MÚSICA PARA CAMALEONES - Truman Capote

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Jake: ! Una de las bromas de Oliver Jaeger! Ese hijo de put* llamó a todo el mundo. ¿ Y dices que no está loco?

Addie: Tú crees que está loco porque él cree que tú estás loco. Cree, sinceramente, que estás equivocado. Que estás persiguiendo a un inocente. ( Mirando a Jake, pero dirigiéndose a mí.) Oliver nunca ganaría un premio de belleza o de inteligencia. Pero es una persona racional. Un chismoso, pero de buen corazón. Está emparentado con la familia Quinn. Bob Quinn es primo segundo de él. Ésa puede ser la razón de su posición. Oliver dice, igual que muchos, que aun si existiera alguna relación entre la decisión de la comisión de río Azul y las muertes ocurridas aquí, eso no quiere decir que haya que acusar a Bob Quinn. Él no es el único propietario afectado. ¿Y Walter Forbes? ¿Jim Johanssen? La familia Throby. Los Miller. Los Riley. ¿Por qué acusar a Bob Quinn? ¿ Qué circunstancias especiales lo señalan a él?

Jake: Él lo hizo.

Addie: Si, él lo hizo. Eso lo sabemos. Pero ni siquiera puedes probar que él compró las víboras de cascabel. Y aunque lo hicieras...

Jake: ¿ Puedo tomar un whisky?

Addie: Inmediatamente se lo sirvo, señor. ¿ Algo más?

Jake ( Addie ha salido a servir la bebida): Tiene razón. No podemos probar que compró las serpientes, aunque sabemos que lo hizo. Yo siempre supuse que esas víboras provenían de un criadero, de esos lugares donde las crían por el veneno; lo venden a los laboratorios. La mayoría está en Florida y Texas, aunque hay criaderos de víboras en todo el país. Todos estos últimos años enviamos cartas a la mayoría, sin recibir una sola respuesta.


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Pero yo tenía la sospecha que venían de Texas. Era lógico. ¿ Para qué ir más lejos, cuando podía encontrar lo que estaba en el estado vecino? Bueno, no bien entró Quinn en el caso, decidí volver a empezar desde cero con el asunto de las víboras, asunto en el que no nos habíamos concentrado lo suficiente, porque requería una investigación persona y viáticos. Cuando hay que convencer al jefe de que hay que gastar dinero, uno se estrella contra una pared. Pero yo conocía a un tipo, un investigador viejo, que trabaja en el Departamento en Texas; me debía un favor. Así que le mandé algunos materiales: unas fotos de Quinn que había juntado, y fotos de las víboras. Las nueve colgadas de una soga después que las matamos.

TC: ¿Cómo las mataron?

Jake: A tiro. Les volamos la cabeza.

TC: Yo maté una vez una cascabel en una oportunidad. Con un rastrillo.

Jake: No creo que hubiera podido matar a estás con un rastrillo. Ni meterles un solo diente. La más pequeña medía más de dos metros.

TC: Eran nueve. Y nueve miembros los de la comisión del río Azul. Una interesante coincidencia.

Jake: Bill, mi amigo de Texas, es un tipo decidido. Recorrió Texas de punta a punta; pasó sus vacaciones visitando criaderos de víboras, hablando con los criadores.



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Hace como un mes me llamó y me dijo que creía haber localizado a la persona: una señora de Garcia, una texana- mexicana dueña de un criadero cerca de Nogales. Como a diez horas de auto desde aquí. Yendo a ciento veinte por hora. Bill me dijo que me esperaría allí.
Addie fue conmigo. Viajamos de noche, y desayunamos con Bill en el Hollyday Inn. Luego visitamos a la señora de García. Algunos de estos criaderos de víboras son atracciones turísticas, pero el de ella no era de ese tipo. Estaba lejos de la carretera, y era bastante pequeño, aunque tenía unos especímenes impresionantes. Mientras estuvimos allí, arrastraba esas enormes víboras, se las enroscaba en el cuello, a los brazos, y reía. Tenía dientes de oro macizo. Al principio pensé que era un hombre. Su físico parecía el de Pancho Villa, y llevaba breeches de vaquero, con bragueta.

Tenía cataratas en un ojo, y el otro no parecía en muy buen estado, pero no dudo en identificar a Quinn en las fotos. Dijo que visitó su casa en junio o julio de 1970 ( Los Roberts murieron el 5 de septiembre de 1970). acompañado por un mexicano joven. Llegaron en un camión pequeño, con patente de Mexico. La señora Garcia no habló con Quinn, ni él dijo una sola palabra, según ella. No hizo más que escuchar, mientras la mujer trataba con el mexicano. Dijo que no era su política interrogar a un cliente y preguntarle cuales eran sus razones para comprar su mercadería, pero el mexicano le dio la información voluntariamente. Quería una docena de víboras adultas para usar en una ceremonia religiosa. Eso no la sorprendió, dijo que la gente a menudo compraba víboras para rituales.



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Pero el mexicano quería que le garantizara que las víboras que compraba atacarían y matarían a un toro de quinientos kilos.
Ella dijo que si, que era posible, si se les inyectaba alguna droga, algún estimulante anfetamínico, antes de ponerlas en contacto con el toro.
Le enseñó cómo hacerlo, mientras Quinn observaba. Nos enseñó también a nosotros. Usó un palo, el doble largo que una fusta , y flexible como vara de sauce; tenía un lazo de cuero en la punta. Tomaba a la víbora de la cabeza, en el lazo, la alzaba en el aire, y con una jeringa las pinchaba en la panza. Permitió que el mexicano practicara un rato. Los hizo muy bien.

TC: ¿Había visto antes al mexicano ?

Jake: No. le pedí que lo describiera, pero me hizo la descripción de cualquier mexicano típico entre veinte y treinta años. Le pagó. Ella metió las víboras en cajas separadas, y se marcharon.
La señora de Garcia era una señora servicial y cooperadora. Hasta que le hicimos la pregunta importante: ¿juraría por escrito que Robert Hawley Quinn era uno de los hombres que le habían comprado una docena de víboras de cascabel un cierto día de verano de 1970?
Entonces se tornó agria. Dijo que no firmaría nada.
Le dije que esas víboras habían sido usadas para matar a dos personas. Le hubiera visto la cara. Se metió en la casa, cerró las puertas y bajó las persianas.

TC: Una declaración jurada de la mujer. Eso no habría tenido mucho peso legal.

Jake: Hubiera sido algo con qué carearlo: una apertura. Es casi seguro que fue el mexicano el que puso las víboras en el auto de los Roberts, contratado, naturalmente, por Quinn. ¿ Sabe una cosa? Apuesto a que ese mexicano está muerto y enterrado en alguna llanura solitaria. Cortesía de Mr. Quinn.


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TC: Pero debe de haber algo, en la vida de Mr. Quinn, que indique que era capaz de violencia psicótica.
( Jake asintió un largo rato.)

Jake: El caballero estaba muy familiarizado con el homicidio. ( Addie volvió con el whisky. Él le agradeció, y le dio un beso en la mejilla. Ella se sentó a su lado, y volvieron a tomarse de la mano, entrecruzando los dedos.)
Los Quinn son una de las familias más antiguas de aquí. Bob Quinn es el mayor de tres hermanos. Todos son propietarios del establecimiento B.Q., pero él es el jefe.

Addie: No, la jefa es su mujer. Se casó con su prima hermana, Juanita Quinn. Su madre era española, y tiene el genio de un tamal picante. El primer hijo murió al nacer, y se negó a tener otro. Se sabe, sin embargo, que Bob Quinn tiene hijos on otra mujer de otro pueblo.

Jake: Fue héroe de guerra. Coronel de la infanteria de Marina en la Segunda Guerra Mundial. Él nunca habla de eso, pero la gente dice que Bob Quinn solo mató más japoneses que la bomba de Hiroshima.
Pero justo después de la guerra, cometió unos asesinatos que no fueron tan patrióticos. Una noche, tarde, llamó al shérif para que fuera a B.Q. a buscar un par de cadáveres. Adujo que encontró a dos hombres hurtando ganado , y los mató de un tiro. Ése fue su cuento, que nadie contradijo, por lo menos publicamente. Pero la verdad es que esos hombres no eran ladrones de ganado. Eran jugadores de Denver, y Quinn les debía un montón de dinero. Vinieron a cobrar, pues así se les había prometido. Pero recibieron el pago en plomo.


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TC: ¿ Lo ha interrogado al respecto alguna vez?

Jake: ¿A quien?

TC: A Quinn.

Jake: Hablando estrictamente, nunca lo he interrogado. ( Su peculiar sonrisa cínica curvó sus labios; hizo tintinear el hielo en el vaso, bebió un poco, y rió entre dientes, como si quisiera aclararse la garganta.)
Últimamente, he hablado mucho con él. Pero en estos cinco años que hace que estoy en el caso, no lo había conocido. Lo había visto. Sabía quién era.

Addie: Es una broma, Jake.

Jake: No es asunto de bromas. Ha sido una tortura para mí.

Addie: ( apretándole la mano): Lo sé. Perdón. ( Jake terminó la bebida, y depositó el vaso con fuerza sobre la mesa.)

Jake: Tener que mirarlo. Que escucharlo. Que reírme de sus cuentos groseros. Lo odio. Él me odia. Ambos lo sabemos.

Addie: Te traigo otro whisky.

Jake: No te vayas.

Addie: Iré a ver a Marylee. Asegurarme de que está bien.

Jake: No te vayas.
( Pero Addie quería alejarse del cuarto, pues estaba incomoda con la furia de Jake, la ira entumecida que se reflejaba en su rostro.)



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Addie ( mirando por la ventana): Ha dejado de nevar.

Jake: El café Okay está siempre lleno de gente los lunes a la mañana. Después del fin de semana todo el mundo pasa para ponerse al día con las noticias. Los ganaderos, los hombres de negocios, el sheriff y su pandilla, gente del palacio de justicia. Pero ese lunes --el lunes después del Día de Acción de Gracias-- el lugar estaba atestado, los tipos apeñuscados chismeando como un montón de mujeres. Se imagina de qué. Gracias a Tom Henry y a Oliver Jaeger, que se habían pasado todo el fin de semana desparramando la noticia, diciendo que el tipo del Departamento, el tal Jake Pepper, acusaba a Bob Quinn de asesinato. Yo estaba sentado en mi reservado, haciendo como que no me daba cuenta. Pero no pude seguir simulando cuando vi entrar a Bob Quinn en persona. Se pudo oír cómo todo el mundo contenía su aliento.

Se metió en un reservado junto al sheriff. El sheriff lo abrazó y rió, y gritó como vaquero. La mayoría de los presentes lo imitó, todos dieron un alarido de júbilo, vivando a Bob. Sí, señor, el café Okay, en un ciento por ciento , respaldaba a Bob Quinn. Tuve la impresión de que, aunque pudiera probar que este tipo era un criminal múltiple, me lincharían antes de que pudiera arrestarlo.

Addie: (llevándose una mano a la frente, como si le doliera la cabeza): Tiene razón. Bob Quinn tiene al pueblo entero de su lado. Ésa es una de las razones por las que mi hermana no quiere que hablemos del asunto.
Dice que Jake está equivocado. Que Mr. Quinn es un buen hombre. Su teoría es que el doctor Parsons fue el responsable de los crímenes, y que por eso se suicidó.


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TC: Pero el doctor Parsons hacía mucho que estaba muerto cuando usted recibió el féretro.

Jake: Marylee es un encanto, pero no es muy inteligente. Perdón, Addie, pero es así.
( Addie sacó la mano de la de Jake: un gesto admonitorio, aunque no severo. De todos modos, dejó libre a Jake, que se puso de pie y empezó a caminar. Sus pisadas hacían eco en las tablas del piso tan bien lustradas.)
Volvamos al café Okay. cuando me iba, el sheriff me tomó de un brazo. Es un irlandés hijo de put*, bastante atrevido. Y torcido como los dedos de los pies del diablo.

Me dijo: " Eh Jake, quiero que conozca a Bob Quinn. Bob, te presento a Jake Pepper. Del Departamento ". Estreché la mano de Quinn. Quinn dijo: " He oido mucho de usted. Me han dicho que juega al ajedrez. No tengo muchas oportunidades de jugar. ¿Qué le parece si nos reunimos?".
Le dije que sí, seguro, y él dijo: " ¿ Le parece bien mañana? . Venga como a las cinco. Tomaremos un trago y jugaremos un par de partidas". Así empezó. Fui a B.Q. a la tarde siguiente. Jugamos durante dos horas. Es mejor jugador que yo, pero le gané varias veces, como que la cosa fuera interesante. Es parlanchín. Habla de cualquier cosa: política, mujeres , s*x*, pesca de trucha, mover los intestinos , su viaje a Rusia, si es mejor criar ganado o plantar trigo, tomar gin o vodka, Johnny Carson, su safari al Africa, la religión, la biblia, Shakespeare, el genio del general Mac Arthur, la caza del oso, las putas de Reno comparadas con las de las Vegas, la Bolsa de valores, enfermedades venéreas, si los copos de maíz son mejores que los de trigo, el oro que los diamantes; la pena capital ( que aprueba con entusiasmo ), futbol, beisbol, básquetbol, de cualquier cosa, excepto de la razón por la que estoy anclado en este pueblo.


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TC: ¿ Quiere decir que no discute del caso?

Jake ( deteniéndose): No sólo no discute del caso. Se porta como si no existiera. Yo hablo del caso pero él no reacciona. Le enseñé las fotos de Clem Anderson con la esperanza de causarle una impresión y obligarlo a reaccionar. De alguna forma. Pero no hizo más que mirar el tablero, hacer una jugada, y contar una historia subida de color. De modo que Mr. Quinn y yo jugamos una partida varias tardes a la semana desde hace meses. En realidad, hoy mismo iré más tarde. Y usted (me señala con el dedo) vendrá conmigo.

TC: ¿Soy bienvenido?

Jake: Lo llamé esta mañana. Lo único que preguntó fue: " ¿Juega al ajedrez?".

TC: Si, pero preferiria observar.
( Se desmorono un leño, y el chisporroteo hizo que fijara la atención en la chimenea. Me puse a observar el ronroneo de las llamas y a pensar en por qué había prohibido que Addie describiera a Quinn, que me dijera cómo era. Traté de imaginarlo; no pude. Más bien, recordé el pasaje de Mark Twain que Jake me había leído en voz alta: " De todas las criaturas, el hombre es la más detestable ... el único en poseer malignidad... la única criatura con una mente desagradable". La voz de Addie me rescató de mi arriesgado ensueño.)

Addie: Oh, vuelve a nevar. Pero no fuerte. Los copos flotan. ( Entonces, como si la reanudación de la nieve le hubiera inspirado el tema de la mortalidad, de la evaporación del tiempo .) Sabe, han pasado casi cinco meses. Eso es mucho para él. Por lo general, no espera tanto.


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Jake: ( molesto): Addie, ¿qué es esto?

Addie: Mi féretro. Han pasado casi cinco meses. Y, como digo, nunca espera tanto.

Jake: !Addie! Yo estoy aquí. No te pasará nada.

Addie: Por supuesto, Jake. Pienso en Oliver Jaeger. ¿Cuando recibirá su féretro? Piensa que Oliver es el jefe de correos. Un día, clasificando la correspondencia...
(De repente su voz, sorprendentemente, se vuelve temblorosa, vulnerable, añoran, de tal manera que acentúa el alegre trino de los canarios.) Bueno, no será muy pronto.

TC: ¿Por qué no?

Addie: Porque primero Quinn deberá llenar mi féretro.

Eran más de las cinco cuando partimos. El aire estaba quieto, sin nieve, resplandeciente por las brasas del ocaso y el primer pálido resplandor de la luna, una luna llena que subía por el horizonte como una blanca rueda redonda, o una máscara amenazante, blanca y sin facciones, que atisbaba por las ventanillas del auto. Al final de la calle principal, antes que la población se vuelva llanura, Jake indicó una estación de servicio: -- La estación de Tom Henry. Tom Henry, Addie , Oliver Jaeger, son los únicos que quedan de la comisión del río Azul.
Le dije que Tom Henry está loco. Es verdad. Pero un loco con suerte. Votó contra los demás. Eso lo exime. No habrá féretro para Tom Henry.


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TC: Un féretro para Dimitrios.

Jake: ¿ Qué dice?

TC: Es un libro de Eric Ambler. Una novela de misterio.

Jake: ¿ Novela? ( Asentí, él hizo una mueca.) ¿ Usted lee esas porquerías?

TC: Graham Greene era un escritor de primera. Hasta el Vaticano se apoderó de él. Después, ya no volvió a escribir nada tan bueno como Brighton Rock. Me gusta Agatha Christie, me encanta. Y Raymond Chandler es un gran estilista, un poeta. Aunque sus argumentos sean un lío.

Jake: Porquerías. Esos tipos son soñadores. Se sientan entre una máquina de escribir y se masturban. No hacen otra cosa.

TC: De modo que no habrá féretro para Tom Henry .
¿ Y para Oliver Jaeger?

Jake: Recibirá el suyo. Una mañana, recorriendo la estafeta, lo encontrará. Un paquete envuelto en papel madera, con su propio nombre. Se olvidará de que son primos. Se olvidará de que ha puesto una aureola alrededor de la cabeza de Bob Quinn. San Bob no lo va a soltar después de unos pocos avemarías. Conozco a San Bob. Es posible que haya usado su cuchillo de tallar, y haya metido la foto de Oliver Jaeger dentro de un cajoncito...

( La voz de Jake cesó de hablar y, como si se tratara de una acción correlacionada, su pie presionó el pedal del freno: el auto patinó, viró bruscamente, se enderezó; seguimos camino. Me di cuenta de lo que había pasado. Se había acordado, igual que yo, del patético comentario de Addie: " Primero Quinn deberá llenar mi féretro". Intenté no decir nada, pero se me soltó la lengua.)

TC: Pero eso significa ...

Jake: Mejor encender los faros.

TC: Eso significa que Addie morirá.


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Jake: !Diablos, no! ! Sabía que iba a salirme con ésa!

( Golpeó el volante con la palma de la mano.) He construido una pared alrededor de Addie. Le he dado una pistola reglamentaria, calibre 38, y le he enseñado a usarla. Puede darle a un hombre entre los ojos a cien metros. Ha aprendido karate y sabe romper una madera con un golpe de la mano. Addie es lista; no la podrá engañar. Y yo estoy aquí. Vigilándola. Vigilo a Quinn, también. Y otras personas lo hacen.
( Una emoción fuerte, un temor rayano en el terror, puede demoler la lógica de un hombre tan lógico como Jake Pepper, cuyas precauciones no habían salvado la vida a Clem Anderson. Yo no estaba dispuesto a discutir el punto con él, especialmente dado su estado de ánimo irracional de ese momento, pero ¿por qué, si daba por sentado de Oliver Jaeger estaba condenado, tenía tanta seguridad de que Addie no lo estaba ? ¿Que no seria atacada? Porque si Quinn seguía el plan, entonces debía despachar a Addie, sacarla de la escena antes de proceder al ultimo paso, enviar un paquete a su primo segundo y firme defensor, jefe de la oficina local de correos.)

TC:Sé que Addie ha recorrido el mundo. Pero es hora de que haga otro viaje.

Jake ( truculento): No puede irse. No en este momento.

TC: ¿Eh? No me pareció una posible suicida.

Jake: Por empezar, por la escuela. Recién terminada en junio.

TC: ! Jake! ! Por Dios! ¿Cómo puede pensar en la escuela? ( Por más oscuro que estaba, pude vislumbrar su expresión avergonzada. Al mismo tiempo, adelantó la mandíbula.?


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