Murió Adam West, 1928-2017

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Réquiem para Adam West
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Hay noticias sobre las que no quisieras escribir, pese a que son parte inevitable de nuestra existencia. Como la mayoría de ustedes, me encontraba instalado en la placidez sabatina cuando me enteré de la muerte física de William West Anderson, a quien todos reconocemos por el nombre artístico de Adam West. Él significó mi primer acercamiento a un personaje de ficción con quien dialogo cotidianamente y al que debo tanto. Dejó este mundo pacíficamente, seguramente rodeado por sus seres amados, en su hogar en Los Ángeles, luego de librar una corta pero valerosa batalla contra la leucemia. Tenía 88 años de edad.

Nació el 19 de septiembre de 1928 en un hogar multicultural en Walla Walla, Washington. Su padre era un granjero sueco y su madre una pianista y cantante de ópera de descendencia inglesa –con una pizca de galesa, alemana, escocesa e irlandesa- que abandonó sus sueños artísticos de sobresalir en Hollywood para encargarse de su familia. El joven William –Adam- no hizo lo mismo con los suyos. Tras el divorcio de sus padres, de residir y acumular experiencia en el mundo del entretenimiento en Seattle y Hawaii, de contraer un primer matrimonio –se casó otras dos veces- y procrear dos hijos –tuvo otros cuatro-, finalmente se asentó en la meca del cine. Inició una carrera discreta en la televisión, generalmente en westerns y policiales –sobresalen sus actuaciones en el drama legal Perry Mason con Raymond Burr– hasta que en 1966 el productor William Dozier lo reclutó para protagonizar la teleserie que la valdría la inmortalidad. Ganó el papel a Lyle Waggoner, quien años más tarde interpretaría al gallardo militar Steve Trevor, interés amoroso de la siempre deslumbrante Linda Carter en La Mujer Maravilla.



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Sería un niño de 5 años cuando lo vi por primera vez acudir con su colorido disfraz de Batman al llamado del Comisionado Fierro (o Gordon, según su creador Bill Finger, interpretado por un siempre sobrio Neil Hamilton) y el torpe Jefe O´Hara (Stafford Repp), al lado de su fiel –y aún más colorido- escudero Robin (Burt Ward), siempre dispuestos a combatir al villano en turno que amenazaba a la pacífica Ciudad Gótica. Antes de ello, conocíamos las identidades secretas de los paladines: el millonario Bruno Díaz y su entenado Ricardo Tapia, porque yo ni siquiera sabía que se llamaban Bruce Wayne y Dick Grayson. Y tampoco me interesaba.

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¿Cómo olvidar todas las emociones que me hizo vivir en las 3 temporadas –de 120 episodios- que duró el serial? Verlo –obviamente en sus repeticiones- era un ritual obligado de las tardes de mi infancia. El mítico tema musical de Neal Hefti anticipaba toda clase de aventuras. Igualmente indispensables eran sus voces en español, comenzando por Guillermo Romano (Batman), Santiago Gil (Robin), María Antonieta de la Nieves “La Chilindrina” (Bárbara Fierro/Batichica) y su inolvidable galería de adversarios: Víctor Alcocer (El Guasón), el maravilloso Jorge Arvizu (El Pingüino), Carmen Salas (Gatúbela), Carlos Becerril (El Acertijo), Eduardo Alcaráz (El Rey Tut), Roberto Cardín (El Bibliófilo), Carlos David Ortigosa (El Cascarón), Carlos Riquelme (El Relojero), entre otros, sin olvidar la narración de Víctor Guajardo, que al finalizar nos aseguraba que volveríamos a verlos la siguiente semana “a la misma bati-hora y por el mismo bati-canal”. Abundando en el rubro de los oponentes, no hay que dejar de mencionar las participaciones del Maestro del humor y lo siniestro Vincent Price como El Cascarón o el pintoresco Liberace como el malvado pianista Chandell –y su hermano gemelo Harry-.





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El programa tenía tantos momentos delirantes, con sus secuencias de combate físico –nunca se admitieron armas de fuego- salpicadas por onomatopeyas (¡Pum! ¡Splat! ¡Pow!), las escaladas del Dúo Dinámico –rodadas en un escenario horizontal- donde eran saludados por todo tipo de celebridades –como Edward G. Robinson, Sammy Davis, Jr., el conductor Dick Clark o Ted Cassidy, a quien recordamos como Largo, el mayordomo de la excéntrica Familia Addams-, o esa confrontación del héroe y el Payaso Príncipe del Crimen –con veraniegas bermudas sobre sus disfraces- en tablas de surf, o el inolvidable bati-twist. Todo era parte de una deliberada estética camp. Después de todo, era la era de la psicodelia, la cultura hippie y Andy Warhol.

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Pero sobre todo siempre se encontraba Adam West, con su elegancia y estoicismo, imperturbable ante la inminencia de la muerte o los avances de las tres sensuales Gatúbelas (Julie Newmar, Eartha Kitt y Lee Meriwether) que nos presentaron la serie y la película que desprendió, dirigida por Leslie H. Martinson en 1966 (sólo su Batman pudo inventar el bati-repelente de tiburones). Con la soberbia de la juventud, el beneficio de conocer su forma original en el cómic y las grandiosas contribuciones de Dennis O´Neil, Frank Miller, Grant Morrison o Brian Azzarello, muchos reniegan del programa en algún momento. Yo mismo lo hice en mi adolescencia, luego de impresionarme por la oscuridad de la película de Tim Burton en 1989 –la que por cierto West quiso estelarizar-. Si pudiera viajar en el tiempo y encontrarme conmigo mismo, me diría enérgicamente “no sabes lo que dices, muchacho tonto”.

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Como le ocurrió a Bela Lugosi luego de encarnar al Rey de los Vampiros, el panorama laboral no fue amable para West. Se dedicó a vivir su enorme triunfo del pasado, sea a través de su propio y efímero programa de dibujos animados (Las nuevas aventuras de Batman, 1977), sus visitas al Springfield de la amarillenta familia Simpson, prestar su voz al actor Simon Trent –conocido como el intrépido Fantasma Gris-, inspiración temprana del Encapotado en un episodio de 1992 de Batman: la serie animada y al Alcalde Adam West en la irreverente caricatura Padre de Familia, documentales auto-paródicos (Regreso a la Baticueva: las desafortunadas aventuras de Adam y Burt, Duane Poole, 2003), o su aparición en el capítulo 200 de la popular comedia The Big Bang Theory, homenaje al cincuentenario de la ocasión inicial que portó el símbolo de un murciélago en su pecho. Dio su último saludo al escenario en la película animada Batman: el regreso del enmascarado (Rick Morales, 2016), flamante trabajo que abreva del poder de la nostalgia y al que se le unieron su gran amigo Burt Ward y la bella Julie Newmar. Pero sobre todo se dedicó a gozar del puesto que alcanzó con justicia en un pedestal, como siempre pudimos ver en las incontables convenciones en que se presentó. Supo mantenerse cerca de sus huestes de admiradores y aprovechó para ello los avances de la tecnología, como demuestran sus cuentas en las redes sociales con mayor alcance. Esa es la mejor forma de volverse eterno.

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Este mundo es un lugar menos seguro sin la presencia de Adam West. Siento un nudo en mi garganta cuando me aproximo a escribir el punto final de esta adelantada columna. Hasta su actual lugar de residencia, donde ya se encontró con la mayoría del elenco que le acompañó para materializar sus anhelos, le dedico la mirada del niño que fui y se asombró instantáneamente en el momento que lo conoció.
 
Creo que no se había abierto un hilo sobre este tema y en mi opinión se lo merece.
 
Falleció Adam West, el mítico protagonista de Batman de los años sesenta
Se fue de Batigira
Por Andres Valenzuela
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Imagen: AFP
Fue el Batman de las cejas pintadas sobre la máscara. Fue el Batman del twist y de las onomatopeyas en technicolor y pantalla chica. Fue el Batman de los rumores de fiestas tras los decorados. Fue el Batman que visitó Argentina en 1997 y 1999 y encandiló a los fans. Adam West, quien encarnó a ese Batman, falleció esta mañana a los 88 tras una breve lucha contra la leucemia.

West era un ícono de la cultura pop. La serie televisiva de Batman se emitió por primera vez en 1966 y lo elevó rápidamente a la categoría de mito viviente. Claro que, como otros grandes mitos de la televisión, jamás pudo reinventarse tras abandonar su personaje. "Hace treinta años que doy vueltas por el mundo, cuando no estoy trabajando en otra cosa, en general me dedico a andar por el mundo conociendo gente, y hablando del show", contaba a Página/12 en su última visita al país, en 1999. La periodista Mariana Enríquez, quien lo entrevistó en aquella ocasión, destacaba en la nota sus modales conservadores y la atención que le prestaba a su salud y apariencia.

Tras el éxito, las cámaras le dieron la espalda. Si bien es cierto que participó en varios programas y en alguna que otra película, ninguno fue especialmente relevante. Para el público fue siempre el "Batman" de esas tres temporadas y terminó viviendo de eso, haciendo giras, promocionando el show donde se seguía repitiendo o siendo una estrella invitada en las convenciones de cómics de todos los puntos de Estados Unidos. Al menos hasta los últimos años, cuando empezó a ser homenajeado en distintos programas, como Big Bang Theory o Padre de Familia, donde o se interpretó a sí mismo o le puso voz a algún personaje.

Eventualmente, West hizo las paces con el programa, con su lectura de infancia de Batman (que comenzó a publicarse cuando él tenía 10 años), con su éxito y con las giras que le recordaban un pasado de oro. En 1994 publicó una autobiografía, Back to the Batcave ("De regreso a la Baticueva"), en la que recordaba esos años y criticaba las reinvenciones posteriores del personaje. Lamentaba especialmente no haber podido participar en las de Tim Burton, a quien criticaba. Además, era el orgulloso propietario de un dibujo original de Bob Kane, creador del personaje, quien le agradecía por haberle puesto carne al personaje.

Sobre el programa de tv muchas veces se hicieron lecturas queer de la relación entre Batman y Robin. Cuando en 1999 Enríquez le preguntó a West por el tema, él respondió riendo que esos rumores eran buenos "para las ventas". Y matizó afirmando que "en la mansión Díaz no habríamos podido tener ese tipo de relación, porque la tía Harriet vivía espiándonos. Por supuesto, la tía Harriet era gay".

"No hay nada como Batman en la TV hoy, o como las series clásicas de los 60. Todo tiene una fórmula y es muy parecido. Y creo además que en la televisión hay mucha violencia y faltan valores". Lo dijo en 1999, pero seguramente lo hubiera sostenido hoy, habida cuenta la vigencia que el show sigue teniendo entre muchos fans que prefieren superhéroes más pop e inocentes que atribulados. Sus palabras de entonces, vistas a la distancia, pueden hasta leerse como una profecía de lo que vendría en el éxito heroico en la pantalla grande: "El problema con las películas de Batman (de Burton) es que están demasiado orientadas hacia los efectos especiales. Las relaciones entre los personajes no están desarrolladas, y sobre todo no tienen humor. Y sin un buen guión y sin humor, se convierte en otra película de explosiones. Son visualmente impresionantes, y hasta bellas, pero no tienen alma".

Con West se fue una parte fundamental del mundo de colores brillantes y superhéroes sonrientes. En su lugar sólo queda un caballero oscuro.
 
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