir su técnica y psicología en el resultado de sus partidos, así como su posición mundial.

Es del 2008, pero el análisis que desarrolla sobre la psicología de un gran ganador, como es Rafa Nadal, hace reflexionar bastante. Lo que cuenta, no sólo se puede aplicar en un terreno de juego, sino también a la vida personal y a la profesional.

http://www.revistavanityfair.es/actualidad/articulos/rafa-nadal-es-el-guerrero-zen/16627

Rafa Nadal: El Guerrero Zen
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    © Getty Images

    ¿Cómo se convierte alguien en el mejor en algo? Probablemente, evitándolo. Pero como evitar podría parecerse a impedir, sería menos confuso expresarlo de esta otra manera: alguien se convierte en el mejor a condición de no desearlo, no al menos con la obcecación y por tanto la ceguera que provoca el deseo absoluto con sus tensiones irrevocables, sus parálisis, torpezas y errores. Suena a filosofía zen, pero es la que desprende Rafael Nadal(Manacor, 1986) en su forma de pasearse por este mundo, con canchas y sin ellas, sugiriendo la posibilidad de que nos hallemos ante un tenista zen, una rareza en todo su esplendor.

    El 18 de agosto de 2008 el jugador se aupó oficialmente al número uno de la clasificación mundial de la Asociación de Tenis Profesional, desplazando al considerado por muchos (incluido el propio Nadal) mejor jugador de la historia, el suizo Roger Federer. Su rival en la final de Wimbledon que siguieron en tensión casi tres millones de espectadores en España. Llovía. El partido se interrumpió en dos agónicas ocasiones. ¿Qué hizo para no desconcentrarse?, le pregunto. "Hablé con mi tío Toni. Sabía que tenía que volver y empezar todo de nuevo, me convencí de que podía y así fue". Tras la victoria, se limitaría a declarar que era una recompensa a un trabajo duro, pero que no había tiempo para estar emocionado y disfrutar. Ciertamente, las obligaciones olímpicas, entre otras, podían justificar esas palabras, pues ya se sabe que toda gloria tiene su prisa, pero en Nadal es una forma de pensar. Él mismo, tiempo atrás, cuando la fama empezaba a asediarle, advertía que el éxito "es una parte de tu vida, pero no es real, no durará siempre". Efectivamente, si lo real es lo eterno, placeres y emociones no son reales. ¿Es o no es una filosofía?

    Y es que Rafa Nadal, el tenista zen, vive en una existencia literal, es decir, en un presente sin futuros, desconectado íntimamente de su personaje, sin consciencia intensa de lo que significa y le rodea, incluso de lo que tiene. Su horizonte lo marca cada bola en juego, ganar y perder valen menos que hacerlo bien, y no cabe pensar en la victoria como modelo de virtud.

    —¿Qué pasa por su cabeza cuando se está jugando un punto?

    —Pienso en qué debo hacer para ganarlo, porque sé que ese punto te da la posibilidad de ganar el siguiente, y así hasta el final del partido.

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    © Getty Images
    Si he perdido no suelo castigarme. Hay cosas mucho peores y más serias en la vida"

    El alma de los antiguos samuráis no era muy diferente: durante el combate no se pensaba en la vida o en la muerte que podían sobrevenir, sino en la perfección del movimiento. El respeto por uno mismo y la forja del carácter no dependían de la derrota del adversario, sino de la calidad de los actos propios.

    El legendario Guillermo Vilas, cuando el mallorquín le arrebató el récord de victorias consecutivas en tierra batida, sentenció: "Para Nadal todos los partidos son el fin del mundo". Se equivocaba. Para Nadal cada bola, ni siquiera cada punto, es el fin del mundo, porque el mundo comienza a cada instante, en cada raquetazo, y ésa es la razón de que se recupere con tan pasmosa facilidad de las adversidades, de los aciertos de su rival, de sus fallos no provocados. "Si he perdido intento aprender y mejorar —asegura— no suelo castigarme. Hay cosas mucho peores y más serias en la vida".

    Cualquiera que haya tenido la oportunidad de observarle en una pista, habrá percibido enseguida la mezcla de dos elementos por lo general antagónicos y radicalmente divididos entre los deportistas de alta competición: la pasión y la frialdad. Cada uno de sus golpes es una tempestad, un vaciamiento, un estertor que en otro individuo no admitiría continuidad alguna. Pega con la totalidad del espíritu, sin reservar nada y se tiene la sensación de presenciar un acto agónico. Sin embargo, e independientemente de la fortuna del punto, del juego o del set, la misma furia se reanuda en lo siguiente como si no hubiera sucedido nada. Lo que sea que haya ocurrido antes queda inmediatamente borrado por el nuevo presente, sin capacidad para afectarlo. Los errores, las pérdidas, hasta el mejor juego del rival se disipan en el aire frente al nuevo comienzo. Y sus gestos fríos, acerados, brutalmente concentrados en los entreactos del juego, contrastan de manera chocante con las apasionadas descargas que se producen durante la disputa. Es un extraño cóctel de temperamento jondo y de impasibilidad nórdica. Como si John McEnroe y Björn Borgse alternaran en un mismo cuerpo y adoptaran la estrategia más conveniente en cada momento. Frío en el pensamiento y calor en la acción, es decir, una pasión fría o una frialdad apasionada que se adueña poco a poco de la cancha y del partido.

    Sin duda un carácter producto de una educación, en la que ha tenido mucho que ver un entorno que vio las cosas claras desde los inicios. De muchacho, Nadal ya era una fuerza de la naturaleza y, como tal, digna de observación y de control. Tenía facultades para casi todos los deportes, entre los que prefería el fútbol y el tenis (hoy en día también el golf). En la categoría de alevines llegó a marcar 100 goles en un campeonato de fútbol y, como señalaba su tío, el exfutbolista del Barcelona Miguel Ángel Nadal, "son muchos goles para cualquier categoría". Otro tío, Toni, su actual entrenador y guía, le orientó hacia este deporte. Ganó su primer torneo a los 8 años. A los 15 se había convertido en el jugador más joven de la historia en ganar un partido oficial en un torneo de la ATP. A los 17 debutó en el Grand Slam (Wimbledon y U.S. Open). En 2005, con 19 años, derrotó a Federer en semifinales de Roland Garros y acabó ganando el torneo, el primero de los cuatro obtenidos en París. Y un año más tarde batió el récord de 53 victorias seguidas, que ostentaba el ya citado Guillermo Vilas.

    Esta incontrovertible fuerza de la naturaleza hubo de ser moldeada, y eso se hizo en familia. Cierto que el muchacho ya venía equipado con otra virtud que no dificultó las cosas: una ingenuidad que lindaba con cierta inocencia profunda. Desde pequeño, la realidad fue para Rafael Nadal algo transparente, sin retorcimiento, casi pura. Era crédulo y sencillo, como muchos de los que han disfrutado de entornos familiares comunicativos, estables y de objetivos definidos y sin complicación. En el suyo predominaban el deporte, el esfuerzo, la superación. En resumidas cuentas, esa literalidad mencionada más arriba. "Era un niño muy bueno, dócil, exageradamente inocente", describiría su tío Toni.

    Con estos materiales de base, fuerza e inocencia, se trabajó desde el principio en la inculcación de ciertos valores y en un método para hacer las cosas. Los valores se resumieron en dos: austeridad y modestia. Y el método consistió sobre todo en trabajo y mundos pequeños. Tanto las virtudes como el método, si es que cabe o merece la pena tal división, se dirigían a lo mismo: una actitud ante el mundo que relativizaría así los triunfos como los fracasos y que no perdería de vista una determinada construcción moral de la persona, más allá de consideraciones sociales de cualquier tipo. Lo interior y lo exterior se separaron desde un principio, haciendo de lo primero un lugar inexpugnable.

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    © Gtresonline
    S u tío le dice siempre que aguante. ¿En qué situaciones le cuesta más seguir este consejo?

    — Cuando veo que las cosas no me salen como yo quiero. Es difícil, pero hay que aguantarse y ya llegarán mejores momentos.

    ¿Es inevitable la vanidad cuando recibe tantas alabanzas?

    — Tengo un buen grupo de gente alrededor que me mantiene con los pies en el suelo. Además, no soy nada vanidoso. Que me alaben o me critiquen tampoco me preocupa mucho.

    Con respecto a la modestia, su tío también ha mantenido una gran claridad de ideas. "Esto es un juego. Creerse alguien por jugar al tenis sería tan estúpido como creerse alguien por jugar bien al escondite", decía en una entrevista. Como actitud, puede aplaudirse esta afirmación de Toni Nadal, pero cuando el escondite encarne y simbolice las aspiraciones de una colectividad, como hace el tenis (el tercer deporte más seguido por televisión en España, tras el fútbol y el automovilismo), se comprobará lo difícil que resulta sostenerla.

    El reciente número uno del mundo carga en los viajes con su equipaje, cocina sus comidas (insistentemente, pasta con algún pescado fresco) y disfruta de los juegos de Playstation, a los que dedica las obsesivas e interminables horas entre competiciones, y de las series de televisión en DVD, como 'Prison Break' y 'Perdidos'. "En ciertos momentos previos a un partido donde me juego mucho me cuesta dormir, confiesa. Así fue antes de la final de Wimbledon, pero me puse a ver una película y me dormí. Me desperté normal y a lo mío".

    Y lo suyo es el trabajo, el trabajo a todas horas, la fragua en la que se templa la más ligera desviación, la menor discordia con el propósito. Quienes hayan seguido el blog de Nadal no pueden haber quedado sino maravillados de la manera en que el pensamiento aparece solapado con la tarea. Más que un blog sobre las vicisitudes de un deportista es una agenda repleta de obligaciones. Las horas se aprietan entre partidos y entrenamientos, sesiones de fotos, trabajo con el fisio... "Lo peor es el día a día de la competición. La rutina, levantarte e ir a dormir pensando siempre en lo mismo”, escribe. Trabajo en acto y trabajo en potencia. Y en un encierro, físico y mental, que "acaba quemando la cabeza".

    Y dentro de todo ello, el muro contra el universo exterior, plagado de posibilidades y desvíos que ejerce presiones desproporcionadas. Hablamos de una estrella del deporte que ha ingresado, solo por premios en la pista, casi 13 millones de euros, lo que supone apenas un 25 por ciento de sus ingresos. Que tiene contratos de patrocinio con una decena de firmas comerciales… El fetichista puede comprarse en eBay un reloj Rafael Nadal o regalar una consola Nintendo DS con el juego "Rafael Nadal Tennis". Y el aficionado a la astronomía puede observar en el cielo un asteroide de cuatro kilómetros de largo viajando a 20 kilómetros por segundo al que la Unión Astronómica Internacional, a propuesta del Observatorio Astronómico de Mallorca, ha denominado "Rafa Nadal".

    Una estrella, en fin, que se ha convertido en icono de los patrocinadores gracias a esa imagen "limpia y normal" que se conduce de manera tan extraordinaria en un mundo asaltado por los escándalos, los fraudes y las adicciones. Pero, ¿cómo se blinda alguien tan deseado contra las múltiples tentaciones que le rodean? Con mundos pequeños. "Me gusta vivir rodeado de los míos en Mallorca y divertirme con mis cinco amigos de siempre". O sea, como si nunca hubiera salido de casa. Su novia, Xisca Perelló, también es mallorquina. Mundos pequeños, mundos a medida.

    En el fondo, las peleas de Nadal no son contra un adversario sino, como buen guerrero zen, contra sus límites y temores, en el intento de preservar un espíritu. Por eso, cuando le preguntamos qué es para él un rival, contesta simplemente: "El que está al otro lado de la red y quiere ganar. Pero la rivalidad acaba en el partido". Y en cuanto al futuro, para quien no puede pensar en él, no será muy distinto de este presente: "Cuando me retire, seguro que seguiré compitiendo sanamente en algo". Difícilmente cabría imaginarlo de otra manera.
 
Nadal ya no tiene nada que demostrar, lo ha dado TODO y lo ha ganado TODO. Jamás ha tenido España un deportista como él.
 
Rafa Nadal: «Los españoles no somos conscientes del buen país que tenemos»
El tenista charla con ABC de deporte y también de la vida, preocupado por los asuntos cotidianos mientras defiende las virtudes de España y de su gente

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«No me asusta el adiós, soy muy feliz fuera del tenis»
Un calendario en función de necesidades y sensaciones

Enrique Yunta@Traban
Enviado especial a AcapulcoActualizado:27/02/2019 08:10h
17 Nadal, un calendario en función de necesidades y sensaciones

Después de entrenarse junto a David Ferrer en una de las pistas más alejadas del estadio Pegaso de Acapulco, ya noche cerrada en este sensacional rincón del Pacífico, Rafael Nadal (3 de junio de 1986), número dos de la ATP, abraza a su amigo, al que gana en un partidillo a un set, y cumple con los medios locales, que llevan días esperándole. El español aterrizó el viernes desde Costa Mujeres (abrió ahí un centro que lleva su nombre), pero unos problemas en la muñeca le han obligado a ser prudente y no se le había visto aún en las canchas del recinto. Sí estuvo en la fiesta blanca de los jugadores, siendo el reclamo de todos los invitados, y esta pasada madrugada, casi un mes después de la final de Australia ante Novak Djokovic, empezaba su participación en el torneo ante Mischa Zverev.

El lunes, pasadas las nueve de la noche, y una vez ha realizada la rueda de prensa, invita a ABC para que le acompañe en el coche que tiene asignado hasta su villa, pues en Acapulco está alojado en una parte más exclusiva del hotel Princess, una residencia de película a pie de playa y que huele a mar, fundamental en su vida. Se preocupa por la situación del diario y se presta a afrontar cualquier asunto, hablando antes como ciudadano que como tenista. Porque Nadal, lo dice él mismo, es una persona normal a la que le preocupan los asuntos cotidianos, el día a día de España y de más allá. Y luego está el tenis, claro, apurando al máximo una carrera descomunal a la que cada vez le queda menos, pero que sigue más viva que nunca. Él la alimenta con su pasión.

-¿En qué nota sus 32 años?



-Bufff. Bueno, en general yo personalmente no lo noto en el día a día, no demasiado. Lo que sí es verdad es que cuando uno va analizando las cosas que van sucediendo, se da cuenta de que ha habido más problemillas de los que quería. Este último año, sin ir más lejos. Hay momentos en los que, cuando se van acumulando tantas cosas, uno se cansa. Pero, por suerte, mantengo la ilusión intacta, mantengo las ganas de ir a entrenarme y disfruto muchísimo. Sobre todo cuando estoy bien, claro.

-¿La cabeza puede al cuerpo?

-Depende. Claro, si el cuerpo no te deja que la cabeza pueda actuar, ahí no puedes hacer más. Pero sí me atrevería a decir que, con matices, la cabeza puede al cuerpo. Si te rompes, por muy centrado que estés y por mucha ilusión que le pongas, la cabeza no vale. Lo que sí que hace la cabeza es ayudarte a volver con energía y ganas y a mantener la ilusión.

-¿Trabaja en ese aspecto?

-La he trabajado mucho de muy jovencito, ahora no. A ver, todo el mundo trabaja la cabeza en el día a día. Para mí es vital no anteponer el ocio al entrenamiento. Creo que hay tiempo para todo en esta vida. Pero yo hago el entrenamiento y luego las cosas que quiero hacer, sin olvidarme de lo primero.

«Me gusta muy poco discutir. Si no es por una necesidad total, intento evitar los problemas»
-¿Usted es tenista todo el día?

-No, en absoluto. Ni ahora ni en toda mi vida lo he sido.

-¿Pero cuánto tiempo le quita de sus pensamientos?

-Claro que pienso en tenis, pienso en muchos momentos de mi día. Pienso en lo que he hecho mal, en lo que he hecho bien, en por qué me ha salido una cosa así y la otra asá... Pero no soy un obsesivo del tenis ni lo he sido nunca. Lo que pasa es que siempre he tenido una gran determinación para trabajar y para ser mejor tenista. Cuando uno tiene esa determinación para que ambas cosas ocurran, indirectamente sí que en muchos momentos estás pendiente de pensar qué hacer.

-¿Cuándo fue la última vez que se enfadó?

-(Piensa durante un buen rato). No lo sé, tú. Yo, bufff... Sinceramente, me enfado poco. ¿Sabe lo que pasa? Si me enfado suele ser momentáneamente y se me pasa muy rápido. A mí me gusta muy poco discutir. Si no es por una necesidad total, intento evitar los problemas. La gente dice que cuando hay un problema hay que atacarlo, y yo digo que si se puede esquivar, quizás es mejor. -Evitar la confrontación, vaya.-Evidentemente. Si hay una cosa que no te gusta del otro o alguien te ha hecho algo, te puede servir el ir y hablarlo a la cara. Hay una serie de cosas que no tienen más remedio que solucionarse así, pero otras muchas no tienen tanta importancia. Y en todas esas cosas que son menos relevantes yo acostumbro a hacer un giro hacia un lado u otro y esquivo el problema. La vida es mucho más agradable si uno intenta no tener problemas ni discusiones.

-Hoy es muy complicado no tener discusiones o enfrentarse por algo. ¿Percibe que hay mucha crispación?

-A mí, personalmente no me gusta. Si le soy sincero, no va conmigo. No me gusta la confrontación continuada, en ningún caso. De hecho, he seguido todo el tema de Cataluña y llega un momento dado en el que uno no entiende que se enrede tanto. Es necesario discutir en algún caso y que haya diferentes opiniones para mejorar cosas, sin ninguna duda, pero la confrontación tan alargada en tantos sentidos no me gusta nada. Seguro que quien manda hace algunas cosas bien y puede que otras no tanto. Pero a mí no me gusta la manera de criticar todo lo demás. Y eso lo hacen todos. ¿Por qué vamos a estar enfrentándonos todo el día? Se está radicalizando a la sociedad y no me gusta.

-¿Estamos creando un mundo de extremos?

-Bueno, no sé si vivimos en extremos. Pero, ¿sabe? Es tan complicado llegar a acuerdos porque hay demasiada tensión entre todos y eso, desde mi punto de vista, no es bueno. No puede ser bueno. Falta más respeto y tener voluntad de avanzar. Y para avanzar, hay que entenderse.

«Yo soy una persona normal y corriente, una persona humana, yo no soy solo tenista. Ante todo, soy un ciudadano más español. Y las cosas que nos ocurren me interesan y me preocupan, como a todos»
-¿Habla de todo esto con su gente? ¿Lo comenta con amigos?

-Sí. Hablamos habitualmente de la vida, de lo que es noticia, de la actualidad... Comentamos a diario todo lo que ocurre a todos los niveles: política, deportes, cosas de la vida, las cosas cotidianas, lo que afecta a la familia...

-¿A usted le gusta que le pregunten cosas fuera del tenis? ¿Tiene que medir lo que dice?

-Yo soy una persona normal y corriente, una persona humana, yo no soy solo tenista. Ante todo, soy un ciudadano más español. Y las cosas que nos ocurren me interesan y me preocupan, como a todos. Somos también ciudadanos del mundo, tenemos nuestras vidas. Como le digo, antes que tenista, soy como usted o como cualquier otro.

-Pero, ¿se contiene para decir según qué?

-Sí, evidentemente. A ver, en confianza con amigos, no. Pero cuando estoy ante los medios o ante personas que no conozco soy más prudente y no puedo decir según qué cosas, o más bien no quiero decirlas porque no resolvería nada diciéndolas.

-¿Alguna vez le ha tentado la política o prefiere que esté lejos?

-La política es una parte muy importante de nuestra sociedad, pero no, no es mi ámbito. Lo lógico sería que nunca esté en el mundo de la política. Bueno, nunca digas jamás, pero lo veo casi imposible. Sí es cierto que si estuviera en política, intentaría hacerlo de otra manera, intentaría ser más positivo. Mire, hay una cosa que no me gusta: casi siempre estamos hablando en negativo de nuestro país. Personalmente, viajo cada semana por todos los lugares del mundo y los ciudadanos españoles no somos conscientes de todo lo que tenemos, del buen país que tenemos, de lo bien que vivimos en líneas generales. Claro que hay gente que lo pasa mal, sin ninguna duda. Y claro que hay cosas que tenemos que mejorar, sin ninguna duda. Debemos de preocuparnos para que haya más gente que viva mejor porque eso hará que el funcionamiento del país sea mejor. Los países tienen problemas cuando hay muchas diferencias, cuando hay gente muy rica y demasiados que tienen poquísimo. Ahí es cuando hay conflicto. No digo que sea perfecto nuestro país, pero cuando viajas, te das cuenta de la suerte que tenemos. A nivel de sanidad, de educación... Hay muchos aspectos en España que criticamos habitualmente y yo siempre digo una cosa: viaje a países que consideramos que están taaan por encima y vaya a un hospital, a ver cómo funcionan las cosas... Veremos entonces si son tan superiores como se cree.

«Cada uno es libre de votar o apoyar a quien más le convenga y es muy respetable. Lo importante es que todos queramos un país mejor, más justo y que nos ayudemos para mejorar»
-Y en todo ese debate de extremos, está usted, que es un producto de todos los españoles y que rara vez genera debate.

-Tampoco es eso. Nadie genera unanimidad. Yo nunca me he manifestado políticamente, nunca lo haré, pero yo creo en las personas más que en cualquier otra cosa. A mí no me gusta la gente que ve todo lo malo. Puedes tener una afinidad con un partido o con otro, qué más da. Lo importante es que no haya confrontación, que no sea tan ilógico. Cada uno es libre de votar o apoyar a quien más le convenga y es muy respetable. Lo importante es que todos queramos un país mejor, más justo y que nos ayudemos para mejorar.

-Tiene su academia en Mallorca y ha abierto ahora también una en Costa Mujeres (parte caribeña de México, cerca de la costa de Cancún) y muchos niños se apuntan para ser como usted. ¿Es su mayor orgullo?

-No, no. No porque hay muchos niños que quieren ser como grandes estrellas que para mí no son referentes. Lo más importante es ser buena gente y ayudar a las personas. Después hay que transmitir unos valores adecuados para los jóvenes y que se miren en ti con vistas al futuro. Con lo cual, le digo: mi mayor satisfacción es poder representar algo positivo para todos estos jóvenes. No sé si lo hago, pero esta es mi gran satisfacción. Hay muchos niños que quieren ser como personajes que, sin entrar a decir nombres, no creo que puedan ser un buen ejemplo pra los niños.

-Usted confesó que le daba miedo quedarse solo en casa cuando era pequeño. ¿Le sigue asustando?

-Sí, no me gusta mucho estar solo en casa. No soy un gran seguidor de eso, ¡Ja, ja!-¿Pero le d miedo por la soledad o por si pasa algo?-A ver, miedo... ¡Me quedo en casa solo, no tengo ningún problema! Pero prefiero estar acompañado.

«No soy un gran fanático de estar con el teléfono todo el día y llega un momento en el que necesito desconectar del móvil. Pero siempre agradezco todos los mensajes de cariño y de apoyo»
-¿Es caprichoso?

-No mucho, la verdad. Creo que no mucho. A ver, seguro que todos tenemos nuestros caprichos. Yo tengo un barco. Mi capricho realmente es el mar, más que cualquier otra cosa. Todo lo que está relacionado con el mar, me da una posibilidad de desconectar de todo lo demás. Me encanta, si tengo la posibilidad de tener ese escape me ayuda mucho.

-¿Le gustaría tener una semana de anonimato?

-Sí, por qué no. Pero jamás me oirá decir que estoy cansado de ser quien soy. No. Demasiadas cosas positivas me ha dado la vida como para quejarme. Al final, lo más importante es que vaya donde voy me siento querido y apoyado por la gente. Eso es lo que uno echa más de menos cuando esta fuera.

-Sin querer entrar a valorar temas íntimos, ha sido noticia últimamente por su ayuda en la tragedia de Mallorca y por la noticia sobre su boda. ¿Le molesta que se hable de su vida privada?

-Lo que no me gusta es el circo. Cuando entras en esta rueda, se dicen muchas mentiras. Lo de Mallorca: se me hace difícil hablar de ello porque fue un momento complicado para todos nosotros. La gente no tiene ni idea, pero tengo la mitad de mi familia ahí, mi familia de parte de madre es de ese pueblo (Sant Llorenç). Yo solo fui a ayudar un poquito y a ver cómo estaban las cosas. Fui con mis amigos, no iba a buscar absolutamente nada porque es evidente que no lo necesito. A ayudar, con mis amigos de toda la vida. Después se crean historias y yo solo hice lo mismo que cualquier otro. Lo que pasa es que lo hice yo, que soy un personaje público, pero no hice ni más ni menos que cualquiera de mis amigos. Así de simple. Todo lo demás, es circo. Sobre la boda: yo jamás he confirmado o he hablado al respecto. Pero, más que me moleste, que no me molesta nada, se entra en la rueda de la especulación, de las opiniones, de mentiras... Al final, la gente opina gratuitamente y se dicen barbaridades. Dónde me caso, si hay despedida en un lugar o en otro... Más que enfadarme, nos reímos. ¡Hay tan pocas cosas que sean ciertas! Sabes que estás expuesto a eso, pero siempre he querido ser noticia por lo que he hecho en una pista de tenis. En mi vida privada, he intentado tener una vida tranquila, feliz siendo anónimo en mi vida privada, y así lo hemos querido siempre tanto yo como mi pareja y como mi familia. Es la forma de vivir más tranquilos y de conseguir la felicidad, es mejor así.

-¿Cuánta gente tiene su número de teléfono?

-No lo sé. Desgraciadamente hay veces que no contesto a todo el mundo y me sabe muy mal. Pero no soy un gran fanático de estar con el teléfono todo el día y llega un momento en el que necesito desconectar del móvil. Pero siempre agradezco todos los mensajes de cariño y de apoyo. Hay cantidad de gente que tiene mi teléfono y no sé cómo lo han conseguido, muchos que ni conozco y no puedo estar todo el día pendiente de gente que no sé ni de dónde sale
https://www.abc.es/deportes/tenis/a...sociedad-y-no-gusta-201902262207_noticia.html
 
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